Azcué Vigil, Ignacio*
Universidad Nacional de Mar del Plata (Argentina)
ignacioazcue@hotmail.es
Resumen:
  La  planificación estratégica ha sido una herramienta muy utilizada para la gestión  de destinos turísticos en la Argentina durante los últimos años. Sin embargo, muchos  de estos procesos, una vez formulados, no alcanzan las etapas de implementación  y evaluación. La presente investigación se propone indagar acerca de las causas  que derivan en la dificultad para concretar los planes estratégicos de turismo  a través del análisis de la participación y el contexto político local en el  que se desenvuelven los mismos. Para ello, se tomó como caso de estudio al  Partido de Mar Chiquita (Provincia de Buenos Aires, Argentina), en donde en los  últimos veinte años se han realizado dos intentos para planificar la actividad  turística en el destino. El trabajo se abordó bajo un enfoque cualitativo, en  donde se realizaron entrevistas a distintos actores locales y se analizaron  documentos relativos a los procesos de planeamiento estudiados. Las principales  conclusiones obtenidas dieron a conocer limitaciones en cuanto a la participación  y conflictos entre actores locales que obstaculizaron la implementación y  evaluación de los planes de desarrollo turístico.
  Palabras  clave: Planificación estratégica –  Participación – Contexto político – Implementación - Evaluación
  Abstract
  Strategic planning has been a very used tool to manage  tourist destinations in Argentina during the latest years. However, many of  these processes do not reach implementation and evaluation stages once  formulated. The present investigation proposes to inquire about the causes that  result in the difficulty to execute tourism strategic plans through the  analysis of participation and local political context in which they are  developed. The Partido de Mar Chiquita (Buenos Aires Province, Argentina) was  taken as case of study, where two attempts of planning were performed to develop  tourist activity in the last twenty years. A qualitative approach was selected  for this job that includes interviews with local actors and an analysis of  documents related with planning processes studied. The main conclusions leave  to know obstacles about participation during these processes and conflicts  between local actors that hindered the implementation and evaluation of tourism  development plans.    
  Key Words: Strategic  Planning – Participation – Political Context – Implementation - Evaluation
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato: 
Azcué Vigil, Ignacio  (2018): “El desarrollo de la planificación estratégica del turismo en el marco de la participación de los actores y el contexto político local: análisis del caso del partido de Mar Chiquita (Argentina)”, Revista Turydes: Turismo y Desarrollo, n. 24 (junio / junho 2018). En línea:
https://www.eumed.net/rev/turydes/24/planificacion-estrategica-turismo.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/turydes24planificacion-estrategica-turismo
Con el  correr de los años, la actividad turística ha ido creciendo exponencialmente.  De acuerdo a cifras de la Organización Mundial de Turismo (OMT, 2017), durante  el año 2016 se produjeron unas 1.235 millones de llegadas de turistas  internacionales que generaron ingresos por 1.220 mil millones de dólares para  la economía mundial, resultando el turismo la tercer categoría de exportación a  nivel global, sólo por detrás de los productos químicos y los combustibles.  Ante tales cifras, el turismo es visto como una actividad que puede ayudar a  impulsar el desarrollo local. En vista de este objetivo, y para evitar la  espontaneidad durante su crecimiento, surge la necesidad de la planificación.
   Durante  las últimas décadas, se promovieron diversos mecanismos destinados a tal fin.  Uno de ellos lo constituye la planificación estratégica del turismo, una  herramienta que, al menos en el contexto latinoamericano, comienza a tomar  forma a partir de fines de la década de 1980 y comienzos de la de 1990. Hasta  el día de hoy, sigue siendo un instrumento muy utilizado por diversas  administraciones públicas, generalmente en el ámbito local. El objetivo de la  planificación estratégica es elaborar líneas estratégicas de acción que puedan  ser llevadas a cabo en la práctica, a fin de organizar el desarrollo de un  determinado territorio. Sin embargo, muchas de estas experiencias no llegan a  ser implementadas, deteniéndose en su instancia de formulación. En los casos  que se detecta cierto grado de cumplimiento de lo previsto, es poco habitual  que se realice una evaluación y retroalimentación del plan. Esta situación  puede estar enmarcada dentro de un contexto de desorganización y desarticulación  entre actores y políticas públicas. 
   En la  Argentina, se pueden encontrar diversos ejemplos de la problemática citada.  Probablemente, el Plan Estratégico de  Desarrollo Turístico Sustentable de Ushuaia (2007), el Plan Estratégico de  Turismo Sustentable del Partido de Chascomús (2011) y el Plan Estratégico de  Turismo de Chilecito (2016) constituyan los casos más exitosos en cuanto a su  implementación y evaluación. Si bien los datos respecto a la finalización de  programas y proyectos son escasos, se constató la presencia de indicadores de  seguimiento y evaluación. En este sentido también se destacan el Plan de Desarrollo Turístico 2020 de la localidad de  Malargüe (2010) y Plan Estratégico de Turismo Sustentable del Partido de  Necochea del año 2010, aunque en este último caso la evaluación estuvo más bien  enfocada en la participación obtenida (Bertoni, López y Testa, 2015). En otros  casos, resulta difícil hallar información sobre las acciones llevadas a cabo y  más aún respecto a la evaluación y  retroalimentación de los planes, como pueden los ejemplos del Plan de  Desarrollo Turístico de Puerto Deseado (2002), el Plan Estratégico de Santa Fe  2020 (2013), el Plan Estratégico Participativo de Desarrollo Turístico  Sustentable del Partido de Patagones (2007), el Plan Estratégico de Desarrollo  Turístico Sustentable de Villa Carlos Paz (2009) y el Plan Estratégico Gualeguaychú (Popovich y Toselli,  2006). 
