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"Contribuciones a la Economía" es una revista académica con el
Número Internacional Norma
lizado de Publicaciones Seriadas
ISSN 16968360
 

Los conceptos del turismo:
invitación al debate en diez preguntas


Francisco Muñoz de Escalona
 (CV)
mescalona en iservicesmail.com
Instituto de Economía y Geografía,
CSIC, Madrid, España.


Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Muñoz de Escalona, Francisco: "Los conceptos del turismo: invitación al debate en diez preguntas" en Contribuciones a la Economía, julio 2004. Texto completo en http://www.eumed.net/ce/



Una aclaración conveniente aunque tal vez innecesaria

Podría cambiar el título en este otro: “Preguntas impertinentes que parecen inocentes” o “Preguntas inocentes que parecen impertinentes”. Depende. A un experto científico en turismo pueden parecerle impertinentes. A un científico pueden parecerle inocentes, tal vez porque suscitarán respuestas. Es posible que la aclaración pudiera ser innecesaria, pero, a pesar de ello, el autor la estima conveniente. Con ella declara que formularlas obedece más a necesidad personal que a necesidad de expertos. Con todo, siempre cabe que alguien las responda.

La materia de las preguntas

Como reza el subtítulo de esta nota, las preguntas se refieren al turismo y aspiran a suscitar el debate sobre esta inquietante materia (el adjetivo no es mío sino de un experto suizo, el eminente Kurt Krapf). Si me he decidido a formularlas es por esa sensación de permanente incomodidad intelectual que me invade cada vez que leo un estudio sobre lo que suele llamarse desde mediados del siglo XIX “fenómeno turístico” o, más brevemente, “turismo”. En este caso, mi lectura ha tenido la mala suerte de recaer sobre una ponencia (ignoro su lugar y fecha de presentación) de la que es autor un profesor de economía aplicada de la Universidad de Málaga, D. Rafael Esteve Secall, titulada “La competencia de las zonas turísticas”, publicada en la revista digital www.travelturisme.com de la Agencia de Turismo de la Generalitat Valenciana. En el anexo a esta nota reproduzco las primeras frases de la ponencia, las relativas a las cuestiones conceptuales que el señor Esteve cree conveniente aclarar antes de desarrollar su teoría de la competitividad existente entre zonas turísticas. Advierto que en mi trascripción me he tomado la libertad hacer acotaciones entre paréntesis que en sí mismas son preguntas implícitas. Son nociones y conceptos que el autor considera básicas y previas para exponer su teoría. En mi nota me quedo en tales nociones y conceptos. En otras palabras, no entraré en su teoría de la competitividad. Me limito, por tanto, a sus conceptos de turismo, zonas turísticas, destinos turísticos y lugares turísticos, por este orden sin olvidar otras nociones de interés manejadas por el autor tales como actividades turísticas y productos turísticos. Aconsejo al lector que antes de seguir acuda al anexo y lea atentamente los párrafos que he copiado de la ponencia del autor ya que las preguntas las formularé basándome en las afirmaciones contenidas en esos párrafos. Es esta la materia de mis preguntas.




El turismo como conjunto de actividades

Desde 1988 vengo insistiendo en que el turismo puede ser concebido bajo dos enfoques alternativos. En la medida en que el análisis económico trabaja con dos magnitudes o funciones fundamentales, la oferta y la demanda, que interactúan en el mercado, la institución económica en la que se forman los precios de los bienes y servicios y preside la asignación de los recursos escasos, los economistas pueden realizar su análisis partiendo de una de las dos magnitudes o funciones citadas. Como ya demostró Alfred Marshall a fines del siglo XIX, el enfoque habitual con el que se aplica el análisis económico es el de oferta. Sorprendentemente, el estudio del turismo se inclinó muy tempranamente por el enfoque de demanda, se consolidó a mediados del siglo XX y sigue practicándose de modo exclusivo. La aplicación del enfoque de demanda obedece a la aceptación de la noción popular de turista, que apareció en inglés a fines del siglo XVIII y se difundió por todos los idiomas modernos. La de turista es la noción que vertebra los estudios del turismo desde hace siglo y medio. Turismo es, ante todo, lo que hacen los turistas. El turista es un rey Midas: todo lo que hace, quiere, compra o llama su atención es turismo. En ocasiones en lugar de turismo se utilizan las expresiones de actividad turística o producto turístico. Por demanda turística entienden los que aplican el enfoque convencional las compras que realizan los turistas, entendiendo la compra en su más amplia acepción: incluye la mera observación o la simple manifestación de interés por parte de un turista. Por oferta turística entienden los que aplican el enfoque convencional los bienes y servicios que se venden a los turistas, entendiendo la venta en su más amplia acepción: incluye todo aquello por lo que los turistas muestran interés ya sea para comprarlo (bien o servicio) o para contemplarlo con (un espectáculo o un museo) o sin contraprestación monetaria (un paisaje)

