Jhonatan Taguaruco*
Universidad Nacional de La Plata, Argentina
jatrivas@gmail.com
Resumen 
    Este articulo representa un  acercamiento inicial a cómo los movimientos sociales venezolanos caracterizaron  la coyuntura histórica que atravesaron durante la última década del siglo  pasado. Para ello tomamos como objeto de estudio a "Referencias", la prensa escrita del primer organismo de  derechos humanos del país, donde nos planteamos investigar de qué manera interpretaron  la protesta social y cómo definieron la violencia institucional del Caracazo,  que fue la masacre más representativa del siglo XX. 
  Palabras Claves: Caracazo,  Protesta Social, Violencia Institucional, Derechos Humanos
  Abstract 
  This article represents  an initial approach to how Venezuelan social movements characterized the  historical conjuncture they went through during the last decade of the last  century. For this we take as object of study to "References", the  written press of the first human rights body of the country, where we consider  investigating how they interpreted the social protest and how they defined the  institutional violence of the Caracazo, which was the most representative  massacre of the twentieth century.
  Keys words: Caracazo,  Social protest, Institutional violent, Human rights
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato: 
Jhonatan Taguaruco  (2018): “Violencia institucional y protesta social en Venezuela: la interpretación del caracazo (1989) desde los movimientos de derechos humanos”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (junio 2018). En línea:
 https://www.eumed.net/rev/caribe/2018/06/violencia-institucional-venezuela.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/caribe1806violencia-institucional-venezuela
- Introducción 
Durante  los días finales de febrero e inicios de marzo de 1989 Venezuela estuvo conmovida  por un estallido popular conocido como el "Caracazo" o "Sacudón",  el cual fue una revuelta social caracterizada por saqueos y disturbios en  rechazo al paquete de medidas neoliberales implantadas por el gobierno del  presidente socialdemócrata Carlos Andrés Pérez (CAP) a partir de un acuerdo firmado  con el Fondo Monetario Internacional (FMI). La respuesta del Estado para  contener los focos de protesta y dispersar a quienes manifestaban fue la  represión generalizada por medio de los organismos institucionales de  seguridad, especialmente de las Fuerzas Armadas (FFAA) cuestión que terminó  desembocando en la masacre más distintiva de todas las violaciones de derechos  humanos (DDHH) que ocurrieron en el país durante las cuatro décadas finales del  siglo XX.
Esta  coyuntura social desencadenó procesos en defensa de los DDHH de organizaciones  que ya existían al momento de los hechos, como es el caso del Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos  Humanos (PROVEA) 1,  así como de otras organizaciones que surgieron específicamente a raíz de tales  acontecimientos, siendo la más representativa de estas el "Comité de Familiares de las Víctimas de los sucesos  ocurridos entre el 27 de febrero y los primeros días de marzo de 1989"  (COFAVIC).
En  base a lo anterior, en el siguiente ensayo nos planteamos indagar cómo fue  interpretado el Caracazo en el seno de los organismos de derechos humanos; para  lograr dicho objetivo nos proponemos analizar de qué manera fue caracterizada la  protesta, cuáles representaciones hicieron de los actores sociales involucrados  y cómo definieron el papel de los organismos de seguridad. En tal sentido  delimitaremos nuestro objeto de estudio al boletín  "Referencias", el órgano  informativo de PROVEA (editado mensualmente entre noviembre de 1988 y julio de  19932 ).
Debido a que el Caracazo se enmarcó en un proceso histórico  amplio, antes de avanzar con el análisis propuesto, consideramos importante bosquejar  el contexto en el cual se encuadró la violencia institucional y describir  brevemente cómo se desarrolló el estallido social para, finalmente,  caracterizar a PROVEA en cuanto organismo de derechos humanos y realizar el abordaje  del boletín Referencias.