   Particularmente,  este trabajo estudia el caso del Partido de Mar Chiquita (Provincia de Buenos  Aires, Argentina), en donde a partir del año 2000 se elaboraron dos planes para  el desarrollo turístico del destino. Uno de ellos fue el denominado Proyecto de  Desarrollo Turístico Sustentable, diseñado en el año 2001 por la Comisión de  Desarrollo Turístico (CODETUR), compuesta originalmente por un grupo de vecinos  y comerciantes locales. El otro caso analizado lo representa el Plan  Estratégico de Desarrollo Mar Chiquita 2010-2020, impulsado durante el año 2010  por el gobierno municipal, con participación de vecinos de distintas  localidades del Partido. En estos dos casos se presentaron dificultades para  llevar adelante la implementación y evaluación de los planes. Por un lado, se  detectaron problemas en cuanto a la participación, ya que la misma contó con  altibajos por distintos motivos a lo largo del proceso de planeamiento. Asimismo,  el gobierno local resultó un actor clave para la continuidad de los planes  analizados, al establecer relaciones de afinidad o conflicto con distintos  actores. 
   De  esta manera, la presente investigación pretende estudiar los procesos de  planificación turística en el Partido de Mar Chiquita durante el período comprendido entre el año 2001 y la actualidad.  Particularmente, se analiza la participación ciudadana y el contexto político  local en su posible relación con las etapas de implementación y evaluación de  los planes. Cabe destacar que este estudio posee un carácter eminentemente  descriptivo, por lo cual se optó por analizarlo bajo un enfoque cualitativo,  tal como se expresa luego en el apartado metodológico.
Las  últimas décadas del siglo XX estuvieron marcadas por un proceso de crisis de  los modelos económicos predominantes. Primero las políticas de bienestar y el  desarrollismo, y luego el neoliberalismo, fueron puestos en cuestionamiento por  diferentes motivos, pero fundamentalmente porque ninguno de estos caminos  resultó eficaz para atenuar problemas relativos a la desigualdad económica y  social a largo plazo. Surgió así un nuevo enfoque basado en el desarrollo a  escala local. Ya en la década de 1980, refiriéndose al desarrollo a escala  humana, Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn (1986) sembraban las raíces del  desarrollo local al plantear, entre otras cosas, que el espacio local era el  sitio más propicio para el desarrollo personal y social, confiando en la capacidad  de los individuos de controlar sus propios recursos. A grandes rasgos, según el  Instituto Latinoamericano y del Caribe para la Planificación Económica y Social  (ILPES), se habla de desarrollo local para referirse a “aquel proceso  reactivador de la economía y dinamizador de la sociedad local que mediante el  aprovechamiento eficiente de los recursos endógenos existentes en una  determinada zona es capaz de estimular su crecimiento económico, crear empleo y  mejorar la calidad de vida de la comunidad local” (ILPES, 1998: 12). En un  sentido más amplio, Boisier (1999) señala que se deben tener en cuenta cuatro  planos que se cruzan entre sí: político, económico, científico-tecnólogico y  cultural. De esta forma, se da a entender que el desarrollo local   –o desarrollo endógeno, según la preferencia  de este autor- es algo más que el mero crecimiento económico, ya que es  entendido como el resultado de la articulación entre diferentes actores locales  y distintas formas de capital intangible, guiado preferentemente por un proceso  político colectivo. Según Alburquerque (2004), para que el desarrollo local sea  posible, se requiere, entre otras cosas, la movilización y articulación de  actores locales, la cooperación público-privada, el involucramiento del  gobierno local, la elaboración de una estrategia de desarrollo y, en última  instancia, una configuración institucional que permita pensar en un desarrollo  a largo plazo, por fuera de los cambios en la gestión política. 
   El  turismo se circunscribe dentro de la teoría de desarrollo local como una  actividad que puede contribuir a la reconversión productiva y lograr una mayor  competitividad, siempre y cuando se encuentre planificada e incluya a todos los  actores intervinientes, a fin de reducir sus posibles efectos negativos (Toselli  y Mazza, 2014). No obstante, para alcanzar lo anterior, es preciso contar con  un instrumento que pueda llevar la teoría a la práctica. Uno de las  herramientas más utilizadas en los últimos años para impulsar el desarrollo  local es la planificación estratégica.   
   De  acuerdo a Fernández Güell (2006), uno de los mayores exponentes del tema, la  planificación estratégica es un instrumento que sienta las bases en una acción  integrada a largo plazo, que involucra distintos actores locales y considera  variables contextuales. Esta forma de planificar se cimienta en un enfoque  participativo durante todo el proceso, ya que la convocatoria de los actores  locales se realiza desde el comienzo de la planificación. Luego, se prosigue  con un análisis externo e interno, la formulación de una visión estratégica, el  desarrollo de estrategias generales, programas y proyectos y, en la fase  operativa, la implantación, evaluación y retroalimentación del plan.