Evidentemente, la aplicación del enfoque convencional o de demanda al turismo lleva inevitablemente a concebir la oferta en los estudios del turismo como una magnitud agregada (una macromagnitud) o si se quiere como un conjunto de actividades productivas o no. Ya en 1988 dije que, a efectos del análisis económico, el turismo no es un sector sino un conjunto de sectores y que, en consecuencia, la oferta es multisectorial. El lector puede comprender que me produzca una gran satisfacción que Rafael Esteve (en adelante RES) afirme al comienzo de su ponencia que “el turismo no es un sector económico tradicional”. Seguramente quiso decir que no es un sector económico como los demás, es decir, como los que definen los economistas para el estudio del sistema productivo. Los sectores que Esteve llama tradicionales son los que se configuran por agrupación de unidades productivas de bienes o servicios lo más homogéneas posible. Como es lógico, cuanto mayor es el número de sectores que configuramos más homogéneos son los sectores resultantes. Esta sectorización obedece a un criterio de oferta y se utiliza desde los años treinta del siglo pasado. Hoy la noción de sector económico o productivo ha penetrado en el lenguaje ordinario procedente de la literatura especializada.

Me complace leer que RES continúe diciendo que el turismo es “un conjunto de actividades que realizan diferentes sectores” ya que esta es la consecuencia inevitable de la aplicación del enfoque de demanda aunque él no haga referencia al mismo. Sin embargo, se aparta de la lógica del enfoque citado cuando afirma que el turismo es un conjunto de “sectores especialmente de servicios”. En virtud de esta afirmación debo formular mi pregunta:

PRIMERA PREGUNTA: ¿Es el turismo un conjunto de actividades o sectores principalmente de servicios? Si la oferta turística es todo aquello que compra o interesa a los turistas, por qué se ponen de relieve los servicios en detrimento de los bienes (mercancías) o de los recursos (no mercancías) En espera de la respuesta que RES o cualquier experto que esté motivado pueda darnos, apuntaré una: el enfoque de demanda, basado en un sujeto especial llamado turista, es incapaz de identificar un bien, servicio o recurso del que se pueda decir que es turístico porque, en puridad, todos los existentes son o pueden ser turísticos, que es lo mismo que decir que ninguno es objetivamente turístico. La falta de identificación de la oferta imposibilita estudiar el turismo desde la economía por razones obvias: no disponemos de una de las dos magnitudes o funciones básicas. Los expertos evaden esta objeción por medio de un artificio: la presunción de un consenso entre ellos según la cual, históricamente, hay tres servicios fundamentales para que un país reciba turistas: los servicios de hospitalidad (alojamiento y refacción), los servicios de accesibilidad y los servicios de transporte. A estos tres servicios les llaman oferta turística básica o fundamental. Más tarde, cuando empezaron a surgir los primeros indicios de saturación en la oferta de los tres servicios citados, los expertos se percataron de que había que diversificar la oferta para competir en un mercado que había dejado de ser de vendedores para empezar a ser de compradores y seguir siéndolo de un modo persistente.

