Contribuciones a la Economía


"Contribuciones a la Economía" es una revista académica con el
Número Internacional Normalizado de Publicaciones Seriadas
ISSN 1696-8360

 

HETEROGÉNESIS MEDIÁTICA (*)

 

Amalia Carrique
liacarri@arnet.com.ar
Edgardo Adrián López (**)
edadrianlopez@yahoo.com


 

 

“La ceguera está en el centro del dispositivo de las próximas ‘máquinas de visión’, y la producción de una visión sin mirada no es en sí misma más que la reproducción de un intenso enceguecimiento ... que se convertirá en una última forma de industrialización: la industrialización de la no mirada”

Paul Virilio

“Mensajeros de un enorme Estado que no conocemos, los miserables erran, se esconden, hablan poco, extienden la mano, desaparecen ... aparecen de repente en una curva del camino: fantasmas reales penetrando nuestras realidades ilusorias”

Michel Serres
 


Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Carrique y Adrián López: "Heterogénesis mediática" en Contribuciones a la Economía, abril 2009 en http://www.eumed.net/ce/2009a/



 I

Nuestro horizonte contemporáneo, además de estar en la frontera trazada por el fin de siglo, se encuentra en el marco de las relaciones complejas entre el neo/capitalismo, la Videosfera, en la que aparece una alteridad mediada por los tópicos, y las diferencias Norte-Sur o Primer Mundo/Tercer Mundo(1).

Si bien en el capitalismo existió una diferencia de desarrollo entre un centro dinámico y una periferia encargada de financiar el crecimiento de las fuerzas productivas en aquel núcleo, esa diferencia tuvo su historia. La lenta etapa de crecimiento del capital comercial (s.XI-XIV), la subordinación superficial del trabajo precapitalista (s. XIV/XV), la industria doméstica (s. XVI-XVIII), la traumática acumulación primitiva (s. XIV/XVIII) y la manufactura (s. XVI-XVIII), ya suponían una división del trabajo que, luego de constituirse en los sectores cercanos al Mediterráneo, el “descubrimiento” de América llevó más allá. En toda esta fase de larga duración (que incluye la intervención posterior de Gran Bretaña como potencia/eje del mercado mundial), la periferia ocupó el lugar de proveedora de materias primas y, hacia el siglo XX, de productora de bienes-salario (carne y trigo). Ello se debe a que en cualquier clase de forma genética de riqueza siempre existen dos grandes esferas de producción que en el caso del capitalismo, se estructuran hacia “afuera”: a) el nivel de la explotación de los recursos naturales, y de la creación de materias primas y de medios de subsistencia (esfera II); b) el plano de la producción de medios de producción (máquinas, herramientas, etc. -esfera I). Lo que afirmamos es que, si bien en el modo de producción actual, centro y periferia se constituyeron con base en los dos niveles citados, la división del trabajo correspondiente adoptó distintos aspectos.

Es así que luego del ocaso de la hegemonía británica y del ascenso de la norteamericana, la periferia no fue sencillamente productora de medios de subsistencia, sino que en ella surgieron ciertos procesos de industrialización y de aparición de servicios, (en el caso de América Latina, nos ubicamos en las fases de la industria liviana de sustitución de importaciones, del desarrollismo y de los golpes de Estado). Nuestra época se caracteriza por un neoliberalismo a ultranza (importaciones), presión financiera a través de la Deuda, exportación de bienes/salario e incapacidad progresiva para abastecer el consumo interno. Mientras, el centro se “preocupa” en crear un “proto-Estado” mundial/gendarme(2), expulsa capitales especulativos, se desarrolla en tecnología de punta (en medios de comunicación y en informática, etc.), vende medios de subsistencia, explota con las multinacionales directamente los recursos y materias primas de la periferia (la vieja asociación con las burguesías locales quedó plus ou moins, atrás) e instala servicios(3).

Las tres gruesas, someras y rápidas escanciones en la historia en la división intercontinental de las labores que acabamos de abocetar, también implicaron distintas composiciones orgánicas del capital (relación entre el salario, y los medios de producción, la tecnología y la ciencia), al igual que disímiles vínculos entre la acumulación y la reproducción en escala ampliada(4). Como se sabe, la escisión entre centro y periferia se corresponde con una desigual composición técnico-científica del capital; en la actualidad esa composición se hace más contrastante en el ámbito de la esfera I, dado que en la II las inversiones de las grandes corporaciones reducen, en parte, la brecha.

