Revista: Caribeña de Ciencias Sociales
ISSN: 2254-7630


LA CONSTRUCCIÓN DEL COMUNISMO, TRAYECTO HACIA LO IGNOTO (I)

Autores e infomación del artículo

Rogelio de Jesús Morales García*

Armando Ernesto Cruz García **

Universidad de Las Tunas, Cuba

rogeliomg@ult.edu.cu


Resumen
El devenir de la sociedad humana está signado por la solución a las contradicciones que condicionan su movimiento, donde el factor económico, en última instancia es el determinante. La aparición de la propiedad privada afincada en la explotación de trabajo ajeno resultó un hecho inaudito a la convivencia humana. Tal estado de cosas favoreció el desarrollo de la sociedad y generó al mismo tiempo su involución. Los pensadores se enfrascaron en explicar ese mundo desde diferentes perspectivas que se plasmaron en teorías presentadas, en muchos casos, como verdades absolutas de última instancia. Carlos Marx y Federico Engels descubrieron tras la corteza mística la semilla racional, para beneplácito de los vilipendiados: el mundo había que transformarlo. Pero la civilización desconocía ese camino, resultaba como la llamada verdad absoluta de Hegel, de la cual no se sabía absolutamente nada. Se convertía, entonces, la construcción de esa sociedad en un trayecto hacia lo ignoto.
Palabras claves: Propiedad-Socialismo-Fuerzas productivas-Relaciones de producción-Estado-Conciencia
Abstract
The future of human society is marked by the solution to the contradictions that condition its movement, where the economic factor is ultimately the determining factor. The appearance of private property rooted in the exploitation of the work of others turned out to be an unprecedented fact of human coexistence. Such a state of affairs favored the development of society and at the same time generated its involution. The thinkers were engrossed in explaining that world from different perspectives that were embodied in theories presented, in many cases, as absolute truths of last resort. Karl Marx and Frederick Engels discovered the rational seed behind the mystical bark, to the liking of the vilified: the world had to be transformed. But civilization did not know that way, it was like the so-called absolute truth of Hegel, of which absolutely nothing was known. It became, then, the construction of that society on a journey to the unknown.
Keywords: Property-Socialism-Productive forces-Production relations-State-Awareness

Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Rogelio de Jesús Morales García y Armando Ernesto Cruz García (2018): “La construcción del comunismo, trayecto hacia lo ignoto (I)”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (marzo 2018). En línea:
https://www.eumed.net/rev/caribe/2018/03/comunismo-ignoto.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/caribe1803comunismo-ignoto