La Conferencia de Ottawa de 1991 quiso resolver esta gravísima anomalía del enfoque de demanda y elaboró la llamada clasificación internacional uniforme de actividades turísticas. Es esta clasificación a la que alude RES con esta frase: “Unos (sectores), en exclusiva para atender las necesidades de los turistas; otros parcialmente al atender también las necesidades de otros sectores productivos que no tienen nada que ver con el turismo, con el objeto de hacer frente a las necesidades de los turistas”. RES utiliza una expresión cuando menos confusa ya que Ottawa lo que propuso en su clasificación fue un conjunto de 176 actividades, 72 “totalmente turísticas”, es decir, de la exclusiva demanda de los turistas, y el resto “parcialmente turísticas”, es decir, actividades productivas cuyos productos (bienes o servicios) se orientan indistintamente a la demanda de los turistas y de los no turistas. La frase transcrita me lleva a formular la

SEGUNDA PREGUNTA: ¿Cuáles son los sectores que atienden parcialmente “también las necesidades de otros sectores productivos que no tienen que ver con el turismo? Por qué si no tienen que ver con el turismo dice RES que estos sectores forman parte “parcialmente” (sic) del turismo? Me siento incompetente para aventurar cualquier respuesta medianamente aclaratoria.

El turismo como núcleo y periferia

RES dice que la figura 1 “es suficientemente ilustrativa para poner de relieve que tal actividad turística consta de un núcleo central de empresas, equipamientos y dotaciones de recursos que en su interrelación constituyen el crisol de la actividad turística. Si fallase alguno de estos tres elementos determinantes no habría actividad turística”. Como la figura 1 no figura en la ponencia de RES, no tengo otra opción que formular una nueva pregunta, pero no por la ausencia de la figura sino referente al contenido de la frase

TERCERA PREGUNTA: Como empresas, equipamientos y recursos son denominaciones harto imprecisas y de su existencia e interrelación depende nada menos que la existencia de la actividad turística (del turismo), esperamos que RES especifique de qué empresas, equipamientos y recursos se trata. ¿Considera necesaria esta frase para exponer su teoría de la competitividad en las zonas turísticas? ¿Encubre una nueva definición del turismo? ¿Por qué habla RES ahora de “la actividad turística” cuando había declarado al principio de la ponencia que el turismo no es una actividad sino un “conjunto de actividades”? ¿Lo olvidó? ¿No le traicionará la concepción implícita en la literatura convencional del turismo que lo trata como un sector “tradicional” a pesar de que reconoce explícitamente que no lo es?

RES complementa su pensamiento sobre el crisol o núcleo central (¿?) en el que interrelacionan los tres elementos básicos sin los que “no habría actividad turística” con la figura de una periferia que, según RES, es “un amplio y variado conjunto de actividades agrupadas en cinco bloques complementarios denominados respectivamente: productos genéricos de consumo turístico, insumos básicos de las empresas turísticas, movilidad, canales de comercialización, administraciones y otras instituciones”. Antes nos había dicho que si falla uno de los tres elementos citados no puede haber actividad turística, pero ahora resulta que el turismo desde el punto de vista de la oferta es “la integración de estos cinco bloques de actividades turísticas con el núcleo central (el crisol)” No creo que se sorprenda el lector si procedo a formular la

CUARTA PREGUNTA: ¿Por qué considera esta una definición del turismo desde el punto de vista de la oferta? ¿Desde qué enfoque formula las definiciones precedentes? ¿No es una contradicción ubicar el turismo al mismo tiempo en un núcleo central y en una periferia de ese núcleo? ¿Era necesario el desarrollo de esta no solo confusa sino innecesaria concepción del turismo? ¿No se podría decir de estos planteamientos que lo que es bueno no es original y lo que es original no es bueno?

El turismo como espacio o territorio

Pero no han terminado aquí las preguntas porque tampoco ha terminado la “descripción anatómica de las actividades que integran lo que denominamos turismo” A continuación RES pasa exponer tres conceptos territoriales. Debo advertir que el enfoque geográfico o territorial es una de las aportaciones de los geógrafos dedicados al estudio del turismo y que los expertos han adoptado de un modo generalizado. Como una de las características del turismo es la actividad de los turistas consistente en sus desplazamientos de un lugar a otro la dimensión territorial ha adquirido alto predicamento entre los expertos científicos en turismo. RES se ve obligado a complementar los conceptos ya vistos con nuevos conceptos, esta vez de naturaleza territorial. Se trata de la noción de

