Revista: Observatorio Iberoamericano de la Economía y la Sociedad del Japón
ISSN: 1988-5229


LA CRISIS PERPETUADA EN JAPÓN

Autores e infomación del artículo

Msc. Yunier Rojas Bazail

Ex- profesor de la Universidad de la Habana

rodriguezasien@yahoo.es


Resumen
Tratar de caracterizar el desenvolvimiento estatal dentro de la sociedad japonesa finisecular  en una obra de síntesis es una tarea harto difícil. La mayor parte de los elementos constitutivos de la misma no han sido estudiados con profundidad ni valorados en sus múltiples relaciones. Esto dificulta la percepción acertada y precisa de todo el conjunto que tampoco debe enjuiciarse de forma aislada, sino relacionado con el universo del cual forma parte.

Palabras claves: Japón, reformas. crisis, política, economía, recuperación

Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Yunier Rojas Bazail (2019): “La crisis perpetuada en Japón”, Revista Observatorio Iberoamericano de la Economía y la Sociedad del Japón (enero 2019). En línea: https://www.eumed.net/rev/japon/34/japon-crisis.html


Japón se enfrentó a partir de 1991 a una de las disyuntivas más inquietantes de su historia. Estuvo situado en un punto histórico fundamental para el proceso de cambio global debido a su enorme poderío económico  y a su vertiginoso desarrollo de alta tecnología. Sin lugar a dudas,  el dirigismo estatal japonés expresa todo el milagro y el modelo de desarrollo de los años sesenta, setenta y ochenta y también su propia crisis. Crisis que en los años noventa se produce en un contexto nacional e internacional que lo condiciona y explica.

La década final del recién pasado siglo XX concurrió a un reajuste general del sistema capitalista y no capitalista. Presenciamos el colapso del socialismo en la URSS y el derrumbe del modelo eurosoviético, la integración global de los mercados financieros, la ardua pero infalible unificación económica de Europa, el surgimiento de una economía regional norteamericana 1 y el ascenso del Pacífico asiático 2 como un nuevo centro industrial global dominante. A este panorama debemos sumar que los cambios sociales fueron tan espectaculares como los procesos de transformación tecnológicos y económicos y que los sistemas políticos se encontraban sumidos en una crisis estructural de legitimidad, faltos de liderazgo personalizado, y por supuesto; cada vez más aislados de la ciudadanía. Conjuntamente se sucedían de forma cada vez más rápida los debates alrededor de la globalización y la unipolaridad. Este fue el mundo que presenció  el resquebrajamiento y caída del modelo japonés.  Refiriéndose al universo capitalista desarrollado de ese entonces Eric Hobsbawn 3 señala:

“Entre 1990 y 1993 no se intentaba negar que incluso el mundo capitalista desarrollado estaba en una depresión. Nadie sabía que había qué hacer con ella, salvo esperar a que pasase. Sin embargo, el hecho central de las décadas de crisis no es que el capitalismo funcionase peor que en la edad de oro, sino que sus operaciones estaban fuera de control. Nadie sabía cómo enfrentarse a las fluctuaciones caprichosas de la economía mundial, ni tenía instrumentos para actuar sobre ellas. La herramienta principal que se había empleado para hacer esa función en la edad de oro, la acción política coordinada nacional e internacionalmente, ya no funcionaba.” 4

De esta manera queda definido el inicio de una nueva época dentro de la cual  no se puede desvincular a Japón. Ahora bien,  la comprensión de los elementos externos que influyeron en el comienzo de la crisis japonesa de los noventa no se limitan al marco estricto de las fluctuaciones de la economía mundial. Es  necesario destacar que, como componente foráneo  de incidencia gravitante en el desmoronamiento del sistema nipón, figura la caída del socialismo real en la Europa del Este. Dicho acontecimiento determinó no sólo el derrumbe del sistema socialista como formación económico – social contrario al capitalismo mundial y el fin del sistema bipolar sino que también invalidó la necesidad  de Japón como un valladar del conservadurismo en Asia frente a la “amenaza” comunista.  5

Es evidente que en el mundo más contemporáneo existía una marcada propensión hacia las formas de organización multipolares y ello significó una desventaja para el modelo. La alineación y, por ende, conformación de bloques regionales no favorecieron en modo alguno a Japón. Los planes de la Comunidad Europea para crear un mercado único en 1992 y el Tratado de Comercio Libre que entró en vigor en 1994 fueron pactos técnicos y económicos enfocados hacia la unificación del mercado y se basaron en una proximidad regional más que cultural. Esta tendencia planteó a la nación asiática un serio problema, el estrechamiento de los vínculos entre los países llevaron al “imperio del sol naciente” a un aislamiento que redundó en serios problemas de rivalidad económica.

Algunos comentaristas japoneses creían que tenían que responder a los movimientos americano y europeo de integración de un mercado regional proponiendo la unificación monetaria y económica  para el Pacífico Oriental. Pero, como es lógico, este mecanismo no rindió frutos mayores, la historia de un pasado presente japonés nefasto – guerras, intervenciones, ocupaciones y lo que es más la imagen del militarismo nipón  -  en esta zona de Asia  estaba dispuesta a demostrar que la posibilidad de un mercado unitario guiado por Japón estaba fuera de contexto y época.

