Contribuciones a la Economía


"Contribuciones a la Economía" es una revista académica con el
Número Internacional Normalizado de Publicaciones Seriadas
ISSN 16968360

 

ALGUNOS COMPONENTES DE LA “MITOSOCIOLOGÍA” DE MAX WEBER

 

Adrián López
edadrianlopez@gmail.com

 

Al contrario de lo que se supone, entre los siglos XVI y XVIII hubo en lugares como Gran Bretaña, un complejo sistema “... de protección del campesino ... contra el señor feudal”

Max Weber

En diversas regiones de Inglaterra, la “inmensa mayoría de la población estaba compuesta (en las postrimerías del siglo XIV), y más enteramente aun en el siglo XV, de campesinos ... que cultivaban sus propias tierras ... En guerra abierta con la realeza y el Parlamento, los grandes señores crearon un proletariado mucho más considerable, al usurpar los bienes comunales de los campesinos y expulsarlos del suelo que poseían ...”

Karl Heinrich Marx

Freud "... tiene la dicha de que no vaya tras él la jauría universitaria"

Jacques Lacan
 


Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
López, A.
: "Algunos componentes de la “mitosociología” de Max Weber" en Contribuciones a la Economía, marzo 2008 en http://www.eumed.net/ce/2008a/


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Tal como lo hemos planteado en una comunicación leída en el marco de estas Jornadas, el “sociologismo” de Durkheim, Weber, Elias y Parsons , entre otros referentes idolatrados académicamente, se presta a una deconstrucción materialista que entienda que existe una solidaridad discursiva (a) entre una reflexión obsesa acerca del Método y la delimitación de lo “normal”, “patológico” , “razonable” , etc. en la práctica científica. A su vez, la puesta en acto de una tal acción (b) supone incurrir en numerosas cuestiones no diluidas con éxito.

Por lo demás, apreciamos una serie de atolladeros ideológicos en una alternativa que procura deslindar acontecimientos y valores (c).

I

Salvo las apreciaciones vertidas en el campo del materialismo crítico (que mal se conoce con el impreciso nombre de “marxismo”), no estamos informados de un desmoronamiento en regla de Weber. Lo que encontramos a nuestro paso, son desde exposiciones sistemáticas de su pensamiento sin atisbo de oposición , hasta panegíricos efectuados a los fines de insertar en las instituciones académicas que combaten furiosamente a Marx y a ciertos marxistas, un “culto a la personalidad” próximo a lo que sucedía con los patronímicos de los canonizados en la frustrada ex URSS.

Pocos o ninguno son los que públicamente cuestionaron la misoginia de Weber , su elitismo , el racismo a veces intemperado con el que tropezaba , su militarismo y nacionalismo , su lucha contra el socialismo y la interpretación materialista de los procesos . Pocos o ninguno son los que colocan en suspenso su etnocentrismo , la defensa, solapada o directa, de las inequidades de sistemas colectivos superados , cierto elogio de los “progresos” que acarrea el colonialismo , su resistencia a las batallas concretadas por los grupos subalternos y lo que encubre su aparente escepticismo frente al porvenir de la insurgencia, acosada por la burocratización : un resignarse a aceptar el orden en curso .

El historiador marxista Pierre Vilar, es una de las escasas voces que pone en duda la aparente erudición del ideólogo germano, lo pertinente de su “crítica” a Marx y la endeble concatenación de las cronologías de los hechos, que califica sin titubeos de “fantástica” . Agregamos que se enreda en desatinos historiográficos elementales, al sostener que hubo capitalismo y capitalistas desde los faraones egipcios y en las más tempranas fases de la cultura China (!).

II

Vastísima es la producción ideologizadora del intelectual funcional a la división en el trabajo de la dominación que se ejerce en la actualidad, lo que motiva que debamos acotar las deconstrucciones a unas pocas líneas amplias, extraídas de un somero comentario de contados pasajes de Economía y sociedad (1992), de Sobre la teoría de las Ciencias Sociales (1994) y de su Historia económica general (1961).

Recorrido que es desmesurado no por la sistematicidad con la que sería impostergable combatir a favor de la inauguración científica de la Sociología (lo que hasta la fecha, ocurrió en casos aislados y no de manera continua en el mismo “autor” –f. e., Bourdieu ), sino por la exigencia de acumular las isotopías, los lexemas, campos semánticos, Interpretantes, semas, etc., necesarios a los fines de estar provistos del material suficiente para la crítica anunciada. No obstante, habrá como un “fondo” de obras que respaldará el juego en el que nos embarcamos .

