Observatorio Iberoamericano de la Economía y la Sociedad del Japón
Vol 5, Nº 18 (septiembre 2013)

JAPÓN Y LA INTERNACIONALIZACIÓN DE SU CULTURA COMO ESTRATEGIA DIPLOMÁTICA

Lianna Ramírez Enamorado


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Síntesis: La globalización llegó para transformar paulatinamente la percepción de fenómenos culturales en particular y las relaciones internacionales en general. Como consecuencia, Japón tuvo que enfrentar diversos retos que lo llevaron a trazar estrategias con el objetivo de alcanzar mayor protagonismo en la Comunidad Internacional. Dentro de ellas, la internacionalización de su cultura, pese a las visibles limitaciones que presenta, perfila como una de las más acertadas en torno a la inserción exitosa o no de Japón en este emergente contexto.
Palabras claves: globalización, estrategia, internacionalización cultural, Japón.

 

Introducción
La consolidación de la era global ha sido avalada, frecuentemente, por el proceso de internacionalización de las actividades económicas que, a su vez, es visto como causa y efecto de la reducción del tiempo y las distancias, de la revolución científica y tecnológica, del consecuente progreso de la informática, del aumento de la productividad y de la liberalización del mercado financiero1 . Esta nueva fase del desarrollo mundial llegó para transformar paulatinamente las relaciones internacionales y, en consecuencia, modificar o intervenir de disímiles formas en el funcionamiento del sistema japonés de posguerra.
El término “globalización” comenzó a utilizarse en la década del ochenta del siglo pasado. Quizá ahí residió uno de los elementos principales por los cuales se asumió tal fenómeno como un suceso actual y en plena evolución. Con todo, especialistas como André Gunder Frank, Jerry Bentley o Inmanuel Wallerstein 2 apoyaron la tesis de que en la era global se podían reconocer diferentes etapas y no era en sí un acontecimiento reciente ya que no había surgido en la contemporaneidad.
Hasta hoy, historiadores, economistas y sociólogos, difieren en cuanto a sus conceptualizaciones de la globalización y, sobre todo, existe una amplia gama de criterios a la hora de establecer su punto de partida. Esta multiplicidad de opiniones ha alimentado y ha ampliado el concepto yendo de aquellos que la asumieron como una época orientada por o para el capitalismo y mercado global, hasta llegar a los partidarios de que tal fenómeno ha acentuado la anulación de la diversidad en favor de la adopción o afianzamiento de preferencias que, en materia de valores sociales y estilos de vida, van muy a tono con la norteamericanización cultural 3.
No obstante, este estudio parte de asumir que el inicio de la globalización lo marcan los años setenta y ochenta del siglo XX, pues es desde ese entonces que el capitalismo encuentra reunidas las condiciones necesarias y suficientes para una expansión global. Tesis que se apoya en el hecho de que es justamente por estas fechas que comienza la transformación científico-técnica, base de la tercera revolución industrial.
Siendo así, la globalización se asume como un estadio superior del sistema capitalista que implica el tránsito hacia la formación de un nuevo orden mundial. Como base de tales presupuestos se sostiene que es un fenómeno esencialmente técnico-económico, y que supone un nuevo escalón en el desarrollo de las expansiones capitalistas de producción implicando un nivel superior de concentración de la riqueza, el poder político y la toma de decisiones en un reducido grupo de personas. Es, en suma, un fenómeno multifacético y multitendencial4
Coincidiendo, además, con el fin de la Guerra Fría, la globalización económica internacional marchó hacia un proceso de transnacionalización creciente cuyas manifestaciones y efectos transgredieron el ámbito económico para materializarse también a escala política y social5 . Lógicamente, aquellas esferas que abarcan asuntos jurídicos, medioambientales y culturales no pudieron escaparse de los efectos de este nuevo estadio del capitalismo, que provocaron, en conjunto, el surgimiento de relaciones internacionales de nuevo tipo. Las normas y principios que fijaron esos vínculos apoyaron una concepción del mundo y un sistema de valores que están regidos más bien por principios internacionales y no nacionales6 .
Entonces, el advenimiento primero y el auge después de la sociedad industrial, y con ella la transmutación de todos los productos de la actividad humana en mercancías, es un factor de considerable peso en la asunción de los nuevos comportamientos culturales (en el sentido más amplio del término), hecho que visiblemente se acrecentó con la tercera revolución industrial que con mayor fuerza racionaliza y planifica la vida de todo individuo y de todo tipo de sociedad en su conjunto 7.
De manera que la diversidad de actores en la arena internacional es un punto de inflexión y replanteo de las relaciones políticas, económicas y sociales en el mundo globalizado. Por ello,  la cultura en su acepción más amplia y con ella, la aceptación a la diferencia, interactúan como un recurso para lograr el diálogo y el desarrollo entre las naciones. De ahí que este concepto haya adquirido una nueva significación dentro de la política exterior de los Estados desde la segunda mitad del siglo XX aproximadamente. Atrás queda aquella percepción política que acuña a la cultura 8 como un instrumento que refuerza solo objetivos políticos y económicos. Por el contrario, es tan importante como aquellos.  
Desde el siglo XX, la cultura integra uno de los tres puntos fundamentales de la política exterior de los Estados (a saber los dos restantes, la política y la economía). Teniendo en cuenta este contexto emergente es permisible pensar que no son pocos los países que han modificado su proyección internacional, transformación que también responde a la evolución e intereses de sus políticas internas. En ese sentido, los países del continente asiático no son la excepción. Sobre todo porque en la actualidad, los desafíos y logros económicos alcanzados por muchos de ellos demuestran la importancia que se les concede en las relaciones internacionales. En ese caso, el estudio de Japón, como uno de los casos más representativos en la región en cuanto a dicha necesidad de modificación de su proyección internacional, es bien representativo.
La crisis sistémica interna y externa que circunda al archipiélago nipón desde la década del noventa del recién finalizado siglo, unido a la incidencia externa de la globalización y todo lo que este fenómeno implica, propiciaron una transformación cultural dentro de la sociedad nipona que se reflejó también en su proyección política internacional. Tras el impacto de estos sucesos, la diplomacia japonesa sintió la necesidad de abrirse nuevamente al mundo para no quedar relegada y, en consecuencia, trazar políticas efectivas para dejar de ser un enano político y adquirir mayor preponderancia en las relaciones  internacionales. Pero… ¿cuáles fueron los retos y la estrategia trazada?. A responder dicha interrogante se dedican las siguientes páginas.