Por otra parte, el área aunque ha puesto todo su empeño no ha completado aún hoy el propósito de la integración, la ASEAN 6 es el ejemplo más claro que pueda existir de tal intención transformadora de la realidad  económica y social en el continente en tanto, es el único experimento de unificación regional. Ahora bien, las diferencias culturales entre el archipiélago y los países de la zona establecen un abismo insalvable o puente de incomunicación que obstruye completamente el proyecto de unión.

Casi toda la bibliografía de corte occidental que aborda los factores que desde el ámbito mundialista se impusieron de manera decisiva en el final del arquetipo japonés repite sobredimensionadamente dos fenómenos que vieron la luz cerca de la década de los años setenta del siglo XX, ellos son: la Revolución Científico –Técnica 7 y la Trasnacionalización 8. Tratan, por todos los medios, de hacer notar que de los sucesos que se dan en el capitalismo mundial no se escapa nadie, como no lo pudo hacer la socialdemocracia europea en su afán garantizador del Estado de Bienestar General  menos se podía resistir a los cambios inherentes a tal proceso la segunda economía del planeta.  Japón como parte integrante y activo del industrialismo moderno no está exento de muchos de los vaivenes de las relaciones económicas y políticas  internacionales, sin embargo, hay que considerar que su poderío – entiéndase como desarrollo económico – transitó por parámetros bien distantes y sí muy particulares que hicieron que su modalidad de desarrollo fuese distinta. Esto nos da la idea exacta de que no podemos aplicar los fenómenos de alcance mundial a cada país  sin valorar antes los caminos por los cuales navega cada sociedad en su devenir histórico, menos si ese devenir está plagado de recursos y respuestas para enfrentar los nuevos desafíos.

Japón fue uno de los países abanderados de la Revolución  Científico Técnica que se impuso de manera impresionante en un mundo  cada vez más cambiante y convulso, ello nadie lo duda, empero se hizo notar imprimiendo un acelerado dinamismo al perfeccionamiento de los elementos productivos. Se saltó rápidamente del desarrollo extensivo a la fase intensiva sin que  condujera la minimización de la estabilidad laboral como renglón importante dentro del sistema de las tres joyas de la gerencia japonesa. La realidad revela que  el proceso de incremento de alta tecnología y equipos técnicos en ramas tan importantes como la química, la destilación de petróleo y hulla, la construcción de vehículos de transporte, las construcciones mecánicas de uso general no afectó las cifras del empleo, al contrario la ocupación aumentó considerablemente en las esferas del transporte, comunicaciones y de suministro de energía, gas y agua, lo cual se relaciona notablemente con una ampliación más enérgica de la producción en estas ramas frente al empleo de equipos técnicos ahorrativos del trabajo.  Nada tuvo que ver entonces la magnitud de un proceso de alcance mundial en la agonía del modelo japonés.

Por su parte, la historia económica del archipiélago había sentado las pautas desde los años sesenta como para no permitir dejar margen a las dudas. Quiero decir con esto que la clase política dirigente del país era representante y por demás beneficiaria del gran capital monopolista japonés. La fusión venía desde el prematuro momento de 1955. Con tal unidad la trasnacionalización no podía competir. No hubo, desde esa fecha,  al menos hasta 1991  en la vida económica nipona la pérdida de control del estado nacional sobre las ganancias económicas de un país donde el estado fue la cabeza rectora. La fuga de capitales que engendra el proceso trasnacionalizador rompe y a su vez es antagónico  con el protagónico papel del estado nipón como redistribuidor de excedente progresivo engendrado, en gran medida, por el  superávit comercial  de la nación.

De esta forma percibimos que no podemos encasillar dentro de un esquema general a todos los patrones internacionales que marcan una época histórica en el accionar de un país, región o área geográfica determinada. Todas las características que afronta un momento específico a escala mundial  no son aplicables como aspectos foráneos al hundimiento de los paradigmas del desarrollo. Que la década de los años noventa haya presenciado la descodificación de más de un modelo sacralizado no indica que debamos medirlos conjuntamente con el mismo termómetro y que cada presupuesto haya repercutido de la misma manera en cada uno de ellos.

 Crisis: definición. 

Los estudiosos cubanos de las sociedades asiáticas en general, y de la japonesa en particular, han centrado su interés en acontecimientos específicos y trascendentes que forman parte del entramado más contemporáneo del mundo nipón. Temas como el expansionismo japonés después de la Segunda Guerra Mundial y el universo económico de esa nación a partir de los años sesenta cobraron vida en la historiografía nacional. Absortos en esa intención han soslayado – en muchos casos resueltamente -  el estudio de otras cuestiones, estructurales unas, orgánicas otras pero importantes todas para establecer el adecuado balance de una sociedad que transitaba de un estado económico favorable a la más profunda crisis de su historia.