1. EL PUNTOFIJISMO Y LA VIOLENCIA  INSTITUCIONAL (EL MARCO GENERAL DE LOS ACONTECIMIENTOS).
El Caracazo estuvo inscrito en lo que la historiografía  nacional se conoce como "régimen Puntofijista" el cual fue el período  transcurrido entre 1958 y 1998 donde, tras la caída de la dictadura militar que  rigió al país por diez años, Venezuela pasó a estar gobernada por un sistema de  democracia representativa bipartidista. Fue este contexto en el que los  partidos Acción Democrática (AD) y el Comité Organizado Popular Electoral  Independiente (COPEI), de tendencia socialdemócrata y socialcristiana  respectivamente, establecieron una alianza táctica para evitar el ascenso de  las corrientes revolucionarias al poder ejecutivo; para lograr tal fin  resolvieron crear un gobierno de unidad nacional, articular un programa mínimo  común, "establecer las elecciones y resultados electorales como única  fuente de legitimidad y autoridad, excluir al Partido Comunista del poder y  acercarse a los EEUU" (Martínez, 2013: 45), lo cual quedó plasmado en el llamado "Pacto de Punto  Fijo" 3.
Desde sus inicios el régimen bipartidista se apoyó en el uso  de la violencia política como mecanismo para la permanencia en el poder y de  control de quienes no suscribían la alianza puntofijista, manteniendo así  vigente proscripciones y prácticas represivas implementadas desde la dictadura  militar. Este escenario se agudizó en los primeros años de la década del '60 a  partir de la ofensiva guberidntal contra las organizaciones guerrilleras, donde  el Estado implementó todo el aparataje institucional a su disposición y empleó  "la sistemática violación de los derechos humanos no sólo un instrumento  de poder, sino una realidad cotidiana" (Defensoría del Pueblo, 2012a: 6).
En relación a lo expuesto caracterizamos que cada década del  puntofijismo estuvo marcada por una práctica específica de represión: en los  '60 fueron los Teatros de Operación4  contra la lucha  antisubversiva, en los '70 las persecuciones contra los movimientos  estudiantiles y en los '80 la masacre como mecanismo represivo  institucionalizado. Esta última etapa surgió en  octubre de 1982 cuando veintitrés militantes del Frente Guerrillero Américo  Silva (FAS) fueron ejecutados por un comando de las FFAA en la población de  Cantaura; a dichos acontecimientos "le seguirían en menos de una  década la masacre de Yumare (08/05/1986), la masacre de El Amparo (04/10/1988)  y la mayor masacre de todas: la iniciada el 27 de febrero de 1989 [conocida  como el Caracazo]" (Defensoría del Pueblo, 2012b: 8). En consecuencia  podemos señalar que el Caracazo no fue un hecho  excepcional o aislado, sino que emergió en una época extensa de violación  sistemática de los Derechos Humanos por parte de los gobernantes puntofijistas,  quienes instalaron un escenario de violencia institucional que se fue  profundizando hasta desembocar la masacre como forma particular de represión la  cual.
En este sentido y luego de bosquejar de forma general cómo  este periodo histórico estuvo marcado por la violencia institucional, además de  explicar por qué se piensa que el Sacudón significó el punto más álgido de un  conjunto de acontecimientos similares, a continuación realizaremos una breve  caracterización de cuáles fueron las circunstancias económicas y sociales que conllevaron  al Sacudón.
2. DE LA CRISIS ECONÓMICA AL ESTALLIDO SOCIAL (EL  CARACAZO COMO ACONTECIMIENTO).
   Desde  que en Venezuela el petróleo sustituyó a la agricultura en el primer renglón de  las exportaciones, a mediado de los años '20 del siglo pasado, los períodos de  crecimiento o reflujo económico estuvieron sujetos a la dinámica internacional  del mercado petrolero. Estas circunstancias sentaron las bases para un régimen  monoproductor donde las clases dominantes vieron poco interés en desarrollar  actividades productivas, puesto que el ciclo de circulación de capital se  cumplía con más velocidad y mayores beneficios en los sectores improductivos, por  lo cual se dedicaron a "orientar el ingreso rentístico-petrolero hacia la  realización de actividades económicas parasitarias y especulativas (banco y  comercio de importación) y hacia la satisfacción de propósitos clientelístico-populistas"  (Battaglini, 2008: 60).
