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La Nueva Fase de Desarrollo Económico y Social del Capitalismo Mundial

José de Jesús Rodríguez Vargas

 

RESEÑA

 

CAPÍTULO PRIMERO

El capítulo primero, Neoliberalismo Monetarista vs. Keynesianismo, da cuenta de la evolución histórica en el periodo de investigación. Percibo en la década de los setenta una situación contradictoria en los gobiernos y en los organismos multilaterales con respecto a la política económica: la continuación de una política de tipo keynesiano en un ambiente diferente a la de los sesenta; políticas llamadas “tradicionales” que serán rechazadas en la segunda mitad de la década, a la vez que se adoptan y adaptan otras, aún más viejas, recetas a situaciones nuevas; es una periodo interesante, porque refleja la lucha de la teoría y la política keynesiana dominante con el monetarismo neoliberal -aún no se le llamaba así-, resultando triunfador este último. Analizo el desarrollo y auge de la llamada “contrarrevolución monetarista”, para enseguida recuperar la reacción de los poskeynesianos y contestar a un conjunto de preguntas que surgen en un debate sumamente animado y, por enésima ocasión, Marx sigue siendo mi guía, ya que utilizo su método, para dar respuestas concretas; método que explico en el transcurso de la tesis.

En este capítulo, analizo las causas por las cuales la política keynesiana es rechazada y las razones para que su antagónico se convirtiera en la política económica oficial de los principales países capitalistas; encuentro el momento clave –con base a indicadores económicos- en el que la burguesía y los gobiernos, de algunos países desarrollados, decidieron cambiar de política y las razones inmediatas para hacerlo. Confirmo una hipótesis secundaria de la investigación con respecto al papel funcional y determinante que tuvo el monetarismo neoliberal en las décadas de 1970 y 1980, para acabar con la inflación y crear condiciones estructurales para un cambio de tendencia en el desarrollo del capitalismo.

Rechazo la versión generalizada del “fracaso” del modelo neoliberal y monetarista en el mundo capitalista desarrollado. Contrariamente a una opinión influyente, no veo la utilidad de las teorías y políticas económicas a partir de sus objetivos sociales, éticos o morales, sino con base a su funcionalidad de acuerdo con las leyes de la economía política, es decir, conforme a las leyes del capitalismo; y, en este sentido, sólo es “exitosa” una política económica si favorece los intereses materiales a largo plazo de la burguesía, aunque perjudique los de la mayoría de la población a corto plazo.

Comparto la posición que el francés Gerárd Duménil (Duménil y Lévy: 2003) planteó en una visita (fines del 2003) a la División de Estudios de Posgrado de la Facultad, ante el desconcierto de profesores y estudiantes, que no esperaban una tesis iconoclasta y contundente: desde del golpe de Paul Volcker en 1979, triunfó el neoliberalismo monetarista al estabilizar la economía y recuperar la ganancia empresarial, a mediados de la década de los ochenta.

Fue necesario que viniera de tan lejos, un marxista, con cierto cartel en nuestros días, para perturbar a muchos que esperaban ansiosos la retahíla de denuncias contra el neoliberalismo y la globalización; la reacción se expresó en la pregunta de un alumno de maestría, ¿y la clase obrera dónde está? La respuesta fue que esa era otra ponencia. No tuvo necesidad de partir de la situación social mayoritaria para explicar la “dinámica del neoliberalismo y el imperialismo”, sino que lo hizo, a partir, de la situación de la burguesía y del desarrollo de indicadores productivos y de ganancia; el investigador francés se siente obligado aclarar que cuando habla de un curso “favorable” de la dinámica del capitalismo lo hace de acuerdo a sus reglas de funcionamiento y se abstrae del futuro de la humanidad y del planeta tierra. Esta, es una manera de interpretar, con un método marxista, sin embargo, no es el más utilizado+. Fue sustituido desde hace mucho tiempo por la condena, el catastrofismo y la conmiseración social tan proclive al aplauso de la audiencia*.

La escena del auditorio Silva Herzog me recordó un encuentro entre el victorioso Napoleón y el físico francés Laplace, a bordo de un barco que lo llevaba a la conquista de Egipto a fines del siglo XVIII; el primero se quejó con Laplace de que en la obra Mécanique céleste –en donde explica el origen del sistema solar con base a leyes físicas- no apareciera referencia alguna a Dios, la respuesta fue: “Señor, no necesito esa hipótesis”. Desde Newton, con la Ley de la Gravedad, Dios y los ángeles fueron innecesarios para explicar el funcionamiento del Cosmos.

