Contribuciones a la Economía

 

 

"Contribuciones a la Economía"
es una revista académica mensual
con el Número Internacional Normalizado
de Publicaciones Seriadas ISSN 1696-8360

 

El ser humano, la información y la economía

Juan Carlos Martínez Coll
Universidad de Málaga
lisette@eumed.net

 

Introducción

Este artículo es una reelaboración de la ponencia presentada en el Seminario Internacional de PEKEA que tuvo lugar en diciembre de 2003, en la ciudad francesa de Rennes. PEKEA es una red internacional de investigadores, científicos sociales, asociaciones y otras personas interesadas en construir una nueva teoría económica que sea consistente con los instintos de solidaridad y fraternidad que todos compartimos. PEKEA es el acrónimo de Political and Ethical Knowledge on Economic Activities, “un saber político y ético en las actividades económicas”. Los objetivos, misión, fundamentos, funcionamiento, convocatorias y noticias de PEKEA pueden verse en www.pekea.org.

Para los que estén interesados en profundizar en las ideas que aquí se exponen, recomiendo la lectura del libro "Las Flechas, economía del tiempo y la información", accesible en

http://www.eumed.net/flechas/index.htm


PEKEA ha definido su interés cuatro bloques de saber. En este artículo se presentan las propuestas del autor ante cada uno de esos bloques:

 


Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Martínez Coll, J.C.: "El ser humano, la información y la economía" en Contribuciones a la Economía, diciembre 2003 en http://www.eumed.net/ce/


 

Primera parte: “Información y valor”

c

Resumen

La riqueza de cualquier sociedad es la información que ha acumulado. Todo lo valioso es información. La información es el único factor productivo ya que tierra, trabajo y capital no pueden producir sino por la información que tienen incorporada. Producir es modificar los objetos de la naturaleza incorporándoles información de tipo tecnológico, de tipo logístico o de tipo conocimiento. Si analizamos las cosas que demandamos podemos comprobar que solo valoramos las cosas por la información tecnológica, logística o simbólica que contienen.

La consecuencia de esta forma de entender el valor y la producción es muy esperanzadora para la humanidad. Mientras que el análisis económico ortodoxo estableció la supuesta “Ley del rendimiento decreciente de la productividad de los factores”, si consideramos la información como el único factor productivo descubrimos que la productividad marginal de la información es siempre creciente. Cuanta más información tenemos, más información producimos. La información no se consume por su uso. Aunque puede perderse por la desaparición física de los objetos o la muerte de los individuos que la contengan, la pervivencia de la sociedad garantiza la pervivencia y el desarrollo de la información.

La información como factor productivo

Podemos considerar que la información es el único factor productivo ya que tierra, trabajo y capital no pueden producir sino por la información que tienen incorporada. Por “producción” debemos entender lo que obtenemos los humanos diferente de lo que obtienen los demás animales. No puede llamarse producción a la actividad de un pájaro picoteando la fruta de una zarza salvaje. Tampoco llamaré producción a la actividad de un humano que la recoja y la consume in situ. En cambio sí que hay que considerar producción a cualquier transformación que se haga de esa fruta: si se la convierte en mermelada, o si se la introduce en un bote de cristal, o si se la transporta en el espacio, o si se la conserva para que dure en el tiempo.

El análisis macroestadístico de Solow (1957) sugirió que el crecimiento económico estaba determinado, además de por los factores clásicos trabajo y capital, por un “factor residual” que fue identificado como educación o conocimiento o tecnología, es decir, como información. Pero incluso lo que Solow identificó como trabajo y capital en realidad debería considerarse también como una valoración de la información almacenada en los cerebros de los trabajadores y la tecnología almacenada en las máquinas. En suma, proponemos considerar que todo factor productivo es información contenida en objetos físicos o en cerebros humanos. No es productiva la piedra y la madera de las máquinas, ni los huesos y la carne de los trabajadores, sino únicamente la información que tienen incorporada.

Supongamos una isla desierta pero dotada de agua, plantas y animales de diversos tipos. Pensemos en lo que puede hacer en esa tierra primigenia un hombre que carezca absolutamente de toda cultura o conocimientos proporcionados por la sociedad. Imaginemos que es un niño de la selva o un hombre primitivo que no ha aprendido ni siquiera a tallar piedras. Este hombre, como cualquier animal, con el fin de sobrevivir realizará instintivamente actividades de recolección de alimentos vegetales, carroñeo y caza de animalillos para sobrevivir. No hay diferencia cuantitativa ni cualitativa entre lo que hace y obtiene este hombre sin cultura y lo que hacen y obtienen leones o pájaros. No podrá hacer, ni obtener ¡ni desear! otra cosa porque carece de información.

Introduzcamos en cambio en ese mismo territorio a un hombre moderno, un Robinson Crusoe que haya perdido todas sus herramientas en el naufragio y haya llegado completamente desnudo, pero manteniendo la memoria. El resultado será muy diferente debido precisamente a las informaciones que trae en su memoria. Pasados unos pocos meses observaremos que Robinson obtiene resultados que sí podemos llamar productos. Se estará cubriendo con algo parecido a ropa y se habrá construido alguna forma de cabaña; también se habrá fabricado algún calzado y algún instrumento que proteja y refuerce sus manos y brazos mientras trabaja. Habrá preparado lazos y trampas para cazar. Es posible que haya empezado a seleccionar semillas, a plantar algo cerca de su cabaña o que haya capturado algún animal vivo y lo esté manteniendo. Todos esos productos que ha obtenido Robinson satisfacen necesidades específicamente humanas. Ha sido la información incorporada a esos productos mediante tecnología y logística lo que las ha hecho valiosas para un humano. Ha sido la información que había recibido previamente de la sociedad lo que le ha hecho desear estas cosas y le ha permitido producirlas.

La diferencia entre lo que produce este Robinson y lo que produce cualquier animal o un hombre salvaje no puede ser considerado por tanto renta de tierra, de trabajo o de capital sino que es exclusivamente resultado o renta de la información que traía Robinson en su cerebro. Lo producido, su valor para satisfacer necesidades humanas, es resultado de la experiencia acumulada por la humanidad, por seres humanos que no están presentes, pero cuyas experiencias e informaciones están almacenadas en el cerebro de Robinson.