   El  Puntofijismo no cambió está realidad sino que la profundizó durante los años  '60-'70,  sobre todo a partir de los  grandes ingresos que recibieron las cuentas nacionales tras la crisis  internacional del petróleo en 1973, coyuntura en la que el precio del crudo  llegó cuadruplicarse en menos de dos años. De manera tal que, cuando este período  de bonanza finalizó y la recesión afectó nuevamente a la dinámica general de la  economía capitalista mundial (comienzos de 1982), el gobierno se vio obligado a  recurrir recurrentemente al endeudamiento externo para tratar de saldar el  déficit presupuestario y para cancelar deudas vencidas (Battaglini, 2011: 165).
   Es  bajo este escenario, con la economía venezolana subyugada por el peso de la  deuda externa y la incapacidad de reactivar procesos productivos, cuando Carlos  Andrés Pérez accedió por segunda vez a la presidencia del país5  y en los primeros días de mandato optó por "aplicar un  paquete económico de shock, un ajuste que, siguiendo la receta dictada a otros países de  América Latina por el FMI, a las primeras de cambio elevaría el costo de la  vida" (Herrera, 2011: 37). Dichas medidas generaron protestas y disturbios  sociales debido a que contemplaban aspectos tales como: la liberación de  precios y tarifas de los servicios públicos, eliminación de subsidios y aumento  de la gasolina, entre otros ajustes que afectaban directamente las condiciones  de vida de los sectores pobres de la sociedad (Herrera, 2011: 37).
   Fue  así que en la mañana del 27 de febrero de 1989 (27F) en Guarenas, ciudad  aledaña a la capital venezolana, se realizaron quemas de autobuses para  impugnar el incremento del 100% en los precios del combustible y del pasaje de  transporte público. Aspecto que incidió para que en solo cuestión de horas la  protesta se repitiera en Caracas y se expandiera hacia las principales ciudades  del país convirtiéndose en un saqueo general de supermercados, tiendas de  electrodomésticos y otros establecimientos comerciales; escenario tal en el que  los organismos de seguridad se vieron desbordados y se mostraron incapaces de  frenar el caos generado por las manifestaciones.
   Fue  así que, en la tarde del 28 de febrero, para contener los saqueos CAP decretó  la ejecución de un plan especial de emergencia que abarcaba: la suspensión de  las garantías constitucionales, el Estado de excepción a nivel nacional y la  intervención del Ejército6 .  Como resultado de esta intervención militar "el saldo oficial es de 600  personas asesinadas durante los sucesos, aunque esta no es una cifra  definitiva" (COFAVIC, s/f: 2), ya que, en algunos balances se estima  "que murieron más de 1000 personas, [mientras] los cálculos más pesimistas  hablan de entre 3000 y 5000 muertos" (Martínez, 2013:143).
   Una  de las razones por las que inclusive al día de hoy no se conocen con exactitud  las víctimas mortales, es porque muchas de ella no se contabilizaron ya que  fueron enterradas clandestiidnte en fosas comunes en  un sector conocido como "La Peste",  en el Cementerio General del Sur de Caracas. Otro aspecto que dificulta conocer  el saldo real de las víctimas es que  las  cifras oficiales solo tomaron en cuenta las muertes acaecidas en Caracas  durante el 27 y 28 de febrero, los días de mayor intensidad de la revuelta,  pero dejan por fuera a quienes murieron en otras ciudades del país y a quienes fueron  víctimas de la represión institucional que se agudizó en los días posteriores  al Sacudón.
   Finalmente,  en esta breve caracterización, señalaremos como rasgo característico del  Sacudón la dimensión espontánea de la protesta, pues, si bien durante los días  anteriores hubo manifestaciones impulsadas por diversos sectores sociales y  corrientes políticas, el chispazo inicial de la protesta y el curso posterior  de los disturbios no puede atribuírsele a ninguna organización o partido. De  hecho, en medio de los acontecimientos, las principales fuerzas políticas que  se oponían al puntofijismo se vieron superadas y no tuvieron posibilidad alguna  de orientar el descontento social y capitalizar el ánimo de rebelión que  prevalecía en la población.  
