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El capital intelectual de territorios insulares

Agustín J. Sánchez Medina

 

Economías de los territorios insulares pequeños

En este apartado se hará referencia a las especificidades que poseen los territorios insulares pequeños y que los hacen diferentes a los territorios continentales de gran tamaño. De este modo, en primer lugar se exponen las características que poseen las economías pequeñas. Posteriormente se describen las peculiaridades que surgen cuando éstas están ubicadas en islas.

3.2.3.1. Las economías pequeñas

Antes de exponer las características más comunes de las economías pequeñas, es necesario abordar qué se considera territorio pequeño. Así, para delimitar este concepto se deben tener en cuenta varios parámetros, entre los que se encuentran la población, la producción nacional y la superficie (Dows, 1988). En esta misma línea, Briguglio (1995) considera que el tamaño de un territorio puede ser medido en términos de su población, de su superficie o de su producto interior bruto, utilizándose un criterio u otro en función de lo que se está estudiando. No obstante, Watson (2000) sostiene que en la literatura no existen argumentos suficientes para considerar que las tres medidas mencionadas anteriormente sean las únicas que determinan el que un territorio sea considerado pequeño. De este modo, Read (2001) añade otro criterio a los mencionados parámetros y que consiste en los términos en que los territorios realizan el comercio, es decir, los precios relativos que tienen de sus importaciones y exportaciones. Sin embargo, este último criterio podría ser considerado una consecuencia de las anteriores. De hecho Witter, Briguglio y Bhuglah (2002) señalan que el no poder influir en los precios de los productos que se importan y exportan es fruto del reducido tamaño del territorio.

Por su parte, Dows (1988) advierte que, aunque la consideración del tamaño de un territorio depende de qué se está investigando, es importante destacar que los tres parámetros anteriormente mencionados son parciales y están, en parte, relacionados. Además, establecer qué niveles de estas variables deben alcanzarse para que una economía sea considerada pequeña resulta un gran inconveniente. Cabe destacar a modo de ejemplo que Armstrong y Read (2001) consideraron en su trabajo como “pequeños” a los territorios que contaban con una población inferior a los tres millones, destacando los propios autores que ésta era una cifra arbitraria. Alternativamente, Debance (1999) considera que el límite para considerar a un territorio pequeño está en que posean una población inferior a los 500.000 habitantes y una superficie menor a los 10.000 kilómetros cuadrados. Consecuentemente, no se puede afirmar que se haya establecido de forma clara el significado de pequeña economía (Read, 2001) y, como se puede deducir de lo expuesto anteriormente, no parece que exista un consenso sobre cuáles deben ser los criterios utilizados para establecer dicha consideración. No obstante, Armstrong y Read (2001) aseveran que entrar en debates sobre cuáles deben ser los niveles a alcanzar por las variables anteriormente mencionadas para determinar qué territorios son pequeños es una discusión totalmente estéril y sin relevancia. Por lo tanto, en el presente trabajo no se entra a establecer niveles fijos para estas variables, considerando así territorios pequeños aquellos que poseen una población y superficie de dimensiones reducidas en comparación con el resto.

Una vez aclarado el concepto de territorio pequeño, a continuación se pasa a describir las características de las economías pequeñas. Así, en la década de los 60 se consideraba que, para una economía, tener un tamaño pequeño era un factor negativo, puesto que no se podían generar efectos de escala (Mehmet y Tahiroglu, 2002). Sin embargo, en fechas más recientes, cuando se recupera el interés por este tipo de economías, se afirma, contrariamente a lo que se pensaba en épocas anteriores, que el tener un tamaño pequeño no resulta un gran obstáculo para los territorios. De hecho, áreas como las de Honk Kong o Singapur son importantes centros de servicios a nivel mundial, destacando en ellos las actividades financiera y bancaria, la de comercio (Mehmet y Tahiroglu, 2002) y el de turismo (Bar-On, 2001). También puede considerarse un ejemplo de economía pequeña y rica a Islandia, país que posee un producto interior bruto de los más altos del mundo (Haarde, 2001). Por tanto, el ser pequeño no es ni un requisito ni condición suficiente para que un territorio tenga un menor desarrollo económico (Srinivasan, 1986). Por otro lado, la importancia relativa de contar con grandes mercados nacionales ha decrecido en los últimos años y ya, incluso, las grandes economías están experimentando una creciente dependencia de condiciones externas al país (Ocampo, 2002).

