José Antonio Montes de Oca Wert*
Dairen Zamora López**
Universidad de Oriente, Cuba
Correo: wert@uo.edu.cu
Resumen
      En el presente trabajo se analizan, a partir de algunos  postulados socioantropológicos, aspectos importantes relacionados con prácticas  sociales de salud existentes en la población a la hora de enfrentar las enfermedades,  específicamente el uso de medicina tradicional, debido al alto grado de  aceptación y aplicación en la población, para brindar elementos que permitan  trazar estrategias de intervención en salud cada vez más integradas a las  culturas locales en cada territorio.
      Palabras claves: prácticas sociales de salud, medicina tradicional,  folclor médico comunitario, sistema de cuidados de salud
      Abstract
      Presently work is analyzed,  starting from some socioantropological postulates,  important aspects related with social practices  of health in the population when facing the illnesses, specifically the use of  traditional medicine, due to the high grade of acceptance and application in  the population, elements that allow to trace intervention strategies in more  and more integrated health to the local cultures in each territory.
       Key words:  Social practices of health, traditional medicine, community medical folklore,  customs, beliefs, socialization, health care system
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato: 
José Antonio Montes de Oca Wert y Dairen Zamora López  (2020):  “La medicina tradicional como práctica social en el marco del sistema de cuidados de salud”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (marzo 2020). En línea:
 https://www.eumed.net/rev/caribe/2020/03/medicina-tradicional-practica.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/caribe2003medicina-tradicional-practica
La  medicina tradicional es una realidad presente en todo el mundo. Como su nombre  indica, forma parte del patrimonio cultural de cada país y emplea prácticas que  se han transmitido de una generación a otra desde centenares de años antes del  desarrollo de la medicina actual. Refleja la cultura de un país, su historia y  creencias.
          Como  la medicina tradicional o popular ha estado vinculada con los procesos  sociales, continúa vigente en numerosas culturas, etnias y estratos sociales, y  actualmente existen controversias con respecto a su valor científico. Sin  embargo, es importante mencionar que gran número de estas prácticas se han  incorporado en la cotidianeidad a la tradición familiar.
          Las  terapias de la medicina tradicional incluyen terapias con medicación si implica  el uso de medicinas con base de hierbas, partes de animales y/o minerales, y  terapias sin medicación, como es el caso de la acupuntura, las terapias  manuales y las terapias espirituales. No obstante, se puede decir que el uso de  las plantas con fines curativos, constituye sin dudas, la terapia más antigua y  variada de cuantas existen. Desde los orígenes de la humanidad, ha ido  transmitiéndose de generación en generación este conocimiento.
          Tratar  de explicar las acciones sociales en salud, desde una perspectiva sociológica,  lleva consigo Ia convicción de que la sola descripción de las condiciones  objetivas no logra explicar totalmente el condicionamiento social de las  prácticas, es importante también rescatar al agente social que estimula las  prácticas y a su proceso de producción. Pero se trata de rescatarlo, no en  cuanto individuo sino como agente socializado, es decir, de aprehenderlo a  través de aquellos elementos objetivos que son producto de lo social.
En medio de la práctica social, las  sociedades, y dentro de ellas los actores sociales, han desarrollado una  experiencia y han sistematizado formas especiales de conocer o saber acerca de  la salud y la enfermedad. Así ha ido configurándose un conjunto de nociones y  conocimientos formados unas veces en la práctica espontánea y cotidiana de la  gente común, otras a partir de la práctica popular-empírica que concentra y  sistematiza la experiencia de la colectividad en largo tiempo, (folclor médico)  y en otras ocasiones el llamado ‘saber formal’, pilar básico de las acciones de  salud institucionales, y que surgen de la práctica profesional-técnica que  sistematiza la experiencia social.
          Guiddens  da una visión dialéctica a partir de su teoría de la estructuración social,  pues la misma plantea la existencia de un sistema social que define como  “conjunto de relaciones reproducidas entre actores y colectividades organizadas  como prácticas sociales regulares” (Giddens, 1991:17). Para poder explicar este  concepto es necesario partir del hecho de que las prácticas humanas son  recurrentes, “no son creadas por los actores sociales, sino continuamente  recreadas a través de diversos medios” (Guiddens, 1991:17-18). 