En cuanto a la acumulación y reproducción, podemos distinguir fases en las que la acumulación se diferencia de la reproducción y otras en las que no. E. g., la acumulación primitiva del capital es específicamente distinta de la reproducción en escala ampliada, posterior a la manufactura, en la cual, no obstante, acumulación y reproducción coincidían. En la etapa del imperialismo existe de nuevo una forma de acumulación distinta de la reproducción, para luego dar lugar a una (que concuerda con el período de entreguerras y con la aparición de los países no alineados) en la que ambos movimientos son indisociables. Desde los ‘80 hasta ahora parece actuar un ciclo de acumulación que, mediante la globalización y la reducción de cualquier alteridad opuesta al capital occidental, prepara otro en el que la reproducción guíe los ritmos.

Ahora bien, desde la etapa de paso de los feudalismos al capitalismo, y desde la fase intrincada de transición de las múltiples formas de economía y sociedad pre burguesas hacia el capitalismo, hasta la automatización completa que se avizora en el futuro, podemos remarcar cinco formas de subordinación de las tareas al capital, las cuales acompañaron las distintas formas de reparto internacional del trabajo ya expuestas(5). Luego del dominio del capital comercial en los s. XIV-XVI en Europa y en la periferia, empezó a explotarse la tarea para valorizar capital, pero sin pasar a través de la mediación del salario. El capital empleó las formas de uso de la tarea humana que poseían rasgos precapitalistas; esta subordinación del trabajo al capital se denomina “ideal” (Marx 1976: 59, 73, 82, 87/89), la que, en regiones como América Latina, se extendió hasta el s. XVII ó XVIII(6). A esta inclusión del trabajo, le sigue la formal (que, en Europa, es claramente la época de la manufactura), la cual dura en nuestras naciones hasta las primeras décadas del s. XX, puesto que en muchas de ellas la forma-salario no es pura ni principal (en algunos sitios, perdura la “papeleta de conchabo”). De ello se entiende que el sometimiento real del trabajo al capital, tanto en Europa como en el resto del planeta, debe situarse después de la Primera Gran Guerra. El auge de esta dependencia es coetánea con una sujeción ideal desarrollada, que implica la explotación de los servicios (medios de transporte, espectáculos, educación, medicina, etc.) por el capital. Pero la subsunción total del trabajo (que se correlaciona con una automatización progresiva de la génesis de tesoro, con la disolución contradictoria de la ley del valor como medida de la riqueza, con la explotación de la combinación social de las fuerzas productivas y con el rol del hombre como mero supervisor de todo el proceso), todavía no es más que una posibilidad abstracta (Marx 1973: 227/229, 376). En consecuencia, estamos en una fase en la que se desarrollan al máximo la inclusión real del trabajo al capital bajo la figura de un tardocapitalismo; es decir, el capitalismo post-moderno no es más que una pequeña prueba sobre lo que la sociedad burguesa aun nos depara.

