Rafael Juan Ramos González*
Aimara Damari Pérez Rodríguez**
Universidad de Las Tunas, Cuba
Correo: rafaelrg@ult.edu.cu
Resumen.
    
Este artículo trata sobre el significado que tiene la palabra emocionada del maestro/profesor  de Historia de Cuba, su capacidad de narrar y pintar con vivos colores en el  momento de llevar a cabo el proceso de enseñanza-aprendizaje, en el estudio y  la aprehensión de los contenidos de la clase, para no perder la memoria y  ayudar a sus estudiantes a conocer el pasado para, con sólidas bases, concebir  el futuro. Toda producción artística, literaria e intelectual, representa el  patrón cultural de la sociedad existente. El registro oral de la historia y su  transmisión de una generación a otra, es una producción cultural en función de esa  sociedad. Es necesario que el maestro sea capaz de recuperar las voces muchas  veces olvidadas de algunas de las personalidades más importantes de la Historia  Nacional. Esta propuesta no significa, de hecho, que sea la solución ni la  verdad absoluta en cuanto al problema referido a qué y cómo impartir la  Historia de Cuba pues cada maestro tiene su propio libro. Es solo una forma  diferente y quizás novedosa de pensar acerca de la solución a una dificultad.
Palabras clave: política cultural- Historia de Cuba- frases brillantes de  personalidades- valores- cultura.
Abstract.
This article deals with the meaning of the word excited of the teacher / teacher of History of Cuba, its ability to narrate and paint with bright colors at the time of carrying out the teaching-learning process, in the study and apprehension of the contents of the class, so as not to lose memory and help their students to know the past so that, with solid foundations, they can conceive the future. All artistic, literary and intellectual production represents the cultural pattern of the existing society. The oral record of history and its transmission from one generation to another is a cultural production based on that society. It is necessary that the teacher be able to recover the often forgotten voices of some of the most important personalities of the National History. This proposal does not mean, in fact, that either the solution or the absolute truth regarding the problem referred to what and how to impart the History of Cuba because each teacher has his own book. It is just a different and perhaps novel way of thinking about the solution to a difficulty.
Key words: cultural politics- History of Cuba- personalities´ brilliant phrases- values- culture.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato: 
Rafael Juan Ramos González y Aimara Damari Pérez Rodríguez (2019): “La historia de Cuba desde la oralidad. Frases geniales de algunos protagonistas, para favorecer el proceso de enseñanza- aprendizaje de la historia nacional en la escuela cubana del siglo XXI”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (noviembre 2019). En línea:
 https://www.eumed.net/rev/caribe/2019/11/historia-cuba-oralidad.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/caribe1911historia-cuba-oralidad
Introducción.
Toda producción  artística, literaria, intelectual, representa el modelo cultural existente o  las diferentes formas de pensamiento que se manifiestan en determinado minuto  del desarrollo sociocultural de la colectividad; el registro de su historia y  la transmisión oral de una generación a otra, es una producción cultural en  función de dicha sociedad. 
En días recientes (finales  de junio/2019), ha concluido el IX Congreso de la UNEAC, reafirmando la  posición de los intelectuales y artistas cubanos en el sentido de continuar  aplicando y perfeccionando la política cultural definida por Fidel en 1961. Los  maestros, profesores y trabajadores todos del sector educacional, también están  llamados al combate por una verdadera cultura en la que el proceso de enseñanza  aprendizaje de la Historia de Cuba, contribuya más eficientemente a la  formación de sentidas convicciones patrióticas en los educandos. 
La ensayista y  profesora Graziella Pogolotti (2010), al abordar el asunto sobre la tradición  histórica y cultural en Cuba, reflexiona que los pensadores cubanos del siglo  XIX, en el intento de formular un ideal de nación, intuyeron el vínculo entre  cultura y sociedad y encontraron soluciones prácticas para influir en la  opinión pública, libraron batallas en el seno de las instituciones e impulsaron  conceptos avanzados de educación porque, al no tener acceso a la participación  política directa en aquella sociedad colonial decimonónica, vieron en la  cultura un medio para diseminar ideas, forjar conciencia, unir voluntades y  contribuir al diseño de un proyecto. 
Es decir, para el  desarrollo y consolidación de una aspiración de nación que condujera a una Cuba  libre e independiente, era indispensable vincular la educación, la historia y  la cultura, sin lo cual, era imposible realizarlo.
Desde la más remota  época inaugural del pensamiento cubano, sobre todo a partir de la última década  del siglo XVIII y las primeras del siglo XIX, surge la inicial hornada de  patricios, interesados como clase en el progreso material y moral de la nación,  agrupados en la Sociedad Económica de Amigos del País, la publicación del Papel  Periódico de La Habana y el Real y Conciliar Colegio  Seminario de San Carlos y San Ambrosio, algunos de cuyos más ilustres  representantes fueron José Agustín Caballero y Rodríguez de la Barrera, José de  La Luz y Caballero y Félix Varela Morales, transitando por Francisco de Arango  y Parreño, José Antonio Saco, Domingo Del Monte y José María Heredia. 
Excepto Varela y  Heredia, estos personajes no llegaron a constituir una tendencia  revolucionaria. Aún así, José Martí los consideró no sólo como patrimonio de la  cultura en la primera mitad del siglo XIX, sino como iniciadores de una  tradición ética asumida de la educación y la cultura cubana.