Reevaluación de la política exterior japonesa y sus nuevos retos (1990-2009.
La desaparición de la URSS y del campo socialista, el ascenso y triunfo económico de China, la permanencia de la Península de Corea como foco de conflictos, y los nuevos gustos y modas implantados por la globalización, son solo algunos factores externos que repercutieron en la materialización de tendencias importantes en el diseño de la política exterior y de seguridad japonesa. Sin embargo, no son los únicos. Internamente, la crisis sistémica de Japón, conllevó también a que el gobierno modificara sus acciones internacionales. De modo tal, Japón arribó al siglo XXI en medio de una debacle total de la sociedad que construyó durante la posguerra. El milagro económico y la experiencia paradigmática vivida eran ya materias utópicas.
A partir de entonces, no fueron pocos los retos que enfrentó Japón en medio de los intentos de aplicación de alternativas que condujeran a conservar su status quo en el orbe. Lógicamente, uno de los puntos centrales del reposicionamiento y reto de su política exterior, lo constituyó el nuevo marco de relaciones con los Estados Unidos que a partir de entonces deberían estar encaminadas por nuevos rumbos en tanto la década del noventa se inició con el fin del sistema bipolar. No obstante, aquél no fue el único. Cuestiones en torno al liderazgo y la necesidad de una participación política más representativa ocuparon también el centro de atención de los líderes japoneses.
Por si esto fuese poco, otro reto aparecía en escena: las diferencias políticas existentes con el territorio asiático (memoria del militarismo y el colonialismo nipón en el área) que ponían freno a los intentos de alcanzar un liderazgo más representativo en la región. Atravesando transversalmente a estos retos aparecía otro, y tenía que ver con el papel que debía ocupar el Estado japonés en los nuevos tiempos, (entidad que tradicionalmente había logrado mantener el ordenamiento y funcionamiento del sistema japonés) donde veía abatidas sus funciones ante la decadencia global del Estado-nación.
En medio de tales desafíos, Japón tuvo que lanzar una serie de alternativas para reencontrar los puntos fundamentales de su agenda en política exterior. O eso, o presenciar cómo el resto de las potencias mundiales y países emergentes se disputaban por ocupar su lugar. Pero… ¿lo ha conseguido? 
Como consecuencia de la inestabilidad externa e interna ya abordadas, por ejemplo, la política de seguridad nacional japonesa se sustentó sobre la base de un nuevo nacionalismo que provocó no pocas rencillas dentro del continente asiático9 . Algunos círculos políticos llegaron a expresar el deseo de reformar la Constitución y eliminar su artículo IX 10, abogando así por la eliminación del compromiso pacifista y por una mayor participación internacional que borrara la habitual imagen del país como “gigante económico, enano político”. Esta actitud tuvo causas como el cambio de contexto estratégico regional e internacional siendo, muchas veces, expresión de la coyuntura económica interna más que del anhelo expreso de un retorno al militarismo. Dadas las variaciones en el ordenamiento del sistema-mundo, uno de los principales desafíos japoneses era conseguir una buena ubicación en los marcos de la competencia internacional y, por lo mismo, aumentar su activismo e intervención en los problemas y dinámicas globales.