   A  partir de lo anterior, podemos entrar a analizar el accionar de PROVEA como  parte de los movimientos de DDHH.
  3. EL PROGRAMA VENEZOLANO DE EDUCACIÓN-ACCIÓN EN DERECHOS  HUMANOS (PROVEA). 
   El  nacimiento de esta organización está enmarcado en el conjunto de alternativas  que distintos sectores sociales construyeron para dar respuesta a las carencias  organizativas que existían en el país debido al estancamiento de las formas  tradicionales de participación, especialmente de las organizaciones sindicales  y de los partidos políticos. Dichas falencias quedaron demostradas en  situaciones como, por ejemplo, que la Central de Trabajadores de Venezuela (CTV),  la máxima instancia nacional de cohesión de la clase obrera, estaba controlada por  partidarios afectos a AD y COPEI con lo cual los reclamos ante el Estado ocupaban  un lugar secundario; y también con el hecho de que los partidos políticos opositores  se mostraron incapaces de proponer una agenda alternativa que hiciera  contrapeso al sistema puntofijista.
   Es  a partir de este vacío organizativo donde, a pesar del clima general de  violación a los derechos fundamentales, los DDHH no ocupaba un lugar central de  la agenda de reivindicaciones que se asentaron las bases para que en octubre de  1988 surgiera PROVEA. Este colectivo nació con el objetivo explícito de saldar  "la inexistencia de ONGs de derechos humanos que tuvieran una concepción  integral de los derechos humanos, específicamente que trabajaran los derechos  económicos, sociales y culturales" ("Nuestra historia", párr. 1),  convirtiéndose así en la primera organización venezolana en asumir los DDHH desde  una perspectiva universalista7 ,  desmarcándose de aquellas que asumieron acciones por los derechos humanos en  base a casos puntuales o como temas de segundo orden. Esta dinámica se puede entender  a partir del planteamiento de Ibarra cuando analiza "cómo determinadas  crisis estructurales (sobre todo de índole cultural) hacen surgir los  movimientos y cómo éstos tratan de  distinguirse del mundo circundante creando su propia identidad colectiva,  siendo distintos y propugnando una realidad distinta" (2000: 274,  subrayado propio). Es decir, la crisis social y el vacío organizativo que  existía en el país, crearon las condiciones para que emergiera un actor que  asumiera como rasgo identitario central el tema de los DDHH. 
   En  otro sentido, nos parece importante destacar que en la línea fundadora de  PROVEA se articularon experiencias como las de Ligia Bolívar, Dianora  Contramaestre y Raúl Cubas quienes respectivamente habían pertenecido a  Amnistía Internacional, al  Movimiento de  Cristianos de Base de Caracas y a los Montoneros de Argentina8  y que inicialmente se articularon "en 1983 [cuando] se fundó en Caracas la  Federación de Familiares de Desaparecidos en América Latina, encabezada por el  sacerdote de origen irlandés Patrick Rice" (López, 2011: párr. 40). 
   En  concordancia con esto se evidencia que tanto en el perfil de los integrantes  como en las  prácticas emprendidas por  PROVEA, las cuales comprendían acciones tales como: campañas de formación a la  ciudadanía, recepción de denuncias, seguimiento a los casos de violaciones y  orientación a las víctimas por parte abogados especialistas, entre otras, se  reflejaron diversos recorridos organizativos y repertorios de acciones colectivas  que ya habían sido empleadas en otras experiencias. Lo anterior lo  interpretamos usando la caracterización realizada por Alonso cuando plantea "que  tales agrupamientos no son homogéneos en sus composiciones y formas. Mayormente  están integrados por <<individuos>>, pero el hecho de sumarse o no a ellos muchas veces viene condicionado por la  pertenencia a otros agrupamientos - por ejemplo, grupos políticos" (en  Flier, 2014: 60 subrayado propio).