BREVE INCURSIÓN A LA CAUSA DE LA TRAGEDIA HUMANA

Con el surgimiento de la propiedad privada sobre los medios de producción, en el ocaso de la Comunidad Primitiva, se produce la primera escisión económica de la sociedad humana. Como resultante del desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas se origina la primera división social del trabajo apareciendo un excedente de medios de consumo que no es compartido en colectividad, así unos individuos comienzan a apropiarse del resultado del trabajo de otros, los primeros se erigen como expropiadores, los segundos se avasallan como expropiados.
La propiedad privada, que no tenía en las condiciones de la Comunidad Primitiva existencia tangible, que expresa la forma de apropiación de los medios de producción y del resultado del trabajo por una parte minoritaria de los miembros de la sociedad, irrumpe en la escena para darle a la obra del hombre el sello de tragedia. De tal suerte en los albores de la sociedad esclavista por obra y gracia de la propiedad privada los hombres se dividen en clases, dueños unos, esclavos los otros; propietarios unos, desposeídos los otros; explotadores unos, explotados los otros.
La dicotomía social se exacerba en la misma proporción en que los expropiadores embisten a los expropiados con el único objetivo de acrecentar sus privilegios como clase. La ruptura social recién parida gestó a su vez la exclusión social, la cual se fue reproduciendo y acrecentando en una dimensión espacio temporal que incluye a las formaciones económicas sociales subsiguientes, instalándose en todos los confines de la tierra. La ruptura produce además “(…) la separación entre valores objetivos y escalas subjetivas, entre el bien del género y el bien para determinados individuos o grupos del género.” (Fabelo; 2011:95)
De tal manera se produce una fractura axiológica en tanto que si “ (…) el status de privilegio que puede tener un individuo, grupo, clase o nación se debe al carácter privado de la propiedad, a la cuantía de esta y al grado en que se diferencia de la de los otros, es lógica la intención de mantener y mejorar ese status apelando a la conservación e incremento de su diferenciación (lo que) conlleva de manera natural a un accionar basado en intereses distintos a los humanos-generales y (a) una interpretación de los valores alejada de los que son realmente universales (…)”(Fabelo; 2011:98)
La reproducción del hombre se circunscribe a determinados intereses económicos y axiológicos dados por la pertenencia a una clase o un grupo social. La reiteración en el tiempo de la reproducción biológica, como regla, en el propio estamento socioeconómico, conformó en la conciencia social la idea de que unos nacen ricos y otros nacen pobres; el destino, la fatalidad, la predeterminación, vienen a encubrir a la verdadera responsable: la propiedad privada.
Lo anterior se inscribe como una de las aristas de la división étnica, religiosa y racial que acrecientan las diferencias entre los individuos. Adiciones que el propietario de los medios de producción incita entre los desposeídos; mecanismo ideal para fomentar la inconexión y mantener su inmunidad como clase. Tales mecanismos resultan eficaces pero no suficientes, sus prebendas han de ser preservadas a toda costa y a todo costo, requieren de una máquina idónea de mantenerlo como clase o lo que tanto vale, capaz de salvaguardar su propiedad: el Estado.
El poder económico de unos, la propiedad privada, reclamó y concibió un poder adicional: el poder político, que revistiendo la forma de Estado se presenta como superpuesto a la sociedad, como representante de todos, omnipresente. El Estado como maquinaria para mantener el dominio de una clase sobre otra asume estructuras punitivas y convierte el derecho en el derecho de unos sobre los otros, subordina las concepciones morales, jurídicas, políticas, filosóficas, en definitiva a todas las formas de la conciencia social, a la voluntad de una clase que, desde lo económico y lo político, instituye su potestad absoluta.
La prevalencia de tal poder, como atributo de una clase, garantiza el control de las relaciones que se establecen entre los hombres para producir, las relaciones de producción, que conforman la base económica de la sociedad y de la superestructura, determinada por ésta. Base económica y superestructura quedan, literalmente, subordinadas a las apetencias, parafraseando a Lenin, de un grupo de hombres que se diferencia de los otros por el lugar que ocupan en un sistema de producción históricamente dado, por su relación con respecto a los medios de producción y por la forma y la cuantía en que perciben, se apropian,  la riqueza social.
Las fuerzas productivas, particularmente los medios de producción, en lo fundamental son atributos incompartidos de los explotadores, los que a su vez obtienen sus beneficios expoliando a la fuerza de trabajo, a los desposeídos. En todo el entramado del modo de producción, a saber las fuerzas productivas y las relaciones de producción se descubre la jurisdicción de los amos de la propiedad, de la misma manera se revela en la formación económica social. La sociedad toda es controlada por la clase que tiene el privilegio de ser monarca de la propiedad privada afincada en la explotación de trabajo ajeno.
