Dariel Mena Méndez *
Marcela Ximena Parra Pérez **
Universidad de Cienfuegos, Cuba
marcela.parra@utc.edu.ecRESUMEN
¿Qué  aspectos distinguen a las prácticas culturales y a los espacios de  socialización como fenómenos y ámbitos al interior de un sistema social y  comunicativo específico? ¿Por qué son formas de producción simbólica pública?  ¿Cuáles son las aportaciones teórico-conceptuales que han realizado  aproximaciones consistentes sobre el tema? A estas interrogantes se pretende  dar respuesta en el presente artículo luego de una revisión a varios enfoques que  desde la perspectiva multidisciplinaria han ofrecido ideas, definiciones,  características y dimensiones para su examen. Con ello, pretendemos dilucidar a  ambas categorías, las cuales en décadas recientes se han incorporado como ejes  de estudio en ciencias de la comunicación en Iberoamérica. Nos apoyamos en  autores como: Martín-Serrano (1985), Martín-Barbero (1990, 1997, 2004, 2010),  John B. Thompson (1998), Marta Rizo (2005) y  otros. 
Palabras clave: prácticas culturales, espacios de socialización, producción simbólica pública, socialidad.
ABSTRACT
  What aspects distinguish cultural practices and  socialization spaces as phenomena and areas within a specific social and  communicative system? Why are they forms of public symbolic production? What  are the theoretical-conceptual contributions that have made consistent  approximations on the subject? These questions are intended to be answered in  the present article after a review of several approaches that from a  multidisciplinary perspective have offered ideas, definitions, characteristics  and dimensions for their examination. With this, we intend to elucidate both  categories, which in recent decades have been incorporated as study axes in  communication sciences in Ibero-America. We rely on authors such as:  Martín-Serrano (1985), Martín-Barbero (1990, 1997, 2004 and 2010), John B.  Thompson (1998), Marta Rizo (2005) and others.
  
  Keywords: cultural  practices, socialization spaces, public symbolic production, sociality.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato: 
Dariel Mena Méndez y Marcela Ximena Parra Pérez (2018): “Prácticas culturales y espacios de socialización: formas de producción simbólica pública”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (febrero 2018). En línea:
 https://www.eumed.net/rev/index.html/caribe/2018/02/produccion-simbolica-publica.html
//hdl.handle.net/20.500.11763/caribe1802produccion-simbolica-publica
1. INTRODUCCIÓN
   Desde sus inicios los estudios de comunicación social se han nutrido de  aportaciones multidisciplinares, que si bien iniciaron otorgando acento a la  interpretación de fenómenos en medios masivos; a causa del enriquecimiento  epistémico de las últimas décadas, se han experimentado nuevos enfoques que han  extendido las categorías analíticas hacia otros procesos, prácticas y espacios  sociales. 
   Las inmensas transformaciones se reflejan, tanto en los escenarios  discursivos como en las características de las reflexiones e interpretaciones  teóricas que se aportan. Sin dudas, ello ha facilitado la configuración de un  campo en constructo que cada vez más se legitima ante el resto de las ciencias  sociales que ya contaban con cierta tradición disciplinar. Es meritoria la labor  emprendida por las comunidades académicas de Iberoamérica, destacándose los  aportes de países como: España, Brasil, México y Colombia. 
   Hoy se habla de ciencias de la  comunicación desde discursos más plurales y   esperanzadores. Es en tal sentido que las disciplinas del campo  académico y las líneas de investigación científica, se ocupan de otorgar  aliento y propiedad a la joven comunicología.
   Si bien es cierto que desde la aparición  de las primeras aportaciones en el campo de la comunicación, se ha observado un  acento en los estudios sobre los medios masivos, también queda claro que no  solo lo massmediático es inherente a la categoría comunicación pública. 
   Articulados por los diferentes procesos  y prácticas humanas, así como por la participación de los sujetos sociales en  la conformación de sus discursos y otras formas simbólicas, los aportes  empíricos permiten  comprender cómo la comunicación pública, esencialmente la que transcurre en  contextos locales, puede ser estudiada desde otras prácticas independientes del  ámbito mediático. Es sobre  este tema que estaremos reflexionando en el presente trabajo; considerando, que  si bien existen aproximaciones significativas desde los estudios europeos y  latinoamericanos, aún no queda muy claro los enfoques que permitan entender a  las prácticas culturales y a los ámbitos de socialización, incluyendo los espacios  públicos y organizaciones de sociabilidad, como expresiones de un sistema de  comunicación pública determinado; máxime cuando se trate de revalidar estos  enfoques desde la perspectiva de lo regional y lo local. 
   Sin embargo,  para acercarnos a este objeto de reflexión es justo partir de las postulaciones  de Jesús Martín-Barbero, quien desde los años ochenta ha propiciado giros  categoriales en la interpretación de los fenómenos comunicativos, no  restringiéndose a la comunicación masiva, sino como producción cultural desde los  medios y de los propios espacios sociales en que se objetivan y remedan  prácticas culturales y comunicativas de todo tipo.
   
   La  ciudad‐espacio  de  comunicación   aparece  como  otra   atalaya  desde  la   que  vislumbrar  cambios   de  fondo.  La  estrecha  relación   entre  expansión/estallido  de  la  ciudad   y  crecimiento/densificación de  los medios y las redes electrónicas, está exigiendo pensar la  envergadura   antropológica  de  los   cambios  en  los   modos  de  estar   juntos,  esas  nuevas   socialidades que empatan con los nuevos escenarios urbanos de  comunicación. Escenarios  ubicados a  múltiples niveles y conformados por ingredientes bien diversos. (Martín-Barbero,  1997: 7).
   
   En dos partes  se fracciona el trabajo. Primero, se abordan algunas ideas en torno a la  producción simbólica, apoyados en autores como Piera Aulagnier (1977), Thompson  (1998) y Rausell & Carrasco (2002). Luego se procuran los fundamentos epistémicos  referentes a las prácticas culturales y acerca de cómo los ámbitos de  socialización, incluyendo los espacios públicos son expresión de la producción  simbólica y plataformas donde se consuma la socialidad. 
   Se trata de  una artículo de revisión y reflexión teórico-conceptual, ocupado en dilucidar  este tema y de algún modo desde nuestro contexto latinoamericano y caribeño,  contribuir a la legitimación de categorías y dimensiones (no massmediáticas),  pero que por su contenido simbólico y por trascender a la esfera de lo público,  llegan a adquirir connotación en la sociedad, con puntualidad en los contextos regionales  y locales. Se procedió al examen valiéndonos de la revisión bibliográfica  documental y del análisis cualitativo de contenido en las referencias  consultadas. Otros referentes teóricos fueron: Martín-Serrano (1985), Martín-Barbero  (2004) y Marta Rizo (2005).
1.  DESARROLLO
   1.1. Producción simbólica pública
   Para algunos estudiosos, la producción simbólica se  refiere a la actividad psíquica representacional a través de la cual los  individuos le otorgan sentido a los objetos, la realidad social y a sí mismos.  La perspectiva de la representación tiene su génesis en el entramado  intersubjetivo, que a su vez se configura por determinadas funciones simbólicas  primarias.  
   Asevera Piera Aulagnier (1977), “que la actividad  representativa es ante todo una actividad sustitutiva, donde la pulsión se  entrama en diversos niveles de complejización psíquica que se corresponden con  los procesos originario, primario y secundario, de aparición sucesiva,  progresiva e inclusiva”. (En: Rego, 2008: párr.5). Por su parte, André Green  (2005), afirma que dichas representaciones producto de estas instancias, son  parte de una sucesión híbrida, cuya mutua combinatoria y flexibilidad debe ser  entendida como parte de los procesos simbólicos creativos y subjetivos.
