Revista: Caribeña de Ciencias Sociales
ISSN: 2254-7630


LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN EL MARCO INTRAFAMILIAR

Autores e infomación del artículo

Yuniela Comendador González*

Luz mary González Borrero**

Zolaida Santiesteban López***

Claudia Saily Ramírez Padrón****

Universidad de Las Tunas, Cuba

Correo: yuniela9511@nauta.cu


RESUMEN
La violencia  que hoy en día sufren las mujeres y que perpetúan en su mayoría los hombres, ocurren dentro del hogar, específicamente en el mundo familiar, constituye todo acto de violencia basado en el género, que tiene como resultado un posible daño, físico, sexual o psicológico, ya sea en la vida pública o privada. Al precisar la violencia de género como resultado de la violencia intrafamiliar podemos decir que este proceso se convierte en violencia doméstica la cual es todo acto u omisión que tiene la intención de controlar y/o someter, y que resulta en daño a la integridad física, emocional, sexual o económica, utilizadas contra mujeres adolescentes o adultas por su pareja actual o anterior. El presente artículo ofrece una estrategia de intervención en mujeres víctima de violencia intrafamiliar que solicitan ayuda y orientación, encaminada a corregir, minimizar o eliminar estas manifestaciones, en la cual se integran actividades, educativas, orientativas y psicoterapéuticas, para conformar el plan de intervención desde un grupo de reflexión conformado por las víctimas, con el fin de erradicar la violencia. El mismo aporta un modelo de intervención para el trabajo de los profesionales interesados en la problemática y al mismo tiempo pretende convertirse en un material de estudio, así como de consulta, para posteriores investigaciones y elaboración de nuevos modelos encaminados al conocimiento, diagnóstico e intervención.
PALABRAS CLAVE: familia-violencia-violencia  intrafamiliar-mujer
ABSTRACT
The violence that today women suffer and that perpetuate mostly men, occur within the home, specifically in the family world, constitutes any act of violence based on gender, which results in possible harm, physical, sexual or psychological, either in public or private life. By specifying gender violence as a result of intrafamily violence we can say that this process becomes domestic violence which is any act or omission that is intended to control and / or subdue, and that results in damage to physical integrity, emotional, sexual or economic, used against adolescent or adult women by their current or former partner. This article offers an intervention strategy for women victims of intrafamily violence who request help and guidance, aimed at correcting, minimizing or eliminating these manifestations, in which educational, counseling and psychotherapeutic activities are integrated to form the intervention plan from a group of reflection formed by the victims, in order to eradicate violence. It provides an intervention model for the work of professionals interested in the problem and at the same time aims to become a study material, as well as consultation, for further research and development of new models aimed at knowledge, diagnosis and intervention.

KEY WOR
Family- violence- intrafamily violence- woman

Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Yuniela Comendador González, Luz mary González Borrero, Zolaida Santiesteban López y Claudia Saily Ramírez Padrón (2019): “La violencia contra la mujer en el marco intrafamiliar”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (octubre 2019). En línea:
https://www.eumed.net/rev/caribe/2019/10/violencia-mujer-intrafamiliar.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/caribe1910violencia-mujer-intrafamiliar


INTRODUCCIÓN

La violencia es un flagelo que afecta a la humanidad, e involucra en ella cualquier ser humano, sin importar edad, sexo o raza. A su paso deja efectos tan nocivos, que ningún pago material o espiritual contiene la suficiente fuerza para subsanarlo.
En la actualidad, la violencia cobra aún mucho más fuerza, sustentados por: la lucha de poder, diferencias de géneros y clases, crisis económica, guerras armadas, aumento del desempleo y enfermedades, entre otros quienes pudieran ser catalizadores estresantes, acumuladores de tensión y carga psíquica e inclusive fuentes generadoras de violencia que trascienden al plano social, afectando al individuo y la familia.
Cuando se hace referencia al plano familiar, tenemos que enunciar que en este ámbito las figuras más vulnerables y susceptibles a recibir cualquier tipo de violencia, son: niños(as), ancianos(as) y mujeres. En el caso particular del presente trabajo de tesis haremos alusión al último caso.
En nuestro país se han realizado pocos estudios sobre  violencia contra la mujer, pues comparados con otras naciones, somos ejemplo del respeto jurídico y constitucional hacia la misma. Nuestro sistema social a partir del triunfo revolucionario el 1ro de enero de 1959, luchó y abogó por su plena igualdad de derechos y desarrollo, lo que habla por sí solo, pues en la actualidad las mujeres constituyen el 45,6% de la fuerza laboral, conforman el 65,2% de los técnicos medios y de nivel superior, ocupan el 35,4% de los puestos de dirección estatal civil, ascienden al 63,3 % de los graduados universitarios y representan el 35,96% de los parlamentarios, esto solo por citar algunos datos. Sin embargo no somos la excepción de padecer esta pandemia, como toda sociedad mostramos evidencias.
En un estudio descriptivo-transversal realizado a partir del 1ro de agosto del año 1997 hasta el 31 de diciembre del siguiente año, sobre violencia contra la mujer realizada, en el microdistricto: “Ignacio Agramante”, perteneciente al área de salud: “Tula Aguilera”, del municipio Camagüey, de provincia con igual nombre arrojó que: el 51,32%  de la muestra fueron violentadas psicológicamente y el 32,30%, así como el 16,38%, sexual y física respectivamente. Para valorar la percepción de la violencia contra la mujer, se realizó un estudio descriptivo-transversal, con fecha que abarcó el período de los meses febrero a julio del año 2000, en el consejo popular: “Los Maceos”, del municipio Santiago de Cuba, de provincia con igual nombre, mostrando que: el 44,44% de los encuestados identificaron la violencia contra la mujer como un problema, y el 55,56% no la recocieron como tal.
En Santa Clara, municipio de la provincia Villa Clara, en el Hospital Docente Arnaldo Milian Castro, se realizó un estudio retrospectivo de 10 años, sobre la violencia mortal en la familia que comprendió desde el 1ro de enero del año 1990 hasta el 31 de diciembre del año 1999, manifestando como resultado que: el mecanismo lesivo más utilizado para la violencia, fue la agresión con armas blancas(69,6%), y que los victimarios más comunes, responsables de la agresión fueron esposos, ex esposos y excuncubinos(58,7%). Otro estudio realizado en el Policlínico Docente: Manuel Fajardo Rivero, del municipio playa, en Ciudad de la Habana, sobre el comportamiento de   la violencia intrafamiliar, demostró que: por cada 10 familias (1,22) que representan el 12% sufren de violencia intrafamiliar, y que los tipos de violencia intrafamiliar más comunes son la física y psicológica que representan el 34% y el 90% respectivamente.
En nuestra provincia se han atendido desde el año 2014 hasta el año 2019, por la Casa de Orientación de la Mujer y la Familia (COMF) 1383 reportes de violencia intrafamiliar, de ellas 1112 son perpetuadas contra las mujeres, lo que representa del total reportado el 80,4% y por su contenido se distribuyen en violencia física el 34%, psicológica un 54% y sexual un 8%. Los municipios que muestran mayor incidencias son: Amancio, Puerto Padre y Las Tunas.
La realización de esta investigación se fructifica en un momento crucial del desarrollo de las ciencias sociales en nuestro país y especialmente de la Psicología en nuestra provincia. La violencia contra la mujer dentro del plano familiar cobra cada día mayor fuerza y relevancia y los intentos de abordar la problemática aún son insuficientes.
En nuestra provincia se han atendido desde el año 2015 hasta el año 2018, por la Casa de Orientación de la Mujer y la Familia (COMF) 1383 reportes de violencia intrafamiliar, de ellas 1112 son perpetuadas contra las mujeres, lo que representa del total reportado el 80,4% y por su contenido se distribuyen en violencia física el 34%, psicológica un 54% y sexual un 8%. Los municipios que muestran mayor incidencias son: Amancio, Puerto Padre y Las Tunas. La violencia contra la mujer dentro del plano familiar cobra cada día mayor fuerza y relevancia y los intentos de abordar la problemática aún son insuficientes.

