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Las disparidades económicas intrarregionales en Andalucía

Antonio Rafael Peña Sánchez
 

 

TEORÍAS EXPLICATIVAS DE LAS DISPARIDADES ECONÓMICAS ESPACIALES.

Nueva concepción de la convergencia: resurgimiento del modelo neoclásico.

Con el renacimiento del interés por los problemas del crecimiento a largo plazo, un número considerable de trabajos recientes han vuelto a poner de actualidad el análisis de los enfoques de la convergencia. A comienzo de los noventa, los planteamientos neoclásicos volvieron a aparecer con fuerza, conociéndose dicha renovación como “contrarrevolución neoclásica” (Sala i Martin, 1994a, pág. 13). Tras la aparición de los modelos de crecimiento endógeno, se produce una reacción por parte de quienes consideraban que el modelo neoclásico continuaba siendo útil como marco de referencia en el estudio del crecimiento del PIB per cápita. En este sentido, el centro de atención ha venido siendo el estudio de las causas de la convergencia o divergencia de las condiciones de vida de las diferentes áreas económicas. Dos tipos de preguntas motivaron dichos trabajos: ¿existen diferencias notables en las condiciones económicas en las que se desenvuelven los distintos territorios en la actualidad?, y ¿han tendido a disminuir estas diferencias?, o por el contrario, ¿se han agravado las desigualdades con el transcurso del tiempo?

El argumento esencial de los nuevos planteamientos, basados en trabajos empíricos, consiste en reafirmar la hipótesis de los rendimientos decrecientes, extendida ahora a la acumulación tecnológica. Las regiones más desarrolladas, con mayor capacidad de innovación, disfrutan de los beneficios del progreso tecnológico, pero también corren con el coste del proceso. En cambio, las regiones menos desarrolladas pueden beneficiarse prácticamente de las mismas ventajas que las desarrolladas, mediante los mecanismos de difusión tecnológica, con costes mucho menores, los de absorción y adaptación. Como consecuencia de los rendimientos decrecientes de todos los factores, incluido el progreso técnico, y de la difusión, el sistema evoluciona hacia la convergencia.

En esta reacción del modelo neoclásico es posible identificar dos programas de trabajo diferentes: por un lado, el trabajo econométrico realizado por Barro y Sala-i-Martín (1991), y tomado posteriormente por De la Fuente (1996a), con el propósito de sustentar lo que denominaron como la “convergencia condicional” y, por el otro, el trabajo realizado por Young (1995), en orden a separar las fuentes del crecimiento y establecer la verdadera contribución de aumentos en la productividad global a éste. En este apartado analizaremos cada una de estas corrientes.

A) La nueva conceptualización de la convergencia

Respecto a la primera línea de investigación, hemos de decir que la convergencia debe entenderse como un fenómeno real y a largo plazo que se relaciona muy directamente con los procesos de crecimiento, es decir, supuesto un conjunto de territorios, diremos que se ha producido o se está produciendo un proceso de convergencia real entre ellos cuando sus niveles de desarrollo o bienestar (medido por ejemplo a través del VAB per cápita) tiendan a aproximarse en el tiempo. A la hora de explicar los argumentos favorables y no favorables a la convergencia se hace preciso acudir a las explicaciones que proporcionan los modelos de crecimiento económico. Aunque del concepto de convergencia se han dado muchas definiciones , tradicionalmente, el análisis de la misma se ha venido realizando básicamente en torno a dos conceptos: convergencia sigma y convergencia beta (Sala i Martín, 1990) .

La convergencia sigma () es una medida de dispersión que indica el grado de desigualdad existente entre distintas economías, tomando como referencia una determinada variable económica. Establece que entre un grupo de entes territoriales existe una tendencia a la convergencia si la dispersión de la variable económica en cuestión (VAB per cápita, por ejemplo) entre los mismos tiende a reducirse en el tiempo (Martín Rodríguez, 1998, pág. 132). Esta dispersión suele medirse mediante la desviación estándar muestral, o bien mediante el coeficiente de variación. Así pues, lo que se estudia es el comportamiento de este estadístico a lo largo del tiempo. Cuando dicha dispersión muestra una tendencia a reducirse en el tiempo se afirma que se está produciendo convergencia sigma. Por tanto, y resumiendo lo anterior, podemos definirla como la evolución en el periodo de las desviación estándar del logaritmo de la variable elegida (que, como hemos dicho anteriormente, generalmente viene dada por el PIB o VAB per cápita, o bien el PIB o VAB por ocupado, aunque también puede calcularse sobre la base de cualquier otra variable). La fórmula utilizada para, por ejemplo, el VAB per cápita es del tipo:

donde “lnVABpcit” es el logaritmo del valor añadido per cápita del área geográfica “i” (en nuestro caso serán las provincias y comarcas andaluzas) en el año “t”, “lnVABpct” es el logaritmo del valor añadido bruto per cápita de la economía regional (equivalente a una media ponderada de los VAB per cápita de cada una de las provincias y comarcas ), y “N” corresponde al número de espacios territoriales que componen la economía regional (en nuestro caso las 8 provincias y las 122 comarcas).