En cuanto a su monumental texto acerca de la “sociología” comprensiva, su estructura interna es la de un grueso borrador que no pudo ser revisado para su eventual divulgación en imprenta. Se compone, al igual que buena cantidad de palimpsestos que responden a su firma, de una larga discusión terminológica. La inabarcable “Primera Parte”, cuyo subtítulo es “Teoría de las categorías sociológicas”, está integrada por cuatro grandes ejes que son: “I. Conceptos sociológicos fundamentales”, “II. Las categorías sociológicas fundamentales de la vida económica”, “III. Los tipos de dominación”, “IV. Estamentos y clases”.

La “Segunda Parte”, que inaugura múltiples proyectos de Sociología y que lleva por subtítulo “La economía y los órdenes y los poderes sociales”, se halla zurcida por nueve enormes macroisotopías, las cuales son: “I. La economía y los diversos órdenes”, “II. Economía y sociedad en general”, “III. Tipos de comunidad y sociedad”, “IV. Comunidades étnicas”, “V. Sociología de la religión”, “VI. (El) mercado”, “VII. Sociología del derecho”, “VIII. Las comunidades políticas”, “IX. Sociología de la dominación”, la que a su vez contiene un subapartado que versa sobre una “Sociología” del Estado. Luego sigue un “Apéndice” que delinea un saber que intenta ser una “Sociología” de la música.

Tal cual lo adelantamos, es imposible asumir la deconstrucción total de un corpus de los rasgos del telegráficamente reseñado en una ponencia compartida en unas Jornadas. Aguardamos llevarlo a cabo en un estudio posterior. Pero por ello, acudimos también a otros plexos con el objetivo de que la crítica de Economía y sociedad, limitada al primer ítem de la citada “Primera Parte”, no nos dé una perspectiva anémica de quien pincelamos como mitometafísico.

Sin embargo, una “muestra” de los mecanismos de enunciación no es sencillamente algo pobre en virtud de que, por las herramientas que nos ofrece la Semiótica , el Psicoanálisis y el deconstructivismo derrideano-marxista, las “huellas” tienen gran poder para respaldar la crítica.

Entrando en tema, lo que nos surge decir en torno de lo anticipado es que:

1. uno de los aportes de Weber es el que posibilita articular una especie de “principio de limitación”, de dos facetas, a la hasta cierto nivel, aceptable “falsación”; la primera, de carácter restringido (i) y la otra, de amplios alcances (ii).

A veces ocurre que no existen suficientes documentos históricos que permitan apoyar la verdad de la regularidad sugerida (i), y entonces queda como una simple hipótesis . Por otro lado, en la mayoría de las situaciones sólo existe una probabilidad que a determinado proceso le siga uno cualquiera (ii), de manera que no es ni siquiera pertinente apelar a la necesidad de “falsar” un pronóstico afincado en números aleatorios.

2. El pensador nacido en Erfurt, sostiene que en el desarrollo de la acción con sentido, pueden intervenir factores que no son del orden del sentido, tales como las disposiciones raciales, el índice craneano, el color de la piel, etc. . Incluso, tales condiciones genéticas pueden hacer más o menos racionales el curso de la acción. Acorde a lo antes subrayado, tenemos el racismo como fundamento metodológico.

3. La sociología “interpretativa” se encuentra atravesada por las dicotomías metafísicas occidentales de lo racional opuesto a lo afectivo, de manera tal que lo pathémico es tratado a modo de una “frontera” que impide una comprensión cabal de la acción a causa de su irracionalidad .

Sin embargo, a esta objeción se añade otra que puntúa que para Marx las pasiones no son irracionales sino algo “esencial” al hombre. Son las colectividades anteriores a su reconstrucción democrática (en especial, las de clases) las que “irracionalizan” los afectos y “racionalizan” acciones que atentan contra las pulsiones de vida.

De ahí también que la simple contemplación de una articulación ajustada entre medios y fines neutraliza las potencialidades críticas de la Sociología: es imposible que sea capaz de impugnar la “racionalidad” de la dominación . Por ejemplo, la equivalencia forzada entre existencia y salario, entre facultades humanas y dinero a la que se somete el obrero, no es algo racional; precisamente, Marx llama la atención sobre el acontecimiento inaudito de que lo que no puede ser empujado a una igualdad imposible (lo subjetivo) con lo económico (el dinero), sea algo “natural” y aceptado.