DESARROLLO
EPÍGRAFE I FUNDAMENTOS EPISTEMOLÓGICOS QUE SUSTENTAN LOS ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN EL MARCO INTRAFAMILIAR DESDE LA PERSPECTIVA  DE LOS GÉNEROS COMO RESULTADO SOCIOHISTÓRICO

  1. Identidad de género

La identidad de género constituye el saber de “quiénes somos”, y nos da la ubicación social que nos corresponde, en dependencia y en correspondencia del conjunto de comportamientos que somos capaces de asumir desde cada “yo” como individualidad.
La identidad es un proceso de identificación y no es más que asumir interiorizar lo que culturalmente está estipulado para cada género según el sexo, con influencia directa de aquellos estereotipos fomentados y trasmitidos por la sociedad.
Para los norteamericanos Jhon Money y Anke Ehrardt (1982) la identidad de género representa, la autoconciencia y el sentimiento de la propia individualidad como hombre, mujer o ambivalente, o sea la convicción de la pertenencia a un determinado género, se expresa públicamente en la conducta por medio del rol o papel de género e incluye además el tipo de orientación sexo erótica de la persona.
Hasta aquí podemos plantear que la identidad como complemento de la categoría género es una imbricación del mundo externo social con el mundo interno subjetivo del individuo y su expresión tiene carácter individual y social.
Al mismo tiempo para Barberá (1998): “La identidad de género abarcan un conjunto de procesos que posibilitan la conceptualización de uno mismo como varón o como mujer (…)  el proceso de identidad se construye en estrecha sintonía con el sexo biológico de manera que normalmente un varón construye su identidad personal identificándose con el grupo de varones y una mujer con el de mujeres (…) es el proceso por el que cada cual se sabe perteneciente a un grupo de asignación sexual y excluido del otro”.
Al respecto Marcela Lagarde también nos plantea: “Las identidades masculina y femenina no son fenómenos naturales. Hombres y mujeres son hechos construidos y en su sentido somos históricos y no naturales”.
Finalmente la identidad es asignada para ambos sexos, pero las diferencias están dadas a nivel sociohistórico. Las sociedades cultivaron su estereotipos, sus creencias, sus valores y al mismo tiempo estos es subjetivaron en mujeres y hombres, de ahí deviene las marcadas diferencias que se dan como normal en todas las sociedades basadas en hombres identificados como: varón-fuerte-independiente-dominante y la mujer como: hembra-débil-dependiente-subordinada.
1.2- Identidad femenina en el marco social y familiar
El hablar, el caminar, el vestir, el gesticular y otros aspectos subjetivos como las capacidades comunicativas, la autoestima, la autonomía, las concepciones entre otros conforman un conjunto de papeles genéricos que se expresan día a día en la cotidianidad.
En este sentido Fernández Rius nos define, que por papeles de género se entiende aquel conjunto de comportamientos previstos, esperados y asignados a uno y otro sexo desde la cultura, en una sociedad y momento histórico específico.
La identidad genérica o de géneros se encuentra estrechamente vinculada a los papeles de géneros asumidos por hombres y mujeres en un contexto histórico concreto, que hace evidente diferenciación en los pilares tradicionales de masculinidad y feminidad tanto en el marco social como familiar.
Los pilares tradicionales de la feminidad difieren enormemente de los pilares tradicionales de la masculinidad, las primeras están asociados a la contradicción maternidad-sexualidad y los segundos con la fortaleza física y espiritual.
La maternidad vinculada al género femenino, expresa protección, abnegación, sacrificio, tranquilidad, lo que implica diseminar la propia identidad para integrarse e incorporarse a la de otros.
De hecho la maternidad es un hecho que trasciende los planos sociales y familiares demandando una fuerte exigencia de comportamientos como la sensibilidad, la dulzura, generosidad, prudencia, nobleza, receptividad, lo que le lleva a orientarse más hacia los demás y menos hacia sí misma.
Es como si su identidad estuviera conectada a los otros y esto le hace padecer de una dependencia que no solo tiene su base en lo social, sino que también en la cultura.
La mujer como identidad femenina se le considera más susceptible y menos agresiva y toda su vida se le asocia al plano afectivo y a la vida doméstica.
“Lo femenino es asociado a los roles relacionales (el cuidado, ser para otros madre-esposa-ama de casa) a una identidad vinculada con la maternidad, con lo emocional, con el sexo como procreación. Es articulado a lo natural, biológico, a lo privado. A la mujer se le exige que renuncie a sí misma y viva para otros, la prioridad de su autonomía ante el cuidado de aquellos que la sociedad les encomienda (hijos, esposo, padre, suegros, ancianos, minusválidos) no es aceptada por la sociedad, de este modo proteger a los demás constituye una virtud femenina.
(Fernández Rius, 2006, tomo2, p: 162)
De ahí que la identidad de mujer-madre niega la de mujer-sexo (coqueta, seductora, apasionada) esto ha sido como elemento histórico un elemento que ha marcado las pautas de los comportamiento de las mujeres, que sujetas a su rol de madre-esposa-ama de casa las condena al marco social y familiar a dicha identidad con sus respectivos papeles de género.
En este sentido coincido con el planteamiento de Marcela Lagarde el cual exponemos a continuación:
“El sentido de la vida, el quehacer en la vida no se orienta hacia sí misma, sino hacia los otros. Trabajar, pensar, sentir para otros, el sentido de la vida articulado alrededor del vínculo con los otros. Tanto interna como externamente es habitada por los otros y desplazada de sí misma (sensación de yo no existo, existo en tanto soy para otros). En el centro de sus vidas no está su yo, sino los otros. Este es el núcleo del “cautiverio” o ausencia de la libertad genérica de las mujeres”.