Este epígrafe se abre en la investigación con el único propósito de asumir la crisis japonesa de fin de siglo en la concepción más amplia y abarcadora que su concepto pueda indicar, queremos decir entonces que estamos hablando de una crisis global de la sociedad japonesa finisecular.

El vocablo ha tenido diferentes definiciones unas más completas, otras menos interesantes.  Es, para algunos, una mutación súbita, para otros un paroxismo doloroso  y no falta quien identifique este término con manifestaciones violentas o trastornos periódicos y bruscos, además de que se ha identificado como sinónimo de tensión, pánico, catástrofe y desastre, entre otras acepciones. Ahora bien, asumiremos la crisis de la sociedad en tanto, esta es el complejo entramado de vínculos y relaciones entre los hombres que viven en un espacio determinado, en el marco estricto de una  definición que considero es la más abarcadora para lograr comprender de una forma cabal el concepto que la palabra supone. Consiste en una convergencia de acontecimientos que dan como resultado un nuevo conjunto de circunstancias. La asumimos entonces como una alteración en situaciones o coyunturas donde lo establecido y dado se vuelve anacrónico y cuestionable bien por desactualización, incapacidad, improcedencia o insuficiencia para restaurar el equilibrio e integración social o bien por alternativas emergentes que encauzan los conflictos y riesgos de los cambios. 9

 Puede catalogarse, al Japón de los noventa como una nación  en plena   regresión económica que implicó evidentemente una reformulación o reestructuración en el orden político y social. Ella imprimió dinamismo a la acertada enunciación  de sociedad en crisis.

De la crisis, sus primeros años.

Después de 1991 la sociedad japonesa sufrió importantes cambios. El impacto de la explosión de la economía de burbuja influyó en todas las regiones del país, en todas sus esferas: económica, social y política y también, aunque de muy diversa forma en la mente de los hombres. Para mal ya nada volvería a ser como antes.

La historia económica de la nación continúa y se acrecienta  con posterioridad a 1991. Partiendo del complicado universo económico, que significa también  bancario y financiero, es que le  damos continuidad desde este aspecto a la crisis de la última década del siglo XX en tanto, ella se genera básicamente en el interior del país y comienza precisamente por este sector de la vida nipona.

Algunas de las investigaciones más recientes hechas sobre el tema económico en su primer momento, o sea, entre 1990 y 1994 aproximadamente no refieren para nada los momentos por los cuales transita la economía del archipiélago en una etapa tan rica en lecturas y análisis al respecto. Las exploraciones realizadas por el profesor peruano Carlos Aquino, plasmadas en su libro Introducción a la Economía Asiática 10 nos ofrecen una imagen un tanto esquemática y, sobre todo, reduccioncita de este período. Para él se pasa rápidamente del colapso financiero a los cambios de la economía en 1995. Toda información de este tipo debe ser releída y, por supuesto, matizada por cuanto hay cambios trascendentales y etapas visualizadas claramente que permiten detenerse objetivamente en el decursar de esos años.

1991 marcó el inicio de una fase única y sin precedentes en la leyenda y mito del crecimiento. Hay que decir que el desmoronamiento de la economía de burbuja estuvo marcado por la caída inevitable del precio de la tierra y por la rebaja en la demanda de bienes raíces, artículos de lujo y hasta por el estancamiento inmediato y definitivo en la construcción de algunos centros turísticos en las principales ciudades del país. Esto constituyó en ese momento una subversión de primer orden en lo establecido como orgánico, lógico  y normal antes de la estrenada crisis. 11

Otro hito importante en la construcción de las etapas fue en 1991, de un año a otro la crisis afectó a diferentes renglones y por qué no a sectores distintos de la sociedad nipona. Fue un momento caracterizado por una inmovilización total del sistema financiero y la reducción de los préstamos de los bancos. Yo diría que más que una paralización prestacionista bancaria debemos hablar de una incapacidad de los bancos para facilitar dinero con vistas a invertir. Los préstamos hechos a bajísimos intereses  a finales de los ochenta evidenciaron más temprano que tarde que serían irrecuperables. De esta manera se cumplía entonces una máxima vital del mundo de la economía: a menor tasa de interés mayor inversión. Este fue uno de los presupuestos básicos  del rol del estado en la economía y en el éxito japonés de posguerra.

Unido a todo este proceso comenzaba para Japón un problema que sellaría toda la década y que tiene que ver con el inicio de una crisis social sin antecedentes  engendrada por elementos de carácter económico como la contracción de los beneficios de muchas fábricas y empresas y la  restricción en las mensualidades de los trabajadores. Tal situación redundó de manera impresionante en la inversión en viviendas y en el consumo particular. 

