Observatorio de la Economía y la Sociedad China
Número 8- septiembre 2008

¿QUE QUIERE CHINA DE ÁFRICA?

 

Martín Checa-Artasu (*)
Centro de estudios en geografía humana
Colegio de Michoacán
 

La cada vez más notoria presencia de China en África está generando un debate abierto fundamentado las características específicas de la actuación china en el continente africano (Holslag, 2007; Braud, 2005). A grandes rasgos, dos son las posturas imperantes respecto a esa actuación. Unos consideran que el gigante asiático es una versión neocolonial de un explotador ávido de recursos naturales que incluso ha sido tildado de imperialista (Marks, 2006; Niquet, 2007; Melber, 2007, Rocha, 2008). Otros ven en la actuación de China en África, una posibilidad para incidir en el desarrollo de algunos países africanos, ligado esto, a la doctrina del desarrollo pacífico que desde 2005 pauta las relaciones internacionales chinas (Yi, 2005:91-92; Rocha Pino; 2006:712-714; Guo, 2006). No pocas voces alertan de la falta de ética de la intervención económica de China, pragmática en extremo, a quien no le importa tomar tratos con regimenes considerados corruptos o nada escrupulosos con los derechos humanos en las estancias internacionales o producir daños medio ambientales(Manji & Marks, 2007; Qinglian, 2008; Taylor, 2008). Algunos, ya alertan de las posibles consecuencias a medio y largo plazo de la dependencia de las exportaciones al gigante asiático para algunos países africanos, pudiendo provocar el fenómeno económico conocido como“dutch disease”(Rocha, 2008).

Efectos y consecuencias a parte, la relación África-China promueve un marco de relaciones internacionales marcado por los presupuestos de la doctrina del desarrollo pacífico (heping fazhan) articulada por la República popular de China desde 2005. Esa doctrina articula conceptos confucianos como la armonía adaptados a las relaciones exteriores que se ligan otros desarrollados por el gobierno chino como el nuevo concepto de seguridad donde se considera que la economía internacional debe ser la base de la seguridad global en un marco de beneficio mutuo y de prácticas entre iguales y que las relaciones entre los estados deben basarse en cinco principios básicos: respeto a la soberanía e integridad territorial, no agresión, no interferencia en los asuntos internos del otro, igualdad y beneficio mutuo y coexistencia pacífica (Rocha Pino, 2006:695-696, Guijin, 2004). China busca con todo ello caracterizarse no sólo como potencia emergente sino como un gran poder pacífico, no amenazante y eminentemente colaborativo y responsable de su papel en el mundo.

 


Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Checa-Artasu, M.: "¿Que quiere China de África?" en Observatorio de la Economía y la Sociedad de China Nº 08, septiembre 2008. Accesible a texto completo en http://www.eumed.net/rev/china/



 
Base económica de una relación geopolítica

Como se puede intuir la base económica es clave para entender esa relación geopolítica. Cifras apuntan a un crecimiento de esa relación, pero que aún es pequeña, amén de más cualitativa que cuantitativa y dispar entre las partes, por ejemplo el comercio exterior desde África representa sólo entre el 2,5% y 3% del comercio exterior de China y en el año 2005, las inversiones chinas en África solo el 10% del total de las realizadas en todo el mundo (Iranzo & Herrero, 2007:16; ECOWAS-SWAC/OECD, 2006:4) Asimismo, en 2005, las inversiones china representaban sólo el 3,27% del total de inversión extranjera directa en África cuantificada en 36.000 millones de dólares (UNCTAD, 2007)

Con todo y con ello, los datos macroecómicos apuntan a una cada vez relación entre las partes, por ejemplo, la inversión china en África ha pasado de los 10 millones de dólares en el año 2000 a los 1.180 millones de dólares en 2005 (Iranzo & Herrero, 2007:5). El volumen del comercio bilateral en 2005 era de 55.500 millones de dólares, cinco veces y media superior al de 2001 y dieciocho veces superior al de 1995 (Iranzo & Herrero, 2007:15). En el 2004, la República Popular de China se convertía en el tercer socio comercial de África por detrás de EE.UU. y Francia.

