Revista: Caribeña de Ciencias Sociales
ISSN: 2254-7630


TOPÓNIMOS DE ORIGEN ABORIGEN EN PUERTO PADRE

Autores e infomación del artículo

Lidira Rivera Selles *

Rene Cordero Torres **

Centro Universitario Puerto Padre. Cuba

lidirarivera@gmail.com


  RESUMEN
La identidad de los pueblos dice mucho de sus habitantes,  orígenes y costumbres; sin embargo la rapidez que impone la  vida moderna con sus desafíos cotidianos e impostergables, relega a segundos o terceros planos temas como el cuidado y   protección del patrimonio cultural. El siguiente  trabajo  realiza un estudio  de   los toponímicos aborígenes  en Puerto Padre como muestra legado de nuestros ancestros y dado a que en muchos de estos lugares radican   sitios en los que  hay evidencia de presencia de nativos, resulta importante conservarlos  y protegerlos como parte del tesoro patrimonial que ha llegado a nuestros días.
Palabras claves: Topónimos- aborígenes- patrimonio cultural- arqueología                        

The identity of the peoples says many of its inhabitants, origins and customs; However, the rapidity imposed by modern life with its daily and unpostponable challenges relegates topics such as care and protection of cultural heritage to second or third places. The following work makes a study of the aboriginal toponymics in Puerto Padre as a legacy of our ancestors and due to  that in many of these places are sites where there is evidence of the presence of natives, it is important to preserve and protect them as part of the heritage treasure that has arrived to our days.

KEY WORDS: Toponimics- aborigine- cultural heritage- archeology.

Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Lidira Rivera Selles y Rene Cordero Torres (2018): “Topónimos de origen aborigen en Puerto Padre”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (octubre 2018). En línea:
https://www.eumed.net/rev/caribe/2018/10/toponimos-origen-aborigen.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/caribe1810toponimos-origen-aborigen


