Revista: Caribeña de Ciencias Sociales
ISSN: 2254-7630


LOS MOVIMIENTOS DE IZQUIERDA DE LATINOAMÉRICA. LA REVOLUCIÓN CUBANA SU INFLUENCIA

Autores e infomación del artículo

Osmany Hernández Basulto*

Isel Ramírez Berdut **

Leandrus Lázaro Hernández Ramírez ***

Universidad de Holguín, Cuba

Correo: ohdez@uho.edu.cu


Resumen
El objetivo de este trabajo es mostrar que la Revolución Cubana, iniciada hace 150 años, tiene carácter ininterrumpido, criterio que se fundamenta en las manifestaciones independentistas anteriores al estallido del 10 de octubre de 1868, momento histórico que trazó el rumbo definitivo para los movimientos de izquierda de Latinoamérica. Sería injusto obviar en este análisis las diferentes posiciones ideológicas que motivaron a los criollos a enfrentar la ocupación española en la búsqueda de fórmulas encaminadas a resolver sus problemas económicos, políticos y sociales.
Para la compilación de este trabajo se emplearon métodos científicos del nivel teórico y empírico, entre los que se encuentran:

  1. Análisis y crítica de fuente. Tomando como procedimiento el método del pensamiento histórico-lógico aplicado a las fuentes consultadas.
  2. Lógico inductivo-deductivo.  Para la interpretación de la información
  3. Literario-hermenéutico. Para hacer referencias basadas en la bibliografía consultada.

Este trabajo sirve de referencia para comprender la evolución histórica de los movimientos de izquierda de Latinoamérica.  Es también un valioso material de referencia para los estudiantes de la carrera de Historia en la Universidad d Holguín. Es una fuente documental para los profesores de esta carrera y para la historiografía de Holguín.
Palabras claves: Revolución Cubana, liberación nacional, posiciones ideológicas
Abstract
The objective of this paper is to show that the Cuban Revolution, which started 150 years ago, has an uninterrupted character, criterion that is supported by the separatist manifestations prior to the outbreak in October 1868, historical moment which traced the definite direction for the movements of national liberation in Cuba. It would be unfair to put aside in this analysis the different ideological positions that motivated the Cuban ¨creoles¨ to face the Spanish occupation in the quest of formulas headed to solve their economic, political and social problems.
For the compilation of this scientific work, methods from the theoretical and empirical level were used, among them we can find:
a)  analysis and critic of the source, taking as a procedure the methods of the logic-historic thinking applied to sources consulted;
b)  logic and inductive-deductive, for the interpretation of the information;
c) literary-hermeneutic method, for making inferences based on the consulted bibliography.
This paper constitutes a reference material to understand the historical evolution of the left-wind movements in Latin America. It is also a valuable material for the students majoring in History at the University of Holguín. Besides, it is also a documentary reference for the staff of professors of this major and the historiography of Holguín.
Key words:  Cuban Revolution, ideological positions, ideological positions

Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Osmany Hernández Basulto, Isel Ramírez Berdut y Leandrus Lázaro Hernández Ramírez (2019): “Los movimientos de izquierda de Latinoamérica. La revolución cubana su influencia”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (octubre 2019). En línea:
https://www.eumed.net/rev/caribe/2019/10/movimientos-izquierda-latinoamerica.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/caribe1910movimientos-izquierda-latinoamerica


