Contribuciones a la Economía


"Contribuciones a la Economía" es una revista académica con el
Número Internacional Normalizado de Publicaciones Seriadas
ISSN 1696-8360

 

EL PENSAMIENTO DE MAQUIAVELO EN LA ECONOMÍA POLÍTICA (INTERNACIONAL) 


Priscila Palacio (CV)
prisilar@yahoo.com.ar  
 

El objetivo del presente trabajo es explicitar el perfil económico que puede avizorarse en el pensamiento de Nicolás Maquiavelo, a partir del análisis de fragmentos de algunos de sus escritos más trascendentes. Se trata de mostrar que la dimensión de análisis economía-política y economía-política-exterior (hoy internacional), ya existía en el pensamiento de Maquiavelo, mucho antes del nacimiento de la ciencia económica como disciplina autónoma –Economía Política-, y más aún, del posterior surgimiento de la Economía Política Internacional.


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Palacio, P.: "El pensamiento de Maquiavelo en la economía política (internacional)” en Contribuciones a la Economía, septiembre 2010, en http://www.eumed.net/ce/2010b/ 


La Economía Política y la Economía Política Internacional

La Economía Política comenzó a desarrollarse como ciencia autónoma a fines del siglo XVIII, cuando se inicia el estudio sistemático de los problemas económicos , considerándose como precursora a la Escuela Económica Clásica o Liberal, iniciada por Adam Smith. Antes de ella, existieron importantes corrientes o movimientos de pensamiento económico, que también influirían en la conformación de la disciplina, tales como el mercantilismo (que predominó en los siglos XVI y parte del XVII) y la fisiocracia (hacia el siglo XVIII). Pero fue con la Primera Revolución Industrial que se produjo el auge de una ciencia, cuyos conocimientos, hasta la Edad Moderna, estuvieron fusionados con los de Moral y Política.

Sucede que, para que exista Economía Política (EP) debe existir un Estado y un mercado. Claramente lo expresa Gilpin (1990: 19), al decir “La existencia paralela y la interacción mutua del “Estado” y el “mercado” en el mundo moderno, crean la “economía política”; sin la existencia tanto del Estado como del mercado no podría haber economía política”. Pero, aunque uno de los presupuestos fundamentales de la EP es la indivisibilidad entre la acción política y la económica, uno de los objetivos de los investigadores en la materia es llegar a determinar cuál de las dos disciplinas define el comportamiento de la otra; vale decir, si la política prevalece sobre la economía, o por el contrario, si la economía prevalece sobre los asuntos políticos.

“Para el Estado, las fronteras territoriales son la base necesaria de la autonomía nacional y la unidad política. Para el mercado, es imperativa la eliminación de todos los obstáculos políticos y de otro tipo que entorpezcan la operación del mecanismo de precios. La tensión entre estas dos maneras esencialmente diferentes de ordenar las relaciones humanas, ha configurado de manera decisiva el curso de la historia moderna y constituye el problema central en el estudio de la economía política […] El Estado y el mercado interactúan para determinar la distribución del poder y la riqueza en las relaciones internacionales” (Gilpin, 1990: 22).

Cuando esa interacción entre Estado y mercado trasciende las fronteras nacionales, estamos en presencia de lo que se conoce como Economía Política internacional (EPI). Si bien es indiscutible la apreciación de Gilpin respecto de que “los factores económicos han jugado un papel importante en las relaciones internacionales a lo largo de toda la historia […y] en tal sentido, siempre ha existido la economía política de las relaciones internacionales” (1990: 13 y 14), también es cierto que la sistematización de los estudios sobre EPI datan de un período mucho más reciente. Comenzaron a desarrollarse en la década de los años setenta, del pasado siglo XX, sin haber hasta el momento alcanzado absoluta autonomía respecto de los estudios de Relaciones Internacionales o de Economía Política . Es más, persiste en la actualidad la controversia respecto de, si debe considerarse a la EPI como disciplina autónoma, o como subdisciplina de las Relaciones Internacionales, o de la Economía Política.

“[…] Para Milner (2000: 3) la EPI es “una subdisciplina de la teoría de las relaciones internacionales que trata de la interacción de variables económicas y políticas en el sistema internacional” […] para Kébadjian (1999: 3), la EPI es un “intento interdisciplinario que pretende analizar la esfera de las relaciones económicas internacionales centrada en los fenómenos de riqueza [...], teniendo en cuenta sus articulaciones con la esfera de lo político, centrada en los fenómenos de poder” (Bustelo, 2003: 157).

Por lo tanto, resulta evidente que, hasta el momento, la EPI es una disciplina en formación, tratando de buscar su propio andamiaje teórico y metodológico, que le permita lograr la tan ansiada individualidad respecto de sus progenitoras (la Economía Política y las Relaciones Internacionales). Sobre este tema, Gilpin agregó “todavía no se han desarrollado conceptos, variables y relaciones causales y a menudo se menosprecian tanto los factores políticos como otros factores no económicos” (1990: 19).

Pero más allá de este escollo metodológico, resulta indiscutible que la EPI tiene como objeto de estudio aspectos que caen bajo la órbita de las Relaciones Internacionales y de la Economía Política, por lo que su materia de análisis es producto de la interacción entre lo económico y lo político, lo nacional y lo internacional. Así, los enunciados fundamentales de la EPI son [(Underhill, 2000: 806), citado por Bustelo, 2003: 157]:

• “las esferas política y económica no pueden ser separadas de manera juiciosa y hacerlo incluso entraña serios inconvenientes desde el punto de vista analítico;

• la interacción política es uno de los medios a través de los cuales las estructuras económicas se establecen y transforman;

• hay una conexión estrecha entre los niveles nacional e internacional del análisis y los dos no pueden separarse entre sí de manera aceptable.”

