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Determinación, indeterminación, intención y voluntad

 

 

Este texto forma parte de la tesis doctoral

El cambio estructural del sistema socioeconómico
costarricense desde una perspectiva
compleja y evolutiva (1980-1998)

de Antonio Luis Hidalgo Capitán
a cuyo texto completo se puede acceder
desde este enlace

 

 

            Aceptada la evolución de la estructura socioeconómica nos interesa ahora precisar qué la origina; dialéctica, caos, finalidad y creatividad se entremezclan en su explicación.

            Bajo una perspectiva dialéctica, la evolución del sistema socioeconómico se explicaría en función de las contradicciones internas del propio sistema que terminan por generar una nueva estructura socioeconómica, cuyas características ya se encuentran en la estructura previa al cambio; es decir, el cambio estructural vendría determinado por las contradicciones del sistema, bastaría con identificar esas contradicciones para predecir el futuro del sistema. El enfoque dialéctico es pues determinista, en la medida en que los resultados están condicionados por leyes causales de naturaleza dialéctica (Hodgson, 1995 [1993], p. 307).

            Frente a este determinismo, la teoría del caos ha puesto de manifiesto la imposibilidad de conocer el futuro del sistema socioeconómico, ya que el más mínimo cambio en los parámetros cruciales puede tener consecuencias muy graves; esto es lo que se conoce como el efecto mariposa (Hodgson, 1995 [1993], p. 313). Una pequeña perturbación fruto del azar, que afecte a elementos muy sensibles del sistema socioeconómico, puede ser amplificada por el propio sistema, generando consecuencias impredecibles e incontrolables por los mecanismos de autorregulación del sistema. Al igual que el caos puede surgir del orden, el orden puede surgir del caos; estructura y orden pueden convivir con el caos. Por tanto, la existencia del azar, en forma de perturbación interna o externa que generan un cambio en el sistema, es lo que explica la evolución indeterminable del sistema socioeconómico, del cual podemos estudiar su estructura pero sobre el que no podemos realizar predicciones fiables (Hodgson, 1995 [1993], p. 347).

            Como alternativa a estas dos visiones algunos científicos sociales han planteado que la existencia de finalidad en un sistema social es la que determina su evolución. La finalidad o intencionalidad sería la capacidad que posee todo sistema de dirigirse a su fin. Con este enfoque lo que se hace es invertir la flecha del tiempo, entendiendo que el presente no está determinado por el pasado, sino por el futuro; la explicación causal de la evolución del sistema socioeconómico es sustituida por una explicación teleológica, en la que las causas son vistas desde sus consecuencias. La existencia de un código o programa subyacente en el sistema, que se desvela en su funcionamiento a lo largo del tiempo, es lo que determina su evolución. Por tanto, el conocimiento de la finalidad del sistema socioeconómico será lo que nos permita predecir su futuro. Este enfoque teleológico es, en principio, tan determinista como el enfoque dialéctico de naturaleza causal (Martín Serrano, 1975, pp. 82-85).

            Una cuarta propuesta de explicación de la evolución del sistema socioeconómico la encontramos en la voluntad, en el libre albedrío, en la creatividad humana, expresados en sus diversas facetas (decisión, elección, resistencia, innovación, tecnología, política...). Esta creatividad humana sería una causa no causada, diferente del azar y capaz de influir en el futuro del sistema socioeconómico. En el sistema socioeconómico los elementos capaces de generar orden, bien sea manteniendo la estabilidad o generando un cambio, son los agentes; por ello, las decisiones discrecionales se convierten en la clave de la evolución de dichos sistemas. Podemos definir al agente como una organización o una individualidad, que vive en sociedad y toma decisiones, es decir, que combina sus variables-instrumentales con sus variables-objetivo según su información y su potencialidad y recurriendo a la memoria para elaborar su proyecto (Perroux, 1984, p. 81). Por tanto, la evolución de los sistemas socioeconómicos no sería ni determinista, ni estocástica, sino discrecional; dado que la creatividad genera orden y cambio, la evolución de la economía ha de recaer sobre la creatividad de los agentes (Dopfer, 1991, p. 51).

            Estos cuatro enfoques lejos de ser incompatibles, son complementarios bajo la perspectiva de la economía de la complejidad. La evolución del sistema socioeconómico está parcialmente determinada y parcialmente indeterminado; según el principio de indeterminación parcial de Thorp, no hay posibilidad de que en un momento dado pueda ocurrir literalmente cualquier cosa, sino que existe la posibilidad de que ocurran varias cosas y al final ocurre una de ellas (Hodgson , 1995 [1993], p. 315). Esta indeterminación parcial supone que los resultados posibles de la evolución del sistema socioeconómico están condicionados tanto por restricciones internas como por restricciones externas, es decir, el espacio social es anisótropo y no todas las direcciones y sentidos son equiprobables (Ibáñez, 1994 [1988], p. 25).