   En la  actividad turística, la planificación se hizo presente a través de distintas  propuestas de características similares a la anterior. Acerenza (1987)  desarrolló el modelo de Planificación Estratégica del Turismo en cinco fases:  análisis de la gestión llevada a cabo, evaluación de la posición del turismo,  formulación de la política turística, determinación de la estrategia de  desarrollo y especificación de los programas de acción. Siguiendo una línea  similar, Bote Gómez (1990), planteó un esquema conocido como Planificación  Económica del Turismo. Este autor divide el proceso de planificación en el  subsistema de planeamiento, el subsistema de ejecución y el subsistema de  evaluación y control. Estos subsistemas generan inputs para los demás y se retroalimentan entre sí. Otros autores  como Molina y Abitia (1990) refieren a una Planificación Integral del Turismo.  Dividen el proceso de planificación en dos fases, la de definición y la de  aplicación. La fase de definición incluye las etapas de diagnóstico, prognosis,  establecimiento de fines, selección de estrategias y selección de instrumentos.  La fase de aplicación abarca las etapas de programación, presupuestación,  instrumentación y evaluación. Resulta destacable que en todas las propuestas  teóricas revisadas, el proceso de planificación incluye una etapa de ejecución  y una etapa final de evaluación y retroalimentación. También se debe señalar,  como se dijo anteriormente, que estos modelos promueven la participación y la  inclusión de diversos actores en el proceso.
Es  usual que se mencione a la participación junto a otros adjetivos. Así, es  posible encontrar términos como “participación política”, “participación  social” o “participación comunitaria, siendo utilizados muchas veces de manera  indistinta. Estos pueden hacer referencia al involucramiento en partidos u  órganos de representación –participación política-, en instituciones civiles  sin relación con el Estado –participación social- o en asociaciones  comunitarias para la autogestión –participación comunitaria-. Sin embargo,  Cunill (1991) acuña el concepto “participación ciudadana” para denotar una  relación dialógica entre el Estado y distintos actores de la sociedad civil,  quienes intervienen en la actividad pública por ser portadores de determinados  intereses sociales. Es decir, no se persiguen intereses globales (salud,  educación, trabajo, etc.), sino más bien intereses particulares de los actores  radicados en la esfera pública que los afectan. Navarro Yáñez (2010), además de  mencionar la interacción necesaria entre Estado y ciudadanía y formas  específicas para lograr la misma, agrega que la participación ciudadana también  implica el diseño, implementación y/o evaluación de políticas públicas. Por lo  cual, este artículo, al referirse en términos genéricos a la participación, lo  hará en el sentido recién expuesto, es decir, bajo el significado de la  participación ciudadana.
   La  planificación estratégica aparece como un instrumento clave para promover la  participación. Puede afirmarse que estas dos van de la mano, ya que mejoran la  gobernabilidad de los poderes públicos y satisfacen de manera más eficiente las  necesidades y expectativas de la comunidad. Además, el proceso de planificación  estratégica requerirá siempre de la participación de todos los actores sociales  y económicos para definir el modelo de localidad deseada (Arenilla Sáez, García Vargas y Llorente  Márquez, 2007). Particularmente, la planificación turística se nutre de  la participación ya que, para que la comunidad local se beneficie de los  resultados de esta, es necesario que se involucre activamente. Con la  planificación, además, ciertas problemáticas como la fuga de beneficios  económicos por la actividad en el destino o la determinación de la calidad de  los productos turísticos pueden ser tratadas (Troncoso, 2008). 
   Sin  embargo, también debe tenerse en cuenta que lograr un nivel de participación  que promueva la inclusión de todos los actores de forma equitativa no siempre  resulta fácil. En este sentido, Kuper et al. (2010) analizaron algunos planes  de desarrollo turístico en Argentina. Se llegó a la conclusión de que, si bien  la planificación en un sentido estratégico promueve la participación de  distintos actores, a veces la misma suele presentarse como algo meramente  formal, en tanto predomina el saber experto para elaborar líneas de acción  predefinidas. Es decir, la participación en ocasiones sirve sólo para  justificar políticas elaboradas previamente, y no para solucionar las  problemáticas que la comunidad realmente expresa.
   Respecto  a la relación existente entre la participación e implementación y evaluación de  los planes estratégicos de turismo, Tosun (2000) señala algunos límites que se  presentan regularmente para la participación en la planificación turística, los  cuales son divididos en tres niveles: operacional, estructural y cultural. A  nivel operacional, la centralización en el sector público, la descoordinación  entre diversos órganos del mismo y la falta de datos actualizados sobre la  actividad turística representan un obstáculo para la participación, en tanto  tienden a marginar a la comunidad de las decisiones que la afectan, ya sea mediante  la ausencia de espacios de debate o por el escaso conocimiento que los  residentes tienen acerca la importancia del turismo en la localidad. 
   En el  nivel estructural, puede existir dentro de la comunidad una élite dominante que  excluya de la toma de decisiones a otros actores locales, o bien un sistema  legal que desaliente u omita la creación de mecanismos y órganos  participativos. A esto puede agregársele la falta de personal capacitado para  promover procesos participativos y de recursos para gestionarlos. Por último, a  nivel cultural, la pobreza actúa como un obstáculo para la participación, ya  que se argumenta que quienes no han satisfecho aún sus necesidades básicas no  estarán totalmente preocupados en involucrarse en asuntos de la comunidad. Asimismo,  se destaca en este nivel la apatía y la baja conciencia por parte de la  comunidad para involucrarse en el desarrollo turístico de su localidad,  generalmente ocasionada por un modelo de desarrollo excluyente durante largo  tiempo. Estas limitaciones en la participación, según el autor mencionado,  actúan como barreras para el desarrollo turístico local e impiden a la  comunidad beneficiarse del mismo. En este sentido, puede afirmarse que las  dificultades que se presenten en la participación también influirán en la  planificación estratégica del turismo, tanto en las etapas de formulación como  implementación y evaluación.   