• Zona turística

• Destino turístico

• Lugar turístico

Procedo a comentar los tres conceptos territoriales que formula RES:

La zona turística (resumo la exposición literal) es un territorio (normalmente formado por agregación de varios municipios) con gran concentración de actividades turísticas o en el que el turismo es la actividad económica preferente donde se ofertan diversos productos turísticos, aunque predomine un tipo de producto concreto, integra diferentes destinos turísticos y se manifiesta como un conglomerado de tres tipos de agrupaciones de empresas o entidades turísticas de carácter:
• empresarial

• territorial

• institucional

No voy a entrar en la explicación que da RES sobre la génesis de las zonas turísticas a pesar de que no dejan de ser inspiradoras de nuevas preguntas. Me limitaré a hacer la

QUINTA PREGUNTA: ¿No habría sido preferible definir antes el destino turístico? Si una zona turística se define como integración de destinos turísticos no quedará claro el concepto hasta que no se defina el destino turístico.

Para RES destino turístico es parte de la zona turística, es territorio de menor extensión que zona. Si la zona turística suele ser supramunicipal el destino turístico suele ser municipal. El destino turístico se caracteriza por estar especializado en un único producto turístico. En base a esta definición, debemos formular la

SEXTA PREGUNTA: Qué es un producto turístico. Es lo mismo producto turístico que actividad turística. ¿Es el destino turístico el macroproducto turístico como cree Alberto Sessa? ¿Es destino turístico agregación de productos turísticos?

Por lugar turístico entiende RES “una determinada localización geográfica atractiva desde la perspectiva turística que carece de alojamiento o de capacidad alojativa suficiente para atender a sus visitantes. Aunque no lo dice se sobreentiende que un lugar turístico es parte de un destino turístico, razón por la cual se sobreentiende también que es de menor extensión que el y que suele ser inframunicipal. El lugar turístico no suele tener alojamientos y si los tiene no cuenta con capacidad suficiente. Procede, pues, formular la

SEPTIMA PREGUNTA: ¿Es el alojamiento un producto turístico o una actividad turística? Si es así, que diferencia hay aparte del tamaño entre lugar turístico y destino turístico.

Como cierre comento el último párrafo, destinado a “matizar y profundizar aun más (¿?) en las deferencias que existen entre los tres conceptos territoriales. Para RES, el motivo (¿?) básico de su atracción “trasciende” su atractividad para convertirse en “ambiente” en el que se pueden satisfacer, además, otro tipo de demandas turísticas”. Debo hacer ahora la

OCTAVA PREGUNTA: ¿Cuales son los demás tipos de demandas turísticas? ¿Por que habla RES ahora de demandas cuando parecía que se estaba limitando a hablar de lo que llaman oferta los expertos?

Finalmente, RES presenta una serie de ejemplos con la confesada intención de precisar ¡aun más! los conceptos turísticos territoriales:

1º. En las zonas turísticas no se disfrutan vacaciones “de sol y playa”, “de nieve” o “de ciudad” sino vacaciones “al sol y en la playa”, “en la nieve” o “en la ciudad”.
2º. Por el contrario, en los destinos turísticos si se disfrutan vacaciones “de” tal o cual cosa pero no “en”. No me resisto a hacer la

NOVENA PREGUNTA: Esperamos que el autor se sirva explicar a los lectores un acertijo tan complicado. Nunca habría sospechado que pudiera haber tanta diferencia en las preposiciones cuando según Pío Baroja, en castellano, significa lo mismo a zapatilla, con zapatilla y de zapatillas.

Estas nueve preguntas pueden resumirse en una, la

PREGUNTA DECIMA: ¿Por que es posible en el seno de la comunidad de expertos científicos en turismo sostener un corpus teórico confuso y que no admite la aplicación del análisis económico y sin embargo este se aplica de un modo generalizado? ¿No se resienten los diagnósticos que se formulan al socaire de estos análisis sui géneris? ¿Sirven las medidas recomendadas de acuerdo con este análisis para resolver los problemas que surgen en la gestión del turismo?

