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III. POLÍTICA ECONÓMICA: ECONOMÍA DE GUERRA Y SITUACIÓN DE ESCASEZ. CONTEXTO HISTÓRICO, SOCIAL Y POLÍTICO DE LA POSGUERRA ESPAÑOLA

 

 

III. 1 LA ECONOMÍA DE GUERRA Y LA SITUACIÓN DE ESCASEZ

Se ha venido diferenciando en etapas fácilmente distinguibles1 que facilitan mejor el estudio de la evolución de la economía española, durante el periodo franquista. La primera de ellas comprende los años que transcurren desde el final de la guerra civil hasta el fin de los años cuarenta. Es la etapa más sombría, caracterizada por un estancamiento económico que se extenderá más allá del decenio.

POLÍTICA ECONÓMICA

Los calificativos que habitualmente se han empleado para denominar a la política seguida en asuntos económicos durante el decenio de los 40 y bien entrados los 50 son de política de guerra o de ausencia de política económica. En la literatura de aquellos momentos, producida por seguidores y adeptos, se hablaba de la reconstrucción del Nuevo Estado y de la implantación de un nuevo orden reconociendo que el aspecto económico se subordina al político2.

Pero en cuanto a la política económica del primer franquismo, existe acuerdo unánime entre los investigadores3 de que ésta no sufrió tanto las consecuencias de la guerra civil sino que más bien fue consecuencia de los desaciertos, la falta de planificación y la improvisación basada en una confianza casi absoluta en las posibilidades de un país protoindustrial, cuyas bases se asentaban en los principios de la autarquía.

Así pues, lo que caracterizaba al nuevo estado era la autarquía4 y el fuerte intervencionismo característica también de los gobiernos fascistas europeos y que en España se anunciaba orgullosamente como la libertad y la construcción de un nuevo orden.

Además de lo dicho anteriormente, también la política económica de los 40 tenía otras peculiaridades.

La desestructuración o bien la ausencia de una política económica. Los efectos de este hecho son calificados por Fontana (1986), como “un intento de retrasar el reloj del país”, pues las consecuencias de esta falta de política se experimentan a lo largo del primer franquismo, hasta bien sobrepasados los 50, las reformas (fiscal, en políticas sociales, en el sector agrícola) no tenían porqué hacerse. ”Lo nuevo” consistía precisamente en no reformar nada.

Por ejemplo entre el bando ganador se transmitía la idea, de que para revolucionar o cambiar no se había ganado la guerra.

Entre la literatura del tema se defiende casi unánimemente que no existió política económica entre los años cuarenta y casi el resto del decenio siguiente. En este periodo (y aproximadamente hasta 1957) se aplica únicamente una política de guerra o al menos de prolongación y dilatación de medidas que se califican como “de guerra” y que se caracterizan fundamentalmente por la improvisación propia de momentos de conflicto.5 Por este motivo se dice que España se dirigía como un cuartel, y su política económica estaba formada por medidas de carácter militar.

Además de que los ministros tenían una formación militar, se temió hasta bien entrados los cincuenta que de nuevo la situación política cambiase.

Entre los estudiosos ha habido un debate permanente sobre la paternidad originaria de la idea de la política económica del franquismo y su extensión. Aunque este debate ha sido constante las ideas principales se resumen en si correspondía a Franco y a su carácter, el sentido autárquico de la economía o si era una mezcla propia de las diferentes vertientes ideológicas que confluyeron en la primera época6.

La política económica del primer franquismo, ha sido denominada por Tusell, J. (1985:41 y ss.) de “autarquía cuartelera”, tras analizar un documento sobre las directrices de la economía firmado por el propio Franco y remitido a todos sus ministros al inicio del régimen.

Los procedimientos adoptados eran los que habitualmente seguía en su organización el ejército de tierra; eran además poco meditados o planificados para la reconstrucción de un orden económico, tarea que parecían proponerse.

No obstante, lo que definía aquel momento era la provisionalidad, y en ello se amparaban sus dirigentes.

La política de guerra se apoyaba además una serie de complejas medidas, montadas sobre la marcha en cuanto al abastecimiento de combustibles y alimentos, aspectos estos que le daban una condición eminentemente de “política de guerra”.