Los años comprendidos entre 1992 y 1993 fueron los más críticos desde todo punto de vista. Se patentizaba desde ya una realidad adversa y sin posibilidades al menos por el momento de  síntomas de recuperación. El fin del monopolio político y centralizado del PLD se produjo en 1993 en un momento de incertidumbre total y, como es lógico, la población que comenzaba a sufrir los efectos severos de la crisis económica  comenzaba a cuestionarse la capacidad del gobierno para “salvar al país”. 12

Esos dos años estuvieron signados por una minimización en la inversión de plantas y en equipos y una celeridad significativa en cuanto a importaciones desde Asia. Elementos como estos son consecuencia inherente de la apreciación del yen. Este proceso que puede tener varias interpretaciones y, por ende, calificativos responde a las exigencias de un mundo económico que revaloriza una y otra vez las relaciones entre el capital y el trabajo. 13

Al margen de tal división, la cual resulta muy oportuna para razonar los cambios que se producirán después de 1995 en la economía asiática oriental y para valorar en qué medida fue afectada la industria y sus sectores, hay que destacar como elemento esencial que la presión norteamericana no fue efectiva para descartar y eliminar el superávit comercial de Japón.  Respecto a esta tesis existen juicios contrapuestos, el japonólogo argentino Víctor Sukup economista, politólogo y profesor de la Universidad de Buenos Aires es uno de los autores que con más vehemencia defiende esta teoría. Un criterio diferente es el del economista español Pablo Bustelo quien considera que las imposiciones hechas por Estados Unidos a Japón redujeron hasta un punto máximo ese déficit. La historia posterior de las relaciones nipo – norteamericanas en el transcurso de la década demostraron  que Víctor Sukup estaba en lo cierto y es que evidentemente las relaciones comerciales a la altura de esos años ya no se supeditaban al interés político, las fricciones mutuas ya no eran posible superarlas tan fácilmente como años atrás y además las campañas contra los productos japoneses se acrecentaban en la primera potencia del planeta.  Sólo se logró  entonces hacer revaluar el yen y

la respuesta japonesa no fue otra que el traslado de parte de su proceso productivo al exterior lo que trajo como consecuencia la destrucción del empleo y salario y, por tanto, se recorta la inversión interna. Enalteció además los aprietos de las diminutas y medianas empresas. Asimismo se ampliaron las importaciones, con un yen revaluado las importaciones son más baratas.

Toda la literatura histórica y económica que se ha escrito ya sea por los propios japoneses como por los niponólogos que desde otras sociedades advertían el fenómeno que se estaba produciendo concuerdan en una pregunta a la cual muchos no encuentran respuestas. ¿Por qué se demoró tantos años Japón en reconocer el problema real de su economía?. Pienso que las alternativas de respuestas no denuncian un solo factor que por demás tenga su explicación desde el sistema económico mismo. Partiendo del criterio egocentrista que ellos mismos no cesan de repetir y que plantea que son la “tierra elegida” o el “imperio del sol naciente” es que podemos dar una respuesta objetiva al cuestionamiento. Estos dos slogan marcaron por muchos años la mentalidad de una población y una clase dirigente que sabía que construía un futuro desarrollado para el país y que no tenía otro remedio que vanagloriar el mito del crecimiento. Este es, en mi criterio, el primer punto y se debe asumir desde la perspectiva de la mentalidad social  como reflejo de una época de solvencia económica. En otras palabras: no había una preparación para la aceptación  de una severa crisis en tanto, Japón como potencia capitalista se había convertido en paradigma continental de alcance mundial y no respondía a los trajines del sistema financiero internacional.

Otra razón  que puede considerarse de peso tiene que ver estrictamente con el carácter de la economía nipona, en el que los grupos económicos y las empresas ocultaban sus problemas con el fin de mantener una imagen lo más favorable y positiva a ellas mismas. Esto ocurrió específicamente con el sistema bancario el cual encubrió la magnitud de los préstamos impagados.

La incertidumbre estatal de los noventa.

Evidentemente, la nueva etapa histórica que comenzó para Japón a raíz de la explosión de la economía de burbuja, mostró la necesidad de emprender nuevos caminos en materia de gestión económica y estatal. Es por ello que   los últimos años del pasado siglo estuvieron marcados en esa nación  por acontecimientos de corto y largo alcance en los cuales se vieron envueltos casi todas los actores del desarrollo y el estado como garante del mismo se vio estremecido en tanto, su campo su estrategia sufrió transformaciones a la par que hubo  ataques a su rol participativo en la economía.

Un comentario como este es importante para ubicar a Japón dentro de la órbita de las naciones con mayor desarrollo estatal de la historia contemporánea  y también para contextualizar al interior de esa sociedad de una manera objetiva el mundo en que se desenvuelve el desmoronamiento y comienzos de la crisis del estado desarrollista como modelo.

 El final abrupto de la burbuja afectó en mucho al estado como gran fiador y depositario de capitales de las grandes compañías, empresas y capitalistas nipones. Es significativo subrayar que la economía y la capacidad de la fuerza estatal en los años noventa estuvo marcada, en gran medida, por los créditos irrecuperables que se comenzaron a otorgar en el segundo lustro de los años ochenta. Este problema se ha hecho patente hasta nuestros días. El estado japonés de hoy cuenta con un gran déficit monetario que, en mi opinión, ha impedido una mayor oportunidad de acción a los ministerios  en el momento de tomar decisiones de reactivación económica.