   Según Thompson (1998), en todas las sociedades los  seres humanos se dedican a la producción e intercambio constante de  informaciones y de contenido simbólico, siendo el desarrollo progresivo  alcanzado por los sistemas mediáticos el que ha impactado vertiginosamente en  la naturaleza de la producción simbólica y su circulación y consumo en el mundo  moderno.
   El desarrollo de la comunicación mediática, está  estrechamente mancomunado a la reelaboración del carácter simbólico de la vida  social “(…) una reorganización de las  formas  en las que el contenido y la información simbólicas se  producen e intercambian en la esfera social, y una reestructuración de las  maneras en que los individuos se relacionan unos con otros y consigo mismos”. (Thompson, 1998: 26). 
   A estos  apuntes se añade el criterio de que la recepción de la producción mediática es  un proceso dinámico y a su vez hermenéutico. Cuando los sujetos interpretan las  formas simbólicas, las incorporan como parte de su propia comprensión  individual (de sí y de los otros). “Las utilizan como vehículo para reflejarse  a sí mismos y a los otros, como base para reflexionar sobre sí mismos, sobre  los otros y sobre el mundo al cuál pertenecen”. (Thompson, 1998: 66).
   Cabe  señalar, desde la perspectiva de lo local, que las prácticas de producción  simbólica ejercen una doble funcionalidad a partir de las singularidades y configuraciones  del contexto. Las formas de socialidad mediante signos y símbolos en espacios  más rurales por ejemplo, tienden a ser reflejo de un entramado cultural que  muchas veces difieren de lo cosmopolita, si bien se remedan patrones  reproductivos de la vida citadina más próxima.    
(…) la  producción simbólica es el ingrediente básico en los procesos de cohesión  territorial al construir los sentimientos de identidad y pertenencia (…) el  acceso a la práctica y el consumo de cultura satisface unas demandas que van  más allá de la mera ocupación del tiempo de ocio y que tiene que ver con la  capacidad de desarrollo integral de los ciudadanos a través de sus elementos  expresivos y comunicativos; es decir tiene que ver con su calidad de vida.  (Rausell & Carrasco, 2002: 4).   
   Por tanto, la producción, distribución y el consumo  cultural son fenómenos que están estrechamente mancomunados a la realidad  social. Desde esta perspectiva, la forma en que se estructuran las grandes  ciudades, contextualiza también la estructuración de sus escenarios locales,  pero no la determinan en su totalidad. 
   Se pueden establecer varias tipologías de sistemas  culturales locales, destacándose los “Sistemas Locales muy próximos a las  grandes capitales, pero en los que subsiste cierta lógica propia”. (Rausell & Carrasco, 2002: 6).  “Se trata de repensar críticamente las  prácticas culturales y de producción simbólica en este nuevo marco estructural,  analizando en todo caso bajo la perspectiva de una historicidad diferenciada su  nueva relación consigo mismas, con su esfera propia, y con la totalidad del  complejo sistema social”. (Brea, 2009: párr.33).
   La categoría producción simbólica pública, no muy  dilucidada desde el campo de la comunicación, además de lo mediático y de las  representaciones humanas, también arropa a todas aquellas prácticas comunicativas/culturales  y espacios de socialización que se distinguen por su insoslayable peso en la  conformación de lo popular, lo genuino, lo emergente, lo identitario y a su  vez, de la memoria histórico-cultural de un pueblo o comunidad determinada; a  propósito de aconteceres y expresiones complementarias donde subyacen mitos,  ritos y discursos que representan intereses colectivos y sociales. 
   No debe  obviarse que para un estudio ocupado en examinar estas categorías y dimensiones  en el campo empírico de la historiografía de la comunicación pública, debe concebirse  las mediaciones en los procesos sociales concretos, a saber: los aspectos  estructurales, infraestructurales y supra-estructurales, destacándose, la  ubicación geográfica, los flujos migratorios (el asentamiento de inmigrantes),  el desarrollo económico (del comercio y de negocios locales), la construcción de  vías de comunicación, la demografía, las coyunturas políticas, el crecimiento  poblacional y la incidencia de la enseñanza pública, de la cultura popular y la  religiosidad; lo nacional en diálogo con lo regional y lo local o viceversa. 
1.2. Prácticas culturales 
   Desde el punto de vista epistemológico  conviene aludir a Martín-Serrano (1986) en su Teoría Social de la Comunicación, quien además de haber  privilegiado en sus postulados los fundamentos teórico-metodológicos para  entender las especificidades y mediaciones inherentes a la producción social de  la comunicación y concretamente en lo massmediático1 .  Asimismo, deja entrever que esta acoge en su seno a otras prácticas simbólicas.  Apunta que existen formas de comunicación pública que se realizan en “fechas y  lugares establecidos acompañados de ceremonias importantes en la vida de la  comunidad, tales como celebraciones religiosas o de mercado”. (Martín Serrano, 1986: 75).  En otras de sus reflexiones afirma que,  “(…) una Teoría Social de la Comunicación tiene que abarcar todas las  manifestaciones de la comunicación mediada institucionalmente, incluidas  aquellas que dependían del relato oral”. (Martín-Serrano, 1986: 48).   
   Como  categoría más abarcadora, las prácticas sociales engloban a los acontecimientos  en los cuales los sujetos sociales colectivamente se convierten en productores  de sentidos y confieren significados a su acción y agencia. “Y dado que las  prácticas no se despliegan en el vacío social e histórico, el desafío aquí,  entonces, es crear, ampliar y fortalecer los (…) escenarios para el diálogo  desde donde se revitalicen los procesos comunicativos”. (Orozco, 1998: párr.17). 
   Estas a  su vez,  acogen a las categorías prácticas culturales y comunicativas, depositarias de un  entramado simbólico (signos y símbolos) que favorecen las interacciones entre  sujetos mediante el lenguaje. Para la profesora cubana, Rayza Portal Moreno  (2003), 
   Podemos  definir prácticas comunicativas como aquellas prácticas sociales en las que  intervienen al menos dos actores sociales con funciones comunicativas  diferenciadas de acuerdo a las circunstancias en que se desarrollen y que  generalmente reproducen las regularidades de sus condiciones de existencia.  Están sujetas a una serie de mediaciones (culturales, territoriales,  históricas) que dejan en mayor o menor medida su impronta en la forma en que se  desarrollan, el alcance que puedan tener, pero también en sus posibilidades de  modificación ante cambios en el contexto que signifiquen la apertura de  posibilidades diferentes. (Portal Moreno, 2003: 69).
   Pierre Bourdieu,  por ejemplo, las asocia a lo que denomina como habitus: “El habitus como  sistema de disposiciones en vista de la práctica, constituye el fundamento  objetivo de conductas regulares y, por lo mismo, de la regularidad de las  conductas. Y podemos prever las prácticas [...] precisamente porque el habitus  es aquello que hace que los agentes dotados del mismo se comporten de cierta  manera en ciertas circunstancias”. (Bourdieu, 1987: 40). Vistas desde la dimensión de lo  público, estas prácticas han de ser percibidas desde una perspectiva holística,  a partir de los puntos de vista que proponen autores de diversas ciencias  sociales. En su lugar Galletti & Ferrán aseveran  que las prácticas culturales son:
   (…)  las actividades, discursos y rituales específicos que emergen del contacto  individual con el espacio urbano, dentro de un campo cultural determinado  (artístico, académico, religioso, deportivas, escolares, científicas, etc.),  orientadas a la formación y/o recreación y que, a su vez, expresan la  experiencia común y compartida (identidad) de un grupo determinado y materializan  y hacen visible la memoria popular. Además, devienen espacios sociales que se  van abriendo y consolidando históricamente (procesos de secularización  cultural). (Galletti & Ferrán, 2011: 22).
