TURyDES
Vol 2, Nº 4 (enero / janeiro 2009)

LAS CORRIENTES MIGRATORIAS Y SUS EFECTOS EN LOS FLUJOS TURISTICOS PARA LATINOAMERICA Y EL CARIBE

José Luis Perelló Cabrera (CV)

 
 


LOS FLUJOS MIGRATORIOS INTERNACIONALES

Se define como migración al movimiento de la población, es decir el movimiento de personas a través de una frontera específica con la intención de adoptar una nueva residencia. Junto con la fecundidad y la mortalidad, la migración es un componente del cambio poblacional.

Asumido como rasgo esencial —y contempladas diferentes acepciones de términos afines— se define que la emigración es el traslado de un individuo de un país a otro para establecerse a vivir en él, temporal o definitivamente; es un cambio de medio humano, de relación con el entorno social, objetal y subjetivo, a partir del cual se establece una nueva forma de relación de las personas con su hogar y con su país de origen .

Según Aja (2006), los flujos migratorios son resultado de diversos factores que le otorgan un gran dinamismo. Las tendencias demográficas, los conflictos armados, los desastres naturales, las insuficiencias estructurales del desarrollo, las desigualdades de las economías nacionales, las condiciones de pobreza de amplios sectores, la falta de oportunidades laborales y en general, el abismo cada vez mayor entre pobreza y riqueza, estimulan la movilidad de los seres humanos.

En la actualidad, los flujos migratorios alcanzan su mayor volumen en la historia, aunque no la mayor magnitud en relación a los totales poblacionales.

También presentan características que las diferencian de las observadas en periodos anteriores, lo cual ha propiciado una nueva conceptualización del fenómeno, enmarcada en lo que algunos denominan la “nueva era” de las migraciones internacionales.

De esta forma, la realidad migratoria actual es resultado de una gama de cambios que reconfiguraron el mapa de la movilidad poblacional en el mundo, que va a ejercer una influencia duradera en los flujos turísticos futuros.

Este nuevo mapa presenta una fuerte diversificación de rutas y conexiones origen-destino, que da cuenta de una internacionalización de las migraciones y no precisamente de su “globalización”, en sentido estricto, puesto que ésta implicaría —idealmente— tanto una supresión de obstáculos y liberalización de flujos, así como de intercambios de bienes y servicios, conjuntamente con la libertad de circulación de personas.

La migración tiende a concentrarse o, al menos, a ser más visible en dirección sur-norte, debido a las marcadas asimetrías entre los grados de desarrollo de ambos hemisferios. Esto se va a corresponder con los “retornos” en forma de flujos turísticos, generalmente en dirección norte-sur.

En este contexto, las estimaciones realizadas por las Naciones Unidas arrojan que los migrantes internacionales en el mundo alcanzaron en el año 2000, la cifra de 175 millones de personas. Este monto es 2.3 veces el calculado para 1960 (76 millones) y se proyecta que alcanzará alrededor de 230 millones de personas a mediados del presente siglo (UNFPA-IMP, 2004).

Europa y América del Norte experimentaron los mayores incrementos en el monto de inmigrantes durante la década de los noventa. Entre 1990 y 2000, América del Norte incrementó su población de migrantes en un 48 por ciento, mientras que Europa solo mostró un incremento del 8 por ciento, de tal forma que para el 2000 el 60 por ciento de la población de migrantes del mundo residía en los países más desarrollados. Los principales de ellos son Estados Unidos, en donde residían algo más de 38 millones de migrantes, la Federación Rusa y Alemania.

Una característica del actual escenario mundial es que muchos de los migrantes vuelven a sus países como turistas, lo cual constituye un ingreso importante para ambos países. Los de origen (receptores) se benefician por las divisas aportadas por los migrantes , y los de residencia por los gastos que generan los viajes: billetes de avión, compras de regalos para familiares y amigos, entre otros .

Otro factor a estudiar son las llamadas telefónicas. La separación de la familia hace que los migrantes utilicen con mayor frecuencia el teléfono. Dependiendo de quién se haya quedado en el país de origen —padres o hijos— la frecuencia y duración de las llamadas será mayor o menor . Lo mismo ocurre con la duración de la estancia, en los viajes turísticos.