          Lo  anterior lleva a adentrarse en la relación entre la estructura y la acción que  esboza Anthony Giddens, donde la estructura es la mediadora de la acción de los  individuos, condicionando en ellos las prácticas sociales. En tal sentido,  define estructuras como las “propiedades estructuradas que hacen posible la  existencia de prácticas sociales discerniblemente similares, a través de los  diferentes periodos de tiempo que le dan su forma sistemática, guardando  estrecha relación una con la otra” (Guiddens, 1991:17).
          Son  las estructuras las que permiten a las prácticas sociales tener esa existencia  objetiva y regular. Por otro lado las estructuras no existen en el tiempo y el espacio  “la estructura solo existe en y mediante las actividades de los agentes  sociales, donde los sujetos son los que llevan consigo las prácticas sociales”  (Held, 1986:249) , significa esto que existe una mutua correspondencia entre  ambas, de tal manera que no se puede hablar de una, sin hacer referencia a la  otra.
          Los  individuos actúan en correspondencia a lo que la conciencia social les dicta y  en muchas ocasiones, como en el tratamiento a su salud, estos actos no  responden a lo que está legitimado, tal es el caso de la automedicación con  plantas medicinales. Podemos decir que la tradición acumula una memoria  histórica colectiva que reproduce simbólicamente hábitos, costumbres y modos de  vida que se particularizan en manifestaciones espontáneas, cotidianas, no  necesariamente institucionalizadas que van conformando el folclor médico como  parte de una cultura popular. 
          En tal  sentido, Bourdieu considera que la realidad social existe en las mentes, en los  campos y en las prácticas, dentro y fuera de los agentes, por eso toda  expresión que enriquezca el medio en el cual el individuo se desenvuelve y  defiende sus tradiciones, es constituida práctica cultural. 
          Esta  posición lleva necesariamente una relación construida entre los dos modos de  existencia de lo social: las estructuras sociales externas, lo social hecho  cosas, plasmado en condiciones objetivas, y las estructuras sociales  internalizadas, lo social hecho cuerpo, incorporado al agente.
          El  habitus, generado por las estructuras objetivas, genera a su vez las prácticas  individuales y dicta a la conducta esquemas básicos de percepción, pensamiento  y acción. Por ser “sistemas de disposiciones durables y transponibles,  estructuras predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes” (Barbano,  1969:66) , el habitus sistematiza el conjunto de las prácticas de cada persona  y cada grupo, garantiza su coherencia con el desarrollo social más que  cualquier condicionamiento ejercido por otras vías.
          En  consecuencia, “las prácticas son al mismo tiempo necesarias, en cuanto  actuación de la estructura objetiva interiorizada (hábitus), y autónomas en  cuanto responden también a coyuntura, a eventos, que pueden presentar, a las  veces, características diferentes de la estructura objetiva. Las prácticas, en  todos los casos, producen, reproducen o trasforman la estructura, y aunque los  agentes parecen inconscientes, se trata de acciones históricas.” (Gutiérrez,  2005:35)
          Es en  esta realidad social donde se construyen las relaciones de símbolos  significantes que hacen posible el empleo de medicina tradicional para el  tratamiento a la salud y que son internalizadas por los individuos y  exteriorizadas a través de las prácticas sociales.
          En  este sentido, George Herbert Mead, implementa el concepto de símbolos  significantes asociado a las prácticas culturales. “Símbolo significante es una  suerte de gesto que solo los humanos son capaces de realizar. Los gestos se  convierten en símbolos significantes cuando surgen de un individuo para el que  constituyen el mismo tipo de respuesta que se supone provocarán en aquellos a  quien se dirigen. Los símbolos significantes hacen posible los procesos  mentales, espirituales, etc.” (Mead, 1972:32)
          La  interpretación y asimilación de las prácticas sociales de Medicina Natural  tradicional y el folclor médico en particular, debe ser vista a través de los  agentes socializadores, los cuales establecen relaciones de símbolos  significantes a nivel cognitivo que permiten la reciprocidad y comunicación  entre los mismos.
          Como  se explicaba anteriormente los símbolos significantes permiten a las personas  ser los estimuladores de sus acciones y prácticas sociales, permitiendo la  adaptación en el sistema social con el resto de los individuos que les rodea y  ordena su pensamiento a la hora de accionar frente a una situación de salud  determinada.
          Siguiendo  esta misma lógica de pensamiento tenemos el concepto de universo simbólico  ubicado por Peter Berger y Thomas Luckman, el cual se construye precisamente  sobre la base de esos símbolos significantes que se asocian con prácticas  culturales determinadas.