   Ante  este tipo de situaciones que distorsionan la función que se pretende cumplir  con la participación, es necesario establecer algún mecanismo que permita  estudiar y evaluar la misma. El Observatorio Internacional de Democracia  Participativa (2006), una red de más de 800 ciudades del mundo para compartir  información sobre democracia participativa, desarrolló un sistema para evaluar distintos  procesos participativos, entre ellos la planificación estratégica. La  metodología consiste en abordar la participación desde cinco criterios de evaluación,  de los cuales se desagregan subcriterios para cada uno. Los cinco criterios  generales son los que están relacionados a la coordinación del proceso, quiénes  participan, sobre qué se participa, cómo se participa y las consecuencias del  proceso. Cabe resaltar que este método contempla condicionantes clave como el  contexto en donde se desarrolla el proceso participativo, los objetivos que se  plantean para el mismo y los actores involucrados.
   Uno de  los puntos más importantes a evaluar probablemente sea la cantidad de actores  involucrados en el proceso. Por un lado, se puede decir que cuantos más actores  participen, más complejo será encontrar consensos debido a la diversidad de  posturas involucradas. Por otro lado, la influencia ciertos actores durante la  toma de decisiones puede estar determinada según el poder que posea cada uno de  ellos. En general, el sector público es quien impulsa y dirige la planificación  estratégica a nivel local. Esto hace que su capacidad para controlar el proceso  sea mayor que la de otros actores, por lo que estudiar el contexto político en  el cual se desenvuelven los planes es un aspecto importante para entender el  desarrollo de los mismos. 
Durante  la década de los noventa se produjo en el contexto latinoamericano un proceso  de descentralización en las funciones estatales, transfiriéndose  responsabilidades desde los poderes centrales a las provincias y municipios.  Las tareas tradicionales de los gobiernos locales como, por ejemplo, la  prestación de servicios urbanos, han quedado pequeñas en relación a las  demandas de la sociedad actual. Por tal motivo, los municipios hoy se ven  comprometidos a actuar en temas tales como el bienestar social, la promoción  económica de su territorio y la calidad ambiental (Tecco, 1997). El  conocimiento de los problemas de la comunidad local y su cercanía con el  territorio coloca al gobierno local como un actor clave para crear lazos entre  los distintos actores y sus intereses, a fin de generar respuestas más  adecuadas a los conflictos que se presentan. Además, los gobiernos locales  pueden resultar adecuados para impulsar la iniciativa local, creando un sentido  de pertenencia e impulsando diversas actividades productivas (ILPES, 1998). 
   La  proximidad y el conocimiento territorial pueden ser también una oportunidad  para promover la planificación estratégica en el marco del desarrollo local.  Esta forma de planificar lleva consigo una serie de ventajas en los planos  institucional-organizacional y democrático-participativo de la gestión local,  entre las que se pueden destacar la reorganización de la estructura municipal  para responder a objetivos estratégicos delineados o el impulso de la  participación ciudadana. Sin embargo, es posible que también se manifiesten  obstáculos para implementar un plan estratégico desde el sector público. Entre  ellos se manifiestan generalmente la falta de recursos y una visión  cortoplacista que impide proyectar acciones más allá de un futuro cercano (Nacke  y Cellucci, 2013).
   Particularmente,  la falta de apoyo de la comunidad hacia el gobierno local y el desinterés de  este último en elaborar un plan estratégico actúan como limitantes importantes  para la planificación. Como señala Dosso (2008), la ineficacia en la aplicación  de instrumentos de gestión para responder a las necesidades de la comunidad  erosiona la confianza y el apoyo hacia el gobierno. Con el tiempo, quienes  participan de la planificación dejan de hacerlo y quienes no participan también  perciben la incapacidad de la gestión para generar soluciones, aumentando el  descreimiento hacia ella. De esta manera, se ve afectada la gobernabilidad,  entendida como representatividad política y técnica. Respecto al desinterés en  elaborar un plan estratégico por parte del gobierno local, se pueden encontrar  diferentes motivos que lo explican como, por ejemplo, una visión a corto plazo,  la priorización en la atención de contingencias o la centralización en las  decisiones, entre otras cosas. El crecimiento ordenado y la cohesión de un  destino turístico pueden verse afectados en la medida de que no intervenga el  sector público en la planificación de la actividad, tanto formulando como  gestionando la implementación de programas y proyectos.
   Por  otro lado, en el contexto latinoamericano durante los últimos años ha cobrado  relevancia una situación que fragmenta instituciones y tiende a dividir a las  sociedades, conocida comúnmente como polarización. Este es un fenómeno que  produce un estrechamiento del campo perceptivo, en donde predomina una visión  estereotipada de “nosotros/ellos” y una fuerte carga emocional hacia grupos y  objetos. La convivencia democrática resulta afectada, debido a que se debilitan  relaciones familiares, laborales, comunitarias e institucionales (Lozada,  2004). En relación a la planificación estratégica del turismo, este fenómeno no  sólo afecta la participación, sino que también crea un contexto político poco  propicio para establecer acuerdos, lo que se refleja a su vez en la concreción  de las acciones previstas.  
   Como  puede apreciarse, las problemáticas que atañen tanto al sector público como a  la comunidad y al contexto en donde se relacionan ambos, inciden negativamente  en la implementación de los planes. No obstante, esto no quiere decir que  llevar a cabo un plan estratégico sea extremadamente dificultoso de observar en  la práctica. Normalmente, muchos planes son ejecutados, aunque de forma  parcial. Evaluar el grado de implementación de un plan es clave no sólo para  analizar las dificultades que se presentaron para su concreción, sino también  para realizar correcciones que permitan reconducirlo hacia donde se pretenda. 