No obstante, no se defendía un determinado modelo de organización ni de política económica, que es precisamente lo que le permitió al franquismo su capacidad de adaptación, sobrevivir.

Pero la inviabilidad del modelo no se puso de manifiesto en los años cuarenta, sino en los cincuenta.7

El fin del reconstruir un nuevo orden no se basaba esencialmente en ese desarrollo económico, sino que más bien en la defensa de los ataques de enemigos al régimen, más internos que externos.

Sirva como ejemplo el hecho de que los gastos en Defensa eran del año 1940 a 1945 un 40% de los gastos presupuestarios; de los años cuarenta y seis al cincuenta y siete se produjo una disminución alcanzando el 33%, datos que no obstante resultaban altos para el siglo XX.8. El presupuesto del Estado, era por tanto hasta el 57 un presupuesto de guerra. Los otros gastos, propios de cualquier estado en proceso de reconstrucción, simplemente no eran considerados.

En 1941 se creó el INI (Instituto Nacional de Industria) con el objeto de que el Estado tomase parte activa en el proceso de industrialización española. Tussell, J.(1985: 42) explica cómo la primera denominación del INI fue la de “Instituto Nacional de Autarquía”, una muestra más del sentido que el régimen franquista deseaba dar al desarrollo. No obstante, durante los años cuarenta y principalmente hasta el año 1959, el INI desbordó sus finalidades originarias y contrajo múltiples compromisos, financiándose en gran parte con cargo al tesoro nacional y con créditos del Banco de España según argumenta Donges, J. B.(1976: 41) al hablar de la industrialización en España.

Solo unos años después se apreciaba la situación9 como de desarrollo hasta la “`hipertrofia´ de todas las ramas de la industria que España hasta la guerra civil había sido predominantemente agrícola, ha sufrido en los últimos tiempos una gran transformación en la vida económica y en los medios de que dispone, y en algunos casos `el superconsumo´…” de combustible y electricidad y que en industrias como la metalurgia y la química, el avance había sido “grandísimo”. El autor aprecia también la situación en la agricultura de forma negativa, debido a diversos factores (meteorológicos, disminución mano de obra, falta de utillaje, aumento de población) así como sus rendimientos.

Los resultados de un Estado eminentemente intervencionista, tuvieron como efecto la generalización de los fraudes que se produjeron en materia alimentaria al imponerse con el tipo de racionamientos establecidos una situación de escasez y hambre.

Desde la óptica franquista se hacía caso omiso a las leyes del mercado. La intervención se propuso para corregir los efectos promovidos por la propia situación. Era un Estado por tanto intervencionista, pero que no hacía gastos. La recuperación de la escasez y el surgimiento de una situación de bienestar, fue un fracaso total de la política. No se trataba de un tema olvidado ya que tanto los políticos como los medios de comunicación, expresaban constantemente la situación de hambruna en que vivía la población española.10

En cuanto a los ingresos, de 1940 a 1950 caen en términos reales, aunque no tanto en términos nominales. En este sentido, el nivel de 1935 no se alcanza hasta 1962.11

La reunificación económica al término de la guerra supone un duro golpe para las zonas republicanas12. Los años cuarenta son también en este sentido una prolongación de los resentimientos perpetrados durante la guerra civil.

Al término de la guerra civil, el régimen favoreció a las clases que apoyaron el “alzamiento nacional” de 1936 y persiguió a los vencidos. Como señala Comín F. en el mismo trabajo, la mejor prueba de la discriminación fiscal del franquismo inicial se expresó en el diferente tratamiento en la hacienda de las provincias exentas, y el mantenimiento de los “fueros”, favoreciendo a quienes habían luchado durante la “cruzada”.

A lo ya dicho, hay que añadir que la política económica se formuló de espaldas al sector agrícola, que por otro lado era lo que caracterizaba precisamente a España en esos momentos. Uno de las excusas más empleados al hablar de la situación económica y agrícola en aquellos momentos era el de “la pertinaz sequía”, añadiendo a ello que los proyectos de regadío y embalse de aguas no se materializaban.

El sub-consumo y la dependencia respecto al exterior, fueron los resultados no esperados de una política económica, montada sobre la marcha y excesivamente preocupada sobre el control y la intervención intentando garantizar un mínimo en el reparto de lo que era escaso.