Otra arista que puede resultar pertinente además de constituir un buen medidor del accionar estatal en la denominada “década perdida” es la que se refiere a la capacidad de éste ya no en materia de solvencia financiera sino más bien de su gestión implementada en función de la sociedad misma y el problema laboral que generó la quiebra de grandes empresas y compañías. La historiografía económica que aborda el tema ha tenido siempre la intención de empequeñecer esta realidad. Sin embargo,  es de vital importancia el replanteamiento del tema por cuanto, por más que se obvie un asunto como este siempre salta a la luz la cuestión de los reajustes implementados al calor de la contracción.

Iniciándose el propio año de 1991 las colosales asociaciones se vieron precisadas a comprimir su personal. Para esto ordenaron a los empleados menos necesarios a afanar en algunas de sus fábricas incorporadas. Esto forjó todo un conflicto en esas pequeñas sucursales afiliadas quienes violentadas por sus corporaciones matrices tuvieron a su vez que reducir su personal y el modo empleado fue expulsar a los trabajadores de modo temporal y hacer un llamado a quienes de forma voluntaria pretendían aislarse. Como resultado inmediato de la depresión de las instituciones bancarias, las empresas de software, importantes componentes de la Revolución Científico – Técnica las cuales crecieron enormemente durante los años ochenta tuvieron que ir disminuyendo su cantidad de empleados.

En la industria manufacturera las empresas promovieron rápidamente la racionalización con la llamada reestructuración, la cual consistía en reducir el número de trabajadores internos en la zona de producción y disminuir el personal de las secciones intermedias mientras se aceleraba el traslado de las fábricas al exterior.

Respecto a esta situación que se puede catalogar de recorte laboral y de improcedencia del estado el economista cubano Ernesché Rodríguez Asien  comenta:

“ Como manifiestan las reglas generales de la economía, la “recuperación del empleo se demora más que la de la economía de recesión” ; los indicadores de empleo seguían bajos, mientras que los de la producción comenzaban a dar señales de recuperación. Pero, por otra parte, las empresas empezaban a cambiar el sistema de empleo, reduciendo la cantidad de trabajadores que laboraban a tiempo completo y supliendo la necesidad derivada de esta disminución con trabajadores temporales y aquellos enviados por las agencias. Esta nueva tendencia empieza a arraigar con mucha firmeza. Sobre todo en 1995 y 1996 se evidenció la dificultad que tenían los recién graduados para encontrar trabajo lo cual puso de manifiesto el desempleo de los jóvenes (. . .)”. 14

Otro factor de gran alcance que facilita evaluar al estado en toda su dimensión en esos años tiene que ver con las  unidades de orden laboral – social que sobre él van a incidir de una forma negativa y, por tanto, van a demostrar la total crisis de este actor del ya deprimido arquetipo desarrollista nipón. Este transcurso de tiempo (1990 – 1995)  es examinado por un reducido grupo de autores japoneses de una manera certera. Otros, sin embargo, manifiestan reiteradamente que los agentes propios que se dan en el seno de esa sociedad que por demás le son inherentes al sistema no tienen nada que ver con el fenómeno social que viene trayendo aparejado, tratan por todos los medios de justificar desmedidamente lo injustificable, todo para no reconocer la incapacidad lógica del estado para sortear y dirigir ordenadamente la transformación de tipo estructural que la nación demanda.

Al hacer uso de los agentes para, de algún modo, glorificar la sociedad en que viven no escrutan consecuencias, la disfuncionalidad, o sea, la interacción causa – efecto no se hace patente. Los elementos que utilizan son de distinto orden y entre ellos están: los adelantos de las técnicas de comunicación e investigación que redujeron los volúmenes de trabajo lo que mostró un exceso de personal, el desplazamiento del proceso de producción al exterior que es lo mismo que la internacionalización  lo cual redundó en que las oportunidades de empleo en el archipiélago disminuyeran considerablemente y la presencia cada vez mayor de las mujeres en la vida laboral del país, trajo como resultado un exceso de los empleados en las oficinas. A ellos les falta el convencimiento casi unánime que tiene hoy la historiografía occidental de que estamos en presencia de un estado que ante la nueva situación que se le presenta actúa con la mayor cautela posible en aras de no perder el control sobre el sistema financiero.

Al hacer entonces una evaluación del proceso de crisis hay que destacar que el año de 1994 fue un año duro para la nación, la economía presentó dos caras de las cuales se podían adquirir lecturas diversas.  Se observaron  hasta 1995 ciertos síntomas  satisfactorios en la inversión en casas y en maquinarias. Sin embargo, la industria metalúrgica fundamental en el desarrollo del país no mostraba transformaciones importantes. Tampoco las ventas de automóviles y la recuperación de los préstamos bancarios evidenciaban mejorías.

Ante tal situación continuó  la transferencia de la fabricación de ultramar a estados con costos más baratos. Se reducía de esa forma la base industrial de Japón. Las industrias principales como la automotriz  y la siderúrgica  emprendieron una transformación de tipo estructural y sin precedentes en su historia. Es por tal razón que ese proceso debe ser enjuiciado al calor de la fuga de capitales que comienza en el país justo en la década, escape éste que influyó notablemente en el tiempo económico de esos años y en la posición dominante y estratégica de la industria en la región asiática del Pacífico.

