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Capítulo V.- El Centro de Soporte Ecológico y la participación de tres comunidades oaxaqueñas en su propuesta sustentable

Una alternativa al desarrollo


Como se mencionó en el capítulo I, el proyecto alternativo al desarrollo es un proceso que pone énfasis en los cambios sociales, políticos e institucionales; todo ello basado en el aprovechamiento de la productividad ecológica de los recursos naturales y la energía social contenida en los valores culturales y en las prácticas tradicionales. No desecha el conocimiento construido por las sociedades del Norte; toma de esa sabiduría, las partes ecológica y socialmente adaptadas a las localidades y regiones – es decir, a la diversidad ecológica y sociocultural. Este discurso construido a partir de las realidades locales no romantiza a las culturas tradicionales, ni pide el regreso a sus estados naturales, sino alza su voz para solicitar que esas culturas y sus formas de expresión sean incluidas dentro de los proyectos político-económicos que estructura la población – minoritaria - de la sociedad dominante. El discurso alternativo declara no éticas las acciones que conviertan a las localidades y a sus habitantes en objetos de estudio o víctimas rescatables –específicamente de su insistencia en permanecer en el “atraso” y parcialmente alejadas de la modernizante y homogeneizante globalización.

Por su parte el pensamiento acoplado a las prácticas hegemónicas, reduce las culturas tradicionales en simples piezas de ajedrez, movibles y destituibles; pero a conveniencia, según sople los vientos de las leyes del mercado –huracán liberado de las ataduras “superfluas” y “no rentables” para la economía privada: los beneficios públicos. Esta corriente niega que el problema de la recuperación de la dignidad de los descendientes de las naciones originarias, sea importante o prioritario. La negación se hace a través de la propagación de referencias a la doctrina -con el fin de convencer-, dogmas que ni siquiera es necesario enunciar: basta aludir a ellos para anular cualquier intento de resistencia que busque dignidad para los que menos tienen. “Globalización, [mercado libre, reestructuraciones, atracción de capital extranjero, déficit público, privatización, generación de empleos, competitividad, calidad total, polos de desarrollo, etc.] ” forma[n] parte de ese vocabulario rico en términos que, al ser tergiversados y repetidos con fines de una propaganda eficaz, tienen la propiedad de persuadir sin intervención del razonamiento. Su mera enunciación permite manipular magistralmente los espíritus [...]” (Forrester, 2000:10).

La realidad es que las personas y las poblaciones han sido colonizadas por un discurso que se mueve hacia la integración del mundo moderno, donde no existe identidad alguna, donde se ha perdido el reconocimiento de la propia cultura. Se niega la existencia de lo tradicional , a menos que sea utilizado para fortalecer la realidad colonizada: convierte la cotidianidad del ciudadano común en la sinrazón de la razón. Foulcault dice que: “[l]a sinrazón se convierte en la razón de la razón, en la medida misma en que la razón sólo la reconoce en el modo de tenerla [y dominarla]” (1999:12). Es decir, lo tradicional, la pobreza extrema, el rezago y la injusticia ejercida sobre los que menos tienen, se presentan en un contexto borroso. Ante todo, cuando se trata de sobreponer sobre ellas otras “verdades” más importantes: las verdades de los que más tienen, haciendo de esto la razón y lo borroso la sinrazón. Sin embargo, la sinrazón es utilizada, manipulada y manoseada cuando los ojos se posan en ella de manera avariciosa, convirtiéndola en razón de despojo y de expropiación de los recursos valiosos dentro del territorio de los pueblos. Entonces, la pobreza es reconocida y al mismo tiempo, erradicada (sic) con programas de desarrollo que no alivian, sino son limosnas que esconden el desalojo, la segregación, la devaluación y la condenación de la existencia de la sinrazón. Se han sublimado esos actos supresores a un nivel democrático, en populismos apoyados en programas de “beneficencia pública” como Progresa y Procampo , que hacen como que incorporan a los sectores excluidos, pero en realidad no tienen un cambio estructural que beneficie sustancialmente a los marginados. De la misma manera se llevan proyectos de desarrollo que “buscan” mejorar las vidas de los lugareños como por ejemplo, el Megaresort de Bahías de Huatulco. Los beneficiados no fueron los habitantes locales, sino las empresas nacionales y transnacionales. Esta experiencia nos provoca a decir que los proyectos de desarrollo son una especie de cárcel virtual donde los “olvidados” están amarrados a las limosnas que los nuevos dueños del territorio estén dispuestos dar.

La sinrazón es apagada, aplastada y negada para que prevalezca la razón, cuando la sinrazón exige recuperar su dignidad y el lugar que le corresponde dentro del proceso económico e histórico del país; un ejemplo de la negación está presente en las declaraciones del Presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX), Alberto Fernández Garza: “Para mí eso de los indígenas es una historia un poco teórica en este país. La mayoría somos mestizos. ¿Cuántos millones de indígenas hay? Nadie sabe. Puede ser... ¿diez millones y 90 de mestizos? Bueno, pues entonces no es el problema prioritario de este país”

El reconocimiento de esa otra realidad es parte fundamental de los proyectos alternativos. Estos tienen la función de ser una plataforma para el fortalecimiento anidado en el centro mismo de las expresiones tradicionales. El objetivo no está estructurado dentro de un esquema de depredación social, porque es para acompañar a las realidades olvidadas en la reconstrucción de sus sociedades, y está dentro de sus propios términos y tiempos de negociación. En México, la mística del proyecto alternativo tiene como eje central la demanda de la aceptación de las formas de autogobierno de los pueblos originarios. Solicitud vista por la clase gobernante no con muy buenos ojos, menos el surgimiento de estos procesos y movimientos sociales alternativos. La justificación del rechazo está fundamentada en la imposibilidad de dar el control de los territorios y los recursos naturales a los que viven dentro de ellos. Territorio y recursos naturales son la parte medular del discurso autonómico (Díaz-Polanco, 1997). Sin embargo, los pueblos no están solicitando su independencia del territorio nacional, sino piden el reconocimiento oficial del ejercicio de la cierta autonomía que tradicionalmente practican; no sólo para aprovechar los recursos en beneficio de sus sociedades olvidadas por la política desarrollista, sino para realizar sus tradiciones. Una de las fuentes de recreación de proyectos de fortalecimiento es la creciente participación de las Organizaciones No Gubernamentales en la vida social de los pueblos. Estas organizaciones se han dado la tarea de “acompañar” a comunidades rurales e indígenas en la reconstrucción de su proyecto de vida; promoviendo el uso sustentable de los recursos naturales enclavados en los territorios.