Con respecto a esta pregunta debo referirme a la actitud de un experto científico en turismo que es profesor de la Universidad de Oviedo y director del Sistema de Información Turística de Asturias (SITA). Me refiero a Luis Valdés Peláez. Hace unos meses, la revista Papeles de Economía editó un número especial dedicado al Principado. En él figura un trabajo de Luis Valdés sobre el sector turístico de la región que respeta escrupulosamente las convenciones habituales en este tipo de estudios. Por medio de un correo electrónico me dirigí a él para preguntarle lo que entiende por transversalidad del turismo y por producto turístico. En su amable respuesta expuso que el turismo es una actividad transversal porque se concibe desde la demanda, el diagnóstico que aporté en 1988 y que me costó ser marginado por la ortodoxia militante y todopoderosa de la OMT y otros gajes del oficio de heterodoxo. En vista de la respuesta, di un paso más buscando establecer las bases de un debate científico el texto que reproduzco a continuación:

La llamada transversalidad del turismo y la identificación del producto turístico

El Prof. Luis Valdés Peláez es el autor del trabajo “El turismo asturiano” publicado en la revista Papeles de Economía, número extraordinario dedicado a la Economía de Asturias (2003)

El trabajo, que responde al modelo tradicional aplicado a los sectores productivos como demuestra el hecho de estar dividido dos grandes apartados, uno dedicado al análisis de la demanda y el otro al de la oferta, va precedido de una exposición sobre la política sectorial de la Administración autonómica y termina con un apartado de conclusiones ajustado a las llamadas peculiaridades del turismo.

En el trabajo se hacen dos afirmaciones que me interesa comentar. La primera es que el turismo es una actividad transversal o de síntesis de muchas otras, y la segunda, que el “producto turístico”, así, entrecomillado, es un concepto importante. Invitado el autor a desarrollar ambas afirmaciones tuvo a bien aclarar que “la idea que se pretende transmitir (con la transversalidad) es que el turismo es una actividad que tiene su influencia en otras ramas a través de efectos directos e indirectos. El turismo está estudiado tradicionalmente desde la demanda, pero hemos de referirnos a todas las actividades que realizan los visitantes y por consiguiente hay que considerar al turismo como una actividad que influye directa e indirectamente en otras ramas económicas, bien mediante demandas directas de productos o servicios, bien con efectos inducidos en la economía. El turismo como actividad transversal, añade, está en relación con el planteamiento que se sigue en la actualidad de la Cuenta Satélite del Turismo o también del Análisis Input – Output aplicado al turismo”. (yo he subrayado)

Con respecto al llamado “producto turístico”, el autor me comunica que “la clarificación del concepto viene a continuación” de su alusión en el trabajo citado, al final del mismo. En efecto, en él dice el autor que, para mejorar el turismo asturiano (…) es importante el concepto de “producto turístico”, y añade que “el sector empresarial ha de elaborar, a partir de los recursos disponibles, una oferta completa, integral y diferenciada que pueda ser comercializada en los diferentes mercados”. Luis Valdés me comunica que esta, precísamente, su definición de tan importante concepto, que es lo que me pareció entender cuando leí el trabajo, pero consideré conveniente que fuera él mismo quien lo dijera ya que, por una parte, en su trabajo no utiliza tan importante concepto hasta el final, lo que resulta extraño, como lo es igualmente que exponga su definición con tan escaso énfasis y que, al estudiar la oferta turística estudie la oferta de alojamiento.

Sostengo desde 1988 que el turismo viene siendo estudiado con enfoque de demanda desde hace casi siglo y medio (Ver “La economía de la producción turística: hacia un enfoque alternativo”, Información Comercial Española, noviembre, 1988). En mi tesis doctoral “Crítica de la economía turística: enfoque de oferta versus enfoque de demanda” UCM, colección Tesis Doctorales, Madrid, 1992, desarrollé las ideas del artículo de 1988 insistiendo en que el enfoque de demanda lleva a ver el turismo como el heterogéneo conjunto de actividades productivas que responden al heterogéneo conjunto de actividades consuntivas que realizan los consumidores fuera de su lugar de residencia habitual.