La Revolución de 1959 se apropió  de toda esa fuerza educativa y cultural, sus símbolos y sus representaciones,  porque ella la identificó como libertad y justicia verdaderas para todos, y se  ganó la confianza con sus hechos. 
En la segunda mitad del  siglo XX se produce en Cuba la irrupción de un nuevo tiempo, traído de la mano  de esa Revolución que cambiaría todo, incluso, la manera de entender y asumir  el hecho artístico-literario, educativo e histórico nacional. El mayor  exponente de ese vínculo entre una elevada y fina cultura y la más comprometida  lucha revolucionaria, Fidel Castro Ruz (1926/2016), viene a ser el heredero más  fiel de esa tradición cultural que trasciende a la actualidad. 
La política cultural de  la Revolución, trazada por él desde su discurso conocido como Palabras a los  intelectuales y cuya implementación se había iniciado con la Campaña de  Alfabetización de 1961, ha estado encaminada al fortalecimiento y consolidación  de una manera auténticamente cubana de preservar los valores históricos  nacionales, incluso hoy, cuando se manifiesta un mundo globalizado  neoliberalmente.
La deconstrucción y  posmodernidad, conceptos de finales del siglo XX, período en el que se intentó  acuñar el “fin de la historia”, buscando la desideologización de los sectores  de izquierda y la imposición de un pensamiento único globalizador al servicio  de intereses de supranacionales monopolios, han sido la incubadora para el  desmontaje de la historia en el mundo contemporáneo del pasado siglo XX y en lo  que va del XXI. Muestras de este proceso no sólo se sucedieron en Europa, sino  también en nuestra región latinoamericana en la que, por ejemplo, en Chile, el  gobierno ha propuesto eliminar la asignatura Historia del currículo académico.
Refiriendo sobre la  Historia, el escritor español Carlos García Gual, al glosar “La Historia  de las historias (desde Heródoto al siglo XX)” de John Burrow, ha planteado:
"Un  género que se enfrenta a la dura y efímera realidad para indagar su sentido y  reflejarla con rigor y precisión. Pero cada (…) historiador tiene su  voz y su mirada, aunque intente dar una versión desapasionada (…) de cuanto  selecciona y transmite lo que cree preciso "salvar del olvido para el  futuro" (Heródoto). En toda historiografía late esa apuesta por el relato  objetivo, pero es inevitable el acento propio, un estilo subjetivo y una  impronta personal. (*) La Historia no fue nunca una ciencia exacta, sino un  método para recobrar y reflejar el pasado. No una episteme (ciencia), sino una  téchne (arte), como se decía en griego". (García: 2010) 
Tomando en  consideración el subrayado, podemos decir, como antes, que cada maestro tiene  su librito, o la capacidad de poseer sus propios métodos a la hora de trasmitir  lo que cree preciso "salvar del olvido para el futuro", amén de la  observancia de líneas directrices inviolables de instancias superiores, establecidas  para cada nivel educativo y en correspondencia con los intereses y objetivos que  la sociedad establece para sus integrantes. 
Este escrito no  desconoce lo que se ha realizado en la escuela cubana, en función del  fortalecimiento y consolidación de las convicciones y los sentimientos  patrióticos de los educandos. Pero hoy, cuando desde otros lares se invita a la  búsqueda de contenidos “neutrales” alejados de la historia, e ir despojando  de significado y espacio la oralidad emocionada y sentida del maestro/profesor  en el proceso de enseñanza y aprendizaje de la Historia de Cuba, es necesario no  olvidar las voces de algunos de los más encumbrados protagonistas de los  sucesos históricos cubanos para contribuir al fortalecimiento de los valores y  al mejoramiento humano de los estudiantes.
Desarrollo.
     En estos tiempos, la  enseñanza de la Historia de Cuba ha reforzado su significativo lugar en la  formación de una cultura general e integral de los estudiantes,  constituyéndose en un objetivo de prioridad y una dirección principal de  trabajo del Ministerio de Educación. Para cumplir esa función, la asignatura  ofrece a los estudiantes un sistema de conocimientos sobre acontecimientos,  personalidades, procesos, tendencias y lecciones fundamentales de la historia  de la Patria, que deben descubrirle las relaciones de continuidad entre el  pasado y el presente y su preparación para asumir la construcción del futuro  propio y colectivo. 
     Fidel Castro (1992), expresó "... estudiar la historia  y estudiarla a fondo es quizás el instrumento más extraordinario de que  dispongamos para trasmitir valores, sentimientos patrióticos, sentimientos  revolucionarios, sentimientos heroicos". Es necesario que los actuales y  los futuros maestros y profesores, sean capaces de trasmitir, desde la más  emocionada oralidad, esos valores y sentimientos patrióticos que señala el  Comandante en Jefe. 
     La oralidad,  como recurso expresivo, es esencial para el encargado de trasmitir y contar la  Historia, desde los tiempos de Heródoto. Valerse de tal recurso, además instructivo  y educativo, posibilita se manifiesten emociones y sensaciones por parte del  maestro, que son trasmitidas de forma directa al estudiante, potenciando en éste  la capacidad de asumir los contenidos particulares del programa académico de la  asignatura, no únicamente como instrumento para aprobarla, sino como resorte de  sus propios sentimientos e impresiones. 