INTRODUCCIÓN
Cuando se habla de Patrimonio Cultural por lo general se piensa en grandes monumentos y sitios  de carácter histórico-arqueológicos, legado invaluable del ingenio (muchas veces inexplicable) del hombre antiguo; solo los más eruditos o relacionados con el tema recuerdan el llamado Patrimonio Intangible y todo lo que ello conlleva: oralidad, cosmogonía, danzas, tradiciones, etc. Mucho se ha debatido sobre lo que debe o no considerarse cultura y su influencia en el medio social, el hombre como resultado de sus propias acciones  debido a la consecuente transformación de la naturaleza; aún así existen temas que aunque   forman parte de la vida cotidiana son ignoradas.
Ciertamente no todo está dicho ni escrito, más cuando la capacidad de comprensión del hombre crece junto al desarrollo tecnológico pues cada día, en todo el mundo, se anuncian nuevos descubrimientos que aportan luces al afán inagotable de  la inteligencia humana. A pesar de todo esto pocos se preguntan de dónde venimos y qué heredamos, hecho que unido a la mediocridad de muchos, y al carácter acaparador de otros, ha terminado en la triste pérdida de la identidad, no sin antes transitar por la destrucción del patrimonio o la tergiversación de la herencia cultural de nuestros ancestros. Tal es el caso de las lenguas indígenas, muchas muertas a nuestro pesar, después de una larga y costosa lucha contra la modernidad.
El avasallador crecimiento tecnológico y la cada vez más vertiginosa vida moderna, ha dejado estos temas en segundos o terceros planos. Si bien debemos enfocarnos en lo que aún podemos hacer, resulta conveniente ahondar en estos aspectos para  encontrar una posible solución, pues si no tomamos partido, a la larga perderemos mucho más que los dialectos   de nuestros ancestros. El estudio y  socialización de las lenguas nativas como parte de  nuestro patrimonio cultural, podría ser una respuesta, máxime cuando hay un auge en la  búsqueda de  lo mítico y antiguo, impulsado sobre todo, por los nuevos productos  audiovisuales de las grandes compañías dirigido al público infanto- juvenil.
En Cuba el vocabulario aborigen ha llegado a nuestros días formando parte del parafraseo popular, en las siempre atractivas leyendas y sobre todo en los topónimos. El uso de términos de probada procedencia indocubana como yuca, cocuyo, manigua, huracán, tabaco; historias como la llamada “Luz de Yara”; los pueblos Majibacoa, Yayales, Caney o casos como el río Toa y la Sierra de Mabuya, lo prueban. Tanta evidencia lingüística de tipo  aborigen en el país, nos abre el camino para la recopilación y divulgación de esta herencia cultural, pues es sabido que muchos desconocen el origen de estos vocablos o  tergiversan el significado de los mismos, a pesar de emplearlas de manera cotidiana.
TOPÓNIMOS.GENERALIDADES.
La humanidad ha tenido la necesidad de nombrar los elementos circundantes, el objetivo, facilitar la vida al catalogar todo lo conocido y separarlo de lo desconocido. En el caso de los topónimos (del griego topos: lugar y mino: nombre) han influido varios condicionantes, estos van desde el nombre de su(s) fundador (res), características geográficas del terreno, flora, fauna, cultos religiosos, entre otros. He aquí una muestra de su clasificación:
FITOTOPÓNIMOS: Relacionados con la flora
PRAGMATOPÓNIMOS: Alude a hechos de la vida cotidiana así como materiales    producidos en estas tareas diarias.
FISIOTOPÓNIMOS: Características geográficas y naturales propias del terreno
HAGIOTOPÓNIMOS: Relacionados con los santos y deidades. 
ZOOTOPÓNIMOS: Alude a la fauna
MINEROTOPÓNIMO: Referencia a materiales inorgánicos o del reino mineral
EPOTOPÓNIMO: Recuerda algún personaje o hecho histórico
SOMATOPÓNIMO: Características físicas de los seres humanos, partes del cuerpo, enfermedades o dolencias
ANIMATOPÓNIMO: Señala estados de ánimos
COGNOMATOPÓNIMO: Referencia a apellidos, nombres de personas, apodos y gentilicios
Teniendo en cuenta que los topónimos son resultado de un estrecho vínculo del hombre con la naturaleza, así como de su propia evolución, cabe destacar que el estudio de los mismos nos permite un acercamiento eficaz a nuestros pueblos originarios, un entendimiento  práctico de esa herencia cultural que se convierte en identidad y que no debemos perder, pues la idiosincrasia también se encuentra en el espíritu indígena, en la manera que miraron el entorno y la interpretación del mismo. 
TOPÓNIMOS ABORÍGENES EN PUERTO PADRE
Las circunstancias que llevaron a la formación   de  los topónimos  aborígenes son muchas, pero sin dudas, son muestra del patrimonio cultural que ha llegado a nosotros como resultado de complejas procesos étnicos. A la llegada de los conquistadores a Cuba, ya los indios habían nombrado los lugares que habitaban siguiendo sus reglas, esto es: fauna, flora, ritos, cemíes, caciques…Los europeos se vieron forzados a utilizar los ya establecidos y aunque realizaron algunos cambios, los nombres nativos se impusieron con tal fuerza que a 500 años aún están en uso.
Puerto Padre (ubicado dentro del que fuera el cacicato de Maniabón) fue uno de los sitios más densamente poblados por los aborígenes. Ello se debió a dos factores fundamentales: la gran extensión que ocupaba la región india  (desde Nuevitas hasta Nipe) y a la  abundancia de recursos imprescindibles, tal es caso de bosques fruteros, peces tanto de río como de mar y materiales empleados en la elaboración de útiles de uso cotidiano. Este hecho convierte a este municipio en una región con alta toponimia aborigen. Ejemplos sobran: Malagueta, Guabina  Itabo.
Para nombrar los sitios, los aborígenes escogían signos o características  de  un lugar y que lo diferenciaba  de los demás. En este punto hay que aclarar que aunque de manera general  Cuba  fue poblada  por un grupo más menos uniforme,  cada región incluso cacicato, poseía un culto religioso distintivo  o estaba enclavado sobre  características geográficas únicas, rodeado de  flora y fauna  endémicas; de manera que surgieron  vocablos exclusivos a asentamientos. Este fenómeno lingüístico se conoce como zonalismo o reginalismo, cuestión que influyó  de manera directa  en la toponimia.