Por otra parte, otro indicio de la necesidad de la diplomacia japonesa de trazar una nueva estrategia en la política exterior se evidenció en la modificación, aunque no de manera sustancial, de los tres principios diplomáticos que rigen la política exterior del Estado y que fueron debidamente explicados en el capítulo anterior (promover la relación con Estados Unidos, incrementar la posición de Japón como miembro de la comunidad de Asia y profundizar la diplomacia hacia la Organización de las Naciones Unidas). En relación con los Estados Unidos, vale destacar que esencialmente, continuaron siendo considerados como el principal aliado 11. Lograr un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y alcanzar una posición más hegemónica en Asia, configuran los objetivos esenciales en los  que se sustenta las acciones exteriores en la reformulación de su política exterior.
Para la consumación de tales primicias, variadas políticas han entrado en escena. En cuanto al reforzamiento de la posición del archipiélago en Asia, ciertamente, la política japonesa ha tendido a incrementarse a partir de su acercamiento a organizaciones como la Cooperación Económica del Área Asia-Pacífico (APEC) y a la Asociación de Países del Sudeste Asiático. Además, Japón ha abogado por mantener un equilibrio en sus relaciones con las grandes potencias que actúan en la región asiática (a saber, los Estados-Unidos, Rusia y China); fortalecer los lazos con Corea del Sur y la República Popular Democrática de Corea; garantizar las condiciones internacionales que le permitan superar la recesión económica y contribuir al restablecimiento de las economías asiáticas al tiempo que pueda mantener un rol de liderazgo regional.
En lo referente a la Organización de las Naciones Unidas 12, Japón encabeza un proyecto de reformas  con el objetivo de ocupar un asiento permanente en su Consejo de Seguridad 13. Indudablemente, esta organización por su propio carácter internacional no ha estado ajena a la evolución que el mundo ha venido atravesando desde la segunda mitad del siglo XX y los inicios del XXI y los problemas latentes14 en su seno reflejan, en conjunto, la necesidad de adaptación de dicha institución e indican la exigencia de reformas.
Sobre esta base sienta Japón sus posibilidades de lograr un asiento permanente en el Consejo de Seguridad15 de dicho organismo internacional. No es casual que la nación japonesa abogue por tal propósito, pues el Consejo de Seguridad es el órgano que concentra el mayor poder en la ONU, es reflejo de la hegemonía de las grandes potencias (vencedoras de la segunda Guerra Mundial), en tanto lo integran de forma permanente y con derecho al veto16 .  Asumiendo que este órgano se pensó para un mundo bipolar en el contexto de la Guerra Fría, y que actualmente esa situación cambió, Japón ha desatado una serie de acciones internacionales para lograr su incorporación en el mencionado Consejo.
Entre las acciones y modificaciones de su política exterior para tales fines, el país ha desarrollado sus vínculos con el Tercer Mundo 17, al tiempo que se diseñaron cuatro pilares para hacer más efectiva su ayuda, a saber; asistencia intelectual para la formulación de políticas y el funcionamiento de las instituciones, la asistencia para el desarrollo del capital humano, asistencia para la construcción de infraestructuras y redes necesarias para el desarrollo de la informática y las telecomunicaciones y la promoción de la utilización de las tecnologías de la información. Por otra parte, el país se dedicó a establecer un Acuerdo Internacional para apoyar y fortalecer el régimen de no proliferación de armas nucleares al tiempo que apoyó el esfuerzo de la Comunidad Internacional para disminuir y eliminar las armas convencionales 18.
Debido a que estas prioridades de la política exterior nipona se llevan a cabo  en medio de la grave crisis que azota a Japón, con diferentes matices, desde los años noventa, lograr los objetivos que tales prioridades revelan constituye un reto adicional para el gobierno japonés. Si a ello se suma que la formulación de la política exterior por sí misma, ya es un proceso complejo que tiene que combinar diferentes políticas emanadas de los diferentes niveles del gobierno y de la sociedad en su conjunto, se entiende entonces lo difícil que ha resultado para el país el logro de resultados relevantes en sus principales objetivos políticos externos.
Pese a todo, las alternativas por cambiar la imagen del archipiélago y adaptar el país a las nuevas circunstancias globales no fueron suficientes unas veces y otras, quedaron a medias. En realidad, Japón no ha podido contar con el apoyo desinteresado ni de los Estados Unidos, su aliado incondicional, ni de la Comunidad Internacional en general, por lo que sus propósitos se ven con escasas posibilidades de realización. Por si fuera poco, el país del sol naciente tiene innumerables puntos de fricción con las naciones asiáticas, que van desde las consecuencias derivadas del pasado histórico militarista japonés  hasta disputas territoriales y desacuerdos comerciales. Lógicamente, estas limitaciones también se ven perjudicas por la situación interna de Japón que atravesó transversalmente cualquier intento de solución.
Al parecer, la aplicación de la teoría del poder duro, o lo que es lo mismo, las acciones de tipo material (ayuda económica y militar) no han sido suficientes para cumplir dos de sus prioridades principales en política exterior: incrementar su posición como miembro de la comunidad de Asia y profundizar la diplomacia hacia la Organización de las Naciones Unidas.
La década del noventa vio cerradas las puertas a los logros emanados de la reorientación política exterior al tiempo que evidenció  el total declive del sistema de posguerra. O lo que es lo mismo, las alternativas de poder duro no tuvieron grandes resultados (el Estado japonés no encontró los mecanismos necesarios ni suficientes para controlar la situación) en la medida en que no se convirtieron en una respuesta política contundente. Habría que esperar a que entrara el siglo XXI para que se dieran nuevos intentos por cambiar la historia.
