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CAPÍTULO VI

 MÉXICO.

 

VI.2.- LA GESTA CARDENISTA

 

          La política cardenista, desde los enunciados del conocido Plan Sexenal, representaba mucho más que un intento por alcanzar los objetivos de la Revolución como quedaron establecidos en los principios de la Constitución de 1917, con respecto a la reforma agraria, la legislación laboral, la nacionalización de los recursos minerales y la regulación por parte del Estado de las actividades económicas. En el terreno político, el cardenismo originó un férreo corporativismo, cuya expresión formal arranca con la incorporación de los llamados sectores obrero, campesino, popular y militar al entonces nuevo partido (de la Revolución Mexicana), así como un incuestionable presidencialismo.

          Había, durante ese gobierno, tres propósitos contenidos en el plan Sexenal: “La necesidad de disminuir la dependencia del país de

 

los mercados extranjeros, la promoción de industrias pequeñas o medianas más que grandes unidades y el desarrollo de empresas mexicanas, más que empresas bajo el control de intereses extranjeros.” El cumplimiento de estos objetivos, muy por encima del que suelen alcanzar los gobiernos de casi cualquier país, sentó las bases para un importante crecimiento económico que, en promedio anual, significó el incremento del Producto Interno Bruto al 6.0 %, entre 1940 y 1980.

          La reforma agraria implicó el reparto de más de 20 millones de hectáreas, la creación de bancos agrícolas, y la construcción de obras de infraestructura. La política sobre inversión extranjera implicó nacionalización de terrenos agrícolas, ferrocarriles y la expropiación de la industria petrolera. El Estado es el elemento más activo en la organización y promoción del crecimiento económico, ya con el crecimiento extraordinario del gasto público, ya con la creación de instituciones fundamentales para las actividades productivas.

          En lo relativo a la inversión extranjera, problema de extraordinaria importancia para el gobierno cardenista, la opinión que expuso Ramón Beteta (funcionario del gobierno mexicano) en un seminario sobre el Primer Plan Sexenal, celebrado en 1935 en la Universidad de Texas, ilustra sobradamente la claridad que se tenía a este respecto:

          “El doctor Cumberland nos dice que la dominación extranjera en la vida económica de México es un hecho…, no ve que México es pobre debido a los intereses extranjeros, no a pesar de ellos…por lo que respecta a la orientación nacionalista del Plan Sexenal, es necesario hacer notar que el gobierno…no quiere olvidar la defensa necesaria de nuestros recursos naturales contra una situación abusiva que nos sitúa en un plano semicolonial.”[1]

          En el mismo sentido, y ya en la conclusión de su mandato, el general Lázaro Cárdenas entregó una carta escrita de su puño y letra al presidente entrante, Manuel Ávila Camacho, de enorme valor histórico:

          “Algo muy importante y trascendental en la vida de México, para los hombres que asumimos el poder es cuidar que entretanto  no haya una declaración categórica del gobierno de Norteamérica, en el sentido de que abandona su teoría de reconocer la nacionalidad de origen a los norteamericanos que se trasladan a otros países, no debe aceptarse aquí a nuevos inversionistas de la nación vecina. Si se descuida este importante aspecto, tendremos que lamentar más reclamaciones indebidas y conflictos graves para México. Aunque los extranjeros, de acuerdo con nuestras leyes, están obligados a renunciar a toda protección diplomática, lo cierto es que los gobiernos de Norteamérica no han respetado este principio que es ley suprema en nuestro país, y por ello se hace indispensable tener previamente una declaración oficial del gobierno norteamericano. Nuestra cancillería debe seguir trabajando hasta lograr el respeto absoluto de la soberanía de la nación. Si con este principio está de acuerdo el ciudadano que llegue a sucederme en la responsabilidad del poder, se servirá trasmitirlo a su inmediato sucesor.”[2]

 

 

          En materia de política exterior destaca por su enorme trascendencia la solidaridad prestada a la República española, atacada brutalmente por el general Francisco Franco con el apoyo de los regímenes totalitarios de Alemania e Italia. En una declaración publicada en Berlín el 6 de junio de 1939, Adolfo Hitler recordaba las razones por las que apoyó al golpista español:

          “En el verano de 1936, España parecía perdida. Fuerzas internacionales atizaban allí el fuego de una revolución destinada a pasar no sólo a España, sino a Europa entera, a sangre y fuego. Hasta las democracias occidentales no temían entregar armas, carburante  y pretendidos voluntarios.”

          “Una suerte espantosa amagaba a nuestro continente. Los más antiguos países civilizados de Europa parecían amenazados. Diez mil alemanes debieron huir de España y sus bienes fueron destruidos. Muchos fueron asesinados.”

          “Entonces se alzó un hombre que parecía predestinado a esforzarse por su pueblo, por mandato de su conciencia: Franco empezó su lucha por la salvación de España. Tropezó con una conspiración urdida por el mundo entero.”