Lógicamente, en el supuesto de igualdad plena en la distribución del VAB per cápita entre las regiones o territorios considerados, la desviación estándar sería cero. Por el contrario, a mayor desigualdad, le debe también corresponder una mayor desviación estándar.

Para valorar el alcance de esta medición, que puede ser aceptable para ciertos fines, conviene tener en cuenta que es posible que la reducción de la dispersión se deba a la aproximación a la media de los valores más cercanos a ella, manteniéndose las distancias de los extremos, es decir, el recorrido de la variable.

En cambio, se dice que existe convergencia beta () si, para ese conjunto de territorios, se da una covariación negativa (o dicho de otro modo, una relación inversa) entre la tasa de crecimiento de la renta per cápita y el nivel inicial de ésta , es decir, trata de contrastar si una situación de retraso relativo en un momento dado tiende a reducirse con el paso del tiempo (Martín Rodríguez, 1998, pág. 132). Definido de otra forma, este concepto de convergencia implica que, a largo plazo, si existe convergencia de este tipo, los territorios más pobres crecen a una tasa mayor que los más ricos, de forma que todas las economías tienden al mismo nivel y que podría denominarse estado estacionario, o lo que es lo mismo, trata de establecer si las áreas que parten de posiciones más retrasadas registran tasas de crecimiento mayores que las más adelantadas, de tal manera que se produzca un efecto de “caza” o “catching-up”. Este sería el resultado de lo que predice el modelo neoclásico, según el cual el capital ha de fluir hacia las áreas en las que su rentabilidad sea más alta, lo que supondría que el ahorro de las zonas más avanzadas se desplace a las más atrasadas acelerando el crecimiento en éstas y, por tanto, la convergencia. Un efecto similar tendría lugar con la movilidad del trabajo. Asimismo, el incremento en los flujos de comercio favorece la movilidad de factores y productos e impulsa la convergencia tecnológica provocando un acercamiento en las tasas de crecimiento de la productividad total de los factores (Andrés y Domenech, 1996a, pág. 39; Sánchez Fernández, 1998, pág. 84). En definitiva, se considera una predicción típica de los modelos de crecimiento de corte neoclásico, puesto que la convergencia beta puede justificarse económicamente apelando a la productividad marginal decreciente en el factor acumulable, es decir, en el capital. Si se acepta este supuesto, puede concluirse que los territorios más pobres están en condiciones de crecer más rápidamente gracias a las elevadas tasas de retorno de su stock de capital, de tamaño todavía incipiente. En los territorios más desarrollados, en cambio, la dotación de capital es mayor y, por consiguiente, su menor productividad marginal da lugar a tasas de crecimiento inferiores (Villaverde Castro, 1999a, pág. 146).

Existe otra base teórica alternativa a la existencia de rendimientos decrecientes en el capital, que ha aparecido últimamente en la discusión como mecanismo de convergencia, que es el llamado difusión tecnológica o efecto catching-up tecnológico (De la Fuente, 1996a, pág. 19), que funciona a través de la reasignación de recursos entre sectores. Su planteamiento se basa en la siguiente idea: en el supuesto de que sea más barato imitar tecnología ya existente que innovar, los territorios más atrasados pueden beneficiarse de su atraso relativo y alcanzar a los más ricos . Típicamente, las zonas con niveles más bajos de renta per cápita se caracterizan por un peso importante del sector agrícola. Puesto que el producto por trabajador en este sector es, en general, muy inferior al registrado en la industria o los servicios, el trasvase de recursos desde la agricultura hacia estos sectores tiende a incrementar la productividad media de un territorio. Durante las últimas décadas, la intensidad de este trasvase ha sido mayor en las zonas geográficas más pobres. Por ello, una parte importante de la reducción observada de las disparidades económicas espaciales podría deberse a este fenómeno.