El prof. Michel Troisi de la Universidad de Bari lo dijo más o menos con estas mismas palabras en 1940. El turismo es concebido desde principios del siglo XX como un fenómeno social y, por consiguiente, estudiado prioritariamente por la sociología. Si lo estudiamos desde la economía, el turismo es una actividad de consumo enfrentada, obviamente, a todo el sistema productivo del país visitado. Por esta razón, si no sustituimos el enfoque de demanda por el de oferta, la economía solo puede estudiarlo en el marco de la macroeconomía. De aquí que se empleen las técnicas citadas por Luis Valdés, el análisis I-O o la CS, ninguna de las cuales se usa para estudiar un solo sector bien identificado desde el punto de vista de la homogeneidad de los fabricados y de las técnicas productivas utilizadas. Para estudiar un sector bien identificado basta utilizar el vector de costes consolidado, lo que como mucho nos lleva a estudiar una columna de la tabla I-O pero nunca la CS, una técnica compleja y artificiosa que no aporta nada en este caso.

Por ello, el concepto de producto turístico que utiliza la economía convencional del turismo no es diferente al PIB, razón por la cual, hablando con propiedad, habría que llamarlo Producto Turístico Nacional (PTN) ya que no es posible identificar un solo producto, bien o servicio, que sea objetivamente turístico pues todos los productos existentes son también no turísticos.

Una confirmación de lo que digo puede encontrarse consultando cualquier clasificación de productos o de actividades económicas productivas. Si lo hacemos, confirmaremos que en ninguna clasificación figura el o los productos turísticos. Ni siquiera la CIUAT (Clasificación Internacional Uniforme de las Actividades Turísticas elaborada en Ottawa en 1991) ha sido capaz de identificar un único producto turístico y por ello se refiere a diferentes productos, unos “totalmente turísticos” y otros “parcialmente turísticos”.

Durante varios años dediqué mi actividad investigadora en el CSIC al estudio de deferentes sectores productivos de la economía española. Posteriormente me dediqué a la evaluación de proyectos en grandes obras públicas fuera del CSIC. Al regresar a dicho organismo me topé con el turismo como consecuencia de que un compañero se dedicaba a su tratamiento. Desde que en 1985 empecé a estudiar el turismo sentí el desasosiego de contemplar una aplicación del análisis económico que, en palabras de dos conocidos expertos norteamericanos, es exótica y bizarra. Como no comprendía por qué mis colegas los economistas estudian el turismo como los sociólogos y los geógrafos decidí averiguarlo. En noviembre de 1988 publiqué el trabajo ya citado que el año 1989 fue republicado por Estudios Turísticos (nº 101)

En este trabajo llevé a cabo la crítica de la economía convencional del turismo siguiendo el libro de Manuel Figuerola que entonces acababa de publicar Alianza: “Teoría económica del turismo”. Fue la primera vez que se afirmaba que el turismo se estudia con enfoque de demanda, un enfoque que difiere del que utilizan los economistas cuando estudian los sectores productivos convencionales. El enfoque de demanda lleva a ver el turismo como un sector con tan alto grado de agregación que puede decirse de él que no es un sector como los que habitualmente se identifican en Economía sino, como reconoce el mismo Figuerola en el libro citado, “una economía en pequeño”. Desde 1988 vengo sosteniendo esta peculiaridad del turismo, la cual lleva a verlo como un sector multisectorial, que es lo mismo que decir que es un agregado de la misma naturaleza que el sistema productivo en su conjunto.

Las dificultades que se plantean cuando se quiere estudiar el turismo desde la economía sin cambiar un enfoque que conduce a verlo desde el consumidor son asumidas por los analistas como derivadas de la especificidad del turismo, resistiéndose individual y colectivamente a atribuirlas al mismo planteamiento del problema.

La solución que ya en 1988 di a las anomalías científicas en las que cae el estudio económico de una realidad definida como fenómeno social y olvida la dimensión productiva no fue otra que tratar de comprobar si el turismo puede ser estudiado con el enfoque de oferta que es habitual en el análisis micro y mesoeconómico. Ya entonces formulé esta propuesta en forma de postulado: “turismo o producto turístico es un plan de desplazamiento circular cualquiera que sea la distancia recorrida, el tiempo empleado y el motivo que lleva a hacerlo”

Años más tarde he dicho lo mismo con otras palabras: Turismo o producto turístico es un plan de visita o un plan de estancia temporal.