Se plantea que es un aspecto del lenguaje al cual se le ha prestado mucha atención, porque  mucho antes de que el hombre conociera la escritura, antes de que los egipcios  fueran capaces de plasmar sus ideas en el papiro, el conocimiento se trasmitía  por oralidad.
     El empleo de las tecnologías  de la informática y las comunicaciones, ha abierto un campo aún no totalmente  explorado en cuanto a posibilidades para el desempeño de la labor magisterial;  es incuestionable que las PC, los teléfonos inteligentes y otros artilugios,  constituyen herramientas en las que nos podemos apoyar para el cometido de la  tarea educativo-formativa, pero nadie debe afirmar que el novedoso conjunto de  técnicas, son sustitutas de la capacidad oratoria y de expresión oral del  docente en un aula de cualquier nivel educativo.  
     La política  cultural de la Revolución cubana, asumida desde el año 1961, cuando Fidel  pronunció su cenital discurso conocido como “Palabras a los intelectuales”,  tiene como pauta la asociación indisoluble de los conceptos cultura y libertad,  unidos a la defensa y salvaguarda de la identidad nacional, presentes en el ideario  de los máximos representantes de nuestra historia revolucionaria. 
Desde Céspedes y Martí, en el siglo XIX, hasta la más encumbrada personalidad política del siglo XX nacional, Fidel Castro, los líderes del proceso emancipatorio han sido personas de una exquisita cultura y refinamiento, que han puesto al servicio de la causa de la libertad aparejada a la libertad cultural, en un elevadísimo nivel de altruismo, sólo atribuible a epígonos de los más altos valores humanos heredados de José Agustín Caballero, Félix Varela, José de la Luz y Caballero y José María Heredia.
En nuestra historia como nación, esas grandes personalidades, y otras, han aportado un rico caudal de información que maestros y profesores deben saber utilizar constantemente en sus procesos docentes de enseñanza de la Historia de Cuba, como importantes fuentes de conocimiento y sentimiento en los educandos, pues el saber educativo es un campo que, aún con el cúmulo de resultados científicos que hoy muestra, está en franca construcción, y eso los compromete como profesores, con su progreso y consolidación.
El intelectual y  revolucionario cubano Armando Hart Dávalos ha señalado: 
     “El  proceso de fragmentación acelerado por el imperialismo ha llegado al extremo de  formular la tesis de que la historia es una simple cronología de hechos. (…)  Olvidan el hecho de que a los países les sucede como a los hombres: cuando  pierden la memoria no saben dónde van, ni cómo concebir el futuro” (Hart: 2013)
La asignatura Historia de Cuba y el perfeccionamiento de sus métodos de enseñanza-aprendizaje, no está separada ni desligada de su contexto, sino que el sujeto productor de ideas -y el profesor es un pensador-, vive, se desarrolla y piensa vinculado a un entorno general que lo condiciona a él y a sus discípulos, en la medida que la sociedad que lo circunda crea el medio propicio para su desarrollo intelectual y humano, a partir de la implementación de una definida política cultural y educativa para no perder la memoria como pueblo.
Sería desatinado negar  la significación que tiene la palabra emocionada del maestro de Historia que  ama su profesión, su la habilidad de narrar y pintar con vívidos colores y  conmover en el momento de conducir el proceso de enseñanza-aprendizaje, en el  estudio y aprehensión de los contenidos de la clase, para ayudarlos en la  defensa del presente y a concebir el futuro. 
     “¿Cuáles  son los requisitos para ser un buen historiador?”, interrogó el periodista  y escritor Luis Báez a José Luciano Franco (1891-1989), una de las  personalidades más significativas de la historiografía cubana, y la respuesta  fue:
“Procurar no equivocarse y tener en cuenta quién lo dice, en qué momento lo dice y, sobre todo, tratar de vivir la época” (Báez: 2013)
Revelar la esencia clasista de las concepciones y explicaciones históricas, así como su conexión con el desarrollo y consolidación de una nacionalidad determinada; establecer nexos entre su objeto de estudio y el contexto socio -cultural y político de la época y el país en que se desenvuelve, es esencial en la labor docente del maestro-historiador, que llega al aula y se enfrenta a un colectivo de escolares, que va a trasmitirles un cúmulo importante de información sobre su país y su Historia y a los que debe, no sólo instruir, sino también educar en valores de amor patrio y defensa de su nacionalidad .
La enseñanza y el aprendizaje del contenido histórico, se constituirá entonces en fuente de educación cívica y patriótica contribuyendo, además, a la conformación de la identidad nacional, el sentido de pertenencia y amor a la Patria y la comprensión de la necesidad del mejoramiento humano que señaló José Martí. La clase de contenido histórico, bien tratada desde lo narrativo-emocional, es portadora natural de un potencial educativo innegable y un sólido sistema de valores.
En la clase contemporánea que aspiramos, el relato histórico que realice el profesor, debe armonizar los acontecimientos y procesos históricos objeto de estudio, con los aspectos políticos, económicos, culturales y otros que inciden sobre los mismos, y estos deben narrarse con una fuerza expresiva, cuya mayor proyección desemboque en un interés creciente hacia el debate y la reflexión, para traducirse en un conocimiento lo más holístico posible en el estudiante.