Esta injerencia de las mitofilosofías occidentales, se completa con la asociación casi promiscua entre las recomendaciones metodológicas y el “apartheid” racionalista que diferencia entre las figuras de lo “normal” y de lo “patológico”: como lo sugerimos en la ponencia en redor de Durkheim , las obsesiones clínicas acerca de los mejores caminos metodológicos se corresponden llamativamente con lexemas que aluden a la “necesidad” de separar la “cizaña”, que es la “locura”, del “buen trigo” que resulta ser la razón cordial.

4. Al rescatar como importante la repetición en las acciones sociales para deducir la media típica , acepta el grado de desencantamiento y rutinización que atraviesan las prácticas en las comunidades existentes hasta ahora. La redundancia unidimensionaliza la riqueza semiótica de la acción y la aliena; por ende, una Sociología inocente respecto a ese proceso, contribuye a reforzar el tedio.

5. Sin efectuar las observaciones que realiza en Sobre la teoría de las Ciencias Sociales, aconseja que las leyes sociológicas son regularidades estadísticas que se arman en derredor a lo real. Pero si estos patrones habrán de indicar el grado en que un tipo ideal de acción es iterativo , las medias estadísticas se elaboran sobre una abstracción (el tipo ideal) y no con base en lo concreto, por lo que se empantana en una contradicción.

6. Hablando de las estadísticas, sentencia que hay algunas que no tematizan acontecimientos con sentido, pero incluye en esa esfera peculiar a los índices de mortalidad, cantidad de lluvia, etc. .

No obstante, en Marx la mortalidad y fecundidad son hechos con sentido en la medida en que constituyen variables del modo de población, que se corresponde con el modo de producción hegemónico. Asimismo, los factores climáticos tienen sentido dado que se vinculan con el impacto de la sociedad en el entorno, es decir, con la dialéctica hombre-biosfera. Las limitaciones apuntadas revelan lo estrecha que resulta la definición de “acción con sentido” propuesta por la llamada “Sociología” comprensiva.

7. La perspectiva weberiana conceptúa que la acción de los entes colectivos debe reducirse a una praxis llevada adelante por un grupo que parece ser individual . Empero, la semiótica de Lotman demostró que las estructuras y sujetos plurales son capaces de acción sin que para aprehenderla, haya que suponer que se comportan en tanto que individuos.

8. Es articulada una visión muy sesgada acerca de instituciones que forman parte de un contexto en que imperan las divisiones de clases, cuando se afirma que el Estado permanece a raíz de que orienta la acción colectiva.

Por el contrario, Marx apunta que el Estado, al ser una institución clasista, tiene funciones complejas que lo hacen importante en la reproducción del orden social, en la legitimación de las desigualdades, en la génesis de universos de significación por los que se crean valores universales (la nación, etc.) y en el desconocimiento del dominio a través del parlamentarismo (cierto que tales aspectos no agotan la naturaleza del Estado, pero suscitan hipótesis de largo alcance –sólo los marxismos políticos y los opositores a lo Pierre Bourdieu, pudieron concebir que era lo único que el “Materialismo Histórico” podía pensar).

9. En un párrafo breve, el “sociologista” alemán reconoce que la orientación por él inaugurada puede tener una dimensión crítica que consiste en debatir cuál es la correspondencia más racional entre medios, valores y/o fines . Pero si la lucha de clases es reducida a una lucha de motivos , y si el lexema “lucha” es definido de forma que la lógica de la confrontación clasista es oscurecida y negada , los horizontes de una tal crítica no son amplios.

10. Etnocentrismo y logocentrismo calan hondo en la mitosociología “interpretativa”, por cuanto figuran en su seno, sin prevención alguna, las oposiciones entre lo “salvaje” y lo “civilizado” . A ello se añade que se autoimpone una limitación suplementaria al postular que no puede ocuparse ni de la relación hombre-Naturaleza ni de la conducta de los denominados “hombres primitivos”.

Empero, esa aparente prudencia epistemológica, capaz de reconocer las fronteras en el estudio de la acción social, revela la insistencia de un rechazo: que la alteridad incómoda de la biosfera y del otro tiene que ser puesta entre paréntesis, a fin de que la “civilización”, lo blanco, en suma, lo etnocéntrico pueda encontrar el espacio para autocomprenderse. Sin embargo, el mecanismo por el cual llega a esa autointelección no es colocado en tanto que objeto a deconstruir; por ende, la citada autocaptación no es más que una pre-comprensión ideologizada y normalizada.