Podemos distinguir dentro del concepto de convergencia beta el llamado convergencia beta absoluta o incondicional (Tamura, 1996; Lucas, 2000), si se supone que los países, regiones o espacios territoriales convergen al mismo estado estacionario (mismo valor de equilibrio), controlándose únicamente a través de las variables que determinan ese estado estacionario de las economías territoriales, lo cual es posible porque las regiones con nivel más bajo crecen a más ritmo que las mejor situadas, y lo hacen hasta alcanzar el nivel de equilibrio estacionario más elevado ; y la convergencia beta condicional o condicionada , en el caso de que se permita a los países, regiones o espacios territoriales tender a equilibrios diversos a largo plazo, en el que se intenta contrastar la existencia de distintos estados estacionarios, es decir, cada economía regional converge hacia el valor de equilibrio de su particular estado estacionario, que se puede conocer por estimación, pero no se observa tendencia hacia un valor de equilibrio común.

Este último tipo de convergencia beta es compatible con el mantenimiento de divergencias. Es como si una economía estuviera sometida a una supuesta ley de la frontera, porque tiende a aproximarse a ritmo desacelerado a un valor límite, que las deficiencias estructurales, cual si de una maldición bíblica se tratara, impiden sobrepasar (Raymond Bara, 1995a). En esta noción, se tienen en cuenta los factores específicos de la economía de cada región, tales como diferente dotación de infraestructuras, cuestiones de localización, dotación de factores productivos, estructura productiva, etc., que son los que hacen que las diferencias se mantengan.

La hipótesis de convergencia beta absoluta se contrasta mediante la estimación de la ecuación:

donde yi,t-1 e yi,t representan la renta per cápita del país, región o territorio i-ésimo al principio y al final del periodo considerado, respectivamente,  es el término constante y ui,t son perturbaciones aleatorias de media cero y varianza constante.

La convergencia beta absoluta conlleva dos implicaciones importantes: por un lado, los espacios más pobres registrarán tasas de crecimiento superiores a los más ricos (es el llamado efecto tasa); y, por otro lado, los niveles de renta per cápita de las distintas unidades de análisis se aproximarán asintóticamente (es el llamado efecto nivel). Además, el estudio de la convergencia beta absoluta incorpora una serie de supuestos implíticitos que se basan, fundamentalmente, en la consideración de que las economías territoriales no difieren significativamente en sus fundamentos económicos. Este hecho refleja una capacidad de las economías territoriales por converger a un mismo valor de equilibrio a largo plazo y a una misma velocidad de convergencia (De la Fuente, 1996a, págs. 10-14). Pero, parece más que probable que este supuesto implícito de la convergencia beta absoluta no tenga por qué darse necesariamente en la realidad. Las economías territoriales pueden diferir muy significativamente en sus estructuras económicas y en sus dotaciones de infraestructuras y otros recursos, de modo que el proceso de convergencia económica ni tenga que evolucionar al mismo punto, ni deba conducir necesariamente a niveles de equilibrio a largo plazo similares.

Estos supuestos pueden contrastarse estableciendo modelos en los que aparezcan las variables que se consideran relevantes en el estado estacionario de cada economía, es decir, pueden calcularse ecuaciones de convergencia beta donde se permita que todos los parámetros a estimar sean distintos para cada una de las áreas territoriales consideradas, a las que llamamos la convergencia beta condicional o condicionada. Ésta, por tanto, surge como falta de apoyo por parte de los datos para explicar la convergencia beta absoluta (Villaverde Castro, 1999a, págs. 146-147); y los territorios más alejados de su estado estacionario crecen más rápidamente, pero a largo plazo las rentas per cápita de estado estacionario pueden diferir. Este tipo de convergencia suaviza a la absoluta, ya que las fuerzas favorables a la convergencia provenientes de la productividad marginal decreciente del capital pueden contrarrestarse por factores institucionales o de política económica, que impiden a una zona pobre crecer más rápido que otra más rica, o bien impulsa a un área territorial más desarrollada a tasas de crecimiento mayores que las registradas por áreas territoriales atrasadas. Siendo esto así, para obtener convergencia en muestras heterogéneas de espacios territoriales es preciso controlar una serie de factores, que en el análisis econométrico se recogen por medio de variables auxiliares. En este caso la ecuación a estimar es la siguiente:

en donde Xi recoge las antedichas variables auxiliares.