Asimismo, los países africanos mantienen un régimen igualitario de exportaciones e importaciones aunque se puede vislumbrar un incremento del valor de lo que China extrae del continente respecto a lo que los africanos compran a China. Según un estudio de ECOWAS (2006:5), las importaciones africanas desde China eran de 4205 millones de dólares y las exportaciones chinas de África era de 4.916 millones, considerando el promedio entre 1993 a 2004. Según datos de la United Nations Conference on Trade and Development (UNCTAD) para 2005, África básicamente importaba de China, bienes de consumo como un 16% en textiles, un 14% en zapatos y ropa, un 8% en vehículos y un 8% en equipos de telecomunicaciones, entre otros.

Ahora bien, la moneda de cambio, son recursos mineros, básicamente petróleo, suponía el 71% en 2006 de las exportaciones africana hacia China y se concentra en países como Sudan, Angola y República del Congo; hierro el 13%; madera el 2%; piedras preciosas, el 3% y una cierta especialización en algodón, el 4,2% en 2006, concentrada en países como Mali, Chad, Benin y Burkina Faso.

A tenor de los datos, queda claro que la búsqueda de materias primas básicas para el mantenimiento del crecimiento chino, especialmente petróleo y el desarrollo de un mercado, el africano, donde colocar productos chinos son los grandes motivos de la presencia de la República Popular de China en África.

El petróleo africano y China

China ve en África un proveedor petrolífero de primer orden y más si consideramos que en 2006, el 71% de las exportaciones africanas hacía China son de crudo. Los países productores africanos con estrechas relaciones con el gobierno chino vienen a cubrir parte de las necesidades de abastecimiento del gigante asiático y ejemplifican las formas del posicionamiento chino en la geoestrategia global del petróleo (Cole; 2003 y Hurst, 2006). . Cabe recordar que es el segundo consumidor mundial, - 6,59 millones bdp (2005), - que debe importar más del 50% de ese consumo. Además se estiman una necesidades de importación de crudo de 10,9 millones bdp para el año 2025 (Hurst, 2006:3). Igualmente, conviene mencionar que entre 1998 y 2003 el 60% de las remesas de petróleo a China provenían de Oriente medio. La conflictividad en esa zona ha sido un factor determinante para que el gigante asiático busque otras fuentes de exportación, para ello África era en cierto modo, un campo relativamente nuevo y poco explorado que en 2005 ya suponía el 30% de las importaciones de crudo de China.

Con todo y con eso, algunos analistas apuntan que la participación china en el mercado del petróleo africano se debe relativizar, puesto que aún es baja en comparación a las operaciones que realizan otros países. Además, si bien las importaciones de petróleo han crecido nueve veces entre 1998 a 2005, estas se concentran en unos pocos Estados en donde China no ha encontrado la competencia de otros países porque en la mayoría de los casos se trataba de explotaciones rechazadas por consideraciones técnicas, políticas y económicas (Downs, 2007:44)

Esas exportaciones de petróleo africano van asociadas a las inversiones que para la extracción, distribución y refinado dadas las escasas capacidades en esas áreas de los países productores. Para ello China ocupa a sus tres principales empresas del sector: China petrochemical corporation (Sinopec), China National petroleum corporation (CNPC) y China Offsshore Oil corporation (CNOOC).

Aunque, la relación petróleo-África-China abarca a diversos países del continente negro, especialmente en terrenos de prospección donde hay acuerdos firmados con Argelia, Angola, Congo, Gabón, Mali y Sudan; y en materia de compra de producción como en Nigeria. Sólo cuatro se pueden considerar como principales proveedores de China: Angola que representa el 45% de las exportaciones de crudo; Sudán, el 18%, República del Congo, 14% y Guinea Ecuatorial, 9% (ECOWAS, 2006: 10). Todos ellos son ejemplo de una ambivalente actuación china, sometida al pragmatismo y a la falta de ética en pos del preciado oro negro.