Así “(...) En la medida en que el hombre se sitúa de antemano como propietario frente a la naturaleza, primera fuente de todos los medios y objeto de trabajo, y la trata como posesión suya, su trabajo se convierte en fuente de valores de uso, y, por tanto, en fuente de riqueza. (...) del hecho de que el trabajo está condicionado por la naturaleza se deduce que el hombre que no dispone de más propiedad que su fuerza de trabajo, tiene que ser, necesariamente, en todo estado social y de civilización, esclavo de otros hombres, de aquellos que se han adueñado de las condiciones materiales de trabajo. Y no podrá trabajar, ni, por consiguiente vivir, más que con su permiso.” (Marx; 1975:24)
Miles de años transcurrieron sin inmutarse esas esencias, el esclavismo se trasmutó en feudalismo y este en capitalismo; la forma de expoliación varió, su contenido permaneció constante; el fenómeno adquirió heterogéneas fisonomías, la esencia se mantuvo inalterable; el esclavista se engalanó como señor feudal y luego se emperifolló como capitalista; el esclavo se atavió como vasallo para luego abrigarse como asalariado. La fisura social se ahondó en igual proporción al devenir de las formaciones económicas sociales antagónicas, instaurándose en la subjetividad de los conciudadanos la imagen de que tal estado de cosas se correspondía con el desarrollo racional de la sociedad, que el mundo para ser mundo debía funcionar de esa manera y por tanto lo menester era explicarlo.
Los desposeídos, que se reprodujeron orgánicamente desde su propia clase y grupos sociales, nunca vivenciaron el sentimiento de dueños sobre los medios de producción; sí sus cadenas reales y/o virtuales que los ataban irremediablemente, según sus representaciones de la realidad, inducidas desde la superestructura. La emancipación de hecho resultaba un despropósito de la razón del Rey, del Monarca, del Soberano, del Emperador, del Príncipe, del Zar, de su Majestad, del Señor, del Jefe, del Regente, del Faraón, del Gobernante y de todos los de su calaña.
La conquista y colonización de los llamados territorios “descubiertos” trasladó a estos las relaciones de producción de las metrópolis, amalgamadas con formas caducas tomadas de contrabando del esclavismo y del colapsarte sistema feudal; provocando, conjuntamente con el saqueo más despiadado de sus recursos, la explotación brutal de sus poblaciones, su desarraigo y su exterminio, la deformación económica y el inicio de un proceso de transculturación que se impuso con la espada y la cruz.
Mientras en la ilustrada Europa la producción mercantil simple que alberga al último reducto de propietarios de medios de producción, donde se objetivan en la enjuta persona de sus representantes dos sujetos económicos: propietario y productor, como resultado de los maleficios de la ley del valor pierde su esencia, en tanto que se arruinan unos y se enriquecen otros produciéndose una escisión en la propiedad privada: el productor deja de ser propietario para dedicarse a trabajar para otros y el propietario deja de ser productor para dedicarse a expoliar el trabajo de otros.
La producción mercantil simple se transforma en producción mercantil capitalista. El pecado original económico se consuma, o dicho de otra forma, “(...) el modo capitalista de producción descansa en el hecho de que las condiciones materiales de producción les son adjudicadas a los que no trabajan bajo la forma de propiedad del capital y propiedad del suelo, mientras la masa sólo es propietaria de la condición personal de producción, la fuerza de trabajo (...)” (Marx; 1975:34) lo que engendra la polarización social.
El capitalismo es, por obra y gracia del divorcio entre el productor directo y los medios de producción acaecido en la llamada acumulación originaria, donde “(...) el sistema de trabajo asalariado es un sistema de esclavitud, una esclavitud que se hace más dura a medida que se desarrollan las fuerzas productivas del trabajo, aunque el obrero esté mejor o peor remunerado (...)” (Marx; 1973:589) exacerbándose los conflictos sociales dados por las contradicciones congénitas a ese modo de producción, a saber: entre el valor de uso y el valor; entre el trabajo concreto y el abstracto; entre el salario y el capital; entre la acumulación y el consumo; entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción; entre proletarios y burgueses; santificado por leyes económicas privativas de la sociedad de consumo: Ley de la plusvalía; Ley de la población; Ley general de la acumulación capitalista.