El aumento del número total de llegadas internacionales de turistas ofrece otro punto de comparación. La Organización Mundial de Turismo ha estimado que el número de turistas pasó de 69 millones en 1960 a 454 millones en 1990 (una tasa de crecimiento del 6,3% anual). El número total de movimientos a corto plazo, en este caso para turismo, ha sido bastante superior al de migrantes internacionales captados en los censos. No obstante, mientras que el crecimiento del número de turistas disminuyó (del 8,3% anual en la década de los sesenta al 4% anual en los ochenta), el crecimiento de la población de migrantes se aceleró, pasando de un 1,2% anual en 1965-75 a un 2,6% anual en el quinquenio 1985-1990.

Los datos disponibles de la ronda de censos del 2000 sugieren que esta aceleración continuo significativamente durante los años noventa. Por ejemplo, en los principales países receptores (Australia, Canadá, Estados Unidos y los países de la Unión Europea excepto Francia) el aumento del número de inmigrantes fue superior durante la década de los noventa que durante los ochenta. En Estados Unidos, el número de inmigrantes aumentó a una tasa anual del 3,7% entre 1990 y el 2000, mientras que en la década anterior lo hizo en un 3%.

Es decir, el número de inmigrantes ha crecido y lo ha hecho con más rapidez que la población total. No obstante, el aumento no ha sido tan significativo como la intensificación del comercio de mercancías y servicios o de flujos de capitales, ni se justifica que se hable del final del siglo XX como "la era de las migraciones". En total, sólo el 2,3% de la población mundial vivía fuera de su país de origen, tanto en 1965 como en 1990.

LOS FLUJOS MIGRATORIOS EN LATINOAMERICA Y EL CARIBE

Durante las últimas décadas del siglo XX, América Latina y el Caribe mostraron cambios relevantes, tales como: incremento de la migración extra-regional, diversificación de los países de destino y de las características de los migrantes. Hubo una migración moderada al interior de la región, así como una intensificación de la migración extra-regional, teniendo los migrantes de la región a Estados Unidos como su destino principal. De los más de 40 millones de nativos de la región que residen en un país diferente al de su nacimiento, la mayoría (75%) se encuentran en Estados Unidos.

En el año 2000 prácticamente la mitad de los extranjeros que residían en Estados Unidos eran originarios de Latinoamérica, en tanto que los inmigrantes de origen europeo disminuyeron su importancia relativa a cerca de un 18 por ciento.

La poca información existente no permite conocer con exactitud la magnitud de la emigración de latinoamericanos y caribeños a destinos extra-regionales, distintos a Estados Unidos. Se sabe que el número de inmigrantes de la región, en Canadá, se incrementó en un 70 por ciento para 1996. Los países europeos con la mayor concentración de población latinoamericana y caribeña son: Reino Unido, Países Bajos, España e Italia. Sin embargo, los países que han emergido de manera inesperada como destinos de elevada dinámica migratoria recientemente son España y Japón, siendo los caribeños y sudamericanos (brasileños, ecuatorianos, colombianos y argentinos) los principales grupos de inmigrantes.

En los últimos años, un aspecto fundamental de la dinámica de las migraciones en América Latina y el Caribe ha sido la estrecha relación entre los inmigrantes y las sociedades de origen y destino. La presencia de comunidades étnicas en el corazón de las ciudades industrializadas y la aparición de prácticas transnacionales entre los inmigrantes ha dado origen a serios cuestionamientos del modelo asimilacionista. Sustentadas en los vínculos familiares, políticos y económicos entre el lugar de origen y el de destino, surgen diversas prácticas y formas de vida que trascienden los límites geográficos y políticos de los países envueltos en este proceso y desafían el poder y el alcance de los estados para controlar y gobernar a una población específica que vive en un territorio delimitado.

La historia ha demostrado que la diversidad étnica y el multiculturalismo emergen con variada fuerza según los contextos políticos y sociales en los que los inmigrantes están insertos. Los planteamientos según los cuales los inmigrantes de primera generación mantendrían vivas sus tradiciones y cultura, mostrándose poco abiertos a incorporar los sistemas de valores, sociales y culturales de la sociedad de acogida, mientras que sus hijos estarían más inclinados a adoptarlas, probaron estar muy lejos de la realidad.