11. La “Sociología” en curso debe ser, en una primera etapa, un estudio funcionalista de la acción. Pero con ello, las clases, los obreros improductivos (en especial, los que constituyen las “clases ideológicas”) y los sectores independientes , no pueden ser aprehendidos en su estructura. Vg. se oculta la lucha de clases por considerar que la clase dominante y la dominada cumplen diferentes funciones, a causa de las cuales se prestan servicios mutuos .

12. Con sus reflexiones sobre la articulación entre medios, valores y fines , descuida el contexto social que “racionaliza” universos que son profundamente irracionales. El sociologismo “interpretativo”, se muestra incapaz de cuestionar el marco histórico que hace emerger cierta racionalidad y racionalización que alimentan el dominio (cf. infra).

13. Se considera que la economía es una ciencia que atiende a las evaluaciones necesarias para alcanzar un aprovechamiento óptimo de recursos disputados . No obstante, no existen preguntas en torno a por qué y cómo se constituyó una presunta ciencia acerca de lo económico; ni siquiera se perciben inquietudes respecto a si es posible semejante saber, cosa que el materialismo crítico pone constantemente en duda.

Aunque no lo podemos demostrar aquí, Marx no despeja los obstáculos ideológicos que hacen de la Economía Política una disciplina burguesa, a fin de convertirla en científica, sino que cuestiona la alternativa misma de que pueda fundarse una ciencia económica (de ahí que no sea viable una “economía general de las prácticas”, al decir de Pierre Bourdieu, ya que la economía en tanto que tal se encuentra impugnada). Tampoco asoman sospechas en torno a la cuestión de la lenta y progresiva diferenciación, en el seno de lo comunitario, de cierto universo que sería el económico. De nuevo, para Marx la emergencia de la economía (primero, como una simple administración del tiempo; después, en cuanto un cosmos integrado por mercancías, dinero y precio) no es algo de suyo “natural” o un dato del cual haya simplemente que partir. Empero, el diagnóstico marxista de que la economía tuvo un nacimiento es distinto a la postura bourdieuana según la cual lo económico en las sociedades etnográficas, es una instancia entremezclada con relaciones no económicas (f. i., las de parentesco). Cabe postular que incluso en esa clase de asociaciones, la economía se estructura en torno al requerimiento inaplazable de administrar el tiempo con el objetivo de garantizar la reproducción del obrero general.

Finalmente, Weber no cuestiona los motivos por los que la sociedad entra en una dialéctica estrecha con lo económico. Así, la “Sociología” comprensiva se convierte, de parte a parte, en un pensamiento hablado por la economía y queriendo evitar el economicismo, se ahorca en sus tópicos (au fond, es oportuno señalar que anhelando elucidar el dominio, el poder y la legitimación, su teoricismo resulta determinado por lo que intenta pensar).

14. Por una parte, es exigido que una abstracción profunda elabore tipos ideales que están distanciados de la empiria; por la otra, que un fenómeno histórico sea interpretado a partir de uno de sus elementos, que a la sazón no es un tipo ideal .

Además de esta contradicción, la metodología de los tipos ideales no tiene la complejidad de las categorías elaboradas según el concreto-abstracto/concreto y lo deconstructivo-materialista , cayendo en el (falso) dilema de optar por lo particular diferenciado o lo general/vacío. Por añadidura, la différance entre el concepto y lo dado, su hiancia supone los mecanismos psicoanalíticos del desconocimiento, el rechazo, la represión, el desplazamiento, etc., tal que la estrategia del tipo ideal es un (supuesto) saber construido para evitar la conciencia de que el objeto está siendo opacado a la comprensión.

En efecto, Weber estipula que una de las estrategias de intelección asociadas al tipo ideal es la de que el analista exteriorice sus propios valores como patrones que ayudarán a “medir” el “grado de desviación” de lo efectivamente constatado, con respecto a esa abstracción gestada. Pero lo que hay que observar en ello, es que el ideólogo admirador de Durkheim , “confiesa” que en los ejemplos construidos anida su ideología. No es casual que en vez de someter a crítica las políticas gubernamentales de protección de los grupos dirigentes, prefiera desmadejar la acción de los sindicalistas que bregan en pos de concretar las aspiraciones proletarias .

15. Cuando en un descuido, establece que cualquier comunismo será con seguridad indudable un régimen burocratizado, tal cual ya ocurrió , el ideólogo alemán se permite hacer futurología sin recordar que trató a Marx de profeta .