De este modo, siguiendo las afirmaciones realizadas por Ocampo (2002), aunque en términos generales las pequeñas economías crecerán de forma menos rápida que las de los territorios mayores, esta afirmación no se puede generalizar, ya que si éstas son desarrolladas crecerán a un ritmo similar al de las grandes (Easterly y Kraay, 1999; Ocampo, 2002). Así, Ocampo (2002) sugiere que incluso las pequeñas economías que se encuentren en vías de desarrollo serían capaces de crecer al mismo ritmo que las grandes si pudiesen acometer una especialización basada en sus ventajas naturales. Por otro lado, para las que se encuentran desarrolladas, el autor considera que el tamaño de su mercado doméstico no supone un obstáculo infranqueable para construir economías modernas y exitosas que resulten competitivas a nivel internacional.

No obstante, en el actual estado de globalización el tamaño de los territorios no puede considerarse un factor irrelevante (Ocampo, 2002). De este modo, Easterly y Kraay (1999) se cuestionan sobre el hecho de si realmente las economías pequeñas sufren debido a su tamaño, opinando estos autores que existen razonamientos teóricos que apoyan dicha cuestión. Así, a modo de ejemplo, caben citar la falta de economías de escala (Romer, 1986); la provisión de servicios públicos, que también se encuentra sujeta a economías de escala (Alesina y Spolaore, 1997); la localización de estas economías, en muchas ocasiones lejanas y expuestas a desastres naturales como terremotos, volcanes o huracanes (Srinivasan, 1986); la poca diversificación, lo cual las hace más vulnerables a los shock comerciales (Briguglio, 1995); y la escasez de personal cualificado (Streeten, 1993). Sin embargo, Ocampo (2002) considera que para las pequeñas economías no todo son desventajas, por ello, a continuación se exponen, de forma más detallada, las diversas características que poseen estos territorios y las ventajas o desventajas asociadas a las mismas.

Una primera característica desfavorable viene dada por la pequeñez de los mercados, ya que el tamaño de los territorios condiciona la producción y la estructura de los mercados. De este modo, en estos territorios operan principalmente pequeñas empresas, las cuales son más vulnerables frente a imprevistos que las grandes organizaciones (Ocampo, 2002). En este mismo sentido, Armstrong y Read (2001) afirman que contar con un mercado local pequeño condiciona a los productores locales. También se deriva del pequeño tamaño de los mercados, el que las empresas no pueden obtener economías de escala vendiendo dentro de su propio territorio; por ello, en el caso de que quieran lograrlas, se verán obligadas a exportar sus productos a mercados externos, con lo cual, estarán influidas por los precios y las condiciones que éstos les impongan. De igual modo, Witter, Briguglio y Bhuglah (2002) sostienen que las economías pequeñas necesitan vender un alto porcentaje de sus bienes y servicios en mercados externos, lo cual origina que éstas tengan una alta dependencia de las exportaciones.

Además, las consecuencias de tener mercados pequeños no acaban ahí. Así, su reducido tamaño provoca que existan pocas empresas, lo cual combinado con una elevada distancia de los grandes mercados, especialmente considerable en las economías insulares, hace que, en muchas ocasiones, se produzcan regímenes de monopolio u oligopolio (Armstrong y Read, 2001). En esta misma línea, Ocampo (2002) sostiene que la conjunción de un bajo número de empresas y de unos costes mayores, debidos a la carencia de economías de escala, hace que en este tipo de economías se tenga la tendencia a crear situaciones de monopolio. Finalmente, también resulta una consecuencia del tamaño la menor diversificación de las exportaciones (Ocampo, 2002; Witter, Briguglio y Bhuglah, 2002) y la menor autonomía para establecer políticas macroeconómicas (Ocampo, 2002). De hecho, la poca diversificación de las exportaciones trae consigo la dependencia de un pequeño grupo de productos y, como consecuencia, que estos territorios estén sujetos a los vaivenes que sufren los mencionados bienes en los mercados internacionales. De forma similar, Witter, Briguglio y Bhuglah (2002) sostienen que existe, por parte de estos territorios, la imposibilidad de influir en los precios de los mencionados mercados internacionales. Esta situación hace que estos territorios no tengan control sobre los precios de las importaciones y exportaciones, lo cual los deja muy expuestos a lo que ocurra en los mercados, pudiéndose afirmar que las pequeñas economías son muy sensibles a los shocks comerciales (Easterly y Kraay, 1999).