Esta segunda generación no ha presentado una integración completa por vías como matrimonios mixtos, movilidad social y acceso a la educación, la vivienda y el trabajo bajo condiciones similares a las de la población local. La formación, presencia y consolidación de comunidades étnicas en ciudades a las que llegan inmigrantes de distintos lugares del mundo plantea una realidad compleja cuando tales comunidades muestran ciertos niveles de pobreza, heterogénea participación en el mercado de trabajo, bajos grados de escolaridad, mayores problemas de vivienda y, en general, una situación de exclusión reforzada por un proceso de estigmatización y discriminación por parte de la sociedad en su conjunto.

Por otra parte, en las comunidades de origen, la ausencia de quienes han partido modifica las dinámicas sociales, familiares y económicas. Junto con las llamadas telefónicas, cartas, correos electrónicos, visitas turísticas y remesas, se importan nuevos estilos de vida, pautas de comportamiento y de consumo, identidades de género e ideas sobre la familia, entre otras. De este modo, los cambios se gestan en distintos puntos geográficos y trascienden las voluntades e intenciones de los propios actores. En América Latina y el Caribe hay varios países que han acumulado una vasta experiencia al respecto y sus gobiernos han comenzado a evaluarlas para tomarlas en consideración en actividades nacionales.

En el Caribe, la migración entre países y territorios dentro de la subregión puede caracterizarse según algunos rasgos generales, tales como el movimiento de haitianos hacia República Dominicana y los desplazamientos entre países de CARICOM, que en algunos casos llegan a alcanzar proporciones importantes de las poblaciones nacionales; la intensa modalidad circular, que también implica el retorno, en etapas, a los países de origen y la combinación de elementos de emigración, recepción y tránsito presente en casi todos los casos. Thomas-Hope (2005) señala que la migración intracaribeña no puede desligarse del patrón emigratorio extrarregional. En tal sentido, el Caribe presenta una amplia variedad de movimientos, en los que se combina la temporalidad con la permanencia, el retorno, la irregularidad y la indocumentación de los desplazamientos.

Cerca de la mitad de los emigrantes regionales salió de su país de origen durante el decenio de 1990, para dirigirse, en especial, a los Estados Unidos, que ha sido el destino preferente de la mayoría de ellos. Hacia el 2004, la cuantía de la población latinoamericana y caribeña en ese país se acercaba a los 18 millones (cifra que equivale a más de la mitad del total acumulado de inmigrantes en los Estados Unidos) y ellos, junto con sus descendientes nacidos en el país receptor, constituyen un grupo cuya identificación étnica de “latinos” los ha situado como la primera minoría en los Estados Unidos. La comunidad latina no es, en todo caso, un grupo social y económicamente homogéneo, además de que mantiene rasgos diferenciados según magnitud, origen nacional y étnico, distribución territorial, grados de indocumentación, integración social, inserción laboral y niveles de organización, entre otros aspectos.

Los inmigrantes han pasado a tener una presencia de importancia nacional, lo que es coincidente con el aumento constante de sus flujos, y la diversificación de sus orígenes, formas de ingreso y características sociodemográficas. Las desigualdades socioeconómicas entre el norte y el sur, así como la demanda laboral estadounidense, el papel de los reclutadores y el fuerte contraste entre ese mercado laboral y el de la región, explican en gran parte el movimiento migratorio hacia ese destino. Los latinoamericanos y caribeños —principalmente los mexicanos— han consolidado su papel como principal reserva de mano de obra con bajos salarios para la economía de los Estados Unidos, como ocurre en el caso de California. También entre estos migrantes se ha afianzado la presencia de indígenas procedentes de diversas regiones y municipios rurales de México.

La magnitud del flujo de inmigrantes que ingresan clandestinamente o permanecen más allá del período autorizado domina los debates respecto del problema inmigratorio en los Estados Unidos, a lo que se agregan los crecientes intentos de asociarlo a las amenazas a la seguridad nacional.

El incremento del número de inmigrantes regionales indocumentados ha consolidado en la percepción pública el estereotipo de los latinoamericanos como población de bajo status educacional y social (Portes, 2005). Al mismo tiempo, las comunidades de inmigrantes empezaron a ser progresivamente reconocidas como actores relevantes para el desarrollo de sus países de origen, especialmente por sus remesas, pero también como actores clave en el proceso de transformaciones socioculturales reflejadas en la introducción de nuevos modos de vida, valores, costumbres y pautas de consumo (Guarnizo, 2004); así como por sus viajes como turistas para visitar amigos y familiares, al tiempo de demostrar el éxito alcanzado económicamente (efecto de demostración) que se manifiesta por el elevado gasto por viaje a su país de origen. También han expandido su presencia e importancia en todas las esferas de la vida social, económica, cultural y política de los Estados Unidos.