En resumen, todo, absolutamente todo lo que produce el hombre actual que excede a lo que obtienen los animales es resultado exclusivamente de la información que a lo largo de los siglos ha conseguido acumular. Esa información crea en el hombre unas necesidades específicamente humanas, diferentes de las necesidades naturales de los animales. La única forma de satisfacer esas necesidades específicamente humanas es mediante información proporcionada por otros hombres.
 

La ley del rendimiento creciente de la información

La consecuencia de esta forma de entender el valor y la producción como consecuencia exclusiva de la información, es muy esperanzadora para la humanidad ya que la productividad marginal de la información es siempre creciente y cuanta más información tenemos, más información producimos.

La concepción clásica de los tres factores de producción, tierra, trabajo y capital, conduce inevitablemente a la lúgubre visión de un mundo estancado. En efecto, si aumentamos la cantidad aplicada de un solo factor en un proceso productivo manteniendo constantes los demás factores, su productividad decrecerá hasta desaparecer o incluso hacerse negativa. Desde Malthus hasta los actuales ecologistas del crecimiento cero, hemos tenido siempre teóricos dispuestos a extraer las consecuencias fatales de la ley de la productividad marginal decreciente. Como la cantidad del factor tierra (o de las energías fósiles) es fija, la sociedad tiende hacia un estado estacionario en el que no podrá haber aumento del producto y el nivel de vida será el de la supervivencia.

Con el enfoque alternativo que aquí se propone, al considerar la información como único factor originario de la producción, como única fuente de toda riqueza, la conclusión es la contraria y permite comprender y predecir un crecimiento ilimitado de la riqueza de la sociedad humana. Al contrario de los factores productivos clásicos, la productividad marginal de la información es siempre creciente. Ésta es la ley del rendimiento creciente de la información que implica que cuanta más información tenemos, más información podemos producir.

Todo aumento en la cantidad de información de un individuo aumenta la capacidad productiva de la información preexistente en su cerebro. Además, el proceso de producción y comunicación no implicará consumo, gasto o disminución del stock de información preexistente.

La ley del rendimiento creciente de la información permite un círculo virtuoso que se manifiesta claramente en el mundo real, en la aceleración de las innovaciones. Al aumentar la cantidad de información de que dispone y puede manejar un ser humano, más cantidad de información nueva es capaz de producir. Cada vez hay más información, cada vez la información es más fácilmente asequible para más seres humanos y eso hace que cada vez se produzca más información nueva. La aceleración en el proceso de creación de nuevas informaciones es el resultado de este círculo virtuoso.

No hay límite alguno en la cantidad de información que puede acumular la sociedad. No hay límite en la riqueza que puede tener la humanidad. Aunque disminuya la cantidad de petróleo existente en el mundo, la riqueza de la humanidad podrá seguir creciendo porque lo que el ser humano necesita no es petróleo sino información.

Supongamos que disponemos de una cantidad fija de energía fósil que utilizamos para mover vehículos. Si modificamos la tecnología incorporada en el vehículo de forma que utilice la energía de forma más eficiente el efecto será el mismo que si, manteniendo la misma tecnología aumentara la cantidad de energía fósil existente. Por ejemplo, si los cambios en la tecnología de los vehículos permiten que recorran cien kilómetros con la mitad de gasolina, el efecto será el mismo que si las reservas de gasolina existentes se hubieran multiplicado por dos. En los años sesenta el turismo familiar medio requería veinte litros de gasolina para recorrer cien kilómetros. En el año 2.000 la media de consumo es de 5 litros por cada cien kilómetros. Se han hecho demostraciones con algunos modelos comerciales que circulan ya por nuestras carreteras que prueban un consumo de solo dos litros de gasolina por cada cien kilómetros. Además, en estos treinta años hemos aprendido a usar de forma muy eficiente otras formas de energía -eólica, fotovoltaica- que ya se han puesto en explotación. Además, las reservas conocidas (la información que tenemos sobre las reservas existentes) de petróleo hoy son el triple de las que conocíamos en 1970.

Cuando se produce una crisis energética, la escasez no es de energía natural sino de conocimientos, tecnología y logística para utilizarla. No hay motivos para dudar de que el desarrollo de la información tecnológica y logística permitirá aumentar la productividad y eficacia de los vehículos, sean cuales sean las energías que utilicemos en el futuro.

La ley del rendimiento creciente de la información permite predecir no solo que los vehículos serán cada vez más eficaces, sino que todo el sistema productivo será cada vez más eficaz, que la capacidad productiva del ser humano será cada vez mayor. Aún más, la ley del rendimiento creciente de la información predice una tendencia a que la eficacia aumente de forma acelerada.

Distribución y redistribución de la información en la sociedad

La información está repartida de forma muy desigual entre los seres humanos. Hay muchos seres humanos que tienen muy poca información y eso hace que la sociedad humana sea menos eficaz de lo que podría ser. La productividad de la información aumentaría de forma muy notable si los humanos más pobres recibieran más información.

La desigualdad en el reparto inicial de la información es consecuencia de la asimetría de nuestra sociedad. Son los individuos que más información tienen los que más información producen. Los intercambios de información se realizan en su mayor parte en el marco de instituciones de mercado, por lo que los que más información tienen son los que más información reciben. La brecha entre los ricos en información y los pobres en información tiende a aumentar continuamente.

La redistribución de la información puede hacerse también en el marco de instituciones que no sean de mercado, es decir, de instituciones que podemos llamar, sociales, políticas o “de estado”. Ese tipo de instituciones permite una redistribución de información sin necesidad de contrapartida monetaria y atendiendo a la eficacia a largo plazo.

Pero si decimos que la información es la riqueza ¿En que se diferencia el objetivo político que aquí se propone “redistribución de información” del tradicional objetivo “redistribución de riqueza”?

La “redistribución de riqueza” de los economistas ha puesto el acento en “el valor” de esas informaciones medidos con los mecanismos de mercado. Así pues, se da más valor a un vestido que a un libro que enseñe a hacer vestidos. La ayuda a los países en desarrollo consiste en enviarles vestidos de diseño, en vez de enviarles diseños de vestido.

