Contribuciones a la Economía


"Contribuciones a la Economía" es una revista académica con el
Número Internacional Normalizado de Publicaciones Seriadas
ISSN 1696-8360

 

LA ECONOMÍA DE LA SOLIDARIDAD: UN MODELO DE TODOS Y PARA TODOS

 

Iván Parro Fernández (CV)
Universidad Complutense de Madrid
IVANPAR@terra.es



Abstract:

Esta reflexión tiene como fin explicar cómo la economía de la solidaridad es una clara alternativa a la economía capitalista que regula todas las actividades en nuestras sociedades y cómo puede resolver las graves desigualdades sociales que afectan a nuestro mundo. Se explica en qué consiste dicho modo de hacer economía, en qué se basa, su relación con la desigualdad y qué diez propuestas, desarrolladas por Luis Razeto, uno de sus principales ideólogos, pueden ayudar a paliar la desigualdad y ofrecer nuevas ideas para las políticas económicas y sociales.

This reflection must like aim explain how the economy of solidarity is a clear alternative to the capitalist economy that regulates all the activities in our societies and how it can solve the serious social inequalities that affect our world. It is explained in what this way consists to make economy, in what is based, its relation with the inequality and what ten proposals, developed by Luis Razeto, one of their main ideologists, can help to palliate the inequality and offer new ideas for the economic and social policies.

Palabras clave:

Economía de la solidaridad

Desigualdad

Economía popular

Key words:

Economy of solidarity

Inequality

Popular Economy
 

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Parro Fernández, I.: "La economía de la solidaridad: un modelo de todos y para todos" en Contribuciones a la Economía, marzo 2010, en http://www.eumed.net/ce/2010a/ 


1. Algunas notas sobre la economía de la solidaridad

¿Qué es la economía de la solidaridad? A pesar de que sencillamente podemos afirmar que la economía de la solidaridad es un modo distinto y particular de hacer economía, de crear ideas solidarias, de involucrar a la gente para la participación social, lo cierto es que en su complejidad abarca todas las dimensiones teóricas, incluidas las éticas. Es una forma de economía que se opone abiertamente al sistema capitalista dominante, al que consideran responsable de la concentración en unas pocas manos de riquezas y de todo tipo de bienes. Criticando al capitalismo, optan por una alternativa más popular, más solidaria. La economía de la solidaridad busca la preeminencia del factor trabajo sobre el factor capital. Lo que contará no es el cuánto, sino el cómo; la cooperación en el trabajo; el uso compatible de conocimientos e informaciones; la adopción colectiva de decisiones; el desarrollo personal de todos los trabajadores y la preferencia por el consumo comunitario sobre el individual. En este aspecto es donde más claramente roza con la mentalidad económica actual, pues al contrario que el individuo consumista contemporáneo, que tiene como centro de su acción el consumo y la posesión cada vez mayor de bienes y servicios, que no suele compartir ni ceder ni prestar ni ofrecer a otros individuos, la economía de la solidaridad lo que propugna es el intercambio, la simplicidad en el consumo, cierta austeridad en la adquisición de bienes y una apuesta por la satisfacción integral de todas las necesidades.

Aunque fue en Latinoamérica a partir de la década de los ochenta, y gracias a los trabajos del profesor Luis Razeto en Chile, donde se acuñó y se desarrolló dicho término, lo cierto es que ha tenido un amplio eco en muchos países. En Europa, continente que ya contaba con experiencias anteriores en el cooperativismo y en la economía social, el término se introduce a finales de los ochenta, sobre todo en Francia, en parte debido a los trabajos del sociólogo Jean Louis Laville, que hace hincapié en las “dimensiones no monetarias” de las prestaciones económicas, reservando al sector solidario las labores de reciprocidad, mientras que al Estado le quedan las de redistribución y al capitalismo las actividades de intercambio. Un medio de comunicación actual importante y muy significativo tanto en la transmisión de ideas y de actitudes diferentes como de alternativas a la globalización, al capitalismo y a las políticas neoliberales es el periódico “Le Monde Diplomatique” y los trabajos de Ignacio Ramonet.