Los analistas concuerdan en que su influencia en la cultura y en la política de las ciudades y regiones estadounidenses de residencia ha adquirido considerable envergadura, hecho que no es incompatible con la necesaria integración en la sociedad local de residencia (Portes, 2005). A su vez, los expertos cuestionan la percepción de que, en contraste con lo que ocurría con la inmigración en el pasado, en términos comparativos Estados Unidos está recibiendo personas evidentemente menos calificadas. Si bien tras esta percepción está la evidencia de la selectividad migratoria, lo que se cuestiona es el supuesto de que los inmigrantes latinoamericanos y caribeños son un grupo homogéneo (Massey y Bartley, 2005).

Los datos más recientes indican que en Estados Unidos residen casi 40 millones de latinoamericanos, que se concentran en siete Estados (76,6%). Estos estados son, a su vez, los principales generadores de viajes de media y larga distancia (overseas).

Por país de origen, se debe considerar que en EE.UU. residen casi 3,5 millones de puertorriqueños de los cuales el 80% reside en 9 estados: New York, Florida, New Jersey, Pennsylvania, Massachussets, Illinois, California, Texas y Georgia. Estos estados son, a su vez, los principales emisores de viajes desde EE.UU. hacia Puerto Rico. Según estudios recientes del Centro de Estudios Puertorriqueños del CUNY (2006), los puertorriqueños se están desplazando hacia el estado de Florida, tanto los ya establecidos en los estados norteños como los que emigran.

De acuerdo con cifras de la U.S.Census Bureau (2006), 1,3 millones de dominicanos viven en Estados Unidos, de los cuales el 53% reside en New York, mientras que unos 150.000 residen en New Jersey. Según estudios realizados, el 45% de los dominicano-americanos realiza al menos un viaje anual de vacaciones para visitar familiares y amigos en su país de origen. Otro importante segmento son los jamaicanos que según datos del Censo, 553.825 personas de este origen residen en el país, principalmente en los Estados de New York, New Jersey, Texas y Florida (73,2%).

El segmento de origen cubano, con aproximadamente 1,3 millones de residentes se concentra fundamentalmente en el estado de Florida.

Hay que tener en cuenta que en Puerto Rico residen unos 20 mil cubanos, que también están afectados por las restricciones de viaje hacia Cuba, impuestas por el gobierno estadounidense.

Un aspecto importante a considerar es que en Estados Unidos, el salario promedio de los empleados de tiempo completo es de US$ 40,645 por año. Según un estudio de la Universidad de Miami, los empleados de tiempo completo de origen cubano devengan US$ 40,056 como promedio anual; seguido por los puertorriqueños con US$ 31,851; los dominicanos US$ 27,258 y los jamaicanos US$ 23,102. Esta situación económica posee una gran importancia en lo relacionado con las remesas, así como con los viajes vacacionales, de visitas a familiares y amigos, y de negocios.

OTROS DESTINOS DE MIGRACIONES PARA LATINOAMERICA Y EL CARIBE

Por otra parte no menos importante, los destinos de los flujos migratorios se han ido ampliando y diversificando de manera progresiva. Los factores de expulsión, la demanda de trabajadores especializados y la aparición de redes sociales (que en algunos casos se unen a los vínculos históricos), explican que durante los años noventa y el primer quinquenio de la década del 2000 hayan ido adquiriendo importancia cuantitativa los flujos de latinoamericanos hacia Europa —en particular a España—, a Japón y a Canadá. Los migrantes de la región también tienen una presencia significativa en otros países de Europa (como los caribeños en los Países Bajos y el Reino Unido, y los sudamericanos en Italia, Francia y Portugal), así como en Australia e Israel (chilenos y argentinos). Según las estimaciones, un total cercano a los 3 millones de latinoamericanos y caribeños se encuentra fuera de la región en países distintos de los Estados Unidos.