Una cosa es que un modelo de desarrollo cualquiera (en este caso, sistema de posguerra japonés) tenga como característica intrínseca, su agotamiento histórico en un espacio temporal determinado (algo que fue visible en los noventa), y otra, es que esa sociedad cese de buscar otras alternativas de desarrollo que cumplan los objetivos de inserción en la arena internacional propuestos. En este sentido, Japón encontró, a las puertas del siglo XXI un nuevo camino para cumplir sus nuevas prioridades en política exterior. Así, en Japón, el poder duro, por necesidad histórica concreta, dio paso al poder suave.
La internacionalización de la cultura japonesa como estrategia diplomática: algunos apuntes necesarios para su análisis.
La política cultural japonesa  responde a una estrategia de la diplomacia nipona de insertar a Japón más activamente en las relaciones internacionales como consecuencia de los cambios en el orden político nacional e internacional, al tiempo que forma parte de los intentos estratégicos fallidos, señalados en el anterior apartado, de colocar al país en una posición ventajosa dentro de las relaciones internacionales.
La necesidad de que Japón se inserte de manera más activa en la toma de decisiones en las relaciones internacionales por una parte, y la importancia que ha adquirido la cultura en la solución de conflictos planetarios, por otra,  han hecho que el Estado japonés deposite toda su confianza en los intercambios internacionales que permitan establecer una conexión entre lo  local y lo global.  La política gubernamental ha tendido a mezclar ambas tendencias. Al tiempo que se estimula el renacer de la identidad local y cultura tradicional, se favorecen los intercambios internacionales, entendiendo que los estímulos externos son indispensables para mantener la vitalidad cultual, que, por demás, es muy preciada para la consumación de sus estrategias políticas encaminadas a borrar el eslogan de Japón como gigante económico y enano político. Lograr un equilibrio entre los dos axiomas es el fin que justifica todos los medios.
No fue hasta las décadas del setenta y ochenta, aproximadamente, que los japoneses comenzaron a cobrar conciencia de la necesidad de explotar la riqueza de las culturas tradicionales y de las culturas locales autóctonas. Ello en relación con lo que estaba aconteciendo en la esfera internacional, donde la cultura popular adquiría mayores seguidores. Esta tendencia está fundamentada en  la búsqueda de una autenticidad propia a través del sincretismo cultural característico de Japón, sustento real de la política cultural del archipiélago. De ese axioma se vale la diplomacia para demostrar que la sociedad japonesa es la elegida para llevar las directrices de un intercambio internacional sobre la base del consenso, la paz y el desarrollo.
Las políticas culturales implementadas desde las localidades con el fin de atraer turistas, es una estrategia de la diplomacia cultural para dar a conocer a Japón no como aquél país mítico y diferente sino como ese que tiene más puntos de contacto con el exterior de lo que se imagina. La creación de esa anhelada cultura universal por medio de la cooperación internacional manteniendo y diversificando al mismo tiempo las culturas endógenas propias, es un hecho inalienable del Japón actual.
Luego de establecer las pautas que caracterizan la relación entre la política cultural y exterior nipona, una pregunta se vuelve evidente, ¿por qué existe tal relación entre ambas políticas en Japón? ¿Cuál  es la causa fundamental? Los discursos e Informes acerca de la Promoción del Intercambio Cultural Internacional que se realizan en el seno de la Agencia de Asuntos Culturales de Japón, afirman que las autoridades japonesas concuerdan en que la característica más relevante de su cultura es el alto potencial para acomodarse a la diversidad cultural, de ahí que consideren que Japón para el siglo XXI esté en condiciones de servir como un teatro o museo (entiéndase también, ejemplo) de la diversidad cultural del  mundo.
Para lograr un entorno global dinámico en medio de las nuevas coyunturas impuestas por el fenómeno globalizador y su tendencia de homogeneización cultural, no será posible la existencia de la civilización humana sin la presencia representativa de un país como Japón, que, con diversos recuerdos históricos y percepciones de conceptos de valor, se consideran entre ese reducido grupo de países elegidos para llevar adelante la especie humana. El mantenimiento de la diversidad cultural se basa en la amistad y la buena voluntad dentro de una sociedad abierta, libre y global, y Japón es una nación culturalmente dotada en ese sentido. Por consiguiente, le corresponde a Japón llevar adelante sus intercambios culturales internacionales para contribuir al orden y la seguridad mundial.
Teniendo en cuenta esta teoría de las autoridades japonesas, a la Comunidad Internacional  no le queda otra que confiar en Japón. Ciertamente, a juzgar por su evolución histórica y partiendo de un análisis de su política exterior, tales postulados parecen ser simples mecanismos estratégicos utilizados desde la oficialidad para consumar el anhelo de alcanzar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y un papel más relevante en Asia. La diplomacia japonesa para esos fines, utiliza la estrategia más válida acorde a la coyuntura externa y a la historia de la nación: su tradición cultural.