          En los  universos simbólicos según lo definen “…Lo que tiene particular importancia es  que las situaciones marginales de la vida del individuo (marginales porque no  se incluyen en la realidad de la existencia cotidiana en la sociedad) también  entran dentro del universo simbólico” (Berger, Luckman, 1993, 60)
          En el  análisis que se realiza en la “Construcción Social de la realidad” acerca de  las situaciones marginales, el universo simbólico en la síntesis de todos los  conceptos anteriormente analizados conforma y da sentido al folclor médico  comunitario.
          Estas  relaciones de símbolos significantes conforman un universo simbólico propio de  la cultura popular tradicional, entendido como: “Cuerpos de tradición teórica  que integran zonas de significados diferentes (…) en una totalidad simbólica”  (Berger, Luckman, 1993: 60), donde la cultura popular tradicional es una franja  sui géneris de significados que se agrega a una totalidad simbólica, en este  caso la cultura en su sentido más amplio.
          Los  universos simbólicos tienen la particularidad de incluir y reproducir las  tradiciones y prácticas sociales, por tanto, el universo simbólico es  fundamental en la conformación del folclor médico, en tanto sintetiza todos los  otros elementos que lo conforman. “Los universos simbólicos se conciben como la  matriz de todos los significados objetivados socialmente y subjetivamente  reales.” (Berger, Luckman, 1993, 61)
          Es  importante tener presente en este punto la visión sistémica de Niklas Luhmann,  pues los actores individuales o colectivos del entorno, se valen de vehículos o  estructuras mediadoras como: el lenguaje, conocimientos, valores, normas,  acciones externas que dentro del sistema social responden a prácticas sociales  o emergencia de lo social, en este caso el uso autónomo de plantas medicinales  como práctica social de salud.
          Para  paliar las afecciones y dolencias que lo enajenaban del equilibrio de su salud  el hombre, con la acumulación del conocimiento empírico fue conformando un  caudal de capital de conocimientos que, a través de los procesos cognitivos  básicos, heredados de generación en generación a través de la tradición oral,  la memoria colectiva y más tarde la escritura, fue conformando ese acervo  cultural del que seguimos haciendo uso independientemente de la cultura o  ubicación geográfica.
          Los  individuos durante toda la vida aprenden del medio, captan de este los símbolos  significantes los que le aportan los conocimientos que usará durante toda su  vida para nombrar, clasificar y recordar los objetos, además le permitirán  percibir el entorno y es por esto que coincidimos con esta corriente que ve a  la interacción simbólica como la base de todo aprendizaje durante el proceso de  socialización.
          A esto  los funcionalistas lo denominaron: sistema simbólico compartido, para ellos “el  hombre no es un ente aislado, siempre vive, crece y se desarrolla en grupo y en  comunidad, nace y de hecho pertenece a una cultura determinada, de esta cultura  y de generación en generación, aprende inconscientemente elementos  materiales  e inmateriales en dependencia  de lo que ha interiorizado en el proceso de socialización.”(Ritzer,1983:256), idea  que apunta también al proceso conocido como la construcción social de los  patrones de comportamiento en salud.
          Entender  al sujeto en su mundo adyacente y en el intercambio constante de significados  resulta difícil, ya que estos, han sido internalizados a través de diferentes  códigos, que responden a los disímiles mensajes que la vida cotidiana le brinda  de manera empírica.
  “Toda  práctica social, es un resultado histórico que refiere un proceso, un por qué,  cómo, quiénes, dónde y al mismo tiempo, es una resultante que trasciende en  tanto práctica creadora de nuevos y múltiples sentidos.”(Bathes, 2004:32) 
          Las  prácticas sociales siempre han requerido de un sistema de significación  (lenguaje que permitiese la interacción entre los actores sociales). Martín  Barbero desde la sociología de la comunicación nos ofrece una perspectiva  válida en nuestro estudio porque expresa como las prácticas culturales se  convierten en mediaciones en el accionar diario de los individuos y responden  al medio social que los circunscribe. 
          En  este sentido las prácticas se encuentran cercanas, lejos de la legitimación  formal, todos participan y son protagonistas del intercambio de significados y  símbolos que se entrelazan, para enriquecer la realidad social. La  automedicación con plantas medicinales, se convierte en memoria del proceso de  socialización donde el intercambio exige una estrecha relación entre el  individuo y el medio que lo rodea. Consideramos que es esa variedad complementaria  de significados, la que ubica las relaciones sociales que, en su papel  articulador, están siempre juntas, atravesadas unas y otras por la práctica.