Durante su intervención en el X Congreso Internacional de Educación Superior Universidad 2016, que tituló: “Notas sobre la crisis cultural de hoy: una mirada desde Cuba”, Abel Prieto Jiménez, en ese momento Ministro de Cultura, se preguntó:
“¿Cómo lograr que nuestros jóvenes, (…), sonrían y pasen de largo frente a la galería de famosos con “mucho afuera” y tan poco dentro? ¿Cómo lograr que no se avergüencen de sus raíces, que no se sientan inferiores, que no crean que la marca de unos zapatos deportivos y de un pullover les otorga algún tipo de “abolengo”, que no olviden la historia, que no pierdan la sensibilidad por los demás?” (Prieto: 2016)
Ese es un gran reto y sólo podrá lograrse con la construcción de saberes que tributen a un ideario patriótico, con maestros cultos y sensibles, porque al tener el magisterio, Cuba será nuestra, como afirmaba José de la Luz y Caballero. Es necesario continuar reconsiderando cómo enseñar a pensar; hay que estimular y sensibilizar la conexión de sentimientos con conocimientos, para lograr resultados de cultura y conciencia patriótica sólidos.
Es necesario “ponerle bomba”, lo que no es más que “ponerle el corazón”, al arte de inflamar los pechos de los discípulos con el amor hacia la Historia nacional y sus protagonistas, con un acento propio, un estilo subjetivo y una impronta personal de cada maestro o profesor de la asignatura. Todo esto lo puede un docente que ame, conozca y sienta verdaderamente la Historia de Cuba. Ese profesor que le pone todo eso, y en ocasiones más, para hacer volar la imaginación de sus estudiantes, es un buen maestro de Historia.
Por razones conocidas, hace ya más de un cuarto de siglo la Educación cubana sufrió un deterioro material tremendo, cuyos efectos e impacto en la sociedad están siendo estudiados para dilucidar y explicitar sus posibles vías de solución y preservar nuestra herencia patriótica evitando el Alzhéimer histórico que, en la esperanza de los enemigos del pueblo, lo haría desaparecer como tal.
La enseñanza y aprendizaje de la Historia de Cuba como asignatura curricular, no estuvo exenta de tales problemas y al tratar de buscarle apremiantes vías de solución desde una concepción bien pensada, pero en la práctica no bien aplicada, surgieron los profesores generales integrales junto a las video clases del Programa Audiovisual, enorme y humanista esfuerzo de la Dirección de la Revolución para atenuar una contrariedad muy real en un momento que, poco a poco, ha ido quedando en el pasado.
Esto  implicó erogaciones financieras elevadas para dotar a los centros educacionales  con todo el equipamiento técnico necesario (TV, DVD, CD, y otros aditamentos),  pero el resultado esperado, en la práctica fue contrario, caracterizado, entre  otras cuestiones, por el desinterés, la desmotivación y la falta de sólidos  conocimientos históricos en aquellos que, sin ser graduados de magisterio aún,  y los que sí lo eran, pero de otras disciplinas, asumieron el reto de suplir  las ausencias de los que por diversas razones, abandonaron las aulas en medio  de la crisis.
     
     La  difícil situación sufrida aflojó tornillos antes sólidos y comenzaron a surgir  enormes lagunas en el conocimiento de la Historia nacional cubana, no siempre  salvadas en el proceso del tránsito de un nivel educativo a otro, toda vez que  lo que se aprendía, y hoy se aprende para los exámenes de ingreso, pronto se  olvida porque no es aprehendido ni asumido como necesidad sentida para la  supervivencia, carentes además de las necesarias habilidades de explicación,  valoración, argumentación, análisis, síntesis, etc.
Al día de hoy, han ido quedando en el pasado los cuestionamientos acerca de la pertinencia o no de la inclusión de la Historia de Cuba como Disciplina o Asignatura de relieve e impacto curricular en diferentes carreras universitarias, aunque todavía existe un número nada despreciable de estudiantes que llegan a rechazarla por repetitiva.
Múltiples dificultades se manifiestan hoy en la Educación. Los vinculados directamente con la práctica educativa hemos acopiado experiencias que por referirse casi siempre a la cotidianidad del aula nos posibilitan reflexionar sobre la diversidad de los ámbitos comprometidos.
No sería una novedad relacionar situaciones complejas, que van desde el número de estudiantes en el aula y la disponibilidad de materiales docentes, hasta el dominio del tema por el profesor y la sistematicidad de su preparación profesional; pasando por temáticas tan diversas como la solidez de los conocimientos en el discípulo, la naturaleza de sus experiencias sociales cotidianas y el interés por su propio aprendizaje; así como el papel de la familia (hoy tan debatido) y la comunidad en el proceso docente-educativo.
En qué circunstancias, bajo qué condiciones deben hoy librar su función social los maestros y profesores de Historia de Cuba; a qué paradigmas o modelos se enfrentan para lograr el objetivo trazado por la sociedad a la que deben tributar un profesional altamente capacitado intelectualmente y con sólidos valores morales y patrióticos.