En España se ha ido desarrollando la denominada “economía de inserción” y los llamados “servicios de proximidad”. Experiencias como la REAS (Red de Economía Alternativa y Solidaria), la AERESS (Asociación Española de Recuperadores de Economía Social y Solidaria) o la REPRIS (Red de Promoción e Inserción Laboral), vinculadas todas ellas con otras tantas empresas de inserción, tienen en la revista Imagina su órgano de expresión y son los ejemplos más patentes de esta nueva forma de hacer economía.

La economía de solidaridad es una forma distinta de asignar y de distribuir recursos, de controlar y de ofrecer bienes, de crear políticas comunitarias de consumo. En definitiva, es la forma más factible de conjugar los verbos compartir y distribuir. Es la economía de todos y para todos. No es, sin embargo, otra economía, sino una particular manera de hacer economía, una alternativa más ante las políticas económicas de nuestros gobiernos actuales, pero que respeta las bases de la economía clásica, pues se nutre de muy diversas experiencias anteriores, tales como el socialismo utópico, el movimiento cooperativo, el comunitarismo de Mounier, los movimientos autogestionarios, y también extraen ideas de la Doctrina Social de la Iglesia, aspecto sobre el que volveremos más tarde.

De acuerdo con Guerra podemos afirmar que “el objeto de la economía de la solidaridad no es ni será atentar contra la economía, sino lograr una crítica lo más acertada posible a los efectos de comprender mejor la lógica de acción de una inmensa cantidad de sujetos que no se comportan de acuerdo a los modelos preestablecidos por la economía neoclásica” .

La economía de la solidaridad comienza su análisis separando las cuatro partes de un acto económico (producción, distribución, consumo y acumulación), y tras su análisis entresaca distintas categorías y teorías que son un medio para el mejor conocimiento de la economía solidaria. Por esto, en cuanto a la producción, aparece la centralidad del llamado factor C como categoría organizadora, que no son más que los factores comunitarios, que adquieren distintas expresiones como señala su ideólogo Luis Razeto: “se manifiesta en la cooperación en el trabajo, que acrecienta la eficiencia de la fuerza laboral; en el uso compartido de conocimientos e informaciones, que da lugar a un importante elemento de creatividad social; en la adopción colectiva de decisiones, en una mejor integración funcional de los distintos componentes funcionales de la empresa, que reduce la conflictividad y los costos que de ésta derivan; en la satisfacción de las necesidades de convivencia y participación, que implica que la operación de la empresa proporcionaba a sus integrantes una serie de beneficios adicionales no contabilizables monetariamente, pero reales y efectivos; en el desarrollo personal de los sujetos involucrados en la empresa, derivados de la comunicación e intercambio entre personalidades distintas, etc.”

En la distribución lo importante y característico de la economía solidaria es que los recursos productivos y los bienes y servicios producidos fluyen, se distribuyen y se reasignan mediante unas relaciones que permiten una mayor integración social. Estas relaciones pueden ser:

- Donaciones, fundamentales en cualquier mercado, ya que el donante transfiere a un beneficiario un bien o servicio sin esperar nada a cambio.

- Reciprocidad, transferencias entre sujetos ligados por lazos extraeconómicos de amistad y confianza.

- Comensalidad, transferencias entre múltiples sujetos que constituyen un grupo. Los bienes se comparten, distribuyen y utilizan en función tanto de las necesidades individuales como de las colectivas.

- Cooperación, transferencias de bienes aportados por sujetos individuales a un sujeto colectivo del que forman parte, que luego les recompensará según la contribución que haya aportado cada miembro.

2. La economía de la solidaridad y la desigualdad

Como señalamos antes, la economía de la solidaridad no es una forma de negar la economía, sino de buscar otra forma de hacer y de crear economía a través de la propia economía. En otras palabras, se trata de buscar un nuevo modelo de mercado y de relaciones económicas a través del mismo mercado. ¿Y cómo conseguir esto? En palabras de Melo Lisboa mediante la “construcción de circuitos de intercambios solidarios entre emprendimientos de forma de ir configurando otro mercado” . O en palabras de Carbonari: “Lo revolucionario de la organización de la economía popular solidaria está en mezclarse en la estructura productiva, contraponiéndose al sistema capitalista por la construcción en su seno de contradicciones para su superación, por la organización social de productores y consumidores, recuperando de alguna forma todo el sentido de los socialistas utópicos” .

Mientras que en la economía clásica o regular priman conceptos como la utilidad, los intereses, la ganancia o la propiedad, en la economía de la solidaridad los conceptos e ideas que más se utilizan son la gratuidad, la fraternidad, la cooperación o la generosidad. ¿Cómo introducir entonces la solidaridad en la economía? Aunque pueda parecer algo complicado, lo cierto es que algo de solidaridad ya existe dentro de la economía, aunque no se reconoce de manera explícita, como por ejemplo cuando los trabajadores de una empresa negocian colectivamente, cuando los cuadros técnicos comparten sus conocimientos a otros empleados o cuando no se produce una regulación de empleo al saber que afectará a muchas familias. Entonces, en cierto sentido, ya existe la solidaridad en la economía, aunque aún debe crecer mucho más. Entonces, ¿por qué y para qué la economía de la solidaridad? La teoría que nos ocupa parte de una crítica constructiva al sistema económico actual en tanto en cuanto este permite, apoya y sustenta “una organización social y económica en que compiten por el predominio los intereses privados individuales y los intereses de las burocracias y del Estado, en un esquema de relaciones basadas en la fuerza y en la lucha, la competencia y el conflicto, que relegan a un lugar muy secundario tanto a los sujetos comunitarios como a las relaciones de cooperación y solidaridad. Los principales sujetos de la actividad económica están motivados por el interés de ganancia y por el temor a los otros y al poder, más que por el amor y la solidaridad de todos” .

La economía de solidaridad entonces se convierte así en una orientación crítica y transformadora del modo de organización y acción que se da en la economía contemporánea. Pretende un modelo de economía global en la que la solidaridad llegue sin límites ni trabas de ningún tipo a todos los lugares, a todos los rincones, en pos de políticas y acciones más solidarias con todo aquello que nos rodea. Y los que abogan por desarrollar esta economía de la solidaridad esperan que sea tanta la solidaridad que se genere en este movimiento que sea capaz de transformar desde dentro y completamente la economía, con el objeto de generar así nuevos modelos, nuevos equilibrios mundiales, más justicia en las relaciones económicas y acabar con un modelo imperante totalmente injusto, desequilibrado y donde el interés y las ganancias de unos pocos se contraponen de manera escandalosa a las enormes necesidades de subsistencia por las que pasan muchos millones de personas en el mundo.

Parece que hoy se va insertando tímidamente en el discurso social la economía de la solidaridad, una palabra y una actitud que no aparecían en la mayoría de las teorías ni análisis económicos clásicos, pero que hoy esperan construir caminos nuevos para el desarrollo social y humano, rompiendo moldes preestablecidos y creando nuevas normas en el gran mercado global. Son muchas las iniciativas conducentes a introducir la economía de solidaridad en lo colectivo, en el gran grupo social. Quisiéramos citar sólo algunas entre las muchas que ya funcionan desde hace años, reunidas muchas de ellas en torno al Foro Social Mundial, el verdadero laboratorio de ideas y prácticas alternativas, como la creación en algunas universidades de Cátedras de Economía Solidaria o el apoyo y fomento que se da por parte de la Iglesia Católica (sobre todo en Latinoamérica) a través de su Pastoral Social. A este respecto, vale la pena recordar las palabras del Papa Juan Pablo II en 1987: “El desafío de la miseria es de tal magnitud, que para superarlo hay que recurrir a fondo al dinamismo y. a la creatividad de la empresa privada, a toda su potencial eficacia, a su capacidad de asignación eficiente de los recursos y a la plenitud de sus energías renovadoras. La autoridad pública, por su parte, no puede abdicar de la dirección superior del proceso económico, de su capacidad para movilizar las fuerzas de la nación, para sanear ciertas deficiencias características de las economías en desarrollo, y en suma, de su responsabilidad final con vistas al bien común de la sociedad entera.

Pero Estado y empresa privada están constituidos finalmente por personas. Quiero subrayar esta dimensión ética y personalista de los agentes económicos.

Mi llamado, pues, toma la forma de un imperativo moral: ¡sed solidarios por encima de todo! Cualquiera que sea vuestra función en el tejido de la vida económico-social, ¡construid en la región una economía de la solidaridad! Con estas palabras propongo a vuestra consideración lo que en mi último Mensaje de la Jornada Mundial de la Paz llamé "un nuevo tipo de relación: la solidaridad social de todos" (n. 2). A este propósito, deseo repetir hoy aquí la convicción expresada en el reciente documento de la Comisión Pontificia "lustitia et Pax" sobre la deuda externa: "Una cooperación que supere los egoísmos colectivos y los intereses particulares, puede permitir una gestión eficaz de la crisis del endeudamiento y, más en general, señalar un progreso en el camino de la justicia económica internacional”.

La solidaridad como actitud de fondo implica, en las decisiones económicas,

sentir la pobreza ajena como propia, hacer carne de uno mismo la miseria de los marginados y, a la vista de ello, actuar con rigurosa coherencia.

No se trata sólo de la profesión de buenas intenciones sino también de la decidida voluntad de buscar soluciones eficaces en el plano técnico de la economía, con la clarividencia que da el amor y la creatividad que brota de la solidaridad” .

Y a nivel político, cada vez son más aquellos partidos que introducen esta nueva forma de hacer economía en sus programas de gobierno o en sus constituciones, como en la de Ecuador, en la que se propone lo siguiente: “ La organización y el funcionamiento de la economía responderán a los principios de eficiencia, solidaridad, sustentabilidad y calidad, a fin de asegurar a los habitantes una existencia digna e iguales derechos y oportunidades para accede r al trabajo, a los bienes y servicios: y a la propiedad de los medios de producción” (Art. 242).

Por todo lo dicho podemos concluir entonces que la economía de la solidaridad es el medio por el cual “se recupere la economía como espacio de realización y actuación de los valores y fuerzas de la solidaridad” .

3. Modos de hacer o llegar a la economía de la solidaridad

De acuerdo con Razeto (1999) podemos distinguir los siguientes caminos para llegar a practicar una economía de solidaridad:

1. El camino de los pobres y la economía popular. Es innegable que la pobreza ha aumentado en niveles alarmantes a nivel mundial. Hay una mayor brecha en cuanto a los niveles de vida entre ricos y pobres y los Estados se muestran incapaces o desinteresados en buscar fórmulas para la resolución de los graves problemas sociales. Muchos se ven obligados a planificar estrategias de supervivencia para resolver su situación, haciendo trabajos en la economía informal o sumergida. En esta situación de desventaja social ha nacido la economía popular “ que constituye un verdadero proceso de activación y movilización económica del mundo popular. Dicha economía popular combina recursos y capacidades laborales, tecnológicas, organizativas y comerciales de carácter tradicional con otras de tipo moderno, y el resultado es un increíblemente heterogéneo y variado multiplicarse de actividades orientadas a asegurar la subsistencia y la vida cotidiana“ .

2. El camino de la solidaridad con los pobres y los servicios de promoción social. El conocimiento de las situaciones de pobreza y desigualdad tan alarmantes ha llevado a muchos a incorporar en su proceder económico la solidaridad en forma de donaciones o mediante la creación y constitución de numerosas instituciones y organizaciones sin fines de lucro que canalizan, distribuyen e invierten las donaciones en programas de recuperación económica y social en lugares menos desarrollados o con grandes necesidades.

3. El camino del trabajo. El trabajo también produce solidaridad por el hecho de “hacer algo juntos, de compartir similares objetivos e intereses, el tener parecidas condiciones de vida, el experimentar los mismos problemas, necesidades y situaciones prácticas, el convivir en un mismo lugar por periodos prolongados y el comprometerse y colaborar en la producción de una misma obra” .

4. El camino de la participación social. Muchas personas, grupos y comunidades buscan medios de participación social, en organizaciones de carácter humanitario para solventar las necesidades por las que pasan los pobres, los jóvenes o los discriminados. La participación social implica un intercambio constante de objetivos, de experiencias, de ideas, de intereses y de aspiraciones de cada sujeto. Es un proceso por el cual se busca de manera conjunta (cooperativa y solidaria) lo mejor para aquellos a quienes se dirige la ayuda, el compromiso, la participación.

5. El camino de la acción transformadora y de la lucha por cambios sociales. Parte de la concienciación por el cambio en las estructuras sociales. Muchas de las energías se han dedicado a cambiar el sistema capitalista, del cual se critican los valores que transmite (utilitarismo, consumismo, individualismo) y sus efectos en la organización social (división de clases, mala distribución de la riqueza, explotación). En la economía de la solidaridad todos aquellos sectores desfavorecidos encuentran un lugar donde ser escuchados, encuentran un espacio donde sus peticiones de mejora son atendidas y donde todos aquellos que creen que tienen algo interesante que aportar con su talento y su creatividad también son bienvenidos.

6. El camino del desarrollo alternativo. Surge de la preocupación por el desarrollo de la economía. Muchos hablan de la necesidad de otro desarrollo más integral, más sustentable (desarrollo sostenible), pues se cree que se ha llegado al límite en la economía y que no genera más que problemas como los desequilibrios ecológicos o la desintegración social. Por ello se propugna otro desarrollo ecológicamente sostenido presidido por los valores de justicia y solidaridad.

7. El camino de la ecología. Cada vez son más los que se preocupan por el medio ambiente y su deterioro progresivo, afirmando que dicho deterioro tiene su origen en la economía. La economía es un intercambio en el que hombre y naturaleza salen transformados. Los deterioros en el medio ambiente muestran que la tecnología y el trabajo humano no siempre son positivos y que generan desigualdades. La degradación medioambiental es resultado del modo de pensar individualista, competitivo y excluyente de una economía que no tiene en cuenta los efectos medioambientales de su política injusta. La solución pasa por introducir la solidaridad en la economía como hemos señalado antes, porque “parece que las actividades económicas se tornan ecológicamente sanas” .

8. El camino de la mujer y de la familia. Ante la situación de crisis de la familia y de la situación de la mujer dentro y fuera de ella, se propone un proceso de recuperación de la personalidad y de la comunidad. La crisis de la familia ha llevado a muchos a intentar otras formas de trabajo, de producción y de consumo. La economía de la solidaridad en este punto propone “crear condiciones para una recuperación de la familia como unidad social que realiza su verdadera vocación y plenitud de sentido, y para una nueva inserción de la mujer, no subordinada ni discriminatoria, en el trabajo y la sociedad” .

9. El camino de los pueblos antiguos. Muchos de los pueblos y etnias antiguas han sufrido procesos de aculturación y de pérdida de la identidad por la colonización, la aparición de los Estados nacionales y la industrialización. Muchos de ellos hoy sufren procesos de marginación y aguantan el abandono a los que les somete el mercado mundial. Buscan nuevos métodos de subsistencia en un circuito al que no pueden acceder tan fácilmente. Pero hay quienes no desean permanecer pasivos y emplean fórmulas para reafirmar su identidad ante la globalización, recuperando el sentido de la comunidad, fomentando el trabajo colectivo, la cooperación social y la propiedad comunitaria.

10. El camino del espíritu. Según Razeto “las estructuras, actividades y comportamientos económicos a menudo contradicen los valores y principios defendidos por las grandes religiones y por las búsquedas humanistas y espirituales en general”, por ello afirma que “lo que hoy comienza a percibirse con creciente claridad desde la óptica de quienes aspiran a vivir la economía en conformidad con los valores y principios espirituales y cristianos, es la necesidad de comprometerse comunitaria o asociativamente en la creación y desarrollo de empresas de nuevo tipo, organizadas conforme a una racionalidad económica especial, según la cual las formas de propiedad, distribución de excedentes, tratamiento del trabajo y demás factores, acumulación, expansión y desarrollo, y en general todos los aspectos relevantes, queden definidos y organizados de manera coherente con las exigencias que derivan de aquellos principios y valores” .

4. La humanidad, la economía de la solidaridad y el futuro

Todo lo indicado antes puede ayudarnos a comprender y entender mejor cómo la economía de la solidaridad es una alternativa viable, válida y completa ante los desafíos que el futuro nos depara. Todos estos desafíos tendrían más fácil solución si todos pusiéramos un poco de voluntad y tomáramos conciencia real y efectiva sobre nuestra propia responsabilidad como ciudadanos y actores sociales con capacidad de pensamiento, decisión y acción, y si pusiéramos asimismo un ingrediente que no solemos utilizar de manera continuada y seria en los platos que nos prepara la vida cotidiana. Este ingrediente es la solidaridad, la gratuidad, la conciencia de que somos muchos y podemos hacer otro tanto para resolver los problemas a los que hoy se enfrentan las familias, las mujeres, los que están preocupados por el desarrollo o la ecología, los que viven rescatando la cultura de los pueblos originarios o los que buscan vivir una fe más fraterna y universal. Nadie está excluido de esta capacidad por muy débil, pobre, enfermo o incapacitado que esté o se sienta. Nadie está fuera de la posibilidad de que en algún momento de su vida necesite ayuda. Todos estamos llamados a crecer en solidaridad, en universalidad y en voluntariedad. Nuestros países ricos disponen de recursos y medios para poder compartir con los países menos afortunados aquellas necesidades técnicas, científicas, tecnológicas y por qué no humanas, para procurar un mayor y mejor reparto de la riqueza, para que muchos accedan a su derecho a ser personas, a una vida digna, derecho este que aún sigue siendo vulnerado en la gran mayoría de los países. No queremos una globalización que no tenga en cuenta a las personas, que niegue su individualidad; no queremos una globalización injusta, cuyo único derecho que conozca sea el propio interés, una globalización en la que la persona sea considerada un objeto; una globalización, en fin, que se aleje del hombre, y aún menos, que se aleje del pobre o del necesitado.

Necesitamos una globalización más globalizada, donde todo el mundo pueda tener los mismos derechos, las mismas oportunidades, las mismas calidades de vida. Y las decisiones políticas podrían ir en ese camino, gobernando para buscar y mantener la paz, la justicia y la solidaridad. Sin estas tres premisas todo se hace más complicado, todo cuesta mucho más. La economía de la solidaridad aquí planteada es sólo un modelo como tantos otros que busca una manera de atender al bien común, al bien de toda la sociedad. Generar más solidaridad en todos los ámbitos nos procurará seguramente un futuro distinto, quizá mejor, quizá más humano, quizá más pacífico. Por eso creemos que es decisivo educar en la solidaridad, enseñar esta actitud y forma de vida desde edades tempranas. Educar en la solidaridad es crear futuro y esperar algo mejor para toda la comunidad humana, es pensar juntos cómo llegar a la gran utopía de la paz.


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