Por lo tanto, resulta claro que la propia Economía Política es ciencia relativamente nueva, que ni siquiera existía como disciplina en los tiempos en que Nicolás Maquiavelo desarrollaba sus escritos (mucho menos la EPI), y no obstante ello, el presente trabajo pretende destacar aquellas observaciones del político florentino, que ya anticipaban algunas cuestiones que luego constituirían parte de la problemática de la EP y de la EPI. Es más, incluso los mencionados niveles de análisis de la EPI, ya pueden descubrirse en algunos fragmentos de los escritos de Maquiavelo.

Maquiavelo y la “Economía Política”

Como es bien sabido, Maquiavelo escribió sobre política. No escribió explícitamente sobre economía, que como ya se mencionó, tampoco existía como ciencia autónoma en su tiempo. Sin embargo, tampoco escribió sobre comercio ni cambio, pese a que la sociedad florentina de entonces, era bien conocida, al igual que la veneciana, por su especial inclinación a los asuntos mercantiles ; tal es así que, Burckhardt muestra que Venecia y Florencia fueron los primeros lugares de Europa en donde surgió la Estadística Descriptiva moderna (aunque diferencias fundamentales había entre la economía de una y otra ciudad, a la vez que rivalidades históricas persistían entre ellas ). La economía florentina se basaba en el comercio, y especialmente en el tráfico del dinero, a punto tal que Sombart expresa que “no es, pues, de extrañar que el gobierno de la villa fuera a parar desde el siglo XIV a manos de laneros y banqueros” (2005: 110). Esa propensión a la actividad comercial y financiera que demostraba la sociedad florentina, parecía no querer exteriorizarse en Maquiavelo, quien escribió a Francesco Vettori en 1513,

“La suerte ha querido que yo no pueda razonar ni sobre el arte de la seda ni sobre el arte de la lana; no sabiendo hablar de ganancias ni de pérdidas me veo obligado de ocuparme en asuntos de Estado y tengo que decidirme a callar o a hablar de política” (Nourrison, 2007: 32).

Pero más allá de sus dichos, a través de sus escritos y su tratado sobre política, como se considera El Príncipe, brindó evidencia empírica importante para quienes luego serían luminarias en Economía Política y, más recientemente, en Economía Política Internacional. El predominio de la política sobre la economía, parecería a simple vista desprenderse de su especial atención a la “política”, y la interacción (e indivisibilidad) que existe entre la economía y la política puede observarse en distintos fragmentos de El Príncipe, Los Discursos y en Historia de Florencia, alguna de sus principales obras.

Por lo tanto, si bien Maquiavelo no pudo haber formulado ninguna “tesis” sobre economía (política), brindó evidencia empírica para la posterior construcción de la disciplina. Así, por ejemplo, la idea del “círculo” (o ciclo), que está presente en todo el pensamiento de Maquiavelo, le permite atribuir al tiempo un papel fundamental en la historia de la humanidad, al decir:

“[…] el tiempo que en ciclos invariables y por esos movimientos circulatorios de que hablará Vico (corsi é ricorsi), produce las mismas alternativas de bienes y males, de miserias y prosperidades […] No les ha sido dado a las cosas a las cosas humanas detenerse en un punto fijo cuando han llegado a su mayor perfección; no pudiendo elevarse, descienden, y por la misma razón, cuando han descendido a su más bajo período, cuando el desorden ha llegado a sus últimos excesos, no tardan en subir hacia un estado mejor, y así van sucesivamente del bien al mal y del mal al bien. La virtud trae el reposo, el reposo la ociosidad, la ociosidad el desorden y el desorden la ruina de los Estados, y pronto del seno de esa ruina renace el orden, del orden la virtud, y de la virtud la gloria y la prosperidad del imperio” (Nourrison, 2007: 99).

Esa misma idea que señala Maquiavelo sobre la repetición cíclica de los acontecimientos, está en la base de la formulación teórica efectuada por importantes economistas, que en las primeras décadas del siglo XX comenzaron a formular las teorías de las fluctuaciones y regularidades en los acontecimientos económicos, dando lugar a la concepción de “ciclo económico”. Destacan en esta tarea los aportes empíricos efectuados por Kondratieff, con sus denominados “ciclos u ondas largas”, respecto de la repetición de los fenómenos económicos (expansión y recesión), cada 40 o 60 años. Siguiendo los estudios de Kondratieff, el destacado economista Schumpeter observó que los períodos de crisis o recesión no deben juzgarse como meramente negativos, ya que con ellos surgen nuevas innovaciones, que permiten llevar a la economía a una nueva fase de crecimiento económico (Díaz y Llairó, 2008: 31 y 32). Puede verse aquí claramente reflejada la idea del círculo de Maquiavelo, respecto de que la ociosidad trae el desorden y la ruina de los Estados, y de esa ruina renace el orden, y del orden la virtud.

Así, en distintos fragmentos de la obra de Maquiavelo se trasluce una base de pensamiento económico, aunque él mismo crea ignorarla completamente. Tal vez ello se deba a que, como menciona Flores Estrada (1848: 5 a 12) al hacer el bosquejo histórico de la Economía Política, todavía en la sociedad del siglo XV existían resabios de la Edad Antigua, respecto de la idea que el comercio y las artes mecánicas eran ejercidas por los esclavos o por las clases más bajas de la sociedad; todavía el derecho de gentes no era conocido, existían trabas al comercio con el extranjero y desprecio hacia ellos. Por ello, aún durante el Renacimiento persistían contrariedades y resabios de la Antigüedad y la Edad Oscura, que hacían que pensar en producir riqueza fuera considerado para gentes de clase inferior, siendo por el contrario, destacado el pensar sobre temas de política (hecho que comenzaría a cambiar a partir de mediados del siglo XVI). Quizás también por ello, Maquiavelo se jactaba de no poseer conocimientos en la materia del comercio o las finanzas; no obstante, sea de modo impremeditado o no, el pensamiento económico también se manifestará en su obra. Expresa Maquiavelo en esa famosa carta a Vettori:

“He anotado de las conversaciones con los grandes hombres a quienes he hablado, todo lo que me ha parecido de alguna importancia; con ello he compuesto mi volumen De Principalibus, en el que abordo, en cuanto puedo, todas las profundidades de mi asunto, buscando cuál es la esencia de los principados, cuántas clases hay de estos, cómo se adquieren, cómo se conservan y cómo se pierden […]” (Nourrison, 2007: 66).