          “En julio de 1936 me decidí de pronto a responder a la solicitud de ayuda que me pedía ese hombre.”[3]

          Franco mismo percibía su traición como una especie de guerra santa. Así, se permitió declarar ante los soldados italianos que le brindaron su apoyo: Soldados de Roma imperial: sois los hermanos preferidos porque combatís con nosotros en la santa cruzada contra el comunismo y las democracias. Las brutales consignas del general Millán Astray, compañero de armas de Franco, ilustran con largueza el primitivismo de la sedicente cruzada: “¡Viva la muerte!” -que se convirtió en el lema de la Legión extranjera- y  “¡Muera la inteligencia!” -con el que el salvaje militar entró a la Universidad de Salamanca, saludando al enorme Miguel de Unamuno.

          Don Jesús Silva Herzog recuerda la actitud del gobierno mexicano:

          “El gobierno del general Lázaro Cárdenas estuvo desde luego y sin vacilaciones del lado de la República, defendiéndola vigorosamente por medio de nuestros representantes en la Sociedad de Naciones. Estuvimos solos pero con la convicción de que nos asistía la razón y cumplíamos escrupulosamente con nuestras obligaciones internacionales. En contra estuvo el malhadado Comité de no Intervención. De hecho Inglaterra y Francia, por falta de visión de sus gobernantes, les hicieron el juego a Hitler y Mussolini. Tal vez con el correr del tiempo debieron lamentar su gravísimo error.”

          “Ahora bien, como resultado de las gestiones pertinentes entre los dos gobiernos, el 7 de julio de 1937 desembarcaron en Veracruz 480 niños españoles para ponerlos a salvo de las bombas asesinas que arrojaban los aviones enemigos sobre ciudades abiertas. Algunos niños eran huérfanos por haber muerto sus padres en la sangrienta pugna; otros vinieron a nuestro solar con el consentimiento de sus progenitores. Todos fueron internados en locales amplios y cómodos en la ciudad de Morelia, atendidos con esmero e impartiéndoles clases de los ciclos primarios. El régimen cardenista se distinguió siempre por su hondo sentido humanitario.”

          “Congruente con la posición decidida en favor de la República Española, el gobierno cardenista le vendió 20 000 rifles y 20 millones e cartuchos embarcados en el vapor Magallanes en agosto de 1936. El diplomático José Ma. Argüelles fue uno de los custodios de aquel cargamento peligroso. Me contó años más tarde de la peripecias del viaje: el temor constante de ser sorprendidos por barcos enemigos, y sobre todo el paso por el estrecho de Gibraltar en que la nave fue bombardeada por aviones alemanes, afortunadamente con mala puntería, y por fin el desembarco en Cartagena recibido con júbilo por hombres, mujeres y niños y vítores entusiastas a México y a Lázaro Cárdenas.”

          “La fuerza triunfó sobre el derecho, la rebelión artera contra un pueblo, Francisco Franco contra la República Española. Franco triunfó, ya lo apuntamos, gracias a la ayuda de Hitler y Mussolini, a las tropas italianas que solía bendecir Pío XI y a los aviones alemanes.”[4]

          El otro gran evento de repercusión internacional, ¿quién podría olvidarlo?, fue el conflicto con las empresas petroleras del que resultó la expropiación, decretada por el presidente Cárdenas el 18 de marzo de 1938. La historia de este evento, verdadera Epopeya en la evocación de don Jesús Silva Herzog, es la siguiente:

          “En 1935 existían tantos sindicatos  de trabajadores como empresas. De suerte que los salarios y las prestaciones sociales eran muy diferentes en cada caso para una misma labor. Venciendo dificultades innúmeras, los petroleros lograron fundar en 1936 el Sindicato de trabajadores Petroleros de la República Mexicana, es decir, un sindicato industrial; y como esto se llevó a cabo de conformidad con la ley, las compañías no tuvieron más remedio que reconocerlo y entablar conversaciones con sus empleados y obreros con la finalidad de llegar a la firma de un contrato colectivo de trabajo.”

          “Las pláticas se iniciaron entre los representantes de las partes a mediados de 1936. En noviembre estuvieron a punto de romperse. El gobierno intervino como amigable componedor y las conversaciones continuaron. Así se llegó a mayo de 1937, sin que se adelantara un solo paso para llegar a la formulación del contrato colectivo, pues los representantes del capital no mostraban interés alguno para acceder en todo o parte a las demandas de los representantes sindicales.”

          “A fines del mes susodicho el sindicato declaró la huelga general a todas las empresas petroleras que operaban en México. Pasaron los días, unos cuantos días y los efectos no se hicieron esperar. Bien pronto escaseó la gasolina y otros derivados en todo el país. Ocho días después de declarada la huelga, las calles de la ciudad de México se veían desiertas de automóviles particulares, lo mismo que de camiones de pasajeros y de carga. Se presentó la amenaza de un paro total o casi total de la vida económica de la nación.”