También, cabe mencionar que la imposibilidad de obtener economías de escala no repercute solo en el sector privado, sino que, por el contrario, la dotación de servicios públicos, debido a su carácter indivisible, también se ve afectada (Alesina y Spolaore, 1997; Ocampo, 2002).

Por otro lado, los territorios pequeños, sobre todo cuando se trata de islas, suelen encontrarse a una distancia considerable de los grandes mercados. De este modo, la lejanía de estos provoca que los costes de transporte en que se tiene que incurrir tanto para la importación como para la exportación encarezcan los productos. Así, en ocasiones, la distancia puede ser tan alta que los mercados de estos territorios quedan excluidos de los circuitos internacionales (Witter, Briguglio y Bhuglah, 2002). En esta misma línea, Armstrong y Read (2001) sostienen que debe ser considerado como otro efecto negativo el que la mayoría de los inputs que se utilizan en las manufacturas de estos territorios deban ser importados, lo que acarrea un mayor coste y una mayor incertidumbre en los plazos de entrega. Esta última consecuencia también es recogida por Witter, Briguglio y Bhuglah (2002), quienes afirman que el tener que realizar largos transportes provoca que existan más probabilidades de que surjan problemas de retrasos o desabastecimientos. Además, como resulta lógico pensar, estas incertidumbres condicionan los niveles de stocks de las empresas de estos territorios.

Otro problema característico de los territorios reducidos consiste en la limitada dotación de recursos naturales (Witter, Briguglio y Bhuglah, 2002). Armstrong y Read (2001) afirman que la dotación de recursos naturales es un factor determinante para las pequeñas economías. De este modo, la mayor parte de éstas poseen una escasa y poco diversa dotación de bienes. Así, en muchas ocasiones poseen un pequeño número de recursos sobre los que basan toda la economía, lo cual incrementa su vulnerabilidad económica (Armstrong y Read, 2001). Por otro lado, estas limitaciones provocan escasez de recursos, lo que, a su vez, obliga a realizar gran cantidad de importaciones (Witter, Briguglio y Bhuglah, 2002). Además, a las importaciones de estos territorios no les ocurre igual que a las exportaciones, es decir, no están limitadas a pocos productos. De hecho, los ciudadanos que habitan en estas áreas tienen las mismas necesidades y demandan los mismos productos que los que habitan en cualquier territorio mayor, lo que, unido a la imposibilidad de realizar un suministro interior, fuerza a los dirigentes de estos territorios a mantener unas economías muy abiertas (Armstrong y Read, 2001). Así mismo, en ocasiones, a esta escasez de recursos naturales se une la inexistencia, dentro del enclave, del capital financiero suficiente para explotarlos, lo cual hace que se tenga que recurrir a capitales ajenos, hecho éste que provoca, por un lado, la inevitable pérdida de propiedad y, por consiguiente, del control de los recursos y, por otro, la repatriación a los países de donde proceden los fondos de los beneficios que estos recursos producen (Armstrong y Read, 2001).

El tamaño del mercado laboral es también otra limitación para las economías pequeñas, siendo éste un problema que puede ser observado desde una doble vertiente. Por una lado, las empresas deben competir para incorporar personal cualificado y, por otro, el personal cualificado tiene pocas opciones para elegir donde incorporarse (Ocampo, 2002). Así, se debe considerar que las economías pequeñas se caracterizan por poseer una oferta limitada dentro del mercado laboral, lo cual implica que estos territorios no pueden competir con otros mayores en aquellas actividades manufactureras que requieran de forma intensiva mano de obra poco cualificada. Ello implica que se vean forzados a realizar actividades basadas en un capital humano altamente cualificado, lo cual en muchos territorios obligaría pasar directamente de una economía agraria a una economía altamente tecnificada. En este sentido, Malaos (2000) destaca la importancia que tienen para las economías pequeñas los recursos humanos. No obstante, si se desea alcanzar esta alta cualificación en los recursos humanos, se debe recurrir a una correcta educación y entrenamiento del capital humano (Armstrong y Read, 2001). De este modo, en muchos lugares que no han podido realizar esta tarea, han tenido que recurrir a realizar una política de inmigración selectiva que permitiese compensar las carencias de la fuerza laboral local (Armstrong y Read, 2001).