Y en esa búsqueda, el mismo Maquiavelo evidenciará que los factores económicos inciden en la conservación y / o en la pérdida de esos principados. Si como expresa Nourrison (2007), Maquiavelo (con El Príncipe) no se planteó más que una cuestión, que es “cómo se adquiere el poder y cómo se conserva”, es inevitable pensar que en dichas acciones la economía juega un rol fundamental. Incluso podría decirse que también por causas de orden económico (y no sólo político), su obra más trascendente de “El Príncipe”, al tiempo que lo inmortalizó, le significó a Maquiavelo el desprecio de sus contemporáneos.

“Escribió Busini [respecto de Maquiavelo]: Todo el mundo lo aborrecía a causa de su escrito El Príncipe; parecía a los ricos que El Príncipe era un documento para enseñar al Duque de Urbino [Lorenzo] a arrebatarles sus bienes, y a los pobres, su libertad […]” (Nourrison…: 70).

Ese desprecio, al que aludía Busini, parece al menos desde la óptica de los argumentos económicos infundado, no sólo por las limitaciones económicas que impulsaron al político florentino a ganarse la simpatía de los Medici, sino porque particularmente respecto de la “expropiación de bienes”, Maquiavelo se pronunció en contra al decir que, si bien un príncipe puede preferir ser temido a ser amado, siempre debe evitar ser aborrecido, lo cual sucederá si no respeta los bienes de sus súbditos.

Tras esta breve introducción, pasamos al análisis de algunos fragmentos de Historia de Florencia, El Príncipe, y Los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, en los que se explicita el pensamiento económico de Nicolás Maquiavelo.

Análisis sobre algunos fragmentos del Libro Cuarto de “Historia de Florencia”

Muestra Maquiavelo esa interacción entre economía y política. Evidencia empírica de esta interacción surge cuando relata la circunstancia en que, la causa política (la decisión de Florencia de prepararse para una guerra contra Felipe Visconti, Señor de Lombardía, que había hecho un trato con los florentinos para apoderarse de Génova, pero que había violado el mismo), lleva a un hecho económico (la necesidad de implementar nuevos impuestos, para financiar tropas ante un eventual ataque) teniendo ello sus consecuencias sobre el conjunto de la sociedad florentina, que protesta porque los impuestos “pesaban más sobre los pequeños que sobre los grandes contribuyentes […] Todo el mundo criticaba la ambición y la avaricia de los poderosos, acusándolos de empeñarse en provocar una guerra innecesaria y sólo para satisfacer sus intereses y para dominar al pueblo oprimiéndolo” (Capítulo IV). Se observa claramente como una acción política (exterior), como la declaración de guerra, más allá de la necesidad o no de llevarla a cabo, tiene una inmediata consecuencia económica que se traduce en el incremento de los impuestos, necesarios para financiar los gastos de guerra. A su vez, la supuesta inequidad en la imposición de un tributo, en la distribución de la riqueza, provoca también un hecho político (protesta del pueblo), una inestabilidad social.

Continúa Maquiavelo mostrando cómo, ante la expansión del poder del duque de Milán (Felipe Visconti), prevalece en Florencia la decisión de ir a la guerra, decisión desaconsejada por Juan dei Medici, quien consideraba que “era mejor esperar a que atacara él [duque] que salirle al paso con las tropas; porque en este segundo caso, tan disculpable sería ante los príncipes de Italia la guerra provocada por el duque como la que provocáramos nosotros, y no podría pedírseles ayuda con tanta razón como si se lograba dejar al descubierto las ambiciones de éste […]” (Capítulo V). Sin embargo, Florencia decidió atacar al duque. Pero tal empresa salió mal, y la noticia de la derrota enojó a la gente, que se quejaba por las “cargas que había tenido que soportar y de aquella guerra hecha sin razón alguna” (Capítulo VII). Fue entonces cuando los Señores de Florencia convocaron a ciudadanos que buscaran calmar los ánimos de la gente. Entre ellos, Rinaldo degli Albizzi, quien hizo comprender a los florentinos que “una vez que Dios había querido la derrota de aquel ejército, las pérdidas serían mayores cuanto más se desalentara la gente; pero que, si […] se ponían los remedios que estuvieran a su alcance, ni ellos tendrían por qué sentir su derrota ni el duque por qué alegrarse de su victoria […] Exhortólos a seguir el ejemplo de sus antepasados que, por no haber desfallecido en ninguna situación adversa, habían logrado defenderse siempre contra cualquier príncipe” (Cap. VII). Ello permitió animar nuevamente al pueblo, para que continuara financiando la guerra. “Nombraron veinte ciudadanos para decidir los nuevos impuestos; pero éstos aprovechando la circunstancia de que los ciudadanos más poderosos habían quedado debilitados por la pasada derrota, hicieron recaer sobre ellos, sin consideración alguna, el peso de dichos impuestos”. Esta medida generará inconvenientes con la clase poderosa, que intentará recobrar el poder: “Se originaron […] muchos lamentables incidentes, con muertos y heridos […] y toda la gente sensata temía que llegara a suceder alguna desgracia, pues los poderosos, acostumbrados a ser tratados con especial consideración, no podían soportar humillaciones, mientras que los otros pretendían que aquellos impuestos pesaran sobre todos de manera igual […] muchos de los ciudadanos principales celebraron reuniones y decidieron que les era necesario recobrar el poder, visto que había sido su propia incuria la que había dado alientos a la muchedumbre para hacerse con el gobierno de los asuntos públicos y la que había despertado la osadía de los que suelen acaudillar a las multitudes” (Capítulo VIII).

Se trasluce en este comentario, la evidente división y lucha entre distintas clases sociales, que luego explicitará en su famoso postulado Karl Marx.