Pero la principal diferencia es que por “redistribución de riqueza” entendemos que se quite a unos para dar a otros, mientras que en la redistribución de información no hay que quitar nada a nadie. Dar información no supone perderla. Ciertamente, él reparto de información requiere dedicación de tecnología, logística y tiempo de trabajadores, y eso es un coste, pero ese coste es muy bajo y decreciente.

La educación, la capacidad para aprender y manejar la información, es la riqueza que se debe redistribuir con prioridad sobre cualquier otra.


Segunda parte: Las soluciones de mercado y de estado
 

Resumen

La dicotomía política socialismo-capitalismo y la dicotomía económica asociada estado-mercado son falsas disyuntivas. Nunca ha habido un sistema puramente socialista ni puramente capitalista. Nunca ha habido una sociedad dirigida exclusivamente por el estado y nunca ha habido una dirigida solo por el mercado. De hecho, “mercado” y “estado” son abstracciones inexistentes en la realidad y que aluden solo a diversos tipos de instituciones complementarias entre sí.

Las instituciones de mercado y de estado han coexistido siempre, en todas las sociedades históricas, de Sumeria a la URSS. Ambos tipos de instituciones surgieron conjuntamente durante la revolución neolítica. El análisis del origen y evolución simultánea y conjunta de esas instituciones nos permite comprender las dificultades que tenemos ahora (como siempre en la historia) para determinar qué problemas económicos debe ser resueltos por los mecanismos del mercado y cuáles por los del estado. Ante algunos problemas, sin embargo, la experiencia y la historia si proporcionan una respuesta clara.

El origen de las instituciones de estado y de mercado

Al analizar las diversas formas de organización económica que se han sucedido desde el neolítico, observamos la presencia constante de dos tipos de instituciones, estado y mercado , que conviven en una tensión dialéctica. Son dos sistemas opuestos y en conflicto pero que se necesitan mutuamente y parecen ser complementarios.

Entendemos aquí al mercado como un conjunto de instituciones, reglas formales e informales, que determinan la forma de adoptar decisiones económicas (qué y cómo producir, cómo distribuirlo) mediante acuerdos entre individuos que defienden sus intereses particulares con mayor o menor capacidad de influir en el resultado. El estado puede ser considerado como otro grupo de instituciones en la que los dirigentes-administradores son los que deciden sobre producción y distribución e imponen coactivamente sus decisiones. Además, las instituciones de estado y las del mercado se regulan y establecen límites mutuamente. Todas las decisiones económicas en nuestra sociedad y en cualquier período histórico, son adoptadas mediante uno de esos dos tipos de mecanismos.

Habitualmente se piensa en la dicotomía estado-mercado asociada a lo que hemos llamado sistemas económicos capitalista y socialista. Hay mucha gente que piensa que el capitalismo y el mercado son inventos recientes. En realidad estado y mercado han estado siempre unidos. En los estados más antiguos de que tenemos noticia, en la Sumeria de hace cinco mil años, ya había instituciones de mercado que regulaban los intercambios comerciales y las iniciativas empresariales privadas. Y desde entonces hasta ahora no ha habido un período ni una región en la que no se hayan dado simultáneamente ambos tipos de instituciones. Incluso en la URSS de los tiempos de Stalin, quizá el período histórico en el que con mayor conciencia y sistematización se pretendió reprimir las iniciativas económicas privadas, incluso entonces y allí siguieron actuando de múltiples formas las instituciones de mercado.

Pero si miramos en la dirección opuesta, si nos remontamos con la imaginación al pasado más remoto de la humanidad, a las bandas de cazadores-recolectores, comprendemos que las instituciones de estado y de mercado no eran necesarias ni podían existir entonces. Cuando no hay más transacciones económicas que la distribución de alimento o abrigo entre parientes próximos, no son concebibles ningún tipo de instituciones que podamos identificar como de estado o de mercado. Estado y mercado surgieron conjuntamente por tanto hace diez mil años, durante la revolución neolítica, cuando la coexistencia estable en el mismo territorio de familias de diversas procedencias planteó el problema de la asignación y distribución de recursos escasos. Ese era un tipo de problemas nuevo, inexistente en el paleolítico, en el que la unidad social, la “banda”, era una unidad económicamente autosuficiente que no estaba interesada ni podía intercambiar recursos con ninguna otra unidad salvo en casos muy esporádicos.

En 1968, un biólogo llamado Garrett Hardin publicó en la revista Science un artículo llamado "The Tragedy of the Commons", la tragedia de los bienes comunales, uno de los artículos más citados desde entonces en la literatura económica. Los artículos como ése suelen recibir el nombre de "seminales" porque actúan como una pequeña semilla que se convierte en frondoso árbol de múltiples ramas. Hoy día se pueden contar por cientos los artículos científicos y libros de economía en los que se trata de analizar "La tragedia de los comunes". El éxito de la expresión "la tragedia de los comunes" es posible que sea debido a que para algunos, ese artículo demostraba “la imposibilidad del socialismo” mientras que para otros el artículo es una demostración de “la ineficacia del mercado”. Aquí lo consideramos una descripción genérica de un tipo de problemas que pueden ser resueltos indistintamente, y nunca a plena satisfacción, por las instituciones del mercado o del estado.

Podemos empezar describiendo el mismo escenario que analizó Hardin: una aldea en la que cada familia es propietaria de su ganado, pero comparten en común los pastos. Todas las familias llevan sus animales a pastar a los terrenos comunes. Ninguna está estimulada a cuidar los pastos, a procurar que no se agoten o se estropeen, a controlar o reducir el uso que hace su ganado de esos bienes comunales.

“Cada hombre está encerrado en un sistema que lo impulsa a incrementar su ganado ilimitadamente, en un mundo limitado. La ruina es el destino hacia el cual corren todos los hombres, cada uno buscando su mejor provecho en un mundo que cree en la libertad de los recursos comunes. La libertad de los recursos comunes resulta la ruina para todos." G. Hardin (1968).