   Fue  así que, a un mes de haberse fundado este organismo ocurrió la Masacre del  Amparo donde 14 pescadores fueron ajusticiados por organismos policiales y  militares venezolanos en la frontera con Colombia, en una acción que el Estado venezolano  presentó ante la comunidad nacional como el resultado de enfrentamientos con  fuerzas subversivas. Este acontecimiento le permitió a PROVEA asumir un caso  emblemático para darse a conocer y desplegar su accionar como ente defensor de  los derechos humanos; de hecho, el seguimiento realizado a este caso y la  orientación brindada a los familiares de las víctimas influyó en que el Estado  se viera obligado a reactivar las investigaciones donde finalmente se demostró que  los pescadores no tenían vínculos con ninguna organización guerrillera9 . 
   Posteriormente,  a principios del '89 ocurrió el Caracazo con lo cual PROVEA tendría nuevamente  la oportunidad ejercer un rol importante en las jornadas de denuncias de las  violaciones cometidas, contexto en el que el boletín "Referencias" jugó un papel importante en cuanto órgano de  comunicación. En tal sentido, es allí donde se hace pertinente realizar las  indagaciones planteadas.
  4.  BOLETÍN  "REFERENCIAS".
  4.1 - Caracterización de las pobladas:
   Para  PROVEA el Caracazo es interpretado como la continuación de las "pobladas"  que se venían suscitado en el país desde algunos meses atrás. Dichas protestas,  que tuvieron su origen en distintas problemáticas tales como la falta de  empleo, deficiencia de los servicios públicos, los abusos policiales y el  reclamo por el acceso a la vivienda, entre otras causas, se caracterizaron por surgir  espontáneamente, por ser de composición social heterogénea, por carecer de vínculos  con organizaciones políticas y por la violencia institucional como forma de  contención por parte del Estado. En línea con lo anterior en el balance de  cierre de 1988 plantean que
   el año que  termina estuvo marcado por un fenómeno social nuevo y creciente: las pobladas.  Se trata de manifestaciones espontaneas  de descontento por parte de una población que, sin motivaciones  político-partidistas, se lanza a la calle a reclamar un derecho que le ha  sido negado. Las pobladas de 1988 fueron motivadas por la falta de dotación de  servicios públicos, o como protesta ante situaciones de abuso de poder. En la  mayoría de ellas, hubo enfrentamientos violentos entre la población y los  organismos policiales y de seguridad, destrucción de bienes, detenciones,  heridos, en algunos casos muertos, y en  todas un uso desproporcionado de la fuerza (...) Hubo 12 pobladas en 1988  en diferentes partes del país (número 310 :  2, subrayado propio)
   En  este marco de relaciones para principios de 1989 PROVEA contabiliza once  pobladas previas al Sacudón, ocho en enero y tres en febrero, y aunque las  relaciona con las pobladas de 1988, en estas últimas de febrero se perciben  algunos cambios en la forma en que son caracterizadas. El primero es que pasan  a ser definidas como "pobladas por hambre" (en vez de  "pobladas" a secas), con esto se establece una relación directa entre  la protesta social y la dificultad de la población de acceder a los bienes de  la cesta básica, a raíz de la liberación de precios comprendidas en el paquete  de medidas económicas de CAP, a diferencia de las de 1988 que eran ocasionadas por  múltiples factores sociales. En segundo aspecto se identifica a actores específicos  en la promoción de la protesta, principalmente madres-amas de casa. Finalmente se  destaca la disminución de las fuerzas policiales como mecanismo de control  social. En concordancia con la anterior comentan que las
   Inmensas  pobladas de amas de casa angustiadas por la situación de desabastecimiento de  los productos básicos de la dieta, comenzaron a saquear supermercados que  tenían acaparados los productos (...) Las características del fenómeno son  coincidentes: protagonizados por amas de casa y damnificados, sin violencia  hacia los dueños de los abastecimientos (...) es de destacar que no ha habido  intervención de las fuerzas policiales en los hechos, pero existe preocupación  si incidentes similares se producen en las ciudades capitales (número 5: 4)
   En  otro sentido, cabe destacar que a lo largo de los números de Referencias predominan los términos  "poblada nacional" o "sucesos del 27 de febrero de 1989"  para referirse a estos acontecimientos, de tal manera que no se rastrea el uso  de las denominaciones historiográficamente aceptadas tales como "Caracazo"  o "Sacudón". Consideramos que a partir de esta denominación el  Caracazo no queda simbolizado como un hecho único o excepcional, sino que aparece  incorporado en el marco de las manifestaciones callejeras vividas en el país  desde el año '88 y que volverían a repetirse en los años siguientes "hasta  convertirse en uno de los rasgos característicos de este período: 727 en 1991, 987  en 1992 y 679" hasta julio de 1993 (número 57: 2).
