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Las disparidades económicas intrarregionales en Andalucía

Antonio Rafael Peña Sánchez
 

 

CAPÍTULO II.
ANDALUCÍA EN EL CONTEXTO EUROPEO Y NACIONAL.

Rasgos generales de la economía andaluza.

Andalucía, con una extensión de 87.268 km2, es la segunda región en superficie de España, sólo superada por Castilla-León (94.147 km2). Ocupa el 17,29 % del territorio español y el 2,7 % del territorio de la Unión Europea. Disfruta de una situación geográfica privilegiada por su condición de frontera meridional de Europa, a escasos kilómetros del norte de África, lo que la convierte en vía natural de comunicación entre Europa y el Magreb (cuya población superará los 100 millones de habitantes en el año 2010 ). Además, cuenta con la ventaja de la progresiva integración en los nuevos ejes de desarrollo económicos .

La conformación natural de Andalucía y la red de asentamientos urbanos que se distribuye por ella han marcado de forma clara el diferente grado de desarrollo entre unos territorios y otros, intensificando las disparidades territoriales. El mayor dinamismo económico y demográfico, así como la concentración de la actividad industrial, la agricultura intensiva y los servicios avanzados, se localizan fundamentalmente en las áreas litorales y en la red de grandes ciudades de Andalucía.

Las profundas transformaciones sectoriales experimentadas por Andalucía en las últimas décadas, así como las fuertes tasas de crecimiento de su economía, superior a la media nacional, no han conseguido reducir sus principales deficiencias estructurales y sociales como los altos índices de desempleo, los bajos niveles de producción, renta y rentabilidad, la escasez de relaciones exteriores, la desarticulación territorial y la ausencia de un tejido empresarial compacto. A pesar de las limitaciones que presenta, también cuenta con fuertes potencialidades como (Lima Díaz, 1997, pág. 788): la localización geográfica que nos sitúa en una encrucijada de enlaces marítimos, así como en la frontera meridional de Europa, lo que la configura como una posición estratégica de la que se pueden extraer ventajas de situación; una población relativamente joven; un cambio en las actitudes colectivas frente a la educación, la formación, la innovación y el desarrollo de las empresas; la introducción del cambio técnico y de la innovación como temas del debate económico; altas tasas de productividad de un sector primario, sin graves problemas de excedentes, con vistas a la exportación; proyectos de futuros complejos industriales de máquinas, equipos y material electrónico y eléctrico que hacen que el sector industrial, con escasa participación en la formación del VAB regional, encuentre nuevas posibilidades de desarrollo; grandes posibilidades de desarrollo turístico cuya capacidad competitiva ha venido acrecentándose paulatinamente como consecuencia de la creciente valoración que se hace del producto turístico andaluz en el mercado; condiciones medioambientales generalmente buenas, gracias a la intervención de la Administración; y fuerte mejora de las infraestructuras de producción y transporte (comunicación interna y enlaces interregionales).

No debemos olvidar las deficiencias que presenta Andalucía y que aún se han de subsanar como (Lima Díaz, 1997, págs. 788-789): una estructura productiva con elevado peso del sector primario en contraste con una industria que participa muy poco en la generación del VAB de la región (Ruiz Manjón-Cabeza, 1989, pág. 48) ; alto desempleo y baja tasa de actividad, más acentuada para el caso de las mujeres; insuficiente cualificación de los recursos humanos y nivel educativo muy inferior a la media nacional, unido a una escasa capacidad de investigación y desarrollo; ausencia de una estrategia de crecimiento propia de la región, lo que obliga a seguir modelos imitativos de otras, restando competitividad a nuestro empresariado y debilitando también el mercado de trabajo; insuficiente dotación de infraestructuras y equipamientos básicos que dificultan la consecución de una mejor articulación del territorio y que hacen que el territorio tienda a polarizarse en torno a determinados ejes de desarrollo, acentuando con ello los desequilibrios espaciales que impiden un desarrollo armónico de la región; la falta de una reestructuración del sector agrícola, que repercute en un mayor desempleo; la fuerte concentración espacial de las actividades productivas; la falta de funcionalidad del sector industrial, por la deficiencia de enlaces con el exterior y centrado en las fases iniciales del proceso productivo donde se genera un menor valor añadido bruto; modelo muy dependiente de la financiación pública y de actividades vinculadas al sector turístico: y debilidad de los ejes de integración periférica.

Existen autores que consideran en Andalucía el efecto denominado subdesarrollo andaluz (Román, 1995, págs. 179-181; Alburquerque, 1984, págs. 64-67): bajos niveles de producción, de empleo, de inversión, de renta, de niveles de vida y de calidad de vida; alto nivel de desocupación real debido, entre otros factores, a la incorporación de tecnologías cada vez más intensiva en capital, lo que agrava el problema del paro cuando el único factor productivo abundante en Andalucía es la mano de obra ; el efecto estancamiento que padece, no sólo porque su crecimiento es inferior a la media nacional, sino porque ello incrementa la distancia con las regiones más desarrolladas de España; desarticulación del tejido económico, debido a la fuerte concentración productiva y espacial de las actividades económicas unida a la debilidad de los vínculos, funcionales y territoriales, entre ellas, creando lo que se ha dado en llamar “islotes de actividad” ; predominio de un capitalismo agrario y una estructura de la propiedad de las tierras andaluzas fuertemente latifundista , que hacen que los ingresos procedentes de las rentas agrarias se concentren no teniendo un destino productivo orientado hacia la economía interna, ya que buscan líneas de mayor rentabilidad en el exterior; elevada extraversión de la economía andaluza, a la que se une una fuerte dependencia productiva, energética, tecnológica , financiera, comercial , cultural , etc., del exterior; escasa cultura empresarial (ya que no hay en Andalucía una “cultura productiva” tal y como se entiende en los ámbitos convencionales, sino que lo que hay es una “cultura consuntiva”) y bajo nivel de cualificación de la mano de obra; progresivo deterioro del medio ambiente andaluz (contaminación atmosférica, paisajística, de los ríos, de las costas y de las playas; desforestación y desertización; crecimiento urbano desordenado; etc.). No obstante, Andalucía cuenta con aspectos positivos que permiten albergar un cierto optimismo como son su extensión superficial (que equivale, como dijimos anteriormente, a la de Portugal o duplica a países como Dinamarca, Holanda o Bélgica), su volumen de población (aspectos, estos dos, esenciales para la determinación del tamaño del mercado), su posición estratégica (encrucijada entre dos mares y dos continentes) y lo que ello implica en términos climatológicos y sus consecuencias (producciones agrarias, actividades turísticas, etc.), su historia y cultura, etc., es decir, características esenciales de la estructura socioeconómica o rasgos estructurales permanentes de nuestra situación y de nuestra condición.

Andalucía es considerada como región objetivo nº 1, debido a que su PIB per cápita se sitúa por debajo del 75 % de la renta media comunitaria . Estas regiones (las incluidas en el objetivo nº 1), además, comparten la característica de presentar unos niveles de desarrollo socioeconómico muy alejados de la media europea y, en términos comparativos, importantes déficits en dotaciones de infraestructura económica y equipamientos sociales básicos. Estas características, propias de las regiones objetivos nº 1 en general, y de Andalucía en particular, hace que la misma se encuentre, según Mella (1998b, pág. 307), agarrotada por estructuras y obstáculos no sólo económicos, sino también sociales, políticos y culturales, que están lastrando sus posibilidades de desarrollo y que conviene diagnosticar para diseñar las líneas maestras que debe poner en práctica para superar su atraso secular.


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