Introducción
El presente trabajo, se parte de los antecedentes de la posición de izquierda de los revolucionarios cubanos y la secuencia histórica en que se fue formando primero el pensamiento independentista, para concretarse en el pensamiento marxista y finalmente se materializa en la influencia de estas corrientes en los países de América latina y el caribe.
La posición de izquierda y revolucionaria de Fidel Castro, no fue casual, su génisis se en marca en los antecedentes histórico que van formando su ideología que le permitieron actuar consecuentemente en el ámbito nacional e internacional.
En esta investigación, se realiza por los autores una secuencia lógica e histórica de todo el proceso hasta llegar a esa influencia que ha tenido y tiene la Revolución Cubana y la figura de Fidel Castro en el pensamiento político y los movimientos de izquierdas en el mundo y en particular en América Latina.
El presente artículo plantea como hipótesis central que,  si bien el impacto del triunfo de la Revolución Cubana y del pensamiento de izquierda de Fidel Castro no produjo cambio en la revisión teórica y critica de las posiciones de los movimientos de liberación nacional y los Partidos Comunistas en América Latina, si es innegables que en algunos casos realizaron una lectura alternativa que le permitiera pensar en el proceso cubano y en la figura de su líder histórico, del cual se podían extraer numerosas enseñanzas para sus procesos muy particulares.
Así, nos proponemos una aproximación a la formación del pensamiento de izquierda de Fidel Castro, teniendo en cuenta principalmente las experiencias de los próceres anteriores, para ello, partiéremos de la reconstrucción histórica del pensamiento revolucionario cubano 
Antecedentes históricos en el pensamiento de izquierdas en Cuba.
Para analizar las posiciones de los movimientos revolucionarios (MR) en Cuba deben tenerse en cuenta dos elementos fundamentales: en primer lugar las características de los movimientos en aquellos años y en segundo, la posición ideológica.
El proceso de evolución y conformación de la ideología revolucionaria marca sus  inicios  en la primera mitad del siglo XIX cubano marcó la determinación de la clase esclavista, fundamentalmente los terratenientes con rasgos y proyecciones burguesas, para la búsqueda de fórmulas encaminadas a resolver sus problemas económicos, políticos y sociales, unas veces por la línea reformista (1720-1820; 1830-1837; 1860-1867) otras mediante el anexionismo a los Estados Unidos (1845-1850) sin restar peso al independentismo propugnado por el sacerdote Félix Varela entre 1820 y 1830 quien en ese tiempo no consiguió la aprobación de la referida clase social dado su marcado sentido de que Cuba debía ser tan isla en su forma de gobierno como lo era geográficamente sin el concurso de otra nación para lograrlo, y con la igualdad social de todos sus moradores. (Castro, F. 1968 p. 2)
Así surgió una de las primeras corrientes políticas, que se dio en llamar la corriente anexionista. Y esa corriente tenía un fundamento de carácter económico: era el pensamiento de una clase que consideraba el aseguramiento de esa institución oprobiosa de la esclavitud por la vía de anexionarse a Estados Unidos, donde un grupo numeroso de Estados mantenía la misma institución.  Y como ya se suscitaban las contradicciones entre los estados del sur y del norte por el problema de la esclavitud, los políticos esclavistas del sur de Estados Unidos alentaron también la idea de la anexión a Cuba, con el propósito de contar con un Estado más que ayudase a garantizar su mayoría en el seno de Estados Unidos, su mayoría parlamentaria.  . (Castro, F. 1968  p. 2)
Todavía realmente no había surgido en la realidad una corriente independentista, una corriente verdaderamente independentista.  Los engaños y las burlas reiteradas del régimen colonial español llevaron al ánimo y a la conciencia de un reducido grupo de cubanos, de criollos pertenecientes por cierto a sectores acomodados, poseedores de riquezas, poseedores a la vez de cultura, de amplia información acerca de los procesos que tenían lugar en el mundo, que concibieron por primera vez la idea de la obtención de sus derechos por la vía revolucionaria, por la vía de las armas, en lucha abierta contra el poder colonial.  . (Castro, F. 1968  p. 2)
Y entre los sectores que ostentaban la riqueza de origen criollo, había un factor que los dividía profundamente.  Los españoles lógicamente estaban contra las reformas y, aún más, contra la independencia.  Pero muchos criollos ricos estaban también contra la idea de la independencia, puesto que los separaba de las ideas más radicales el problema de la esclavitud.  Por lo que puede decirse que el problema de la esclavitud fue una cuestión fundamental que dividía profundamente a los elementos más radicales, más progresistas, de los criollos ricos, de aquellos elementos que, calificándose también de criollos, todavía no se hablaba propiamente de cubanos, se preocupaban por encima de todo de sus intereses económicos, como es lógico; se preocupaban por encima de todo por mantener la institución de la esclavitud.  Y de ahí que apoyaran el anexionismo primero, el reformismo luego, y cualquier cosa menos la idea de la independencia y la idea de la conquista de los derechos por la vía de la lucha armada.  . (Castro, F. 1968 p. 3)
De manera que el reducido núcleo, que bien podía comenzar a considerarse patriota, del sector acaudalado e ilustrado de los hombres nacidos en este país, ese núcleo decidido a lanzarse a la conquista de sus derechos por la vía de las armas, tenía que enfrentarse a esa compleja situación, a esas hondas contradicciones que necesariamente conducirían su causa a una lucha dura y larga.  Y lo que vino a darles verdaderamente el título de revolucionarios fue su comprensión, en primer lugar, de que solo había un camino para conquistar los derechos, su decisión de adoptar ese camino, su ruptura con las tradiciones, con las ideas reaccionarias, y su decisión de abolir la esclavitud.  . (Castro, F. 1968  p. 3)
Por eso lo que engrandece a Céspedes es no solo la decisión adoptada, firme y resuelta de levantarse en armas, sino el acto con que acompañó aquella decisión, que fue el primer acto después de la proclamación de la independencia, que fue concederles la libertad a sus esclavos, a la vez que proclamar su criterio sobre la esclavitud, su disposición a la abolición de la esclavitud en nuestro país, aunque si bien condicionando en los primeros momentos aquellos pronunciamientos a la esperanza de poder captar el mayor apoyo posible entre el resto de los terratenientes cubanos. 
En aquel tiempo, desde luego, no se discutía el derecho a la propiedad de los medios de producción.  Se discutía el derecho a la propiedad de unos hombres sobre otros.  Y al abolir aquel derecho, aquella revolución, revolución radical desde el instante en que suprime un privilegio de siglos, desde el momento en que suprime aquel supuesto derecho consagrado por siglos de existencia, llevó a cabo un acto profundamente radical en la historia de nuestro país, y a partir de ese momento, por primera vez, se empezó a crear el concepto y la conciencia de la nacionalidad, y comenzó a utilizarse por primera vez el calificativo de cubano para comprender a todos los que levantados en armas luchaban contra la colonia española.  . (Castro, F. 1968  p. 3)
Carlos Céspedes, sin discusión, entre los conspiradores de 1868 el más decidido a levantarse en armas.  Se han elaborado algunas interpretaciones de su actitud, cuando en la realidad su conducta tuvo una exclusiva motivación.  En todas las reuniones de los conspiradores Céspedes siempre se había manifestado el más decidido.  En la reunión efectuada el 3 de agosto de 1868, en los límites de Tunas y Camagüey, Céspedes propuso el levantamiento inmediato.  En reuniones ulteriores con los revolucionarios de la provincia de Oriente, en los primeros días de octubre, insistió en la necesidad de pasar inmediatamente a la acción.  Hasta que por fin el 5 de octubre de 1868, en una reunión en el ingenio, si mal no recuerdo, “Rosario”, los más decididos revolucionarios se reunieron y acordaron el alzamiento para el 14 de octubre.  . (Castro, F. 1968  p. 4)
Céspedes tuvo la clara idea de que aquel alzamiento no podía esperar demasiado ni podía arriesgarse a recorrer el largo trámite de una organización perfecta, de un ejército armado, de grandes cantidades de armas, para iniciar la lucha, porque en las condiciones de nuestro país en aquellos instantes resultaba sumamente difícil.  Y Céspedes tuvo la decisión. 
El 10 de octubre de 1868 se alzaron los orientales encabezados por Carlos Manuel de Céspedes en La Damajagua; el 4 de noviembre lo hicieron los camagüeyanos en Las Clavellinas y el 6 de febrero del siguiente año lo hicieron los villareños, las fuerzas motrices, como se denominó a esta contienda por el período de duración, estaban constituidas por los representantes más radicales de los terratenientes cubanos, como clase dirigente, secundada por las demás capas que sentían sobre sus espaldas la explotación de la metrópoli, principalmente la gran masa campesina y artesanos de la parte oriental y central de la Isla, integrada mayoritariamente por negros y mulatos libres, por la masa de esclavos que obtenían su liberación producto de la guerra. . (Castro, F. 1968  p. 4)
El año 1878, el Gobierno español, consciente de su incapacidad para derrotar a los insurrectos, comenzó a maniobrar con promesas de paz, que poco a poco fueron fructificando luego de un decenio de lucha, hasta que el 10 de febrero de 1878 un grupo de jefes revolucionarios accedió a pactar la paz sin independencia y sin abolición de la esclavitud en Octubre 1868: l Zanjón. Precisamente es Maceo uno de los que no se detiene en la lucha y protagoniza la más sobresaliente página de intransigencia con su Protesta de Baraguá el 15 de marzo siguiente, hasta que no tiene otra alternativa que marchar al exilio ante la inminencia de una muerte que en ese momento sería totalmente inútil.
La Guerra Chiquita, entre el 24 de agosto de 1879 y el 3 de diciembre de 1880, sin que llegara a ser un suceso de carácter nacional y concentrada en varios alzamientos que se sucedieron indistintamente en los territorios de Oriente y Las Villas, bajo el liderazgo de Calixto García, con la impronta del inicio del liderazgo de José Martí como organizador de la Guerra Necesaria, y así continuar el proceso histórico revolucionario que inspirara a la Generación del Centenario, con Fidel Castro al frente, como el más aventajado de sus discípulos en la consolidación, junto al pueblo de Cuba, de nuestra única Revolución. . (Castro, F. 1968  p. 4)