En el citado texto de Abel Prieto se nos revela tal situación, cuando dice que:
Hoy las universidades y en general todas las instituciones educativas llevan adelante su labor a contracorriente de una marea muy poderosa que arrastra a niños, adolescentes y jóvenes hacia un mundo deslumbrante y en esencia vacío, donde en nombre de la diversión y el placer se han abolido la memoria, la ética, la solidaridad y todos los principios humanistas, donde los valores culturales, el conocimiento y la virtud carecen de prestigio frente al dinero, la fuerza, el poder, la sensualidad y el glamour, donde todo se mezcla en un torbellino vertiginoso de imágenes, sin paradigmas reconocibles. (Prieto: 2016)
Efectivamente, en las condiciones actuales, donde las redes sociales, Facebook y otras, impactan de manera directa en lo que ven y consumen los jóvenes y la sociedad en general; donde las formas de participación se caracterizan por la inmediatez, el dinamismo, el anonimato y la publicación cada vez con mayor frecuencia de las llamadas fake news, se hace más necesario poner a consideración estos criterios y propuestas de abordaje de los contenidos históricos, sin pretensiones fatuas de sentar dogmas al respecto, sino otro ángulo de la solución, y tratar de contrarrestar la influencia nociva que tales fenómenos sociales puedan tener en niños, adolescentes y jóvenes.
El maestro debe saber explicar, argumentar y estimular el pensamiento a los estudiantes para hacerlos comprender y asimilar el surgimiento, desarrollo y evolución de la Revolución cubana, sus raíces y el carácter ininterrumpido de ese proceso que tuvo sus arranques en 1868, pero que se remonta a la reafirmación del criollo, al surgimiento de la estirpe cubana y que dura hasta nuestros días.
Es necesario recuperar las voces muchas veces olvidadas de algunos de los más prominentes protagonistas de los sucesos históricos cubanos para motivar más e interesar mejor a los destinatarios del mensaje social, económico, ideológico, político, cultural, que trasmiten los contenidos de nuestra historia nacional, para que asimilen cuál ha sido y es el verdadero enemigo histórico de nuestro pueblo.
La utilización de determinadas frases o palabras significativas pronunciadas por importantes personalidades protagonistas de nuestra historia, dichas en circunstancias definitorias o excepcionales, servirán de hilo conductor en el interés de proteger y preservar la necesaria enseñanza-aprendizaje de la Historia de Cuba desde la más emotiva oralidad y exposición del contenido por parte del maestro o profesor.
A  continuación, algunos ejemplos de frases geniales de algunas de nuestras  personalidades del período colonial (1492/1898) que, empleadas con emoción y  fuerza expresiva por parte de los docentes, seguramente fortalecerán en los  estudiantes su amor y respeto por aquellos que fueron sus protagonistas y cuyos  pensamientos e ideas se conocen por lo que escribieron y/o por lo que dijeron. 
     
     Tales son las palabras  del cacique taíno Hatuey, que proveniente  de la isla de Quisqueya, luchó contra los conquistadores españoles en Cuba. Conocido  por el título histórico honorífico de Primer  Rebelde de América, en unión de un grupo de  sus seguidores y en canoas llegaron a la región de Maisí, en  el Oriente cubano, para asentarse en la desembocadura del río Toa. 
     Considerado  el primer jefe que combatió por la libertad de Cuba, varios  meses duró la lucha que organizó aquel cacique que había llegado huyendo de La  Española, para impedir el asiento de los conquistadores en Cuba sobre la base  de la explotación de sus naturales. La superioridad de armamentos venció y la  lucha terminó con su muerte, quemado vivo en la hoguera. 
     En  la descripción que del suplicio a que fue sometido hizo el Padre Bartolomé  Las Casas, y que el profesor puede llegar casi a escenificar con  palabras para sus discípulos, expone que, atado a un palo, decíale un religioso  de San Francisco… algunas cosas de Dios y la fe, el cual nunca las había oído  jamás; y que si quería creer aquello que le decía que iría al cielo, donde  había gloria y eterno descanso, y si no, que había de ir al infierno a padecer  perpetuos tormentos y penas. Hatuey, pensando un poco, preguntó al religioso si  iban los cristianos al cielo. El religioso le respondió que sí, pero que iban  los que eran buenos. 
“Dijo luego el cacique, (…), que él no quería  ir allá, por no estar donde estuviesen y por no ver tan cruel gente”. 
     
     Este  es el primer ejemplo de rebeldía que en el proceso de enseñanza-aprendizaje de la  Historia de Cuba, reciben los estudiantes al iniciar su contacto con su historia. Sin dudar un instante, el  maestro o profesor aprovechará la oportunidad que este momento tremendo, de  sufrimiento de aquel hombre ante el hecho de ser achicharrado vivo, le brinda  para motivar a sus estudiantes y despertar en ellos el sentimiento de rechazo a  la explotación y humillación de unos hombres por otros, y esto lo consigue  hacer a partir de las palabras de Hatuey.  
Otro  instante importante y que puede ser perfectamente empleado en el uso frases  significativas de patriotas cubanos, está relacionado con el 4 de agosto de  1868. En esa fecha se reúnen en la finca Jesús María, de la hacienda del Rompe  (Bartle, Tunas), un grupo de conspiradores de Manzanillo, Holguín, Bayamo y  Tunas, en el interés de acordar la posible fecha del levantamiento en armas  contra el dominio colonial español, reunión que, en el lenguaje masónico de los  congregados, se conoce como Convención de Tirzán, convención de los Padres, y  fue presidida por Carlos Manuel de Céspedes, por ser el de mayor edad.