El problema es el que la economía ortodoxa ha denominado “fallos del mercado”. Es el mismo caso de los "bienes públicos" o "los recursos naturales de propiedad común" y formalmente puede ser descrito con el modelo del "dilema del prisionero". Hay dos estrategias posibles, cuidar los comunes o no cuidarlos. Hay cuatro resultados o escenarios posibles dependiendo de la estrategia elegida por el jugador “yo” y por “los demás”. Si ordenamos los resultados o escenarios según la preferencia de cada uno de los pastores tenemos:

1º (Lo más preferido) Que los demás sean cuidadosos con las propiedades comunes y yo no.
2º Que todos seamos cuidadosos.
3º Que ninguno cuidemos de las propiedades comunes.
4º (Lo menos preferido) Que yo sea cuidadoso y los demás no.

Ante estos cuatro resultados posibles cada pastor decide su estrategia. Cada pastor piensa:
• Si los demás son cuidadosos (situaciones 1 y 2) lo que prefiero es no ser cuidadoso.
• Si los demás no cuidan el prado comunal (situaciones 3 y 4) lo que me prefiero es no cuidarlo tampoco.
• Hagan lo que hagan los demás, lo que elijo es no ser cuidadoso.
Como todos los pastores piensan lo mismo, la situación resultante es la 3, que es la socialmente menos eficaz.

El dilema es consecuencia de la coexistencia simultánea de propiedad privada de las reses y de un recurso de propiedad común, los pastos. Aquí fallan los mecanismos del mercado; "la mano invisible" de Adam Smith nos dirige por mal camino ya que si cada pastor busca solo su propio interés, el resultado será para todos peor que si todos fuesen cuidadosos. La expresión "la tragedia de los comunes" alude al destino inexorable al que parece estar condenado cualquier recurso de propiedad compartida.

La solución es impedir a todos los pastores que puedan elegir la estrategia de no ser cuidadosos con el pasto. Se trata de limitar la posibilidad de elección de todos los individuos. Esto se consigue mediante reglas impuestas. Obsérvese que en realidad hay dos posibles tipos de reglas para establecer límites al comportamiento de los pastores y ordenar el acceso de los ganados a los prados, las reglas o instituciones de mercado y las reglas o instituciones de estado:

• Con la lógica de la propiedad privada y el mercado, el prado se dividirá en parcelas. A cada familia se asigna el derecho al uso exclusivo de una parcela. Cada familia estará entonces estimulada a cuidar de su parcela, a explotar sus recursos de la forma más eficaz, a vallarla y protegerla. Aún puede elegir “no cuidarla” pero esa decisión ya no será preferida.

• Con la lógica de la propiedad pública y el estado. las autoridades de la aldea establecerán leyes que regulen el uso y cuidado de la parcela común. Se establecerá un sistema de horarios o cuotas y se organizará un sistema de vigilancia y policía para imponer su cumplimiento y castigar las infracciones. Aún puede cada pastor decidir “no cuidar” el prado, pero esa decisión ya no será preferida.

Pero las dos soluciones no son completamente independientes ni pueden actuar por sí solas. Con la solución de mercado, las instituciones de estado son necesarias para asignar el derecho a propiedad privada y para la actuación arbitral en la resolución de conflictos. Y con la solución de estado, las autoridades deberán tener en cuenta la lógica del mercado en el establecimiento original de las cuotas, del sistema de vigilancia y en la asignación de penas a infracciones.

La gestión de la información, por estado y mercado

Hemos dicho que la necesidad de los sistemas de propiedad privada y de propiedad pública surgen solo cuando la sociedad humana se asienta en un territorio. El problema, y sus diversas soluciones, aparecen solo cuando se inicia la convivencia estable en el mismo territorio de distintos grupos familiares que compiten entre sí por el uso de recursos escasos. Como hemos dicho más arriba, el problema de "la tragedia de los comunes" no era perceptible en el sistema de economía paleolítica, de las pequeñas bandas de cazadores - recolectores. Podemos fechar por tanto el origen del mercado y del estado en el inicio de la economía neolítica.

Podemos fechar el comienzo, pero no el final; no ha habido final porque el dilema reaparece continuamente. Después del problema de los prados comunales vino el problema de los bosques comunales, o de los caminos comunales, o de los ríos comunales, o de las centrales hidroeléctricas comunales, o de las fábricas comunales, o de los supermercados comunales. En unos casos la solución más eficiente ha resultado ser la propiedad privada y el mercado mientras que en otros casos la solución ha sido la propiedad pública y el estado. Continuamente, en todas las partes del globo, en todos los grupos humanos, aparecen nuevos recursos que requieren ser gestionados y hay que elegir reiteradamente entre los dos tipos de soluciones.

Podemos llegar a pensar que el desarrollo de la economía y la sociedad consiste precisamente en la organización de la explotación de recursos comunales. Sea cual sea la solución, mercado o estado, la sociedad se dota cada vez de normas más complejas que permiten una explotación más eficiente de los recursos. El grado de desarrollo de una sociedad puede medirse por la complejidad de sus normas y derechos o por la eficacia que ha conseguido en la explotación de sus recursos.

Tal como la hemos descrito aquí, la polémica eterna de la ciencia económica, estado o mercado, queda desnuda de otras connotaciones para mostrarse solo como soluciones alternativas para la gestión de los recursos. Y esa desnudez no proporciona ninguna respuesta o receta universal. Según la lógica o la racionalidad que se aplique, la solución será en unos casos la propiedad pública y en otros la propiedad privada. Y ante el mismo tipo de recurso es posible que para un grupo social sea más eficaz y racional una solución y en otro grupo lo sea la otra. E incluso es posible que el mismo grupo social considere más conveniente en un momento de la historia un tipo de solución y en otro momento utilice otra racionalidad y prefiera una solución diferente.

Lawrence Lessig, un conocido líder en contra de la extensión de las leyes de copyright, señala (Lessig, 2003) que toda nueva cultura, toda innovación, se construye siempre sobre la cultura, el conocimiento preexistente. Por tanto, la legislación actual sobre los derechos de propiedad intelectual, patentes y derechos de autor, aunque inicialmente tenían la finalidad de estimular la producción científica, ahora suponen de hecho un límite a la extensión de la cultura.

Toda la información nueva que producimos en la actualidad, la estamos produciendo en base a información preexistente, a la información que ha acumulado la sociedad humana. A la vez, la información nueva recién creada sirve para mantener, reproducir y crear nueva información. Tomemos como ejemplos las técnicas de producción de medicinas contra el SIDA o el conjunto de ideas que componen esta ponencia, este texto que está leyendo. En ambos casos, su construcción o elaboración ha requerido en gran parte que los autores utilicen informaciones de propiedad común (el alfabeto latino y la numeración árabe, sin ir más lejos) e informaciones y recursos de propiedad privada (el ordenador personal y parte de su contenido, por ejemplo).