Para el caso sudanés, basta recordar, las supuestas cuantiosas, no hay datos fiables de las mismas, inversiones chinas en Sudán en refinerías, proyectos de industrias textiles y pesqueras, presas, construcción de infraestructuras como puentes, casi todas vinculadas con la movilidad y disponibilidad del oro negro de este país africano. Este se localiza en el sudeste de país, alejado de Port Sudan, en el Mar Rojo, punto de extracción del mismo (Askouri, 2007:101-103) A cambio de explotar ese petróleo, China ha ignorado los llamados de la comunidad internacional en contra del régimen de Omar al Bachir, Ahora acusado del genocidio de Darfur por el Tribunal Penal Internacional, ha bloqueado las posibles sanciones contra un régimen que se enriquece con las inversiones chinas mientras ignorada los derechos humanos de sus empobrecidos ciudadanos. (HRW; 2003:456-468). Así, por ejemplo, la República Popular de China donó 400.000 dólares a la Unión Africana para la crisis de Darfur a cambio de evitar sanciones a Sudán en el Consejo de Naciones Unidas. A cambio el régimen sudanés protege las inversiones chinas, desplazando y asesinando poblaciones “molestas” próximas a los proyectos chinos (Askouri, 2007:104-107). El principio que sustenta esa actuación china es el de la no injerencia en los asuntos internos de los estados. Sin embargo, esas posiciones están cambiando, debido a las presiones internacionales para el cumplimento de los acuerdos sobre Darfur de Naciones Unidas, donde la diplomacia china ha aproximado a las partes ( Gill, Huang y Morrison, 2007:15; Wenping, 2007:35; Guijin, 2008) y por la perentoria necesidad china de no emborronar su imagen internacional en el año de celebración de los Juegos Olímpicos en China, más cuando organizaciones no gubernamentales occidentales señalan al régimen de Beijing como uno de los máximos valedores del régimen genocida sudanés. Aunque esos hechos son irrefutables, si que conviene añadir que las operaciones petrolíferas chinas en Sudán no son unidireccionales y de las mismas participan terceros que también niegan y esconden esas complicidades asesinas con el régimen. Cabe mencionar que la extracción del petróleo sudanés se focaliza a través de la firma Greater Nile Petroleum Operating Company (GNOC) un consorcio donde China National petroleum corporation (CNPC) es el principal accionista junto con la empresa malaya Petronas, la sudanesa Sudapet y la ONGC Videsh de la India (Hurst, 2006:7). Por otro lado, también señalar que la perversa dinámica de exterminio indiscriminado de los opositores rebeldes al régimen sudanés desarrollada desde la década de los ochenta, también ha afectado a otros operadores petrolíferos como las canadienses, Arakis energy Corp y Talisman Energy Inc., la sueca Lundin Oil Company o la estadounidense Crevron, siendo en todos los casos, un ejemplo de la falta de escrúpulos de muchas multinacionales petrolíferas o de una condición asumible para poder operar en ese país que además, tristemente se repite en otros países africanos (HRW, 2003).

Otro ejemplo de falta de ética, pragmatismo y voracidad extractora, lo encontramos en Angola, el principal proveedor africano de petróleo hacia China, donde la necesidad de crear infraestructura extractiva para el petróleo descubierto en el país provocó que el gobierno chino se aplicase en ayudar a la antigua colonia portuguesa devastada tras años de guerra civil. La ayuda en forma de créditos con garantía de las extracciones petrolífera, inversiones y asistencia al desarrollo, valorada entre 8000 y 12000 millones de dólares, se destinaba, en principio a la reconstrucción de país. La contrapartida es el desplazamiento de soldados angoleños a la zona de Cabinda, donde se concentra el 60% del petróleo del país. La actividad de estos militares ha sido denunciada por Human Right Watch, por el nivel de detenciones y torturas a las que se somete a la población civil en aras de una protección del recurso petrolero preciado por los chinos. (Chan-Fishel: 2007:145-146)

La relación china con el petróleo africano va más allá, puesto que las necesidades de movilidad y producción de este recurso requieren de diversas infraestructuras. Esas son objeto de inversión china y de colaboración con otros países africanos. Hay algunos ejemplos de esto, la extracción y refinado de gas en Argelia, desarrollada bajo el paraguas de la cooperación técnico científica y la sinergia económica, eficazmente promovida por Hu Jintao a partir de 2004 (Porcu, 2006); el anuncio de la construcción de la primera refinería de petróleo en N’djamena, capital del Chad (BBC chinese, 2007); la construcción de un oleoducto hacía Camerún y las prospecciones off shore en la República del Congo por Sinopec (Iranzo & Herrero; 2007); las operaciones de prospección en la región de Gambella, en Etiopía, bajo la sospecha de violaciones de los derechos humanos (Hurst, 2006:8) y la donación de ayuda china tras el tsunami de 2004 a Somalia, a cuenta de prospecciones en el territorio, donde hay presencia de uranio y petróleo (Blendford, 2007).