   Nómbrese  por ejemplo, los festejos carnavalescos, las parrandas, las procesiones y otros  rituales religiosos, los juegos, las costumbres y tradiciones culinarias, el  pregón y el quehacer de comerciantes ambulantes, la lectura de tabaquería, las manifestaciones  teatrales en espacios públicos, las actuaciones periódicas de retretas y de  otras modalidades o conjuntos musicales, las parrandas, las charangas y  comparsas, los jolgorios campesinos en contextos rurales y semi-rurales, las tertulias  y algunas prácticas que por el recurso a la oralidad llegan a alcanzar  connotación en ámbitos comunitarios específicos, como pueden ser los cuenteros  y juglares.
   Las  prácticas culturales no son fenómenos estáticos, por lo que pueden perpetuarse,  perecer en el tiempo, o simplemente soportar mutaciones en el devenir histórico  de la sociedad con apego a “(…) la voluntad subjetiva de los actores y al  concierto legitimador que alcancen al interior del Sistema de Comunicación  Publica y del Sistema Social”. (Baltar, 2014: 24-30). En tanto, son  conformadoras de la cosmovisión e interpretación de la realidad, también como  procesos capaces de favorecer cambios y transformaciones sociales  significativas, según las circunstancias y el contexto.   
   El  catedrático francés Michael De Certeau (1925-1986), desde sus aportes a la  Sociología de la Cultura, ofrece la categoría de prácticas cotidianas las cuales, “(…) se identifican con acciones y  sentidos comunes, ordinarios, recurrentes, que se emprenden por todo tipo de  sujeto social sin distinciones particulares”. (En: Galletti & Ferrán, 2011:  21). Asimismo, Martha Rizo (2005) alega, que las prácticas culturales tienen  una fuerte influencia en la conformación de la identidad de los sujetos  sociales.
   Resulta  un tanto complejo establecer diferencias entre prácticas culturales y prácticas  comunicativas, ya que ambas también son expresión y construcción de lo social.  Los sujetos producen y reproducen informaciones mediante canales diversos que  están presentes en la configuración de lo humano. Son vitales para el  establecimiento de las relaciones interpersonales, grupales y sociales;  proporcionan la interacción con el entorno en la búsqueda de intereses comunes,  se desarrollan en espacios de socialización determinados y están sujetas a  mediaciones socioculturales, sociohistóricas, geográficas, económicas,  políticas, referenciales, étnicas e ideológicas. Todo ello en su conjunto las  hace formas de producción simbólica.  Conviene señalar que la autora, Martha Rizo (2005), ofrece la categoría de prácticas culturales-comunicativas,  tratando de integrar ambos términos como tema de investigación insertado al  interior de la categoría ciudad y  comunicación.   
   Como  parte inseparable de la producción simbólica pública de cualquier territorio o  comunidad, estas prácticas implican una serie de procesos y factores que les  otorgan legitimidad, mediante el reconocimiento y la perpetuación en el tiempo  y el espacio, aún y cuando corran el riesgo de perecer en el futuro. Ello implica  la presencia de componentes sistémicos estructurales, infraestructurales y  supraestructurales; puesto que las mismas, tanto como el sistema mediático,  demandan de organizaciones o grupos sociales mediadores, medios y/o recursos y  responden o son reflejo expedito de normas, creencias e ideas.
1.3 Espacios de  socialización 
   La necesidad de los sujetos de asociarse libremente y comunicarse con  sus semejantes es tan antigua como el propio desarrollo histórico de la  humanidad. Recuérdese las tribus como formación económica y social de la  Comunidad Primitiva, u otras sociedades que con el transcurso de los siglos  emergieron estrechamente vinculadas con el progreso citadino, lo que trajo  consigo el fortalecimiento de las relaciones comerciales, mercantiles y  sociales, y con ello, el éxodo acelerado desde la periferia hacia ámbitos  cosmopolitas. 
Durante el Renacimiento, el desarrollo alcanzado en los planos cultural  y social impulsó a la proliferación de las sociedades, gremios, academias y  casinos, como puntos de encuentro y reunión. Algunas finalidades de dichos  espacios de socialización fueron las de instrucción, recreo, artística y  literaria. Por su parte los convulsivos siglos XVII y XVIII en Europa Occidental,  impactados por las grandes revoluciones burguesa-inglesas y la francesa, en  plena detonación industrial; mediada por los avances científico-técnicos, y  consigo el maquinismo, los procesos expansivos asociados a los descubrimientos  geográficos, el ensanchamiento de ideologías derechistas y las cuantiosas  luchas de la clase obrera, dieron lugar a la conformación y fortalecimiento de  grupos sociales de izquierda y de otras posturas políticas y filosóficas. La  Ilustración francesa y el movimiento enciclopedista, por ejemplo, trajeron  aparejado el auge y desarrollo de salones, academias y sociedades científicas.
   Durante los años de las dictaduras en América Latina2 ,  fueron varios los sectores sociales que desarrollaron prácticas de comunicación  esenciales en sus luchas cívicas y políticas, las cuales se distinguieron por  tener un carácter clandestino. En tales condiciones, se tributa a lo público de  forma particular. 
   En las sociedades modernas del siglo XX, los espacios de socialización  implican un menjunje de procesos comunicativos y prácticas culturales que se  articulan cotidiaidnte con la llamada cultura de masas, lo que se ha  consolidado a partir del desarrollo tecnológico alcanzado en la postmodernidad  del XXI. No escapan de la sociabilidad humana, el desarrollo científico técnico  que vive la humanidad, propiciando para los diferentes contextos de  asociacionismo y gremiales modos y formas más ágiles y simples de circulación  de información, mediante el uso de correo electrónico, chat, la Internet, las  redes sociales, los teléfonos móviles, aplicaciones y demás dispositivos que  median en dichos procesos. 
   Confluyen también diferentes formas de sociabilidad  en sistemas sociales específicos, baste mencionar los gremios sindicales, las  congregaciones religiosas o de caridad, las asociaciones por la paz, de  emigrantes y por condición de género, etnia, clase social, ideología, los  movimientos obreros, deportivos, artísticos, ecológicos, y hasta aquellas en  las cuales grupos de personas se unifican por determinada coincidencia en  cuanto a sus preferencias sexuales, su estado físico-motor u otro tipo de  discapacidad. Se  añaden a este raudal las llamadas sociedades anónimas y/o secretas, como las Logias u otras, que aunque poco  investigadas por las ciencias de la comunicación, tributan a lo público toda  vez que constituyen espacios de socialización cuyas formas simbólicas se  perpetúan, aunque en un marco más estrecho en relación a otros gremios y agrupaciones. 
   La visión  epistémica en torno a los procesos de socialización facilita la comprensión acerca  del establecimiento y flujo de las relaciones humanas (grupales y públicas), a  partir de las motivaciones, los intereses comunes y necesidades que conducen a  la creación de organizaciones en contextos o espacios determinados. En este  sentido, se originan prácticas sociales cuyos discursos se enmarcan en lo  político, lo comercial, lo cívico y lo religioso (…), según el grupo humano de  que se trate y sus características. Autores como Basail y Álvarez (2005),  conciben a  la socialización como un  proceso abstracto y de índole universal, que involucra de un modo u otro a  todos los seres humanos. 
   Por  consiguiente, los espacios de socialización son aquellos escenarios de producción  y reproducción simbólica, en los cuales median intereses colectivos y donde se  remedan patrones culturales que configuran la identidad de sus miembros. “Los  espacios de socialización son los lugares e instancias donde transformamos los  modos de pensar, sentir y actuar en relación con nosotros mismos, con los otros  y con la colectividad (la familia, la escuela, el trabajo, las organizaciones  comunitarias y las intermedias, las iglesias, los partidos (…)”. (Toro & Rodríguez,  2001: 36). 