Por otra parte, habría que enfatizar en la importancia que acredita la diplomacia japonesa al vocablo confianza. Este se vuelve fundamental en el examen de la política exterior actual. Para el logro de tal confianza en Japón, se sabe que el intercambio cultural no debe ser unidireccional, sino que es importante entender y asumir, al menos en parte, la cultura del país receptor en tales intercambios. Esta política forma parte de la clave para promover relaciones de confianza mutua. A partir del aumento de la percepción en torno a la familiaridad de Japón para con el mundo, se eleva su presencia en la Comunidad Internacional. De ello se deduce que en la política exterior, la nación asiática pone por delante la confianza, la familiaridad, la cooperación y la amistad. Esta es la lógica de pensamiento japonés. He aquí resumida, básicamente, su estrategia.
En una sociedad basada en el conocimiento, las actividades económicas y políticas dependen cada vez más de la cultura. Las autoridades japonesas saben que mediante el fomento de la cultura nacional a través de sus actividades internacionales, se estará en una mejor posición para contribuir a nuevos valores en la sociedad global. Sobre todo porque es bien sabido que en el siglo XXI, la clave para influir (intervenir) en los demás países, además del poder militar, político y económico, es el atractivo de su estilo de vida y cultura.
El gobierno japonés toma más medidas en función de priorizar la promoción de culturas autóctonas que en difundir la cultura elitista de los grandes centros urbanos. Tal política está relacionada con el criterio del gobierno japonés que apoya la diversidad cultural en la esfera internacional con el propósito de alcanzar un lugar más representativo en este sentido.
Dentro de las políticas culturales al interior de la sociedad, está el apoyo a la revitalización de los  Museos de Artes y de Historia como parte de los proyectos de desarrollo regional que aprovechan el patrimonio cultural para promover el turismo y el intercambio internacional sobre la base de exposiciones y eventos internacionales con ciudades vecinas. Igualmente, se aboga por llevar la cultura japonesa a los países que carecen de una demanda de la misma y ello, obviamente, invita al efecto contrario19 . Tal cultura transportada debe carecer de los efectos de un discurso cargado del nihonjin-ron, y así se eliminan los estereotipos de diferencias entre Japón y el mundo. Del mismo modo, se trabaja porque los medios de comunicación occidentales cesen de  transmitir la idea de  que la cultura japonesa es inmutable o eterna. Japón en su condición de archipiélago, se ha desarrollado a través del contacto con otras culturas en un proceso de asimilación y adaptación, elemento este muy aprovechable para sus proyecciones internacionales.
Asimismo, otro cambio visible en el diseño de  la política cultural nipona es el hecho de reconsiderar quiénes son los portadores de la cultura japonesa. Si antes se pensaba que los japoneses eran los únicos exportadores de su cultura, ahora se sostiene que la cultura que se incubó en Japón, es propiedad común de todo el mundo. Todas las personas que visitan Japón, con el objetivo de conocer su cultura, son considerados portadores de la cultura japonesa, independientemente de su nacionalidad. El mejoramiento de la educación del idioma japonés para los extranjeros, con el propósito de lograr una mayor comprensión mundial de la cultura japonesa en cada país donde se estudie, es otra de las políticas culturales delineadas20 .
De acuerdo  con la Ley Fundamental para la Promoción de la Cultura, las Artes y las Políticas Básicas del Gobierno Japonés,  la Agencia de Asuntos Culturales puso en marcha un paquete de medidas para facilitar los intercambios culturales internacionales y proteger el patrimonio cultural nipón en el extranjero. Tales acciones tienen como fin abrir las puertas a las pretensiones de política exterior de la nación21 .
Entre las acciones realizadas se encuentran la participación en Foros Internacionales sobre Cultura (Foro Japón-China-República de Corea; ASEAN+3 que reúne a los Ministros de Cultura de los países miembros; reunión de Ministros de la ASEM, entiéndase Asia y Europa), el intercambio internacional de artistas y especialistas a través del programa “Enviado Cultural de Japón”, organizar y apoyar la participación en eventos internacionales relacionados con el arte y la cultura (fiestas y festivales de cine celebrados en Japón), intercambio con los países del sudeste asiático y de las Naciones Unidas (seleccionados acorde a los objetivos de su política exterior) en el Año de Intercambio Internacional (referido a que cada año el intercambio se realizará, sobre todo, con un país en particular).  Por último, aparece el intercambio cultural con el Este de Asia  para fortalecer las relaciones con los países de Asia Oriental (incluyendo China, Corea del Sur y otros miembros de la ASEAN), que se han convertido en un problema para las pretensiones de mayor dinamismo internacional de Japón.
Otras alternativas de mayor alcance social (difusión del manga, el ánime, los video-juegos, las películas de autoría japonesa, revistas de entretenimiento, etc), tienen como fin trasladar la cultura japonesa al mundo, y, de ese modo, influir positivamente en la imagen que se tiene a nivel global sobre Japón. Cada vez más se demuestra que  la imagen que se tiene de un país es un activo fundamental para defender los intereses de los respectivos Estados en las nuevas relaciones económicas y políticas.
Japón practica la política de ser un potente transmisor de la cultura popular, el arte multimedia, la moda y la música pop con sus consecuentes ídolos juveniles. Para la realización de ese fin, se apoya en un gran número de investigadores y estudiantes que se interesan por conocer su cultura. De modo tal, la nación asiática se caracteriza por poseer una alta industria del entretenimiento a través de personajes que transmiten mensajes marcados de intenciones como pueden ser pokemon y doraemon. El alto consumo en la región asiática de la industria pop nipona, el manga y el ánime, el cúmulo de películas de autoría japonesa, los video-juegos y las distintas  publicaciones realizadas por autores japoneses en el exterior sobre su cultura, hablan por sí mismas de la implementación de las nuevas políticas culturales en el mundo globalizado.