II

El contexto histórico brevemente esbozado es el marco en el cual se desplegó lo que, con Regis Debray (1994: 176), denominamos Videosfera. Sin embargo, creemos que existe una estrecha relación entre la espectralización que es propia de la forma/mercancía como tal (que ya tiene milenios de historia) y la que se agudiza con el capitalismo, el dominio de la mediosfera y de los tópicos (aunque no estipulamos una causalidad lineal, mecanicista y unidimensional). La forma mercancía que aparece con el trueque, pero que se desarrolla cuando surge el dinero, supone un doble proceso de fantasmatización: por un lado, el valor de uso o tesoro concreto es subordinado a la necesidad de intercambio que está implícita en la mercancía; por el otro, el valor de cambio en sí mismo es un ente que, al estar despegado de su utilidad inmediata, opera a modo de una cosa real-irreal, comprensible/incomprensible, concreta-abstracta, sensible/suprasensible, aprehensible-inaprehensible, etc.(7). La fantasmatización del valor de uso y de cambio se agudiza aun más en el capitalismo, dado que en él, el crédito y las distintas clases de dinero, tornan más intangibles las riquezas. La citada espectralización se encuentra asociada a una proliferación de imágenes, por cuanto el tesoro social, al transitar por el mercado, necesita publicitarse. Esta multiplicación de “simulacras” pasó a ser incontenible a partir del despliegue vertiginoso de los medios de comunicación, los que, al ser el Discurso de todos los discursos (todo está mas(s)mediatizado), son una mediosfera. Empero, es pertinente aclarar que los “eidolas” son en realidad tópicos. Según Deleuze (1987: 35), las imágenes colonizadas por los juegos de poder cincelan tópicos y las imágenes únicamente aparecen cuando somos capaces de desprendernos de ellos. Incluso Regis Debray (1994: 254) postula que, como la alteridad se encuentra mediológicamente borrada, sólo observamos visuales. Ello permitiría llevar a cabo una clasificación(8) de algunas topicalizaciones asociadas al tardo/capitalismo. Así por ejemplo, existen tópicos-precios (expresión monetaria de lo existente). Los tópicos/axiológicos son las imágenes con las que miramos lo otro, con las que los otros nos ven y las que formamos de nosotros. Casi siempre, suele ocultarse al otro tras una rostrificación (otro tópico más). En el fondo, este peculiar movimiento podría explicarse como una “caricatura”, donde se exageran ciertos rasgos del otro, el cual aparece tipificado, negándole así toda su complejidad humana. El proceso de rostrificación origina un “rostro-imagen”, un “rostral”. Es la “huella” que deja en las caras las prácticas sociales y los roles que cumplimos en ellas: el locutor de un telenoticiero, sólo puede permitirse un “rostral” impertérrito y sin pasiones frente a las noticias que comunica.

Los tópicos están en todas partes y bajo variadas formas; los figurales se encuentran con gran abundancia en el discurso publicitario y en el de la moda, aunque no exclusivamente. Se trata de lo lingüístico vuelto imagen, id est, no importa qué se dice, sino el peso que adquiere la materialidad del significante: más que el contenido, el soporte de dicha atribución pone de relieve el acto de atribución en sí mismo, como serían la marca y el logotipo. Según Andrea Semprini (1995: 15/47), éstos no pueden eludirse pues son un factor vital en el terreno de la producción, distribución y consumo de bienes de servicio. El acto de marcar está dirigido a la identificación, apropiación y diferenciación de la mercancía. No sólo está unido a las prácticas comerciales y de marketing, pues también existe en forma de sello, estampilla, firma y etiqueta. Una mercancía sin nombre es invisible, transparente, queda fuera del mercado. La marca es pues, un aparato semiótico integrado por piezas dispares como nombres, sonidos, conceptos, objetos, sueños, deseos, para crear un universo de significación en torno a un objeto social. Es igualmente, mercancía de la mercancía; un tópico-fractal(9) (incluso, cierta lectura de Marx, nos “autorizaría” a sostener que el valor de cambio es ya un tópico/fractal o un “atractor”). La marca semantiza el valor con notas tan específicas que, en un primer momento, se cristaliza, pero como existe un movimiento entrópico en la marca, una tendencia a perder fuerza y presencia con el tiempo, debe conseguir un elevado grado de adhesión, afectividad y complicidad con los consumidores. Para eso son indispensables la precisión, la claridad y la coherencia de los discursos generados por ella, además de pequeñas variaciones que la resemantizan volviéndola novedosa.

Otra topicalización interesante la presentan los clonales, aquello que repite e insiste sin variantes ni posibilidades de intervenir creativamente. Las telenovelas tienen siempre el mismo esquema narrativo de base con alteraciones mínimas para adaptarlas al contexto histórico.