“Rinaldo degli Albizzi, que expuso las condiciones en que se hallaba la ciudad y cómo, por negligencia de ellos, había vuelto ésta al poder de la plebe, del que sus padres la habían librado en 1381 […] Añadió que se estaba volviendo ahora a los mismos peligros y se estaba cayendo en los mismos desórdenes, desde el momento que la multitud había impuesto ya contribuciones, a su propio capricho, y no tardaría en nombrar a su arbitrio a los magistrados mismos, si no se lo impedían una fuerza poderosa o un orden mejor; y que, si eso sucedía, la misma muchedumbre les usurparía los puestos y acabaría eliminando aquella forma de gobierno que, durante cuarenta y dos años [1381 a 1423], con tanta gloria había regido a la ciudad; y Florencia, o sería gobernada al azar a merced del capricho de la multitud, con lo que se viviría en el desorden y en el peligro, o caería bajo el mando de alguno que se proclamara príncipe” (Cap. IX). Muestra Maquiavelo claramente en este párrafo cómo el instrumento económico, la imposición de una contribución, puede tener una importante connotación política, de manejo del poder político, pudiendo inclinar la balanza de “poder y beneficio económico” a favor de una u otra clase social.

Y prosigue Maquiavelo comentando que para tener éxito, era necesario que los nobles se granjearan el apoyo de Juan dei Medici, tarea que intentó micer Rinaldo. Sin embargo, Juan dei Medici decidió mantenerse al margen, y “le aconsejó [a Rinaldo] por ello que pensara las cosas con más ponderación y que procurara imitar a su padre que, para granjearse la voluntad de todos, rebajó el precio de la sal, dispuso que aquellos a quienes les correspondiera pagar menos de florín y medio de impuestos pudieran pagarlo o no pagarlo [… y] Terminó su discurso diciendo que, en cuanto estaba de su parte, procuraría que el orden establecido se mantuviera en la ciudad” (Capítulo X). Vuelve aquí Maquiavelo a mostrar el importante poder “político” que el manejo de un instrumento económico (las contribuciones), puede tener sobre la sociedad, permitiendo que ella se incline a favor o en contra del gobernante que decide la medida.

Maquiavelo también muestra que, la guerra, que se había extendido desde 1422 a 1427, había generado enormes gastos (financiados mediante la presión impositiva) para los florentinos, quienes “agotados por las cargas que se les habían impuesto hasta entonces, decidieron reformarlas” (Capítulo XIV). Vuelve aquí Maquiavelo a mostrar el peso (la interacción) de la política exterior sobre la economía interna.

Y dice Maquiavelo que, con el fin de hacerlas proporcionales para todos los ciudadanos se decidió que el impuesto se pagaría en razón de medio florín, cada 100 florines de valor de los bienes que cada ciudadano poseyera. A este impuesto se denominó “catastro”, y generaba una mayor carga [en términos absolutos] a los ricos. Juan dei Medici apoyó la reforma, con lo que se consiguió aprobar el impuesto, que los ricos pagarían a disgusto. Sin embargo, el pueblo decidió avanzar más, solicitando la “retroactividad” de ese incremento impositivo sobre la riqueza, lo cual sería rechazado por Juan dei Medici, quien tratará de calmar los humores diciendo que “no convenía revolver las cosas pasadas sino, más bien, ocuparse de las venideras, y que, si los impuestos no había sido equitativos en el pasado, había que dar gracias a Dios por haber encontrado ahora el modo de hacerlos más justos […] Con estos razonamientos calmó aquellos malos humores y consiguió que no se volviera a hablar de la revisión de las contribuciones” (Cap. XIV).

Surge de nuevo aquí el concepto de lucha de clases, y Maquiavelo insiste con esta evidencia empírica, en mostrar cómo uno de los instrumentos de la política económica del Estado, la imposición de contribuciones, puede generar importantes consecuencias sociales y políticas en la vida de los Estados.

Y en el Capítulo XV afirma: “Gastaron los florentinos en esta guerra tres millones y medio de ducados y, mediante ella, contribuyeron a acrecentar el poder y la grandeza de Venecia, mientras aumentaban su propia pobreza y desunión”. Con esta afirmación reafirma lo expresado anteriormente, respecto del efecto de las Medidas de política exterior, sobre la política económica interna, pero también internacional.

Otro ejemplo de interacción entre los factores económicos y políticos que brinda Maquiavelo, es el caso de Volterra. En Florencia, los ciudadanos ricos que se oponían al catastro, trataron de procurarse cómplices para defraudarlo, “Hicieron por ello notar a los agentes encargados de imponerlo que la ley les obligaba a registrar también los bienes de los demás distritos de la República para ver si en ellos existían bienes de los ciudadanos de Florencia […] Ello dio motivo a que los de Volterra enviaran una embajada a la Señoría para protestar contra aquella medida, por lo que los agentes, encolerizados, metieron a dieciocho de ellos en la cárcel”. Esta situación generó un conflicto con Volterra, una vez que fueron puestos en libertad los encarcelados, ya que uno de ellos [Justo] “lleno de rencor por aquella ofensa pública y personal, fue incitado aún más contra los florentinos […] empuñó las armas, recorrió la ciudad, apresó al capitán designado por los florentinos y se constituyó en señor de Volterra con el consentimiento del pueblo” (Capítulo XVII). Aunque Volterra fue recuperada posteriormente por los florentinos, el incidente muestra los alcances que una medida económica interna (imposición de una contribución) puede tener sobre la política (sociedad) de un Estado.

