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Las disparidades económicas intrarregionales en Andalucía

Antonio Rafael Peña Sánchez
 

 

CAPÍTULO II.
ANDALUCÍA EN EL CONTEXTO EUROPEO Y NACIONAL.

El proceso de convergencia y las disparidades económicas.

En la Unión Europea el problema de las disparidades económicas entre países y entre regiones ha tenido y sigue teniendo un singular interés dado que se relaciona directamente con algunos de los principios básicos que orientan el desarrollo del proceso de integración económica europea . Este proyecto ha venido marcado por dos objetivos fundamentales desde el punto de vista económico: el primero es favorecer el desarrollo de la Unión Europea en su conjunto, es decir, impulsar el crecimiento potencial del conjunto de países y regiones que constituyen la Comunidad; y el segundo, reforzar la tendencia hacia la homogeneización en un doble sentido: en primer lugar, en los niveles de inflación y los equilibrios macroeconómicos de las economías más desequilibradas con las de los países con menores desequilibrios y mejor comportamiento en sus variables macroeconómicas (convergencia nominal) ; y en segundo lugar, en los niveles de bienestar entre todos los territorios pertenecientes a la misma, o dicho de otro modo, beneficiar a todos los miembros de la Unión Europea contribuyendo así al logro de lo que conocemos como una mayor convergencia real .

Es a esta última parte referida a la convergencia real a la que vamos a hacer referencia en esta parte del trabajo. El objetivo de la cohesión económico y social en el proceso de integración europea implica un doble reto (Gómez Uranga, 1992, págs. 187-188; Goerlich et. al., 2002, pág. 35):

a) Desde el punto de vista de la cohesión económica, conseguir un cierto equilibrio entre las diversas economías regionales comunitarias; la cohesión económica debe permitir que cada región o pueblo desarrolle la capacidad autónoma para generar riqueza y distribuirla con justicia entre sus miembros, de manera duradera, en sintonía con la reproducción de los recursos físicos y humanos existentes, así como con las necesidades derivadas de su historia, su cultura y sus aspiraciones presentes y futuras; la solidaridad consiste en que los países y regiones más desarrolladas contribuyan a que todos puedan alcanzar en el menor tiempo posible una situación semejante a la así definida.

b) Desde el punto de vista de la cohesión social, conseguir homogeneizar los derechos y oportunidades de los individuos, colectivos o clases sociales, principalmente en la esfera del trabajo; la cohesión social implica la existencia de unas posibilidades de acceder a unas condiciones salariales y de trabajo dignas, beneficiándose los trabajadores de todos los lugares de los soportes sociales que les permitan hacer frente a situaciones inciertas o de desempleo, sin discriminaciones y con semejantes oportunidades de preparación y reciclaje, para el acceso a aquellos trabajos más acordes con su situación e idiosincrasia, así como a las posibilidades de mejora permanente.

Pero lograr estos objetivos no constituye una tarea fácil. La literatura económica ofrece algunos modelos teóricos explicativos claramente contrapuestos, como hemos visto en el capítulo anterior de este trabajo, sobre si los procesos de integración implican que las disparidades territoriales existentes tenderán a desaparecer o no en el futuro. Los modelos de crecimiento regional han tratado de buscar explicaciones a las razones que, desde un punto de vista dinámico, podrían explicar la tendencia del crecimiento económico en ciertas zonas o regiones y, por lo tanto, ayudar a comprender el problema de las disparidades territoriales. Durante los últimos años, estas aportaciones teóricas al crecimiento regional se han manifestado básicamente a través de dos grandes categorías o modelos que, en principio, arrojan predicciones contrapuestas en relación con la posibilidad de alcanzar la convergencia regional: los modelos de crecimiento neoclásicos y los de crecimiento endógeno .

Las alternativas que definen los dos tipos de modelos de crecimiento apuntados han conducido a que los estudios de convergencia, además de su valor intrínseco, aparezcan como una implicación, contrastable a partir de la evidencia empírica, de los modelos de crecimiento. Un resultado favorable a la convergencia respaldaría la idoneidad de la perspectiva neoclásica, mientras que la ausencia de aquélla supondría el rechazo de los modelos tipo Solow en favor de los de crecimiento endógeno (Pallardó y Esteve, 1997, pág. 26) .