Las imágenes virtuales están relacionadas con el problema del tiempo y la memoria (Deleuze 1986: 113, nota 16): en el presente están el pasado y el futuro virtuales, fluyendo constantemente en él; el recuerdo (imágenes virtuales) no sería otra cosa que pasado en presente o presente/pasado. La memoria siempre situada en un presente, no recupera todo el pasado virtual, sino un bloque, una heterogeneidad. Cuando las imágenes virtuales surgen del recuerdo, el trabajo de la memoria hace que la conciencia salte hacia un círculo virtual del pasado, tome de él una sección y lo “inserte” en ese presente del cual había partido. El pasado siempre está en bloque con el presente. En el film Un instante de inocencia, el presente presiona al pasado de tal modo que no se puede reconstituir; en realidad jamás se lo recupera sino que se lo construye, se lo inventa teñido con nuestros deseos presentes. “La memoria es una forma del olvido” dijo Jorge Luis Borges, para referirse a esa imposibilidad de rescatar algo del pasado. Sin embargo, existen algunos virtuales que tratan de ser una prisión insalvable para los sujetos. Es lo que se hace ostensible en los sistemas informatizados que controlan la evasión impositiva, a partir de la conversión del ciudadano en una base de datos que lo domina a distancia y al aire libre; lo que Paul Virilio (1996: 2-3) y Gilles Deleuze (1990) denominan “sociedad de control”. A estos virtuales/tópicos le corresponden, a su vez, dividuales(10), es decir, “imágenes” informáticas que posicionan a los sujetos en una red de poder cibernética; en realidad son como espectros que nos acompañan con su ausencia. A propósito, otra forma de imagen son los espectrales, los cuales se presentan como algo fantasmático, ominoso, presencia temible que nunca acaba de definirse ni desdibujarse plenamente. Una visibilidad ambigua de la no-presencia, un temor ante algo que no se sabe cómo ni cuando se materializará. Pero las imágenes espectrales pueden darse también en un ámbito mayor, con relación a cómo los hombres “objetivan” sus energías, flujos, deseos, necesidades, fuerzas, bienes internos, etc., en potencias exteriores que los oprimen. Estas se dividen en potencias semióticas, como los mitos, religiones, creencias, tradiciones, filosofías, arte y ciencia; y en poderes materiales (propiedad privada, riqueza, medios de producción, etc.). Tanto las potencias semiósicas, como los poderes materiales son creados por el hombre para controlar el mundo pero, paradójicamente, termina siendo su esclavo. Esto presupone un inmenso proceso de espectralización que consiste en el dominio de lo muerto sobre lo vivo; el poder de la estructura (estrato) sobre el proceso; la reducción de la multiplicidad del presente y del futuro por un pasado lineal y el imperio de lo fijo sobre el movimiento.

El proceso de espectralización en el caso de las potencias materiales, hace que el tiempo de vida sea reducido a tiempo de trabajo, de modo que el placer, el disfrute y la creatividad se empobrezcan sin remedio. El tiempo de labor ocasiona que la temporalidad se estructure como medida y sucesión, para que la singularidad y multiplicidad de los instantes y de los acontecimientos sean subordinados a un tiempo/sentido, a un tiempo muerto. A este tópico (temporales) se le opondría una imagen liberada de esa linealidad, “eidola” que sería imagen-tiempo. A propósito, el amigo de Wolff (1973: 306) dice: “El trabajo es el fuego vivo, formador; la transitoriedad de las cosas, su temporalidad, así como su modelación por el tiempo vivo”.

El tiempo de trabajo es así una norma ciega, rígida y dura que no se puede controlar y cuando esto sucede, los espectrales se topicalizan. Ahora bien, como los espectrales se pueden fractalizar porque no se materializan sino por fragmentos, la otra clase de imagen que escapa del tópico serían ciertos fractales, “simulacras” que se repiten al infinito quebrados por líneas de fuerza. La televisión cuenta con este recurso entre sus estrategias técnico-discursivas (un monitor dentro de un televisor que repite la imagen en la que él está incluido) para crear un efecto de apertura, de liberación del espacio cerrado televisual y propicio a interpretaciones más ricas y lábiles. Al respecto, otra imagen que consigue una emancipación de lo espacial es el holograma.