La actuación de esta última ley implica que “(...) a medida que se acumula el capital, tiene necesariamente que empeorar la situación del obrero, cualquiera que sea su retribución, ya sea ésta alta o baja. (...) la ley que mantiene siempre la superpoblación relativa o ejercito industrial de reserva en equilibrio con el volumen y la intensidad de la acumulación mantiene al obrero encadenado al capital con grilletes más firmes que las cuñas de Vulcano con que Prometeo fue clavado a la roca. Esta ley determina una acumulación de miseria equivalente a la acumulación de capital. Por eso, lo que en un polo es acumulación de riqueza es, en el polo contrario, acumulación de miseria, de tormentos de trabajo, de esclavitud, de despotismo y de ignorancia y degradación moral.” (Marx, 1973:589)
Contradicciones y leyes condenatorias de esa formación socioeconómica que, infundadamente, se presenta como paradigma de sociedad humana, delineado desde la manipulación mediática, que el propio desarrollo de las fuerzas productivas a puesto a disposición de la oligarquía financiera, convierten al capitalismo en un sistema condenado por la historia a desaparecer. La implantación del capitalismo impulsó el mercado mundial, liberó de ataduras a las fuerzas productivas, perpetúo el colonialismo arropado como neocolonialismo, consolidó el subdesarrollo, acrecentó las desigualdades entre las naciones e inventó el tercer mundo, sinónimo de marginalidad, pobreza, desesperanza, explotación, indigencia, penuria, escasez, dentro de sus fronteras y más allá de sus contornos: en el Sur.
Los graves problemas de los desposeídos no fueron resueltos a pesar de las consignas de “libertad, igualdad, fraternidad” enarboladas por la naciente burguesía cuando arremetió, liderando a los oprimidos, contra los feudales en los tiempos de la caducidad de su dominio. De la misma manera “(...) los distintos estados de los distintos países civilizados, pese a la abigarrada diversidad de sus formas, (...)“ (Marx; 1975: 48) continuaron desfalcando a los despojados, lo mismo que los Estados precedentes, diferenciándose en que ahora “(...) se asientan sobre la base de la moderna sociedad burguesa, aunque ésta se halle en unos sitios más desarrollada que en otros, en el sentido capitalista (...)”(Marx; 1975: 48) y ejercen despóticamente en contra del pueblo, entendido como la masa separada de los medios de producción.
El desarrollo de las fuerzas productivas determinando las relaciones de producción y estas favoreciendo el avance de aquellas hasta el punto en que comienzan a convertirse en trabas, en obstáculos a su pleno desenvolvimiento, gestándose entonces un conflicto que, dentro del contexto de la formación económica social, no puede ser resuelto definitivamente y consecuentemente genera la necesidad de su transformación cualitativa y cuantitativa, del salto a una nueva sociedad que, emancipando a las fuerzas productivas al transformar las relaciones de producción, permita la continuidad del movimiento histórico.
Contradicciones, lucha de contrarios, ruptura de la unidad, surgimiento de otra cualidad, continuidad, avance, retroceso; tal es la dialéctica del devenir. Suponer lo contrario: Avance en línea recta libre de encontronazos, sin virajes, incluso traumáticos, conduce a una falsa concepción del mundo, o dicho en otros términos: “(…) imaginar la historia mundial en marcha ordenada hacia delante, sin ocasionales saltos gigantescos hacia atrás, sería antidialéctico, anticientífico y teóricamente falso.” (Lenin; 1983: 325)
Desde la Comunidad Primitiva hasta la sociedad de consumo los hombres han estado sometidos a leyes objetivas generadas por su propio desarrollo, tal sometimiento, aún cuando los hombres se creyeran estar por encima de estas leyes, condicionó un reflejo distorsionado de la realidad, de tal modo explotar a otro era, ni más ni menos, que el resultado natural, racional del funcionamiento de la sociedad, imposible de concebir de otra manera. Concepción que se instauró por diferentes vías en la conciencia social, particularmente en los desposeídos de las condiciones materiales para trabajar.
Las sociedades hasta entonces funcionaron desde el protagonismo de las leyes actuantes en ese contexto y los hombres participaron como extras, en el reparto de actores de la tragedia humana, como simples marionetas escribiendo la prehistoria. Ese estado de cosas forjó un anquilosamiento sobre la idea de la emancipación real; la tarea de filósofos, historiadores y otros investigadores sociales se ciño a tratar de explicar el mundo. Es decir “(...) la explotación de una parte de la sociedad por la otra es un hecho común a todos los siglos anteriores. Por consiguiente, no tiene nada de asombroso que la conciencia social de todos los siglos, a despecho de toda variedad y de toda diversidad, se haya movido siempre dentro de ciertas formas comunes, dentro de unas formas –formas de conciencia-, que no desaparecerán completamente más que con la desaparición definitiva de los antagonismos de clase”. (Marx; s/f: 49)
La nueva sociedad cambiaría lo irracional, consolidado como racional en la concepción del mundo imperante hasta entonces, para iniciar a construir la historia verdaderamente humana, un sendero nunca transitado, exento de praxis, un trayecto, en definitiva, hacia lo ignoto.