  4.2 - Evaluación del accionar represivo de la  Policía y las Fuerzas Armadas:
   Como  se ha comentado anteriormente, las pobladas adquirieron mayor impacto a partir  del 27 y 28 de febrero debido a la magnitud de las protestas y a lo visible de  la represión, que no fue "más que una versión concentrada y aumentada de  lo que diariamente padece la población" (número 53: 1). En el número de Referencias previo al sacudón aparece un  aspecto importante que sugiere pistas para comprender por qué la represión Estatal  alcanzó tales dimensiones durante el Caracazo.
   Dicho  elemento es la crisis que atravesó la institucionalidad policial en enero de  1989 cuando los funcionarios de la Policía Metropolitana de Caracas (PM)  estuvieron de huelga y "pusieron en la palestra problemas que son comunes  a grandes sectores de la sociedad venezolana. Desde reclamos económicos hasta  el reconocimiento del bono compensatorio como parte del salario" (número  4: 4). Este conflicto ocasionó contradicciones entre los diversos cuerpos  institucionales de seguridad, razón por la que los policías en huelga fueron  "tildados de inmaduros por sus  superiores, amenazados de muerte por los servicios de inteligencia"  (número 4: 4) y estuvieron enfrentados a los altos mandos de la Guardia  Nacional (GN). 
   A  partir de la identificación de este conflicto al interior de los organismos de  seguridad se pudiera explicar la actitud ambigua durante la fase inicial del Sacudón  cuando, contrariando el accionar violento con que intervinieron en las pobladas  de 1988 y de enero de 1989, "la policía se suma al resto de la gente,  participando como pueblo común, y colaborando con que la protesta y la toma de  establecimientos comerciales se hicieran con orden" (Iturriza, 2012: 30);  lo cual, sin embargo, cambió radicalmente durante el segundo día cuando se  intensificaron los disturbios y "la policía, cansada y perpleja,  desbordada por la situación, dispara a diestra y siniestra, intentando amainar  lo que se estaba convirtiendo en saqueos incontrolables" (Iturriza, 2012:  31). Lo anterior coincide con la descripción de Referencias cuando relatan que "la actuación de la PM osciló  entre sumarse a la protesta colaborando en que la toma de negocios se hiciera  en <<orden>> a su normal oficio represivo que dejó como saldo  numerosas y graves violaciones a los derechos humanos" (número 6: 10).
   De  tal manera se percibe una caracterización diferenciada de los organismos de  seguridad donde, sin negar que la PM haya tenido un rol represivo, se apunta  que es a partir de la presencia masiva de las FFAA en las calles, cuando 10.000  efectivos llegaron del interior del país, en que se produjeron serias  violaciones a los derechos humanos. Donde el número de muertos creció a 276  según cifras oficiales (número 6: 1); aspecto que se confirma al indicar que "la  mayoría de los muertos en este período se produce por heridas de bala de grueso  calibre, alojadas de la cintura para arriba, en horarios nocturnos durante el  toque de queda" (número 6: 2), donde "se aplicó un patrón de  represión que indica que la gran mayoría de las muertes se producen como  consecuencias de actos deliberados (...) para causar sufrimiento en las  víctimas" (número 53: 1). Dejando así en evidencia que la intervención de  las FFAA, el único cuerpo con dotación y entrenamiento para emplear armas y  tácticas de guerra, influyó en que el número de víctimas haya superado al de  cualquier protesta anterior.