Ahora bien, el valor de cambio no sólo implica, como dijimos, espectralización y topicalización, sino también la oposición entre usuarios y consumidores. Según Alba Rico (1995: 58/59), la pulsión de consumo por cosas que no tengan marcas de uso, ocasiona que los objetos tengan valor sólo en su instante de prístina pureza. Todo envejece luego de su adquisición, incluso ante la simple intención de compra. En esta lógica, las mercancías no deben tener ninguna huella del proceso de fabricación, ni de uso; el otro debe estar siempre excluido. Los consumidores pertenecen al llamado “primer mundo” y a las clases dominantes del “tercero”. Por el contrario, el usuario abusa del objeto, “... rebaja el objeto; (lo hace) un infraobjeto, un menos-objeto ...”, desgastado y deteriorado. “El cuerpo del usuario no oculta ni la muerte ni la basura; convive con ambas ... Las cosas se usan y conservan su valor de uso mientras dura su vida natural” (Alba Rico 1995: 46/47). Las sociedades de usuarios son en consecuencia, las naciones del mundo subdesarrollado, de la periferia capitalista. Sin embargo, no se es usuario por elección sino por carencias económicas, ya que en él también existe la subjetividad capitalista del consumo, estimulada por los media. Dicha subjetividad es imprescindible en un sistema basado en la compra-venta de mercancías con vistas a la realización de la plusvalía en ganancia. Pero precisamente como el ser usuario tiene lugar en el espacio de la vida cotidiana, es decir, de la praxis, su materialidad puede horadar los tópicos(11). Esta fisura permite llegar a las imágenes en su desnuda belleza, singularidad y horror a través de los virtuales, los espectrales positivos, los fractales y los hologramas, los cuales, como afirmamos, colaboran en ello(12). Deleuze (1987: 35/37) esculpe que un tópico es una imagen que nos impide percibir la cosa o la imagen entera; “... percibimos siempre menos, percibimos lo que estamos interesados en percibir ... a causa de nuestros intereses económicos, de nuestras creencias ideológicas ... (De) ordinario no percibimos más que tópicos ... (La) imagen hace surgir la cosa en sí ..., literalmente, ... en su carácter radical o injustificable ... (Hay que) arrancar a los tópicos una verdadera imagen, (aunque ella) no (cese) de caer en el estado de tópico ...”.

La reproducción de los mismos a través de los medios, es, a pesar de su aparente novedad, una constante en la historia de la especie. Todas las sociedades usaron de medios técnicos acordes a su grado de necesidad y desarrollo y funcionaron como un “a priori” histórico de la percepción sensorial; esbozado con otras palabras, percibimos según la tecnología medial. Ella “programa” nuestros sentidos que ya estaban previamente planificados desde su origen como “interpretadores” de la “realidad”. Percibir no es otra cosa que una operación interna que implica establecer relaciones, evaluarlas y sobre esas evaluaciones se calcula y construye las imágenes dentro de nuestro sistema nervioso central. “No hay” un mundo de objetos “externos”, independientes de nosotros, que conocemos y nos informan para que adecuemos nuestra conducta a ellos. Los sentidos no reflejan nada: e. g., los ojos captan algunos aspectos de las imágenes invertidas que sólo terminan de “completarse” con difíciles procesos que la mente realiza. En la mayoría de las asociaciones humanas, operan “órganos sociales” que no envuelven únicamente a lo biológico, sino a los medios técnicos, pues para ver, oír y hacer, los sentidos y la acción tienen que estar semiotizados. Aparecen capas de semiotización sucesivas que restauran, a través de una tecnología medial, regímenes de imagen, topicalizaciones y alteridad. En las sociedades de clase, especialmente en aquellas pertenecientes al modo de producción capitalista, el otro es obligado a entablar una demanda simbólica en la que se ve bajo la mirada del amo. Con otros giros, los medios transportan de modo persistente tópicos que reducen la multiversidad del otro; venimos a re-presentar lo extranjero, la raza, el trabajo ilegal, la frontera, la miseria, el contagio, lo pintoresco. Kristeva (1994: 30/31) afirma que en relación con la “extranjeridad”: “... existen los paternalistas, los paranoicos y los perversos, (los cuales) tienen cada uno a su extranjero predilecto ... Los paternalistas ... comprenden, ... se compadecen, ... aprecian nuestros talentos, (pero) bajo la condición de mostrar que ... tienen ‘más’ -más dolor, más saber, más poder, incluyendo el de poder ayudarnos a sobre/vivir. (Para los) paranoicos, ... ninguno es más excluido que ellos y, (a fin de) demostrarlo, eligen como telón de fondo de su delirio un excluido de base, un extranjero común, que será el confidente predilecto de las persecuciones, de las que ellos mismos sufren aun más que él -antes de ‘descubrir’ en ese extranjero ‘stricto sensu’ al usurpador y a una de las causas de su infelicidad, pues si el mundo no lo comprende, es precisamente porque ‘los extranjeros monopolizan ahora todo el interés de la opinión pública’ ... (Finalmente, los) perversos ... de buen grado alojarían ... un extranjero ... (a cambio) de una esclavitud sexual o moral que le sería ofrecida viciosamente, inocentemente ...”. Es por ello que la teoría pêcheauxtiana de la enunciación(13) nos sirve para entender este juego de miradas, la que establece las siguientes formaciones “imaginarias”:

1) la imagen del enunciador (A) respecto a sí mismo;

2) en relación con la imagen que el enunciatario (B) tiene sobre (A);

3) la imagen de (A) sobre (B);

4) la imagen de (A) en relación con el tema-objeto (R);

5) la imagen de (A) respecto a la imagen que tiene (B) sobre (R). Las mismas “simulacras” se forman en el caso de (B) (cf. Pêcheux 1978: 49).

