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El capital intelectual de territorios insulares

Agustín J. Sánchez Medina

 

Desarrollo sostenible

El origen de este concepto no puede ser datado de forma fiable en un momento de tiempo concreto. No obstante, es en 1987 cuando la Comisión Mundial para el Desarrollo y el Medio ambiente dirigida por el Primer Ministro noruego Gro Harlem Brundtland, publica el informe titulado Our Common Future, cuando este término comienza a ser más conocido y utilizado (Selman, 2000). En dicho informe se sugiere que el desarrollo sostenible es aquella forma de desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer las del futuro. Además, se menciona que no es un estado fijo de armonía, sino que, por el contrario, es un proceso dinámico, de cambio, donde la explotación de los recursos, el destino de las inversiones, la orientación del desarrollo tecnológico y los cambios institucionales están orientados a satisfacer las necesidades presentes y futuras (World Commission on Environment and Development, 1987). A la ya mencionada comisión Brundtland siguió la Conferencia de la ONU sobre Medio ambiente y Desarrollo incluida en la Cumbre de Río (UNCED, 1992), donde se elaboró la declaración llamada Agenda 21 (Helminen, 2000) y la Conferencia sobre el Desarrollo Sostenible de los Estados Pequeños en Vías de Desarrollo celebrada en Barbados (UN, 1994). Por su parte, y con respecto al desarrollo sostenible, la Unión Europea comenzó formulando políticas eminentemente medioambientales, las cuales eran reactivas y dirigidas, principalmente, al control de factores como la polución (Baker, 2000). Sin embargo, este primer enfoque fue gradualmente modificándose y dichos cambios quedaron reflejados en el programa Towards Sustainability (Comisión Europea, 1992), donde se plasmó el compromiso adquirido por la Unión Europea para promover el desarrollo sostenible (Baker, 2000).

Aunque el concepto de desarrollo sostenible propuesto en el informe Brundtland ha sido compartido por diversos autores –e.g., Bass y Dalal-Clayton, (1995); Naredo, (1998)-, para Gladwin, Kennelly y Krause (1995) éste es borroso, escurridizo e ideológicamente controvertido. En esta misma línea, Starik y Rands (1995) sostienen que esta definición, pese a, según afirma Naredo (1998), estar ampliamente aceptada, es solo una abstracción normativa que contiene incongruencias. De forma similar Giddings, Hopwood y O’Brien (2002) afirman que la definición propuesta en el informe Brundtland es una definición política que, basada en su ambigüedad, pretendía obtener una amplia aceptación. Así, la combinación de medio ambiente, economía y sociedad garantizaba la existencia de un amplio debate sobre el desarrollo sostenible. Sin embargo, la falta de profundidad que posee hace que no tenga mucho sentido y que se encuentre carente de rigor. No obstante, y a pesar de los mencionados problemas, estos autores siguen utilizando el término desarrollo sostenible debido a que consideran que este modo de observar de forma relacionada el trinomio sociedad, economía y medio ambiente se encuentra ampliamente aceptado. De este modo, como se puede observar en la figura 3.1, la representación habitual del desarrollo sostenible se realiza a través de tres circunferencias de igual tamaño y que representan de forma equilibrada a la sociedad, al medio ambiente y a la economía. Este equilibrio entre los mencionados elementos no tiene por que darse en todas las ocasiones. De hecho, tal y como afirman Shearlock et al. (2000), el peso que tiene cada uno de los factores para la consecución del desarrollo sostenible no se encuentra claramente definido. En esta misma línea, Selman (2000) afirma que existen múltiples definiciones sobre el desarrollo sostenible; sin embargo, en todas se incluyen inseparablemente parámetros medioambientales, sociales y económicos. De igual modo, Shearlock et al. (2000) sostienen que, como puede observarse en la figura 3.1, las políticas para el desarrollo sostenible requieren la integración de tres ámbitos políticos que tradicionalmente se han encontrado separados: el económico, el social y el medioambiental, incluyendo dentro de cada uno una serie de temas importantes. (véase tabla 3.1) De forma similar, García Falcón y Medina Muñoz (1999) afirman que el desarrollo sostenible se está observando cada vez más como un desafío a largo plazo desde los puntos de vista medioambiental, social y económico. Asimismo, consideran que existe un creciente número de estudios, informes, acuerdos y declaraciones que enfatizan la importancia de adoptar en estos ámbitos criterios de desarrollo que no hipotequen el futuro.

Giddings et al. (2002) y Selman (2000) mantienen que el término desarrollo sostenible es un concepto que ha sido muy puesto en entredicho y que cuenta con un gran número de significados, poseyendo una interpretación distinta en función de quien la vaya a utilizar –e.g., gobiernos, directivos de empresas, ecologistas-. De este modo, Gladwin et al. (1995), tras la revisión de distintas definiciones sobre el término desarrollo sostenible mantienen que, aunque el debate sobre este concepto continuará durante muchos años, éste se encuentra sujeto a las siguientes cinco restricciones:

• Disponer de una visión espacial, temporal.

• Mantener un entendimiento de los problemas mundiales, ecológicos, sociales y económicos de forma interdependiente e interconectada.

• Contar con una distribución justa de los recursos entre las generaciones, entre los miembros de una misma generación y entre las especies.

• Tener prudencia desde el punto de vista tecnológico, científico y político. Así, es necesario tener cautela y humildad cuando se persiga el desarrollo sostenible, debido a que la gran complejidad y dinamismo de los sistemas ecológicos y sociales hace que sea complicado realizar predicciones fiables.

• Evitar los desequilibrios peligrosos, es decir, que para lograr un objetivo no se lesione o impida la consecución de otros.

Por su parte, Giddings et al. (2002) consideran que los principios necesarios para que exista desarrollo sostenible se pueden resumir en: a) la consideración de las necesidades de las generaciones futuras, b) la existencia de equidad social entre razas, sexos, etc. c) la participación de las personas en el diseño de su futuro y d) la importancia de la biodiversidad y de la integridad del ecosistema. Finalmente, mencionar que, tal y como afirman García Falcón y Medina Muñoz (1999), el desarrollo sostenible en los territorios insulares pequeños adquiere una mayor dimensión debido a las características que éstos poseen, las cuales serán expuestas a lo largo de este trabajo.


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