1.1 El capitalismo y la exclusión social, desde Carlos Marx a Fidel Castro Ruz

Recrearemos seguidamente una situación de una ciudad imaginaria enclavada en la sociedad de consumo, donde utilizaremos datos y argumentos que fueron tomados de los informes de cinco médicos, tres periódicos, la declaración de un ministro y de un economista y que Marx utiliza en el Tomo I de El Capital, como ilustración de la explotación capitalista desde la página 592 hasta la 639.
En este lugar internamente pasa algo parecido a lo que en el ámbito mundial acontece, se advierte, una acumulación sistemática en manos naturales y foráneas, a medida que desciende el nivel de vida de la población obrera, incrementándose las privaciones y la miseria del pueblo, entendiendo lógicamente por pueblo a las masas explotadas y excluyendo desde luego a las clases altas de esta definición. Allí las necesidades imprescindibles de las masas no pueden ser todas satisfechas aunque sean altos los salarios en dinero, pues por un lado los precios encarecen cada vez más la canasta familiar, lo que presupone que en la holgura de la vida, de los humildes no se note cambios en el sentido del progreso sino más bien una involución; así por ejemplo en el censo oficial de pobres, hace 8 años, eran 851 369, ahora son 1 014 908, censo que es, reiteramos, el oficial de lo que puede inferirse que el no oficial o el real adulterado sea mayor.
En estudio realizado en una clase de obreros, se estableció que el mínimo indispensable, para no enfermar por causa del hambre, de gramos de carbono y de nitrógeno a consumir diariamente era de 3,900 y 180 respectivamente para las mujeres y de 4,300 y 200 para los hombres, lo que representaría a la semana, para hombres y mujeres en su conjunto, 57,4 gramos de carbono y 2660 gramos de nitrógeno. Estos obreros en el mes de diciembre consumieron 29,211 gramos de carbono y 1,295 de nitrógeno respectivamente; como se puede apreciar tanto de sustancias portadoras de carbono como de nitrógeno se ingería menos de la dosis indispensable.
Recordemos que la falta de alimentos provoca o agudiza las enfermedades y que por tanto la parte de la población investigada, por el simple hecho de no ingerir lo necesario, están expuestas a contraer una enfermedad, pues sus defensas dejan de ser tales.
Esas pobres gentes que no ingieren los gramos de nitrógeno y carbono entre los que oscilan la vida y la muerte, viven en casas, por llamarlas de alguna manera, despojadas de todo confort material, lo que unido a lo antes expuesto hace que su vida, si es que eso es vivir, sea cada vez más miserable. No creo esencia definir a esa ciudad como industrial o comercial o ambas cosas a la vez, lo importante es puntualizar que cuanto más aprisa se acumula el capital más rápida es la afluencia a ella de material humano explotable y más míseras las viviendas improvisadas de los obreros, lo cual puede apreciarse ya no sólo en la periferia, sino en el corazón, no solamente de ésta, sino de cualquier gran urbe capitalista.
¿Conocen estas casas lo tocante a luz, aire, amplitud y limpieza? Nada de eso se encontrará usted en estos lugares tenebrosos, en cambio si va a buscar imperfección, insalubridad, poca agua, malos retretes, falta de ventilación y en fin viviendas pestilentes, las encontrará porque están allí, lo que es una vergüenza para cualquier país civilizado y para este en particular.
Detengámonos algunos instantes en algunas de estas casas, en un sótano con 1 500 pies cúbicos que da techo a 10 personas, o entremos a una de las 223 casa de este lugar inmundo donde tratan de vivir 1450 personas, las que solamente disponen de por lo menos 435 camas algunas hechas de trapos sucios y de virutas, si es que a éstas puede llamárseles camas, como cualquier mortal se las puede imaginar, capaces de permitir el necesario descanso. En estas camas de pobres o en estas pobres camas duermen un promedio de 3,3 personas y en algunas de ellas 4 y 5, revueltos por las noches hombres, mujeres y niños; todas estas casuchas disponen de 36 retretes, recuérdese que son 1450 moradores que realmente están morando entre las enfermedades y la muerte, cualquiera de las dos toca a la puerta de una de estas 223 casas, si acaso tiene puerta.
Allí viven obreros que tuvieron su origen en el campo del cual fueron o se vieron obligados a irse y que sin proponérselo, pues no se deben a ellos sino al capital, constituyen columnas móviles de pestilencia, que van sembrando en los lugares donde acampan enfermedades, muy en boga por estas contornos, donde el capitalismo los obligó a vivir y el capital los mantiene vivos mientras que su sangre sacie su hambre de trabajo excedente, o lo que es lo mismo, viven para el capital y el capital vive por ellos, sin ellos el capital morirá de hambre de trabajo no retribuido.
No muy lejos de allí nos encontramos con otro barrio con no menos de 15000 trabajadores con sus familias, la miseria allí no tiene que envidiarle nada al otro barrio, no se piense que los obreros que pretenden vivir son incapaces, nada de eso, de los 15000, más de 3000 son mecánicos diestros, pero no tienen trabajo hace seis y ocho meses, por lo que de nada le sirve ahora su destreza, la cosa dejaría de ser para ellos tan difícil cuando encuentren comprador para su mercancía especial fuerza de trabajo. No resulta fácil de entender que en uno de los barrios de esta maravillosa capital donde la riqueza corre a manos llenas entre las clases altas, que lógicamente no viven en estos barrios, ni usan retrete, 40000 hombres sumidos en la impotencia se mueren de hambre, sin posibilidades o con escasas posibilidades de sobrevivir, para seguir sin embargo muriendo en vida.