He visto en los últimos años que de la demanda -del movimiento universitario de los setenta- de una educación científica, popular y crítica, sólo se ha logrado la popularización, quedando subordinada la parte científica y crítica al predomino de la denuncia de los males y la agitación contra el sistema. La crítica se ha quedado en la antítesis, en la negación de la afirmación, sin pasar a la síntesis, es decir, a la superación dialéctica. Es la simple oposición.

Teniendo clara dicha situación, me he esforzado por no caer en lo mismo. Pretendí, en este trabajo, llegar a conclusiones con base al método y a la investigación científica, sin desconocer la importancia de la ética, la moral y las necesidades sociales insatisfechas, que no creo sean criterios científicos para guiar una investigación doctoral; ello corresponde más a la política de oposición y, también, al ámbito del púlpito religioso y a las conferencias de complacencias mutuas.

 

CAPÍTULO SEGUNDO

 

El capítulo segundo, La fase recesiva y la transformación estructural y socioinstitucional, desarrolla ampliamente la crisis de Estados Unidos, desde sus primeros síntomas en la década de los sesenta y el punto de inflexión entre dos fases; hay consenso en que durante 1965-73 se presentaron claras señales del agotamiento de la onda expansiva, que venía desde la primera mitad de los cuarenta en Estados Unidos y los cincuenta en Europa y Japón. Analizo un periodo determinante durante los setenta, que defino como la Estanflación y la Confusión.

También, reviso la crisis de productividad del trabajo, el proceso de desindustrialización, el papel del capital financiero, los especuladores y la posición de una fuerte corriente en la década de los ochenta llamada los Declinacionistas, que vieron en la crisis de la economía estadounidense el inminente desplome del imperio.

Una parte fundamental de este capitulo es la reestructuración capitalista, valga la redundancia, porque no puede haber de otra en una nación capitalista, pero nos hemos acostumbrado a ponerle el adjetivo para denunciar que no es una reestructuración desde el punto de vista de la clase obrera. Enseguida, analizo las consecuencias de lo que el FMI llamó “la revolución silenciosa”, un conjunto de medidas de cambio estructural que fueron aplicando una nación tras otra durante la década de los ochenta, y llevaron a resultados como la “muerte de la inflación” en la mitad de los noventa y la reaparición de la deflación en la segunda mitad de la década, además de la transformación y nueva funcionalidad del Estado burgués, aquí, también, debo agregar el adjetivo, por lo anteriormente explicado.

 Este capítulo junto con el primero se enmarca en la parte histórica, pero tratado de manera diferente; en el primero es la historia del cambio de teoría y política económica vista, principalmente, desde la superestructura y, en el segundo capítulo, es la misma evolución, pero, a partir, de la crisis y los cambios estructurales, aunque, por supuesto, sin hacer una brecha oceánica. Ambos capítulos se complementan y en conjunto abarcan un periodo que va desde los sesenta hasta la mitad de los noventa.

 

CAPÍTULO TERCERO

El capítulo tercero, es la continuación de los anteriores, así como la aplicación de las teorías y de la historia recuperada que se encuentra en el Apéndice. Sin ellas no me hubiera sido posible entender La nueva fase de desarrollo económico y social del capitalismo mundial. La llamada nueva fase abarca un periodo concreto y es una onda Kondrátiev, que, en este caso, es expansiva. Aclaro, que aunque algunos autores usan de manera diferenciada los términos, yo empleo indistintamente fase y onda o incluso etapa, era u oleada. El término identifica al autor, pero no define cualitativamente la diferencia.

Planteo como hipótesis principal que ya terminó la onda recesiva a largo plazo y que empezó una nueva onda Kondrátiev, cuando menos, de manera más clara para Estados Unidos, y algunos países Europeos, no así para Japón, Alemania, Francia o Italia. La demostración cuantitativa se ve en el capítulo cuarto.

Un primer punto del capítulo tercero, es sobre las condiciones estructurales, políticas y sociales que dan origen a la fase expansiva del ciclo largo. Por tanto, ésta parte, es fundamental en el capítulo y en la tesis. Retomo cuatro elementos que Mandel considera determinantes para el cambio de tendencia; primero, la parte “técnica”, la existencia de una revolución tecnológica; segundo, la situación de la clase obrera y de los movimientos sociales y políticos; tercero, la situación de los países que hace menos de quince años eran de transición del capitalismo al socialismo y, ahora están en sentido inverso. El último elemento, es la descapitalización necesaria durante la crisis, para que en conjunto se recupere y aumente la tasa de plusvalía y de ganancia, junto con el desarrollo de la demanda global.