En estos dos ejemplos el recurso creado, las nuevas ideas que pudieran ser útiles para otros, pueden ser gestionadas por instituciones de mercado o por instituciones de estado. La solución que se ha adoptado en cada caso es diferente. Las técnicas de producción de medicinas serán patentadas para que su asignación y distribución pueda ser controlada por instituciones de mercado, mientras que las ideas contenidas en esta ponencia no han sido registradas y se han puesto en Internet para que sean libremente adoptadas y usadas como recurso de propiedad común. Esto no quiere decir que una solución sea “mejor” o “más eficaz” o “más ética” que la otra. Nada de eso. En ambos casos se ha intentado adoptar una decisión racional. La diferencia en la solución adoptada puede ser debida al diferente valor que se haya asignado a los recursos, a errores en la estimación de esos valores, o a que se hayan utilizado sistemas de racionalidad diferentes. En ambos casos, también, la solución puede que sea aceptada como racional en un grupo social humano y no en otro. E incluso es posible en algún momento un grupo social cambie su decisión y parte de la información necesaria para producir medicinas contra el SIDA pase de ser propiedad privada a ser de propiedad común.

 


Tercera parte: Hay varias racionalidades

Resumen

En esta parte se propone una alternativa al concepto ortodoxo de “homo economicus” y a los intentos de definir una única racionalidad económica. Se sostiene que no hay una única racionalidad. Se proponen cuatro conceptos o tipos de racionalidad: instintiva, tradicional, política y financiera. Esas cuatro racionalidades conducen a diferentes decisiones ante un mismo conjunto de alternativas. Las cuatro racionalidades coexisten simultáneamente en todos los individuos aunque en cada uno de ellos en un momento determinado domina una forma sobre las otras.

Por otra parte, se hace alusión a los límites de las racionalidades como consecuencia de la falta de información, la asimetría en la información o la dificultad psicológica del ser humano para evaluar las informaciones de que dispone.

Los diferentes sistemas de elegir

Una racionalidad es un sistema de ordenación de preferencias o, lo que es lo mismo, una forma de elegir. El sistema de elección se considerará racional si cumple una serie de requisitos tales como consistencia y coherencia. Debe ser un sistema sostenido en el tiempo, de forma que conduzca siempre la misma elección ante las mismas alternativas. Debe ser además transitivo de forma que si indica la preferencia de A sobre B y de B sobre C no resultaría coherente que indicara la preferencia de C sobre A.

Cuando el individuo tiene que elegir entre varias alternativas, puede ordenarlas según diversos criterios, o principios, o razones. Cada alternativa tiene un valor y un coste, pero ese valor y ese coste varía según el criterio que utilicemos para medirlos. Los criterios, principios, razones o, en una palabra, los sistemas de racionalidad, son diversos, tienen un origen histórico y social y conviven simultáneamente en todos los individuos. Es por eso que nuestras decisiones son a veces contradictorias. Es por eso que a veces dudamos sobre la decisión que debemos o nos conviene tomar. Es por eso por lo que hay comportamientos ajenos que nos parecen irracionales.

Hay una racionalidad instintiva en la que el individuo toma inconscientemente decisiones en función de informaciones que están en sus genes o en su cerebro y que no puede articular o explicar. Hace esto o aquello “porque sí”, porque “le da la gana”. Esta forma de racionalidad es accesible también a los animales. Los costes pueden tener la forma de “dolor” y los beneficios la forma de “placer”. Esa forma de adoptar decisiones es económicamente racional o eficaz, ya que los instintos que hemos heredado han sido seleccionados por la capacidad de supervivencia que confieren.

Hay una racionalidad tradicional en la que las decisiones las toman los individuos según las estimaciones de coste y valor basadas en criterios recibidos por tradición. Hago esto “porque es bueno”, “por Dios y por la patria”. En las culturas paleolíticas ya se tuvo acceso a esta forma de racionalidad. Los beneficios pueden tener la forma de la integración o el reconocimiento social mientras que los costes pueden adoptar la forma de la marginación. Las éticas son formas concretas de la racionalidad tradicional. Son los líderes de nuestro entorno social - padres, maestros, sacerdotes, intelectuales – los que nos transmiten esa racionalidad, esa escala de valores, y nos sancionan con la exclusión si no la cumplimos.

Hay una racionalidad política en la que las decisiones las toman los individuos según estimaciones de coste y valor basadas en cálculos articulados expresables en términos de derechos. Hago esto “porque me obliga la ley”. Fue a partir de la revolución neolítica y la aparición de los mecanismos de estado que surgió esta forma de racionalidad. Los beneficios y los costes están formados por el sistema de derechos y de sanciones penales o civiles. Son los miembros del aparato del estado – legisladores y juristas - los que elaboran esa racionalidad, esa escala de valores, e imponen y aplican el sistema de sanciones.

Hay una racionalidad financiera en la que las decisiones las toman los individuos según estimaciones de coste y valor basadas en cálculos formales expresados en términos monetarios. Hago esto “porque así gano más”, “porque es más rentable”. Son los agentes económicos actuando en el marco de las instituciones del mercado los que determinan precios y elaboran esa racionalidad, otorgando premios y castigos en forma de dinero, a los que actúan y toman sus decisiones respetando las reglas financieras.

Coexistencia y coincidencia de las racionalidades

Es posible que coincidan, pero también es muy frecuente que las diversas racionalidades propongan ordenaciones diferentes y entren en conflicto porque utilizan sistemas diferentes para las mediciones de costes y estimaciones de valores. Es por eso que frecuentemente los seres humanos actuales dudamos sobre qué decisión debemos (o nos conviene) adoptar. Es por eso que el científico social encuentra habitualmente comportamientos que no puede explicar con un único sistema de racionalidad.