No está de más aclarar que en diagnósticos de esa envergadura, Weber revela el grado de desconocimiento de la teoría que denosta por cuanto ni el comunalismo “primigenio” ni el “avanzado”, suponen burocracia. Antes bien, esa clase de tercer poder, junto a la economía (de la que su principio de disolución estaría en el socialismo consecuentemente revolucionario), tendría que desaparecer.

16. En infinitas y agobiantes ocasiones, el mitosociólogo en liza enaltece el realismo empiricista sin percatarse de que arrastra la crítica en dirección al sentido común.

17. En igual página y en otras esparcidas a lo largo de sus extensas apreciaciones, el que acuerda con Durkheim la urgencia de fundamentar la cientificidad imperfecta de la Sociología, propala que el sociologismo “interpretativo” es apto para imaginar incluso estados sociales absurdos, id est, lo posible, negándose a conceder parecido “derecho” a teorías rivales como la de Marx, de modo que incurre en una contradicción entre lo que no pacta con otros y lo que se arroga a sí mismo.

La investigación sobre el Estado, y acerca de la burocratización-intelectualización/racionalización crecientes que lo acompaña, asoma para más de un rápido comentador, como muestra de lo corrosivo que suspira en Weber (ver nota 16). Ahorrándonos la tediosa labor de demostrar que no es así, traeremos a colación a un “discípulo” que, si no es de los más exactos a la hora de las glosas cuidadas, acierta en sostener que el nacido en 1864 tiene por propósito mostrar que entre el capitalismo y, pongamos por caso, el socialismo, es preferible el primero .

Pero si se anhelara una prueba, recordaríamos que para este intelectual santificado por las camarillas que acaparan recursos valiosos y escasos en las instituciones de enseñanza y/o investigación, excluyendo por múltiples vías a los que no responden a nombres grabados en la frente (“estrategias” que oscilan desde el chismorreo de “vecindario”, la insidia, las colusiones, hasta los modos soterrados del desprestigio, etc.), los calvinistas protestantes echaron por tierra el “prejuicio” de no cobrar el “legítimo” interés por dinero prestado . De donde inferimos que el pensador alemán, encuentra “justo” un orden socio-económico que permite el goce de interés.

Y es que el “sociologista” en la brecha, se espanta ante la “introducción” del “caos” del que es portadora la revolución y le teme a los conflictos sociales , por el modo en que los coloca en sintagma. Este conservadorismo se agudiza cuando, al enterarnos que “ningunea” la democracia gremial , fija su resistencia (en el sentido psicoanalítico) en la palabra “democracia” de los lexemas “democracia gremial” y entonces emerge como enemigo de la democracia a secas.

Así, nos percatamos de que la puntillosidad en el desbroce de nociones, en las tomas de partido epistemológicas, en la oposición hacia otros “zócalos discursivos”, etc., tiene por correlato una potencia degradada de la crítica, lo que precisamente quiere decir: distraídas las fuerzas en cansadoras aclaraciones, se tiene la excusa para no reconocer que el espíritu cuestionador no se encuentra a la altura de aquellas pacientes tareas, asumidas en primer término a los fines de ignorar mejor que en esa “crítica” hay ausencia de crítica.

III

La Historia económica general, abarca desde las tempranas épocas de las culturas japonesa, china, hindú y africana, hasta el nacimiento del capitalismo en Occidente.

Un primer contorno, comienza con la definición de nociones. Luego sigue un “Capítulo I”, que enfoca la organización agraria en conjuntos sociales que denomina “unidad doméstica”, “linaje”, “aldea” y “dominio señorial”. El “Capítulo II” habla de la industria y minería hasta el momento de la eclosión del capitalismo. El “Capítulo III” toma por objeto las operaciones con mercancía y con dinero en las etapas pre/capitalistas, lo que lo conduce al anacronismo de enfatizar que había verdaderos bancos y grandes banqueros en fechas como en las que vivieron los egipcios y los babilonios . Remata el estudio el “Capítulo IV”, que versa sobre el origen del capitalismo moderno, isotopía que lleva a nuestro “autor” a emplear en su discurso, sin interrogarse por las complicidades metafísicas existentes entre ese “ideologema” y la palabra griega “arkhé”, la desgastada filosofía de los orígenes.

Ahora bien, ya una temprana objeción a lo escuetamente abocetado emerge en el hecho de que no define el lexema “cultura”, con lo que deja abierta la puerta para que se cuele el etnocentrismo más recalcitrante (debemos confesar que en ninguna de las obras de Weber, leídas con desesperante lentitud, hemos podido hallar una definición explícita del concepto). Por igual, no nos ofrece sinónimos de una noción central para caracterizar el “espíritu capitalista”, cuál es el de “ideología” (concepto que perfilamos en otros “topoi”). Sin mayores parsimonias, habla de un desarrollo de la “ideología” que sería atribuible al capitalismo .