La comunidad de expertos en turismo que se autoconsideran científicos nunca respondió a este auténtico jaque al rey en materia del turismo concebido como actividad consuntiva, con grave olvido de la actividad productiva, por mucho que desde la invasión del marketing se use y se abuse del concepto “producto turístico”, cuando lo cierto es que, como digo, desde el enfoque convencional todos los productos (servicios y bienes) son o pueden ser turísticos en la medida en que todos pueden satisfacer las necesidades de los turistas.

Como tantas veces he dicho, para el paradigma convencional, sociológico o de demanda, el turista es una especie de rey Midas que todo lo que toca los transforma en turismo. De aquí arrancan todas las supuestas especificidades del turismo, especificidades que vistas desde el análisis económico son, lisa y llanamente, graves anomalías científicas que urge eliminar si queremos estudiar el turismo como una actividad productiva, orientar la inversión y perfilar la estrategia empresarial capaz de maximizar beneficios.

En 1994 envié un trabajo a la revista de Jafar Jafari Annals of Tourism Research, en el que exponía el desarrollo del artículo de 1988 y de algunos otros publicados en el ínterin. La revista lo envió a René Baretje quien, a su vez y como es norma, los envió a la evaluación de dos expertos anónimos. Los expertos rechazaron la publicación basándose en que el artículo no demostraba de forma fehaciente que el turismo se estudia habitualmente con enfoque de demanda. Sorprendentemente, después de Ottawa 1991 y la obsesión derivada de esta conferencia por construir Cuentas Satélites, se ha reconocido palmariamente que el turismo viene siendo estudiado con enfoque de demanda como ya diagnostiqué en 1988. Luis Valdés Peláez reconoce en su artículo este principio. El reconocimiento de la multisectorialidad del turismo y el de su estudio desde la demanda no existía antes de 1988. Solo estaba latente. Hoy forman parte del backgrown de la disciplina. Pero nadie cita el trabajo en el que se formularon por primera vez ambas características.

Pero en aquel trabajo pionero no me limité a la formulación del modelo convencional de demanda utilizado por los expertos científicos en turismo. Fui más allá y propuse un modelo alternativo, el modelo de oferta. Este modelo no parte como el convencional del turismo como fenómeno sino del turismo como la actividad productiva que elabora y ofrece en el mercado el único producto que objetivamente puede ser calificado como turístico: el plan de desplazamiento circular o, lo que es lo mismo, el programa de estancia pasajera o de visita.

Resulta curiosa la coincidencia que hay entre el turismo así concebido y la definición de Luis Valdés de “producto turístico” como “una oferta completa, integral diferenciada”. No obstante, si vemos el trabajo de Luis Valdés en su totalidad, tal concepción no deja de resultar extraña. Si se ve el turismo como una actividad “transversal o de síntesis”, una expresión mostrenca y extraña a la economía, cuando lo correcto es decir que es una actividad horizontal debido a su consideración desde la demanda de un agente previamente (mal) identificado, el turista. El enfoque de demanda lleva a concebir el turismo como el conjunto de bienes y servicios orientados a la demanda de los turistas, lo que equivale a decir que no queda identificada una y solo una empresa especializada y diferenciada, la empresa turística. Para concebir el turismo como un sector o agrupamiento de empresas homogéneas hay que abandonar el enfoque de demanda y aplicar el enfoque de oferta.

Esta reflexión no tuvo respuesta: Luis Valdés Peláez me reenvió el texto que acabo de transcribir sin saludos ni comentarios. Ahí terminó la relación científica que creí aconsejable iniciar unilaterlamente.

¿Puedo calificar el panorama como desolador?
 