No obstante, cabe aclarar que el concepto más adecuado a nuestros fines sería el de “tópico” en lugar de “imagen”, aunque se tratarían de formaciones imaginarias en el sentido lacaniano.

Mediante esta escenificación topicalizada se nos asignan rostros y lugares que, debido a nuestra situación política y económica, no podemos subvertir más que con las armas de lo inverosímil, lo no previsto, el silencio. Por ejemplo, la guerrilla zapatista del sudoeste de Chiapas (México), aprovechó el espacio mediológico de las fantasmatizaciones topicalizadas. Sin embargo, las máscaras no ofrecieron identidad que pudiera ser atrapada, rostrificada. Cuando los grupos hegemónicos nacionales e internacionales comprobaron que la inteligencia mediática del zapatismo obtenía consenso y legitimidad, fueron negativamente espectralizados con el silencio. Lo anónimo retornó así a la espesura de la selva Lacandona. El rizoma/guerrilla abrió un proceso de heterogénesis en lo medial y contra él; una alteridad polimorfa no topicalizable.

NOTAS

* El artículo fue interpelado en el Congreso Internacional Encuentro de Fin de Siglo. Latinoamérica: utopías, realidades y proyectos, organizado del 03 al 05 de noviembre en la Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta (UNSa.), Salta capital, Pcia. de Salta, Argentina.

La ponencia fue diseminada en , abril de 2009, en.

** Una es Prof. Regular Adjunta en Comprensión y Producción de Textos de la Carrera de Letras y de la Carrera de Ciencias de la Comunicación, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta (UNSa.), Salta capital, Pcia. de Salta, Argentina.

El otro es Doctor en Humanidades con Orientación en Historia, Prof. Adjunto interino de Sociología, Carrera de Ciencias de la Educación, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta (UNSa.), Salta capital, Pcia. de Salta, Argentina.

(1) Somos conscientes de que casi desde el mismo instante en que las nociones de Primer Mundo-Tercer Mundo o “centro”/”periferia” fueron articuladas para entender el despliegue histórico del capital en el mercado planetario, aquellas fueron criticadas por su insuficiencia, excesiva simplificación o por su carga ideológica. Incluso, algunos pos-estructuralistas radicales (como Deleuze, Guattari y Toni Negri) sugieren que tales categorías no contemplan la conformación de bolsones de pobreza y desocupación en las naciones industrializadas, y la aparición de zonas de inversión cero en el globo, que serían un cuarto y quinto mundos. Aunque estos fenómenos son reales, no nos parece que impliquen la necesidad de desechar tales conceptos, especialmente si se los define en atención a la dinámica de acumulación y de división internacional del trabajo.

(2) Heinz Dieterich (1996: 66/67) opina que “los Estados dominantes del Primer Mundo juegan un papel dinámico en el desarrollo de estructuras regionales y mundiales del poder estatal. Ante el desfase entre el desarrollo de la base productiva de la sociedad global y ... sus superestructuras ..., los sectores hegemónicos de la clase política (planetaria) procuran avanzar la integración de las fragmentarias estructuras del protoestado mundial ...”.

(3) El fenómeno de la extensión de los servicios es tan esencial, que muchos analistas llegan a caracterizar el capitalismo tardío como un capitalismo de servicios. Sin embargo, este fenómeno se corresponde con la aparición de una clase de subordinación del trabajo al capital que se comentará en el curso del artículo.

(4) Estas variables debieran corresponderse con una discusión en torno a la tasa media de ganancia y su descenso secular, y a los procesos que se enlazaron tanto con la conservación de un nivel relativamente estable de dicha tasa, como con la capacidad de supervivencia y reestructuración del capital. No obstante, un estudio de esa envergadura nos alejaría de los objetivos particulares del artículo.

(5) Es conocido que tradicionalmente, fueron establecidos dos tipos de subsunciones de la tarea al capital, pero una relectura de algunos breves pasajes de las obras de Marx nos condujo a otros resultados.