          “El presidente de la República llamó a Palacio Nacional a los dirigentes del sindicato, para pedirles que levantaran la huelga en vista de los graves daños que estaba sufriendo el país y que cambiaran de táctica en su lucha contra las empresas.”

          “El general Cárdenas les sugirió que plantearan un conflicto de orden económico ante la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje de conformidad con la ley. Los trabajadores así lo hicieron y la huelga fue levantada.”

          “Cuando los representantes del capital y del trabajo no se ponen de acuerdo, y las posiciones de unos y otros parecen irreconciliables, alguna de las partes puede plantear un conflicto de orden económico. Para mayor claridad, supongamos que los trabajadores solicitan un aumento de salarios que implica para la empresa un aumento de sus erogaciones de 1 000 000 de pesos, y que ésta afirma no tener capacidad de pago para ello, mientras los trabajadores sostienen lo contrario; es entonces cuando se acude al procedimiento que se viene tratando.”

          “Al plantear los representantes sindicales ante la Junta Federal el conflicto de orden económico, se designó de conformidad con la ley a tres peritos, quienes en un término de 30 días debían presentar ante la autoridad del trabajo dos documentos: un informe acerca del estado de la industria en todos sus aspectos fundamentales y un dictamen dando su parecer sobre la manera de resolver el conflicto. La Junta Federal nombró desde luego peritos a los señores Efraín Buenrostro, subsecretario de Hacienda, al ingeniero Mariano Moctezuma, subsecretario de la Economía Nacional y a Jesús Silva Herzog, que desempeñaba el cargo de asesor del Ministro de Hacienda.”

          “Supe más tarde que el presidente de la República le pidió al licenciado Vicente Lombardo Toledano, secretario general de la Confederación de Trabajadores de México, que la representación obrera le propusiera una terna para designar a uno de los tres peritos que debía nombrar el Grupo No. 7 de la Junta Federal. La terna presentada por Lombardo fue la siguiente: Víctor Manuel Villaseñor, Luis Fernández del Campo y Jesús Silva Herzog. El general Cárdenas, sin consultarme, me escogió. Villaseñor era entonces, como yo, hombre de izquierda y con inclinación socialista. Hoy Villaseñor es el director general del Complejo Industrial de Ciudad Sahagún y yo sigo siendo el mismo de ayer. A Fernández del Campo lo he perdido de vista.”

          “En la primera reunión de los peritos se convino nombrar presidente a Buenrostro, vocal a Moctezuma y secretario a mí. Con ese carácter me di por notificado del acuerdo de la Junta diez días después, con objeto de disponer siquiera de 40 días para tarea tan abrumadora y difícil; porque no es lo mismo informar y dictaminar sobre una sola compañía -criterio de legislador- que sobre toda una industria como la petrolera.”

          Dos días después tenía instalada una oficina  con algo más de 60 personas: ingenieros petroleros, economistas, sociólogos, contadores, estadígrafos y el personal administrativo necesario. A cada grupo le designé su parte de conformidad con el plan previamente elaborado. Fungí como director y coordinador. Se trabajó intensamente diez o doce horas diarias, sabiendo que se trataba de un asunto de trascendencia para México. A medida que el informe iba saliendo, lo pasaba a mis colegas de peritaje, quienes siempre aprobaban lo hecho sin ninguna observación o corrección. Al terminar se hicieron 20 ejemplares en una máquina Dito, en papel tamaño oficio, que equivalió a unas 2 500 páginas escritas a máquina a doble espacio. Con apoyo en el informe redacté el dictamen en 80 páginas escritas a renglón cerrado.”

          “El dictamen contenía al principio 40 conclusiones, tremenda requisitoria contra las compañías que durante más de un tercio de siglo habían explotado los mantos petrolíferos de México. Se decía que, no obstante las cuantiosas utilidades obtenidas, jamás habían realizado una sola obra de beneficio social; se decía que solían ocultar sus utilidades por medio de maniobras contables para burlar el pago del Impuesto sobre la Renta, principalmente la Compañía Mexicana de Petróleo El Águila; se afirmaba que de 1934 a 1936 inclusive las utilidades obtenidas por las empresas habían sido aproximadamente de 55 000 000 de pesos al año; y por último se ordenaba que debían pagar salarios y prestaciones sociales, sobre lo pagado en 1936, la cantidad de 26 000 000 en números redondos, a sabiendas de que ello estaba dentro de sus posibilidades.”

          “El 3 de agosto de 1937, nos presentamos los peritos con tres ejemplares del informe y del dictamen ante el Grupo No. 7 de la Junta Federal de Conciliación Y arbitraje. La ley daba a las partes 72 horas para presentar objeciones. Los documentos fueron recibidos por el licenciado Gustavo Corona, presidente de la Junta.”