Un aspecto que no se debe olvidar es que cualquier actividad que se realice para el desarrollo de un territorio produce consecuencias medioambientales. Así, por ejemplo, la simple construcción de un hotel cercano al mar degrada la costa, produciendo, además, efectos negativos en la flora y fauna de la zona. Por otra parte, el desarrollo de los territorios suele ir asociado a incrementos de población, incrementos que han provocado el aumento en la demanda de bienes y servicios, lo cual implica importantes consecuencias en la degradación del medio ambiente (Debance, 1999). De hecho, cualquier actividad que se realice en unos territorios tan reducidos, a largo plazo acaba teniendo impacto en el medio ambiente (Cicin-Sain, 1993). Finalmente, se debe considerar, como agravante de lo anterior, que en este tipo de territorios, cualquier actividad que tenga impacto en el entorno cuenta con un margen de error muy reducido (Singh, 1992).

Para finalizar estos párrafos dedicados a los inconvenientes a los que se han de enfrentar los territorios pequeños y, a modo de resumen, se puede afirmar que la combinación de varios factores como el contar con mercados domésticos pequeños, la imposibilidad para explotar economías de escala y las limitaciones en la dotación de recursos y en la fuerza laboral, dan lugar a unas características típicas en la mayor parte de los territorios reducidos. Estas características son las siguientes: a) una economía poco diversificada, b) un estrecho rango de productos destinados a la exportación y c) unos pocos mercados a donde dirigir la producción. Todo estos rangos hacen que estos territorios sean muy vulnerables a los shocks externos que se producen en la economía global. Por tanto, las inestabilidades que se produzcan en los mercados internacionales son muy peligrosas, debido que estas economías no poseen un peso suficiente para influir en los precios de importación o exportación. No obstante, como ya se ha mencionado, los territorios pequeños no pueden optar por diversificar sus exportaciones para solucionar este problema. Una posible solución para estas economías sería que estuvieran preparados para dar respuestas válidas y rápidas a los cambios que se produzcan en su entorno. Además, teniendo en cuenta las características anteriormente citadas, si las economías pequeñas quieren tener éxito, deben centrarse en la producción de bienes y servicios con un alto valor añadido (Armstrong y Read, 2001).

Sin embargo las economías pequeñas no sólo presentan inconvenientes. Así, se encuentran en situación ventajosa cuando se dan deseconomías de escala asociadas a los costes de transacción. Además, el contar con una población pequeña provoca una mejor información entre los socios económicos -clientes y proveedores-, lo cual reduce los riesgos derivados de las asimetrías de información, a la vez que facilita las relaciones entre el estado y sus ciudadanos (Ocampo, 2002). Por otro lado, el limitado número de habitantes hace que se tenga una población mucho más cohesionada, lo cual provoca que sea más sencillo realizar una adaptación ante determinados cambios (Easterly y Kraay, 1999; Ocampo, 2002).

Finalmente, para Armstrong y Read (2001) todos los problemas anteriormente mencionados contrastan con las evidencias empíricas que presentan muchos de estos territorios con unos rendimientos económicos iguales o superiores a los que se alcanzan en las economías grandes. Para explicar este fenómeno, los autores afirman que se han intentado dar diversas explicaciones, tales como la existencia de un sistema político y social que permite reaccionar de forma rápida y flexible ante cambios, la dotación de recursos naturales de que disponen algunos de estos territorios -eg., petróleo, bancos pesqueros, etc.- o la intervención y regulación gubernamental -eg., convirtiendo a los territorios en zonas off shore-. Sin embargo, aunque son factores favorecedores, los autores no consideran a ninguna de las anteriores la razón última para que ocurra este fenómeno. De este modo, consideran que la verdadera razón se encuentra en el hecho de que estos territorios tienen una economía muy abierta, lo cual ha provocado el establecimiento de políticas que favorecen las exportaciones y protegen la competitividad de sus economías. Por otra parte, consideran que estos territorios se han globalizado de forma eficaz antes que los que poseen grandes economías (Armstrong y Read, 2001).


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