Constatamos además, el empleo de una estrategia básica que trata de elevar a categoría compleja, lo obvio, trabándose entonces en una “sociología” de lo evidente o muy cercana al sentido común. Con gran pompa, hace marketing de sí cuando tornea que el látigo que solía emplear el capataz de esclavos de la época romana o el señor feudal, es “nada más” (!) que un “instrumento” , sin ocuparse en tematizar las desigualdades que ocasionan que unos hombres, en todo iguales a otros, adquieran el poder de castigar a sus semejantes como si fuesen animales de carga. Toma en serio y por acotaciones lúcidas, las operaciones ideológicas que amortiguan la dominación, operaciones que las más de las veces provienen no de “intrincados” mecanismos semióticos, sino de lo cotidiano.

Se ve hacia dónde llega una presunta “sociología” del dominio: a encubrir lo que pretende enfocar y a reforzar los procesos comunes de ocultación de lo inequitativo. Un intelectual se acomoda a la división de las labores que lo destinan a ser practicante de un “trabajo no trabajo”, pero con el privilegio de ser un dominado que manda al menos sobre los signos, lo que no es un poder despreciable.

Las categorías económicas de las que parte, están absolutamente colonizadas por el economicismo capitalista, al extremo de volverlo incapaz de observar en su escritura hasta qué punto interiorizó, naturalizó y fetichizó “evidencias” que no son tales. Por ejemplo, nos asalta la inteligencia con la revelación de que el dinero presta un servicio que lo torna imposible de reemplazar , lo que se tendría que desbaratar con el razonamiento, que no es metafísico, de que si no hubo antes moneda es que cabe aguardar que no la haya siempre. Que Weber esté ciego como para que sus ideologías le dificulten concluir lo que indicamos, sugiere el grado (si fuera legítima la metáfora) en que está domesticado por las mitologías del régimen actual de producción de tesoro.

Y si la “ciencia” económica habrá de limitarse a proposiciones que axiomatizan que la dominación y explotación se deben a que unos hombres son “diferentes” en su “disposición” a prestar el “servicio” de ser vg., yugados por otros que se benefician de ese “accidental” efecto, aquella “ciencia” no sobrepasa un saber ideologizado en el transcurrir de las noticias diarias. Lo comprobamos cuando, al utilizar sentencias abstractas que acuden a las meras “probabilidades” y “combinaciones”, pergeña una “clasificación” de los diversos tipos de tareas que surgieron a lo largo de la Historia (transitando, como le es peculiar, de la Antigüedad al feudalismo y de allí a China, etc.), para mostrar sin explicitarlo, que los lexemas “modo de producción” son demasiado elementales frente a este poder de los matices .

Lo anterior se complementa con el artilugio retórico de enumerar tipos ideales que atraviesan disímiles épocas, descontextualizados no sólo de las formas de economía sino de las culturales (cf. lo que efectúa con las clases de propiedad ). Así, el rechazo del realismo histórico del materialismo deconstructivo, ocasiona que Weber no tenga los anclajes ineludibles como para esquivar que vaya de los siglos –III al +XVIII en apenas una página , y que hable de la plantación, la hacienda, el señorío, etc., como si fuesen entelequias platónicas suspendidas en la eternidad .

Esta “sociología” de lo económico y de las articulaciones entre economía y sociedad, plagada de “escalas”, “grados”, “claroscuros”, “posibilidades” , etc., nunca se percata, no sea que la “teoría” de la “impostergable” distinción entre hechos y normas revele sus constreñimientos estructurales, de que algunos “matices” implican la lucha de clases .

A partir de la p. 40, el mitoideólogo traído a escena principia una tediosa confrontación con el materialismo post-filosófico, detallando los casos y sucesos en los cuales puede comprobarse que el economicismo de Marx nos dificulta darnos cuenta de que las relaciones de parentesco, desempeñan un rol. Pero si la teoría crítica nos advierte que mujeres y varones llevaron una existencia penosa, condicionada por factores que no controlan y que, al no gobernarlos, los vallan de manera cuasi/mecanicista y causacionista, en esto no hay que ver el positivismo a ultranza de Marx, sino la impotencia de los agentes para realizar su propio devenir. Los operativos conceptos de “base” y “superestructura”, injustamente desacreditados en estos tiempos de Pensamiento Único, permiten ubicar los procesos sociales como “factores” que condicionan y que son condicionados, con una finalidad emancipatoria: indicar a los interesados en liberarse de los entrejuntamientos que los oprimieron, qué sucesos y cómo llevaron a la praxis y a la inteligencia colectiva o semiótica, a acabar engastadas en ambientes déspotas en su causalismo.