1.3-  Patriarcado y subordinación femenina
Cuando hacemos referencia a la perspectiva de género, para hacer alusión a la violencia contra la mujer, se hace necesario hablar del término “Patriarcado”, quien puede ser entendido etimológicamente como: “Gobierno de Padres”.
El mismo fue creado por la teoría feminista, y es de uso común desde los años setenta y alude a la hegemonía masculina en las sociedades antiguas y modernas, en un orden social de poder basado en un modo de dominación cuyo paradigma y eje central es el hombre. En otros términos el poder “para los hombres” y la sumisión “para las mujeres”.
El patriarcado tiene su base y fundamento en la concepción Dialéctica Materialista, con los planteamientos de Federico Engels, quien atribuyó las causas de la dominación masculina al surgimiento del plus producto y la propiedad privada.
A lo largo de la historia, el Patriarcado, según el movimiento feminista, ha puesto el poder en manos de los maridos y padres en cualquier relación conyugal o de pareja.
El sutte entre los hindúes( que exige que la viuda se ofrezca en la pira funeraria de su marido), el infanticidio femenino en la cultura china, los matrimonios concertados entre los musulmanes, que pueden llevar al asesinato o tortura de la mujer, y la esclavitud doméstica en el nuevo hogar indican la presencia endémica de sexismo y violencia doméstica masculina.
En la actualidad el control y el poder político siguen privilegiando al sexo masculino, además del poder religioso, económico, entre otras cosas. Los hombres se muestran como los poderosos, dueños y dirigentes del mundo, de sus familias, de sus esposas, de sus hijos(as) y al mismo tiempo, como únicos y legítimos propietarios de sus mujeres, de sus creaciones, bienes, y estas últimas concluyen en la dependencia.
Por lo que:
“Se genera una asimetría entre hombres y mujeres, injusta, desigual, enajenada en la cual el hombre aparece como lo humano y la mujer como lo subhumano. Se trata entonces de una situación de dominación y de explotación y de un androcentrismo cultural”.
( Fernández ,2006, tomo 2, p:150)
Según Fernández Rius al hablar sobre género y subjetividad, explica que los intereses específicos de los hombres que les lleva a ocupar ese papel hegemónico y a generar la sujeción femenina se centran en varios aspectos:
Sexualidad: Obtención de placer.
Reproducción: Producción de hijos.
Laboral: Explotación de trabajo doméstico no pagado.
Lo afectivo: Extracción de apoyo emocional que refuerza el ego masculino.
Es entonces que el Patriarcado nace como una política de dominación presente en todos los actos que aparentan ser privados o personales (el amor, la intimidad psicológica en la pareja, la familia, etc.).
El Patriarcado cuenta además con dos armas poderosas: la universalidad y la longevidad.
La primera se evidencia en la organización patriarcal, que hoy muestran la mayoría de las sociedades, de modo que hoy no se cuenta con modelos alternativos para su crítica.
En el segundo caso hacemos referencia a un sistema milenario que se adapta a cada nueva estructura económica y política, además está sembrada de tal forma que constituye un sistema de prácticas reales y simbólicas en las cuales se concretiza, perpetúa, favoreciendo su continuidad.
De este modo:
“Existe un Patriarcado de coerción (desde la extrema violencia, prohibición, mercado desfavorable hacia la mujer, insuficiente protección legal ante la violencia sexual, la prohibición o restricción contra el aborto despojándolas del control del cuerpo) y un Patriarcado de consenso caracterizado por la ausencia de  leyes o políticas coercitivas, violentas de modo explicito, que nos dan la apariencia de la muerte del Patriarcado, aunque en la realidad se trate de una igualdad formal acompañada de una transmisión  de los mitos patriarcales a través de las imágenes atractivas en los medios de comunicación, las tradiciones, las costumbres, etc.”
(Fernández Rius, 2006, tomo 2, p: 151)
En nuestro país existe una contradicción que no es exclusiva de Cuba y es aquella que se da entre el protagonismo cada vez mayor de las mujeres en el espacio social, extradoméstico y la sobrecarga al interior de la familia, en el espacio doméstico, nos plantea Sara Más, Aloyma Ravelo y Antonio López y al respecto continúan planteando: “No obstante, en Cuba se puede hablar de una hibrides en la cual coexisten los rasgos tradicionales de la identidad femenina con características nuevas que van ya desplazando las posiciones de subordinación”.
“Pero la cultura patriarcal es muy fuerte, está muy encendrada en la forma en cómo vivimos, el ser mujer o el ser hombre y, por lo tanto, transformar esas concepciones que a lo largo de la historia vamos incorporando con la socialización, esas que nos educa en sus culturas escindidas y diferentes, que nos obliga al ejercicio de papeles distintos y contrapuestos en vez de una socialización que pueda contribuir al diálogo, al encuentro. En esas condiciones es muy difícil hablar o poder afirmar que en el país es posible la eliminación total de la violencia contra la mujer, aunque se han dado pasos importantes”.
(Más, Ravelo, López, 2008, P: 19-20)
Cuando hacemos alusión a la diferencia social que se manifiesta en el sistema sexo-género: hombre(masculino) y mujer(femenino), y su influencia en la determinación de los roles sociales y culturales determinados por el sistema patriarcal, Pérez Contreras fundamenta que, el término género, nos permite diferenciar las prácticas sexuales, puesto que niega toda relación entre la situación de la mujer y las explicaciones biologisitas de los roles asignados socialmente a hombres y mujeres, es decir, distingue entre sexo y sexualidad, y esta última es la que determina la desigualdad o los roles sociales que establecen situaciones de superioridad e inferioridad o subordinación.
“El sistema sexo - género, legitimado en la cultura patriarcal, establece relaciones hombre - mujer basadas en el poder, el dominio y el control, difíciles de romper por las propias mujeres ya que está implicada la familia, la comunidad y la sociedad en su conjunto”.
(Artíles de León, 2006, p: 22)
Finalmente podemos decir que la subordinación femenina con respecto a lo masculino se encuentra enraizada en la sociedad y su causa fundamental la determina la cultura patriarcal, que no solo le ha entregado el poder y dominio a los hombres, sino que estos han subjetivado esta realidad, consolidando y estereotipando comportamientos que han llegado de cierta forma a la violencia en cualquiera de sus manifestaciones, con el fin y propósito de no perder su status en todas las dimensiones existenciales (individuo-pareja-familia) donde se forman, se construyen y se vivencian los géneros.
Es decir que el sistema patriarcal constituye la causa histórica-social de todas las diferencias que se dan en los géneros como resultado de las interrelaciones que se establecen entre los hombres y las mujeres.
1.4- Violencia de género como resultado de la violencia intrafamiliar
La violencia  que hoy en día sufren las mujeres y que perpetúan en su mayoría los hombres, ocurren dentro del hogar, específicamente en el mundo familiar. En tanto considero que la violencia de género que constituye todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado un posible daño, físico, sexual o psicológico, ya sea en la vida pública o privada; constituye un resultado de la violencia intrafamiliar la que es toda acción u omisión cometida por algún miembro de la familia en relación de poder, sin importar el espacio físico donde ocurra, que perjudique el bienestar, la integridad física, psicológica y libertad, y el derecho al pleno desarrollo del otro/a miembro de la familia.
Al precisar de la violencia de género como resultado de la violencia intrafamiliar podemos decir que este proceso se convierte en violencia doméstica la cual es todo acto u omisión que tiene la intención de controlar y/o someter, y que resulta en daño a la integridad física, emocional, sexual o económica, utilizadas contra mujeres adolescentes o adultas por su pareja actual o anterior.
Las características de la violencia intrafamiliar que nos propone Arés Muzio demuestran por si solas la interrelación que se da entre la violencia de género, intrafamiliar y doméstica y las cuales exponemos a continuación:
En primer lugar: en nuestras sociedades se ha legitimado el uso de la violencia intrafamiliar como una forma de ejercer control y resolver conflictos. Pues durante años la cultura patriarcal ha constituido paradigma y herencia, en la forma que se asumen los roles de género dentro del núcleo familiar. Los hombres ejercen el rol de control y las mujeres ejercen el rol de subordinación. Durante el proceso de socialización y adquisición de la cultura esta conducta ha sido aprendida y trasmitida de generación en generación.
En segundo lugar: este ejercicio de poder es siempre sobre alguien en una posición de subordinación. Los ancianos, niños y especialmente las mujeres conforman el grupo vulnerable de la violencia, su posición los coloca en desventaja. Esta posición involuntaria adquirida por la transmisión social de valores, percibida por su fragilidad física y otros mitos  les lleva a asumir las consecuencias indeseables de la violencia.
En tercer lugar: puede existir violencia sin golpes. Durante muchos años se ha demostrado que la violencia psicológica hace tanto daño como otras dígase la física. Las consecuencias de cualquier tipo de violencia aunque sea sin la presencia de golpes, atentan directamente contra la salud y el buen desarrollo del ser humano.