La  implementación de un plan estratégico es probablemente la etapa más importante  del mismo, ya que poco valen los esfuerzos entre diversos actores para  diagramar lineamientos y programas de acción si luego no se plasman en la  realidad. Anteriormente, se señalaban algunas dificultades relacionadas al  contexto político local en el cual se desenvuelve la planificación y la  participación asociada a la misma. Se comentó acerca de los límites en la  participación y el marco en el que se desenvuelven el sector público y otros  actores locales, y como esto incide sobre la materialización de los planes de  desarrollo turístico. Sin embargo, pueden ser muchas más las causas que atenten  contra su concreción. Al respecto, Dosso (2008) señala:
   Las  causas principales por la cual fracasan los planes y sus implementaciones están  ligadas a múltiples factores, entre ellos, la indeterminación del modelo de  ciudad que se pretende […], las deficiencias propias del mismo plan al omitir  algunas variables importantes de la realidad, la utopía planteada por  normativas alejadas de la realidad, la discontinuidad del objetivo político,  los altibajos bruscos de la economía, la incomprensión del poder político sobre  los intereses sectoriales. Todas estas causas aisladas o en conjunto van  dejando marcas negativas en el desarrollo local. (p. 1)
   Cabe  destacar que las líneas anteriormente expuestas se hacen extensivas para la  evaluación de un plan estratégico, en tanto esta es una etapa que, en la teoría  al menos, se propone participativa y debe desarrollarse a lo largo de todo el  proceso. Aquí se apunta a conocer los motivos por los cuales no se implementó  el mismo de acuerdo a lo previsto. Realizando esta tarea, puede obtenerse  información para una retroalimentación que corrija las falencias halladas y le  otorgue continuidad al plan (Fernández Güell, 2006). Generalmente, la  evaluación se realiza por medio de indicadores de naturaleza cuantitativa que  establecen criterios generales de eficacia, eficiencia, economía, insumos  utilizados y resultados obtenidos (Bonnefoy y Armijo, 2005; Armijo, 2011).  También, se encuentran otras propuestas metodológicas como la de Castillo  Ramírez et. al. (2010), quienes clasifican cuatro tipos de evaluación posibles:  según el momento, el contenido, quién evalúa y la función de la evaluación. Si  bien se trata de hacer una descripción de las características más esenciales  del plan como la coherencia de los objetivos planteados, los proyectos en  ejecución y  la voluntad política para  implementar las acciones previstas, este método también plantea la elaboración  de indicadores cuantitativos de seguimiento.
   Los  indicadores suelen relacionar dos o más variables que se expresan mediante un  resultado matemático. La información que indican es valiosa, ya que permiten  analizar y extraer conclusiones respecto a un determinado punto del plan. Sin  embargo, este tipo de evaluación no siempre es posible realizarse. Algunos  aspectos que atañen al desarrollo del plan resultan difíciles de ser medidos  cuantitativamente. En el caso de este trabajo, los motivos que obstaculizan la  participación durante la planificación, el contexto político que acompaña u  obstaculiza el desarrollo del plan o la falta de datos acerca del avance de los  proyectos previstos, hacen que la expresión numérica de estas variables sea una  tarea dificultosa. Es por ello que se apunta a una evaluación de carácter  cualitativa que pueda abarcar los aspectos antes señalados. Cabe aclarar, no se  trata de sustituir la evaluación cuantitativa por una cualitativa, sino más  bien que la segunda actúe como complemento de la primera, y viceversa. En las  siguientes líneas, se describen problemáticas relativas al plano político y  participativo en el Partido de Mar Chiquita, y como estos afectan la  implementación de la planificación. Como se mencionó, la aproximación desde un  enfoque cualitativo al estudio de estas problemáticas permite proveer  información valiosa que no sería posible hacerlo fácilmente por medio de un  método cuantitativo. 
El Partido de Mar Chiquita se encuentra ubicado en la República Argentina, al sudeste de la provincia de Buenos Aires. Sus límites están comprendidos al sur por el Partido de General Pueyrredón, al oeste con los partidos de Balcarce y Ayacucho, al norte con los partidos de Maipú y General Madariaga, al noreste con el Partido de Villa Gesell y hacia el este con el Océano Atlántico. Se compone de seis localidades, tres de ellas ubicadas en la costa (Santa Clara del Mar, Mar de Cobo y Balneario Parque Mar Chiquita) y otras tres en el sector mediterráneo (Vivoratá, General Pirán y Coronel Vidal, esta última cabecera del Partido). A todas ellas se les suman otras urbanizaciones de menor escala como Santa Elena, Camet Norte y La Caleta, entre otras. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), la población total del partido para el año 2010 estuvo compuesta por unos 21.279 habitantes.
El  turismo representa una de las mayores actividades productivas del municipio,  principalmente en las localidades costeras. El producto de sol y playa  constituye el principal recurso turístico del partido, actividad que se  concentra durante los meses de Diciembre a Marzo. No obstante, la oferta  turística se complementa con la visita a diversas estancias campestres, fiestas  tradicionales como la Fiesta Nacional de la Cerveza Artesanal en Santa Clara  del Mar o la Fiesta del Potrillo en Coronel Vidal, y de recursos naturales como  la albufera ubicada al norte del partido, un cuerpo de agua paralelo a la costa  de unos 25 km. de largo y 5 km. de ancho aproximadamente, que fuera declarado  Reserva Mundial de Biósfera por la UNESCO en el año 1996.