     
     En dicho  encuentro, Céspedes pronunció unas palabras que, pronunciadas con emoción en la  clase, deben incitar la admiración de los alumnos hacia aquel que Martí llamó  “Hombre de mármol”. 
  “¡Señores! ¡La hora es solemne y  decisiva, el régimen de España está caduco y carcomido y si aún nos parece  fuerte y grande, es porque hace más de tres siglos lo contemplamos de rodillas!  ¡Levantémonos!” (Rodríguez:1998)
     La emoción expositiva que emplee el profesor para trasmitir a los  estudiantes el momento que se vivía en aquella reunión, lo que allí se debatía  y el significado de aquellas palabras; el uso adecuado de un timbre de  oralidad que impacte, serán de un valor extraordinario para el discípulo  que, atento y sobrecogido, asumirá mucho mejor lo que escucha. 
Como se sabe, el  estudio de la historia ayuda a entender el mundo, ofrece las coordenadas que  explican el origen y la razón de las cosas y también brinda claves para  transitar de modo adecuado desde el presente hacia el porvenir. Para que  resulte atractiva y aleccionadora, su enseñanza debe utilizar los hechos como  referencia en el contexto de un relato. Es entonces cuando la información que  se trasmite, adquiere sentido.
     El profesor de  Historia necesita relatar y emocionar al estudiante con los  hechos y las personalidades como referencia. Auxiliado de su palabra encendida  y tal vez de una imagen pictórica o fílmica, debe trasladar imaginariamente a  sus discípulos al escenario del 10 de octubre de 1868, al portalón de aquella  casa señorial del ingenio Demajagua, para que vean a Céspedes ante la  congregación que en esa mañana se unió para luchar por la independencia, y debe  trasmitir, con emocionado verbo, aquellas palabras que el Hombre de Mármol  pronunció a los reunidos:
  “Ciudadanos, hasta este momento habéis  sido esclavos míos. Desde ahora sois tan libres como yo. Cuba necesita de todos  sus hijos para conquistar su independencia. Los que me quieran seguir que me  sigan; los que se quieran quedar que se queden, todos seguirán tan libres como  los demás” (Rodríguez:1998)
     Este  acto de Céspedes motivó a Martí para decir que no fue más grande cuando  proclamó a su patria libre, sino cuando les dio la libertad a sus esclavos y  los llamó a sus brazos como hermanos.  Aquel  maestro de Historia que logre ese nivel de abstracción en sus educandos y los  emocione con el momento histórico, muy a contrapelo de otros criterios, es un  buen maestro, que sembrará en el alumno una semilla favorable al amor por su  patria y sus próceres.
     
     Significativas  son también las palabras de Carlos Manuel tras el infortunio el 11 de octubre de  1868, en el poblado de Yara, para demostrar la decisión de luchar por la  independencia, aún frente a los aparentes fracasos y el desaliento que estos  pueden provocar. 
Siendo sorprendidos los sublevados a su entrada a aquel poblado por una fuerte columna española, bien armada y con entrenamiento militar, las tropas de Carlos Manuel de Céspedes, mal organizadas y sin una avanzada de exploración que detectara la presencia enemiga, fueron prácticamente exterminadas.
Esa noche, rumbo a la Sierra de Naguas, Céspedes, con solo un grupo de hombres, demostró su temple y que el 10 de octubre y su capacidad de liderazgo no eran mera obra de las circunstancias. Ante aquella triste realidad, uno de los sobrevivientes le comentó la impotencia de la desastrada tropa y la imposibilidad de continuar en el empeño de iniciar la lucha por la independencia. Su respuesta fue inmediata y casi profética:
“¡Aún quedamos doce hombres, bastan para hacer la independencia de Cuba!” (Rodríguez:1998)
Otra de las personalidades más significativas de la Historia de Cuba lo constituye, a no dudar, Ignacio Eduardo Francisco de la Merced Agramonte Loynaz, conocido como "el Mayor". Su postura patriótica y sus dotes de dirigente se evidencian prontamente al enfrentarse el 26 de noviembre de 1868 en la reunión del paradero de "Las Minas" a Napoleón Arango y sus seguidores, quienes proponían un acuerdo con la metrópoli basado en reformas políticas.
Ante la  estratagema reformista y traidora, Agramonte replica con voz vigorosa:
     "Acaben  de una vez los cabildeos, las torpes dilaciones, las demandas que humillan:  Cuba no tiene más camino que conquistar su redención, arrancándosela a España  por la fuerza de las armas." (Pastrana:1987) 
     Un  momento de significado enorme para nuestro territorio y que ofrece una  inigualable oportunidad para explotar los valores de patriotismo, desinterés y  altruismo del pueblo en su lucha por la definitiva independencia, lo constituye  lo que ocurrió el 26 de septiembre de 1876. En esta fecha se produce el  incendio de la ciudad por fuerzas bajo el mando del mayor general Vicente  García González. 
     La  plaza estaba en poder de los insurrectos desde el día 23 del propio mes y, para  impedir que cayera en manos españolas nuevamente, los patriotas tomaron la  decisión de quemarla.
Es en esa  ocasión cuando el general García pronuncia la famosa frase que, además de su  brillante hoja de servicios militares a la patria, lo inmortalizó.