Con estos cuatro puntos, pretendo explicar el paso de la onda depresiva a la expansiva, es decir, con causas endógenas y exógenas (de acuerdo a la clasificación de Mandel, sin entrar en la polémica sobre la definición de endogenidad y exogenidad). Con esta primera parte del capítulo tercero y ligado con la crisis y la reestructuración del capítulo segundo pretendo comprobar una segunda hipótesis secundaria: la onda larga depresiva cumplió con el papel saneador y reestructurador para sentar las bases de la superación de la crisis de larga duración.

La segunda parte, es el análisis concreto del periodo 1996-2003, y, por tanto, continuación cronológica del capítulo tercero; la década de los noventa empezó y terminó con una recesión generalizada, y, entre ambas recesiones se produjo la más larga expansión productiva en la economía de Estados Unidos, con un proceso de desinflación y estabilidad monetaria. A su vez, surgió un debate sobre la Nueva Economía que refleja, lo mismo que en los años cuarenta, que algo había cambiado en la economía norteamericana.

Analizo el surgimiento de la nueva realidad, desde su construcción inmediata en los noventa (en el capítulo segundo abordo otros factores imprescindibles para entender la nueva economía clintoniana). Entiendo a la Nueva Economía como una nueva forma de producción, impulsada por cambios estructurales, estatales y sociales, así como por la revolución en tecnologías de la información y la comunicación que arrojan una mayor productividad del trabajo; situación que en la nación estadounidense se muestra cuantitativamente diferente a etapas previas y que se expresa como un mejoramiento económico y social que está sentando las bases de un crecimiento sostenido y estable.

Recojo la apasionante discusión sostenida, a fines de los noventa, sobre la importancia de la revolución tecnológica en la productividad del trabajo; crecimiento de la productividad que pasó de 1.4 por ciento promedio anual durante 1973-1995, a tres por ciento, en los últimos nueve años, lo que refleja un cambio extraordinario; es un nuevo panorama que algunos lo explicaron por las innovaciones en la información y en las comunicaciones y otros negaron la posibilidad de que fuera una tendencia permanente. Mi conclusión es que la “nueva economía” no fue un mito, ni moda de algunos teóricos y cada vez estoy más convencido que fue y sigue siendo una realidad.

No percibo que el motor inmediato, la revolución tecnológica, que originó a la Nueva Economía en la segunda mitad de los noventa en Estados Unidos, se haya agotado. Al contrario, apenas empieza a desplegarse y todavía existe la posibilidad del crecimiento con estabilidad en varios países; la recesión del 2001 no es una prueba del fin de la Nueva Economía ni síntoma de una grave crisis estructural, sino la primera recesión (distinta a las cinco anteriores inmediatas) de un primer ciclo de negocios de la nueva onda expansiva del capitalismo.

Por lo pronto, es muy claro para Estados Unidos y para algunos países Europeos, que asumieron la revolución tecnológica y adoptaron otras medidas de cambio estructural, que se encuentran en el umbral de la onda expansiva. Esto se analiza en los tres últimos puntos del capítulo tercero. 

 

CAPÍTULO CUARTO

El capítulo cuarto es la demostración empírica de la nueva onda expansiva. Explico las diversas evidencias estadísticas de ciclos largos anteriores, por parte de los principales analistas del capitalismo –desde la vertiente estadística- como lo son Kondrátiev, Mandel y Maddison, e incorporo la visión refrescante y promisoria de Carlota Pérez, que ya en el capítulo tercero había tocado una parte de su novedosa teoría sobre las Grandes Oleadas de Desarrollo y el Ciclo de las Revoluciones Tecnológicas; en este capítulo, Pérez me ilustra para ver con más claridad un turning point, a partir del derrumbe del mercado bursátil y de la recesión en el periodo 2000-2002.

Analizo el ciclo de negocios de los noventa en Estados Unidos, para resaltar sus particularidades diferentes y mostrar que pertenece más a una onda expansiva que a una recesiva, de acuerdo a las “regularidades” que Kondrátiev descubrió. También, demuestro con base a indicadores claves del desarrollo, que algunos pequeños países Europeos como Irlanda, Islandia, Dinamarca, Finlandia, Holanda, al igual que Canadá, Nueva Zelanda y Australia, se localizan en los primeros vagones de la nueva onda expansiva.