          “Los trabajadores presentaron unas cuantas objeciones sin importancia, más bien para cubrir el expediente. En cambio, las empresas pusieron el grito en el cielo e iniciaron a planas enteras en todos lo periódicos una campaña contra el peritaje. Nos pusieron de oro y azul, como se dice en el pintoresco lenguaje popular: habíamos cometido graves exageraciones, lo que decíamos no era cierto, y las empresas no tenían capital de pago para aumentar prestaciones y salarios en 26 millones.”

          “El Presidente de la República citó el 2 de septiembre en su despacho del Palacio Nacional a representantes de las compañías y a los peritos, algo así como un careo entre unos y otros. Al comenzar la junta el gerente de la Compañía Mexicana de Petróleo El Águila, un caballero inglés impecablemente vestido, tomó la palabra afirmando entre otras cosas que su compañía era mexicana y que no era cierta nuestra afirmación de que era subsidiaria de una entidad extranjera. Llegué muy preparado. Saqué de mi portafolio un periódico financiero londinense y leí, traduciendo al español, un informe de la Royal Dutch Shell correspondiente al año de 1928  en el cual se decía: “Nuestra subsidiaria, la Compañía Mexicana de Petróleo El Águila, ha obtenido buenas utilidades durante el último ejercicio…” Se añadía que para evitar el pago de impuestos elevados se decidió dividir las acciones de 10 pesos en una de 4 de El Águila de México y otra de 6 de una nueva compañía El Águila de Canadá. Había otra Águila, The Eagle Shipping Company, a la que El Águila de México vendía sus productos por debajo de los precios del mercado, trasladando de esta manera el pago de impuestos por concepto de utilidades de México al gobierno de su majestad británica. El caballero inglés se puso muy nervioso y quiso interrumpirme. El general Cárdenas lo detuvo diciendo: “Deje que termine el señor.” De la confrontación salieron mal parados los representantes de las empresas. Al terminar, el Presidente me acompañó hasta la puerta de su despacho y me dijo: “Lo felicito.”

          “…la Junta Federal pronunció su laudo el 18 de diciembre apoyando en lo sustancial el dictamen pericial, particularmente en lo relativo a los 26 millones, y exponiendo consideraciones y adiciones de carácter jurídico. Ante tal hecho las empresas elevaron la puntería, lanzando ataques apasionados y virulentos contra la Junta. Por supuesto que acudieron en demanda de apelación ante la Suprema Corte de Justicia. Así pasaron los meses de enero y febrero. A fines de este último mes las compañías habían sacado de los bancos todos sus fondos y propalaron la noticia de que el tipo de cambio de 3.60 por dólar no podría sostenerse. Al mismo tiempo enviaron todos sus carros-tanque que tenían alquilados a cruzar la frontera de los Estados Unidos y tuvieron cuidado de que no hubiera ningún barco petrolero en los puertos mexicanos. La ofensiva contra México se iba acentuando cada día.”

          “El 18 de marzo el presidente Lázaro Cárdenas anunció por la radio a toda la nación el acto expropiatorio, en defensa de la soberanía y el decoro de México. Hizo una detallada explicación de los sucesos, terminando con la formulación de cargos justificados e incontrovertibles contra las empresas extranjeras. A continuación transcribo los últimos párrafos del histórico y memorable discurso:”

          “Examinemos la obra social de las empresas. ¿En cuántos de los pueblos cercanos a las explotaciones petroleras hay un hospital, o una escuela, o un centro social, o una obra de aprovisionamiento o saneamiento de agua, o un campo deportivo, o una planta de luz, aunque fuese a base de los muchos millones de metros cúbicos del gas que desperdician las explotaciones?”

          “¿En cuál centro de actividad petrolífera, en cambio, no existe una policía privada destinada a salvaguardar intereses particulares, egoístas y algunas veces ilegales? De estas agrupaciones, autorizadas o no por el gobierno, hay muchas historias de atropellos, de abusos y de asesinatos siempre en beneficio de las empresas.”

          ¿Quién no sabe o no conoce la diferencia irritante que norma la construcción de los campamentos de las compañías? Confort para el personal extranjero; mediocridad, miseria e insalubridad para los nacionales. Refrigeración y protección contra insectos para los primeros; indiferencia y abandono, médico y medicinas siempre regateados para los segundos, salarios inferiores y trabajos rudos y agotantes para los nuestros.”

          “Otra contingencia forzosa del arraigo de la industria petrolera, fuertemente caracterizada por sus tendencias antisociales, y más dañosa que todas las enumeradas anteriormente, ha sido la persistente, aunque indebida, intervención de las empresas en la política nacional.”