Otro aspecto de esta compleja interacción es la guerra contra Lucca, que decidieron realizar los florentinos, a la cual refiere Maquiavelo diciendo “Perdida así y reconquistada casi al mismo tiempo Volterra, no se veían motivos para una nueva guerra si no la hubiera provocado la ambición de los hombres […] el mismo pueblo que, tras diez años de paz, habían condenado la guerra emprendida contra Felipe para defender su libertad, ahora después de tantos gastos y de tanto dolor en la ciudad, pedían con todo empeño que se declarara la guerra a Lucca […] hasta ese punto está siempre la multitud más dispuesta a apoderarse de lo ajeno que a defender lo suyo, y mueve más a los hombres la esperanza de ganar que el temor de perder” (Capítulo XVIII). Muestra Maquiavelo cómo esta empresa divide al pueblo, y mientras muchos la prefieren, algunos se oponen, como Nicolás de Uzano, quien argumentó que “jamás había hecho Florencia una empresa más injusta ni más peligrosa que aquella […] El daño seguro estaba en los gastos que la misma llevaría consigo y que se veía serían tantos como para atemorizar a una ciudad descansada, y mucho más a una que estaba agotada por una guerra larga y gravosa, como era la de ellos [... que Felipe] estaba deseando que Florencia se metiera en una nueva guerra y en nuevos gastos para poder atacarla él de nuevo, cuando la viera cansada y agotada totalmente” (Capítulo XIX). Si bien el ataque se realiza, los resultados fueron variables y se vieron involucrados en la guerra además de los florentinos y luquenses, sieneses, todos quienes en 1443, cansados, decidieron poner fin al enfrentamiento y restituirse sus propiedades. Aquí también se observa el móvil económico en la decisión política de acudir al ataque de Lucca, la ambición de incrementar los recursos económicos. Son ejemplos de la interacción entre economía (y política) interna (y exterior). En el caso de Volterra, la política económica interna provocaría un conflicto (enfrentamiento militar). En el caso de Lucca, la ambición política y económica llevaría a una guerra dispensiosa, que no traería tantos beneficios como pérdidas.

Análisis sobre algunos fragmentos de “El Príncipe”

Maquiavelo, al hablar de las clases de principados, hace referencia en su Capítulo III a los “principados mixtos” (aquellos que no son enteramente nuevos, sino que son añadidos a un principado antiguo que el príncipe ya posee de antemano), diciendo que son los que presentan mayores dificultades para su conservación (en comparación con los hereditarios), pero que hay distintos casos. Cuando comparten una misma lengua, o cuando no sucede así. En el primer caso, es más fácil conservarlos (si no están habituados a vivir libres en república), y expresa que, “En cuanto al que hace tales adquisiciones, si ha de conservarlas, necesita dos cosas: la primera, que se extinga el linaje del príncipe que poseía dichos Estados, y la segunda, que el príncipe nuevo no altere sus leyes ni aumente los impuestos […] (negrita propia)”. Aquí nuevamente Maquiavelo destaca la importante trascendencia que la economía tiene sobre el ánimo de la gente (a través de la política fiscal o impositiva), hecho que incide en el devenir futuro de la política, vale decir, en la conservación del poder. Continúa Maquiavelo diciendo que “Pero cuando se adquieren algunos Estados que se diferencian del propio en lengua, costumbres y constitución, las dificultades se acumulan […]”. Ante ello, hay distintos medios para conservarlos, siendo el mejor que el príncipe vaya a residir en ellos. Después del precedente [que el príncipe vaya a residir en ellos], el mejor medio consiste en enviar algunas colonias a uno o dos parajes que sean como la llave del nuevo Estado […] Formando el príncipe semejantes colonias, no se empeña en dispendios exagerados […] Con ello no ofende más que a aquellos de cuyos campos y de cuyas cosas se apodera, para dárselas a los nuevos moradores […] y quedando dispersos y pobres aquellos a quienes ha ofendido, no pueden perjudicarlo nunca. Todos los demás que no han recibido ninguna ofensa en sus personas y en sus bienes, se apaciguan con facilidad, y quedan temerosamente atentos a no incurrir en faltas, con el fin de no verse despojados como los otros […] esas colonias, que no cuestan nada o casi nada, son más fieles y perjudican menos, a causa de la dispersión y la pobreza de los ofendidos”.

Aquí realiza un importante análisis de política económica, respecto de que mantener colonias en un país anexado es más útil y menos costoso que mantener tropas en el mismo, a lo cual añade que, a aquellos a quienes se expropia sus bienes deben ser pocos y estar esparcidos (para quitarles poder de revancha), y que si muchos son los que no se ven perjudicados materialmente, será más fácil tener el apoyo de la gente. De nuevo aparece la economía como instrumento de política, para conservar el poder.

Y al final del capítulo añade un corolario que tiene importantes implicancias en el ámbito de la política económica internacional “[…] una regla general que no engaña nunca, o que, a lo menos, no extravía sino raras veces, y que es que el que ayuda a otro a hacerse poderoso provoca su propia ruina. Él es quien lo hace tal con su fuerza o con su industria, y estos dos medios de que se ha manifestado provisto le resultan muy sospechoso al príncipe que, por ministerio de ellos, se tornó más poderoso”. En cierto modo, podríamos extrapolar esta afirmación a la que el mismo Maquiavelo realiza en Historia de Florencia, al decir que Florencia ayudó al engrandecimiento de Venecia, quedando ella cada vez más empobrecida. Debe tenerse en cuenta el especial “contexto internacional” de la época, en donde la seguridad de cada república o principado venía dada por su fortaleza, y posibilidad de obtener alianzas para la defensa o ataque.

En cuanto a los ciudadanos ricos y su influencia sobre el príncipe, en el Capítulo VIII muestra cómo Agátocles, señor de Siracusa. “[…] juntó una mañana al Senado y al pueblo en Siracusa, como si tuviera que deliberar con ellos sobre cosas importantes para la república, y, dando en aquella asamblea a los soldados la señal convenida, les mandó matar a todos los senadores y a los ciudadanos más ricos que allí se hallaban. Librado de ambos estorbos de su ambición, ocupó y conservó el principado de Siracusa, sin que se encendiera contra él ninguna guerra civil”. Y en el Capítulo IX, al hablar del principado civil, al que se llega a reinar con el auxilio de sus conciudadanos, Maquiavelo expresa, “El que consigue la soberanía con el auxilio de los grandes se mantiene en ella con más dificultad que el que la consigue con el del pueblo, porque, desde que el príncipe, se ve cercado de muchas personas que se tienen por iguales a él y no puede mandarlas y manejarlas a su disposición. Pero el que consigue la soberanía con el auxilio del pueblo se halla solo en su exaltación y, entre cuantos lo rodean, no encuentra ninguno, o encuentra poquísimos que no estén prontos a obedecerlo. Por otra parte, es difícil, con decoro y sin agraviar a los otros, contentar los deseos de los grandes. Pero se contentan fácilmente los del pueblo, porque los deseos de éste llevan un fin más honrado que el de los grandes, en atención a que los grandes quieren oprimir y el pueblo sólo quiere no ser oprimido […] Además, el príncipe se ve obligado a vivir siempre con un mismo pueblo, al paso que le es factible obrar sin esos mismos grandes, puesto que está en su mano hacer otros nuevos y deshacerlos todos los días, como también darles crédito, o quitarles el de que gozan, cuando le venga en gana”. Quizás este comentario fue el que le valió el odio de los ciudadanos ricos, ya que con ello muestra Maquiavelo el alcance que tienen aquellos ciudadanos ricos sobre la política del gobernante , y la necesidad de controlarlos para asegurar la continuidad del poder.