   A los nexos  que se establecen entre la identidad y los procesos configurativos de los  espacios de socialización urbanos, le atañen como asiento los mecanismos de  apropiación espacial, permitiendo a los sujetos sociales el establecimiento de determinadas  prácticas comunicativas en el entorno, al posibilitar “(…) cargar de  significado a un espacio, así como, integrarlo como elemento representativo de  su identidad social urbana”. (Valera, 1997: 17-30). Asimismo,  muchos de los espacios de socialización  funcionan como “(…) asideros para sobresalir en la sociedad (…)”. (Baltar, 2014:  49). 
   La ciudad3 ,  por su parte, ha de ser considerada como la plataforma fundamental de los  procesos de sociabilidad, al poseer una multiplicidad de espacios  indeterminados de encuentros en los cuales se conexa todo tipo de prácticas  sociales. De Certeau percibe a la ciudad como un “(…) lugar de transformaciones  y de apropiaciones, objeto de intervenciones pero sujeto sin cesar enriquecido  con nuevos atributos: es al mismo tiempo la maquinaria y el héroe de la  modernidad”. (De Certeau, 2000: 147).
   Marta Rizo  (2005), asevera que la ciudad es definida como productora de formas de  sociabilidad, en las cuales los procesos comunicacionales son percibidos desde  la heterogeneidad misma. 
La relación entre lo objetivo y lo subjetivo, dimensiones básicas de la cultura y, por ende, de la identidad cultural, puede ser mirada y objetivada en las prácticas culturales, a partir de ejes analíticos y organizadores de la ciudad como son lo público y lo privado, lo central y lo periférico y, en una dimensión más simbólica, lo legítimo y lo ilegítimo. Así, la ciudad no se reduce a su dimensión espacial o campal, pero tampoco es sólo un conjunto de representaciones incorporadas por los sujetos. Es una compleja combinación entre ambas dimensiones. (Rizo, 2005: 218).
La cultura citadina se caracteriza por un menor grado de homogeneidad en relación a la pueblerina; puesto que “(…) la ciudad está compuesta por una pluralidad de estratos, por una diversidad de grupos culturales distintos”. (Baltar, 2014: 50). Por consiguiente, en la ciudad como espacio de socialización,
(…) todos los tipos culturales coexisten, se codean, se conocen entre sí y se frecuentan como esas casas proustianas en las que el Duque se codea con el zapatero remendón, Charlus se cruza con Jupian; el estudiante come con el obrero, el provinciano auvernés paga los estudios del estudiante de medicina (La Misa del Ateo, de Balzac) y el pequeño burgués baila con la obrera coqueta” (Molino, en Giménez, 2004: 191) Otros autores piensan a la ciudad como un sistema de comunicación; entendido sistema como un conjunto complejo e interrelacionado de espacios, actores y acciones en actividad constante. (Molino-en Giménez, 2004: 191).
Donde además, conviven otros aconteceres como la circulación y entrecruce constante de personas: obreros, niños, ancianos, mendigos y hasta discapacitados mentales que deambulan de un lado a otro. Todos, o casi todos, con un destino cualquiera, en correspondencia con el horario de tales recorridos, ya sea para asistir al trabajo o centro de estudio, a una tienda o comercio y hacer determinada compra, distraerse y tomar aire fresco, acudir a alguna celebración pública, a la misa en la parroquia, o sencillamente para retornar a casa.
Es en las ciudades donde se lleva a cabo gran parte de la vida cotidiana, sea por el mero disfrute de los espacios de convivencia, por las intervenciones de índole política, social y cultural que allí se manifiestan o por los traslados de un espacio a otro a los que nos vemos obligados a realizar a través de los distintos sistemas de transporte, que en sí mismos son todo un campo de estudio etnográfico y de comunicación, en los que se ponen de manifiesto el carácter y el grado de avance de una sociedad. (ORBICOM, 2017: 1).
Las calles de los centros urbanos son espacios de socialización por  excelencia en los cuales producen y reproducen prácticas de comunicación pública  muy conocidas por todos, el pregón y los vendedores ambulantes, el grupo de  teatro actuando en la vía pública, un conjunto musical desde un portalón que  logra aglomerar a los transeúntes en un punto específico, los altavoces de las  radios comunitarias, un mitin político desde una avenida, un desfile cívico,  los pasquines y cárteles con anuncios incrustados en los fustes de electricidad  o en las puertas de los comercios, el vendedor de periódicos y revistas, el  negociante de los billetes de lotería y los altoparlantes transmitiendo alguna  información de interés.  “Los  escenarios que trazan los imaginarios desde los que la gente siente y se  representa su ciudad: acontecimientos, personajes, mitos fundadores, lugares,  olores y colores, historias,   leyendas  y  rumores   que  la  narran   e  identifican”. (Martín-Barbero, 1997:  7).  
   Es justo mencionar que entre los aportes más actuales de Jesús  Martín-Barbero relacionados con este tema figura, el trabajo Comunicación y  ciudadanía en tiempos de globalización, publicado en la Revista Foro en su  número 71 de 2009, pero que luego se editó bajo el título Comunicación,  espacio público y ciudadanía en la edición especial de la Revista Folios de  2010. El autor realiza un análisis interpretativo relacionado con el tema que  nos ocupa en diálogo con lo la globalización y las representaciones sociales en  la contemporaneidad, las mediaciones políticas y tecnológicas. Explica cómo el  uso de las redes electrónicas permite en las sociedades postmodernas “construir  grupos que, virtuales en su momento acaban territorializándose, pasando de la  conexión al encuentro y del encuentro a la acción”. (Martín-Barbero, 2010: 49).   
   Podemos señalar también  la presencia de la tecnología en los espacios de socialización y públicos como  un fenómeno que se impone en todos los sentidos. Con el  desarrollo tecnológico actual es común en muchos lugares la proyección de  audiovisuales de TV utilizando las paredes de los grandes edificios como base.  Todo ello se inserta en las formas y modos de estructuración de la sociedad  postmoderna como una macro plataforma de producción simbólica pública.      
   Referirse a  los espacios de socialización, requiere de otros enfoques y miradas que nos  permitan descifrar además, aquellos procesos que ocurren en sistemas  organizacionales 4, tales  como, sociedades, clubes o gremios. Aunque estos términos pueden ser utilizados para fines específicos,  a su vez les atañen ciertas pautas equivalentes, a saber: afinidad, comunión,  congregación, mutualidad, paridad, identidad, comunidad, hermandad, consorcio,  alianza, miembros con igualdad de derechos; sociabilidad, reunión de personas  con mutuo fin y sometidas a una misma regla; agrupación voluntaria en la cual los miembros están organizados en  torno a ciertos objetivos, ya sea de carácter recreativo, económico, político, laboral,  cívico, cultural, religioso y otros. 
   En los espacios de asociacionismo o gremiales, es común la celebración  de determinadas prácticas comunicativas y culturales, tales como, reuniones,  asambleas, tertulias, ritos, ceremonias, cultos, bailes, cenas, brindis, juegos y cantos. Muchos, en  correspondencia con su capacidad económica, logran la publicación de sus  propios medios de comunicación impresos, audiovisuales y digitales, incluyendo  Memorias y Reglamentos. 