          “Nadie discute ya si fue cierto o no que fueron sostenidas fuertes fracciones de rebeldes por las empresas petroleras en la Huasteca veracruzana y en el Itsmo de Tehuantepec, durante los años de 1917 a 1920 contra el gobierno constituido. Nadie ignora tampoco cómo, en distintas épocas posteriores a la que señalamos y aun contemporáneas, las compañías petroleras han alentado casi sin disimulos ambiciones de descontentos contra el régimen del país, cada vez que ven afectados sus negocios, ya con la fijación de impuestos o con la rectificación de privilegios que disfrutan o con el retiro de tolerancias acostumbradas. Han tenido dinero, armas y municiones para la rebelión. Dinero para la prensa antipatriótica que las defiende. Dinero para enriquecer a sus incondicionales defensores. Pero para el progreso del país, para encontrar el equilibrio mediante una justa compensación del trabajo, para el fomento de la higiene en donde ellas mismas operan, o para salvar de la destrucción las cuantiosas riquezas que significan los gases naturales que están unidos con el petróleo en la naturaleza, no hay dinero, ni posibilidades económicas; ni voluntad para extraerlo del volumen mismo de sus ganancias.”

          “Tampoco lo hay para reconocer una responsabilidad que una sentencia les define, pues juzgan que su poder económico y su orgullo los escuda contra la dignidad y la soberanía de una nación que les ha entregado con largueza sus cuantiosos recursos naturales y que no puede obtener, mediante medidas legales, la satisfacción de las más rudimentarias obligaciones.”

          “Es por lo tanto ineludible, como lógica consecuencia de este breve análisis, dictar una medida definitiva y legal para acabar con este estado de cosas permanente en que el país se debate, sintiendo frenado su progreso industrial por quienes tienen en sus manos el poder de todos los obstáculos y la fuerza dinámica de toda actividad, usando de ella no con miras altas y nobles, sino abusando frecuentemente de ese poderío económico hasta el grado de poner en riesgo la vida misma de la nación, que busca elevar a su pueblo mediante sus propias leyes, aprovechando sus propios recursos y dirigiendo libremente sus destinos.”

          “Planteada así la única solución que tiene este problema, pido a la nación entera un respaldo moral y material suficientes para llevar a cabo una resolución tan justificada, tan trascendente y tan indispensable.”

          “El gobierno ha tomado ya las medidas convenientes para que no disminuyan las actividades constructivas que se realizan en toda la República, y para ello, sólo pido al pueblo confianza plena y respaldo absoluto en las disposiciones que el propio gobierno tuviere que dictar.”

          “Sin embargo, si fuere necesario, haremos el sacrificio de todas las actividades constructivas en que la nación ha entrado durante este periodo de gobierno, para afrontar los compromisos económicos que la aplicación de la Ley de expropiación sobre intereses tan vastos nos demanda y aunque el subsuelo mismo de la patria nos dará cuantiosos recursos económicos para saldar el compromiso de indemnización que hemos contraído.”[5]

          Las consecuencias de la expropiación, al tiempo que no incluían la intervención militar de los Estados Unidos -circunstancia que muy rápidamente comprendió el general Cárdenas-, permitieron una gran autonomía de las empresas  expropiadas para causarle problemas de gran importancia a la economía mexicana: “Al expropiar México el petróleo se enfrentó a una enorme presión por

 

parte de las compañías, topándose con el cierre del mercado norteamericano, y también  con el cierre del mercado latinoamericano y europeo por iniciativa de las compañías. También fueron cancelados todos los envíos de maquinaria  y refacciones necesarias para la extracción de petróleo. Es así como Cárdenas se vio forzado, no obstante su ideología perfectamente definida en asuntos internacionales, a desviar la venta del petróleo a Alemania, Italia y Japón, las que compraron a un precio de casi el 50 % con respecto al prevaleciente en el mercado mundial, pagando con equipo petrolero alemán, rayón italiano y frijol japonés. De este modo se logró que las exportaciones mexicanas de petróleo no fueran mucho más escasas en 1939 de lo que fueron en 1937. Estas ventas de petróleo se continuaron hasta el comienzo de la segunda guerra mundial.”[6]

          En opinión de Medin, la política exterior del gobierno cardenista giró en torno a las expresiones de:

·        El antiimperialismo como principio fundamental;

·        El panamericanismo como latinoamericanismo;

·        El antiimperialismo como militancia antiautoritaria;

·        La preservación y fortalecimiento de la Sociedad de Naciones, y

·        La conformación del país como foro de muy importantes conferencias internacionales.[7]

          Por lo que hace al primer aspecto, este autor recuerda que: “Desde el comienzo del sexenio la reforma agraria lesionó seriamente intereses extranjeros. En las tierras del Yaqui, por ejemplo, fueron expropiadas alrededor de cien haciendas que pertenecían a propietarios norteamericanos. Lo mismo sucedió con relación a las compañías petroleras, que se vieron privadas ya en 1934 de numerosos privilegios y exenciones, y que en la Ley de Expropiación del 6 de octubre de 1936 vieron una tajante confirmación de sus temores y un tenebroso presagio con relación al futuro de sus empresas. El cardenismo conducía necesariamente a una abierta confrontación con el imperialismo.”[8]