Pasando a otro registro de ideas, son conocidas las observaciones de Weber respecto a la cautela con la que se deben formular “leyes” . Sin embargo, cuando cincela que “... toda revolución no (estalla) donde la situación de los revolucionarios es peor ... sino ... donde ... (alcanzaron) alguna conciencia de sí mismos” , gubia una “ley” que no avanza allende lo doxológico.

También son sabidas las infinitas reservas que enarboló contra la linealidad, achacada a Marx, a quien no se debía imitar en ese “pecado” científico. Empero, al encarar las causas por las que la clase de industria asociada al capitalismo “racional” de Europa, no se desplegó en la semiperiferia y en el resto del mundo extra/europeo, aduce que el motivo último y determinante fue que existían en China y la India, trabajadores serviles y un tradicionalismo mágico , con lo que tropieza con el mecanicismo, causacionismo no amortiguado, etc., que le enrostraba a otros, en particular, a su rival de ideas.

Para que no queden dudas respecto a que la linealidad es estructural en Weber (por eso es que acaso tratara de evitarla, emprendiendo farragosos estudios), mencionaremos cuatro casos más en los que acarrea a las “terrazas de Elsinor”, los lexemas asociados al Paradigma de las certidumbres. En la primera, encontramos que el “... sistema fabril sólo podía surgir en Occidente ...” . En la segunda, apela a la metáfora de las “etapas evolutivas” , mientras que en la tercera, utiliza el tópico de la “línea” . Concluye con un tecnologismo propio del Dia-Mat codificado, en los instantes en que axiomatiza que sin el hierro no se sabría lo que habría sido del capitalismo en Europa .

Otra de las constantes limitaciones del “sociologista” alemán es que no realiza a fondo una deconstrucción de las fuentes y toma por bueno lo propagado , lo cual es para nosotros un “índice” de la anemia de la crítica. “Subdesarrollo” que es perceptible en que la “pulcritud” de una supuesta “objetividad” científica, se desembaraza de palabras más “subjetivas” pero también más certeras y reales –la “ocupación” de las Américas por Europa no fue sencillamente una “adquisición” , sino una invasión etnocida en regla.

Por último, yerra al clasificar de pequeños capitalistas a los artesanos, carniceros, tejedores, etc. . Según nuestros estudios y acorde a si son comerciantes que únicamente poseen mercancías que circulan y no capital/mercancía (i), a si son propietarios obreros, trabajadores propietarios o “individuos” que pueden acumular cierto dinero a modo de un “autoaseguramiento” contra las vicisitudes (ii), a si emplean un determinado número de obreros de los que se succiona plustrabajo (iii), a si consumen renta (iv), etc., tendremos “sectores independientes” (i y ii), “obreros improductivos” (iv) o clases (iii). Los tiempos de las actividades, ocasionan que unos mismos agentes puedan estar en varias categorías según la época del año (un artesano que es miembro de los “eslabones” intermedios, puede ser obrero improductivo o clase, acorde a si oferta sus servicios o a si se emplea entregando plusproducto).

IV

Nos queda mostrar que Weber mismo nos ayuda para aludir a circunstancias que ponen en crisis las distinciones obsesivas entre hechos y valores, pero que no aprende de una de las lecciones que se infiere del asomo de tales ejemplos.

Dada la extensión del trabajo en curso, secuenciaremos los casos emblemáticos. Antes, expresaremos que el corpus a deconstruir es uno de aquellos donde el “autor” sinonimia su apuesta con una “sociología de la cultura” .

En general, es factible sostener que el mitoideólogo muerto en 1920 plantea sus puntos de vista (que son, según lo argüido por Bourdieu , una “vista desde un punto”), como si hacer “excluyentemente” ciencia no fuera ya algo político: precisamente, la política de no discutir política .