Materias primas africanas, objeto del deseo chino

No se debe ignorar que existen otras materias primas susceptibles del interés chino en África dado los altos niveles de consumo que tiene el gigante asiático. El interés lleva asociada la voracidad explotadora junto con la generación de numerosos problemas medioambientales, así como un bajo nivel de respecto de los derechos laborales. Los casos empiezan a poblar la geografía africana, entre estos conviene destacar los ejemplos de la mina de hierro de Belinga en Gabón. Se trata de una de las últimas grandes explotaciones de hierro del planeta, ahora bajo la concesión de Sino Steel Co.y China National Machinery and Equipment Import and Export Corporation (CEMEC). Esta última firma se comprometió al desarrollo de un ferrocarril que permitiese la extracción del mineral, a cambio opera con total impunidad con respecto al medio ambiente (Legault, 2008). La explotación de la mina de cobre BGRIMM Zambia, propiedad en un 60% de China non ferrous metal industries. Allí se documentan escasa seguridad laboral y pronunciamientos antichinos por parte de los candidatos de la oposición que mediatizaron, por presiones diplomáticas, las elecciones en ese país centroafricano (Chan-Fishel: 2007:147-148). Casos similares se pueden dar en la República democrática del Congo donde empresa chinas como Colec, Feza mining o Nanjing Hanrui Cobalt Co Ltd se están haciendo con la propiedad de minas. En este caso, el interés chino no es sólo una necesidad de producto sino la voluntad de mantener el monopolio internacional de la venta de polvo de cobalto, usado por números multinacionales del sector de la electrónica de consumo (Chan-Fishel: 2007:148).

También en Gabón, la masiva explotación de maderas por parte concesionarias chinas pone en entredicho este recurso y esquilma los bosques de este país del Golfo de Guinea. La causa no es sólo la voracidad sobre el producto, sino también, las restricciones en China para la extracción de maderas locales. La madera, además, se convierte en un recurso susceptible de ser extraído de forma ilegal, cosa que sucede en países como Camerún, Guinea ecuatorial, Liberia o Mozambique, donde se encuentran empresas chinas que de forma encubierta operan y extraen ingentes cantidades de madera difícil de reponer, consolidando algo que ya empieza a ese conocido como el “take away” chino. (Lemos y Ribeiro, 2007: 87-90)

A manera de conclusión.

Si bien esa parte negativa existe y es difícil desconocerla, hay que señalar que crecimiento comercial chino-africano significa una oportunidad para los países africanos participantes, ya no sólo por la exportación de determinados productos, léase recursos minerales y energéticos, sino como importador de bienes de consumo producidos en China. Estos permite la activación de un mercado aún pequeño y débil: el propio mercado regional africano (Boardman, 2007). Igualmente, la ayuda técnica asociada a las inversiones permite la generación de ofertas laborales diferentes e incluso inéditas para no pocas regiones donde la inversión china se deja sentir, este es el caso por ejemplo de las acciones emprendidas en Etiopia. Allí podemos constatar, por un lado, una joint venture entre la etiope Tacase Hydropower station y la China Hydropower Joint group supone un importante proyecto de gestión de agua en ese país y que a la vez lleva asociado la construcción de una carretera por parte de la China Road and Bridge Corporation (CRBC). Ambos proyectos son generadores de mano de obra en cantidades significativas. Esta vía ligada al proyecto de gestión hídrica es sufragada en un tercio por parte del gobierno chino (Blenford, 2007).

Los datos y los ejemplos nos hablan de una sinergia entre dos mercados derivados de una economía en auge y de unas economías en construcción, esa es la tesis que parece apuntar, Boardman. Aun y esa situación al parecer halagueña para ambos lados no se debe obviar que la agresividad comercial china usa un guante de seda en unas relaciones diplomáticas más o menos consensuadas, da ayuda al desarrollo para enmascarar una voracidad en materias primas y la necesidad de colocación de productos chinos que permiten prolongar su crecimiento económico y determinar su posicionamiento en la geopolítica mundial.

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* Martín Manuel Checa Artasu (Barcelona, 1969) Doctor en geografía humana por la U. Barcelona, Master en dirección y administración de empresas (MBA) por la U. Politécnica de Cataluña y Licenciado en Geografia e historia (esp. arqueologia) por la U. de Barcelona. Postgrado de Estudios de China y el Mundo chino por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Actualmente, cursa el Master de Estudios de Asia Oriental de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Ha sido profesor visitante en la U. de Quintana Roo dentro del programa de inserción de doctores españoles en universidades mexicanas (ANUIES-AECI) y profesor de Instituto tecnológico y de estudios superiores de Monterrey (campus Puebla). Actualmente es Profesor Investigador del Centro de estudios en Geografía humana del Colegio de Michoacán (México).



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