Contrariamente a la onda ascendente anterior, ahora algunos poderosos países no están ni por asomo, cerca de emprender el camino en el que otros ya se encuentran. Esto, sin duda, es un hallazgo. Los países como Alemania, Francia, Italia y Japón no se encuentran ni siquiera en lista de espera para viajar en la onda expansiva; son países que se retrasaron en las transformaciones estructurales y socioinstitucionales, sobre todo en doblegar a la parte de la sociedad beneficiada por la onda expansiva anterior; es decir, la clase obrera que, en su afán por mantener las conquistas sociales, ha impedido que el capital transforme aún más las relaciones sociales. Aunque el intento de la burguesía y el Estado continua y en algunos años se pondrán en sintonía.

 

CAPÍTULO CINCO

 

El  capítulo cinco comprende la discusión contemporánea sobre el rumbo a largo plazo del capitalismo y un pequeño epilogo que retoma dos indicadores que podrían determinar la dinámica de Estados Unidos en los próximos años. Las perspectivas, es la parte más difícil, porque los economistas estamos desprestigiados como pronosticadores (o, acaso, ¿profetas?), pero ¿quién tiene la bolita mágica para darnos certidumbre? Entonces, sí es posible aventurar escenarios generales. La base de mi prospectiva no es la intuición ni mis deseos, ni la denuncia; el sustento de mis proyecciones es la teoría, el método, y particularmente, los capítulos II, III y el IV.

Percibo un cambio ideológico de la burguesía mundial: hoy están más interesados en el crecimiento y en el desarrollo social, que en su tradicional lucha antiiflacionaria y de austeridad. Esto debería ser lógico, puesto que, el problema ya no existe. Se logró la anhelada (para los críticos “obsesiva”) estabilidad macroeconómica, la recuperación del poder hegemónico de la burguesía, la derrota y relativa sumisión del proletariado y, además, está en marcha una revolución tecnológica, por tanto, lo que la burguesía pretende es desarrollar las fuerzas productivas y el mercado solvente para realizar la plusvalía. Es el momento del capitalismo productivo.

Los gobiernos y los organismos internacionales –los gestores visibles de la globalización- se han ido ajustando a los tiempos y han modificado sus políticas y sus objetivos para, a su vez, transformar al capitalismo; observo que organismos como el FMI no siempre han sido neoliberales –como la critica común nos hace creer-, sino que hace un cuarto de siglo todavía eran keynesianos; como neoliberales antiinflacionarios impulsaron en los ochenta una política llamada de “reformas estructurales” encaminadas a adecuar a los países capitalistas a las nuevas circunstancias -de la misma manera que en las décadas de 1950-60, en otras condiciones, hubo organismos (FMI, ONU, CEPAL) y corrientes que impulsaron reformas “estructuralistas”.

 Cumplida la “primera generación” de reformas estructurales, el FMI y los gobiernos se han propuesto una “segunda generación” (también se habla de una “tercera”) que tiene una orientación de crecimiento de “mejor calidad” y desarrollo social. Recalco que la situación de Estados Unidos es un ejemplo, y es el país vanguardia, porque la primera generación de reformas (un tipo de “trabajo sucio”) la realizaron los gobiernos Reagan-Bush (en Inglaterra, Thatcher-Major) y los siguientes gobiernos cosecharon un ambiente de estabilidad con crecimiento económico y social. Proceso –primero estabilidad y después crecimiento- que la clase dominante y los inversionistas globales consideran indispensable.

Sin embargo, en el capítulo cinco muestro que existe otra fuerte opinión con respecto a las perspectivas del capitalismo. Varios autores contemporáneos influyentes, ven en los movimientos globalifóbicos y alternativos a la globalización, el germen de futuras rebeliones que pueden detener al imperialismo yanqui; también analizan que nos encontramos en una anarquía global o en una era de transición que va a llevarnos –ésta no es una previsión, sino una afirmación- a una crisis sistémica en la década de los veinte, y, si no sucede en ese momento, la siguiente posibilidad sin duda será en la década de los cincuenta del siglo XXI; perciben una crisis del capitalismo cuyo resultado no pueden prever con exactitud, pero para lo cual llaman a la intelectualidad a prepararse mejor y a cumplir con un deber militante.