          En lo que toca al segundo aspecto, se cita el mensaje de Cárdenas al pueblo cubano que había manifestado su solidaridad con México, tras la expropiación petrolera: “Sabemos que cada nación tiene sus propias necesidades y que pueden ser distintos los caminos que sigan los pueblos para cumplir su destino, pero también sabemos que el amor a la justicia nos une y que juntos debemos defendernos contra toda posibilidad de imperialismo económico, político o moral…Ante la amenaza constante que significa para las nuevas democracias de América la pretendida hegemonía de un sistema, que movido tan sólo por el afán de especulación y de lucro, desprecia todos los valores humanos y hace creer a unos cuantos privilegiados que son amos de la riqueza del orbe y árbitros de las instituciones sociales, se impone la unificación efectiva de todos los pueblos americanos…Consideramos que aislados no es posible presentar la resistencia eficaz que debe oponerse a la expansión intercontinental ansiosa de encontrar en los recursos naturales, en los extensos territorios y en la vigorosa población de Hispanoamérica, el punto de apoyo para imponerse al mundo.”[9]

          Mientras países como Cuba, Uruguay y Chile manifestaron un amplio respaldo al gobierno de México, en ocasión de la expropiación petrolera, las reacciones en los Estados Unidos tuvieron una importante diferencia entre las compañías y el gobierno: “…los Estados Unidos reconocieron casi inmediatamente el derecho mexicano a la expropiación por causa de utilidad pública, y Roosevelt incluso advirtió a las compañías petroleras que no intentaran propiciar o apoyar movimientos subversivos, puesto que temía la posibilidad de un vuelco fascista. La crisis en las relaciones con los Estados Unidos giró en torno a la necesidad del pago de indemnizaciones inmediatas, al monto de las mismas y a la autoridad que debía determinarlo. Pero de todos modos Cárdenas comprendió rápidamente que no existía el peligro de una intervención determinante por parte de los Estados Unidos, y el 31 de mayo de 1938 podía permitirse agradecer directamente al presidente Roosevelt su prueba de amistad hacia México, asegurándole que México la llevaría siempre en su corazón.”[10]

          En lo tocante a percibir el antiimperialismo como militancia antitotalitaria, Cárdenas presentó una importante consideración respecto al principio de no intervención, tal como fue interpretado por las potencias de la Sociedad de Naciones: “Cárdenas señala, con relación al conflicto español, que el principio de no intervención recibió un contenido ideológico muy diferente de aquel que llevó a México a proponer su aceptación en la Conferencia de Buenos Aires (1936). En realidad considera que las potencias europeas utilizaron ese principio como una mera excusa para no ayudar al gobierno español legítimamente constituido, y afirma que México no podrá adherirse a semejante postura puesto que la no colaboración con las autoridades constitucionales de un país amigo constituye en verdad una ayuda indirecta a los rebeldes. Cárdenas señala asimismo que en este caso específico los rebeldes reciben apoyo de elementos extraños a la vida y a las tradiciones del país. El gobierno mexicano reconoció que España, estado miembro de la Sociedad de las Naciones, fue agredido por las potencias totalitarias de Alemania e Italia, y que tenía derecho a la protección moral, política y diplomática de los demás estados, de acuerdo con las disposiciones del Pacto Constitutivo de la Sociedad de las Naciones.”[11]

          La política exterior independiente del gobierno cardenista, se ilustra con largueza en el caso del conflicto español y también en el de la invasión soviética a Finlandia, en el de la italiana a Etiopía y en el de la alemana a Austria y, posteriormente, a Polonia.

          Por lo que hace al impulso de la Sociedad de las Naciones, ya se ha mencionado la forma en la que el gobierno cardenista se apegaba, e invitaba a los demás a hacerlo, al Pacto de dicha sociedad. Según Medin: “México fue de los países que más se apegaron al Pacto y a las obligaciones consecuentes. México consideraba, tal cual lo expresa en una nota a la Liga con motivo de la anexión de Austria a Alemania, que “la única manera de conquistar la paz y evitar nuevos atentados internacionales como los de Etiopía, España, China y Austria, es cumplir las obligaciones que impone el Pacto, los tratados suscritos y los principios de derecho internacional; de otra manera, desgraciadamente, el mundo caerá en una conflagración mucho más grave que la que ahora se quiere evitar fuera del sistema de la Liga de las Naciones.” Pero la actitud mexicana se convirtió en quijotesca frente a la acelerada deserción de los países europeos  que buscaban toda clase de fórmulas al margen del Pacto para intentar congraciarse con los alemanes y evitar su conquista por parte de los mismos o el choque militar que se avecinaba. Inglaterra y Francia abandonaron de hecho la Liga al sacrificar a Checoeslovaquia en Munich. Suiza, Bélgica, Suecia, Holanda, Dinamarca y Luxemburgo se apresuraron a declarar su neutralidad frente a la expansión nazi en Europa.”[12]