Por ejemplo, tratemos de entender el comportamiento de un individuo que pilota un avión y lo estrella voluntariamente contra un rascacielos de New York. Ese comportamiento no será jamás explicable en términos de racionalidad financiera, de racionalidad político-jurídica o de racionalidad instintiva; pero resulta perfectamente comprensible en términos de racionalidad tradicional, de estimación de costes, valores y beneficios según criterios de ética, tradición, religión. En ese piloto coexisten simultáneamente las diversas racionalidades y es consciente de las contradicciones entre ellas. El instinto de supervivencia le empuja a desviar el avión para seguir vivo. La racionalidad política le avisa que está infringiendo la ley y que si es detenido será juzgado y condenado. La racionalidad financiera le avisa que el beneficio que se va a obtener por estrellar el avión es muy inferior al coste que se va a pagar. Pero resuelve el dilema entre las diversas valoraciones aceptando que una racionalidad domine a las otras: su religión le dice que está castigando a demonios, que está vengando a mártires, que su acción será premiada en otra vida.

Veamos otro ejemplo más cotidiano ¿Cruzo la calle sin esperar a que el semáforo esté en verde? Cada una de las cuatro formas de racionalidad que se han propuesto arriba puede dar una respuesta diferente. Como en todos los seres humanos conviven las cuatro formas de racionalidad el mismo individuo puede adoptar una decisión o la opuesta en diversos momentos o circunstancias. Algunos individuos, sin embargo, han tomado la decisión estratégica de que una forma de racionalidad domine sobre las otras. Si la racionalidad política es la que domina en un individuo, jamás cruzará con el semáforo en rojo, pero si no hay una racionalidad dominante será frecuente que dude.

La información y los límites de la racionalidad

En cualquier caso, cualquier decisión está basada en información. Las racionalidades lo que hacen es operar con las informaciones que tenemos para hacer estimaciones de costes y beneficios y establecer el orden de preferencias entre alternativas.

Daniel Kahneman, el psicólogo que recibió el premio Nobel 2002 de Economía, ha analizado experimentalmente, en colaboración con su colega A. Tversky, la racionalidad (o irracionalidad) de los seres humanos en función de la información de que disponen.

Supongamos que un individuo tiene que elegir entre dos posibilidades, A y B, y elige una de ella, por ejemplo A, es decir, prefiere A a B. Kahneman y Tversky han demostrado con reiterados experimentos que si al mismo individuo se le ofrecieran otras posibilidades adicionales “triviales”, su elección podría ser diferente; si se le ofrecieran las posibilidades A, B, C, D y E, es posible que elija B en vez de A. La presencia de las alternativas triviales, por ser menos preferidas en cualquier caso, ha provocado que el orden de preferencias entre A y B se modifique.

Estas situaciones de aparente irracionalidad son mucho más frecuentes en los grupos sociales humanos de lo que pudiera pensarse. En general, todas las situaciones calificadas por la teoría de juegos como “Dilema del prisionero” implican un cambio en la elección racional debido a la presencia de alternativas triviales. Si tuviéramos que elegir entre dos situaciones alternativas, “Todos cooperan” y “Ninguno coopera”, y el valor que proporciona la primera alternativa es superior al que proporciona la segunda para todos y cada uno de los jugadores, es evidente que todos elegirán la primera alternativa. Pero si a las dos alternativas citadas se añaden otras dos “Yo coopero y los demás no” y “Los demás cooperan y yo no”, entonces la decisión racional de todos y cada uno es diferente y nadie cooperará.

En cualquier caso, varias informaciones están en la base de nuestra decisión.
• La información que tenemos de la existencia de las diferentes alternativas.
• La información que tenemos sobre las alternativas y decisiones tomadas por otros.
• La información que tenemos de los costes y beneficios de los resultados de las decisiones, estimados según las diversas racionalidades.

Así, por ejemplo, si aceptamos como dominante la racionalidad financiera, y tenemos que elegir entre diversas alternativas de inversión, cuanta mayor información tengamos sobre cada una de ellas, más ajustada podrá ser nuestra elección a esa racionalidad y mayor beneficio financiero obtendremos.

Un problema adicional puesto de relieve por Kahneman y Tversky (1979) es la dificultad de los humanos para hacer estimaciones en situaciones de riesgo, es decir, cuando tenemos información escasa sobre las consecuencias de una elección. En general, los individuos subestiman los resultados que son solo probables en comparación con los resultados que son obtenidos con seguridad. Esta tendencia, a la que llama "efecto certidumbre", contribuye a la aversión al riesgo en elecciones que implican ganancias seguras y a la preferencia por el riesgo en elecciones que implican pérdidas seguras. Los experimentos de Kahneman implican una profunda crítica a la teoría económica ortodoxa de la utilidad como modelo de la adopción de decisiones bajo riesgo.

En cualquier caso, los sucesos de un futuro lejano son siempre menos seguros que los sucesos de un futuro próximo. Cuanto más alejada en el tiempo esté una situación, menor ponderación daremos a nuestras estimaciones sobre sus costes y beneficios. Cuanto más alejado sea el futuro que analicemos, menos información tendremos. Es por ello que todos los individuos prefieren realizar inversiones a corto plazo en vez de a largo plazo. En general, las decisiones adoptadas con la racionalidad financiera y la instintiva tenderán a valorar más el corto que el largo plazo, sin embargo las racionalidades tradicional y política parecen tener una forma de ponderación que premia los resultados a largo plazo.

Otro problema común a todas las formas de racionalidad son las asimetrías en la información. El premio Nobel de Economía del año 2001 fue concedido a tres economistas, G. A. Akerlof, A. M. Spence y J. E. Stiglitz, por sus análisis de los mercados con información asimétrica. La economía ortodoxa ha construido su concepto de racionalidad de mercado en el supuesto de que todos los agentes económicos tenían acceso a toda la información relevante para sus decisiones sin ningún coste. En la realidad, sin embargo, una de las partes que intervienen en una transacción económica tiene más información que la otra. El vendedor de un vehículo usado o el constructor de una vivienda en venta, por ejemplo, tienen informaciones referentes al objeto de la transacción de las que el potencial comprador no dispone. Esa asimetría supone otro límite a la racionalidad financiera para asignar recursos eficazmente.