Aunque no descarto completamente el pronóstico de muchos reconocidos autores sobre la próxima gran catástrofe del “capitalismo senil” o “capitalismo decadente” como ellos le llaman, quiero anotar que dicho escenario lo califico con baja probabilidad, pero, también, reconozco que dicha prospectiva es de muy alto rating en algunos sectores intelectuales y académicos. No obstante, no olvido que Lenin, estando en Zurich a principios de 1917, confesó en una conferencia a la juventud obrera Suiza que “nosotros, la vieja generación, quizá no lleguemos a ver las batallas decisivas de esa revolución futura”*; días después estallaba la Revolución de Febrero que conduciría a la Revolución de Octubre.

Finalmente, en el capítulo quinto, como epílogo, toco dos puntos que han sido considerados recientemente como posibles obstáculos al crecimiento económico con estabilidad en Estados Unidos, el  déficit fiscal y la productividad del trabajo.

Con respecto a este último indicador, como continuación del debate sobre la Nueva Economía, es un punto, que con los datos últimos y actualizados sobre la productividad, prácticamente se ha definido a favor de los partidarios de la Nueva Economía; los escépticos, han reconocido por la evidencia estadística que la productividad tiene potencial para seguir creciendo a una tasa superior al 2.5 por ciento. Si esta tendencia tiene visos de realista, entonces el problema de la tinta roja en Estados Unidos puede ser superado relativamente en los próximos años, en la medida que la economía crezca con estabilidad, ya que, entonces, puede reducirse más fácilmente el déficit actual.

Es decir, que con estabilidad macroeconómica y productividad del trabajo, el déficit no representa el peligro de la década de los setenta, y mucho menos si se logra la reducción paulatina a tasas del dos por ciento como se pretende, nivel mucho más manejable e inocuo.

El resultado del último ejercicio fiscal, terminado en septiembre de 2004, con un déficit de 3.6 por ciento, igual que el del año anterior (3.5) e inferior a lo primeramente proyectado del 4.2, o de cinco por ciento de acuerdo a otras estimaciones, refleja una creíble posibilidad de control y reducción del presupuesto público de Estados Unidos.

Un último comentario, la tesis de que la recesión reciente y la moderada recuperación -todavía a mitad del 2003- de la economía estadounidense y de la economía mundial acabaron con la Nueva Economía y, por tanto, que no existen perspectivas para una nueva fase expansiva de largo plazo del capitalismo, no toma en cuenta o subestima el actual despliegue de la revolución tecnológica (y no solo este factor).

Los países capitalistas desarrollados están justamente en un momento de inflexión; la crisis reciente es el punto más bajo y a la vez el principio de una nueva tendencia. Estados Unidos empezó su tendencia ascendente hace algunos años, como sucedió en la anterior onda expansiva. Estoy convencido de que la metodología de las ondas largas brinda una visión más amplia y, por tanto, esta investigación pretende ver el camino a largo plazo, con una visión propia.

 

CAPÍTULO SEIS

 

Finalmente, este capítulo retoma y extiende lo que considero las principales conclusiones de la investigación.

Pongo mi interpretación de la realidad de la economía mundial sobre la mesa del debate, al juicio del experimentado jurado y de otros colegas.

 

México, D.F. Domingo, 10 de Abril de 2005


 

+ Marx lo planteó así: “este pasaje muestra (refiriéndose a la obra de David Urquhart), al mismo tiempo, la fuerza y la debilidad de un tipo de critica que sabe enjuiciar y condenar el presente pero no comprenderlo”, Marx, Karl. El Capital, Tomo I, Vol. 2, p. 612, n324.

* Para Karl R. Popper “Hay una especie de competición entre el pesimismo y la fatalidad: cuanto más radical sea la condena de nuestra sociedad occidental, mayor parece ser la probabilidad de ser escuchado (y quizá la de desempeñar un papel importante en ella)”. Popper, Karl R. (1993, 2002). Búsqueda sin término. Una autobiografía intelectual, Alianza Editorial, p. 318.

 Citado por Federico Engels en el prologo a la edición inglesa de 1892 del Socialismo Utópico al Socialismo Científico, Marx, C. F Engels.  (1974). Obras Escogidas, Editorial Progreso, Tomo III, p. 104.

* Lenin, “Informe sobre la Revolución de 1905”, 9 (22) de Enero de 1917, en Obras Completas, Tomo 24, Ediciones Salvador Allende, México.


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