ANEXO

Notas tomadas de la ponencia titulada “La competencia de las zonas turísticas”
de la que es autor el economista Rafael Esteve Secall, profesor de la UMA, publicada en la revista digital www.travelturisme.com (Estudios)

1. Concepto de turismo
Creo interesante, a los efectos del posterior desarrollo (empezar con) una de descripción anatómica (sic) de actividades que integran lo que denominamos turismo. Porque el turismo no es un sector económico tradicional (sic), sino un conjunto de actividades que realizan diferentes sectores (sic), especialmente de servicios. Uso, en exclusiva para atender las necesidades de los turistas; otros parcialmente al atender también las necesidades de otros sectores (sic) productivos que no tienen nada que ver con el turismo, con el objeto de hacer frente a las necesidades de los turistas, es decir de “las personas durante sus viajes y estancias en lugares distintos al de su entorno habitual, con fines de ocio, por negocio y otros” (OMT)

La figura 1 es suficientemente ilustrativa para poner de relieve que tal actividad turística consta de un núcleo central de empresas, equipamientos y dotaciones de recursos que, en sus interrelaciones constituyen el crisol (sic) de la actividad turística. Si fallase alguno de esos tres elementos determinantes no habría actividad turística.

Sobre ese centro nuclear (sic) del turismo inciden, desde su periferia (sic), un amplio y variado conjunto de actividades agrupadas en cinco bloques complementarios denominados respectivamente: productos genéricos de consumo turístico, insumos básicos de las empresas turísticas, movilidad, canales de comercialización, y administraciones y otras instituciones.

La integración de estos cinco bloques de actividades turísticas con el núcleo central es lo que denominamos turismo desde el punto de vista de la oferta; y su interrelación es lo que favorece la aparición de ventajas competitivas de las empresas que operan en el turismo, especialmente cuando el núcleo central y los bloques periféricos coinciden en el espacio al ubicarse próximos unos a otros.

2. Concepto de zona turística
Entendemos por zona turística un territorio, normalmente de carácter supramunicipal, caracterizado por una gran concentración de actividades turísticas (o en el que el turismo es la actividad económica preferente), donde se ofertan diversos productos turísticos – aunque predomine un tipo de producto concreto - , que integra diferentes destinos turísticos, y que se manifiesta como conglomerado de tres tipos de agrupamientos de empresas o entidades turísticas: a) de carácter empresarial; b) de carácter territorial; y c) de carácter institucional.

Las zonas turísticas han surgido por evolución expansiva de uno o varios destinos turísticos próximos, de uno o varios productos turísticos concretos ofertados en un entorno geográfico, así mismo, próximo; y muchas veces, también, por efecto de la creación de una marca que ha facilitado la creación de una imagen propia y su identificación en el mercado. Dicha evolución es igualmente consecuencia de la tendencia de creación de redes entre empresas, lo que permite ampliar actividades y localizaciones, diversificar motivaciones, en suma, ganar competitividad. En cierta medida, la multiplicidad de productos, segmentos, motivaciones, etc. en el turismo se ha generado como forma para mejorar su competitividad y de combatir uno de los problemas fundamentales que tiene la actividad turística: la estacionalidad.
3. Concepto de destino turístico
El destino turístico, como parte de una zona turística, es un ámbito geográfico inferior en tamaño a la zona turística, normalmente de carácter municipal, caracterizado por su especialización en un producto turístico.

4. Concepto de lugar turístico
Entendiendo por tal una determinada localización geográfica atractiva, desde la perspectiva turística, que carece de alojamiento o de capacidad alojativa suficiente paa atender a sus visitantes.

5. Otras especificaciones
Para matizar y profundizar aun más en las diferencias (entre los conceptos expuestos en los puntos 2, 3 y 4) creo que en la zona turística, el motivo básico de su atracción “trasciende” su atractividad para convertirse en un “ambiente” en el que se puedan satisfacer, además, otro tipo de demandas turísticas. Por ejemplo, en las zonas turísticas no se disfrutan vacaciones “de sol y playa”, “de nieve” o “de ciudad”; por el contrario lo que ofertan las zonas turísticas respectivas son vacaciones “al sol y en la playa”, “en la nieve” o “en la ciudad”. A partir de ahí, de ese “ambiente”, en las zonas (se entiende que turísticas, claro) se pueden satisfacer otro tipo de demandas turísticas. Por el contrario en el destino turístico sí se disfrutan vacaciones “de tal o cual cosa”, pero no “en”.