          En el  libro “El impacto del concepto de cultura en el concepto hombre”, del  antropólogo Clifford Geertz, podemos encontrar argumentos teóricos que  respaldan la idea de la existencia del folclor comunitario y su influencia  decisiva en el modo de comportarse de un grupo social determinado.
          Desde  su óptica, el autor defiende una concepción "estratigráfica" de las  relaciones entre los factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales  de la vida humana distinguiendo así 4 niveles. 
  El nivel orgánico, donde se hallan los fundamentos  biológicos de la condición humana,- el nivel psicológico que encierra los  factores psicológicos subyacentes como pueden ser las necesidades básicas,- un  tercer nivel social que hace referencia a las regularidades funcionales y  estructurales de la organización social , un cuarto y último nivel, producto de  la interacción de los anteriores que es el nivel cultural y que funciona como  base integradora de los mismos. (Geertz,1989:45)
          Considera  además que el hombre es el animal que más depende de esos mecanismos de control  extragenéticos, que están fuera de su piel, para regular su conducta.
  Por medio de la práctica social, las sociedades han  desarrollado experiencias y      sistematizado formas especiales de ‘conocer y saber’ acerca de la salud  y la   enfermedad, que han ido  configurando un conjunto de nociones y conocimientos     formados en la práctica cotidiana y  espontánea de la gente común, hasta llegar a la práctica empírica que concentra  y sistematiza la experiencia de la colectividad en largo tiempo.(Silva,1997:78) 
          El  conjunto de estas prácticas o usos sociales ha sido denominado folkways por  sociólogos norteamericanos, término que no tiene en si una adecuada traducción  en español. Estos usos o prácticas sociales comprenden millares de costumbres,  alguna de las cuales se refieren desde modos de comer, de saludar, de vestirse,  hasta fórmulas de comportamiento para el mantenimiento de la salud y la  erradicación de enfermedades.
          Es  preciso entonces aclarar que cuando hablamos de folclor, hacemos referencia al  folclor médico como manifestación de la Medicina tradicional o popular, en  nuestro caso, específicamente la medicina verde.
          Según  Manuel Martínez Casanova, la cultura popular está caracterizada por tres  elementos fundamentales: 
          • Tradicionalidad:  es decir, por su transmisión de generación en generación (no sin modificaciones)  de unas generaciones a otras por vía de la tradición oral fundamentalmente.
  • Carácter anónimo: reafirma su autoría colectiva
  • Elementos más vividos: (asumidos tal como son, porque son así,  porque de esa forma lo han hecho otras generaciones, etc.) validados por la  tradición (valorados, aceptados por comparación con otros.) (Yúdice, 2006:32)
          Por  supuesto que estos tres elementos descritos fundamentan la existencia de  determinadas costumbres dentro de la población, las cuales pueden ocasionar y  determinar diferentes modos de comportamiento en cuanto a salud se refiere  dentro de nuestras comunidades. En este sentido las normas que impone la  costumbre ofrecen un cauce firme y conocido para el curso de la vida,  individual y colectiva, con menos incertidumbre y temor. “Hacer las cosas como  los demás y como antes se hizo, facilita el entendimiento entre la gente”.(Nodarse,  1976:226 )
          José  Nodarse, en su libro “Elementos de Sociología” define las costumbres como modos  o formas de comportamiento colectivos arraigados por la tradición, las cuales  constituyen algo más que hábitos colectivos, pues entrañan también reglas o  normas de acción regidas por valores emocionales y sociales.
          Por  tradición, tendemos a seguir las costumbres establecidas y nos sometemos a su  imperio de modo subconsciente en la mayoría de los casos. Por tal motivo,  pensamos que el uso de plantas medicinales empieza a conformar parte de la  identidad cultural de un grupo humano dado, en cuanto la comunidad empieza a  asumir, de forma consciente tales prácticas para conservar su salud como  manifestación o expresión de su ser espiritual y material creado por el devenir  histórico y sociocultural. “La función reguladora más simple ejercida por las  costumbres se hayan representada por lo usos o prácticas sociales, o sea, los  hábitos sociales de comportamiento.” (Nodarse, 1976:224) 
          De  este modo, la atención a la salud constituye una expresión de la vida cotidiana  de la población, lo que posibilita o contribuye a que los conocimientos de la  medicina popular o tradicional se presenten como una manifestación de la  identidad cultural. 