Es conocido que los indios antillanos no solían dar nombres de animales a los sitios poblacionales. Esto no quiere decir que no tengamos presencia de zootopónimos. En Puerto Padre podemos citar  a:
Anguila: pez comestible de agua dulce y de cuerpo cilíndrico
Guanaja: ave,tipo de pavo
Guabina: pez de río, de carne suave y  gustosa, de la que se conocen más de   doce especies
Estos tres emplazamientos constituyen sitios de paradero donde los nativos realizaban labores de interés práctico como la pesca o el descanso. En todos los casos se han encontrado evidencias arqueológicas de la variante cultural Baní e incluyen restos de dieta, fragmentos de vasijas, colgantes entre otros.
Dentro de esta clasificación también tenemos  a  Guabineiyón. Como se aprecia el  topónimo  refiere abundancia de guabinas y  aparece nombrando  a un río que desemboca en la bahía  de Puerto Padre y  donde evidentemente los nativos encontraban ese alimento tan preciado (ver mapa que aparece fig 1). Guabineiyón también es el nombre de  un pueblo de esta región. 
Sin dudas en Puerto Padre los topónimos más frecuentes son los fitotopónimos, prueba no solo de la abundante flora sino también del conocimiento que poseían los indocubanos del medio natural. En todos los casos de   plantas y   árboles relacionados, los nativos encontraban  un uso concreto, ya fuera religioso, medicinal, alimentario o como materia prima. Podemos mencionar a Yarey, Yaya-Yayales (árbol consagrado a la deidad de igual nombre), Cana, Marañón, Guanito, Manaca, Jía, Aite (variación de Yaití), Jobo, Ceiba, Siguaraya (árbol ritual), Caoba, Copey, Mijial, Malagueta…
De este último caso en su libro “La ruta del Almirante,” F. R del  Pueyo punta:
“Los indios le dijeron que allí se daba la pimienta de Castilla también hacia la parte del SE.” Esta pimienta es la llamada Xilopia Cubensis, vulgarmente conocida como Malagueta Brava, que precisamente existía y existe en gran cantidad hacia la parte SE.  del puerto de Manatí, indicada por los indios. De esta planta debió tomar el nombre la Hacienda de Malagueta que se extiende desde el Realengo de Maniabón hasta la Hacienda de Dumañuecos.
Por otro lado los fisiotopónimos que  encontramos en Puerto Padre son: Babiney  (territorio de aguadas),  Itabo (zona pantanosa) y Gíbara (tierra de peña alta). Éste último caso posee un similar en vecina provincia de Holguín pero con desplazamiento en la sílaba tónica aunque con igual significado: Gibára.
La Canoa es un ejemplo de pragmatopónimo y según cuentan los antiguos habitantes debe su nombre a esta embarcación, porque se empleó durante largo tiempo, un ejemplar abandonado como bebedero de animales.
La Loma de Sulimao pertenece a la clasificación de los hagiatopónimos al hacer referencia a un cemí de culto. Se trata de una zona intrincada,  de difícil acceso, y en la cual muchos aseguran haber experimentado sensaciones de origen desconocido. En el  sitio, explorado por el grupo arqueológico Atabex-Maniabón, se hallaron evidencias de la variante cultural Baní que incluyen restos de dieta y vasijas en superposición, cuestión que supone ofrendas al cemí.
Maniabón es un caso especial. Hasta donde se conoce no existe otro lugar en Cuba con igual nombre. Sabemos que se trata de un asentamiento poblacional de gran extensión y gobernado por un cacique muy respetado. Maniabón significa “señor de señores”, debido a que tenía cacicatos de menor rango bajo su dominio; otra traducción lo define como “poblado mayor del jefe o residencia del cacique”.
 Como sea, lo que sí es seguro es que se trata de un asentamiento muy exitoso con gran densidad poblacional. De este sitio existe gran cantidad de evidencia, entre ellas vasijas de conchas y cerámica, hachas, espátulas vómicas, olivas sonoras, idolillos, abundantes restos de dieta, coprolitos y mucho más. Actualmente sobre el sitio se erige el poblado La Pedrera, triste realidad que provoca la alteración y destrucción del patrimonio, ya sea por acciones constructivas, actividad agrícola, práctica minera o  militar. El topónimo que ha llegado a nuestros días como Maniabón (ubicado en la vía que une Puerto Padre con Las Tunas) se debe a los conquistadores, quienes respetaron  el nombre aborigen  por encontrarse dentro de los dominios del cacicato.
Se tiene noticias de  que para el año 1627 el alférez Diego Marrón recibió la merced de un sitio en Maniabón. Ya  para 1804 y siguiendo órdenes del gobernador de Holguín, Capitán Félix Corral Menocal, se dispuso la creación de cuatro capitanías pedáneas con el objetivo de resguardar las costas de los cada vez más frecuentes ataques piráticos; Maniabón fue una de esas capitanías.   En la actualidad   es un asentamiento  de gran densidad poblacional  y constituye uno de los sitios arqueológicos del contacto indo-hispano.
Una  curiosidad de los topónimos puertopadrenses lo constituye sin dudas el llamado Cayo del Mono Francisco. Su nombre va ligado a una triste historia a la que fueron sometidos,   tanto  nativos como españoles.  Todo comenzó cuando Francisco Morales fue enviado a la región india de Maniabón para dirigir  la conquista. Era conocido que este militar pensaba que las acciones  debían hacerse  por la fuerza, hecho que unido a su mal carácter, generó gran  crueldad y muerte. Una vez enterado, Velázquez  procesó y envió preso  a Francisco, como resultado de su mala conducta. Los españoles que habían estado bajo su mando y fueron víctima de los atropellos, quisieron perpetuar lo acontecido ridiculizando la memoria del jefe,  para ello nombraron a  un pequeño cayo ubicado en la Bahía de Malagueta como “El mono Francisco” en sustitución de Caimona, topónimo aborigen que hasta entonces tenía el sitio (ver mapa). Caimona significa isla de la luna, y por desgracia como resultado de la elevación del nivel de las  aguas, este cayo yace bajo el mar.

 CONCLUSIONES

El estudio de los topónimos permite un acercamiento  no solo al vocabulario aborigen, sino a  toda la huella que estos habitantes nos  legaron: el conocimiento de las prácticas religiosas, la flora y  la fauna   autóctonas así como la forma  de vida de los nativos  y que de una manera u otra a llegado a nosotros,  ya sea por vía de  tradiciones, leyendas etc. Además, al tener  conocimientos de los topónimos y su origen,   se crea conciencia en los pobladores,  quienes deben convertirse en los principales activos   en la  protección  y conservación de   los sitios arqueológicos que radican en su comunidad.
La toponimia  ofrece la posibilidad  de  interiorizar  la relación del hombre con su medio, hecho que  nos facilita un contacto más certero con esa  identidad cultural legada,  teniendo en cuenta que  preservamos  valores patrimoniales que son el verdadero tesoro de una nación.   Este estudio contribuye también,  a la elevación del nivel cultural de la población, máxime cuando vivimos en un pueblo con tanta huella aborigen. No podemos olvidar  que el conocimiento de los topónimos favorece   a la formación de una conciencia  ecológica,  cuestión que incluye  y la preservación de especies de la flora y fauna endémica. Al hacer un bojeo por los sitios,   en fin, contribuimos a la conservación de nuestra identidad  pues  el conocimiento de nuestros orígenes y la influencia que aún tiene y tendrá la presencia aborigen en Puerto Padre no debe ni puede estar oculta.

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*Lidira Rivera Selles (Puerto Padre, 1983) Licenciada en Español y Literatura. Miembro de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba (UNHIC) y profesora de Fonética y Fonología del Centro Universitario de Puerto Padre. Ha obtenido varios premios en narrativa para adultos así como crítica literaria y cinematográfica.
**René Cordero Torres (Puerto Padre 1970) Licenciado en Artes Plásticas. Miembro de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba (UNHIC), de la Sociedad Espeleológica de Cuba e Historiador del Vino. Tiene publicados “El vinicultor en casa” (2002) y “Bindo, el mago del lente” (2006) ambos por la editorial Sanlope de Las Tunas. Ha obtenido varios premios en crítica literaria y como ilustrador.

Recibido: 24/08/2018 Aceptado: 09/10/2018 Publicado: Octubre de 2018


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