Tomemos la hoja clínica de un alfarero de los barrios descritos y leeremos en ella que es raquítico, bajo de peso y talla, presenta malformaciones, prematuro envejecimiento, reducida esperanza de vida, flemático, y anémico, con perturbaciones del hígado, reumatismo y enfermedades del pecho. Esta hoja clínica particular se convierte en un mal general para toda esta clase de trabajadores. El capital no solamente diferencia a los obreros en virtud de la división esclavizadora del trabajo, sino también en sus características anatómicas, sus enfermedades más frecuentes y sus casas, amén de otras como los hábitos alimentarios y hasta el entierro que les hacen.
Un poco más allá, en el campo, las cosas van de mal en peor, allí el instrumento vocale, es el más vejado, el peor alimentado y el más brutalmente maltratado. El proletariado rural al igual que el urbano no tienen condiciones en la vivienda, aquí encontramos un dormitorio donde duermen 4 adultos y 4 niños, en el extraordinario espacio de 11 pies de largo por nueve de ancho y seis pies cinco pulgadas de alto, donde se sentiría incómodo un forzado de galera. Tanto en la ciudad como en el campo, como hemos visto, encontramos en los barrios de los obreros un hacinamiento pestilencial de hombres, insuficiente alimentación, insalubridad y el azote de enfermedades prevenibles, sin decir nada de la falta de educación; así lo que en un polo es acumulación de riqueza es, en el polo contrario acumulación de miserias.
En definitiva resulta evidente que la “(...) moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clases. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de luchas por otras nuevas”. (Marx; s/f : 33)
Todo lo que nos resultó conocido lo podemos encontrar en la actualidad sin mucha dificultad a través de las noticias internacionales. Las calamidades de las mayorías en el capitalismo son de larga data, los problemas de hoy, en muchos lugares redimensionados, siempre han existido, son generados en el mapa genético del capitalismo, no pueden librase de ellos. Así lo hizo patente Fidel al describir el mundo con argumentos irrefutables, en el discurso de bienvenida a Juan Pablo II en 1998 en La Habana:
“En su largo peregrinar por el mundo, Usted ha podido ver con sus propios ojos mucha injusticia, desigualdad, pobreza; campos sin cultivar y campesinos sin alimentos y sin tierras; desempleo, enfermedades, vidas que podían salvarse y se pierden por unos centavos; analfabetismo, prostitución infantil, niños trabajando desde los seis años o pidiendo limosnas para poder vivir; barrios marginales donde viven cientos de millones en condiciones infrahumanas; discriminación por razones de raza, o de sexo, etnias enteras despojadas de sus tierras y abandonadas a su suerte; xenofobia, desprecio hacia otros pueblos, culturas destruidas o en destrucción; subdesarrollo, préstamos usurarios, deudas incobrables e impagables, intercambio desigual, monstruosas e improductivas especulaciones financieras; un medio ambiente que se destruye sin pide y tal vez sin remedio, comercio inescrupuloso de armas con fines mercantiles, guerras, violencia, masacre; corrupción generalizada, drogas, vicios y un consumismo enajenante que se impone como modelo idílico a todos los pueblos.
(...) son miles de millones los que padecen hambre y sed de justicia; la lista de las calamidades económicas y sociales del hombre es interminable (...)”(Castro; 1998: 6)
Sobre la sociedad exclusiva afirmó: “La crisis actual y las brutales medidas del gobierno de Estados Unidos para salvarse traerán más inflación, más devaluación de las monedas nacionales, más pérdidas dolorosas de los mercados, menores precios para las mercancías de exportación, más intercambio desigual. Pero traerán también a los pueblos más conocimiento de la verdad, más conciencia, más rebeldía y más revoluciones”. (Castro; 2008: 1)
Estos elementos resultan suficientes para demostrar la insostenibilidad, parasitismo, descomposición y agonía de la sociedad capitalista y consecuentemente la pertinencia de un cambio de paradigma económico y social. Resulta evidente que “(...) en la actual sociedad capitalista, se dan ya, al fin, las condiciones materiales, etc., que permiten y obligan a los obreros a romper esa maldición social.”  (Marx; 1975: 24) Se trata entonces ya no de explicar el mundo sino de transformarlo. Los clásicos del Marxismo Leninismo avizoraron esa perspectiva: la Revolución Socialista.

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*Rogelio de Jesús Morales García. Profesor Auxiliar. Licenciado en Educación Especialidad Marxismo-Leninismo. Máster en Educación
** Armando Ernesto Cruz García. Profesor Asistente. Licenciado en Estudios Socioculturales.

Recibido: 08/02/2018 Aceptado: 28/03/2018 Publicado: Marzo de 2018


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