Tras los signos de la inflexibilidad japonesa: una valoración inminente y una conclusión primordial.
Pese a estos logros, el mundo que rodea a Japón está lleno de retos, sobre todo por la crisis sistémica y los cambios estructurales que están teniendo lugar en el país. Por esto, Japón no puede basar su proyecto exterior solo en mostrar al mundo una unicidad cultural sostenida en su pasado.  Japón no se puede mostrar como una cultura universal elegida para llevar la delantera en el intercambio cultural mundial, o lo que es lo mismo, en las relaciones internacionales entre los Estados, si se basa solo y estrictamente en su pasado histórico-cultural.
La nueva era exige nuevas estrategias y conceptos (referidos al ámbito de la cultura) en el intercambio cultural internacional. Japón los encontró, pero su modo de realización busca el pasado todo el tiempo en momentos donde la crisis sistémica no ha abandonado la escena. Es necesario, poner mayores esfuerzos para introducir en tales intercambios a la cultura japonesa contemporánea, en un intento por conseguir que el visitante no se lleve una imagen homogeneizada o estereotipada de la cultura japonesa, ya sea tradicional o moderna.
La cultura japonesa contemporánea es una mezcla de antiguas tradiciones locales, influidas por las civilizaciones del continente asiático y por la cultura occidental. Hecho que explica la ambivalencia de la actual política gubernamental que aboga lo mismo por el renacer de la identidad cultural local y la cultura tradicional, que por favorecer los intercambios internacionales, asumiendo que los estímulos externos son indispensables para mantener la vitalidad cultural de la nación.
En la actualidad, la racionalidad del progreso técnico determina el dominio político, económico, social y cultural. Se ha reforzado el capitalismo y con él también se han reforzado los mecanismos de dominación. En consecuencia, el Estado japonés ha utilizado varias alternativas para alcanzar mayor protagonismo político internacional e intentar legitimarse así en la cima de la Comunidad Internacional. El basamento de todas las medidas adoptadas tiene como trasfondo la internacionalización de su cultura.
La ejemplificación de las políticas culturales de Japón demuestra la política estratégica que sigue el país por convertirse en un potente transmisor de la cultura popular, del arte multimedia, de la moda y de la música pop con sus consecuentes ídolos juveniles. De modo tal, la nación asiática se caracteriza por poseer una alta industria del entretenimiento a través de personajes que transmiten mensajes marcados de intenciones. El alto consumo en la región asiática de la industria pop nipona, el manga y el ánime, el cúmulo de películas de autoría japonesa, los video-juegos y las distintas  publicaciones realizadas por autores japoneses en el exterior sobre su cultura, hablan por sí mismas de la implementación de las nuevas políticas culturales en el mundo globalizado.
No obstante, a Japón le resta mucho camino por transitar para conseguir sus propósitos y ver cumplida su nueva estrategia en política exterior. Este es un tema en plena evolución y por lo mismo deja poco margen a las valoraciones históricas que no se hacen sobre la marcha del acontecimiento sino a partir de sus resultados. De cualquier forma, es válido destacar que, en principio y pese al logro, o no, de tal estrategia, el mérito desde ahora para un país que pese a al alto grado de mantención hasta donde ha sido posible de su tradicionalidad no ha dudado en ponerse al día e intentar al menos, entrar con éxito en el emergente contexto de las relaciones internacionales impuestas por la globalización.