Según datos demográficos de España, en 2006 había poco más de 1.2 millones de personas nacidas en algún país latinoamericano y con la nacionalidad correspondiente. Se trata de un segmento que sigue creciendo y que en su conjunto representa casi la mitad de las entradas de extranjeros desde el año 2000, lo cual ha determinado que España sea hoy día el segundo destino de la emigración regional. Considerados según país de nacimiento, el grupo de inmigrantes ecuatorianos es el que ha crecido más vigorosamente y su total acumulado es el segundo en importancia, después del correspondiente a Marruecos.

En el caso de Canadá, el flujo migratorio desde la región hacia este país ha estado asociado a la demanda de trabajadores especializados, los programas de captación de inmigrantes, el refugio y las redes sociales. Se trata de una migración que reviste características singulares si se la compara con la dirigida a otros destinos. El país es uno de los que registran los más elevados porcentajes de población inmigrante (5,5 millones) proveniente de diversas regiones del mundo (18% de su población total). Los latinoamericanos y caribeños representan alrededor del 11% del total acumulado de inmigrantes. En Canadá, el total acumulado de latinoamericanos y caribeños llegó a casi 600.000 personas en el 2001 . De estos inmigrantes, 294 mil son oriundos del Caribe y esta tendencia ha ido creciendo. El 88% del total de inmigrantes reside en las provincias de Ontario, Québec y British Columbia, que son al mismo tiempo, las principales provincias productoras de viajes al exterior.

Según plantea el informe de la CEPAL (2006), la migración internacional en América Latina y el Caribe tiene una característica que la distingue de la de otras regiones: la creciente participación de las mujeres y su mayoría porcentual en numerosos flujos, sobre todo en los más recientes. Las tendencias de la participación femenina conllevan alteraciones cualitativas en los significados y consecuencias de la migración internacional. Estas tendencias se identifican en varias corrientes intrarregionales, en las de sudamericanos hacia los Estados Unidos y Canadá y, especialmente, en las dirigidas a Europa. La composición de los flujos según género tiene una estrecha relación con el grado de complementariedad entre los mercados de trabajo de los países, la demanda laboral en actividades de servicios, los efectos de las redes y las modalidades de la reunificación familiar.

EL EFECTO DE LAS MIGRACIONES EN EL TURISMO DEL GRAN CARIBE

El proceso migratorio que ha caracterizado a la región a partir de la década de los años ’80; ha puesto de manifiesto que sus efectos sobre los países de origen impactan directamente en las economías locales. Hasta el momento, el interés de los países del área se ha centrado en las remesas. Dichas transferencias han crecido en paralelo con el aumento de los flujos migratorios, el creciente intercambio de bienes y servicios, la libre circulación de capitales, y la proliferación de empresas transnacionales en prácticamente todos los países.

El escenario ha alcanzado cierto grado de madurez y, lo que llamamos el segmento migratorio, está en mejores condiciones económicas para realizar viajes turísticos a sus países de origen. No obstante, el nuevo escenario dominado por la actual crisis financiera, afectará tanto a las remesas como a los viajes turísticos que realizan los inmigrantes a sus países de origen.

Si en las últimas dos décadas la emigración caribeña se asentó, en mayor o menor medida, en todos los países desarrollados, que son al mismo tiempo los principales emisores de turismo, a partir de ahora están en condiciones de integrar un segmento de viajeros repitentes capaces de realizar los mayores gastos de viaje en sus lugares de destino.

En tal sentido, se puede destacar el caso de los dominicanos. Según estudios realizados, el 45% de los dominicanos residentes en Estados Unidos realiza al menos un viaje al año para visitar su país de origen. Por otra parte, mientras las tasas de crecimiento promedio anual del período 1993-2006, en arribos de turistas extranjeros, es del 7,8%; en el caso de los turistas dominicanos no residentes ha sido del 7,0%. No obstante, la tasa para los ingresos por estadía de los turistas extranjeros refleja un 1,2%; la de los dominicanos no residentes es del 6,5%.

En cuanto al porciento de participación en las llegadas turísticas totales, los turistas dominicanos no residentes representan alrededor del 20%, situándose como el segundo mercado en importancia para Dominicana, después de Estados Unidos.

Pero hay que señalar, que el desempeño de los arribos a Dominicana desde Estados Unidos en general; puede deberse a la influencia promotora de los dominicanos que residen en EE.UU.; situación válida para todos los grupos de inmigrantes. Esta hipótesis se sustenta en que según datos de Travel Industry Association (TIA), el 17% de los norteamericanos que viajan, deciden el destino de vacaciones a partir de recomendaciones de amigos y familiares (comunicación boca-oreja) y el 39% manifiesta como motivación de viajes la visita a familiares y amigos. El 20% de los viajes de los estadounidenses overseas (sin incluir México y Canadá) tienen como destino al Caribe.