   La  planificación turística del destino en los últimos veinte años estuvo signada  por la discontinuidad y conflictividad entre actores. En esta investigación se  estudian los casos de, por un lado, el Proyecto de Desarrollo Turístico  Sustentable elaborado por la Comisión de Desarrollo Turístico del Partido de  Mar Chiquita (CODETUR) y, por otro lado, el Plan Estratégico de Desarrollo Mar  Chiquita 2010-2020 impulsado por el gobierno municipal en el año 2010. Si bien  el primer trabajo mencionado no se plasmó como un plan estratégico, su  importancia y características intrínsecas hicieron relevante su inclusión. En  cambio, el segundo caso citado, aunque se formuló como un plan estratégico, no  es un plan exclusivamente turístico, pero contiene un eje apartado para la  actividad. Como se verá más adelante, distintos factores ligados a la  participación durante la planificación e implementación de los proyectos y  causas relativas al contexto político de la comunidad, dificultaron la  realización de las acciones previstas en los dos planes y, por supuesto, su  evaluación y retroalimentación.  
La  presente investigación se aborda desde un enfoque cualitativo. Como fuentes  primarias, se realizaron entrevistas semi-estructuradas a diferentes actores  clave de la comunidad, tanto del sector público como privado, que participaron  de la elaboración y/o implementación de los planes de desarrollo turístico del  Partido de Mar Chiquita aquí estudiados. Se les indagó acerca de su experiencia  y opinión respecto al caso de estudio, a fin de comparar distintas  perspectivas. Las entrevistas fueron 20 en total, distribuidas entre el período  comprendido de Junio a Diciembre de 2017. Entre los entrevistados, se contó a  autoridades de la Secretaría de Turismo local, representantes de la Cámara de  Comercio de Santa Clara de Mar y la Costa y vecinos y comerciantes con larga  trayectoria dentro de la comunidad que participaron de la planificación  turística del destino. 
   Además,  se adiciona a la información recolectada mediante las entrevistas la  experiencia obtenida a través de distintos talleres de extensión realizados por  Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Nacional de Mar  del Plata en distintas localidades del partido, en donde se pudieron recolectar  opiniones y posturas de los participantes mediante los debates que se  realizaban en este marco.
   Por  otra parte, como fuentes secundarias, se utilizaron documentos relativos a los  planes en cuestión que pudieran aportar información acerca de la pertinencia y  viabilidad de los proyectos, sirviendo también como herramientas para  contrastar las declaraciones de los entrevistados. 
   Como  unidades de análisis fueron tomados los dos planes de desarrollo turístico  mencionados, es decir, el Proyecto de Desarrollo Turístico Sustentable y el  Plan Estratégico de Desarrollo Mar Chiquita 2010-2020. Las variables analizadas  en este estudio para dar cumplimiento a los objetivos del mismo se han dividido  en tres:
Respecto  a la participación, se analizaron dos criterios en base a la propuesta del Observatorio  Internacional de Democracia Participativa (OIDP, 2006). El primero de ellos  está relacionado con la coordinación del proceso, es decir, la existencia de un  consenso general sobre la necesidad de apoyar el plan, el o los grupos que  otorgan de iniciativa y liderazgo al proceso, y la planificación de la  participación en cuanto a sus tiempos y recursos. En segundo lugar, se  consideró necesario evaluar aquellos criterios en torno a los actores que  participaron de los planes, en cuanto a su cantidad, diversidad, y grado de  apertura de estos procesos hacia los actores involucrados.. 
   En  relación al contexto político en el cual se desenvolvieron los planes  estudiados en este trabajo, se analizó principalmente la relación existente  entre actores locales y administración pública. Además, se indagó sobre el  interés que las administraciones locales otorgaron a la realización de los  planes. 
   Por  último, la implementación de las acciones propuestas considera evaluar, por un  lado, cuáles fueron los proyectos y actividades propuestos en los planes que  lograron su ejecución, en contraste de aquellos que no lo fueron. Por otro  lado, se investigan las causas por las cuales no se llegaron a cumplimentar las  acciones previstas, a través de las variables de participación y contexto  político local. Además, se buscó conocer la existencia de algún método previo  contemplado para la evaluación de los planes, aunque el mismo no haya sido  implementado. 
   La  elección de estos criterios se realizó con la intención de detallar las  características más salientes de la participación y el contexto político local  en la planificación, las cuales sirvieran para señalar su importancia en las  etapas de implementación y evaluación.
Como  se señaló anteriormente, los dos casos estudiados en este trabajo los  constituyen el Proyecto de Desarrollo Turístico Sustentable y el Plan Estratégico  de Desarrollo Mar Chiquita 2010-2020, en los aspectos ligados a la  participación, el contexto político y la implementación de los mismos. 
   Respecto  al Proyecto de Desarrollo Turístico Sustentable, este se inició en año 2001,  por medio del impulso de la denominada Comisión de Desarrollo Turístico  (CODETUR), una entidad conformada por diversos actores locales del Partido de  Mar Chiquita –principalmente vecinos y comerciantes-, quienes sintieron la  necesidad de reactivar la actividad turística del municipio. Si bien este plan  obtuvo un gran impulso en sus comienzos, a lo largo del proceso ocurrieron  dificultades para su implementación.