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1 Consultar: Castro, José Manuel. La globalización en la economía mundial. ¿Cómo detener su tendencia depredadora? Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2005, p.18; Pazos, Luis. Globalización: riesgos y ventajas. Editorial Diana, México D.F, 2001, p.45.

2  Ver: Gunder Frank, André. “Globalización, no occidentalización”. En: López, Francisco.  Los retos de la globalización. Ensayo en homenaje a Theotonio Dos Santos. (s.e), Caracas, 1998. Versión digital disponible en la Biblioteca Virtual de CLACSO: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/unesco/gunder.rtf; Bentley, Jerry. “Cross-Cultural Interaction and Periodization in Word History”. En: American Historical Review.(s.e), (s.l.e), 1996, Vol. 101, pp. 745- 753; Wallerstein, Inmanuel. “Globalization or the Age of transition? A Long Term View of the Trajectory of the World-System”. Consultado en: http://fbc.binghamton.edu/iwtrajws.htm.

3 Ver: Martínez, Berenice Ixchel. “Asimilación de la cultura occidental contemporánea en la sociedad japonesa posmoderna: capitalismo y modernidad”. Universidad de las Américas, Puebla, 2006, pp. 44-46. (Tesis de Licenciatura inédita).

4 Tomado de: Notas de Conferencias sobre Globalización y Relaciones Internacionales impartidas por el profesor Silvio Baró en: Maestría en Estudios Hemisféricos y Relaciones Internacionales (2012-2014).

5 Ver: Colectivo de autores. Transnacionalización y desnacionalización. Ensayos sobre el capitalismo contemporáneo. Editorial Félix Varela, La Habana, 2002.

6 Para la primera década del siglo XXI es un hecho que existe a nivel mundial un nuevo modo de comportamiento en las relaciones internacionales. Lejos queda aquél modelo tradicional que asumía estas como relaciones exclusivas entre los diferentes Estados. En la escena global cada vez es mayor la interdependencia interestatal, la aparición de entidades no gubernamentales  así como intercambios comerciales y corporaciones transnacionales que, junto a variadas instituciones multilaterales (ONU, OMS, UNESCO, OMC y FMI, entre otras) influyen, en unos casos, y determinan, en otros, el curso de las relaciones internacionales.

7 La autoconservación del individuo presupone su adaptación a las exigencias de la conservación del sistema. Ya no le queda posibilidad alguna de sustraerse al sistema.

8 Partiendo  entonces de dicho presupuesto conviene dejar establecido qué se entenderá, a los efectos de este análisis, como cultura. a tales efectos, se asume el concepto que aparece en  la  Declaración Universal de la UNESCO del año 2001 sobre la Diversidad Cultural y que plantea lo siguiente: “la cultura tiene que ser considerada como el conjunto de características espirituales, materiales, intelectuales y emocionales propias de una sociedad o grupo social”, y que “abarca, además del arte y la literatura, los estilos de vida, las formas de convivencia, los sistemas de valores, las tradicio­nes y las creencias”.