El problema de la asimetría es común a cualquier forma de racionalidad. En la racionalidad política hay fuertes asimetrías entre la información de que dispone la autoridad y el individuo. Asimetrías en ambos sentidos ya que, si bien la autoridad aparentemente recibe un flujo de información más amplio y tiene una visión sobre el conjunto de problemas de la sociedad, el ciudadano, como Hayek ha puesto de relieve, dispone de informaciones específicas y locales que está interesado en ocultar a la autoridad.
 



Cuarta parte: Más información, más educación, otra investigación

Resumen

Se propone como objetivo social prioritario el aumento de la información y la educación de todos los individuos de todas las edades en todos los países. Las informaciones en forma de capital humano, tecnológico o logístico son la clave del desarrollo y la riqueza. Es necesario volver a asignar la máxima prioridad a los proyectos educativos en los programas de reforma social y de desarrollo económico.

Por otra parte, la investigación debe ser reformada en dos sentidos: a) facilitando el acceso a sus resultados a todos los ciudadanos del mundo y b) estimulando que todos los individuos participen en los procesos de innovación e investigación aplicada a su entorno tecnológico y cultural.

1 Más información

La información que acumula es ser humano es lo que le da su valor. La información que poseemos es lo que nos hace ser humanos y diferentes a los animales. La información satisface nuestras necesidades. La información aumenta nuestra capacidad de producir. La información nos da fuerza y nos capacita para resistirnos al poder de la arbitrariedad. Todo lo que necesitamos es información.

Todos los trabajadores son valorados por la formación que tienen, es decir, por la información que poseen. Su capacidad productiva, su capacidad de satisfacer las necesidades de los clientes de su empresa, de los jefes de su empresa y de los compañeros de su empresa, está basada en la información que poseen.
Todos los políticos y burócratas son también valorados por la información que poseen. Su capacidad de adoptar decisiones correctas, de organizar el grupo social sobre el que pueden adoptar decisiones, depende exclusivamente de su formación y de la calidad y cantidad de información de que dispongan.

La educación, consiste en preparar al individuo (formar su mente) para que sea capaz de asimilar más información, de acumularla de forma organizada, de manipularla, reproducirla y transmitirla. Cuanto más educados sean los miembros de una sociedad, mejor organizada estará y más capacidad productiva tendrá. Si observamos la historia podemos identificar todas las fases de brillantez y expansión económica y social con fases de democratización de la educación y las fases de decadencia y oscuridad con las épocas de persecución y represión de la cultura, con las épocas en las que se pretendía reservar la educación a una élite. En los siglos pasados hubo muchos pensadores conscientes de que el progreso consistía fundamentalmente en el acceso de la población a una cada vez mejor educación. En el siglo XIX todos los partidos políticos, fuese cual fuese su ideología, ponían en una parte destacada de sus programas la ampliación de la educación.

El acervo de informaciones acumulado por la humanidad es un patrimonio común. Pero el derecho a acceder a esas informaciones carece de sentido para los individuos que no están capacitados para asimilarlas. Educación para todos, sea cual sea su lugar en el mundo, sigue siendo una reivindicación progresista, la más progresista. Resulta sorprendente que ahora sea un objetivo muy secundario en los programas políticos de los países desarrollados o en los programas económicos de ayuda al desarrollo.

Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han bajado el coste de producir, manejar y transmitir información; han bajado de forma espectacular el coste de la educación. A la vez, estas nuevas tecnologías han servido para poner en evidencia el valor de la información y la necesidad de que todos los seres humanos, sea cual sea su puesto y su papel en la sociedad, reciban durante toda su vida más información, de más calidad y más ajustada a sus intereses y necesidades. Es posible el surgimiento de una “sociedad del aprendizaje de todos durante toda la vida”. La educación debe volver a ser objetivo prioritario en todas las sociedades humanas.

2 Más educación

En efecto, los reformadores sociales anteriores al siglo veinte insistían continuamente en la necesidad de construir un sistema de enseñanza gratuito y accesible a todos los ciudadanos. Es posible que el esfuerzo educativo que se realizó en los siglos pasados haya sido la causa básica, la causa de las causas, que ha permitido los desarrollos tecnológicos y logísticos que hoy son la principal riqueza de la humanidad. Pero una gran parte de la humanidad sigue prisionera del círculo vicioso de incultura-pobreza. La diferencia entre países ricos y pobres está asociada con la desigual distribución de la educación en forma que no puede decirse cuál es causa y cuál consecuencia, si la pobreza o la falta de educación.

Por otra parte, hay quien piensa que los sistemas de educación vigentes actualmente en los países más ricos son la culminación de las aspiraciones sociales en materia educativa y que solo requieren ser mantenidos o retocados. Por el contrario, el análisis de los problemas de las sociedades más desarrolladas nos hace comprender que lo que necesitan es una reforma profunda que permita mucha mayor formación para todos.

En los países menos desarrollados las tasas de analfabetismo siguen siendo altísimas. Esa situación deja a la sociedad civil en una posición de debilidad que no permite resistir u oponerse de forma eficaz a regímenes autoritarios en los que el poder es obtenido por personas de mediocre cultura y pocos escrúpulos para ejercer la violencia.

En los países en desarrollo y de desarrollo medio, aunque se hayan conseguido avances en los índices de alfabetización, el nivel de educación medio sigue siendo muy bajo lo que parece estar asociado a la indefensión ante las prácticas generalizadas de corrupción y engaño. La gran corrupción de los poderosos y la pequeña corrupción cotidiana, se justifican mutuamente y forman un sistema único asociado a la falta de cultura de unos y otros. La formación en valores y estrategias sociales a largo plazo, y en general, la educación y la información transparente, son las bases sólidas que permiten construir una sociedad eficaz.

En los países más desarrollados, aunque haya desaparecido el analfabetismo, una gran parte de la población sigue teniendo un nivel de estudios muy bajo lo que limita su capacidad de crítica y permite a los grupos que controlan los medios de comunicación el control de la atención social y la manipulación de los intereses de los ciudadanos. La programación de los canales de televisión de los países desarrollados evidencia los límites culturales de sus ciudadanos.