Continuando con el curso de la década de los años noventa hay que destacar que se presenta para Japón un dilema todavía mayor, que no es otro que la crisis asiática de 1997, crisis que comienza por Tailandia el 2 de julio  y que ha tenido una indiscutible afluencia de disquisiciones acerca de sus orígenes y de sus potenciales secuelas y soluciones.

 Evidentemente para la fecha de los años noventa la economía japonesa estaba muy vinculada con las del Este de Asia en tanto, Japón había invertido capitales en la zona desde los setenta. Inversiones que copaban las finanzas nacionales de esos países para 1990 y que habían propiciado un formidable empujón al crecimiento económico de la región.     

De alguna u otra manera y por esta razón es que  muchos de estos estados esperaban que Japón abriera su mercado y aumentara las importaciones del área como alternativa a su crítica situación. Sin embargo, la perplejidad provocada por el ocaso de sujetos bancarios en el país justo en 1997 y la crisis del continente retrasó las inversiones de las empresas niponas en equipos y plantas  de producción que eran vitales en la reanimación de la economía del país.

Como resultante de esto y, como respuesta a los efectos de una crisis interna y ante los efectos de una provocada externamente es que se hace una   reestructuración del sistema bancario y financiero que comenzó en 1998 justo a un año de haberse iniciado la depresión  continental. Este renglón había sido  uno de los más débiles de la economía  japonesa en particular y  sólo después de haber transitado por los efectos de dos crisis es que se emprende la reformulación del mismo. Desde 1999 se tomaron medidas para sanear el sistema de capital. Muchos de los bancos se unieron, los ejemplos más clásicos son: Industrial Bank of Japan, Dai – Ichi Kangyo Bank y Fuji Bank  que se fusionaron para ser más competitivos, ello hizo que se convirtiera en uno de los centros bancarios más grandes del mundo. Una disposición que se puede considerar eficiente, pero puesta en práctica tardíamente. 15

Entre dos siglos: más de una década perdida.

Hoy más que nunca el debate de la comunidad científica económica centra su mayor interés en las relaciones entre el estado y el mercado. La crisis financiera japonesa de los noventa y el resbalón de  las economías asiáticas en medio de un contexto globalizador  ha ponderado, en primer lugar, que las disquisiciones sobre el tema sean interminables y que la toma de partido tenga que ver con el juego de intereses entre ambos bandos.

A partir de la crisis asiática de 1997 y su impacto en Japón se han generado en el país círculos bien marcados donde el tema cardinal ha sido: ¿hasta donde el estado?, ¿hasta donde el mercado?. Una parte de la  historiografía japonesa argumenta la posición del fracaso del estado llegando a plantear que la difícil recuperación es un obstáculo debido a la deuda estatal y que lo más sólido para el Japón de hoy es la total libertad del movimiento de capitales mercancías y servicios, están buscando una redefinición de las funciones económicas reguladoras del estado promoviendo desnacionalizar y privatizar sus bienes y servicios, con ello buscan favorecer la acción estimuladora del mercado que no es otra que la concentración de recursos para incrementar la productividad, la renovación tecnológica. Ahora bien, hay que tener en cuenta que al reducirse y debilitarse el estado disminuye la capacidad de resistir de la economía nacional a las presiones y fuerzas económicas externas que sólo este podía amortiguar dada su concentración de recursos y sus mecanismos reguladores. Los que por su parte, citan el fracaso del mercado atribuyen que la causa principal del desarrollo japonés después de 1955 ha sido gracias a  la acción interventora del estado.

Evidentemente todo análisis que se haga del deterioro de las finanzas japonesas entre dos siglos pasa por esta óptica, óptica bien importante para hacer un balance valorativo de más de una década perdida.

El camino nipón  después que estalló la economía de burbuja ha estado lleno de dificultades entrelazadas, la deflación ha sido una constante y ha tenido como causas a factores de caracteres cíclicos y estructurales. Los primeros en términos de la relación oferta-demanda de bienes y servicios, se refieren a una presión de la disminución de precios debido a la propia debilidad de la economía. El otro grupo de factores esta asociado a ajustes estructurales en el sector industrial inducido por la innovación tecnológica y la afluencia de importaciones de bajo precio provenientes de Asia.

Otro asunto que se presenta y atenta contra la estabilidad de la economía nacional tiene que ver con las necesidades reales de las autonomías. El estado se circunscribe a dar el visto bueno a diversas solicitudes y solo faculta aquello que se realiza en todas partes, perdiéndose de esa forma la singularidad y trayendo como consecuencia que decaigan las industrias regionales.  Con el fin de darle solución a este asunto se previó un plan de descentralización que confiriera autonomía sobre la gestión local y para ello se visó en 2003 la creación de 57 zonas económicas especiales  sujetas a un trato preferencial de liberalización, incluidas ocho en las cuales las empresas privadas podrán emprender actividades agrícolas. 16

La aplicación de una medida como esta viene a garantizar la revitalización e independencia de las comarcas, tratando de lograr un desarrollo basado en las especificidades de las regiones para que así pudiesen cubrir con sus propios fondos las necesidades de la administración local  partir de la recaudación de los ingresos de los impuestos particulares.