Gesta que duró 10 años, sirvió de inspiración a José Martí, el héroe nacional cubano, para aunar las voluntades de los viejos y nuevos patriotas en la Guerra de Independencia de 1895. También los revolucionarios de la década del 30, en la República neocolonial, se sintieron herederos de aquellos iniciadores. Los esfuerzos más arduos de Martí, al organizar la nueva guerra que llamó necesaria, estuvieron en la elevación del sentimiento patriótico, en la legitimación de la nación cubana forjada en los campos de Cuba Libre durante diez años de gloria y sacrificios (1868-1878), en la primera guerra independentista. . (Castro, F. 1968  p. 4)
Nuestro país solo, absolutamente solo, mientras los demás pueblos hermanos de América Latina, que unas cuantas décadas con anterioridad se habían emancipado de la dominación española, yacían sumidos en la abyección, sumidos bajo las tiranías de los intereses sociales que sustituyeron en esos pueblos a la tiranía española; nuestro país solo, y no todo el país sino una pequeña parte del país, se enfrentó durante diez años a una potencia europea todavía poderosa que podía contar y contó  con cientos de miles de hombres perfectamente armados para combatir a los revolucionarios cubanos. 
Es conocida la falta casi total de auxilio desde el exterior.  Es conocida la historia de las divisiones en el exterior, que dificultaron y por último imposibilitaron el apoyo de la emigración a los cubanos levantados en armas.  Y sin embargo, nuestro pueblo, haciendo increíbles sacrificios, soportando heroicamente el peso de aquella guerra, rebasando los momentos difíciles, logró ir aprendiendo el arte de la guerra, fue constituyendo un pequeño pero enérgico ejército que se abastecía de las armas de sus enemigos. 
Martí predica incesantemente sus ideas; Martí organiza los emigrados; Martí organiza prácticamente el primer partido revolucionario, es decir, el primer partido para dirigir una revolución, el primer partido que agrupara a todos los revolucionarios.  Y con una tenacidad, una valentía moral y un heroísmo extraordinarios, sin otros recursos que su inteligencia, su convicción y su razón, se dedicó a aquella tarea.  Ha sido el más grande pensador político y revolucionario de este continente.
Al analizar las circunstancias extraordinariamente difíciles en que se desenvuelve la acción de Martí:  desde la emigración luchando sin ningún recurso contra el poder de la colonia después de una derrota militar, contra aquellos sectores que disponían de la prensa y disponían de los recursos económicos para combatir las ideas revolucionarias; si tenemos en cuenta que Martí desarrollaba esa acción para liberar a un país pequeño dominado por cientos de miles de soldados armados hasta los dientes, país sobre el cual se cernía no solo aquella dominación sino un peligro mucho mayor todavía; el peligro de la absorción por un vecino poderoso, cuyas garras imperialistas comenzaban a desarrollarse visiblemente; y que Martí desde allí, con su pluma, con su palabra, a la vez que trataba de inspirar a los cubanos y formar su conciencia para superar las discordias y los errores de dirección y de método que dieron al traste con la Guerra de los Diez Años, a la vez que unir en un mismo pensamiento revolucionario a los emigrados, a la vieja generación que inició la lucha por la independencia. . (Castro, F. 1968 p. 5)
Martí se enfrenta a aquellas ideas.  Y se inicia la Guerra de 1895, guerra igualmente llena de páginas extraordinariamente heroicas, llena de increíbles sacrificios, llena de grandes proezas militares; guerra que, como todos sabemos, no culminó en los objetivos que perseguían nuestros antepasados, no culminó en el triunfo definitivo de la causa, aunque ninguna de nuestras luchas culminó realmente en derrota, porque cada una de ellas fue un paso de avance, un salto hacia el futuro.  Pero es lo cierto que al final de aquella lucha la colonia española, el dominio español, es sustituido por el dominio de Estados Unidos en nuestro país, dominio político y militar, a través de la intervención.  . (Castro, F. 1968  p. 5)
Y empezaron a surgir del seno del pueblo más humilde, de entre los combatientes que venían del pueblo, de entre los campesinos y de entre los esclavos liberados, empezaron a surgir por primera vez del seno del pueblo oficial y dirigente del movimiento revolucionario.  Empezaron a surgir los patriotas más virtuosos, los combatientes más destacados, y así surgieron los hermanos Maceo, para citar el ejemplo que simboliza a aquellos hombres extraordinarios. 
Y al cabo de diez años aquella lucha heroica fue vencida no por las armas españolas sino vencida por uno de los peores enemigos que tuvo siempre el proceso revolucionario cubano, vencida por las divisiones de los mismos cubanos, vencida por las discordias, vencida por el regionalismo, vencida por el caudillismo; es decir, ese enemigo, que también fue un elemento constante en el proceso revolucionario, dio al traste con aquella lucha. 
Sabido es que, por ejemplo, Máximo Gómez después de invadir la provincia de Las Villas y obtener grandes éxitos militares fue prácticamente expulsado de aquella provincia por el regionalismo y por el localismo.  No es esta la oportunidad de analizar el papel de cada hombre en aquella lucha, interesa analizar el proceso y dejar constancia de que la discordia, el regionalismo, el localismo y el caudillismo dieron al traste con aquel heroico esfuerzo de diez años. 
Al iniciarse la lucha de 1895 Maceo desembarca por la zona de Baracoa, lo acompañaban un puñado de hombres y unas pocas armas.  Y cuando Martí, con Máximo Gómez, desembarca en un lugar de la costa sur de Oriente, áspero y duro, en una noche oscura y tormentosa, venía también acompañado de un exiguo grupo de combatientes.  No llevaba un ejército detrás.  El ejército estaba aquí, en el pueblo; y las armas estaban aquí, en manos de los dominadores.  Y cuando apenas algunos días más tarde avanzaron por el interior de la provincia, se encontraron a José Maceo con una numerosa tropa combatiendo en las inmediaciones de Guantánamo, y más adelante a Antonio Maceo, que después del desembarco se había quedado absolutamente solo por las montañas y los bosques de Baracoa, ¡absolutamente solo!, y que unas cuantas semanas después recibía a Máximo Gómez y a Martí con un ejército de 3 000 orientales organizados y listos para combatir. Estos hechos nos brindaron un ejemplo extraordinario y nos enseñaron en días también difíciles.  Cuando no había recursos, cuando no había armas, pero sí un pueblo en el cual se confiaba, estas circunstancias no fueron tampoco un obstáculo para iniciar la lucha.  . (Castro, F. 1968  p. 5)
Se inicia una etapa de casi 20 años entre 1878 y 1895.  Esa etapa tiene también una importancia muy grande en el desarrollo de la conciencia política del país.  Las banderas revolucionarias no fueron abandonadas, las tesis radicales no fueron olvidadas.  Sobre aquella tradición creada por el pueblo de Cuba, sobre aquella conciencia engendrada en el heroísmo y en la lucha de diez años, comenzó a brotar el nuevo y aún más radical y avanzado pensamiento revolucionario. 
Aquella década dio hombres extraordinarios, increíblemente meritorios, comenzando por Céspedes, continuando por Agramontés, Máximo Gómez, Calixto García, e infinidad de figuras que sería interminable enumerar.  Y no se trata de medir ni mucho menos los méritos de cada cual, que fueron méritos extraordinarios, sino simplemente de explicar cómo se fue desarrollando aquel proceso y cómo en el momento en que aquella lucha de diez años iba a terminar surge aquella figura, surge el espíritu y la conciencia revolucionaria radicalizada, simbolizada en ese instante en la persona de Antonio Maceo, que frente al hecho consumado del Zanjón, aquel Pacto que más que un pacto fue realmente una rendición de las armas cubanas, expresa en la histórica Protesta de Baraguá su propósito de continuar la lucha, expresa el espíritu más sólido y más intransigente de nuestro pueblo declarando que no acepta el Pacto del Zanjón.  Y efectivamente, continúa la guerra.  . (Castro, F. 1968  p. 5)
Cómo sucedieron los acontecimientos.  Cómo cuando el poder de España estaba virtualmente agotado, movido por ansias puramente imperialistas, el gobierno de Estados Unidos participa en la guerra, después de 30 años de lucha.  Con la ayuda de los soldados mambises desembarcan, toman la ciudad de Santiago de Cuba, hunden la escuadra del almirante Cervera, que no era más que una colección propia de museo, más que escuadra, y que por puro y tradicional quijotismo la enviaron a que la hundieran a cañonazos, sirviendo prácticamente de tiro al blanco a los acorazados americanos, a la salida de Santiago de Cuba. 
Y entonces a Calixto García ni siquiera lo dejaron entrar en Santiago de Cuba.  Ignoraron por completo al Gobierno Revolucionario en Armas, ignoraron por completo a los líderes de la revolución; discutieron con España sin la participación de Cuba; deciden la intervención militar de sus ejércitos en nuestro país.  Se produce la primera intervención, y de hecho se apoderaron militar y políticamente de nuestro país.
Pero también es forzoso reconocer que no se les podía pedir a aquellos cubanos, a aquellos primeros cubanos que comenzaron a fundar nuestra patria, el grado de conocimiento y experiencia política, el grado de conciencia política; más que conciencia ,porque ellos tenían profunda conciencia patriótica, el grado de desarrollo de las ideas revolucionarias en la actualidad, porque nosotros no podemos analizar los hechos de aquella época a la luz de los conceptos de hoy, a la luz de las ideas de hoy.  Porque cosas que hoy son absolutamente claras, verdades incuestionables, no lo eran ni lo podían ser todavía en aquella época.  Las comunicaciones eran difíciles, los cubanos tenían que luchar en medio de una gran adversidad, incesantemente perseguidos y, desde luego, no podía pedírseles que en aquel entonces no se suscitaran estos problemas ,problemas que se volvieron a suscitar en la lucha de 1895, problemas que se volvieron a suscitar en la segunda mitad de este siglo a lo largo del proceso revolucionario.  . (Castro, F. 1968  p. 6)
Pero cuando debilitadas las fuerzas cubanas por la discordia arreció el enemigo su ofensiva, entonces también empezaron a evidenciarse las vacilaciones de aquellos elementos que habían tenido menos firmeza revolucionaria.  Y es en esos instantes, en el instante de la Paz del Zanjón, que puso fin a aquella heroica guerra, cuando emerge, con toda su fuerza y toda su extraordinaria talla, el personaje más representativo del pueblo, el personaje más representativo de Cuba en aquella guerra, venido de las filas más humildes del pueblo, que fue Antonio Maceo.