9 La situación prevaleciente en Asia, la alianza de Tokio con Washington, las relaciones cada vez más tensas entre China y Japón y los intentos de enmienda del artículo IX de la Constitución fueron motivos constantes de debate durante los noventa y aún en el presente.

10 El artículo IX de la Constitución de 1946 representó y representa un símbolo del ideal pacifista que se enarboló en Japón tras la Segunda Guerra Mundial. A través de él formalmente se (…) “renuncia a la guerra como derecho soberano de la nación y al uso de la fuerza como medio para solucionar disputas internacionales”. De ahí que sea preciso su derogación para fijar un nuevo rol político y militar de la nación japonesa.

11 Ejemplo de ello es la Declaración Conjunta Norteamericana-Japonesa sobre seguridad de 1996 que ratificaba a Japón como máximo garante de la seguridad en el Asia-Pacífico.

12 Organización internacional surgida al calor de la Guerra Fría bajo la supremacía de los países vencedores de la Segunda Guerra Mundial (La entonces Unión Soviética, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y luego China) con el propósito de preservar la paz internacional.

13 Para tales propósitos Japón ha tenido que incrementar su participación en las Operaciones de Mantenimiento de la Paz de la ONU y, por ello, ha habido serias discusiones al interior del país debido a la supuesta violación del artículo IX de la Constitución que tales acciones remiten.

14 Entre sus principales dificultades aparecen: desequilibrio entre la atención y cumplimiento a los derechos humanos; necesidad de lograr mayor coordinación entre los diferentes organismos principales de las Naciones Unidas y las agencias especializadas y organizaciones no gubernamentales, ausencia de voluntad política de los Estados para cumplir con los documentos y tratados creados en la Organización; así como el incumplimiento del pago de las cuotas de los Estados miembros, y, el incremento de conflictos relacionados con el racismo, la discriminación y la xenofobia en países desarrollados así como las dificultades de algunas misiones de paz para lograr sus objetivos.

15 La reforma del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en particular,  ha sido un punto crucial del debate internacional en las dos últimas décadas en tanto es el organismo que alberga de modo permanente y con facultades omnímodas a los países vencedores de la Segunda Guerra Mundial. El hecho de que la composición actual del órgano más poderoso de la ONU sea un símbolo de la realidad imperante al final de la Segunda Guerra Mundial y no refleje la correlación de fuerzas económicas y políticas en el mundo, es una razón importante de su falta de legitimidad. De ahí las permanentes presiones en pos de su transformación por parte de la gran mayoría de la comunidad internacional. Al respecto consultar: Reformas en las Naciones Unidas. Propuestas por el Sr. Kofi Annan, Secretario General de la ONU en su informe “Un concepto más amplio de libertad, Desarrollo, seguridad y derechos humanos para todos”. Críticas y propuestas de: la Asociación Americana de Juristas (AAJ) y el Centro Europa-Tercer Mundo (CETIM), Junio 2005. Disponible en: http://www.cetim.ch

16 El Consejo de Seguridad está constituido por 15 miembros, 5 permanentes y 10 elegidos por la Asamblea General por períodos de dos años, por mayoría de dos tercios.

17 Japón inició el siglo XXI como el mayor contribuyente del ODA, además basa su política económica exterior en la promoción de exportaciones hacia el país de las naciones menos desarrolladas aplicándole tratamiento especial de libre cuota y libre deuda.

18 Ver: Martínez, Ivette. La política exterior de Japón en la década de los noventa, Tesis de Maestría, ISRI, La Habana, curso 2000-2001, pp.10-16.

19 Ampliar en: Agencia de Asuntos Culturales. “Promoción de Museos”. Disponible en: http://www.bunka.go.jp/english/index.html.

20 Ampliar en: Agencia de Asuntos Culturales. “Difusión de la cultura japonesa y medidas de Cooperación Internacional a través del  Intercambio cultural International”. Disponible en: http://www.bunka.go.jp/english/index.html.

21 Ver: Agencia de Asuntos Culturales. “Informe Acerca de la futura promoción de intercambio cultural internacional (24 de marzo 2003 Grupo Asesor del Comisionado de Intercambio Cultural Internacional)”. Disponible en: http://www.bunka.go.jp/english/index.html.


 

El Observatorio Iberoamericano de la Economía y la Sociedad del Japón es una revista académica, editada y mantenida por el Grupo eumednet de la Universidad de Málaga. Tiene el Número Internacional Normalizado de Publicaciones Seriadas ISSN 1988-5229 y está indexada internacionalmente en RepEc.

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