(6) Cincelar el concepto “subsunción ideal del trabajo al capital” permitiría explicar tal vez, por qué en ciertas ramas de la producción de la época colonial, con un modo precapitalista claramente dominante, existe valorización del capital más allá de lo que permitiría la referencia al “capital comercial”. Acaso esa sea la situación de las plantaciones de azúcar y de café del Brasil de los s. XVI, XVII y parte del XVIII, pero sólo una indagación monográfica detallada y parsimoniosa, podría amortiguar, reformular, confirmar, desmentir lo que es imposible debatir en los márgenes de una nota...

(7) El admirado por Engels se refiere a distintas clases de espectros (la mercancía, el dinero, las ideologías, las instituciones, el estado, etc.) que, al igual que el valor de cambio y a pesar de ser objetos semióticos creados por el hombre, lo dominan.

(8) Además de los tópicos indicados pueden sugerirse otros que saturan el espacio mediático:

tópicos-memoria (memoriales);

tópicos/fórmulas (formulares -las “líneas” encajadas en formatos preestablecidos);

tópicos/ritual (rituales);

tópicos-archivo (reservales);

tópicos/lectura (lectales -la Grafosfera occidental impuso la lectura izquierda/derecha);

tópicos-series (seriales -imposición de una cadena de mando o serie);

topoidales (imágenes desencantadas del espacio);

gestuales (poses estereotipadas -fotos familiares);

yoidales (el “yo” expuesto en un “simulacra” -la foto del documento);

tópicos/pasiones (formas canonizadas de sensibilidad);

tópicos-deseos (los “caprichos” estimulados por el realismo capitalista);

tópicos/enunciaciones (modos de trato altamente codificados; expectativas de acción; etc.);

tópicos-perlocutorios (las “imágenes” cristalizadas en relación con los lugares de enunciación).

(9) Es conocido que los cuerpos celestes varían de dimensiones que abarcan desde el polvo interestelar, hasta cúmulos de estrellas, asteroides como planetas “enanos”, aglomeraciones de galaxias, etc., por lo que sería creíble que los “fractales” no son sólo geométricos, sino “conceptuales”: habría fractales “organizacionales”, de procesos, de estructuras, entre otros.

(10) Para el concepto de “dividual” en otro sentido, ir a Gilles Deleuze (1990).

(11) Las prácticas sociales, al ser lo más variable, lábil y vivo (dentro de la topicalización que imponen los discursos), hacen viable subvertir cualquier proceso semiótico “estratificante”.

(12) En la “eidola” existe cierta geometría que la compone (punto, líneas de tensión, encuadre, fuera de campo y ejes -arriba/abajo, izquierda-derecha, etc.) que es a su vez, atravesada por una geometría del poder y de lo social. Acaso un modo que tenga la imagen de escapar de esta doble geometría sea suscitar en ella y más allá de ella, un no lugar. La foto/tópico de Ernesto Che Guevara, reabsorbida por el sistema, tiene un no lugar “expresado” en esa mirada melancólica que “ve” esa atopía, como si fuese una promesa desvinculada de cualquier clase de terror.

(13) El modelo de Pêcheux acaso acepte otras topicalizaciones, con lo cual la propuesta quedaría como sigue:

1- Imagen de (A) respecto a sí mismo;

2- Imagen de (A) en relación con la imagen que el enunciatario (B) tiene sobre (A);

3- Imagen que (A) posee acerca de (B);

4- Imagen de (A) sobre la imagen que (A) “proyecta” con relación a (B);

5- Imagen de (A) sobre la enunciación en su conjunto;

6- Imagen de (A) respecto a su imagen “proyectada” sobre la enunciación;

7- Imagen de (A) acerca de su propia enunciación;

8- Imagen de (A) respecto a su imagen “proyectada” acerca de su propia enunciación;

9- Imagen de (A) respecto al tema/objeto (R);

10- Imagen de (A) sobre la imagen de (B) respecto a (R);

11- Imagen de (A) acerca de la imagen que (A) “exterioriza” sobre (R);

12- Imagen de (A) sobre los lugares perlocutorios de enunciación;

13- Imagen de (A) acerca de la imagen de (B) respecto a dichos lugares;

14- Imagen de (A) sobre la imagen que (A) “exterioriza” acerca de cómo (B) entiende los lugares señalados.

Para el caso del enunciatario (B) se realiza idéntico procedimiento.

BIBLIOGRAFÍA

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