Su “criticismo técnico” se ocupa de “asesorar” sobre las ulterioridades no calculadas y acerca del acoplamiento más óptimo entre medios y fines . Pero en virtud de que tal criticismo se efectúa en el universo de una comunidad partida en clases, en una fase histórica en la que pululan desiguales modos de dominio y en la que es destruida la biosfera, la orientación meramente “técnica” de los “consejos” tendría que contar con un análisis libertario de las formas de sociedad y economía. Sin embargo, excluye de manera enfática esa dimensión emancipatoria, lo que lleva a que la teoría sea indiferente respecto a si “asesora” a sectores y/o individuos que pertenecen a instituciones garantizadoras del poder de clase, o a grupos y/o agentes que se adscriben a los grandes conjuntos de subalternos.

En ese terreno de consideraciones, observamos un serio déficit en la argumentación del sociologista germano, que consiste en negar, primero, que su criticismo avance allende un simple “asesoramiento técnico” y en postular después que, reconocido el impacto de los valores en los procesos, la teoría puede plantear una crítica “global” que se “haga a la mar” desde ese “horizonte” . Empero, en ningún lugar apreciamos la demostración paulatina sobre cómo transitar de un nivel al otro. Incluso, podemos conseguir como producto una crítica críticamente crítica, de la crítica crítica, operatoria que vimos ridiculizada en La ideología alemana, ideología directamente continuada por Weber.

Ya en el espacio de la discusión por la necesidad de separar estándares y acontecimientos, el pensador glosado olvida que no sólo se trata de que las axiologías se travistan de facticidades sino de que la circunspecta polémica en torno a la urgencia mencionada, se traduzca ella misma en un dispositivo para encubrir con grado óptimo, los valores. La idea de que todos los fenómenos socio-económicos dependan de una lucha por recursos deseados y escasos , deja de lado que en las colectividades que existieron hasta el presente la escasez fue estructuralmente gestada y que, antes de tomar por bueno ese “dato”, hay que explicar cómo y porqué se creó la “insuficiencia” en los recursos. En La Sagrada Familia, los jóvenes materialistas apuntaron con lucidez que si la tierra era poca, de ello había que deducir no la propiedad privada sino, por el contrario, la posibilidad de que el suelo fuese comunitario. Que eso no ocurra es lo que se debe razonar; por analogía, que los objetos valorados sean exiguos es lo que tendría que conducir a que los más accedan a su disfrute. En consecuencia, lo que hay que explanar es porqué no ocurre esto y sí que unos cuantos acaparen lo que es poco.

Entonces, en el principio que se coloca en jaque asoma una valoración como punto de arranque para un estudio supuestamente “científico”, pero camuflado con habilidad al extremo de no ser perceptible ni para el que lo formula.

Sin embargo, en el “locus” donde es patente el “reaccionarismo” en el que se enreda este “teoricismo” de la escisión meditada entre normas y hechos, es cuando “aplicamos” dicha perspectiva para relevar exterminios sistemáticos como los emprendidos por los nazis y por golpes de Estado del tono de los que sufrieron nuestros países, con la venia del Pentágono y asociaciones afines. Estos horrores pueden ser calificados de “racionales”, al perseguir una armonía reglada entre medios y objetivos. La desaparición planificada de civiles es un “suceso”, mas su ponderación como algo “racional” lo convierte en un valor: Weber no es capaz de huir de esa triste paradoja, si es que no acepta la lección que no desea asimilar.

Y es que como él advierte, en las ciencias se entremezcla lo ideológico por doquier ; sin embargo, esto no las torna menos científicas, dado que la demanda de que no aflore ideología alguna es imposible de cumplir. Lo que un investigador tiene que atreverse a realizar es un autosociopsicoanálisis en el cual se publiciten las tomas de posición, los valores, las tomas de partido, las preferencias por una teoría en vez de otras, etc., como una imprescindible honestidad intelectual que les permita a los destinatarios saber qué acordar y qué no respecto a lo que se arguye. Verdad es que algo de ello había cuando el mitoideólogo que dirigió los Archivos para las Ciencias Sociales y la política social, sugiere que el analista tiene la obligación de remarcar los instantes en que escribe como científico y en los que piensa en calidad de hombre “común” .

No obstante, malogra su intelección al no aceptar que una ciencia, tal cual lo hemos adelantado, no tiene que caer en la intransigencia de depurar toda valoración para recién aspirar a ser ciencia/discurso. En ello se cuela un positivismo, acorde a lo que sentencia Habermas, que no puede justificar porqué motivos las ciencias en general y las ciencias sociales en particular, debieran ser “monitoreadas” con la crítica de las redes y juegos de poder (empero es desabrido a nuestro paladar que el epígono liberal de la Escuela de Frankfurt, tampoco sostenga una apuesta consecuentemente rebelde no sólo por acosar continuamente a Marx, sino por rechazar la revolución temida).


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