   Como  escenarios de socialización5  humana, son también resultado de la necesidad de expresión y auto-legitimación,  como grupos de individuos sumidos en sociedades en constante configuración y  desarrollo, lo que coadyuva en la reproducción de ideologías, cosmovisión,  objetivos o metas, donde los miembros comparten saberes, interactúan entre sí de forma  cooperativa, los articulan doctrinas filosóficas y sienten la necesidad de  expandir sus conocimientos y desarrollo al ámbito de 
   Asimismo, los espacios de socialización no escapan de las limitantes  clasistas, en correspondencia con las peculiaridades de los distintos sistemas  sociales. Numerosas luchas políticas y civiles a lo largo y ancho de la  historia de la humanidad, han encontrado su encauce mediante tales escenarios,  e incluso en la búsqueda de consenso para la solución de conflictos locales,  regionales, nacionales e internacionales.
   Ejemplos de espacios de socialización (con características de asociacionismo)  más significativos de Cuba durante la Colonia, y luego en la República  Neocolonial, constituyeron: los Clubes Progresistas6 ,  integrados por negros, pardos y mulatos libres; los Casinos Españoles, que  agrupaban en su membresía a los emigrantes y descendientes hispanos en la Isla;  los Liceos, constituidos por cubanos blancos con cierta posición  económica y social (mercaderes, comerciantes, políticos, intelectuales y  artistas); las Sociedades y Casinos Chinos, como espacios de  integración de los asiáticos establecidos en el país, mas no escapan de  este caleidoscopio, los Clubes de Leones, las Logias, sindicatos,  gremios, organizaciones de caridad, beneficencia y socorro que aportaron a la  preservación del acervo cultural y contribuyeron al desarrollo social, específicamente  en contextos locales mediante el emprendimiento de obras públicas, incluida la  construcción de edificaciones, escuelas, calles, puentes y parques, espacios que  en la actualidad constituyen inmuebles de considerable valor patrimonial. 
1.1.2. Los espacios públicos:  algunas nociones conceptuales  
   Sujeta a numerosas discusiones disciplinares, entre las que figuran las  referentes al campo de la sociología, las ciencias políticas, los estudios  arquitectónicos-urbanísticos y la comunicología, ha estado en los últimos años  la concepción de espacio público. A pesar de ello, pocas veces han sido examinados como ámbitos  multidiscursivos al interior de un sistema de comunicación. Quizás ello se deba  la perspectiva desde donde se indagan (sociológicas, psicológicas, sociopolíticas  o socioculturales); o a la insuficiente existencia de bases teórico-metodológicas  que desde la comunicología diseñen una sólida plataforma conceptual y  metodológica para su análisis. 
   Los sitios en los cuales se producen y reproducen sentidos de carácter  simbólico-culturales, y desde donde se fusionan los intereses colectivos y  comunitarios, son los llamados espacios públicos, y por tanto, han de ser  considerados como plataformas primarias en la producción de comunicación  pública, aún y cuando no posean igual complejidad respecto al sistema  mediático. 
   Desde la  Comunidad Primitiva, los aborígenes contaron con espacios en los que realizaban  sus ceremonias y otros rituales. En las antiguas civilizaciones se destacaron  con peculiaridad los Coliseos (en Roma) y las plazas públicas (en Grecia),  donde el recurso a la oralidad fue una práctica que adquirió una connotación  mucho mayor. 
   En el  contexto de la Edad Media en Europa Occidental, las plazas de esparcimiento valieron  para la ejecución de actividades comerciales como el pregón, y otras de corte  religioso, como la ejecución de las condenas dictadas por los tribunales de la santa  inquisición. Pudieran mencionarse también, los juglares, cuenteros y las  representaciones teatrales y carnavalescas donde el lenguaje brusco ocupó un lugar significativo. 
   En el  Renacimiento se convirtieron en escenarios propicios para el discurso artístico  (la plástica y la literatura), mientras que durante el XVIII, en plena  consolidación de la Revolución Industrial, Londres contaba con más de 200 Coffee-houses, por poner solo un ejemplo.  Francia y Alemania por su parte, dieron cabida a la construcción de  extensos  salones  de baile y para la discusión de asuntos  públicos.
   La  consolidación de la clase obrera en Europa y Latinoamérica durante los siglos  XIX y XX convierte a las plazas, los parques y las avenidas en escenarios  bullicios y agitados, dado entre otras cosas, por las demandas y reclamos  sociales para expresar acuerdos u oposiciones políticas. No escapan de estas  circunstancias la delincuencia, los atropellos y otras formas de violencia  física y simbólica. “(…) Son lugares donde los desacuerdos pueden ser marcados  simbólica y políticamente (…)”. (Low, 2005: s.p).
   Hay espacios  que logran alcanzar cierta condición de globalidad o significación universal 7,  en dependencia de la magnitud del acontecimiento que en ellos se genere. La muy  polémica Plaza de Mayo en Buenos Aires, Argentina, durante los años de  la dictadura (1976-1983); se llegó a convertir en un ejemplo clave de lo  señalado. Recuérdese las tantas proclamas de las Abuelas de la Plaza de Mayo cuyos reclamos por los hijos y nietos  perdidos, llegaron a generar procesos de comunicación pública que trascendieron  al concierto internacional.
   
   Es allí donde surgen los primeros elementos  simbólicos, tales como, las banderas de lucha o consignas, el pañuelo blanco en  la cabeza y la apropiación de espacios públicos que tiene como ejemplo más  destacado la irrupción en la plaza-en Buenos Aires circulaban alrededor de la  pirámide de Plaza de Mayo (…). Todos los elementos enunciados fueron claves en  la construcción identitaria y como horizontes posibles frente al silenciamiento  hegemónico efectuado por los militares. (Bello & Villa, 2010: párr.6).
Otros procesos similares alrededor  del mundo se efectúan diariamente con similar pujanza en calles, mercados,  cementerios, ferias, teatros, centros comerciales e instituciones en general;  convirtiéndose en asideros de comunicación pública por excelencia, y a su vez,  testigos de lo popular, lo identitario, lo cotidiano y lo emergente.
   Para comprender algunas de las especificidades inherentes a los  espacios públicos como ámbitos de socialización y de producción simbólica,  hemos decidido dedicar las líneas que siguen a sistematizar conceptualmente los  puntos de vista que diversos autores han ofrecido al respecto. 
   Jugen Habermas (1987), fue uno de los primeros autores ocupados  en el examen de la categoría espacio  público, asociado a otros conceptos muy debatidos en los últimos años como, publicidad y opinión pública. En  uno de sus trabajos apunta que el espacio público puede ser definido a partir  de tres características fundamentales:
Luego  de la observación a estos rasgos ofrecidos por Habermas, conviene destacar, que  si bien en la contemporaneidad se puede hablar de inclusividad desde  perspectivas más plurales y humanistas; también se sabe que históricamente no ha  sido así. Se trata de una posición que pudiera someterse a exámenes  comparativos desde la perspectiva diacrónica entre la teoría y la práctica en  cualquier contexto social.  
   De  todos modos, acoger a los encuentros ciudadanos desde la heterogeneidad misma,  las discusiones de asuntos políticos y sociales, donde se insertan los  aconteceres cívicos, las prácticas comunicativas y culturales, las actividades  comerciales y gremiales, y las diferentes manifestaciones religiosas y de otras  creencias, son propósitos comunes de los espacios públicos. 
   Para  Jesús Cuenca Bonilla (2013), el espacio público desempeña un papel esencial “(…)  en la comunicación de los ciudadanos, la inmediatez de la información que  presenta facilita la heterogeneidad de discursos en los que se incluyen los  artísticos”. (Cuenca, 2013: 1). Ello se  evidencia en la diversidad y espontaneidad en que transcurren los procesos  sociales, los que son determinantes en la configuración de la identidad y de la  ideología de una nación o comunidad específica.  