Los norteamericanos se apoderaron de nuestra economía.  Y si en 1898 poseían inversiones en Cuba por valor de 50 millones, en 1906 unos 160 millones en inversiones, y 1 450 millones de pesos en inversiones en 1927.  La penetración económica, que condujo a que los imperialistas se apoderaran de nuestras mejores tierras, de todas nuestras minas, nuestros recursos naturales; que explotaran los servicios públicos, se apoderaran de la mayor parte de la industria azucarera, de las industrias más eficientes, de la industria eléctrica, de los teléfonos, de los ferrocarriles, de los negocios más importantes, y también de los bancos.  . (Castro, F. 1968 p. 6)
Al apoderarse de los bancos, prácticamente podían empezar a comprar el país con dinero de los cubanos, porque en los bancos se deposita el dinero de los que tienen algún dinero y lo guardan, poco o mucho.  Y los dueños de los bancos manejaban aquel dinero. De esta forma, en 1927, cuando no habían transcurrido 30 años, las inversiones imperialistas en Cuba se habían elevado a 1 450 millones de pesos.  Se habían apoderado de todo con el apoyo de los anexionistas o neo-anexionistas, de los autonomistas, de los que combatieron la independencia de Cuba.  Con el apoyo de los gobiernos interventores se hicieron concesiones increíbles.  Un tal Preston compró 75 000 hectáreas de tierra en 1901, en la zona de la bahía de Nipe por 400 000 dólares, es decir, a menos de seis dólares la hectárea de esas tierras.  Y los bosques que cubrían todas esas hectáreas de maderas preciosas, que fueron consumidas en las calderas de los centrales, valían muchas veces, incomparables veces esa suma de dinero.  . (Castro, F. 1968  p. 7)
En 1868 los cubanos organizaron su gobierno en la manigua; había divisiones y discordias propias de todo proceso.  También ocurrieron cosas similares a lo largo de estos cien años.  Los heroicos luchadores proletarios en la república mediatizada —Baliño, Mella, Guiteras, Jesús Menéndez, tenían que enfrentarse a los esbirros, a los explotadores asistidos de sus mayorales y sus guardias rurales, y caían abatidos por las balas asesinas en el exilio o en la propia tierra, en México o en El Morrillo o en Manzanillo, o desaparecían como tantos revolucionarios, como fue desaparecido Paquito Rosales, hijo de este pueblo. 
De estos cien años, durante noventa años la revolución no había podido abarcar todo el país, la revolución no había podido tomar el poder, la revolución no había podido constituirse en gobierno, la revolución no había podido desatar las fuerzas formidables del pueblo, la revolución no había podido echar a andar el país.  Y no es que no hubiese podido porque los revolucionarios de entonces fuesen menos capaces que los de hoy ¡no, de ninguna forma!, sino porque los revolucionarios de hoy tuvieron el privilegio de recoger los frutos de las luchas duras y amargas de los revolucionarios de ayer.  Porque los revolucionarios de hoy encontramos un camino preparado, una nación formada, un pueblo realmente con conciencia ya de su comunidad de intereses; un pueblo mucho más homogéneo, un pueblo verdaderamente cubano, un pueblo con una historia, la historia que ellos escribieron; un pueblo con una tradición de lucha, de rebeldía, de heroísmo.  Y a la actual generación le correspondió el privilegio de haber llegado a la etapa en que el pueblo al fin, al cabo de 90 años, se constituye en poder, establece su poder.  Ya no era el poder de los colonialistas y sus aliados, ya no era el poder de los imperialistas interventores yankis y sus aliados, los autonomistas, los neo-anexionistas, los enemigos de la revolución.  . (Castro, F. 1968  p. 7)
Y por eso, en esta ocasión se constituye el poder del pueblo, el genuino poder del pueblo y por el pueblo; no el poder frente al pueblo y contra el pueblo, que había sido el poder conocido durante más de cuatro siglos, desde la época de la colonia, desde que los españoles en las cercanías de este sitio quemaron vivo al indio Hatuey hasta que los esbirros de Batista, vísperas de su derrota, asesinaban y quemaban vivos a los revolucionarios. 
Era por primera vez el poder frente a los monopolios, frente a los intereses, frente a los privilegios, frente a los poderosos sociales.  Era el poder frente al privilegio y contra el privilegio, era el poder frente a la explotación y contra la explotación, era el poder frente al colonialismo y contra el colonialismo, el poder frente al imperialismo y contra el imperialismo.  Era por primera vez el poder con la patria y para la patria, era por primera vez el poder con el pueblo y para el pueblo.
 Y no eran las armas de los mercenarios, no eran las armas de los imperialistas, sino las armas que el pueblo arrebató a sus opresores, las armas que el pueblo arrebató a los gendarmes y a los guardianes de los intereses del imperialismo, que pasaron a ser sus armas; pueblo que pasó a ser un ejército.  Tuvo esta generación por primera vez la oportunidad de comenzar a trabajar desde ese poder nuevo, desde ese poder revolucionario y extendido a todo el país. 
Influencias del pensamiento de izquierda en la figura de Fidel Castro.
Los hombres mueren, al menos físicamente, pero las ideas quedan y pasan de una generación a otra, alimentando esa herencia histórica. Puede que haya otras coincidencias, otros nombres, pero cuando se habla de Martí y de Fidel es casi imposible no encontrar ese nexo, el hilo conductor que evidencia cómo la prédica martiana ejerció una gran influencia en la formación moral, humana y revolucionaria del Comandante en Jefe.
Incluso desde sus años de estudiante, el líder histórico de la Revolución Cubana sustentó sus ideales y criterios de soberanía apelando a las doctrinas del Apóstol, y no en pocas ocasiones recordó aquellas palabras martianas que aseguraban que la libertad costaba muy cara, y era necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio.
El máximo líder de la nueva etapa de la Revolución Cubana Fidel Castro reunía en su persona al dirigente estudiantil, juvenil y político, que se enfrentó a la corrupción de los gobernantes neocoloniales –primero- y denunció y enfrentó, después, el golpe militar del 10 de marzo de 1952.A falta de otro camino, organizó y dirigió el Asalto al Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953, en respuesta a una dictadura que rompió el llamado juego democrático-representativo.
En calidad de abogado pronunció su alegato de autodefensa La historia me absolverá, en el cual expresó el programa de la futura Revolución, ante el tribunal que lo juzgó por el asalto al Cuartel Moncada. Admirador martiano desde la adolescencia, Fidel profundizó en las ideas de Martí en sus meses de prisión, en dos gruesos volúmenes en papel biblia, titulados Obras Completas, publicados en 1948.
De igual modo que el Maestro desenmascaró en su época al reformismo y al anexionismo como enemigos de la independencia de Cuba, y proclamó la inevitabilidad de la guerra contra el colonialismo español, así el Comandante llegó a la conclusión de que solo quedaba un camino para conquistar la libertad: el de la lucha armada, recordaba el investigador e historiador cubano José Cantón Navarro, en el prólogo del libro José Martí en el ideario de Fidel Castro, de las autoras Dolores Guerra López, Margarita Concepción Llano y Amparo Hernández Denis.
El programa del Moncada era fundamentalmente martiano y esa continuidad en el pensamiento está en cada paso, en cada acción de Fidel, que nos enseñaría con el proyecto revolucionario toda la dimensión ética, humana, política, ideológica, internacionalista y antimperialista de José Martí.Ambos, desde muy temprano, comprendieron que la Revolución Cubana ha sido una sola desde aquellas campanadas del ingenio Demajagua, un 10 de octubre de 1868, cuando Carlos Manuel de Céspedes otorgó la libertad a sus esclavos y dio el grito libertario de independencia.
El programa del Moncada era fundamentalmente martiano y esa continuidad en el pensamiento está en cada paso, en cada acción de Fidel, que nos enseñaría con el proyecto revolucionario toda la dimensión ética, humana, política, ideológica, internacionalista y antiimperialista de José Martí. Ambos, desde muy temprano, comprendieron que la Revolución Cubana ha sido una sola desde aquellas campanadas del ingenio Damajagua, un 10 de octubre de 1868, cuando Carlos Manuel de Céspedes otorgó la libertad a sus esclavos y dio el grito libertario de independencia.
Pero incluso mucho antes, en La historia me absolverá, ya el líder anunciaba que la política cubana en América sería de estrecha solidaridad con los pueblos democráticos del continente. Y así lo hemos visto cumplir, no solo con América, sino en cada país que ha necesitado una mano amiga. Angola, Etiopía, Sudáfrica, Namibia…, los sueños libertarios de estas tierras tienen sangre cubana en su historia, pues fueron miles y miles los combatientes que dejaron atrás lo conocido, su país, porque como dijo Fidel, ser internacionalistas es saldar nuestra propia deuda con la humanidad.
Como Martí, Fidel comprendió la necesidad de crear un partido de la unidad, que no fuera fuente de privilegios sino de sacrificios y de consagración total a la causa revolucionaria. «Martí hizo un partido –no dos partidos, ni tres partidos, ni diez partidos–, en lo cual podemos ver el precedente más honroso y más legítimo del glorioso Partido que hoy dirige nuestra Revolución: el Partido Comunista de Cuba, que es la unión de todos los revolucionarios, que es la unión de todos los patriotas para dirigir la Revolución y para hacer la Revolución, para cohesionar estrechamente al pueblo», sentenció el Comandante  en Jefe durante la velada solemne por la caída en combate del Mayor General Ignacio Agramonte, el 11 de mayo de 1973. . (Castro, F. 1968  p. 8)
Según varias son las constantes que acreditan al proceso como único y continuado. Ejemplificó que la vanguardia política ha sido a la vez la vanguardia cultural de la nación, o parte de ella. Intelectuales fueron Céspedes, Maceo, Gómez, Martí. El 1933 fue protagonizado por Mella y Villena. Desde 1953 hasta nuestros días la dirección de la Revolución ha estado en manos de intelectuales como Fidel y el Che. Todos han sido de un calibre inconmensurable, sentenció el profesor. Definió que el concepto de Revolución dado por Fidel se aplica a cualquier momento histórico de esa Revolución única, presente en todo ese tiempo. El mismo Céspedes se deshizo de todas sus posesiones.