     “Tunas, con dolor en el alma te prendo  candela, pero prefiero verte quemada antes que esclava” (Marrero:1998)
     Este  momento puede ser aprovechado para llevar al aula y estudiar el Escudo de Armas  de la ciudad, en el que se recoge la parte final de la frase: “quemada antes  que esclava”
Mariana Grajales  Coello, la Madre de los Maceo, fue grande, no solo porque gestara y pariera  héroes, sino también porque educó a todos los hijos para que tomaran la senda que  condujera a la libertad de Cuba, a la par que estableció, desde el hogar, un ejemplo  excepcional de conducta humana en un medio totalmente hostil. Su ejemplo ha  devenido símbolo de la mujer cubana, y ha sido nombrada Madre de la Patria.
     Consagró  su vida a la lucha por la independencia  de Cuba a la que entregó, con  amor de madre y orgullo de patriota, a todos los hijos y alentó al esposo a  seguirlos, convirtiéndose de inmediato en una mambisa irreductible.
     El  ejemplo de virtudes y de entrega de esta mujer a la causa de la independencia  se puso de manifiesto en todo momento, pero existe uno en particular que, el  profesor de Historia de Cuba que realmente desee despertar en sus discípulos el  sentimiento de admiración y respeto hacia aquella recia personalidad puede y  debe saber aprovechar desde la emoción que impregne a su discurso expositivo.  Ese instante verdaderamente sublime 
  “Fue un día en que traían a Antonio Maceo herido: le habían  pasado de un balazo el pecho: lo traían en andas, sin mirada, y con el color de  la muerte. Las mujeres todas, que eran muchas, se echaron a llorar, una contra  la pared, otra de rodillas, junto al moribundo, otra en un rincón, hundido el  rostro en los brazos. Y la madre, con el pañuelo a la cabeza, como quien  espanta pollos echaba del bohío a aquella gente llorona: 
  “¡Fuera, fuera faldas  de aquí! ¡No aguanto lágrimas! Traigan a Brioso”. Y a Marcos, el hijo,  que era un rapaz aún, se lo encontró en una de las vueltas: “¡Y tú, empínate, porque ya es hora de que te vayas al campamento!”. (Martí:1975)    
José Martí ya lo había comprendido cuando expresó que hay que poner asunto a lo que dice, porque Maceo tiene tanta fuerza en su mente como en su brazo; y esto se hace muy evidente al repasar sus atinadas opiniones, una de las cuales traemos a colación como demostración del impacto que ellas, bien empleadas, pueden tener en los niños de nuestras aulas.
Estando exiliado en Honduras, tras su salida de Cuba finalizada la Guerra Grande, el general Antonio Maceo Grajales conoce de nuevas estratagemas urdidas por los españoles y, en carta de fecha 13 de junio de 1884 al Director de El Yara, radicado en Cayo Hueso, en La Florida, le advierte sobre este peligro y pronuncia una de las más geniales frases de nuestra Historia:
(…) Acá en mi retiro, y cuando preparaba unir mis pequeños esfuerzos á los de Uds., llega á mi noticia la nueva trama que pretenden pegarnos los españoles, fingiendo arreglos importantes para los cubanos, en que aparece la intervención de extrañas naciones. ¿Habrá ilusos como los del Zanjón que les crean? (…) Cuba será libre cuando la espada redentora arroje al mar sus contrarios. La dominación española fué mengua y baldón para el mundo que la sufrió; pero para nosotros es vergüenza que nos deshonra. Quien intente apoderarse á Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha, Cuba tiene muchos hijos que han renunciado á la familia y al bienestar, por conservar el honor y la Patria. Con ella pereceremos antes que ser dominados nuevamente; queremos independencia y libertad. (Maceo:1998)
Es incuestionable la influencia positiva y el valor que esas palabras de Maceo pueden lograr en los estudiantes. Un buen maestro de Historia de Cuba, en el quinto grado, con tiempo suficiente para prepararse, con la motivación y el amor suficiente hacia su asignatura, seguramente sembrará en sus discípulos la simiente eterna de la admiración y el afecto por el general Antonio y contribuirá a la formación del importante valor del patriotismo.
Hasta aquí, un botón de muestra de la propuesta que en cuanto a frases geniales que fueron pronunciadas por algunos de los protagonistas de nuestra historia del período colonial, hacemos. Estamos convencidos de que pueden utilizarse muchas más, en cada etapa, pero hemos querido sólo ejemplificar cómo el empleo justo, atinado y emotivo de dichas frases por parte del maestro o profesor, contribuiría significativamente a profundizar en los alumnos el amor, respeto e identificación con aquellos que iniciaron el proceso de luchas por la independencia y que constituyen paradigmas en los que se deben apoyar.
Hoy vivimos en un mundo  complejo que enfrenta desafíos como nunca antes se habían visto: el incremento  en la difusión ideas esotéricas y de oscurantismo; la depredación cada vez más  irracional del medio ambiente, con un inconsecuente daño a la vida; la más  ilógica y xenófoba negación de la diversidad, entre otros fenómenos que, en  paradoja, se despliegan paralelamente a una revolución de la ciencia y la  tecnología que no tiene analogía en la historia, y que llega incluso a cambiar  las formas de relacionarse los unos con los otros.