   Por  otro lado en Referencias se denuncia que  el gobierno aprovechó el clima nacional para cometer acciones contra objetivos  políticos específicos, en ese sentido comenta que
   Al cobijo de la  suspensión de garantías, los cuerpos de seguridad del Estado, incluida la DIM  (Dirección de Inteligencia Militar) que no tiene atribuciones para realizar  inteligencia sobre posibles opositores sociales o políticos, realizaron cientos  de allanamientos y detenciones de estudiantes y grupos autónomos de base con  inserción en zonas populares, hasta inclusive sacerdotes jesuístas con la  intención de obtener información sobre sus actividades, intimidarlos y  responsabilizarlos de la situación ante la opinión pública (número 6: 2)
   En  relación a esto se plantea que durante el Caracazo la violación a los DDHH más  allá de la violencia física, reflejada en la cantidad de personas muertas o  heridas, también abarcó otras dimensiones tales como: allanamientos ilegales,  detenciones arbitrarias, acusaciones injustificadas de "rebelión militar,  torturas y tratos crueles y otras series de  violaciones, donde "la suspensión de algunas garantías fue percibida como  una suerte de <<licencia para matar>> por parte de funcionarios de  diversos organismos de seguridad" (número 6: 3). 
  4.3  Representación  de los actores sociales:
   Para Referencias la composición social del  Caracazo fue heterogénea, puesto que hubo sectores que concurrieron a los  saqueos impulsados por las penurias económicas en que vivían, a la vez que hubo  participación pandillas que se aprovecharon de la situación para cometer  fechorías. De tal manera identifica que el rol fundamental de la protesta lo desempeñaron  los "habitantes de los barrios 11,  estudiantes y ciertos sectores de la clase media, que expresaron de esta manera  su descontento por las políticas económicas y sociales de sucesivos gobiernos  que solo han atendido los intereses de la Banca Internacional" (número 6:  1), a partir de lo cual se afirma que "el Pueblo fue durante dos días el  protagonista principal de la vida nacional" (número 6: 1). A través de  esta caracterización se establece una diferencia entre el estallido social justificado  por las condiciones de miseria y los "hechos vandálicos protagonizados por  sectores minoritarios, lumpenes que desvirtuaron, en alguna medida la legítima  protesta popular" (número 6: 1).
   En  otro sentido, a dos meses del Sacudón, el boletín realiza un balance en el cual  se analiza "cómo los distintos sectores sociales han respondido a la  situación vivida a raíz de la Poblada Nacional del 27 y 28 de  Febrero" (número 7: 1), en ese sentido  identifica a tres grupos de actores que aun siendo parte de la alianza del  sistema puntofijista asumieron posturas diferentes. Con este aspecto se empieza  a dar luces de cómo desde el principió se interpreto que el Caracazo significó  una ruptura del orden político imperante.
   En  concordancia con lo anterior, en primer lugar, caracterizan la actitud del  poder ejecutivo y de la burguesía, que desestimaron la magnitud de los eventos  ocurridos y continuaron adelante con las medidas neoliberales. Es así que ubica  en un mismo nivel al "gobierno y Fedecamaras12 ,  el primero implementando y justificando la aplicación del <<Paquete  económico>> y los empresarios beneficiándose de la liberación de precios  (...) [quienes] siguen empeñados en negar  la situación social explosiva que estamos viviendo" (número 7: 1  cursivas propias). En segundo orden, dan cuenta de cómo desde el poder  legislativo los partidos del sistema puntofijista postergaban las decisiones  que darían celeridad a las investigaciones de lo ocurrido, dimensión que se  refleja cuando comentan que "a nivel del Parlamento, las fracciones  parlamentarias de los partidos mayoritarios, Acción Democrática y COPEI, siguen  sin ponerse de acuerdo para la designación del Nuevo Fiscal General de la  República" (número 7: 1). Y, finalmente, puntualizan las prácticas de las  FFAA quienes desde luego de los sucesos de febrero "han pasado a cumplir  de hecho una función <<tutelar>> del funcionamiento de la  democracia (...) [avanzando] sobre espacios institucionales que no le  corresponden, como por ejemplo la política de seguridad interior" (número  7: 1).