Otro destino caribeño que se debe tener en cuenta es Puerto Rico. Como se señaló al principio de este artículo, Puerto Rico es el territorio del Caribe con mayor número de emigrantes hacia Estados Unidos; a esto hay que agregar que, con una población de 3,9 millones de habitantes en la Isla; 3,4 millones residen en Estados Unidos, lo que constituye el segmento más importante del turismo para Puerto Rico.

Los principales estados de origen de los estadounidenses que viajan a Puerto Rico están en correspondencia con los estados de residencia de los puertorriqueños en Estados Unidos.

El patrón de comportamiento de Jamaica es similar a Dominicana y Puerto Rico, a pesar de las diferencias en el modelo migratorio, debido al vínculo con el Commonwealth y el Reino Unido. No obstante, el hecho de contar con un importante segmento de migrantes, que residen en Inglaterra, propicia que el mercado británico sea el principal emisor europeo de turismo para este destino caribeño.

Para el turismo en Jamaica, los mercados emisores Estados Unidos, Reino Unido y Canadá representan el 90,5% de los arribos turísticos.

El caso de Cuba, presenta características especiales debido a las restricciones impuestas por el gobierno de Estados Unidos, para los viajes desde ese país. Como se señaló anteriormente, en territorio estadounidense residen casi un millón y medio de cubanos que han emigrado de la Isla. Se considera que constituyen el segmento de inmigrantes con mayor promedio de ingreso. No obstante, los viajes realizados por los residentes de origen cubano en Estados Unidos, deben realizarlos a través de terceros países en la mayoría de las ocasiones, lo que no permite una cifra cierta de la parte de estos viajeros que residen en el país del norte. Pese a las restricciones, las visitas de los cubanos que residen en el exterior han mostrado tendencias que son equiparables con los comportamientos de los migrantes de otros destinos de la región.

Según estudios realizados, a partir del año 2000 y aplicando el comportamiento de los otros destinos caribeños enunciados en párrafos anteriores, con respecto a los arribos turísticos; se puede inferir que, una vez levantadas las restricciones de viajes a Cuba, impuestas irracionalmente por Estados Unidos, cerca del 45% de los cubano-americanos viajarían al menos una vez al año para visitar a familiares y amigos con un gasto promedio por estancia de 1.050 dólares. Con este razonamiento, la cifra de llegadas de cubano-americanos estaría en el orden de los 610 mil, los que pudieran actuar, a su vez, como promotores del destino hacia sus amigos y compañeros de trabajo de origen estadounidense. Los principales estados emisores de turistas para Cuba serían Florida, New Jersey, California y New York y, la estancia media de los cubanos residentes en el exterior sería de 15 días.

Por otra parte, debido a que la mayoría de los cubanos que residen en EE.UU. se localizan en la Florida, los viajes de corta duración en Semana Santa y fines de semana con días feriados, resultarían muy significativos para vuelos directos de bajo costo (low cost).

En un informe reciente de Henley Centre HeadlightVision (2007) se analizan las principales tendencias macroeconómicas, los hábitos de consumo y los avances tecnológicos para identificar cuáles serán los grupos de viajeros más significativos en los próximos diez o quince años, cuáles serán sus exigencias particulares y qué servicios podrían ofrecer los proveedores que operan en la industria de los viajes, especialmente en la aérea, para cubrir dichas necesidades. El estudio permite, además, determinar por parte de los operadores receptivos, qué productos y servicios reclamaría este segmento de viajeros en su lugar de destino vacacional.

La investigación determina y describe cuatro segmentos de viajeros cuya importancia, a juzgar por las tendencias sociales, económicas y demográficas, crecerá significativamente en las próximas décadas y que tendrán una gran influencia en la evolución del sector mundial de viajes. Los cuatro perfiles identificados son: los mayores activos (viajeros que tendrán entre 50 y 75 años en 2020. las necesidades físicas y de salud de este grupo plantearán desafíos a los proveedores de productos y servicios de viajes); los clanes mundiales, los profesionales itinerantes (grupo de individuos que residen en una región y se desplazan a trabajar a otra); y los ejecutivos internacionales (viajeros de negocios «de elite», los de mayor poder adquisitivo, integrada por altos directivos que buscarán siempre la experiencia del lujo).

