La actitud de la banca ante las 'Nuevas Fronteras

 Valls-Taberner Arnó, Lluís (1926-2006)

 

Este texto se publicó originalmente en el diario Expansión el 29 de mayo de 1992.

A quienes hayan seguido en televisión los diez capítulos de Los años vividos no hará falta comentarles el fenómeno contemplado: en los primeros capítulos, los mayores -los viejos­ con alguna excepción, se muestran más bien críticos y pesimistas. En contraste con los últimos capítulos en donde aparecen los jóvenes con aplomo y esperanzados ante las nuevas fronteras.

Ni los cambios ni la nueva era asustan o preocupan a los jóvenes. Para ellos no hay pasado con el que como parar: ni mejor ni peor. No pueden añorar.

Aunque el comité de gobernadores de los Bancos Centrales de la Comunidad Europea ha decidido ahora Incorporar al seguimiento mensual de la coyuntura de los mercados financieros "una valoración prospectiva de las intenciones de política monetaria de los países miembros", me parece que este evaluar el futuro -las intenciones-es más propio de filósofos y de políticos que de los grandes bancarios, centrales o no.

¿Se nos viene encima el futuro o estamos dispuestos a condicionarlo? Esa es la cuestión. Es evidente que, al introducir la práctica de valorar el futuro de las intenciones, los gobernadores centrales han tomado partido por lo segundo: quieren adelantarse a la toma de decisiones de las autoridades nacionales, para condicionarlas de modo más eficaz a como han podido hacerlo hasta ahora.

¿Estamos nosotros -los directivos, los empresarios, jóvenes o no- en el mismo caso?

En un reciente libro, Veinte claves para la nueva era, el presentador Alejandro Llano -filósofo él­ resuelve la cuestión de esa "etapa de tránsito hacia una nueva era" considerándola no un problema fáctico, sino interpretativo: un proyecto humano fruto del querer.

Está claro que nosotros no estamos en condiciones de establecer las reglas de juego, ni de escoger la clase de juego. Pero podemos condicionarlo con nuestra actitud, con nuestra disposición.

En sus palabras de despedida a los alumnos del master de Economía y Dirección de Empresas del IESE, Carlos Cavallé, director de la célebre escuela de negocios, analizaba la actitud empresarial ante las nuevas fronteras partiendo de un símil deportivo: el tenis y el rugby.

Mientras "el tenis, por ejemplo, es un deporte que recuerda a las empresas de los sesenta (...), el rugby se parece más que el tenis a las empresas de los años noventa".

Para aquellos lectores a los que el ejemplo les sugiere algo, amplio el comentario. "En el tenis, las reglas del juego son muy claras y los jugadores saben bien lo que deben hacer. Cada uno juega en su propio campo, frente al contrincante, y hay muy poco margen para la improvisación o para lo imprevisto. El juego es relativamente tranquilo (...); los jugadores descansan entre game y game; beben y reponen fuerzas. Eso si, si se quiere ganar hace falta mucha práctica y mucho entrenamiento. Así eran las empresas de los años noventa. Los directivos convenientemente entrenados podían dirigir sin excesos de fatiga, siguiendo unas reglas de juego claras, teniendo casi todo bajo control, en su propio campo".

Como un partido de rugby

En el rugby -empresas de los años noventa- "son muy importantes las individualidades, pero nada se consigue sin un equipo bien conjuntado. Los jugadores deben mantener un nivel sostenido de esfuerzo elevado con poco tiempo para descansar. Tienen que tener mucho aguante para no ceder ante los habituales empellones del contrincante; y energía y rapidez para superar al adversario si quieren conseguir un touch down.

La pelota no el fácil de controlar, tiene un comportamiento impredecible. La  competencia es cuerpo a cuerpo, sin la separación de una red; y el campo es de quien lo conquista con esfuerzo".

Con un entorno político, económico y social        propenso a los cambios y en un país cada vez más abierto a la competencia mundial de los más fuertes y de los más eficaces, nuestro empresario está en condiciones de sacar provecho de las nuevas fronteras.

Como adelantado o como pionero, unas veces; y como imitador, otras.

Estimo, pues, que, desde un punto de vista técnico, los jóvenes ejecutivos tienen claro el panorama que contemplan; es decir, las cosas que tienen en perspectiva. En contraste con eso, ignoro en que proporción padecerán de una enfermedad relativamente nueva (...) que al parecer no le permitía distinguir entre el bien y el mar'. Esta frase entrecomillada forma parte del comentario final de TV Española, después de que Josep Maria Balcels diera la noticia de la ejecución de un delincuente Californiano en la cámara de gas.

La banca se encuentra cómoda ante la variedad y la movilidad de las nuevas fronteras. Se encuentra cómoda porque cree estar en condiciones de reaccionar ante los cambios a tiempo y adecuadamente.

Pero el problema de la banca está siempre en sus clientes. Son bastantes los clientes que -como la pelota de rugby- no son fáciles de controlar porque tienen un comportamiento impredectible.

Por eso, aunque condicionar el futuro sea tarea más propia de filósofos y de políticos que de banqueros, el banquero está obligado a detectar antes de que esa tarde las intenciones de sus clientes –para poder retirarse a tiempo­ ya diagnosticar pronto que clientes han contraído esa enfermedad relativamente nueva, que no les permite distinguir entre el bien y el mal. Esa nueva frontera de los clientes que no quieren pagar, es la más inquietante para la banca.

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