          Por último, en lo que toca al papel de México como foro de conferencias internacionales, deben destacarse los eventos realizados en septiembre de 1938, el Primer Congreso Obrero Latinoamericano y el Congreso Internacional contra la Guerra. En el segundo de ellos, Cárdenas hace una clara referencia a “la teoría internacional que sostiene la persistencia de la nacionalidad a través de los ciudadanos que emigran para buscar mejoramiento de vida y prosperidad económica a tierras distintas de las propias. Si esta teoría, ciegamente imperialista, que involucra una deformación de un bien entendido nacionalismo (que no puede fundarse sino en los límites naturales del propio territorio) fuera reprobada por las naciones y rechazada particularmente por cada uno de los ciudadanos, no habría nunca lugar, ni a tirantez de las relaciones, ni a reclamaciones, ni a conflictos, ni a la discusión de sutilezas, ni a la invención de pretextos para lanzar a las naciones a luchas estériles.”[13]

          La política exterior mexicana, con su fuerte carga de principios doctrinarios, algunos provenientes del exterior y/o de la tradición constitucionalista, vivió su momento de más claras definiciones en los años treinta. A la trascendente definición de la llamada Doctrina Estrada, en 1931, se sumó el cuerpo de importantes aportaciones durante el régimen cardenista que hace el mejor y más completo uso del Artículo 27 constitucional -el de mayor complejidad de nuestra Carta Magna y el último en aprobarse por el Constituyente de Querétaro, en la madrugada del día en que fueron clausuradas las sesiones del Congreso- específicamente en las extraordinarias gestas de la reforma agraria y de la expropiación petrolera.

          El empleo de la llamada cláusula Calvo[14], entendida como renuncia a intentar la protección diplomática, mediante la cual el extranjero renuncia a recurrir a la protección del gobierno del país de donde es originario, al insertar tal declaración en un contrato suscrito por él. En la calificada opinión de Cesar Sepúlveda: “Ha sido la República Mexicana, por sus peculiares relaciones con los Estados Unidos, el país en donde mejor desarrollo legislativo ha alcanzado la referida cláusula. Así, el Artículo 27, Fracción I, de la Constitución Mexicana de 1917: La capacidad para adquirir el dominio de las tierras y aguas de la nación se regirá por las siguientes prescripciones: I. Sólo los mexicanos por nacimiento o por naturalización y las sociedades mexicanas tienen derecho para adquirir el dominio de las tierras, aguas y sus accesiones, y para obtener concesiones de explotaciones de minas, aguas o combustibles minerales de la República Mexicana. El Estado podrá conceder asimismo derecho a los extranjeros siempre que convengan ante la Secretaría de Relaciones Exteriores en considerarse como nacionales con respecto de dichos bienes, y no invocar, por lo mismo, la protección de sus gobiernos por lo que se refiere a aquéllos, bajo la pena, en caso de faltar al convenio, de perder en beneficio de la nación los bienes que hubieran adquirido en virtud del mismo.”

          “Una mejor redacción se encuentra en el Artículo 3º. De la Ley para Promover la Inversión Mexicana y Regular la Inversión Extranjera de 16 de febrero de 1973 (Diario Oficial, marzo 9 de 1973), que establece: “Los extranjeros que adquieren bienes de cualquier naturaleza de la República Mexicana, aceptan por ese mismo hecho, considerarse como nacionales respecto de dichos bienes y no invocar la protección de su Gobierno por lo que se refiere a aquéllos, bajo la pena, en caso contrario, de perder en beneficio de la Nación, los bienes que hubieren adquirido.

          “La esencia de esta cláusula es la de despojar de contenido material a cualquier reclamación diplomática hecha por daño a un extranjero. La cláusula Calvo expresada en estos términos es, pues, un convenio y participa consecuentemente de todas las características de estos actos jurídicos. La renuncia a realizar los movimientos necesarios para solicitar ayuda de su país viene a ser para el extranjero una condición que no lesiona ningún derecho; es sólo un aumento en los riesgos de pérdida asociados normalmente a cualquier relación contractual por la que se obtiene un privilegio.”[15]

          En el mismo sentido, Jorge Madrazo recuerda que: “En el caso de los extranjeros, la propia fracción I establece que podrán gozar del mismo derecho que los nacionales pero bajo la llamada cláusula Calvo, por medio de la cual el extranjero debe celebrar un convenio ante la Secretaría de Relaciones Exteriores, al tenor de la cual se comprometa a considerarse como nacional respecto de los bienes que adquiera y renuncie a invocar la protección de su gobierno en relación con los referidos bienes, so pena de perderlos en beneficio de la nación.”[16]

          Más adelante, en la evaluación de efectos del TLC sobre la política exterior de México, tendremos oportunidad de conocer lo que Bernardo Sepúlveda considera como la posible inutilización de la Doctrina Calvo, “como consecuencia de un acuerdo de libre comercio que fue negociado sin acudir a una fuente vital: el derecho como elemento protector de las cuestiones fundamentales para México.”[17] Aquí sólo adelantamos que, pese a continuar en el texto del Artículo 27 de la Constitución, la Cláusula Calvo mantiene una clara contradicción con los Capítulos XI, XIX y XX del TLC, mismo que, tras la aprobación del Senado, es ley suprema de acuerdo con la propia Carta Magna (Artículo 133).