            Asumido que los agentes, en sus diferentes manifestaciones individuales y colectivas, son un elemento clave para explicar la evolución del sistema socioeconómico, conviene aclarar que sus acciones están parcialmente determinadas y parcialmente indeterminadas. El comportamiento humano tiene facetas deliberadas (elecciones) y no deliberadas (hábitos).

            En el caso de la elección, los agentes cuentan con el libre albedrío, lo que supone que pueden actuar en función de una variedad de formas posibles y, lo que es más, pueden cambiar de objetivos sin necesidad de que exista un estímulo externo; en este caso nos encontramos con una causa no causada, con una primera causa, por lo que algunas elecciones son reales y en ellas se manifiesta la voluntad de los agentes. Sin embargo, los agentes tienen poderes de imaginación y creatividad limitados, entre otras cosas por sus experiencias y los hábitos de pensamiento propios de la cultura a la que pertenecen. Por eso, la indeterminación real, fruto del libre albedrío, está restringida y el conjunto de posibilidades de elección de los agentes queda limitado, permitiendo incluso que puedan hacerse predicciones (Hodgson, 1995 [1993], pp. 307-315).

            El pasado, la cultura y las instituciones, en general, influyen, pero no determinan las decisiones de los agentes; por tanto, la evolución del sistema socioeconómico es incierta, aunque al mismo tiempo existe en él un cierto grado de orden o estabilidad. Dicho orden viene marcado esencialmente, aunque no de forma exclusiva, por el comportamiento no deliberado de los agentes, por los hábitos, por las instituciones, por la autorregulación automática del sistema socioeconómico (Hodgson, 1995 [1993], pp. 315-327).

            Las elecciones de los agentes suelen producirse en momentos de incertidumbre. La creatividad es mucho más probable cuando la cultura y las instituciones se ven alteradas sustancialmente y la inestabilidad se apodera del sistema socioeconómico. La estabilidad de dicho sistema viene de la mano de la estabilidad institucional, que configura las reglas del juego. Sin embargo, en periodos de crisis las instituciones son cuestionadas por su incapacidad para restablecer la estabilidad del sistema, por lo que las acciones de los distintos agentes pueden perder cohesión; en este punto el futuro del sistema se vuelve incierto. En este contexto, una leve perturbación, que en un periodo de estabilidad resultaría irrelevante, puede producir una cascada de eventos que lleve al sistema a un nuevo orden con nuevas reglas del juego; éste es precisamente el momento de los creadores de futuro, cuya acción puede ser la citada perturbación. A partir de estos periodos de inestabilidad del sistema es cuando se puede producir un cambio estructural (Miedes, 1996, pp. 152-153).

            De todos los agentes creativos del sistema socioeconómico capaces de influir en la evolución estructural, destaca sin duda el Gobierno, como cúpula del Estado. En la mayoría de los casos, cuando el Gobierno tiene poder, el cambio estructural será el resultado de una acción deliberada de éste, aunque evidentemente condicionada por el entorno, por el pasado y las circunstancias de inestabilidad del propio sistema.

            El término gobierno, en sentido amplio, puede entenderse como el agente o los agentes del sistema socioeconómico con capacidad para tomar decisiones relevantes (modelos de gestión de la estabilidad, modelos de desarrollo y modelos de salto creódico), que conducen a la autorregulación de dicho sistema en virtud de la obediencia de otros agentes. Por tanto, en la medida en que dichas decisiones sean tomadas conjuntamente por el poder ejecutivo y el poder legislativo (reformas constitucionales y legislativas, aprobación de políticas de gestión de la estabilidad...), se entenderá que ambos poderes constituyen el gobierno del sistema socioeconómico. Algunos autores prefieren hablar de esfera gubernamental, reservando el término gobierno para un ámbito más restringido (Alcántara, 1994, p. 42).

            El otro concepto clave aquí es el de poder, del que existen múltiples acepciones, aunque entre ellas destaca la referida a la capacidad de obtener obediencia de otros (Bouza-Brey, 1996, pp. 39-59). Sin embargo, para los propósitos explicativos del análisis sistémico, consideramos que tiene el poder aquel agente que tiene la capacidad para tomar decisiones que afectan de forma determinante a la autorregulación del sistema socioeconómico. En este sentido, las cuotas de poder de los distintos agentes dependerán de grado de concentración del mismo en manos del gobierno; en momentos de estabilidad, la mayor cuota pertenecerá al gobierno, pero en momentos de inestabilidad el gobierno pierde parte de su poder en favor del resto de los agentes.

            Aunque existe otra corriente que estudia el cambio estructural como resultado del progreso técnico, se reconoce que la existencia misma de progreso técnico impone todo un conjunto de procesos de decisión a los miembros de la comunidad (Pasinetti, 1985, p. 219). En la mayoría de los casos se acepta que cuando el progreso técnico entra en conflicto con el marco institucional del sistema socioeconómico, éste atraviesa un periodo de inestabilidad, hasta que un cambio estructural hace de nuevo compatible el nivel alcanzado por el progreso técnico con un marco institucional diferente (Boyer, 1992 [1987], pp. 70-79; Pérez, 1983).