1.5- Violencia de género y agresión socializada como manifestación paralela
Toda violencia de género implica alguna manifestación agresiva, las diferentes formas de violencia que arremete un hombre contra una mujer , es decir el género masculino contra el femenino, evidentemente constituye un comportamiento consciente y socializado, inclusive para quien la recibe como para el que lo ejecuta.
El término “Agresión”, es definido como: Acto de acometer a alguien para matarlo, herirlo o hacerle daño.
Durante el desarrollo de las ciencias psicológicas, este término ocupó para sus estudiosos un espacio de interrogante y constante estudio. El padre del Psicoanálisis, Sigmound Freud,  dedicó muchos años al estudio de la agresión y con ello elaboró su teoría, sobre la existencia de fenómenos que se producen como resultado de las múltiples manifestaciones, acciones y reacciones del hombre, cuyo origen se encontraba en el instinto humano.
Al realizar algunos estudios después de haber vivido los horrores de la primera guerra mundial y de haber analizado un centenar de pacientes neuróticos, llegó a la conclusión de que el hombre tiene dos fuerzas contrapuestas o instintos que llevan al individuo a la conservación de la vida uno y a la destrucción o muerte el otro. Igualmente señalaba en torno al comportamiento humano, que el hombre es un campo de batalla en las que se enfrentan estas dos fuerzas poderosas, que él denominó impulsos de la vida (Eros) contra el impulso de la muerte (Tánatos). Luego se percató, que la agresión no solo provenía del instinto sexual, sino también de los instintos del ego.
Sin embargo haciendo alusión a la agresión, los conductistas se pronunciaron con una explicación diferente. Estos manifestaron que la agresión, como cualquier tipo de comportamiento se aprende, simplemente sobre la base de  buscar la ventaja óptima posible para uno.
A. Buss (1961) señala: que los más importantes comportamientos agresivos es ante todo la naturaleza de las consecuencias reforzadas que afectan al acaecimiento y la fuerza de las reacciones agresivas, es decir que lo que importa es saber que clase de reforzadores afectan el comportamiento agresivo.
Por otro lado Skinner (1961) plantea: que la conducta agresiva es producto de un aprendizaje previo, que ocurre a través  del condicionamiento operante y mediante el reforzamiento positivo.
En otras ramas como la neurofisiología estiman que el comportamiento agresivo es el producto de las estimulaciones que se producen en los diferentes sistemas y zonas subcorticales del cerebro humano.
Los etólogos, en sus investigaciones sobre el comportamiento innato de los animales, llegaron a la conclusión de que el instinto agresivo tiene un carácter de supervivencia, por tanto, la agresión que existe entre los animales no es negativa para la especie, sino un instinto necesario para su supervivencia.
Para Nicolás Maquiavelo, lo propio que para Friedrich Nietzsche, la violencia es algo inherente al género humano y la guerra una necesidad de los estados.
Los naturalistas, a diferencia de Freud y Lorenz, sostienen que una de las peculiaridades de la especie humana es su educabilidad, su capacidad de adaptación y su flexibilidad; factores que permiten y permitieron la evolución de la humanidad, desde que los hombres dejaron de vivir en los árboles y las cavernas.
Jean Jacques Rousseau  sostenía la teoría de que el hombre era naturalmente bueno, que la sociedad corrompía esta bondad y que, por lo tanto, la persona no nacía perversa sino que se hacía perversa, y que era necesario volver a la virtud primitiva. Es decir, la actitud de maldad o bondad es fruto del medio social en la cual se desarrolla el individuo.
El psicólogo Alberto Bandura, de acuerdo con el filósofo francés, estima que el comportamiento humano más que genético es hereditario, es un fenómeno adquirido por la observación e imitación. En igual posición se mantiene Ashley Montagu, para quien la agresividad de los hombres no es una reacción sino una respuesta; planteaba que el hombre no nace con un carácter agresivo, sino con un sistema muy organizado de tendencias hacia el crecimiento y el desarrollo de su ambiente de comprensión y cooperación.
John Lewis, plantea que el hombre por naturaleza es más cooperativo que agresivo.
Según lo planteado en este epígrafe acerca de la agresión o agresividad humana, desde diferentes perspectivas y en consecuencia con el desarrollo de las diversas corrientes, podemos plantear que una sola orientación en el estudio de la violencia contra las mujeres es totalmente insuficiente y que partiendo de los elementos brindados en los aspectos: psicológicos, biológicos y sociales; solo pueden tener una explicación más completa y formulada en el modelo Histórico Cultural, desde la perspectiva de género.
Porque el hombre y la mujer, como seres sociales  con privilegio y posibilidad de tener conciencia y capacidad de razonamiento, y bajo la tutela de la psiquis que convierte y hace a estos distintos de los animales, con capacidad de asimilar una cultura durante el proceso de socialización, realizar cualquier tipo de actividad, adquirir y trasmitir conocimientos y experiencias, mediante lenguaje u observación y además con potencial biológico, psicológico y social para el desarrollo de su personalidad, entonces cuenta con la opción de recibir, asimilar, practicar o ejercer cualquier forma de violencia. Dígase los más fuertes contra los más débiles, los de más jerarquía sobre los de menos o dígase los hombres contra las mujeres.
En este aspecto hizo énfasis Walker, durante un seminario de agresión y género en la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada, centrando su intervención en el  síndrome de la mujer maltratada, según el cual esta después de haber sufrido varios capítulos de maltratos y abusos por parte de su pareja, es incapaz de visualizar una salida o escape a la situación, un trauma que nombró como: “Desesperanza o Indefensión aprendida”.
Al respecto, entre sus principales aportes, durante los años dedicados de su carrera al estudio de la violencia contra las mujeres, fue demostrar, que esta es una reacción normal, en cualquier ser humano sometido a una situación de esta característica y no una actitud masoquista, como defendían y aún defienden algunos teóricos.
Para Walker, el maltrato contra las mujeres es un reflejo elevado al extremo del desequilibrio de poderes existentes entre el hombre y la mujer, fomentado por la sociedad.
Es decir que los criterios basados en sus experiencias, en la atención directa a las mujeres que sufren o han sufrido los embates de la violencia, evidencia el resultado de la cultura patriarcal, gestada e la asimetría de poder que influye directamente sobre la sociedad.
1.6- Ciclo de la violencia
Es muy difícil que al inicio de una relación, aparezca la violencia del hombre hacia la mujer. Pues durante este proceso se muestra un comportamiento positivo, cada miembro muestra su mejor faceta.
Sin embargo la aparición de algún episodio violento puede aparecer de un momento a otro y establecerse lo que se conoce como ciclo de la violencia, el cual describió en el año 1979 la psicóloga norteamericana Leonore Walker y el que se mantiene hasta nuestros días. Proceso que describió en tres fases.
La primera fase o “acumulación de tensión”, se caracteriza por: a medida que la relación continúa, se incrementa la demanda, así como el estrés. Hay un incremento del comportamiento agresivo, más habitual hacia los objetos que hacia la pareja, por ejemplo arrojar objetos, romper cosas, tirar puertas, pegar sobre las mesas, entre otros comportamientos. El comportamiento violento es reforzado por el alivio de la tensión, luego de la violencia. La violencia se mueve desde las cosas hacia la pareja y puede haber un aumento del abuso verbal y físico. La pareja trata o intenta modificar su comportamiento a fin de evitar la violencia. El abuso verbal y físico se incrementa y la mujer comienza a sentirse responsable del abuso. El violento se manifiesta obsesivamente celoso y trata de controlar todo lo que puede, además de tratar de aislar a la víctima  de su familia y sus amistades. Esta fase además del enojo, aparecen discusiones, acusaciones y maldiciones, que pueden durar días, semanas, meses y hasta años.
La segunda fase o “Episodio agudo de la violencia”, se caracteriza por: la necesidad de descargar las tensiones acumuladas por el abusador. El abusador hace una elección acerca de su violencia. Como resultado de la violencia, desaparecen la tensión y el estrés. Esta fase es muy peligrosa, pues en ellas se evidencian golpes, quemaduras, heridas, violación, gritos y otros comportamientos por parte del agresor.
La tercera y última fase o “Periodo de calma, arrepentimiento o luna de miel”, se caracteriza por: ser una etapa de calma, sin violencia, con muestra de amor y cariño. El abusador se hace responsable de su comportamiento, le promete a su pareja esperanza de algún cambio, actúa como si nada hubiese sucedido, además de prometer no volver a hacerlo y buscar ayuda. Si no hay intervención y la relación continúa, hay posibilidades de que la violencia haga una escalada y su severidad aumente. Luego de algún tiempo se vuelve a la primera fase y todo comienza otra vez, aunque el hombre haya negado la violencia, puesto pretextos, se haya  disculpado e inclusive haber prometido que no sucedería.
Cuando hacemos alusión al ciclo de la violencia en sus tres fases, hay que decir que: una mujer soporta el maltrato porque tiene dependencia económica, emocional o miedo.
El miedo que la paraliza cuando es sometida a ciclos repetidos de violencia  va anulando su autoestima, distanciándola del contacto con la realidad objetiva e incapacitándola para poder encontrar, por sí sola, la salida al maltrato que padece.
Por tales razones, los especialistas explican que una mujer, cuando está en una situación de violencia sostenida, no puede por ella misma romper este ciclo.
Necesita ayuda, un apoyo exterior de la familia, de los profesionales, de la comunidad que la rodea; para poder autocuidarse a recuperar su autoestima, para comprender que ella si es capaz de enfrentar el maltrato de que es objeto y que ella si puede ponerle fin.
EPÍGRAFE II APROXIMACIONES AL ESTUDIO DE LA INTERVENCIÓN EDUCATIVA EN LA ATENCIÓN A LA VIOLENCIA DE  GÉNERO EN EL MARCO INTRAFAMILIAR EN CUBA
2.1- Intervención jurídica legal sobre la violencia contra la mujer en Cuba
En Cuba, la mujer y la familia, cuentan con su derecho de protección contra la violencia intrafamiliar. Pues se considera a la familia como célula fundamental de la sociedad y como tal el Estado cubano crea las condiciones para su mejor desarrollo, facilitando a toda la población medios decorosos de subsistencia, el acceso, a la salud, educación, deporte, cultura, entre otros, lo que sienta las bases para la existencia de personas más plenas y felices.
La Constitución de la República (2019), como ley de leyes, establece:
Artículo 85: La violencia familiar, en cualquiera de sus manifestaciones, se considera destructiva de las personas implicadas, de las familias y de la sociedad, y es sancionada por la ley.
Nuestro Código de familia postula que:
El matrimonio se instituye sobre la base, de la igualdad de derechos y deberes de ambos cónyuges, quienes tendrán la obligación de vivir juntos, guardarse lealtad, la consideración y el respeto debido y ayudarse mutuamente, así como cuidar la familia que han creado y cooperar el uno con el otro en la educación, formación y guía de los hijos conforme a los principios de la moral socialista.
Las figuras delictivas que recoge nuestra legislación penal para la protección a la familia y la mujer son:
1) Asesinato: Cuando se produce muerte intencionada.
2) Aborto ilícito: cuando se halla ejercido actos de fuerza, violencias o lesiones sobre la grávida, que ocasionara el aborto, la destrucción del embrión, con o sin propósito de causarlo.
3) Coacción: Es cuando se ejerce violencia sobre otro o se amenaza para compelerlo a que en el instante haga lo que no quiera, sea justo o injusto.
4) Lesiones: Ya sean graves, por poner en peligro la vida de la víctima o dejarles secuelas anatómicas, fisiológicas o psíquicas, o en caso que requiera para su curación atención médica.
5) Abandono de menores, incapacitados o desvalidos: Por aquella persona legalmente obligada a mantenerlo o alimentarlo.
6) Amenazas: De cometer un delito en perjuicio de otro o de un familiar de éste; siempre que sea capaz de inferir a la víctima un serio y fundado temor.
7) Delito contra el derecho de la igualdad: Por discriminar a otra persona o incitar a la discriminación por motivos de sexo, raza, color, u origen nacional.
8) Estrupo: Mantener relación sexual con una mujer soltera, mayor de 12 años y menor de 16, empleando abuso de autoridad o engaño.
9) Bigamia: Consiste en formalizar un nuevo matrimonio sin estar legítimamente disuelto el anterior.
10) Violación: tener acceso carnal con una mujer contra su voluntad, sea por vía normal o  contra natura, incluso dentro del matrimonio.
11) Abusos lascivos: El que sin ánimo de acceso carnal, abuse lascivamente de una persona.
12) Proxenetismo y trata de personas: Por obligar o inducir a otro u otra a ejercer la prostitución o cualquier otra forma de comercio carnal.
13) Ultraje sexual: Acosar a una persona con requerimientos sexuales, entre otras.
14) Incesto: El ascendiente que tenga relaciones sexuales con el descendiente o hermanos entre sí.
15) Corrupción de menores: Para el que utilice a una persona menor de 16 años en el ejercicio de la prostitución o  en la práctica de otros actos de corrupción.
16) Otros actos contrarios al normal desarrollo del menor: Por no atender o descuidar la educación, manutención o asistencia de un menor de edad que esté bajo la guarda y cuidado de una persona.
17) Venta y tráfico de menores: Para aquellas personas que vendan o transfieran en adopción un menor de 16 años, a cambio de recompensa, compensaron financiera o de otro tipo; o utilizar al menor en cualquiera de las formas de tráfico internacional relacionadas con la práctica de actos de corrupción, el ejercicio de la prostitución, trabajos forzados, actividades vinculadas al narcotráfico o el consumo ilícito de drogas.
2.2- Intervención educativa sobre violencia contra la mujer desde las organizaciones e instituciones en Cuba
La FMC como organización ha tenido de forma permanente incluida en su labor, la prevención y atención de la violencia intrafamiliar y a raíz de esta problemática cuenta con su estrategia de intervención educativa fundamentada, a partir de la sistematización de la experiencia acumulada en diciembre de 1994 donde se estructuró un plan que abarca: capacitación, educación, prevención, atención,  orientación, investigación y divulgación. Las vías para ejecutar este trabajo son:

  1. Delegaciones de la FMC: Son las estructuras de base. Están organizadas por número de mujeres entre 50 y 100 en su zona de residencia. Actualmente existen 75956 en todo el país.
  2. Casas de  Orientación a la Mujer y la Familia (COMF): Constituyen un mecanismo de trabajo de la FMC, integrado por profesionales voluntarios de diferentes especialidades y organismos, que interesados en la problemática de la mujer y la familia, realizan una labor multisectorial y multidisciplinaria para contribuir a su mejor desarrollo.  Se cuenta con un total de 175 COMF y 9658 colaboradores en todo el país entre hombres y mujeres. Su labor se realiza a través de orientaciones individuales, de actividades grupales, de cursos de orientación sobre el tema, estas últimas con una duración entre 8 y 20 horas clases, así como, en los turnos de reflexión que se imparten en los programas de adiestramientos.
  3. Relaciones bilaterales entre la FMC  y organismos.

2.3- Propuesta de intervención familiar en salud comunitaria.

Para la implementación de una estrategia de intervención educativa en la atención a las mujeres víctimas de violencia intrafamiliar considero necesario hacer mención a Luis Bonino (1991), quien considera algunos obstáculos, con los que coincide Artíles de León, que resultan necesarios derribar para implementar políticas y estrategias de intervención en el campo de la atención a la violencia.
En primer lugar: la vicivilización social de la victima e invicivilización del victimario, pues si bien es importante continuar el trabajo con mujeres para prevenir la violencia, es necesario incluir a los hombres en los programas de prevención y promoción. Es sumamente importante la capacitación de policías, jueces, fiscales, abogados y otros profesionales de la salud y ciencias sociales. Esto puede contribuir a reducir la victimización secundaria de las que son objeto muchas mujeres cuando deciden denunciar las situaciones violentas de las que han sido objeto ellas o sus hijos e hijas.
En segundo lugar: ver la violencia contra la mujer como causalidad individual banaliza el problema, pues son algunas mujeres las que viven esa situación, entonces no es grave, y la sociedad no tiene responsabilidad. Los patrones culturales adjudican roles de poder y dominio a los hombres, y de subordinación a las mujeres. Es necesario identificar develar estas asimetrías sociales en las relaciones de género para sortear el obstáculo de considerar la violencia como un problema individual, y por ende, privado.
En tercer lugar: la definición acotada de la violencia contra las mujeres y percepción solamente de sus formas más graves, esto hace que no se visualice la violencia psicológica, y algunas manifestaciones de la violencia sexual (como el acoso y la violación en el matrimonio). Por ejemplo en el sector de la salud se parte de entender las lesiones corporales, mientras que en otros sectores las evidencias físicas son las únicas referencias para demostrar la aceptación y/o percepción de la violencia.
En cuarto lugar: mitos sobre el perfil del maltratador, naturalizar conductas como la ingestión de bebidas alcohólicas, el control y la dominación sobre las mujeres como típicamente masculinas, es uno de los mitos asociados al abuso y un obstáculo para que la violencia se haga visible. Frases como: “ellos son así”, “así son los hombres”, “no hay que provocarlos”, o los que justifican los hechos violentos como producto de algún desajuste emocional o mental, y expresan: “no son normales”, “deben tener algún problema”, circulan en el imaginario de muchos profesionales que atienden a los maltratadores como enfermos mentales, minimizando la responsabilidad de estos frente a sus conductas.
En quinto lugar: mitos sobre las responsabilidades femeninas, creer que la mujer se buscó el maltrato, o que se lo merece, es una creencia errónea que con frecuencia escuchamos. Nada justifica la violencia, nadie merece ser maltratado, nadie tiene el derecho de maltratar. Este mito exime al maltratador acerca del control de su conducta y se sitúa en la mujer la responsabilidad de ser victimizada; ella es merecedora del abuso.
En sexto lugar: el desconocimiento en la correlación entre los formatos hegemónicos de masculinidad y feminidad, el proceso de socialización de hombres y mujeres no transcurre de igual forma para ambos, ni se le asigna igual posición en los diferentes ámbitos de la vida social. El no reconocer las asimetrías de poder entre las mujeres y hombres, las diferentes cuotas de prestigios asignados a lo femenino y lo masculino en la sociedad o en los espacios de interrealización en la vida cotidiana, obstaculiza el tratamiento de la violencia desde la perspectiva de género.
“Estos obstáculos, así como los mitos y creencias acerca de la violencia impiden muchas veces su diagnóstico y la comprensión y el enfrentamiento de las situaciones violentas por los actores sociales llamados a la prevención de dichas situaciones. En la vida cotidiana se reproducen relaciones de género que perpetúan y sostienen la violencia de género”.
(Artíles de León, 2006, p: 24)
Al respecto Artíles de León, continúa planteando:” El tratamiento de la violencia de género como problema de salud pública, puede convertirse en una oportunidad para visualizar socialmente dicho problema y buscar alternativas para atender y minimizar sus efectos; en este sentido, conocer el problema y ubicarlo en su justa dimensión es el primer paso para su transformación”.
En el proceso de cambio se requiere sensibilizar acerca de las múltiples formas de maltrato y los efectos que tienen en las víctimas, así como una revisión de las creencias y los mandatos culturales que impregnan la socialización de géneros.
Estas creencias sustentan el maltrato debido a las emociones, comportamientos, frustraciones y expectativas de ejercicio de poder que promueven, son en lo individual la concreción de una cultura que legitima la violencia y que aún asigna derechos diferenciados a mujeres y hombres.
“Por otro lado las estructuras y redes de apoyo existentes necesitan la capacitación para, primero, poder desmitificar la violencia y después detectar, diagnosticar, derribar, o atender a las personas que solicitan servicios, así como realizar acciones de prevención para evitar las conductas violentas”.
(Artíles de León, 2006, p: 22-23)
Entre las consideraciones de importancia, en este sentido se debe tener en cuenta otra cuestión subyacente que de manera directa influye a la hora de realizar una estrategia de intervención en cualquier lugar de nuestro país.
A una de estas cuestiones hace referencia Ada C. Alfonso al abordar sobre, la baja denuncia de las mujeres víctimas de la violencia, al considerar que esto obedece a múltiples factores que se pueden dividir en tres grupos:

  1. Los relacionados con las mujeres que sufren los malos tratos.
  2. Los relacionados con su entorno inmediato.
  3. Los que atañen a la sociedad y a las instituciones que la componen.

Existiendo una fuerte interrelación entre dichos factores, que tiene como resultado la baja denuncia y/o retiro de esta una vez formulada en la unidad policial más cercana al lugar de residencia de las víctimas. Esto favorece que las mujeres no logren romper el círculo de la violencia.
“Las mujeres temen al agresor, las personas de su entorno inmediato temen las represalias de este, y las instituciones no comprenden el miedo de las mujeres atrapadas en las situaciones de la violencia. Esto origina que ellas no se acerquen a las instituciones que deben acompañar el proceso de supervivencia”.
(Alfonso Rodríguez, 2007, p: 11)
Luego romper el círculo de la violencia requiere:

  1. El reconocimiento por parte de las mujeres de que se viven situaciones de violencia.
  2. Sentir el apoyo del entorno inmediato, red de apoyo social, que acompañe el proceso de víctima sobreviviente.
  3. Que las instituciones sean sensibles, reconozcan la violencia, no revectimicen a las mujeres y sancionen a los agresores.

“El círculo de la violencia tiene en sus raíces un sistemas de relaciones de género articulado en la tríada poder-control-subordinación. Romper el círculo de la violencia remite a desarticular y demostrar siglos de dominación patriarcal cuya última expresión es la relación de pareja en el interior del hogar y remontarse en una cultura basada en la equidad de género y en el pleno ejercicio de los derechos humanos de las mujeres y los hombres”.
(Alfonso Rodríguez, 2007, p: 12-13)
Al mismo tiempo la estudiosa de la problemática Leonore Walker considera que antes de profundizar en las causas que originan el maltrato y tratar de erradicarlas, aboga por reforzar en la mujer maltratada, los mecanismos de poder y control de la situación que esta perdió al comenzar a sufrir el maltrato.
Paralelamente no se muestra partidaria de animar a la mujer maltratada, que acude a la consulta de un psicólogo, al comienzo del tratamiento, a que acabe con la relación que mantiene con el agresor, a pesar de que la ruptura sea inevitable si se quiere salir de la situación.
Porque su experiencia en la atención de este tipo de mujeres, le ha demostrado que si la víctima es animada a dejar a su pareja al principio del tratamiento, el hombre puede utilizar el poder abusivo que aún tiene sobre ella y convencerla de que el psicólogo le está haciendo elegir entre él o su familia.
Luego de haber expuesto los criterios de Luis Bonino y las consideraciones de Ada C. Alfonso con respecto a la baja denuncia de las mujeres víctimas de violencia, así como una de las experiencias de Leonore Walker considero vital y necesario, abordar la propuesta de intervención familiar en salud comunitaria que nos propone Patricia Arés Muzio.
Para lo que comenzaremos exponiendo lo planteado por Pichón Riviere y al que cita Arés: “Entiendo que la tarea correcta no es anunciar deseos para la familia que no se producirán, sino investigar sus crisis y modificar la realidad familiar mediante técnicas sociales idóneas, para lograr nuevas ideologías en esta institución, para ir perfeccionándola, hasta que se convierta en verdaderos centros de aprendizaje dinámico de la realidad y el amor, generando así una amplia capacidad comunicativa”.
Cuando Arés hace referencia a su propuesta de modelo interventivo, enfatiza en la puntualización de los presupuestos en que se basa este diseño exponiendo que: “los referentes más generales parten de considerar a la familia como una categoría histórica, en la que su vida y forma están determinadas por el modo de producción imperante y por las relaciones sociales de producción”.
“Ello explica la interacción dialéctica e interdependencia de familia – individuo -sociedad; relación que dista mucho de ser unidireccional, sino muy por el contrario, es un continuo proceso de interinfluencias”.
(Arés Muzio, 2007, p: 105)
Hablar hoy de familia no es hablar de una masa homogénea, sino se está ante el reto de trabajar con una gran diversidad de prácticas de familia. Ello ha implicado una ruptura con el modelo tradicional de familia nuclear de madre, padre, hijos; pues ahora existe un escenario diverso de familias monoparentales, de convivencias múltiples, donde coexisten más de dos generaciones, reconstruida o de segundas nupcias, uniones consensúales, heterosexuales y homosexuales; al margen de otros tipos de familias que se dan en nuestro país por falta de espacio habitacional, en las que conviven, por razones circunstanciales, personas sin vínculo de parentesco o conyugales.
A su vez expone que la familia, además de ser una categoría histórica que cumple importantes funciones para la sociedad (biológica, económica, cultural, espiritual), también es una categoría evolutiva.
Por tanto hay que verla entonces en calidad de proceso, siempre en continuo cambio, atravesando ciclos o etapas cuyo tránsito representa potenciales crisis. Esto implica una constante exigencia de equilibrio y flexibilidad para que esta unidad logre sostenerse a lo largo del tiempo.
Al referirnos a una estrategia interventiva sobre violencia intrafamiliar,  y prestando suma atención a la mujer como uno de los eslabones más vulnerables de la cadena familiar,  Arés nos brinda su criterio con el que al mismo tiempo me solidarizo.
“En la literatura científica hay toda una profusión de talleres de entrenamiento en acertividad, autoestima, capacidades comunicativas, sin revisar otros factores, lo que hace que el nivel de efectividad sea limitado.
Se trabaja preventivamente, por citar un ejemplo, en mejorar la autoestima de la mujer  como si el problema de la mujer fuese determinado por una baja autoestima. Este abordaje excluye otras consideraciones. ¿El problema de la mujer es la autoestima? ¿La autoestima baja no está también condicionada por el lugar que históricamente ha sido asignado a la mujer? ¿Es un problema personológico o social? ¿Si no se revisa el lugar que asume en la familia, el rol asignado, el espacio y papel social de la mujer, puede efectivamente la mujer superar su baja autoestima?
Hay que buscar las condiciones sociohistóricas, desentrañarlas denunciarlas, solo así se valorará a la mujer desde un punto de vista social y estarán creadas las condiciones para que eleve su autoestima personal.
De nada vale poner otro ejemplo, dar entrenamiento a un nivel preventivo en mejorar habilidades de comunicación, sin revisar que la típica familia  tradicional gestó un modelo de relación al servicio de la dependencia y una estructura de poder con jerarquías rígidas que, por supuesto, más que una comunicación efectiva, potencialmente genera severos y profundos problemas de comunicación viene siendo un resultante, no la causa esencial del problema”.
(Arés Muzio, 2007, p: 108)
Coincido plenamente con Arés, que los estudios de las ciencias sociales abordan las diversas problemáticas de la familia desde lo puramente personológico. Sin embargo se hace una necesidad emergente la búsqueda de concepciones y teorías más integradoras, capaces de explicar cualquier fenómeno intrafamiliar, por muy complejo que este sea, como lo es la violencia contra la mujer.
Sin embargo podemos hacernos una pregunta: ¿Por qué la intervención familiar en la comunidad? Esta respuesta la ofrece Arés al plantear que
la organización del sistema de salud en Cuba es comunitaria. El país cuenta con una infraestructura social que permite utilizar el ámbito comunidad para trabajar de manera preventiva en la familia.
Cada comunidad dispone de instituciones de salud (policlínico integral, médico de familia) que pone a disposición del psicólogo una población dispensarizada, además de contar con otras instituciones presentes en la comunidad, que manejan los problemas más emergentes de cada una de ellas. Así puede citarse por ejemplo el delegado del Poder Popular, el delegado de la comisión nacional de prevención, la brigadista sanitaria del bloque de la FMC.
Esta infraestructura constituye un escenario único y particular en Latinoamérica para el trabajo comunitario y la prevención primaria. Sin embargo no se ha contado siempre con los recursos  teóricos y metodológicos para lograr verdaderos resultados. Han existido también obstáculos y concepciones equivocas que, de alguna manera, también han frenado la posibilidad de hacer intervenciones efectivas.
Algunas causas de estas limitaciones según Arés para  el trabajo comunitario en familia durante estos años han sido:

  1. Una falta de visión de familia como grupo, desarrollándose programas en beneficios de la mujer, el niño, el anciano, pero de forma aislada y no integrada.
  2. Una concepción paternalista del Estado con relación a la salud como responsabilidad social, lo cual constituye una conquista, pero también pone a la población en el lugar de la pasividad, limitándose la autogestión y la responsabilidad individual con la salud.
  3. Una aún insuficiente preparación de los médicos de la familia para el trabajo comunitario y una visión integral de la familia.
  4. Ausencia de modelos de evaluación y diagnóstico de la dinámica, las relaciones y los problemas familiares desde las ciencias psicológicas.

La metodología que se utiliza para abordar las problemáticas, que se dan como proceso en el área familiar y que necesitan de intervención a fin de brindar ayuda profesional, propuesta por Arés, la citamos a continuación:
En su trabajo de intervención comunitario se prestigia la modalidad grupal por considerar al grupo como el espacio donde se pone en juego la intermediación entre lo social y lo individual.
Se han desarrollado programas para trabajar diferentes grupos poblacionales (mujeres, grupo de hombres, padres, adolescentes, parejas, tercera edad). Estos programas han sido desarrollados, asimilando los aportes del grupo operativo, grupo formativo, a los que ha denominado grupos de reflexión.
El grupo de reflexión tiene como objetivo proporcionar a la población herramientas de análisis. Parte de los principios de Pichón Riviere sobre aprendizaje de la realidad.
Trabaja desde la indisoluble unidad de lo cognitivo y lo afectivo lo que permite conocer las ambivalencias, las resistencias a los cambios. Como decía Pichón Riviere: “las contradicciones se resuelven, no se disuelven”, y para ello es necesario trabajar con procesos vivenciales.
Dentro de los métodos grupales se utilizan técnicas de caldeamiento, representación de papeles, esculturas, metáforas, juegos dramáticos que representan escenas de vivir lo cotidiano. En las diferentes sesiones, el profesional propone una escena, se recrea la escena, se discute y se hace una devolución sintetizadora, partiendo de los aportes grupales, saberes colectivos, emergentes principales y de los objetivos del programa en cuestión.
En cada programa se trabaja un conjunto de temas, distribuidos en tres grandes grupos de tareas.
Tareas básicas: Relacionadas con los determinantes personológicas de la familia y su identidad. Se trabaja más a un nivel de asistencia que de intervención grupal, aunque algunos programas concretos incluyen dentro de sus temas potenciar recursos personológicas. Los temas son autovaloración, códigos emocionales, capacidades comunicativas, acertividad y resolución de conflictos intrapsíquicos e interpersonales.
Tareas de desarrollo: Trabaja sobre el cuestionamiento de las asignaciones culturales (guiones) temas tales como roles, espacios, límites, modelos de familia, de pareja, pautas de crianza.
Tareas de enfrentamiento: Incluye comunicación, conflictos, cambios de crisis transnacionales de ciclo vital, se aborda la trama de la novela familiar.
La experiencia en la formación de profesionales en esta metodología de intervención y su aplicación a comunidades concretas les permite afirmar que se han logrado mayores niveles de eficacia y efectividad.
Como criterio de efectividad se toma en cuenta:

  1. La aplicación de un cuestionario inicial y final.
  2. Las producciones verbales y testimonios de cambio de los participantes.
  3. La disminución de la problemática psicológica que originó la demanda, generalmente de un niño o adolescente.
  4. La disminución de indicadores de riesgo inicialmente comprobados de la población estudiada en una comunidad, reveladores que el desarrollo grupal alcanzado trascienden los niveles discursivos.
  5. Los niveles de integración grupal.
  6. El fomento del desarrollo de la participación.
  7. El grado de crecimiento grupal a partir del punto de madurez inicial.

Los grupos de reflexión se trabajan en varias sesiones (de 10 a 12)  durante dos horas con una frecuencia semanal, lo cual permite un aprendizaje progresivo de los elementos de lectura de la realidad y una introyección y elaboración de los cambios, a partir de una elaboración “concientemente sentida” y “emocionalmente pensada”.
La aplicación de esta metodología persigue dos objetivos:

  1. Intervenir en la población a partir de los diferentes programas.
  2. Desarrollar investigaciones a partir de una metodología de investigación-acción.

La investigación se realiza partiendo de la aplicación del mismo programa de intervención. Esto presupone un cambio en la concepción empírica y un corte positivista de muchas de las investigaciones realizadas en las ciencias sociales, las cuales corren en el riesgo de caer en la acumulación indiscriminada de información y datos con cierto reduccionismo empírico, que niega la reflexión.
Es necesario un cambio de mentalidad que vaya del dato empírico al proceso, es decir, un tipo de investigación más cualitativa; con objetivos funcionales, medibles y evaluables. Estos objetivos permitirán establecer y poseer un encuadre de la tarea que sirva de marco de referencia básico, tanto para ir encausando el proceso como para ir evaluando su desarrollo. Se cambian, por tanto, los conceptos de validez que se derivan del dato, solo a partir de la historia del proceso.
Sostiene la relación teoría y práctica  como una unidad dialéctica indisoluble, confirmando o cuestionando diversos aspectos de los planteamientos básicos.
Dentro de su propuesta metodológica son ejes nucleares los conceptos de participación, de trabajo interdisciplinario y en grupo. Es imprescindible evaluar el punto de partida del grupo y los indicadores de riesgo de la comunidad en cuestión, para evaluar el alcance de los resultados.
2.4- Propuesta de una estrategia de intervención educativa para familias donde conviven mujeres víctimas de violencia intrafamiliar.
Para la realización de nuestra propuesta de intervención educativa, nos apoyamos fundamentalmente en los presupuestos de la propuesta de Arés Muzio en salud comunitaria que fue abordado en el primer capítulo durante el análisis epistemológico.
Se fundamenta sobre la base de la creación de un grupo de reflexión con los mismos implicados en la problemática.
La aplicación de esta metodología persigue 2 objetivos:

  1. Intervenir en la población a partir de los diferentes programas.
  2. Desarrollar investigaciones a partir de una mitología de investigación-acción.