En el Capítulo X, al decir Maquiavelo de cómo deben medirse las fuerzas de todos principados, expresa “Pueden los príncipes sostenerse por sí mismos cuando tienen suficientes hombres y dinero para formar el correspondiente ejército con que presentar batalla a cualquiera que vaya a atacarlos […]”. Con esto muestra Maquiavelo la importancia de los recursos económicos para la fortaleza y defensa de un Estado. Y continúa diciendo “Las ciudades de Alemania son muy libres […] Todas tienen fosos, muros muy fuertes, cañones en abundancia, y conservan en sus almacenes, bodegas y habitaciones vituallas bastantes para comer, beber y encender fuego durante un año. Fuera de esto, y con el fin de alimentar suficientemente al populacho, no les falta con qué darle trabajo, también por espacio de un año, en aquellas obras públicas que son el nervio y alma de toda la ciudad, y se cuidan con esmero de que los servicios militares estén continuamente en vigor […] De donde es preciso concluir que, considerándolo todo bien, no le es difícil a un príncipe prudente, desde el comienzo hasta el final de un sitio, conservar inclinados a su persona los ánimos de sus conciudadanos, si no les falta con qué vivir ni con qué defenderse” (negrita propia). Varios aspectos se exteriorizan a primera vista en estas afirmaciones de Maquiavelo; la importancia del trabajo para las sociedades, de las obras públicas para generar ese trabajo (aspecto medular de la posterior propuesta de política económica efectuada por Keynes, para salir de la Gran depresión de los años treinta, en el siglo XX), y por sobre todo, la importancia de que para lograr estabilidad política, el pueblo goce de buena economía; con este reafirma la importancia de la economía para conservar la política y la fortaleza de un Estado.

En el Capítulo XVI, al hablar de la liberalidad y de la avaricia, Maquiavelo expresa “[…] reconozco cuál útil resultaría al príncipe ser liberal […] Pero, como el que quiere conservar su reputación de liberal no puede abstenerse de parecer suntuoso, sucederá siempre que un príncipe que aspira a semejante gloria consumirá todas sus riquezas en prodigalidades y al cabo, si pretende continuar pasando por liberal, se verá obligado a gravar extraordinariamente a sus súbditos, a ser extremadamente fiscal y a hacer cuanto sea imaginable para obtener dinero. Ahora bien: esta conducta comenzará a tornarlo odioso a sus gobernados y, empobreciéndose así más y más, perderá la estimación de cada uno de ellos, de tal suerte que, después de haber perjudicado a muchas personas para ejercitar una liberalidad que no ha favorecido más que a un cortísimo número de ellas, sentirá vivamente la primera necesidad y peligrará al menor riesgo […] o el príncipe dispensa sus propios bienes y los de sus súbditos o dispone de los bienes ajenos. En el primer caso, debe ser económico, y en el segundo, no debe omitir ninguna especie de liberalidad […] Lo único que puede perjudicarlo es gastar sus propios bienes, porque nada hay que agote tanto como la liberalidad desmedida. Mientras la ejerce, pierde poco a poco la facultad misma de ejercerla, se torna pobre y despreciable […] concluyo que la mejor sabiduría es no temer la reputación de avaro, que no produce más que infamia sin odio, antes que verse, por el gusto de gozar renombre de liberal, en el brete de incurrir en la nota de rapacidad, cuya infamia va acompañada siempre de odio público”. Aquí vuelve Maquiavelo a enfatizar sobre la importancia de conservar y proteger los bienes del pueblo (bienes públicos), para conservar el príncipe la estima entre sus súbditos, y sobre el grave error de incrementar la presión impositiva para financiar el gasto particular de la clase gobernante. Resalta, nuevamente, el efecto de las acciones económicas sobre la política, y viceversa.

En el Capítulo XVII, al hablar Maquiavelo de la clemencia y de la severidad, y de si vale más ser amado que ser temido, expresa “[…] el príncipe que se hace temer, sin al propio tiempo hacerse amar, debe evitar que lo aborrezcan, ya que cabe inspirar un temor saludable y exento de odio, cosa que logrará con sólo abstenerse de poner mano en la hacienda de sus soldados y de sus súbditos […] Si le es indispensable derramar la sangre de alguien, no debe determinarse a ello sin suficiente justificación y patente delito. Pero, en tal caso, ha de procurar, ante todo, no incautarse de los bienes de la víctima porque los hombres olvidan más pronto la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio”. Y enfatiza este concepto en el Capítulo XIX, al decir “Lo que más que nada lo haría odioso [al príncipe] sería mostrarse rapaz, usurpando las propiedades de sus súbditos […] Mientras no se quite a la generalidad de los hombres sus bienes o su honra, vivirán como si estuvieran contentos […]”. Se observa bien como Maquiavelo reconoce nuevamente la importancia, que tiene para los hombres, que la política respete su patrimonio (economía), un principio básico para el posterior desarrollo a pleno de la economía capitalista (que todavía era un engendro): el respeto a la propiedad privada.