     Se emplean fórmulas de  cañoneo informativo para confundir a un receptor preparado para la  simplificación progresiva de los mensajes, lo que implica un menor ejercicio  mental de análisis y procesamiento de lo que se ve y escucha. Se modelan y  difunden conceptos de una educación, una cultura y una enseñanza de la  Historia, destinados a la manipulación de las conciencias, con la imposición de  estereotipos de consumo que tienden a la banalización de las memorias y  recuerdos de los pueblos.
     El erudito cubano Fernando Martínez  Heredia, en una ponencia titulada Cultura y Revolución, presentada en el Taller  40 Años de Revolución, efectuado en la Casa de las Américas en enero de 1999,  expuso un conjunto de ideas acerca de la situación en que se desarrolla Cuba en  medio de la realidad mundial y señala: 
  Estamos  envueltos en la guerra cultural que libra el gran capitalismo a escala del  planeta, para homogeneizar la información consumida, la opinión pública y hasta  parte de los sentimientos de poblaciones convertidas en público. Su fin es que  todos aceptemos que la única manera posible de vida es la que obedece las  reglas del capitalismo, y que estas reglas son el deber ser de la vida  ciudadana. Solo de ahí en adelante es que las diversidades son admitidas, y  hasta estimuladas en ciertos casos. No es la economía a secas la que no puede  satisfacer ni elementalmente a miles de millones, ni puede evitar agredir al  medio en que vivimos: es la economía capitalista dominante. Sin reformas que  amplíen capas medias y brinden bases sociales, la lucha burguesa por mantener  la hegemonía tiene la cultura por teatro principal. (Martínez: 2005)
Como advierte Martínez  Heredia, Cuba (y la humanidad toda, agregamos) está abocada a una guerra seria,  donde el desafío y la batalla más importante se dará en el terreno cultural, lo  que exige la formación de un ciudadano cada vez más lúcido, que conozca las  realidades del tiempo en que vive y afincado en los sólidos valores de  honestidad, altruismo, protección y cuidado del medio ambiente. Ante tales  peligros, sólo la cultura, la educación y la correcta enseñanza de la Historia,  protegerá de la barbarie. 
     En el final del siglo XX y lo que va del XXI, las tendencias homogeneizadoras  reemplazan el fomento de la pluralidad. Las nuevas y modernizadas tecnologías  del marketing, proponen falsos íconos, distribuidos con alta velocidad, y  desechados casi con igual ritmo. El producto cultural y educativo que hoy  venden los grandes medios de divulgación asentados en el “primer mundo”, y  replicado casi sin análisis en las denominadas “naciones del sur”, se convierte  en un artículo de consumo para un espectador indiferente y acrítico. En los límenes  del tercer milenio, el zigzagueo y retroceso esencialmente se expresan en los  efectos de políticas neoliberales en detrimento sustancial del progreso social,  contra la cultura, la educación y los más genuinos valores históricos de los  pueblos.
     Para resistir la invasión de esas  recetas, se debe promover una formación cultural e histórica que fomente el  ánimo crítico desde edades tempranas para que, llegados a la juventud, sean  competentes y aprecien con claridad y acierto aquello que es realmente útil,  duradero y virtuoso.
Conclusiones.
     Esta  propuesta no significa, per se, que sea ya la solución ni la verdad absoluta en  cuanto al problema referido a cómo impartir la asignatura Historia de Cuba en  nuestro Sistema Nacional de Educación pues cada maestro tiene su librito; es  únicamente una manera diferente y tal vez novedosa de plantear la cuestión.
La adecuada selección y empleo de las frases que fueron pronunciadas por destacadas personalidades de nuestra historia en momentos determinantes o ante encrucijadas que definían la continuidad o el fracaso del proceso emancipador, puede contribuir a lograr una mejor y mayor identificación de nuestros niños, adolescentes y jóvenes con sus raíces y con aquellos que las sembraron.
El Profesor y Maestro  de profesores Horacio Díaz Pendás rotuló una ecuación cuando planteó que el  profesor de Historia debe: saber Historia, saber Historia y saber Historia. Cumpla  el profesor con este mandato y podrá entonces motivar, incentivar y estimular  el pensamiento y los sentimientos, para que puedan sus estudiantes aprehender y  amar.
     Es  preciso cultivar la memoria, sin atiborrar a las personas con la memoria. La  Historia constituye un arma valiosa de la Revolución y debemos llegar a su  conocimiento sobre postulados teóricos que favorezcan la elaboración de un  discurso que involucre rigor científico, pero sin erudiciones exageradas que la  alejen de sus destinatarios, y para impedir que se pierda el interés por su  estudio y amor, para que sea asumida como necesidad sentida. 
Muchos peligros nos  vienen de fuera; pero otros nos pueden venir de dentro, si no asumimos  adecuadamente el rol de la HISTORIA, no como una asignatura más dentro del  currículo escolar, sino como identidad nacional y sustento de la cultura  cubana, única que nos permitirá evitar la barbarie, y proteger la obra mayor  construida por el pueblo, la Patria.
     Con  este escrito, estamos seguros que provocaremos opiniones a favor o en contra, y  tal vez digan que estamos equivocados; respondemos con una frase genialísima de  nuestro Líder Fidel Castro, en una carta que envió al Primer Ministro soviético  Nikita Jruschov durante la crisis de los misiles en 1962: “Usted podrá convencerme de que estoy equivocado, pero no puede decirme  que estoy equivocado sin convencerme”. (Castro:2006)
(*) Subrayado de los  autores.
     Bibliografía.