Sea cual sea el grado de desarrollo económico, social y educativo de un país, la reivindicación de más educación sigue siendo crucial para
• estimular el desarrollo y crecimiento económico
• permitir la profundización en el respeto a los derechos humanos y la democracia
• potenciar la riqueza y la calidad de vida individual y social

Las inversiones en educación son inversiones a largo plazo; hacen falta decenios para conseguir los objetivos que se persiguen; nunca se cubrirán totalmente esos objetivos ya que siempre se necesitará más educación. La racionalidad individual, la racionalidad financiera desalienta las inversiones en educación. El individuo no desea conocer lo que ignora por lo que su demanda consciente de formación está siempre por debajo de sus necesidades reales. Las instituciones de mercado pueden satisfacer las demandas individuales de información, pero no las necesidades sociales de educación y formación. Sólo la presión social y los mecanismos de estado son estímulos válidos para la educación.

Es necesario que aumente la presión social, la presión pública para que todos los gobiernos del mundo aumenten sus esfuerzos educativos y para que la ayuda al tercer mundo superando el tipo de ayuda “de urgencia” pase a ser una ayuda de estímulo del desarrollo a largo plazo, con un fuerte componente de apoyo al sistema educativo.

Aumentar el esfuerzo público en el sistema educativo implica
- Mejorar las infraestructuras de enseñanza. Facilitar el acceso a la formación. En los países más atrasados esto significa construir más escuelas, dotarlas de mobiliario y de libros. En los países más desarrollados significa que todos los alumnos dispongan de los medios más avanzados para ampliar sus conocimientos y adquirir formación teórica y práctica.
- Disminuir el número de alumnos por profesor en todos los niveles de enseñanza, en todos los países del mundo.
- Mejorar la calidad y la preparación del profesorado así como su reconocimiento social.
- Complementar los sistemas de enseñanza reglada para permitir y estimular la formación continua durante toda la vida de todos ciudadanos.

3 Democratizar la investigación.

La investigación consiste en obtener y elaborar informaciones nuevas a partir de informaciones pre-existentes. No es posible ninguna forma de investigación que no esté fundamentada en el acervo de información que ha acumulado la humanidad a lo largo de milenios. El desarrollo de la sociedad y la solución de todos sus problemas económicos y sociales requieren más investigación y que sus resultados se pongan al servicio del desarrollo de todos los seres humanos.

En estos momentos hay una profunda discusión a nivel planetario sobre los derechos de propiedad intelectual y las patentes en la que están implicados todos los países y muchas organizaciones internacionales.

De forma sorprendente, la legislación de algunos países permite que el que añada un eslabón más a una cadena de conocimientos, pueda limitar el uso de toda la cadena o impedir que otros la completen de forma similar. Es como si el que pone el último escalón se convirtiese en propietario de toda la escalera. En algunos casos son investigaciones financiadas con dinero público las que son objeto de apropiación privada. El tema es especialmente grave en la investigación farmacéutica en enfermedades mortales que afectan a millones de ciudadanos.

Ciertamente, el trabajador intelectual tiene que ser retribuido y los descubrimientos importantes deben ser estimulados y premiados. El sistema de patentes “limitado en el tiempo” ha demostrado ser una forma eficaz de estimular la investigación en algunos temas de interés común y premiar así la creación de informaciones nuevas que pasarán a ser propiedad común al cumplirse el plazo de vigencia del derecho. Pero los intereses de la sociedad en su conjunto, y los de los países más pobres especialmente, se están resintiendo de que esos plazos se estén prolongando cada vez más y de que los derechos se estén extendiendo a temas más amplios y de forma generalizada.

Por otra parte, la búsqueda de nuevas informaciones en sus diversas formas - tecnológica, logística y simbólica - es accesible a todos los seres humanos. Sea cual sea la posición que ocupe un individuo en el sistema social, está capacitado para proponer innovaciones en los instrumentos que utiliza a diario y en la forma de organizar su actividad productiva y social.

Hay que desacralizar la investigación. Investigar no es solo la actividad que realizan seres superdotados en sofisticados laboratorios. Investigar es también cualquier experimentación de nuevas ideas, de nuevas formas tecnológicas, logísticas o simbólicas, es experimentar cualquier mejora potencial en nuestra productividad o en nuestra calidad de vida.

La sociedad debe reconocer el derecho de todo individuo a investigar, a crear información nueva, a proponer innovaciones en su entorno, innovaciones tecnológicas, organizativas y simbólicas. Debe facilitarse y estimularse que todos los humanos participen en la creación del acervo de conocimiento común. El reconocimiento de ese derecho será a la vez un estímulo para buscar una mayor formación individual y el punto de partida de un círculo virtuoso en el que cada humano será cada vez más rico en información y más capaz de producir informaciones para los demás.

Todas las empresas que estimulan la participación de sus trabajadores en el diseño tecnológico y logístico de sus productos son más eficaces cualquiera que sea el instrumento de medida de la eficacia. Las teorías y estrategias más avanzadas del management de empresas y gestión de recursos humanos insisten cada vez más en la necesidad de involucrar a todos y cada uno de los trabajadores en el proceso de innovación, en facilitar los flujos de información internos de forma que cada trabajador reciba más información sobre el todo y las partes de la empresa y a la vez tenga medios y encuentre estímulo para comunicarse y emitir opiniones y propuestas hacia sus compañeros y hacia los gestores.

De igual forma y por las mismas razones, toda la sociedad se beneficiará de una permanente mejora si todos sus miembros están directamente involucrados en la innovación. Eso implica mucha más educación y capacidad crítica, pero requiere también un cambio de valores, nuevos modelos en los que el ciudadano no sea un mero consumidor, un mero receptor de espectáculos televisivos.



Referencias

Garret Hardin (1968) "The Tragedy of Commons" Science, v. 162. Disponible en español en http://www.eumed.net/cursecon/textos/hardin-tragedia.htm

Kahneman, D., & Tversky, A. (1979) Prospect theory: An analysis of decisions under risk. Econometrica, , 47, 313-327.

Lawrence Lessig (2003) "The Creative Commons" Princeton University - Walter E. Edge Lectures. Conferencia en video disponible en
http://www.princeton.edu/WebMedia/lectures/

Michel Renault (2002) «Economie morale, Texte cadre»,
http://pekeaes.free.fr/?p=11&c=1-1-TC-M-RENAULT.html

Robert Solow, (1957) "Technical Change and the Aggregate Production Function", en Review of Economics and Statitistics, 39 ( August) 321-320.


Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles