Contribuciones a la Economía


"Contribuciones a la Economía" es una revista académica con el
Número Internacional Normalizado de Publicaciones Seriadas
ISSN 1696-8360

 

PÁNICO Y MERCADO: CONTRIBUCIONES Y LIMITACIONES DE JEAN-MARIE DUPUY AL ESTUDIO DEL TERROR FINANCIERO

 

Maximiliano E. Korstanje
Universidad de Palermo, Argentina
maxikorstanje@hotmail.com 

 

En una época caracterizada por una constante turbulencia y un creciente sentimiento de inseguridad, el trabajo titulado El pánico de Jean Pierre Dupuy exige debido a su profundidad y transparencia intelectual, por lo menos un comentario. El autor, comienza su capítulo introductorio con una pregunta, ¿cómo se mantiene unida la sociedad?, y continúa ¿Por qué las crisis que desgarran o los miedos que habitan en ella no degeneran en desórdenes generalizados o en desbandadas desenfrenadas?. Remitiéndose a la filosofía de Constant y Tocqueville (pero en especial de Emile Durkheim), Dupuy sostiene que toda sociedad posee un lazo invisible que la mantiene funcionando, como un inconsciente colectivo que se impone a los hombres. Siguiendo las enseñanzas de la mitología griega, cuando el lazo social deja un vacío y surge el desmoronamiento repentino del orden social, aparece el pánico.  
 


Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Korstanje, M.E.: "Pánico y mercado: contribuciones y limitaciones de Jean-Marie Dupuy al estudio del terror financiero" en Contribuciones a la Economía, julio 2009 en http://www.eumed.net/ce/2009a/


Más específicamente, en el antiguo y mítico mundo de Arcadia, la tierra de la eterna felicidad, donde Pan (dios de los pastores) llevaba apaciblemente su rebaño; pero esa deidad mitad macho cabrío y mitad hombre, tenía una naturaleza ambigua. Por un lado, se presentaba como un verdadero seductor mientras por el otro se comportaba como un monstruo de una “sexualidad insaciable”. Pan es constantemente rechazado por Eco, hermosa ninfa enamorada de Narciso quien justamente no ama a nadie más que a su propia imagen. Este podía aparecer súbitamente de los arbustos y atacar a los viajeros perdidos inspirando un terror repentino, el pánico. Explica el profesor Dupuy que los griegos utilizaban a Pan para simbolizar la causa presente-ausente de todo aquello sin causa y que carece de razón. De esa forma, los arcedianos podían transformarse de simples pastores a hordas de guerreros furiosos sin explicación aparente. Y en parte, ese también es el efecto psicológico que toma el pánico en la vida social. Invisible para algunos, el pánico es invocado cuando el inevitable caos no puede ser explicado y a la vez que la sociedad se disgrega por medio del pánico se vuelve a unir.

El grado de temor va acompañado a lo dudoso de su carácter externo o interno. Cuenta el autor que durante el terremoto de San Francisco en Octubre de 1989, una multitud de gente se disponía a presenciar un importante encuentro entre San Francisco y Oakland para lo cual las “violentas sacudidas” no generaron el menor pánico; en otras ocasiones el pánico es generado cuando los espectadores se abarrotan en las salidas o las vallas aplastándose entre sí. Como sea el caso, el autor sugiere que dos corrientes académicas actualmente se ha predispuesto a estudiar el fenómeno del pánico en las sociedades, una la Escuela Francesa, y la otra la Americana. En este sentido, L. Crocq, exponente de la Escuela Francesa define al pánico como “miedo colectivo intenso, sentido simultáneamente por todos los individuos de una población, caracterizado por la regresión de las conciencias a un estadio arcaico, impulsivo y gregario, que se traduce en reacciones de desbandada de agitación desordenada, de violencia o de suicidio colectivo” (Dupuy, 1999: 41).

La definición precedente va asociada a una forma específica que caracteriza la forma en que la Escuela Francesa razona el problema del pánico en las masas, por yuxtaposición de opuestos a modo de explicación del problema (paradoja). De un lado, entrando al terreno individualista abordamos al pánico como una suma de reacciones individuales, muy similares todas ellas entre sí, surgidas de un mismo estímulo o situación. En estos casos, ante un mismo evento des-estructurante no existe una estructuración interactiva, sino que todos se mueven azarosamente por egoísmo y buscando su mejor resultado. En el centro de nuestro modelo teórico, la idea apunta a una explicación por medio de la imitación como mecanismo carente de espíritu crítico; en estas circunstancias, la psicología primitiva del ser humano florece cuando éste se identifica anónimamente con una masa que lo envuelve. Por último, una postura holista (en el otro extremo) indicaría que el pánico se da por acción de un “alma colectiva” de la propia masa por la cual se sustituye las conciencias individuales y con ellas los sentidos de la responsabilidad interna. Dentro de esta corriente, el pánico reforzaría los sentidos de pertenencia de los individuos hacia su grupo.

Sin embargo, diferente parece la explicación que ha planteado la Escuela Americana para la cual el fenómeno se explica mucho menos irracional y salvaje de lo que supone su par “la Francesa”. No es de extrañar que en la mayor parte de las situaciones de caos y crisis se esté muy lejos del pánico en sí mismo. Si bien éste implica un proceso de ruptura con las normas sociales, re-socialización, no sugiere la posibilidad de una individualización extrema. En estos estados colectivos, el sujeto no regresa a su estadio arcaico animal (como supone la escuela francesa) como así tampoco se encuentra sujeto a los instintos más primitivos, sino guiado por un intenso miedo busca una solución racional; es precisamente cuando no encuentra la salida o alternativas cuando se torna preso de la irracionalidad. El sentimiento de impotencia es un factor importante a analizar en la predisposición del individuo a esta clase de circunstancias, un cuando no el único. En este sentido, Dupuy agrega “aún hay algo más relevante: el pánico tiene tantas más posibilidades de desencadenarse en la medida en que la situación en la que nos encontramos sea culturalmente conocida como propicia a situaciones de pánico (por ejemplo, un incendio que se declara en un local cerrado atestado de gente). Esa creencia suministra un marco interpretativo pre-establecido en relación con el cual vamos a dar sentido al comportamiento de los demás” (ibid: 50).

Ahora bien, ¿cuál es la relación que Dupuy establece y anuncia en sus capítulos introductorios con respecto al mercado y el pánico?. Según el autor, el terreno de las catástrofes financieras y de los mercados parece predisponer en verdaderas situaciones de caos y desorden generalizado. En efecto, entre el mercado y la masa existe un mediador, el pánico. Siguiendo el principio freudiano y las contribuciones de G. Tarde con respecto a las masas, Dupuy sugiere que las masas se caracterizan por: a) un principio cohesionante (de origen libidinal) en el cual los diferentes individuos que la forman se mantienen unidos por una especie de sacrificio narcisista; b) la personificación de un jefe, figura por la cual la masa necesita de unidad pero paradójicamente sella el destino de su propia desintegración; el lazo libidinal une a cada uno con su jefe reforzando un “amor de objeto” depositando un “ideal del yo” en provecho de ese mismo objeto; como todos tienen por deposito el mismo objeto se fundan relaciones de reciprocidad entre los sujetos; y c) los fenómenos de contagio contribuyen una exageración de afectividad o una “exacerbación de las pasiones” que llevan a la masa a la irracionalidad.

El mercado, para Dupuy cumple las funciones arriba señaladas por cuanto funciona como un mecanismo automático auto regulado armonizando los amores y odios entre los individuos; individualidad, narcisismo y cálculo están al servicio de un supuesto bien común y la mesura. Siguiendo las contribuciones de A. Hirschman, infiere Dupuy, en una sociedad moderna donde la religión se presenta impotente para adoctrinar las voluntades individuales, el mercado se comporta como un sustituto (anónimo) y evita la descomposición colectiva. La idea que las pasiones son egoístas y violentas se supondría neutralizada en un campo donde primen las un libre juego de intereses lo suficientemente no tan fuertes ni tan débiles. En consecuencia, para nuestro autor, la masa se contrapone y se ubica contraria a los intereses del mercado negándola en sus tres pilares básicos, si la masa se caracteriza por su predominancia de la libido, el mercado lo hace por su dinámica egoísta; si la figura que comanda la masa es la del jefe, en el mercado el liderazgo es a-centrado; y si la masa basa su solidaridad por el contagio, el mercado hace lo propio por la protección y erradicación de todo tipo de emociones.

Tenemos, entonces, dos elementos que se ubican por oposición y deben ser reconstruidos. El grueso del colectivo deposita en su líder la seguridad y la confianza reforzando asimismo su afectividad y el narcisismo del jefe. Sin embargo, cuando por algún motivo esa figura protagónica desaparece, el pánico se apodera de la masa desintegrando todas las relaciones que Freud llama “libidinales”; cada miembro ahora se encuentra con su propio narcisismo y egoísmo. En la lógica de mercado, totalmente anárquica, se da lo que Dupuy denomina “la negación de la masa”. Surgen entonces, tres paradojas que deben ser resueltas.

La primera de ellas, se relaciona con la figura del jefe quien centraliza su narcisismo mientras todos han renunciado al propio; el jefe a la vez que simula amar a sus seguidores en el fondo los desprecia. El autor resuelve esta encrucijada poniendo en tela de juicio la idea misma del “narcisismo freudiano”. En efecto, como sostuvo Girard (1961), Dupuy sugiere que nadie puede amarse asimismo más de lo que ama a otros y los otros le aman a él, por lo tanto bajo la figura del “pseudo-narcisismo”, el autor afirma “en el pseudo narcisismo, el jefe puede amarse a sí mismo porque imita el amor que los demás le profesan. A la inversa, los demás le aman porque imitan el amor que el jefe tiene a sí mismo. Luego, puede decirse que el pseudo-narcisismo es producido por aquello que él produce: el amor a los demás” (Dupuy, 1999: 79). La excepcionalidad del jefe no es propia de sus características intrínsecas, sino parte de lo percibido y construido por el sistema.

La segunda paradoja radica en que el pánico es esencia de la masa pero a la vez la disgrega. Siguiendo ésta misma línea explicativa, Dupuy propone abordar la paradoja asumiendo que el pánico asume el punto crítico (endógeno) que antes ocupaba el jefe, no se le opone, sino que lo sustituye. Generalmente, en el pánico cuando el caudillo se ha dado a la fuga, surge un nuevo representante que controla o intenta controlar la situación. En consecuencia, tanto el orden como el desorden se estructuran en torno a un punto endógeno fijo, espacio que no es pre-existente sino fundante del sistema.

La tercera paradoja se relaciona al contagio del pánico. Si suponemos que el pánico rompe con los lazos dibidinales, es imposible asumir que se propaga por contagio o imitación cuando son precisamente éstas últimas las responsables del “lazo libidinal”. Del pasaje de la masa al estado de pánico asegura Dupuy el contagio continúa presente. En este punto el autor sugiere “la forma del pánico es la de una comunicación de elementos de una totalidad por mediación de uno o varios rasgos emergentes de esa totalidad considerada como trascendente, aun cuando sólo es auto-trascendente, es decir que son los propios elementos los que la hacen emerger” (ibid: 81). En una fuga pánico, los involucrados ya no toman como referente las acciones del vecino, como suponía Freud según su noción de lazo identificatorio, sino que copian sus parámetros de una “imitación generalizada” como rasgos emergentes pero a la vez constitutivos de la masa.

En analogía, los agentes de mercado también actúan por una imitación generalizada cuando influidos por precios que son objetivamente fijados como externos, en realidad emergen del juego que da la propia interacción de mercado. Luego de lo expuesto, el autor sugiere interesantes análisis sobre la racionalidad del mercado y la Némesis de la especulación. En resumen, la tesis principal de su trabajo es “la imitación se presenta entonces como la forma racional de administrar la incertidumbre… el sentido de estos avances se puede resumir con una fórmula que es mucho más que un mero juego de palabras: el mercado contiene el pánico, en los dos sentidos de la palabra, refrena su avance pero lo lleva dentro de sí”. (ibid: 83). Empero, ¿no cae Dupuy en la misma paradoja que entonces ha intentado deconstruir con su método?. La respuesta es: definitivamente.

Evidentemente, se observa en Dupuy –como abiertamente lo explica él mismo- una importante influencia durkheimiana en la estructuración micro-macro de la sociedad. Durkheim suponía erróneamente que los hechos sociales podían ser estudiados “como cosas” objetivas que se imponían por sobre las relaciones humanas, pero sin embargo, las sociedades como “los cultos religiosos” eran construcciones (proyecciones) propias de los individuos y sus relaciones. En consecuencia, Durkheim consternado por dilucidar cual era el origen y lo que mantiene unida a la sociedad cae en la misma paradoja que intenta explicar, al anteponer por adelantado la explicación de aquello que quiere deducir (Durkheim, 1982). Este aspecto ha sido brillantemente advertido y criticado por Claude Lévi-Strauss por cuanto las estructuras del orden cultural se presentan en oposición binaria con el orden natural. Los hombres observan las relaciones entre las diferentes especies animales y las reproducen en sus relaciones entre clanes. Pero esta forma de organización, no es una construcción social sino parte del propio cerebro humano y la dinámica binaria que tanto revuelo armó dentro de la antropología. (Lévi-Strauss, 2003). Un problema que ya venía de la filosofía russoneana y hobbessiana de siglos anteriores.

Como sea el caso y a pesar de los obstáculos metodológicos reseñados, el trabajo del profesor Dupuy resulta de particular interés ya que revela una relación dialéctica entre el pánico como elemento estructurante de los grupos sociales (constituidos o no) con respecto a la lógica legal-racional e impersonal del mercado. En efecto, sus contribuciones son altamente valoradas en contextos actuales en donde las crisis financieras acaecidas en el seno de Wall Street en los Estados Unidos de América han desatado un gran pavor y pánico en el mundo entero a fines de 2008. Un libro que brillantemente fue escrito en 1991 y publicado en español en 1999 -pero curiosamente poco estudiado en el mundo iberoamericano- permite comprender los más recientes hechos, signo de su seriedad y consistencia académica. Claro que si suponemos que el mercado contiene racionalmente al pánico pero a la vez lo lleva dentro, quizás no resolvamos la paradoja pero sí podamos explicar los acontecimientos por venir.

Referencias

Dupuy, J. P. (1999). El Pánico. Barcelona, Gedisa.

Durkheim, E. (1982). Las formas elementales de la vida religiosa. Madrid, Editorial Akal.

Lévi-Strauss, C. (2003) El Pensamiento Salvaje. Buenos Aires, Prometeo Libros.


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