En su Capítulo XXI, cuando habla de cómo debe conducirse un príncipe para adquirir alguna consideración, expresa “[…] debe estimular a los ciudadanos a ejercer pacíficamente su profesión y oficio, agrícola, mercantil o de cualquier otro género, y hacer de modo que, por el temor de verse quitar el fruto de sus tareas, no se abstengan de enriquecer al Estado y que, por el miedo a los tributos, no se persuadan a dedicarse a negocios diferentes. Debe, otrosí, preparar algunos premios para quien funde establecimientos útiles y para quien trate, en la forma que quiera, de multiplicar los recursos de su ciudad”. Resulta evidente la inclinación de Maquiavelo hacia el respeto de la propiedad privada, base de la economía capitalista, y hasta puede leerse un antecedente del liberalismo (postulado luego por Adam Smith) al decir que, el enriquecimiento de los ciudadanos y el desarrollo de la actividad privada, puede redundar en beneficios de la ciudad, es decir, del Estado. Habiendo expuesto estas ideas, e indagando luego sobre Los Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, parece un poco descontextualizada la interpretación señalada por Beaud (1988: 26), respecto de la expresión de Maquiavelo de que “En un gobierno bien organizado, el Estado debe ser rico y los ciudadanos pobres”, hecho que según aduce Beaud, “pone el dedo en una cuestión capital del siglo XVI: ¿Cómo aumentar y conservar la riqueza del Príncipe?

Análisis sobre algunos fragmentos de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio

En el Libro I, I, Maquiavelo, respecto del lugar donde deben ser fundadas las ciudades expresa “[…] se ha considerado si sería mejor elegir para la edificación de las ciudades lugares estériles para que así los hombres, obligados a ingeniárselas, con menos lugar para el ocio, viviesen más unidos, teniendo por la pobreza del lugar, menos motivos de discordia […] elección que sería sin duda la más sabia y útil si los hombres estuviesen satisfechos de vivir por sí mismos y no anduvieran buscando sojuzgar a otros. Por tanto, ya que los hombres no pueden garantizar su seguridad más que con el poder, es necesario huir de esa esterilidad de la tierra y asentarse en lugares muy fértiles, donde, pudiendo ensancharse, gracias al ubérrimo terreno, puedan también defenderse de los asaltantes, y someter a cualquiera que se oponga a su grandeza. En cuanto al ocio que pudiera traer consigo la abundancia del lugar, se deben ordenar las cosas de modo que las leyes impongan esa necesidad que el sitio no impone […]”. De esta afirmación de Maquiavelo se derivan importantes presupuestos sobre la interacción entre economía-política y economía-política-exterior, que ya fueron observados oportunamente en El Príncipe. Primero, la importancia que tiene la economía para preservar el Estado, para que perdure la política. Segundo, el papel que la economía tiene en la fortaleza (hacia el exterior) de un Estado, ya que un Estado poderoso en términos económicos es más difícil de derribar o conquistar, y tercero, el importante rol que debe jugar la política para gobernar a la economía, ya que sin ese gobierno (a través de las leyes), el Estado está condenado al fracaso.

Y en distintas partes de su obra, como se ha mostrado anteriormente, Maquiavelo recurre al análisis del efecto de las contribuciones sobre el pueblo; así lo hace en el Libro I, 32, al escribir respecto de que una república o un príncipe no debe demorarse a la hora de socorrer a los hombres en sus necesidades, diciendo “Aunque los romanos supieron con acierto ser liberales con el pueblo cuando sobrevenía algún peligro, y así cuando Porsena invadió Roma para reinstaurar a los Tarquinos, el senado, dudando si la plebe no prefería aceptar al rey que sostener la guerra, se aseguró liberándola de las gabelas de sal y de cualquier otro tributo […] gracias a este beneficio el pueblo se expuso a soportar asedio, hambre y guerra, y sin embargo, nadie, confiando en este ejemplo, infiera para las épocas de peligro el ganar la voluntad del pueblo, pues probablemente no tendrá tanto éxito como los romanos”. Con este ejemplo, Maquiavelo, a la vez que muestra la excepción de Roma respecto de poder tomar decisiones que otros no podrían, vuelve a mostrar el importante efecto que la política impositiva tiene sobre la sociedad, y cómo el mismo debe ser medido en forma oportuna, si es que se quiere contar con el aval del pueblo.

En el Libro I, 37, al hablar Maquiavelo sobre qué escándalos causó en Roma la ley agraria, expresa “[…] los hombres, cuando no combaten por necesidad, lo hacen por ambición, la cual es tan poderosa en los corazones humanos, que nunca los abandona, por altos que hayan llegado. La causa es que la naturaleza ha constituido al hombre de tal manera que puede desearlo todo, pero no puede conseguirlo todo […] deseando, por un lado, los hombres tener más, y temiendo, por otro, perder lo que tienen, se llega a la enemistad y a la guerra, que causará la ruina de una provincia y la exaltación de otra [… y así la plebe romana comenzó a luchar movida por la ambición] y a querer compartir con los nobles los honores y las riquezas, que son las cosas más estimadas por los hombres. De aquí nació el malestar que produjo el debate de la ley agraria, que acabaría por originar la destrucción de la república. Y como las repúblicas bien organizadas deben mantener el erario público rico y a los ciudadanos pobres, hay que convenir en que esa ley no resultaba adecuada para ello […] Tal principio y tal fin tuvo la ley agraria. Y aunque demostramos en otro lugar que las enemistades entre el senado y el pueblo mantuvieron libre a Roma, porque de allí se originaron leyes a favor de la libertad, y ahora puede parecer que el fin de esta ley agraria contradice aquellas conclusiones, afirmo que todo esto no me hace cambiar de opinión: porque es tanta la ambición de los grandes, que, si no es abatida por varias vías y procedimientos, pronto conduce a una ciudad a su ruina […] esto nos enseña hasta qué punto los hombres estiman más las riquezas que los honores. Porque la nobleza romana siempre cedió sin demasiado escándalo a las demandas de la plebe en cuestiones de honores, pero cuando se trató de los bienes, fue tanta su obstinación al defenderlos que la plebe recurrió, para dar causa a sus apetencias, a los procedimientos extraordinarios […]”. En este extenso comentario, del cual se extrajeron sus aspectos más relevantes para el análisis, surge la visión económica del pensamiento de Maquiavelo, al reconocer uno de los fundamentos de lo que luego será la Economía, “que los recursos son escasos”. Además, muestra la importancia que tiene para los hombres la acumulación de riquezas, y cómo los hombres dan a la economía una importancia superior a otros aspectos de la vida, como pueden ser los “honores”. Por otra parte, no debe olvidarse que Maquiavelo escribe en pleno período de afluencia de metales preciosos de América a Europa (aunque esta realidad no se desprende de sus escritos) y de surgimiento de la corriente “Mercantilista”, motivo por el cual no resulta raro que hable de la importancia de tener un “Estado rico”, y aunque parece infortunada su opinión sobre los ciudadanos pobres , es posible que haga referencia a lo que luego es su conclusión, sobre la necesidad de controlar las ambiciones de los grandes, porque ellas pueden llevar a la ruina del Estado. Por ello, incluso se pronuncia a favor de lo ocurrido en aquella oportunidad con la ley agraria, y de las medidas llevadas adelante por la plebe para evitar los abusos de los grandes. Y no deja de reconocer en estos comentarios, que el objetivo de expansión económica puede ser una de las causas fundamentales de una guerra, es decir, está presente en su análisis la importante influencia que puede tener la economía interna en las decisiones de política exterior (o internacional).