   En  cuanto a la participación, puede decirse que, durante sus primeros años, el  consenso entre actores para llevar a cabo el plan fue satisfactorio, en tanto resultó  avalado por representantes de comercios, empresarios, vecinos y el sector  público local, aunque la mayoría de los participantes se concentraban en la  localidad de Santa Clara del Mar. Se organizaron encuentros en la modalidad de  taller para promover la participación en la elaboración del plan. Luego, se  realizaron encuentros bajo una orden del día según indicara el libro de actas  de CODETUR –entidad impulsora del plan- para coordinar acciones que den  cumplimento a lo planificado. Generalmente, los representantes de la Oficina de  Turismo local prestaban las instalaciones para las reuniones. Por entonces, la  relación entre el gobierno municipal y CODETUR era apropiada para desarrollar  estrategias de acción conjuntas. Esta situación continuó hasta el año 2003,  cuando un cambio en la gestión local luego de las elecciones generales tomó la  decisión de cambiar el rumbo respecto a la política turística y dejar de  trabajar en conjunto con CODETUR, perdiendo así el plan del apoyo de un actor  estratégico. Los recursos que esta institución destinaba a la participación  dependían en gran parte del municipio. Al quebrarse esta relación, cualquier  intención de convocar reuniones para gestionar el plan quedó a cargo de la  comisión, que vio limitado su poder de liderazgo con el correr de los años.  Esto se debió al peso que perdió la institución al irse desintegrándose, ya muchos  integrantes dejaron de participar en la medida que notaron que el plan y los  proyectos a realizar no podían concretarse.
   Por  otro lado, en el caso del Plan Estratégico de Desarrollo Mar Chiquita  2010-2020, su elaboración fue impulsada por el propio gobierno municipal en el  año 2010, cuya gestión se encontraba liderada por el mismo partido político  desde el 2003. Este plan tuvo la intención de plantearse como una herramienta  de gestión. Se organizaron talleres participativos en todas las localidades del  partido para que los ciudadanos tomen conocimiento del plan y presenten  propuestas de obras y proyectos que consideraran necesarios. Además de ello, se  colocaron buzones en distintos puntos estratégicos para que también se  depositaran propuestas en forma escrita. El liderazgo en el proceso del sector  público fue fundamental para la realización de los talleres participativos, ya  que este mismo era quien convocaba a las reuniones que eran organizadas bajo  los recursos propios de la administración. No obstante este plan, al igual que  el caso anterior, estuvo limitado en cuanto a la representatividad. Esto es así  porque, si bien participaron comerciantes, vecinos y jóvenes de las distintas  localidades del partido, no estuvieron presentes otros actores clave. Los  grupos opositores a la gestión municipal se mantuvieron al margen respecto a la  participación en la elaboración de políticas públicas. Incluso, algunos  entrevistados manifestaron desconocer el propósito del plan en cuestión. Por  otro lado, la intención de incluir la voz de actores opositores durante los  talleres participativos no fue abiertamente expresada por el municipio,  agravando así el distanciamiento entre grupos antagónicos. 
   En  relación al contexto político en el cual se desenvolvieron los planes  analizados, se puede decir que, en los dos casos, se mantuvo un clima de  polarización que impidió que los procesos se desarrollaran normalmente. Si bien  en el caso del Proyecto de Desarrollo Turístico Sustentable elaborado por  CODETUR en un primer momento se contó con el apoyo de la gestión pública para  su realización, el cambio de autoridades en el año 2003 puso fin a esa  situación, tomando así distancia el municipio del plan mencionado y aumentando  las diferencias entre los distintos actores involucrados. Una situación inversa  sucedió con el Plan Estratégico de Desarrollo Mar Chiquita 2010-2020, ya que el  mismo fue impulsado desde la administración pública, pero no resultó acompañado  por diversos actores opositores, algunos de ellos cercanos a CODETUR. Con las  elecciones generales del año 2015, este plan, que ya había comenzado a mostrar  signos de debilitamiento fruto de la incapacidad de generar acuerdos y de  contratiempos propios de la gestión, quedó completamente descartado cuando un  nuevo partido político tomó las riendas del poder ejecutivo. En estos términos,  puede afirmarse que los dos planes analizados resultaron también afectados por  la discontinuidad de la política turística a nivel local, a causa de cambios en  la gestión del destino a lo largo de los años. 
   Por  último, si se analiza la implementación de las líneas de acción propuestas en  los planes, se destaca que la ejecución de las mismas fue parcial en ambos  casos. Por un lado, el Proyecto de Desarrollo Turístico Sustentable logró, como  se había propuesto, poner en marcha una serie de actividades culturales de  valor turístico. En este sentido, la organización de la primera Fiesta de la  Cerveza Artesanal –evento que se mantiene en la actualidad- fue uno de los  mayores logros alcanzados. También se llegaron a realizar proyectos de menor  envergadura como la elaboración de señalética y cartelería turística y  calendarios de actividades para las temporadas de verano. Sin embargo, la  mayoría de las acciones se concentraron en las localidades costeras,  encontrando cierta resistencia por parte de las comunidades del mediterráneo  para promover la actividad turística (excepto en el caso de la visita a  estancias), en buena parte debido a la preferencia de estas últimas por  desarrollar las actividades agropecuarias tradicionales. Tampoco resultaron  satisfactorios los intentos de cambios más profundos en el partido, como por  ejemplo la elaboración de un código de ordenamiento territorial, algo  postergado hasta la actualidad.