Como se ha dicho, la difícil situación se agravaba por la inexistencia de una política económica y la inexistencia de relaciones comerciales con el exterior. Solo algunos países (en el único éxito exterior de la España propagandística) mantienen sus relaciones, y más que nada formales. Entre los países que mantiene relaciones comerciales con España, destaca el caso de Argentina, que sostenía con el Estado y el caudillo una relación de difícil equilibrio13, más propicia mientras vivió Eva Perón. Fuentes Irurozqui14 asegura en un artículo publicado en Información Comercial Española que existía una complementariedad entre Argentina y España en cuestión comercial.

Es importante la financiación exterior, basada principalmente en el endeudamiento con los gobiernos de Alemania e Italia, como explican Fontana y Nadal .15 Pero lasa circuntancias se agravaron más aún, por la política inflaccionista que se aplicó en España y por el mantenimiento de los tipos de cambio sobre evaluados. En realidad la reducción impuesta para el comercio exterior, condicionó bastante el curso de la economía.

Entre los economistas especializados en la época, se habla actualmente de la “utilidad marginal” que pudo tener el Plan Marshall16 en cuanto que esta ayuda estadounidiense, de alguna forma, aunque insuficiente, lograría al menos, evitar la vuelta de la población al racionamiento, mediante las conocidas cartillas. Así de poco estable era la situación en años posteriores. Recapitulando, los años cuarenta, son años de aislamiento, hambre y falta de planificación económica. A la intervención que caracteriza esta etapa, le faltan reajustes, y un plan previo. Habría sido posible aumentar la producción con una simple reasignación de los recursos desde los sectores más ineficientes a aquellos que registraron mejores resultados. Las investigaciones actuales han demostrado17 que el cálculo del coste total para la economía da una primera impresión del potencial de crecimiento desaprovechado por una economía española enredada por una maraña de intervenciones y regulaciones.


1 GARCÍA DELGADO, J. L. Y JIMÉNEZ, J. C. (1999: 114 y ss.)  

2 PEMARTIN, J. (1940:192) destaca en su libro dicha subordinación como una característica y sin pudor alguno califica de “desordenada, imbécil y absurda, política económica de momentos anteriores”.

3 BIESCAS, J. A. Y FERNÁNDEZ CLEMENTE, E. (1986)

4 En VVAA (1978:285), se defiende la autarquía no como originaria del régimen franquista, se dice que había sido ensayada ya en otros periodos de la historia de España y en otros países.  

5 Véase COMIN F.(2001) donde se analizan los gastos del Estado, y se concluye que el presupuesto revelaba el mantenimiento de una economía de guerra hasta 1957.  

6 El primer planteamiento es defendido por TUSSEL (1985), y el segundo por FONTANA (1986 y más recientemente en el 2001)

7 SERRANO, JOSÉ Mª (2001)

8 COMÍN, FRANCISCO (2001) 9 FUENTES IRUROZQUI M. (1946:7)

10 Véase en este sentido los capítulos IV y V, donde se muestran las referencias constantes a la moderación en el lenguaje, en lo referente a la ostentación de bienes de consumo diario, así como las consignas, órdenes y normativas de la C.G.A.T. (Comisaría General de Abastecimientos y Transportes), dirigidas a los propios establecimientos respecto a los menús y a los platos que pueden servirse o no. Véase también SINOVA, JUSTINO (1989: 248 y ss.), donde se hace referencia a la situación de racionamiento.  

11 Ibidem. COMIN , F.

12 En las zonas republicanas, los efectos fueron mayores aún por la anulación de la moneda o bien la obligación de canjear por monedas circulantes en zonas nacionales. Esto abunda sobre la idea de que el racionamiento se convirtió más que en una medida de control, en un castigo para la subsistencia. Aunque si bien es admitida la necesaria unificación de la moneda, podría haberse realizado de forma muy diferente.  

13 Veáse SALGADO-ARAUJO (1976: 15 y 54)

14 FUENTES IRUROZQUI M. (1946:p. 8)

15 FONTANA J. y NADAL J. (1980: 135)

16 DONGES J. B. (1976: 39) ofrece las cifras acumuladas de los programas de asistencia económica de E.E.U.U.

17 MARTÍNEZ RUIZ, ELENA destaca dichas conclusiones en su Tesis sobre el control de cambios.