Hay que decir también que este tipo de análisis tiene sus limitaciones (Villaverde Castro, 1999a, pág. 147), como la escasa robustez econométrica de muchas de las variables que se consideran determinantes del crecimiento; la selección arbitraria de regresores o el peligro de correlaciones espurias, si las series empleadas en las estimaciones son no estacionarias; y la falta de información que podemos obtener del análisis sobre si los territorios de la muestra acortan o no distancias con el líder, es decir, la existencia de convergencia beta condicional en una muestra de territorios no implica necesariamente que se produzca una homogeneización de los niveles de renta de los mismos.

La existencia de convergencia beta absoluta o condicionada no es sólo una cuestión objeto de discusión metodológica o econométrica , sino que las implicaciones de política económica que se derivan de ambas son completamente distintas. Si admitimos que puedan existir distintas realidades espaciales que determinan tendencias a largo plazo distintas, supone proporcionar un campo de acción para las políticas públicas mucho más amplio que si se prueba la existencia de convergencia económica no condicionada. En el primer caso, las políticas económicas deberían orientarse a remover obstáculos que estén impidiendo o dificultando, al menos, que una zona geográfica avance más rápidamente hacia una clara reducción de su nivel de atraso relativo, es decir, deberían intentar corregir los factores responsables de las diferencias de renta a largo plazo. Dichos obstáculos pueden relacionarse con su estructura productiva, pero también con carencias en materia de infraestructuras, capital humano, disponibilidad de algunos factores, etc. En el segundo (convergencia no condicionada) el papel de la política económica tendría que ser prácticamente nulo, y en todo caso, debería estar orientada a aliviar los efectos de perturbaciones adversas, y funcionaría más como un mecanismo de reparto de riesgos que como una política tradicional de fomento del desarrollo. Este tipo de políticas, sin embargo, podría aún justificarse como instrumento para acelerar la transición hacia el estado estacionario si es posible utilizarlas para eliminar más rápidamente las diferencias iniciales en niveles de renta (Cuadrado Roura et. al., 1998, pág. 43; De la Fuente, 1996a, pág. 14).

Una cuestión que habría que plantear es si esos dos conceptos de convergencia están relacionados. En este sentido, habría que decir que la convergencia beta es una condición necesaria, aunque no suficiente, para que se produzca una reducción de la dispersión, es decir, para que estemos en presencia de convergencia sigma (Cuadrado Roura et. al., 1998, pág. 41; Lázaro Araujo, 1999a). Pero esta conclusión no siempre se cumple empíricamente (Andrés y Domenech, 1996b). En efecto, si consideramos una distribución de renta en la que en el paso de un periodo a otro se produce un incremento lineal en todos los valores de la variable, este tipo de incremento no sería más que un cambio de origen en la variable y, como tal, no afectaría a la dispersión de la misma. Pero este incremento lineal, sin embargo, conlleva una tasa de crecimiento para los niveles de renta baja más elevada que la correspondiente a los de rentas altas, es decir, a una convergencia de tipo beta, mientras que la dispersión no ha cambiado, es decir, no hay síntomas de convergencia sigma . En cambio, si todos los valores de renta crecieran a una misma tasa, entonces este cambio de escala no afectaría a la convergencia beta, mientras que la dispersión se incrementaría. En definitiva, puede haber convergencia beta y divergencia sigma. Este resultado hace que ambos conceptos deban aplicarse separadamente sin intentar sacar conclusiones de uno como resultado del otro (Sánchez Fernández, 1998, pág. 84).

Y por último, según Lázaro Araujo (1999a, págs. 695-696), convendría hacer tres observaciones de interés respecto a los tres tipos de convergencias analizados. En primer lugar, hemos de decir que la convergencia significativa a la hora de determinar si los niveles de vida y de bienestar de los habitantes de las regiones y de los países menos desarrollados evolucionan hacia los niveles más altos es la absoluta. La convergencia sigma denota reducción de la dispersión alrededor del valor medio, que se puede dar sin un crecimiento del conjunto, y la condicional parece más un fuego de artificio estadístico en lo que a convergencia se refiere, pero el modelo que la determina es útil para identificar los obstáculos estructurales que frenan el crecimiento de los territorios menos desarrollados. En segundo lugar, por más que los nuevos neoclásicos insistan en que la evidencia empírica confirma la hipótesis de convergencia, no hay unanimidad sobre la cuestión. De hecho, según este autor, algún entendido guasón dice que si a los modelos para determinar la evidencia empírica se le mete convergencia (convergencia in), sale convergencia (convergencia out) (Lázaro Araujo, 1999a, pág. 695). Y en tercer lugar, aunque entre quienes sostienen que se puede dar por cierta la existencia de convergencia, se discute si se trata de la absoluta o la condicional. Al margen de discusiones técnicas, las implicaciones políticas son muy importantes. La consecuencia de la convergencia absoluta es la típica del neoliberalismo, que rechaza la intervención pública, es decir, la política regional, por ser el mercado capaz de corregir la divergencia existente, aunque sea al lento ritmo del 2 % anual aproximadamente . En cambio, en caso de convergencia condicional, la política regional estaría llamada a desempeñar un papel importante, para remover los obstáculos que impiden que una región poco desarrollada realice todo su potencial de crecimiento y converja hacia el punto de equilibrio más alto.