   El filósofo  francés Michel Foulcault (s.f) supone que en la contemporaneidad “una acepción  fundamental para las prácticas comunicativas es la del espacio público, un  escenario virtual que se forma originado en la interacción de los habitantes de  una ciudad”.  (Cuenca, 2013: 1). 
   Carrera  (2007), asevera que: “Las reflexiones en torno al espacio público están  vinculadas a una amplia gama de procesos, escenarios, canales, mecanismos e  instituciones; por mencionar algunos: elecciones, medios de comunicación,  opinión pública, encuestas, cultura política, acceso a la información, sistema  de partidos, y especialmente la participación (...)” (Carrera, 2007: 1).
   Existen  dos dimensiones que se pueden atribuir según Szklowin Ciras (2002) 
Manifiesta también, que los espacios públicos deben ser analizados como un universo multidimensional y dinámico que se sostienen por una trama de procesos comunicativos diversos.
La gente con sus prácticas sociales, las empresas con sus actividades comerciales, las calles-con sus fachadas, mobiliario, vidrieras, publicidad, transportes-y los espacios verdes, etc., constituyen el soporte físico de la comunicación urbana. Esta se desarrolla en escalas imbricadas (local/barrial/urbana/metropolitana/regional/global) articuladas por redes de flujos comunicacionales que configuran múltiples niveles de discursividad social. (Ciras, 2002: párr.5).
En J. Freire  (s.f) 8,  se observa cómo el espacio público debe cumplir con dos requisitos  fundamentales, facilitar procesos de comunicación en dependencia de su  estructura o diseño, y estar sujetos a normas institucionales o de gobierno que  propicien un uso activo y compartido. Nótese aquí los componentes  infraestructura y supraestructura. 
   Para  Schmucler y Terrero, “La concepción del espacio, la percepción del sentido de  la ciudad, los modelos imaginados para la construcción del hábitat, los rasgos  atribuidos a la cultura urbana, podrían ser vistos como variables derivadas de  este principio estructurante de la ciudad: la comunicación”. (Schmucler & Terrero, 1992:  párr.3).
   Como  categoría de estudio, los espacios públicos deben ser examinados como ámbitos  donde los acontecimientos culturales y comunicacionales o la fusión entre  ambos, son procesos ineludibles. Asevera Carlos E. Guzmán Cárdenas, que ello  implica admitir que en su consumo se edifican las lógicas comunicativas e  integrativas de una sociedad. “Se suele imaginar el consumo como un lugar de lo  suntuario y lo superfluo. Sin embargo, al consumir la ciudad cultural también se piensa, se elige y reelabora el sentido  social de lo público. (Guzmán, 2008: párr.8), al tiempo que favorece la riqueza simbólica de un  determinado contexto sociohistórico y se convierte en cómplice de distintas  posturas ideológicas a la vez9 .  
   En algunas fuentes se establecen clasificaciones como: los lugares  físicos o abiertos (plazas, prados, mercados y glorietas) y los espacios  institucionales o cerrados, entidades u organizaciones que propician  aconteceres de carácter colectivo o comunitario (casinos, clubes, bibliotecas, museos,  cafés…). Todos en su conjunto se insertan en la categoría espacios de  socialización. 
   De este modo  el espacio público es un lugar abierto a la comunidad o la sociedad en general.  “Como escenario de la interacción social, el espacio público cumple con  funciones materiales (al dar soporte físico a las actividades colectivas) y  funciones simbólicas (permite el intercambio y el diálogo entre los miembros de  la comunidad)”.10  También queda claro que  están sujetos a mediaciones sociohistóricas y socioculturales.
La  calidad del espacio público es hoy una condición principal para la adquisición  de la ciudadanía. El espacio público cumple funciones urbanísticas,  socioculturales y políticas. En el ámbito de barrio es a la vez el lugar de  vida social y de relación entre elementos construidos, con sus poblaciones y  actividades. En el nivel de ciudad cumple funciones de dar conexión y continuidad  a los diversos territorios urbanos y de proporcionar una imagen de identidad y  monumentalidad. (Borja, 2001: 7).
   
   Este autor  coincide pleidnte con lo formulado por Marta Rizo (2005), al dejar por  sentado que los espacios públicos tienen la virtud fundamental de convertirse  en plataformas de representaciones humanas y de socialización, “Este último  aspecto es de vital importancia si consideramos que la socialización es posible  gracias a la interacción comunicativa entre sujetos sociales, y entre sujetos y  objetos”.  (Rizo, 2005: 210).
   Entre los  conceptos más abordados en torno a este tema se hallan: socialidad, ritualidad y tecnicidad, aportados  por Martín-Barbero. Conviene detenernos en el primero (socialidad),
   
   (…) es la trama que forman los sujetos y los actores en sus luchas por  horadar el orden y rediseñarlo, pero también sus negociaciones cotidianas con  el poder y las instituciones. Desde ella emergen los movimientos que desplazan  y recomponen el mapa de los conflictos sociales, de los modos de interpelación  y constitución de los actores y las identidades…es la apropiación cotidiana de  la existencia y su capacidad de hacer estallar la unificación hegemónica del  sentido (…). Lo que en la socialidad se afirma es la multiplicidad de modos y  sentidos en que la colectividad se hace y se recrea, la diversidad y polisemia  de la interacción social. (Martín-Barbero, 1990).
La  socialidad se conforma en la red de vínculos construidos por los sujetos a  partir de las representaciones y quehaceres cotidianos desde los diferentes  ámbitos, la familia, la colectividad de un barrio o comunidad y las  interacciones institucionales. Se refiere a las formas de convivencia y de  interacciones cotidianas entre los actores, lo cual pudiera estar relacionado con  la categoría societal.   
   Desde el  punto de vista empírico en el campo de la historiografía de la comunicación, es  necesario entender que el valor de un determinado estudio sociohistórico que  intersecte espacios y prácticas sociales diversas en una misma investigación,  requiere de la interpretación del “(…) devenir de las prácticas, instituciones,  sistemas comunicativos y su relación con la transformación histórica de las  sociedades”. (Amaya, 2008: 111). 
   Asumir  esta posición entraña mayor responsabilidad para el desarrollo de cualquier  investigación científica, al ampliarse el espectro empírico de modo particular.  Tales criterios enriquecen y diversifican los estudios de esta naturaleza desde  los contextos locales de cualquier sociedad y permite asimismo, romper con las  tradicionales investigaciones que privilegian a la comunicación masiva y al  examen de los productos comunicativos massmediáticos11 . 
   Es justo  también resaltar algunas aportaciones más actuales que desde diferentes  comunidades académicas iberoamericanas, organizaciones de investigación y  centros de estudio se han ocupado en privilegiar en sus intereses de  investigación a la categoría comunicación,  ciudad y espacios de socialización, además de las derivaciones de la misma.
   La  Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC), cuenta  con 19 Grupos Temáticos que se ocupan del examen de diferentes áreas de estudio;  el GT 15 lleva por título Comunicación y  ciudad. Evidencia del intento por legitimar esta categoría, la cual en su  concepción acoge a las prácticas culturales/comunicativas y a los espacios de  socialización/públicos lo constituye la presentación de numerosas ponencias en  los distintos eventos de la organización. Para el XIII Congreso Latinoamericano  de Investigadores de la Comunicación Sociedad  del Conocimiento y Comunicación: Reflexiones Críticas desde América Latina,  en fecha del 5 al 7 de octubre de 2016 en la ciudad de México, pudo constatarse  en las Memorias un total de 31 ponencias de diferentes países que giraron en  torno a este tema, en diálogo con la participación ciudadana, las  representaciones sociales, el consumo alternativo, el subdesarrollo, las prácticas  comunicacionales en el escenario urbano, la disputa del poder político, el  consumo cultural, las representaciones del imaginario urbano, la competitividad  urbana, componente étnicos y flujos migratorios, etc.