          De  hecho, grupos étnicos y culturas diferentes reconocen diferentes dolencias,  síntomas y causas,  desarrollando  sistemas distintos de sanidad y de estrategias de saneamiento. De esta manera  el grupo social y la comunidad a la que pertenecen los individuos inciden en la  salud, no solamente a través de redes sociales de apoyo sino a través de la  cultura, tradiciones y religión, todos los cuáles están asociados a un estado  físico y mental.
          En  este caso, la cultura no ofrece modelos de conducta, sino principios de  actuación, brinda posibilidades de valerse de todo el desarrollo sociocultural  anterior para elegir el modo de proceder.
          Teniendo  en cuenta los elementos aportados, podemos inferir, tal como aseguran G. Foster  y Bárbara Anderson que “Todas las sociedades tienen su sistema de cuidado de  salud: creencias, costumbres, especialistas y técnicos destinados a conseguir  la salud y prevenir, diagnosticar, y curar las dolencias.” (Kottack,1996:623)  En dicho sistema, podemos reconocer dos componentes fundamentales:
          1-El  componente tradicional (todo el sistema de conocimientos, costumbres, y  prácticas de salud desarrolladas por la población en base a la tradición, a los  conocimientos adquiridos en la práctica.)
          2-El  componente institucional (hospitales, policlínicos, médicos de familia u  otras según cada caso o región.)
          El  estudio de la relación entre ambos componentes se ha hecho generalmente desde  el punto de vista bio-ético, sin llegar a valorar la incidencia que la misma  tiene en el comportamiento directo de los indicadores y del estado de salud  propiamente dicho, relegándose a un segundo plano la reflexión en torno a la  categoría rol social del enfermo, que permite revelar además que  la posición   del individuo en el sistema sanitario   no es más que un reflejo de las relaciones emanadas de la estructura  social.
          Por un  lado, los micro grupos en una sociedad elaboran constantemente saberes, sobre  su experiencia alrededor de los trastornos, pero las agencias de servicios solo  la construyen sobre aquellos casos que la población les remite. 
          La  interrelación entre ambos componentes en contextos como el nuestro es de  significativa importancia pues tras el tradicional se esconde todo el acervo  cultural de generaciones enteras dando paso a un folclor médico que durante años  ha existido para el tratamiento de disímiles enfermedades y que en ningún  momento debe ser subestimado por el institucional. 
  “A  nivel micro social son constatables ciertos elementos que argumentan que cada  vez más la salud de las personas depende de sus actitudes y conductas, pues las  desigualdades (en el contexto del sistema de salud cubano) no vienen dadas por  la accesibilidad o inequidad de los recursos sanitarios, sino por la Promoción  de Salud, el nivel de información y conocimientos, así como las actitudes y  prácticas sanitarias”. (Moncada,2001:38) 
          La  tendencia al autodiagnóstico, al consumo autónomo de medicamentos, la  resistencia a seguir las indicaciones médicas y dietéticas, o la incapacidad de  asumir comportamientos preventivos, son factores que no dependen únicamente de  la eficacia o no del sistema sanitario y su capacidad de interpretar y  comprender correctamente las necesidades de salud de la población, sino deben  ser considerados como un aspecto de un fenómeno mucho más amplio: las personas  poseen un conjunto de ideas que traducen en comportamientos sobre lo que es  relevante o no para su salud, sobre lo que hay que evitar para mantenerse sano  y curar las enfermedades.
  En el ámbito individual, la decisión de asumir acciones  preventivas depende de un conjunto de factores, en primera instancia, su  motivación a la salud, la incidencia que tengan en él los mensajes de promoción  y educación de salud  que recibe de forma  formal o informal, pero también  de la  relación que alcance con su médico, y en general de variables socioculturales  entre la que podemos citar la existencia en la población de elementos  tradicionales que les permiten tratar las enfermedades sin el debido  asesoramiento médico. (Moncada,2001:48)
          No se  trata de ir contra la tradición, sino de formar prácticas sociales de salud más  sanas sin luchar contra la cultura de cada comunidad. Sería más honesto  mantener intacta la capacidad de continuar aprendiendo, pero esta vez no sólo  en los manuales, sino también en esa fuente inagotable de saberes que es la  comunidad.
3.Conclusiones 
          Es de  vital importancia tener en cuenta el factor cultural a la hora de plantear las  estrategias de salud que se puedan llevar a cabo, pues las intervenciones  exitosas en esa materia no pueden imponerse de forma forzosa a las comunidades,  por el contrario, tienen que encajar en las culturas locales y ser aceptada por  sus receptores, o sea, ir a la par con lo que hemos dado a denominar el folclor  médico comunitario. 
4.Referencias