   En el  caso del Plan Estratégico de Desarrollo Mar Chiquita 2010-2020, la  implementación del plan también resultó parcial. Se lograron realizar algunas  obras de interés turístico surgidas de las propuestas en los talleres  participativos como el Centro Cultural de Santa Clara del Mar o el  Polideportivo de Coronel Vidal, junto con otras obras de apoyo para la  actividad como la finalización de la autovía entre Santa Clara del Mar y Mar  del Plata y distintos proyectos de luminaria y acondicionamiento del espacio  costero. No obstante, muchas de las obras propuestas no fueron finalizadas,  como lo fue el caso de la Terminal de Ómnibus de Santa Clara del Mar -la cual  se concluyó en la gestión siguiente-, o bien el Polideportivo local, el cual se  encuentra paralizada actualmente su construcción. También quedaron pendientes  algunas obras de infraestructura básica como la instalación de cloacas en  ciertas zonas del partido. Por otro lado, en ninguno de los dos casos  estudiados se planteó algún método para evaluar los planes, ni siquiera durante  la etapa de diagnóstico. El seguimiento, en el mejor de los casos se realizaba  de manera informal y estaba orientado a la observación de ciertas obras o  proyectos específicos, pero no como una forma de evaluación enmarcada en el  contexto global de la planificación. 
   Las  causas detrás de la dificultad para implementar y evaluar las acciones  propuestas, ya sea en cualquiera de los dos planes analizados, se deben a  factores antes mencionados relacionados a conflictos que limitaron la  participación y a un contexto político poco propicio para entablar decisiones  en conjunto con todos los actores de la comunidad. No es preciso volver a  expresar lo antes mencionado, pero sin duda cualquier plan de desarrollo  turístico precisará para su buen desempeño de una adecuada articulación entre  sector público, sector privado y comunidad local. Si una de estas partes falta,  repercutirá negativamente en el plan. Además, si la participación de todos los  actores no se materializa tanto en la presencia como en la capacidad de tomar  decisiones por medio de bases consensuadas, cualquier medida que se tome en  nombre de otros actores no presentes carecerá de representatividad y correrá el  riesgo de ser rechazada. Esta fue la situación que se pudo observar en el  Partido de Mar Chiquita, lo que llevó al estancamiento actual de cualquier  intento de retomar un proceso de planificación participativa, debido mayormente  al descreimiento por buena parte de los actores locales de que esto sea  posible, dado el alto grado de conflictividad mantenida hasta la actualidad.  Por otra parte, ciertas limitaciones como la falta de recursos para planificar  por parte del municipio o la decisión de este para proveerlos, la atención de  demandas urgentes por sobre las que atañen al desarrollo del destino, la  incapacidad para generar espacios de encuentro por parte de la misma comunidad  y el grado de polarización política que se manifiesta tanto a nivel nacional  como local, junto a otros factores, también dificultaron la materialización de  los programas y proyectos previstos en los procesos de planeamiento y su  evaluación. En la Figura 2 se propone un esquema a fin de sintetizar los  resultados expuestos.
La  planificación estratégica ha sido en los últimos años una de las principales  herramientas de gestión de destinos turísticos en la Argentina. Como se ha  visto, su uso se ha extendido a lo largo y ancho del país. No obstante, esta  popularidad no ha estado despojada de los conflictos y vicisitudes que este  instrumento puede presentar en la práctica. Como se deja apreciar en este  trabajo, el Partido de Mar Chiquita ha tenido dificultades para llevar a cabo  distintos procesos de planificación.
   Esta  problemática para concretar las acciones propuestas se explicó aquí a través de  variables relacionadas al contexto político en el que se desenvolvieron los  planes y la participación con la que contaron. Resulta claro que las  limitaciones surgidas de la conflictividad política existente entre el sector  público y algunos actores locales obstaculizó la continuidad de la  planificación, al no poseer el destino de un consenso mínimo para la toma de  decisiones. De igual modo, el hecho de que la participación se haya acotado a  la presencia de un cierto grupo de actores, excluyendo a otros, ciertamente  trajo problemas en cuanto a la representatividad y apoyo hacia las propuestas y  decisiones elaboradas y llevadas a cabo por los planes. Esto provocó también un  desgaste en la comunidad, aumentando la desconfianza y el desinterés por  participar en cualquier tipo de política pública. 
   Como  se puede apreciar, la etapa de implementación de la planificación estratégica  resulta afectada por variables que no pueden ser medidas completamente por un  método cuantitativo. Es en este aspecto que reside uno de los puntos más  importantes de este trabajo. La medición cuantitativa de un plan estratégico  sin duda es útil, ya que puede arrojar resultados de indicadores que reflejen  el nivel de concreción de ciertos proyectos, la cantidad de recursos utilizados  y los necesarios, los plazos que requiere cada tarea, entre muchas otras cosas.  No obstante, esto no interfiere con la posibilidad de realizar un análisis  cualitativo de la planificación, en donde se apuntan a considerar aquellos  aspectos de los cuales un resultado obtenido de un indicador no permite llegar.  En esta investigación, se decidió trabajar principalmente sobre el contexto  político local, la participación y la influencia de estos en la implementación  de los planes. Sin embargo, el análisis cualitativo puede extenderse a otros  aspectos como, por ejemplo, la política de comunicación de la planificación  estratégica, las características de la estructura organizativa dispuesta para  la elaboración del plan, el proceso de asignación de recursos para la ejecución  de proyectos, los perfiles de los actores involucrados, etc. Los resultados de  estas y otras variables, junto con los resultados propios de la evaluación  cuantitativa, pueden ayudar a obtener un panorama más amplio sobre las causas  que atentan contra el desarrollo de un plan estratégico, al menos en contraste  a lo que fue previamente diseñado.  
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