   Tanto  la idea de mediación de Jesús Martín Barbero como su propuesta de pensar en términos  de matrices los procesos sociocomunicacionales confluyen con la perspectiva de  intersecciones espaciales del abordaje “de cerca y de adentro” de la ciudad,  porque esas mediaciones se materializan en entornos urbanos, que dan espesor a  la experiencia concreta de sujetos y grupos situados, que al mismo tiempo  participan activamente en la construcción y mantenimiento de diversas  geografías de poder.(García-Vargas,  Jessica Retis & Román-Velázquez, 2016: 123-138). 
   Al  realizar una revisión al documento oficial que hace alusión a los Grupos  Temáticos de la Red Internacional de Historiógrafos de la Comunicación (RIHC),  se halla el GT. 5 Comunicación, cultura y sociedad, “Para los intereses de la  RIHC, aquí se estudia la producción simbólica pública (no massmediática), los  discursos, los soportes simbólicos, las prácticas culturales y los espacios de  socialización que forman parte de la vida cotidiana y se convierten en  portadoras y generadoras de identidades y subjetividades”. (RIHC, 2017: 3). 
   También  en el marco de la Séptima Reunión Anual de la Red Internacional de Cátedras  UNESCO en comunicación (ORBICOM), se ha convocado para el Congreso  Internacional con el tema Comunicación,  ciudad y espacio público en la fecha 8, 9 y 10 de mayo de 2018 en Lima,  Perú. 
   Para la  cita se propone un total de 13 ejes temáticos, a saber: inclusión y exclusión  social; seguridad, vigilancia y violencia; la ciudad como narrativa; mediación  social; representaciones mediáticas de la ciudad; espacio público virtual; multiculturalidad  e interculturalidad en la ciudad; intervenciones artísticas y culturales en la  ciudad; ciudadanía y activismo; política y espacio público, etc. 
   Es en  este sentido que se ha de investigar a la comunicación pública, como “(…) un  recurso universal para las interacciones expresivas a todos los niveles de la  vida social (…)” al dar “cauce al intercambio de información privada,  económica, cultural, política, religiosa, etc.”. En esencia, “Desde la perspectiva de su posible influencia  cognitiva, la comunicación pública es una de las actividades enculturizadoras  que intervienen en la socialización de las gentes”. (Serrano, 1985: 36-76). Conviene concluir con el criterio  de que “(…) en comunicación no hay entelequias sino construcciones vivas  otorgadas por los sujetos mediante sus prácticas cotidianas”. (Fernández &  Salazar, 2014: 4-7).  
   
  CONCLUSIONES
   Luego de la exploración teórico-conceptual y las  reflexiones particulares ofrecidas sobre las categorías prácticas culturales y espacios de socialización al interior de la concepción de producción  simbólica pública, se arriban a las conclusiones siguientes:
   Además de la visión hacia lo massmediático, los  estudios culturales  y los aportes derivados de las disciplinas sociales en las últimas décadas, han  dispuesto que otros procesos, prácticas y espacios se inscriben al interior de  la comunicación pública en su condición sistémica. Se trata de fenómenos que  nacen y emergen desde las regiones, sus pueblos y comunidades, desde donde se  expresan heterogéneas formas de producción y reproducción de modos de pensar,  sentir y actuar. Sin embargo, desde el punto de vista empírico, aún siguen  siendo los objetos y procesos al interior de los sistemas mediáticos los que  mayor atención ocupan en resultados de investigaciones en pre y postgrado de  Comunicación Social y Periodismo. A ello se añaden, las minúsculas miradas a dichos  fenómenos desde la perspectiva histórica.      
   La  información de interés social no solo es producida por medio de la tecnología,  de hecho, no fue la tecnología quien tuvo la primicia. Recuérdese que por el  recurso a la oralidad y desde los propios espacios de socialización, los  sujetos sentaron las bases de lo que llegara a denominarse siglos más tarde sociedad de la información. Por tanto,  para el estudio de un sistema de comunicación pública, o para quien recurre a  la categoría de producción simbólica pública sustentado en el paradigma  hermenéutico, debe saberse que tanto prácticas culturales como espacios de  socialización, se convierten en subcategorías de análisis de mucho valor para enfoques  reflexivos y sociohistóricos desde la comunicología.
   Analizar  o reflexionar desde un asiento diacrónico e hermenéutico en torno a las  prácticas culturales y sobre los espacios de socialización desde ámbitos urbanos  regionales y locales, requiere visualizar y poner en diálogo la incidencia de  procesos y fenómenos que son vitales en la conformación de la sociedad, a  saber: migración, economía, procesos políticos, la cultura popular, el contexto  geográfico y sus potencialidades, migración, las vías de comunicación entre  pueblos y ciudades, las representaciones sociales, el factor étnico y demográfico  (el crecimiento poblacional), la incidencia de la enseñanza pública (y  privada), la reproducción de patrones socioculturales de los centros urbanos  más próximos, o lo que pudiera entenderse como los diálogos entre lo local, lo  regional y lo nacional. Solo de esta forma es posible la comprensión de los  procesos de comunicación desde la metodología interpretativa.
   Si bien  se adolece de fundamentos teórico-metodológicos que puedan servir de asiento  para el examen de estos fenómenos desde los ámbitos regionales y locales; los  aportes de Martín-Serrano, Martín-Barbero, Thompson, Bourdieu, Raymond Williams  y recientemente los de Marta Rizo; se convierten en basamentos complementarios  que propician dimensiones analíticas, vitales para entender las prácticas  culturales-comunicativas y los espacios de socialización como formas de  producción simbólica pública, y a su vez, como categorías de análisis en el campo  de la historiografía de la comunicación.
   En  síntesis, este trabajo constituye un intento por demostrar que la comunicación  pública, además de al ámbito massmediático, arropa a otros procesos y fenómenos  que examinados desde la perspectiva dialéctico-interpretativa, resultan de  mucho valor para el ensanchamiento epistémico de las ciencias de la  comunicación. 
BIBLIOGRAFÍA
   Amaya, T, H. (2008). Historia y comunicación social:  apuntes para un diálogo inconcluso. Un acercamiento al campo de estudios  históricos en comunicación. Tesis presentada en opción al título de master en  Ciencias de la Comunicación. La Habana: FCOM-UH.  
   Aulagnier, P. (1977): La violencia de la interpretación. Bs.  As. Amororrortu Ed.
   Baltar, R, Ana C. (2014): Acercamiento a  las prácticas culturales de orden festivo/religioso y asociadas con la muerte,  sustentadas por los sectores negros y mestizos en el espacio público habanero  durante la Tregua Fecunda. Tesis presentada en opción al título de licenciado  en Comunicación Social. La Habana. FCOM-UH. 
   Basail, R, A., & Álvarez, D, D. (2005): Sociología de la cultura. Lecciones y lecturas. La  Habana, Cuba: Félix Varela. 
   Bello,  V & Paula, Villa. (2010): “Abuelas de Plaza de Mayo, filial Córdoba. Las  prácticas comunicativas como sustento de lucha”. Obtenido de: http://amerika.revues.org  Consultado en 6/03/2016.     
   Bourdieu. (1987): Habitus,  code, codification, Actes de la Recherche en Sciences Sociales, Núm. 64.
   Brea, J.L.    (2009):  “Nuevos  dispositivos del arte. Transformaciones de las prácticas artísticas en la era  del capitalismo cultural electrónico” [en línea], disponible en:Revista Telos, Nº56 Segunda Época. Obtenido de: http://telos.fundaciontelefonica.com/telos/img/logo.gif Consultado  en 10/08/2017.     