Como resultado de la depresión hay que resaltar que existe en esa economía un bajo nivel de espíritu emprendedor dadas las condiciones propias de la nación. Los empresarios no se sienten estimulados a la inversión porque el estado recauda el 65% de los ingresos, así como el 50% de los beneficios de las empresas. 17

Este asunto esta íntimamente relacionado con la falta de incentivo para el consumo personal propiciado, principalmente, por la inseguridad laboral que hay en el país. Históricamente ha existido en Japón una tendencia por el ahorro, pero al decir del especialista cubano Ernesche Rodríguez Asien el gran ahorro de hoy debe interpretarse como un síntoma de desesperanza e incertidumbre con respecto al futuro, problema que afecta el consumo y contribuye a la deflación.  Un incremento del ahorro significa que hay menor demanda en un país donde las empresas se encuentran sosteniendo grandes inversiones y obteniendo bajas ganancias.

Evidentemente el balance es negativo: deflación, desconfianza masiva en cuanto al consumo, reducción de los beneficios de las empresas que estimula el desempleo, disminución de los salarios y grave situación de los bancos.
Conclusiones:

Parte importante de lo que en los noventa constituyó el agotamiento del arquetipo tiene su cimentación y raíces históricas en la formación y estallido de la economía de burbuja que registró, por parte del estado, un boom  de créditos otorgados que han sido de difícil recuperación. Ello implicó que la relación estado-desarrollo aunque no variara su contenido si fuese cuestionada  dentro como fuera de la nación en un contexto marcado internacionalmente  por la aplicación de privatizaciones en gran escala.

De esa manera llegó 1991 a la nación asiática oriental, a partir de esa fecha se abrió para el país una nueva etapa marcada profundamente por los reajustes y avatares del segundo lustro de los años ochenta. Ese año estampó el inicio de una crisis global del sistema causada por la explosión de la burbuja, la apreciación del yen, la saturación del mercado interior, la debilidad de la demanda externa y problemas de fondo relacionados con el envejecimiento de la población.

Con todo; el Estado, como responsable del desarrollo y a pesar de las medidas fiscales para retener y atenuar la depresión, cuenta con empresas empobrecidas   por la deuda a la par que no se han podido elevar las entradas familiares por los bajos salarios y el desempleo. Esto conduce al dilema fundamental desde el punto de vista estatal que tiene que ver con el asunto: regulación-desregulación.

Las privatizaciones, como parte de la política de globalización neoliberal que implican la total libertad para el movimiento de capitales, mercancías y servicios y que redefine las funciones económicas reguladoras del Estado, han agravado el tema de la recuperación en tanto, han habido menos privilegios sociales, mayor número de despidos y lo que es más; mayor desesperanza. No obstante, los graves problemas sociales que puede engendrar un proceso desregulador se pueden matizar sobre la base de la generación de nuevas fuentes de empleo que garanticen la estabilidad social y amortigüen de manera eficiente la contracción financiera. En ese sentido, y en aras de recortar los déficits presupuestarios el Estado debe ceder parte de su protagonismo al sector privado permitiendo así  que muchas empresas públicas recobren su antiguo poder económico. De esa manera se hará valer la máxima dualista existente entre Capitalismo Privado y Capitalismo de Estado.    