          El prolongado período de sacudimiento de la economía de enclave, en el que fue definitiva la gestión cardenista, tuvo -además de políticas interna y externa guiadas por sólidos principios- algunas peculiaridades y apremios que sólo se mencionan a continuación.

          Por lo que hace a los montos del gasto público durante el periodo de impacto y aprovechamiento de la gran depresión, se tiene la siguiente información:


 

INGRESOS Y EGRESOS DEL GOBIERNO FEDERAL

          (1929-1940)

          (MILLONES DE PESOS).

Año

Ingresos
Egresos

1929

322

276

1930

289

279

1931

256

226

1932

212

212

1933

223

245

1934

295

265

1935

313

301

1936

385

406

1937

451

479

1938

438

504

1939

566

571

1940

577

610

Fuente: NAFINSA, Memorias del Segundo Congreso Mexicano de Ciencias Sociales, México, 1946, p. 340.

 

          Para enfrentar el hinchado déficit que se acumuló durante buena parte del período, el gobierno empleó dos recursos, a saber: la emisión de bonos gubernamentales absorbidos por el mercado interno y la emisión de dinero nuevo a través del Banco Central.

          La conclusión del gobierno cardenista, por más de una razón, vivió lo que fue juzgado como una auténtica encrucijada[18], por cuanto la sucesión se convirtió en una interrupción de las tareas reformistas, al menos desde la perspectiva de numerosos analistas. Como quiera que haya sido, los méritos del nuevo presidente, licenciado y general Manuel Ávila Camacho, se agotaban en las cercanías de su peculiar caballerosidad.[19]


 

[1] Beteta, Ramón, Programa económico y social de México. Una controversia, México, 1935, pp. 93 y 203, citado en Villarreal, René, op. cit., p. 47.

[2] Citado en Siva Herzog, Jesús, Una Vida…, op. cit., p. 583.

[3] Citado en ibid., pp. 157-158.

[4] Ibid., pp. 156-157.

[5] Ibid., pp. 167-173.

[6] Medin, Tzvi,  Ideología…, op. cit., p. 199.

[7] Ibid., pp. 190-203.

[8] Ibid., p. 190.

[9] Memoria de la Secretaría de Relaciones Exteriores, septiembre de 1937, agosto de 1938. Presentada al H. Congreso de la Unión por el general Eduardo Hay, secretario del ramo, tomo I, DAPP, México, 1938, p. 4., citado en Medin, Tzvi, Ideología…, op. cit., p. 192.

[10] Medin, Tzvi, Ideología…, op. cit., p. 194.

[11] Ibid., pp. 195-196.

[12] Ibid., p. 201.

[13] Memoria de la Secretaría de Relaciones…, op. cit., pp. 7-8, citado en ibid., 202.

[14] Denominada así en honor de su creador, el jurisconsulto argentino Carlos Calvo (1824-1906).

[15] Sepúlveda, Cesar, Derecho Internacional, Editorial Porrúa, México, 1996, pp. 251-252. Los subrayados son míos.

[16] Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Comentada, Universidad Nacional Autónoma de México, Rectoría e Instituto de Investigaciones Jurídicas, México, 1985, p. 74.

[17] Sepúlveda A., Bernardo, El Senado y la política exterior, en la revista Este país, núm. 82, México, enero de 1998, p. 32.

[18] Shulgovski, Anatol, México en la encrucijada de su historia, Fondo de Cultura Popular, núm. 3, México, 1968.

[19] En el cumplimiento de sus tareas como subsecretario de Hacienda, don Jesús Silva Herzog recuerda que -al ser encargado del despacho por una ausencia del titular, licenciado Eduardo Suárez- le correspondió ir a acuerdo con el presidente Ávila Camacho: “Al concluir el acuerdo el Presidente me dijo: “No estoy de acuerdo con usted en que la Revolución Mexicana está en crisis”. Insistí en mi tesis dándole los argumentos que me parecieron probatorios e irrebatibles. “Pues no estoy de acuerdo”. “Lo siento mucho, señor Presidente, pero es lo que pienso.” …¿Qué hubiera sucedido en caso semejante en estos tiempos del irascible presidente Díaz Ordaz.” Silva Herzog, Jesús, Una Vida en la Vida de México, op. cit., p. 245.