   En  otro orden, también hay un seguimiento al papel de los movimientos de DDHH tras  los acontecimientos a partir del cual se puede comprender cómo influyó el  Sacudón en la activación de una dinámica donde los derechos humanos pasaron a  ocupar un papel importante en la agenda de discusiones. En este contexto se comenta  que 
   A partir del 6  de marzo, que es cuando sectores de la sociedad comienzan a dar una respuesta  organizada a la situación. Se forman espontáneamente y sin coordinación ni  acuerdo previo, el Comité por los desaparecidos, el Comité pro-restitución de  las garantías, el Comité de Notables de la Universidad Central de  Venezuela" (número 6: 2)
5. COMENTARIOS FINALES: EL CARACAZO Y SU  INTERRELACIÓN CON OTRAS MEMORIAS.
   A  lo largo de las publicaciones de Referencias se observa que el Caracazo como acontecimiento no ocupó un lugar predominante en  los análisis y seguimientos realizados por PROVEA, como sí sucedió con otros  casos de violaciones a los DDHH; por esta razón se hace difícil rastrear en  dichos documentos los elementos necesarios para establecer la construcción de  una memoria consolidada. En este sentido, se aprecia que la mención al Sacudón fue  más concurrente en los meses cercanos al estallido13 ,  donde tales sucesos todavía formaban parte de la coyuntura nacional, pero a  medida que hay un distanciamiento temporal la evocación ocurre solo en  situaciones especificas, como por ejemplo en las fechas de aniversario o cuando  hubo algún avance en las investigaciones y demandas de justicia. Lo anterior se  pueden explicar a partir de dos situaciones:
   En primer orden por la conformación del Comité  de Familiares Victimas del Caracazo (COFAVIC), que fue la instancia en la que  se agruparon 42 familiares de víctimas y 3 víctimas directas, quienes a partir  de las primeras semanas de marzo de 1989 se encargaron de efectuar denuncias  ante instancias nacionales e internacionales, de informar a la población sobre  el estado de los casos a través de comunicados y de acompañar los procesos  relacionados con las indagaciones judiciales, como fue el caso de las exhumaciones  de cadáveres en el sector La Peste del Cementerio General del Sur de Caracas. En  consecuencia podemos interpretar que la existencia de este comité, encargado de  asumir el  Caracazo como reivindicación  principal, puso un límite a la participación de otros organismos. A diferencia  de otros casos que, al no existir una agrupación u organismo que lo asumiera  como reivindicación primaria, COFAVIC tomó como acontecimiento icónico tal como  ocurrió con la masacre del Amparo. 
   En  segundo aspecto pensamos que influyó el hecho de que PROVEA asumiera la reclamación  de los DDHH desde una perspectiva integral, razón por la cual debían hacerle  seguimiento a otros casos que no tenían tanta visibilidad en el escenario  político nacional, como por ejemplo: la situación carcelaria, los derechos de  los pueblos indígenas, las detenciones arbitrarias y el estado de las luchas  sindicales, entre otras temáticas que eran cubiertas permanentemente por el  boletín Referencias.
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   PROVEA (9 de  febrero de 1989). Referencias: Boletín de  derechos humanos y coyuntura, N°4. Caracas.
   PROVEA (28 de  febrero de 1989). Referencias: Boletín de  derechos humanos y coyuntura, N°5. Caracas.
   PROVEA (marzo de  1989). Referencias: Boletín de derechos  humanos y coyuntura, N°6. Caracas.
   PROVEA (abril de  1989). Referencias: Boletín de derechos  humanos y coyuntura, N°7. Caracas.
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   PROVEA (julio de  1989). Referencias: Boletín de derechos  humanos y coyuntura, N°57. Caracas.
Notas
*Jhonatan Taguaruco, docente e investigador. Licenciado en Educación mención Ciencias Sociales egresado de la Universidad de Carabobo (Venezuela). Actualmente en proceso de realización de tesis para la obtención del título en la maestría en Historia y Memoria en la Universidad Nacional de La Plata (Argentina).