El segundo segmento, que el Estudio denomina clanes mundiales se caracteriza por ser un reflejo del crecimiento de la emigración mundial y el consiguiente aumento en el número de individuos y grupos que utilizarán el transporte aéreo para visitar a amigos y familiares dispersos por el mundo. Para muchos de ellos, los aspectos relacionados con la reserva y el precio serán esenciales. Sin embargo, como cada vez más familias viajarán juntas, cubrir las necesidades de los niños, los padres y los abuelos que viajen juntos, planteará importantes retos.

Al mismo tiempo, el Estudio refleja cuáles son las grandes tendencias internacionales de mayor influencia en la industria del viaje, entre ellas la globalización del comercio, el aumento de la población, el aumento de la emigración o las innovaciones en el campo aeronáutico. Estas tendencias coyunturales son tenidas en cuenta junto con las principales tendencias de consumo: desde el desarrollo de la conciencia medioambiental y el aumento del poder adquisitivo, hasta la creciente demanda de personalización e individualización, y la búsqueda de salud y bienestar.

CONCLUSIONES

La migración internacional se caracteriza por un notable incremento y variados efectos demográficos y de movilidad mundial, cuestión que incidirá en los flujos turísticos internacionales. Las estimaciones de la OMT para el año 2020, se cifran en 1600 millones de arribos mundiales, mientras que Naciones Unidas pronostica un movimiento migratorio mundial de 230 millones de personas para 2020. Este hecho se verá reforzado por las oportunidades que ofrecen las aerolíneas de bajo costo (low cost), el uso creciente de Internet y la profundización de los procesos de globalización.

En 2005 la migración de latinoamericanos y caribeños representó una proporción superior al 13% del total de los migrantes internacionales. Hay países en los que supera el 10%, como ocurre en el Caribe. El hecho más distintivo es que cerca del 4% de la población regional es emigrante; y varias naciones caribeñas tienen más de un 20% de su población en el exterior.

Estados Unidos es el destino preferente de la mayoría de los emigrantes de la región, y a la fecha alberga a 18 millones, más de la mitad del total de personas que ha emigrado a ese país. Junto con sus descendientes nacidos en Estados Unidos, los latinoamericanos y caribeños constituyen la minoría más numerosa del país. Otros países de destino, importantes, son España, Canadá, y otros países de la Unión Europea; además de Japón y Australia para Sudamérica; que reflejan, en las estadísticas, cifras crecientes de viajeros por motivos vacacionales y de negocios, en correspondencia con el crecimiento de los flujos migratorios hacia estas regiones y países.

Lo que tienen en común sus integrantes, en cualquier país donde hayan fijado su residencia, son los fuertes lazos que mantienen con los países de origen (característica de la idiosincrasia del latinoamericano) y que refuerzan la tendencia al transnacionalismo, y a los viajes vacacionales una vez que las condiciones económicas, que hayan alcanzado, lo permitan.

No obstante, las organizaciones turísticas no le han prestado la atención que merece este segmento de viajeros con características especiales. Una de esas características es que no acostumbran a comprar paquetes turísticos. Sin embargo, suelen hospedarse en hoteles de tres o cuatro estrellas, realizando la reserva directamente en carpeta o a través de Internet.

Al mismo tiempo, este segmento propicia el mayor gasto turístico por estancia y permanecerá en el país de origen visitado, por el mayor tiempo posible que le permita su período vacacional.

Estos elementos permiten predecir que, para nuestra región, el segmento a que nos hemos referido deberá constituirse, en los próximos años, en principal mercado para cada país involucrado; siendo, al mismo tiempo, el mayor aportador de ingresos al destino, puesto que no incurre en gastos importantes con los operadores internacionales. El reto consistirá en la fuerte dosis de creatividad que, las agencias receptivas locales, los transportistas y la llamada red extrahotelera, sean capaces de ofertar a estos visitantes muy conocedores del destino y deseosos de demostrar su capacidad turística a través del “efecto de demostración” de triunfo económico. Nuevos productos autóctonos reclamará este segmento, que sin lugar a dudas, se convertirá en el mercado turístico principal de muchos de los países latinoamericanos y del Gran Caribe.

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