Del Libro I, 55, donde Maquiavelo escribe sobre Hasta qué punto se conducen los acontecimientos con más facilidad en las ciudades que no están corrompidas, y que donde existe igualdad no se puede establecer un principado, y donde no la hay no se puede establecer una república, Maquiavelo expresa (haciendo referencia a las ciudades alemanas): “[…] es que aquellas repúblicas donde se ha mantenido el vivir político y sin corrupción no soportan que ninguno de sus ciudadanos se comporte ni viva al modo de los hidalgos, y así mantienen entre ellos una equitativa igualdad, y son sumamente enemigos de los señores y gentileshombres que hay en aquella provincia […] Y para aclarar qué quiere decir eso de gentilhombre, diré que se llama así a los que están ociosos y viven de las rentas de sus posesiones regaladamente, sin tener ningún cuidado ni del cultivo de la tierra ni de otras fatigas necesarias para la vida. Esos tales son perniciosos en toda república y en toda provincia, pero más perniciosos aún son los que, además de todo eso, poseen castillos y tienen súbditos que les obedecen […] tal generación de hombres es absolutamente enemigo de toda vida civil”. A través de esta extensa descripción que realiza Maquiavelo de las ciudades alemanas, las cuales conoció personalmente, se observa de qué modo tan contundente está en contra del todavía existente sistema feudal, que como él expresa, todavía está presente en distintas regiones de Italia, y al cual considera causa de atraso y de incivilidad.

Para concluir

Resulta del análisis del presente trabajo que, aunque Maquiavelo no reconoció sus propios conocimientos sobre lo que luego sería la ciencia de la Economía, sus innumerables observaciones extraídas del análisis de los acontecimientos históricos, brindaron importante evidencia empírica para la construcción de la disciplina, la Economía Política, y más recientemente, para el objeto de estudio de la Economía Política Internacional. Así podríamos mencionar, su constante preocupación sobre los efectos de los tributos o contribuciones en el devenir político de los pueblos, sobre el manejo de los mismos para favorecer a uno u otro sector de la sociedad (que hoy llamamos distribución de la riqueza), e incluso para permitir consolidar la riqueza de un Estado; su evidencia sobre la ambición de los hombres, y la importancia que estos otorgan a la riqueza y a sus bienes, el respeto a la propiedad de los súbditos, la necesidad de que un príncipe fomente el crecimiento económico de sus ciudadanos; las guerras provocadas por la ambición económica de los hombres, las luchas al interior de sus propios Estados ocasionadas por cuestiones relacionadas con la riqueza, e incluso la necesidad de que la política logre contener al desarrollo de algunos sectores económicos (capaces de amenazar la conservación del poder de un Estado o de un Príncipe), son algunos de los muchos análisis, con perfil económico, que se derivan de algunas de sus obras más trascendentes. Sin embargo, Maquiavelo no sería recordado por sus análisis en materia de economía política, sino que su especial contribución fue concebida en el ámbito de la política y de la historia; representó Maquiavelo la historia real de su época, de una sociedad (como era la florentina), muy inclinada a las cuestiones monetarias y financieras (aunque él trata de abstraerse de ellas, por considerarse no apto para hablar de cuentas, sino sólo de política), una sociedad en la que los disturbios y las divisiones internas en la propia Italia son la causa principal de su preocupación, frente a su anhelo de ver una Italia unida ante los avances y saqueos de los extranjeros. Y supo defender ante todo la idea de unidad política, quizás hasta el punto de defender acciones que luego le valieron el desprecio de toda la sociedad, incluso no sólo de sus contemporáneos sino también de muchas generaciones que lo prosiguieron.

No obstante la trascendencia de su contribución al estudio de la política, el propósito de este trabajo es destacar el aporte que, desde la observación empírica, efectuó Maquiavelo a la formación del pensamiento económico; aporte que generalmente resulta eludido por la ciencia económica, que sistematizó luego en teorías y leyes, algunos pensamientos que él ya anticipaba, durante las primeras décadas del siglo XVI.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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 Gilpin, Robert, La Economía Política de las Relaciones Internacionales, GEL, 1990, Buenos Aires, Argentina.

 Llairó, M. de Monserrat y Díaz, Marcela, Historia Económica y Social del Mundo Contemporáneo. Ejes para su comprensión, Ed. Errepar, 2008, Buenos Aires.

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 Sombart, Werner, El Burgués. Contribución a la historia espiritual del hombre económico moderno, 1° Reimp. 2005, Ed. Alianza, Madrid, España.


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