   Carrera,  A. (2007): Espacio Público y Participación Ciudadana en el Contexto de la  Gestión del Desarrollo Urbano. El caso del Cerro de la Estrella en Iztapalapa,  Ciudad de México. Razón y Palabra No 55. Obtenido de: http://www.razonypalabra.org.mx  Consultado en 3/03/2016.     
   Ciras,  S. (2002): “Comunicación en el Espacio Público Sistema de Comunicación  Publicitaria en la Vía Pública de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”.  Cuadernos del Centro de Estudios de Diseño y Comunicación Año II. Nº3. Buenos  Aires, Argentina. Obtenido de: http://www.palermo.edu Consultado en 6/03/2016.     
   Cuenca,  B, Mª Jesús. (2013): “Arte y espacio público”, Red Visual. Obtenido  de: http://www.redvisual.net Consultado en 20/4/2017.     
   De  Certeau, M. (2000): La invención de lo cotidiano. Artes de hacer. México: Universidad  Iberoamericana. Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente. 
   Definición.de.  (2013): “Definición de espacio público”. Obtenido de: http://definicion.de Consultado en 20/4/2017
   Díaz,  Larrañaga, Nancy; Luciano Grassi y Cecilia Mainini. (s.f): Socialidad: los modos de apropiación del espacio público.  Universidad Nacional de La Plata (Argentina).
   Ecosistema  Urbano. (2009): “Espacio público cómo espacio de comunicación libre”. Obtenido  de: http://ecosistemaurbano.org Consultado en 20/4/2017 
   Galletti, H, D &  Ferrán, Fernández Y. (2011): Avatares  habaneros en las postrimerías del XIX: acercamiento a las prácticas culturales/  simbólicas en el espacio urbano de La Habana durante la Tregua Fecunda  1878-1895. Tesis de licenciatura en Periodismo (p. 22).  La Habana: FCOM-UH.
García-Vargas, Alejandra; Jessica Retis & Román-Velázquez, Patricia. (2016): Reflexiones en torno a la investigación sobre ciudad y comunicación: mediaciones sociales e intersecciones espaciales. ALAIC XIII: Sociedad del Conocimiento y Comunicación: Reflexiones Criticas desde América Latina, Universidad Autónoma Metropolitana, México, Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación ALAIC, GT15. Comunicación y Ciudad. https://dspace.lboro.ac.uk/dspace-jspui/bitstream/2134/23663/1/Published%20Conf%20Paper%20ALAIC%202016.pdf
Green, A. (2005): Ideas directrices para un psicoanálisis  contemporáneo. Desconocimiento y reconocimiento del inconsciente. Bs. As.  Amorrortu Ed.    
   Giménez, G., González, J., & Galindo, J. (2000): “La Sociología de Pierre  Bourdieu”. Obtenido de: http://132.248.35.37/IISSamples/Default/cultura/Gimenez/BOURDIEU.htm Consultado  en 15/7/2017 
   Guzmán,  C, C. (2008): “Nuevas Síntesis Urbanas de una Ciudadanía Cultural. (La Ciudad  como Objeto de Consumo Cultural)”, [en línea], disponible en: Espacio público cómo espacio de comunicación.  Obtenido de: http://ecosistemaurbano.org/wpcontent/uploads/2009/11/publico_e_feature1.png?0f1b86  Consultado  en 15/7/2017 
   Habermas,  J. (1987): Teoría de la acción  comunicativa. Taurus, Madrid
   Jordi, Borja. (2001): La ciudad y la nueva ciudadanía. Conferencia  pronunciada en el Fórum Europa 2001, publicada en La Factoría, n.17, febrero-mayo, 2002. Barcelona. 
   Low, Setha. (2000): En: Low, Setha. (2005):  “Transformaciones del espacio público en la ciudad latinoamericana. Cambios  espaciales y prácticas sociales”. Obtenido de: http://www.bifurcaciones.cl Consultado en 15/7/2017 
   Martín-Barbero, Jesús. (2010): Comunicación, espacio  público y ciudadanía. Revista Folios, edición especial. http://facultad.pucp.edu.pe/comunicaciones/ciudadycomunicacion/wp-content/uploads/2016/05/jesu-martin-Comunicacion-espacio-publico-y-ciudadania.pdf 
   Martín-Barbero,  J. (1997): Comunicación, fin de siglo. ¿Para dónde va nuestra investigación?  Telos. Cuadernos de Comunicación, Tecnología y Sociedad, N.47. 
   Martín-Barbero, J. (1990): De los medios a las prácticas. Cuadernos de Comunicación y  Prácticas Sociales, N°1, UIA, México. 
   Martín-Serrano, Manuel.  (1986): La producción social de la comunicación. Madrid: Ed. Alianza S.A.
Molino,  en: Giménez, Gilberto. (2004): La cultura  popular: problemática y líneas de investigación. Revista Diálogos en la  acción, primera etapa.
   ORBICOM. (2017):  Congreso Internacional Comunicación, ciudad y espacio público. http://www.alaic.org/site/wp-content/uploads/2017/10/Convocatoria-C%C3%A1tedras-UNESCO-Lima-2018-Espa%C3%B1ol.pdf 
   Orozco, Guillermo. (1998): Comunicación y  prácticas sociales. Las prácticas en el contexto comunicativo. Revista  Latinoamericana de Comunicación. Chasqui, No.62.   
   Portal,  Moreno, Rayza. (2003): Por los caminos de la utopía: un estudio de las  prácticas comunicativas de los Talleres de Transformación Integral del Barrio  en la Ciudad de La Habana. Doctorado en Ciencias de la Comunicación. FCOM-UH,  La Habana.
   Rausell, Köster, P & Carrasco, Arroyo, S. (2002):  Cultura y producción simbólica en la comunidad valenciana. Un análisis  sectorial e implicaciones territoriales. Departamento de Economía Aplicada.  Unidad de Investigación en Economía Aplicada a la Cultura.  Universidad de Valencia. 
   Rego, M, V. (2008): “Procesos de  transformación en la producción simbólica y su relación con la complejización  psíquica en el tratamiento psicopedagógico grupal”, Ciudad Autónoma de Buenos  Aires: Anuario de investigaciones, v.15. Obtenido de: http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_serial&pid=1851-1686&lng=es&nrm=iso  Consultado  en 1/9/2017
RIHC (2017): GT.  Comunicación, Cultura y Sociedad. Grupos Temáticos de la Red Internacional de  Historiógrafos de la Comunicación. Documento en soporte digital. 
   Rizo,  Martha. (2005): La ciudad como objeto de  estudio de la comunicología. Hipótesis, preguntas y rutas para la construcción  de un estado del arte sobre la línea de investigación “ciudad y comunicación”. Revista  Andamios, Año 1, número 2, junio, 2005, pp. 197-225. 
   Schmucler, H. &  Terrero P. (1992): Nuevas Tecnologías y transformación del Espacio Público.  Buenos Aires 1970-1990. Telos N. 32, Fundación Telefónica, Madrid. Disponible  en: Espacio público cómo espacio de  comunicación. Obtenido de:
   http://ecosistemaurbano.org/wpcontent/uploads/2009/11/publico_e_feature1.png?0f1b86  Consultado  en 1/9/2017
   Thompson, John B. (1998): Los media y la  Modernidad. Una teoría de los medios de comunicación. Ediciones Paidós Ibérica,  S.A. Barcelona. 
   Toro, A, J. Bernardo & Martha  C. Rodríguez G. (2001): La comunicación y  la movilización social en la construcción de bienes públicos. Bogotá.  (p.30). Colombia: Banco Interamericano de Desarrollo (BID).