A partir del triunfo revolucionario en Cuba, la elocuencia política logró un acercamiento de los dirigentes con las masas; los discursos públicos poseían el carácter de las grandes charlas populares, los problemas eran planteados y discutidos para que el auditorio-pueblo participase en el ejercicio del poder político. Esta proximidad se logró mediante el contacto directo de emisores con receptores y sobre todo, a través de la fuerza de irradiación de los oradores que conocían la materia de sus intervenciones profundamente; exponente de ello es Fidel, quien posibilitó que en Cuba la comunicación oral fuese un factor esencial para la labor ideológica. . (Castro, F. 1968 p. 8).
La combinación del discurso político y la oratoria son poderosas herramientas que se usan para propósitos tales como la motivación, influencia o persuasión, como se puede constatar en las intervenciones públicas del líder histórico de la Revolución Cubana que dan continuidad al análisis del papel que desempeñan los hombres en este proceso histórico independentista.
A 150 años de conmemorarse el inicio de nuestras luchas independentistas, largo ha sido el camino y amplia también la voluntad y la decisión de seguir adelante ininterrumpidamente. Inconmovible el propósito de seguir construyendo esa historia hermosa, con confianza y con más tareas por delante: enfrentándonos a la política injerencista de los Estados Unidos, defendiendo la Revolución en el campo que sea necesario; enfrentándonos a los problemas económicos, llevando adelante las posibilidades de nuestra naturaleza, desplegando plenamente las energías de nuestro pueblo y todas las posibilidades de su inteligencia.
Desde su triunfo, la Revolución Cubana y su influencia en América Latina han sido objeto de análisis desde diferentes posiciones y enfoques, en tanto ésta ha incidido en la proyección contra-hegemónica de nuevas y ya existentes organizaciones de izquierda. Constituyendo, a partir del cambio que este acontecimiento provoca en la política estadounidense hacia América Latina y el Caribe y las respuestas a ésta desde la región, un punto de inflexión en la historia de las relaciones interamericanas. Las condiciones que han generado estas respuestas a la política imperial siguen existiendo en la actualidad en nuestra América. Ello explica la continuidad y pertinencia de su estudio.
Explicar la Revolución Cubana y sus influencias en América Latina como proceso histórico exige un ejercicio de análisis contextual, sobre todo si este permite, al mismo tiempo, realizar inferencias prospectivas bajo el principio de la prevalencia de las condiciones históricas que le dieron origen.
El desenlace de la Segunda Guerra Mundial coloca a Estados Unidos como primera potencia hegemónica a nivel global, en el marco del contexto anticomunista de la Guerra Fría, los años que preceden al desembarco del yate Granma en Cuba van a ser atravesados por una serie de acontecimientos que van a crear un clima favorable a la consolidación del sistema de dominación del país norteamericano en el hemisferio occidental. Los gobiernos nacionalistas de corte populista, en Argentina, Brasil y México– habían agotado sus posibilidades y dejado de existir. La revolución democrática en la Guatemala de Arbenz, con la legitimización de la OEA y bajo el amparo de la Declaración de Caracas, había sido derrocada por una invasión organizada por la CIA. . (Castro, F. 1968  p. 8).
En el terreno económico, en la segunda mitad de la década de 1950, Europa Occidental había recuperado su capacidad productiva, lo cual impulsó a Estados Unidos a reorientar hacia América Latina una parte de los flujos de mercancías y capitales que desde el fin de la guerra había focalizado en la reconstrucción europea. Por otro lado descendió la demanda mundial de productos primarios que condujo al fin de los esquemas nacional-desarrollistas.
En el momento en que parecían estar creadas las condiciones para que Estados Unidos completase su sistema de dominación continental, triunfó la Revolución Cubana constituyendo este evento un fuerte aliciente a las luchas populares en la región. Por otro lado, a la interrupción del sueño de los llamados padres fundadores de extender su poderío por todo el continente, se sumó otro factor que este hecho trajo consigo: la presencia de la Unión Soviética en el hemisferio occidental que, por primera vez, iba a encontrar un aliado en el continente.
La victoria de la revolución cubana -opina Emir Sader- se transformó rápidamente, pasando del derrocamiento de una dictadura a un régimen que asumía, por primera vez en el continente y en el hemisferio occidental, el socialismo. Esto representó una novedad radical para América Latina. De una distante realidad soviética o china, el socialismo pasó a ser una realidad histórica palpable, pasó a representar una actualidad posible en el momento mismo en que el capitalismo daba muestras de agotamiento de su ciclo expansivo de industrialización sustitutiva de importaciones en el continente, y las dictaduras militares reemplazaban a las democracias liberales.
Era la primera vez en la historia latinoamericana y caribeña que –como escribe Luis Suárez- “un pueblo unido y armado, bajo la dirección de una vanguardia político-militar, mediante el ascendente desarrollo de la lucha armada guerrillera rural como forma fundamental aunque no única de lucha, destruyó la columna vertebral del Estado burgués pro imperialista (el Ejército), realizó una revolución política y […] solucionó en un proceso permanente y sin etapas las tareas agrarias, democráticas, nacionales y antimperialistas […]” (Suárez L 2008, p 9).
Ejemplos de la influencia de la Revolución Cubana y el pensamiento de Fidel Castro en los movimientos de izquierda de Latinoamérica.
Explicar la Revolución Cubana y sus influencias en América Latina como proceso histórico exige un ejercicio de análisis contextual, sobre todo si este permite, al mismo tiempo, realizar inferencias prospectivas bajo el principio de la prevalencia de las condiciones históricas que le dieron origen.
El desenlace de la Segunda Guerra Mundial coloca a Estados Unidos como primera potencia hegemónica a nivel global, en el marco del contexto anticomunista de la Guerra Fría, los años que preceden al desembarco del yate Granma en Cuba van a ser atravesados por una serie de acontecimientos que van a crear un clima favorable a la consolidación del sistema de dominación del país norteamericano en el hemisferio occidental. Los gobiernos nacionalistas de corte populista –en Argentina, Brasil y México– habían agotado sus posibilidades y dejado de existir. La revolución democrática en la Guatemala de Arbenz, con la legitimización de la OEA y bajo el amparo de la Declaración de Caracas, había sido derrocada por una invasión organizada por la CIA (Regalado  R  2011, p 132).
En el terreno económico, en la segunda mitad de la década de 1950, Europa Occidental había recuperado su capacidad productiva, lo cual impulsó a Estados Unidos a reorientar hacia América Latina una parte de los flujos de mercancías y capitales que desde el fin de la guerra había focalizado en la reconstrucción europea. Por otro lado descendió la demanda mundial de productos primarios que condujo al fin de los esquemas nacional-desarrollistas.
En el momento en que parecían estar creadas las condiciones para que Estados Unidos completase su sistema de dominación continental, triunfó la Revolución Cubana constituyendo este evento un fuerte aliciente a las luchas populares en la región. Por otro lado, a la interrupción del sueño de los llamados padres fundadores de extender su poderío por todo el continente, se sumó otro factor que este hecho trajo consigo: la presencia de la Unión Soviética en el hemisferio occidental que, por primera vez, iba a encontrar un aliado en el continente( Sader E,  2006 p 35).
La victoria de la revolución cubana -opina Emir Sader- se transformó rápidamente, pasando del derrocamiento de una dictadura a un régimen que asumía, por primera vez en el continente y en el hemisferio occidental, el socialismo. Esto representó una novedad radical para América Latina. De una distante realidad soviética o china, el socialismo pasó a ser una realidad histórica palpable, pasó a representar una actualidad posible en el momento mismo en que el capitalismo daba muestras de agotamiento de su ciclo expansivo de industrialización sustitutiva de importaciones en el continente, y las dictaduras militares reemplazaban a las democracias liberales.
Era la primera vez en la historia latinoamericana y caribeña que –como escribe Luis Suárez- “un pueblo unido y armado, bajo la dirección de una vanguardia político-militar, mediante el ascendente desarrollo de la lucha armada guerrillera rural como forma fundamental aunque no única de lucha, destruyó la columna vertebral del Estado burgués pro imperialista (el Ejército), realizó una revolución política y […] solucionó en un proceso permanente y sin etapas las tareas agrarias, democráticas, nacionales y antimperialistas […]” (Sader  E 2006,  p 37).
La victoria de la Revolución Cubana tuvo –en opinión de Sader– más influencias en América Latina que la victoria de la revolución rusa en Europa. Esto se explica porque las condiciones de la Rusia Zarista eran muy diferentes a las de la región occidental de Europa, y en América Latina las diferencias entre Cuba y los otros países del continente eran menores. Así, se generalizó en la región el modelo de guerra de guerrillas en un gran número de países: México, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Venezuela, Colombia, Bolivia, Perú, Argentina, Brasil y Uruguay. El socialismo y la vía insurreccional parecían tornarse el objetivo y la forma de lucha dominantes desde aquel momento.
Una serie de hechos evidenciarían el carácter radical del aquel proceso revolucionario. Los juicios realizados por los tribunales a los esbirros de la dictadura de Batista que no lograron huir, la Reforma Agraria, la Reforma Urbana, la Campaña de Alfabetización, la universalización y nacionalización de los servicios de educación y salud, la expropiación de las grandes empresas nacionales y extranjeras, entre otros, daban muestra de la profundidad de las medidas que estaba tomando el nuevo gobierno. También contribuían a “proyectar rápidamente su alcance universal, latinoamericano y caribeño, así como su articulación […] con las luchas por la liberación nacional y social que entonces se desarrollaban en diferentes naciones del Tercer Mundo […]”.( Sader, E 2006, pp 40-44)
El éxito político y militar del movimiento liderado por Fidel Castro abrió una nueva etapa política para la izquierda en América Latina que desde ese momento iba a incorporar:

  1. la alternativa insurreccional como un camino viable para acceder al poder e instaurar el socialismo. Opción fundamentada en la certeza de poder derrotar al ejército profesional y en la necesidad de superar la inactividad que se atribuía a quienes se proclamaban revolucionarios y construían partidos de masas para lograr, mediante la militancia político/electoral, alcanzar el poder pacíficamente una vez que estuvieran dadas las condiciones objetivas y subjetivas.
  2. la redefinición de tácticas y estrategias para la toma o el mantenimiento del poder en el interior de los partidos políticos en América Latina

y la apertura de un debate sobre las perspectivas de la revolución en el pensamiento crítico y del desarrollo de la izquierda latinoamericana (Roitman M 2006, p 122)
En 1960, Ernesto Che Guevara escribió que la Revolución Cubana hizo tres aportaciones a la mecánica de los movimientos revolucionarios en América, que confrontaban directamente a la línea seguida por los partidos comunistas: 1) Las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército.2) No siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas. 3) En la América subdesarrollada, el terreno de la lucha armada debe ser fundamentalmente el campo (Guevara E 1960, p 56).
De esas tres aportaciones, las dos primeras luchan contra la actitud quietista de revolucionarios o pseudo-revolucionarios que se refugian, y refugian su inactividad, en el pretexto de que contra el ejército profesional nada se puede hacer, y algunos otros que se sientan a esperar a que, en una forma mecánica, se den todas las condiciones objetivas y subjetivas ineludibles, sin preocuparse por acelerarlas.
Se agudizaron las diferencias que habían surgido entre las nuevas organizaciones guerrilleras y la izquierda tradicional, representada por comunistas y socialistas que insistían en la acción militante, en la formación de una organización partidista de masas y un gran frente popular donde confluyeran todos los explotados y las clases medias dirigido por el partido comunista. En Chile, Argentina, Brasil, Uruguay, México, Venezuela y Perú, los partidos comunistas sostuvieron esta línea de unidad política y demanda de la legalidad para participar en los procesos electorales. ( Prieto A 2016, p 253)
La disputa entre los simpatizantes de una u otra tendencia se vio agravada por conflictos políticos chino-soviéticos. Moscú proponía la «coexistencia pacífica» entre el Este y el Oeste, lo cual implicaba que se aceptara exclusivamente la vía electoral como opción política al interior de los países. En cambio, China planteaba la necesidad de sostener una «guerra popular prolongada» del campo a la ciudad, en los países del Tercer Mundo.
En agosto de 1967, en La Habana, se celebró la Conferencia de Solidaridad con los Pueblos de América Latina que crea la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) a la que asistieron los proclives a la lucha armada. En este encuentro se concluyó que, en América Latina se presentaban las realidades socioeconómicas y políticas susceptibles de crear situaciones revolucionarias ( Sader E, 2006 p 49-51).
En este marco, teniendo como referente el modelo cubano, se dieron varios ciclos cortos de lucha armada en el continente. El primero incluía a Nicaragua, Venezuela, Perú y Guatemala, con un modelo de guerrilla rural. “Este fue derrotado, pero retomado enseguida, según moldes similares, en Guatemala, Perú y Venezuela, sumándose nuevamente modalidades de guerrilla urbana en Uruguay, Argentina y Brasil, además de Colombia, con formas urbana y rural, y en México, en el campo”. ( Sader E, 2006 p 53-57).
No obstante, los focos insurreccionales se vieron aislados al incrementarse las diferencias entre La Unión Soviética y China, al mismo tiempo la muerte de Ernesto Che Guevara en Bolivia y la destrucción de su movimiento guerrillero serían un fuerte golpe a los partidarios de esta forma de lucha (Roitman M 2006, p 127)
Como respuesta surgió una proposición desde estos sectores que planteaba constituir frentes de masas en todas las esferas sociales y clases subalternas con el propósito de construir el partido de la revolución que condujera la lucha por las reivindicaciones sociales y la liberación nacional, que terminarían por agudizar las contradicciones de clase y preparar, así, la insurrección inevitable dada la resistencia que opondrían las clases dominantes.
En 1970, con el triunfo electoral de la Unidad Popular en Chile, que llevó a la Presidencia de la República a Salvador Allende, se abrieron nuevas expectativas a la izquierda socialista y comunista que sostenía la vía político-electoral para llegar al poder. La democracia, a través del sufragio, parecía ser la vía mediante la cual era posible someter a los designios populares a las clases dominantes en América Latina. Sin embargo, el golpe de Estado en 1973 y las siguientes implantaciones de gobiernos militares en otros países del Cono Sur iban a dar al traste con la confianza que este sector de la izquierda había puesto en esa perspectiva (Sader E 2006, p 57-61).
Según Emir Sader el asesinato de Salvador Allende y la cancelación de la vía político/ electoral al socialismo: “cerró una trayectoria de los partidos comunistas en el continente, que desde hacía décadas predicaban en diversos grados el camino que la izquierda chilena intentó poner en práctica”
La implantación de estas dictaduras de “seguridad nacional”, traía como objetivo aniquilar a la generación revolucionaria formada bajo la influencia del triunfo de la Revolución Cubana, desarticular las alianzas sociales y políticas construidas durante décadas de desarrollismo; y, sentar las bases de la reestructuración de la sociedad y la refuncionalización del Estado basadas en la doctrina neoliberal.
En estos años la ayuda brindada por el pueblo cubano a Angola para proteger su independencia frente a la agresión sudafricana y a Etiopía frente al ataque de Somalia, aumentó el prestigio internacional de Cuba. Paulatinamente comenzaron a restablecerse las relaciones diplomáticas con los gobiernos del hemisferio sobre todo a partir de 1975, año en que la OEA dejó sin efecto los acuerdos de 1964.
En esos momentos –escribe Carlos Alzugaray- los gobiernos latinoamericanos y caribeños tuvieron que despenalizar los vínculos de los movimientos populares y radicales y sus activistas con sus contrapartes cubanas. Asimismo, la presencia de funcionarios diplomáticos de la Isla en las capitales de países latinoamericanos y caribeños fortalecía a los grupos de izquierda.
Ante los avances de las fuerzas progresistas en Nicaragua y Granada en 1979, y la reactivación de los movimientos de liberación nacional en El Salvador y Guatemala, el gobierno de Ronald Reagan lanzó una contraofensiva para recuperar la iniciativa en el Hemisferio Occidental que no se remitió únicamente al campo de lo político. Luego de detener la Revolución Granadina tras la invasión del ejército estadounidense, y entorpecerle el desempeño al gobierno sandinista mediante la guerra sucia, se inició una campaña para imponer en la región un paquete de medidas de carácter neoliberal, siguiendo el modelo económico implantado en Chile, que más tarde sería conocido como el “Consenso de Washington”. Promovida la privatización de las empresas públicas, el movimiento obrero se debilitó vertiginosamente. De esta forma la política de Reagan logró en su momento detener lo que se percibía como una nueva ola revolucionaria, se evitaron “nuevas Cubas”, aunque, como se sabe, las características de cada proceso son inevitablemente diferentes, este grupo –a los ojos imperiales- abarca a todo pueblo y gobiernos que escoja una trayectoria que se desvíe del sendero por el cual circulan los intereses de Washington (Regaladob R 2011, p. 137-140).
A la par que se desintegraba el campo socialista, entre 1989 y los primeros años de 1990, se cerraba la etapa de la historia de América Latina abierta por el triunfo de la Revolución Cubana, caracterizada por el enfrentamiento armado entre las fuerzas revolucionarias y la contrarrevolución. Se inició entonces un ciclo en el que pasaron a predominar los movimientos populares en la lucha contra el neoliberalismo y los avances político-electorales por fuerzas de izquierda y progresistas que comenzaron con la victoria electoral de Chávez en Venezuela en 1998.
La Revolución Cubana continuó comprometiendo su accionar en la lucha por la emancipación de los pueblos latinoamericanos y caribeños. En 1990, por iniciativa del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y el líder del Partido de los Trabajadores de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, tuvo lugar el Encuentro de Partidos y Organizaciones Políticas de América Latina y el Caribe, que en los años siguientes sería conocido como Foro de São Paulo, desempeñando éste un papel decisivo en la reestructuración y redefinición de los programas de la izquierda. Otro papel protagonizado por Cuba fue su participación, junto al gobierno Bolivariano de Venezuela, en la lucha contra el ALCA y en la construcción de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Libre Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), así como de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en 2011.
Además, acorde a sus principios internacionalistas, Cuba envío a otros países asistencia médica, así como proyectos de alfabetización como el “Yo sí puedo”. Ejemplo de esto es el Programa Integral de Salud creado en 1998 a raíz del paso de los huracanes George y Mitch por Centroamérica. Mediante este programa se extendió la asistencia humanitaria a Nicaragua, Honduras, Guatemala, El Salvador, Belice, Haití y República Dominicana.
Antes de concluir la primera década del siglo XXI otra contraofensiva sería lanzada desde Washington, esta vez desde el gobierno demócrata de Barack Obama. El gobierno constitucional de José Manuel Zelaya en Honduras sería interrumpido por un golpe de Estado el 28 de junio de 2009. Este hecho, seguido de los golpes suaves que tuvieron lugar en Paraguay y en Brasil, así como el triunfo electoral de la derecha en Argentina –obtenido en gran medida gracias a un constante bombardeo mediático–, marcaría el inicio de cierto retroceso en el terreno ganado –a partir del primer triunfo electoral de Chávez en Venezuela– por la izquierda y otras fuerzas progresistas, de voluntad transformadora, en la región latinoamericana y caribeña.
Si queremos destacar algunos puntos que han sido clave en la importancia de la Revolución Cubana en el devenir de la historia de la izquierda en América Latina y el Caribe podemos mencionar que:

  • El triunfo de la Revolución Cubana constituyó un punto de ruptura en la historia de las relaciones interamericanas ya que hasta entonces no se creía dentro de la izquierda que se podía derrocar un gobierno por medio de la lucha armada sin el apoyo de una potencia extra-continental. Este evento evidenció la posibilidad de alcanzar el poder por la vía insurreccional e incentivó a la izquierda a reformular sus formas de lucha.
  • Este suceso sería percibido como una amenaza a la hegemonía estadounidense en América Latina y el Caribe. Desde entonces la política del país norteamericano hacia Cuba ha concentrado sus esfuerzos, hasta nuestros días, en un “cambio de régimen”, empresa que le ha implicado un alto costo sin alcanzar los resultados esperados.
  • La influencia de la Revolución Cubana se hizo presente también a través del ejercicio del principio internacionalista en la ayuda a la liberación de África, lo cual le concedió a Cuba una posición de prestigio ante el mundo.
  • Desintegrado el campo socialista, la construcción de nuevos espacios de diálogo en los cuales Cuba ha desempeñado un papel protagónico, como el Foro Social Mundial, abrieron paso a la construcción de nuevas organizaciones y movimientos sociales que condujeron al poder a nuevos gobiernos de ala progresista que comenzaron en 1998 con el triunfo electoral de Hugo Chávez en Venezuela.
  • A pesar del espacio ganado por la derecha a partir del golpe de Estado en Honduras en junio de 2009, existen bases sociales creadas a partir de las cuales se pueden replantear las formas de lucha.
  • La experiencia de la Revolución Cubana muestra que, en escenarios adversos, desfavorables, a los que han decidido no aceptar la injusticia de manera pasiva, es posible generar condiciones, construir senderos que conduzcan a un mundo más justo en el que prime la solidaridad sobre el individualismo.