En el marco de este enfoque encontraría explicación la persistencia de ciertos desequilibrios y la falta de dinamismo de ciertas regiones, observables tanto en el caso español como en el caso europeo. A pesar de la tendencia hacia la convergencia entre los países de la Unión Europea, la evidencia sugiere que a escala regional, los desequilibrios siguen siendo casi tan importantes como lo eran en años anteriores, alcanzando niveles similares a los existentes en los años setenta (Cuadrado Roura et. al., 1998, pág. 28) . Además, los resultados en los estudios empíricos realizados varían enormemente. Mientras que, por un lado, la mayoría de los análisis de corte neoclásico tienden a poner de manifiesto un cierto predominio global de la convergencia , por otro, dicha tendencia se discute ampliamente , o se sugiere que las regiones europeas están evolucionando hacia un modelo de polarización (el denominado “modelo twin peaks”) (Chatterij, 1993; Quah, 1996a, 1996b, 1996c; Villaverde Castro, 2002). Del mismo modo, en el caso de España, algunos trabajos recientes demuestran un cierto estancamiento del proceso de convergencia regional a escala nacional y una ligera tendencia a la formación de clubs de convergencia regional que se caracterizan por tender a converger principalmente entre ellos.

Lo realmente interesante de cada uno de este tipo de modelos de crecimiento viene dado por el ámbito político, es decir, que cada uno de ellos conduce a consideraciones radicalmente opuestas en relación con el papel del sector público en la corrección de los desequilibrios regionales a largo plazo, y por lo tanto, acerca de la importancia del mantenimiento de una política fiscal activa de redistribución regional (María-Dolores y García Solanes, 2002, págs. 51-52; Sánchez y Ortega, 2002, pág. 264).

Por otra parte, la evidencia empírica disponible tampoco ha logrado eliminar las dudas teóricas que existen al respecto, tanto cuando se analiza lo ocurrido en el interior de los países comunitarios, como cuando los análisis se refieren a un conjunto integrado de ellos, como sucede en el caso de la Unión Europea . En el ámbito comunitario, el interés y la preocupación por los desequilibrios regionales encuentra su principal razón de ser en un hecho de fácil comprensión: las dificultades existentes para avanzar en el proceso de integración europea cuando se registran diferencias económicas muy sustanciales entre los niveles de vida de las partes (países, regiones y territorios) implicadas (Sánchez y Ortega, 2002, págs. 262-263) .

Dependiendo del lapso temporal que se considere, la situación europea (y la española) varía. Aunque con matices, a corto plazo sucede que, tanto en la U.E. como en España, se producen los tres hechos siguientes: por un lado, las disparidades regionales son importantes; por otro lado, las disparidades regionales apenas han variado; y por último, el grado de movilidad en el ranking interregional es muy reducido. A plazos más largos, sin embargo, la situación cambia, haciéndolo en algunos aspectos de forma sustancial, especialmente en lo que concierne a la posición ocupada por cada una de las regiones; esto permite alcanzar la conclusión de que, en esencia, no parece posible hablar de un proceso de cristalización de las posiciones iniciales o, de hacerlo, debe ser con muchos matices (Villaverde Castro, 2000, pág. 107).

Las disparidades socioeconómicas entre las regiones europeas pueden ser nocivas para el conjunto de la Unión. Los bajos rendimientos de las regiones menos favorecidas hacen que baje la demanda de productos europeos por parte de los consumidores, dificultan el desarrollo económico, distorsionan la competencia en el mercado único y, finalmente, reducen la competitividad de la Unión Europea en el mercado mundial (Caminal, 2004; López-Bazo et. al., 2004).

La solución de una parte importante de las disparidades económicas y sociales en la Unión Europea viene dada de la mano de la política regional comunitaria, que constituye un importante mecanismo para solventar algunas de las diferencias regionales de partida . Los principales instrumentos en la persecución de la cohesión económica y social a escala regional dentro de la Unión Europea son: los Fondos Estructurales (FEDER , FSE , FEOGA-Sección Orientación y el IFOP ), las Iniciativas Comunitarias y el Fondo de Cohesión , que han supuesto en los últimos años una importante transferencia de recursos hacia las regiones con mayores problemas. Las exigencias en cuanto a la elegibilidad de las acciones y aplicación de estos recursos obligan a los países y regiones receptoras a diseñar objetivos y programas a medio plazo, orientadas a resolver deficiencias en infraestructuras, formación, reorientación de cultivos, impulso a nuevas actividades productivas, etc.


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