B) La descomposición de las fuentes del crecimiento

Respecto a esta segunda línea, un aspecto esencial para la sustentación de estos modelos de crecimiento endógeno es la comprobación empírica de que los cambios en la productividad multisectorial (tanto del trabajo como del capital) juegan un papel fundamental en la explicación del proceso de crecimiento de las economías. En este sentido, es crucial la tarea de medir correctamente la aportación que los factores tradicionales realizan al proceso de crecimiento. Este método ha sido denominado como el enfoque de las fuentes o descomposición de las fuentes del crecimiento.

Al respecto se han realizado numerosos estudios. Por un lado, Mankiw, Romer y Weil (1992) concluyen que una fracción importante del crecimiento de una muestra representativa de economías puede explicarse por la acumulación de factores productivos, jugando un rol poco significativo en este proceso el comportamiento de la eficiencia global de la economía o productividad global. En esta línea, Young (1995) concluye en su trabajo que los milagros asiáticos fueron más aparentes que reales, por cuanto su investigación indica que el proceso de fuerte crecimiento de dichas economías puede explicarse por una elevada tasa de inversión y ahorro, y en una medida mucho menor, por ganancias de productividad . Barro y Sala-i-Martin (1995), basándose en estudios empíricos realizados por Young, encuentran que, excepto en el caso de Hong Kong, el crecimiento de la productividad de los factores explica una parte mínima de la tasa de crecimiento del producto per cápita de los países asiáticos. El veloz crecimiento de los tigres asiáticos habría estado ligado exclusivamente a una fuerte movilización y acumulación de factores productivos y no al avance tecnológico que da lugar a un aumento de la productividad total de los factores. En la línea de Young, Senhadji (1999) , en un estudio sobre las fuentes del crecimiento del producto en diversos grupos de economías, concluye que fue la tasa de acumulación de capital, más que el crecimiento en la productividad global, la causa del diferente desempeño observado por las economías asiáticas y latinoamericanas, en el último tercio del siglo XX. Este tipo de resultado es claramente favorable al uso del modelo neoclásico como marco de referencia para el estudio del proceso de crecimiento .

Dentro de los estudios realizados en orden a establecer de un modo riguroso las fuentes del crecimiento, destaca el trabajo de Harberger (1998) , en el que desarrolla una metodología para medir lo que hemos denominado como productividad global, lo que resulta fundamental para efectos de evaluación de los diferentes modelos de crecimiento. Según él, resulta más concreto y efectivo visualizar dicha variable como un indicador de los costos globales de producción, de manera que incrementos en la productividad global reflejen la aplicación de acciones que contribuyeron a reducir los costes de producción. Para este autor, muchos de los estudios dirigidos a descomponer las fuentes del crecimiento tienen importantes limitaciones que restringen fuertemente su utilidad. En el análisis del comportamiento de esta variable para numerosas empresas de una industria, se concluye que no existirían efectos de externalidad significativos (como supone una vertiente de los modelos de crecimiento endógenos), por cuanto un pequeño grupo de empresas suele explicar la totalidad de la reducción de costes en una cierta industria.

En cuanto a los posibles factores determinantes del crecimiento endógeno, la evidencia empírica enfatizan, entre otros, los siguientes: la existencia de derrames entre empresas e industrias, el proceso de aprendizaje informal, la compra de equipos y la calidad de las relaciones usuarios-proveedores, que tienden a reducir el rol de la investigación y desarrollo como fuente del cambio tecnológico. Ello debido a que estas interacciones tienen un rol importante en la creación y difusión de nuevas tecnologías y el desarrollo adquirido por las mismas, que puede ser uno de los factores que determinen la eficacia de los sistemas nacionales y regionales de innovación (Amable y Boyer, 1992).


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