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  • Whitney Hall, John. El Imperio Japonés. Madrid: Editorial Siglo XXI, 1973.
1 Se refiere a la unión económica de los mercados de Estados Unidos, Canadá y México. En esta unión Estados Unidos tiene la supremacía económica. Cabe destacar que EUA y Canadá como parte de esta zona de Libre Comercio del Norte de América tenían en 1994 un PBI per cápita de 20 000 dólares.
2 Uno de los sucesos más relevantes que tuvo lugar en los últimos cincuenta años del pasado siglo está el surgimiento de un nuevo área de poder económico mundial: el éxito asombroso que experimentó el Pacífico asiático. Se observó que a pesar del actual predominio japonés en la región, la economía asiática estructurada en torno a China surgió rápidamente como nuevo epicentro de la industria, el comercio y las finanzas. Es la zona estratégica con amplias capacidades sustanciales en tecnologías y producción de manufacturas, notables conocimientos empresariales, de servicios y de mercado y además con una excelente red de comunicaciones. También se concentra en esa zona enormes cantidades de tierra, recursos y mano de obra. Si se desea ampliar acerca del significado de esta región en el mundo de hoy diríjase a: Huntington, Samuel P. El choque de las civilizaciones y la reconfiguración mundial. p. 229.
3 Erick John Hobsbawn es uno de los historiadores de mayor trascendencia del siglo XX. Es profesor emérito en el Birkbeck Collage de la Universidad de Londres.
4 Hobsbawn, Erick. Historia del siglo XX. p. 408.
5 Se recomienda consultar al respecto la Tesis de Licenciatura. Jiménez Rojas, Yanet. Ob. cit. pp., 45-46.
6 La  Asociación de Países del Sudeste Asiático (ASEAN) surge en agosto 1967 a partir de la firma de la Declaración de Bankog, por los Ministros de Relaciones Exteriores de los cinco estados miembros originales, Malasia, Indonesia, Filipinas, Singapur y Tailandia. Actualmente se han sumado al grupo Brunei, Viet Nam, Camboya, Laos y Myanmar. Su propósito fundamental está encaminado a concertar a todos los países del Asia Sudoriental para obtener la seguridad regional, la estabilidad y el desarrollo teniendo como soporte la colaboración mutua. Ahora bien, el desplazamiento de carácter de asociación económica y científico – técnica en posible asociación político – militar ha estado sujeto a condiciones internas y externas no ajenas en modo alguno al contexto histórico en que surge y desenvuelve su actividad.
7 Cuando se habla de Revolución Científico – Técnica estamos haciendo alusión a los profundos y rápidos procesos de innovación tecnológica que se dieron sobre todo en el marco de la sociedad capitalista, procesos que estaban muy vinculados a la robotización y computarización de la producción y de la sociedad en general, así como a un estrechamiento notable de los medios de comunicación. Como resultado de estas transformaciones aumentarían notablemente los índices de desempleo sobre todo en el caso de Europa Occidental. En  Japón este proceso no tuvo tal envergadura. En el país hubo cambios en la estructura de la clásica división social del trabajo, en ese marco las pequeñas y medianas empresas cumplieron determinadas tareas como fueron la producción de artículos únicos y en pequeñas partidas. Los años ochenta fue una época incluso en que casi todos los trabajadores se hallaban incorporados al estudio profesional.
8 El vocablo trasnacionalización estuvo y sigue estando muy de moda en el lenguaje económico actual. Implica que las trasnacionales están por encima del gobierno y operan independientemente de él. Esto genera un proceso de escape de capitales que no puede ser controlado por el  estado y por tanto no puede ser utilizado en programas de distinto tipo.  
9 El siglo XX estuvo cargado de definiciones alegóricas al vocablo crisis. Estudios recientes alrededor del significado de la palabra fueron los hechos en 1962 por Weiner y Kahn en 1962. Ellos enumeraron una serie de definiciones que han sido utilizadas con frecuencia en las Ciencias Sociales. Ejemplo de sus conceptos son los siguientes: 1- La crisis es, a menudo, el punto crucial en el desarrollo de una secuencia de acontecimientos y acciones. 2- La crisis es una situación en la que los participantes experimentan un alto grado de necesidad de acción. 3- La crisis pone en peligro los fines y los objetivos de quienes están envueltos en ella. 4- La crisis crea incertidumbre tanto al valorar la situación crítica como al formular soluciones alternativas para hacerle frente. 5- La crisis disminuye el control sobre los acontecimientos y sus efectos. 6- La crisis se caracteriza por los cambios que sobrevienen en las relaciones que existían entre los participantes. Por su parte, Robert North la define como el punto crucial que caracteriza favorable o desfavorablemente el desenlace de un acontecimiento.  Otros criterios al respecto se pueden encontrar en: Sills, David L. Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales. Madrid: Edición Española. pp. 275 – 278. T. III.
10 Carlos Aquino Rodríguez  nació en Lima, Perú y egresó de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Gracias a una beca del gobierno del Japón hizo estudios de postgrado en la Universidad de Kobe, donde terminó su Master y Doctorado en Economía Internacional. Su especialidad es Economía Asiática y Economía del Desarrollo. Ha viajado intensamente por el Asia Oriental. Introducción a la Economía Asiática primero fue una artículo que escribió en 1995 y después en el año 2000 se convirtió en un libro importante que hace un estudio exhaustivo de las características más sobresalientes de las economías de los países asiáticos situados en la Cuenca del Pacífico. 
11 Rodríguez Asien, Ernesché. Ob. cit., p.54
12 Justo en 1993 se produce lo que se conoce políticamente como Doctrina Miyazawa que forma parte de los instrumentos de la diplomacia japonesa frente a Asia. A partir de los años ochenta se multiplicaron las iniciativas autónomas de Tokio en materia de política exterior así como los intentos de ejercer un mayor liderazgo en la región. La doctrina se inscribe precisamente como parte de las iniciativas diplomáticas japonesas para lograr tal fin. Tuvo una amplia incidencia en la vida nacional.
13 Rodríguez Asien, Ernesché. La economía de burbuja en Japón. p. 54
14 Rodríguez Asien, Ernesché. Ob. cit., p. 67
15 Aquino, Carlos. “La crisis asiática después de tres años”. http://www.geocities.com/Eureka/3409crisis.html. Consultado el 9 de enero de 2003.
16   Rodríguez Asien, Ernesché. Situación actual de la economía japonesa. www.ciem.cu
17 Ibídem


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