Distintos factores son los que han influenciado en el retroceso de la izquierda y fuerzas progresistas en la América Latina actual. Uno de ellos es la falta de unidad para enfrentar a la derecha. Atilio Borón, en una entrevista realizada en abril de 2016, trae a colación el deseo expresado por el Ché Guevara ( Boron  A 2016,  p 132):
[…] qué bonito sería y qué fácil sería la tarea emancipadora de nuestros pueblos si pudiera prevalecer un principio de unidad; pero desgraciadamente vemos que lo que predomina son hegemonismos, liderazgos personalistas, jerarquías de diverso tipo, que impiden que se pueda lograr un planteamiento unitario y, ante esa desunión, la derecha avanza ( Boron  A 2016,  p 134):
Otro elemento que incide en esta pérdida de terreno, es la falta de creación o reconfiguración de instituciones que aseguren la (re)producción ideológica de los proyectos de izquierda y progresistas más allá de los espacios discursivos.

Conclusiones
La importancia de la ideología reside en que al ser ésta una esfera esencial de la hegemonía –que se complementa con la económica y la militar-, se torna esencial en la construcción de alternativas contra-hegemónicas. De aquí la necesidad de reformular las programaciones institucionales escolares, comunicacionales y organizacionales de manera que se constituyan en el sustrato efectivo de la reproducción de los proyectos realmente socializadores y emancipatorios.
Si algo puede aportar la experiencia de la Revolución Cubana a los proyectos emancipatorios actuales, y a los por construir, es la necesidad de la transformación estructural de la sociedad, expresada en la materialización conjunta de transformación ideológica y de su sustrato material, de forma que se contemple la socialización del poder como su base estructural.

Bibliografía

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*Profesor Auxiliar Universidad de Holguín, Cuba
** Profesora Titular Universidad de Holguín, Cuba
*** Universidad de Holguín, Cuba Email: ohdez@uho.edu.cu

Recibido: 03/10/2019 Aceptado: 10/10/2019 Publicado: Octubre de 2019


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