Nuestra propuesta de estrategia se divide en 10 sesiones donde se desarrollan el sistema de acciones.

Sesión 1
Actividad:
Aplicación de un cuestionario inicial
Temas:
Motivaciones y expectativas para la colaboración en el proceso
Objetivos:
Conocer nivel de motivación y expectativa para la colaboración y participación en el proceso.
Tiempo (Estimado en semanas)
Un encuentro.
Responsables:
Psicólogo (Coordinador del grupo de reflexión), trabajador social, médico y enfermera de la familia.
Participantes:
Mujeres maltratadas, esposos y otros miembros de la familia.
Resultados:
Compromiso y motivación para la participación en el proceso.

Sesión 2
Actividad:
Dinámica Familiar
Temas:
1-Funciones de la familia.
2-Aspectos fundamentales de la violencia intrafamiliar.
Objetivos:

  1. Enseñar las funciones de la familia.
  2. Conocer los elementos negativos de la violencia intrafamiliar.

Tiempo (Estimado en semanas)
Un encuentro.
Responsables:
Psicólogo (Coordinador del grupo de reflexión), trabajador social, médico y enfermera de la familia.
Participantes:
Mujeres maltratadas, esposos y otros miembros de la familia.
Resultados:
Lograr el conocimiento acerca de las funciones de la familia y aspectos negativos de la violencia intrafamiliar.

Sesión 3
Actividad:
Cine debate (Película: “El teatro de teresa”)
Temas:
Violencia contra la mujer.
Objetivos:
Conocer los elementos negativos de la violencia contra la mujer.
Tiempo (Estimado en semanas)
Un encuentro.
Responsables:
Psicólogo (Coordinador del grupo de reflexión), trabajador social, médico y enfermera de la familia.
Participantes:
Mujeres maltratadas, esposos y otros miembros de la familia.
Resultados:
Interiorizar y valorar las consecuencias de la violencia contra la mujer.

Sesión 4
Actividad:
Psicoterapia grupal mediante técnicas participativas:
1-Técnicas de presentación (Refranes)
2-técnicas de reflexión (El espejo)
Temas:
¿Cómo se ven a sí mismo?
¿Cómo ven a los demás?
¿Cómo son?
¿Cómo quieren ser?
Objetivos:
1-Conocerse a sí mismo.
2-Responsabilizarse de sus actitudes.
Tiempo (Estimado en semanas)
Un encuentro.
Responsables:
Psicólogo (Coordinador del grupo de reflexión), trabajador social, médico y enfermera de la familia.
Participantes:
Mujeres maltratadas y esposos.
Resultados:
Interiorizar y valorar las consecuencias de sus actitudes para consigo mismo y para los demás.

Sesión 5
Actividad:
Psicodrama
Temas:
Situación familiar antes el suceso de  un conflicto matrimonial.
Objetivos:
Lograr que se reflexione acerca de las actitudes, interrelaciones y consecuencias en el desarrollo de la personalidad, el bienestar y la convivencia.
Tiempo (Estimado en semanas)
Un encuentro.
Responsables:
Psicólogo (Coordinador del grupo de reflexión), trabajador social, médico y enfermera de la familia.
Participantes:
Mujeres maltratadas y esposos.
Resultados:
Lograr conocimientos para el aprendizaje de nuevos modos para comunicarse, relacionarse y convivir.
Sesión 6
Actividad:
Cine debate (Película: “Dioses Rotos”)
Temas:
Violencia contra la mujer.
Objetivos:
Conocer los elementos negativos de la violencia contra la mujer.
Tiempo (Estimado en semanas)
Un encuentro.
Responsables:
Psicólogo (Coordinador del grupo de reflexión), trabajador social, médico y enfermera de la familia.
Participantes:
Mujeres maltratadas, esposos y otros miembros de la familia.
Resultados:
Interiorizar y valorar las consecuencias de la violencia contra la mujer.

Sesión 7
Actividad:
Psicodrama
Temas:
Situación familiar durante el suceso de  un conflicto matrimonial.
Objetivos:
Lograr que se reflexione acerca de las actitudes, interrelaciones y consecuencias en el desarrollo de la personalidad, el bienestar y la convivencia.
Tiempo (Estimado en semanas)
Un encuentro.
Responsables:
Psicólogo (Coordinador del grupo de reflexión), trabajador social, médico y enfermera de la familia.
Participantes:
Mujeres maltratadas y esposos.
Resultados:
Lograr conocimientos para el aprendizaje de nuevos modos para comunicarse, relacionarse y convivir.

Sesión 8
Actividad:
Psicoterapia grupal mediante técnicas participativas:
1-técnicas de reflexión:
Técnica de confrontación sobre:
-¿Cómo es una esposa(o)?
Temas:
-Status.
-Roles.
-Comunicación.
-Autoridad.
Objetivos:
Valorar y confrontar ideas, patrones, creencias y expectativas.
Tiempo (Estimado en semanas)
Un encuentro.
Responsables:
Psicólogo (Coordinador del grupo de reflexión), trabajador social, médico y enfermera de la familia.
Participantes:
Mujeres maltratadas y esposos.
Resultados:
Eliminar las manifestaciones violentas dentro de la familia.

Sesión
Actividad:
Psicodrama
Temas:
Situación familiar después del suceso de  un conflicto matrimonial.
Objetivos:
Lograr que se reflexione acerca de las actitudes, interrelaciones y consecuencias en el desarrollo de la personalidad, el bienestar y la convivencia.
Tiempo (Estimado en semanas)
Un encuentro.
Responsables:
Psicólogo (Coordinador del grupo de reflexión), trabajador social, médico y enfermera de la familia.
Participantes:
Mujeres maltratadas y esposos.
Resultados:
Lograr conocimientos para el aprendizaje de nuevos modos para comunicarse, relacionarse y convivir.

Sesión 10
Actividad:
Aplicación de un cuestionario final
Temas:
Resultados después de aplicada la estrategia.
Objetivos:
Evaluara los resultados de la estrategia de intervención.
Tiempo (Estimado en semanas)
Un encuentro.
Responsables:
Psicólogo (Coordinador del grupo de reflexión), trabajador social, médico y enfermera de la familia.
Participantes:
Mujeres maltratadas, esposos y otros miembros de la familia.
Resultados:
Cumplimiento de los objetivos durante todo el proceso.

CONCLUSIONES
La investigación realizada permitió determinar que la violencia ejercida contra las mujeres por sus esposos en el plano intrafamiliar constituye una problemática histórica-social, basada y fundamentada en el sistema sexo género, legitimada y consolidada en la cultura familiar a partir de las normas, patrones y conductas sociales que subjetivamente se asumen por hombres y mujeres durante las etapas del desarrollo de sus vidas.
La investigación aporta una propuesta de estrategia de intervención educativa para la familia, basada en la creación de un grupo de reflexión con los implicados en la problemática, en las cuales se insertan actividades educativas, orientativas y psicoterapéuticas para erradicar esta problemática.
Los resultados obtenidos en la investigación fueron los siguientes:

  1. Las familias disfuncionales constituyen el escenario más propicio para que se ejerza violencia contra la mujer.
  2. La forma de violencia más ejercida es la psicológica.
  3. Las mujeres jóvenes entre los 20 y 30 años de edad son las que con mayor incidencia son víctimas de violencia.
  4. Las mujeres que evidencian mayor incidencia de violencia son aquellas que no estudian, ni trabajan.
  5. Las mujeres reciben mayor incidencia de violencia en familias nucleares.
  6. Las variables más incidentes que propician la violencia contra las mujeres son: la comunicación, armonía, y afectividad.
  7. Las mujeres víctimas de violencia crean un sistema de dependencia el cual justifican por: las necesidades, los hijos y el hogar.
  8. El estado emocional de culpa constituye el elemento que percibe con mayor frecuencia las mujeres víctimas de violencia.

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*Licenciada en Educación, especialidad Pedagogía Psicología.
** Licenciada en Enfermería.
***Licenciada en Educación, especialidad Pedagogía Psicología.
**** Licenciada en Educación, especialidad Pedagogía Psicología.

Recibido: 24/06/2019 Aceptado: 11/10/2019 Publicado: Octubre de 2019


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