Roide Orlando Alfaro Velázquez*
Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, Cuba
ralfaro@uclv.edu.cuRESUMEN
El tiempo como categoría filosófica e historiográfica, ha gozado a lo largo de la historia de la humanidad, de un privilegio indiscutible en el acontecer científico. Desde el Timeo de Platón o la Física de Aristóteles, hasta las elaboraciones más contemporáneas como pueden salir de escritos de Fernand Braudel, Immanuel Wallerstein o Paul Ricoeur han coincidido en la complejidad de su análisis y más en medio de las complejidades de los procesos históricos actuales. Su análisis desde América Latina, atemperado a los procesos identitarios del continente y a su ubicación actual en medio de las circunstancias de funcionamiento del sistema capitalista, desde una mirada anti-hegemónica y consecuente con nuestra realidad, se impone como reto del quehacer investigativo en medio del pensamiento neocolonial impuesto y reproducido para y con los pueblos del Sur, no solo desde la dimensión geográfica, sino también económica y política. La necesidad de un diálogo intercultural sobre la base de una opción Decolonial, es necesidad imprescindible en las circunstancias actuales, siempre que se sepa escudriñar en las dinámicas hegemónicas para con el continente americano durante siglos de colonización en la búsqueda de la génesis identitaria de los procesos y la memoria histórica de América primero, y América Latina después como construcción de esa matriz colonial de poder siguiendo a Walter Mignolo. El estudio del tiempo histórico, sobre esta dimensión epistemológica que responda a la realidad indentitaria, y no impuesta, es una invitación para seguir dialogando y profundizando siempre en el rico quehacer cultural e histórico del mal llamado, hace más de cinco siglos, Nuevo Mundo.
PALABRAS  CLAVES
  Tiempo, sistema-mundo, duración, capitalismo, opción decolonial, América  Latina.
ABSTRACT
The time as philosophical and historiographical category, has enjoyed throughout the history of mankind, of unquestionable privilege in scientific events. From Plato's Timaeus and the physics of Aristotle, up to the most contemporary creations as they can get from writings of Fernand Braudel, Immanuel Wallerstein or Paul Ricoeur have coincided in the complexity of analysis and more in the midst of the complexities of the current historic processes. His analysis from Latin America, tempered to the process identity of the continent and to its current location in the middle of the circumstances of the capitalist system, a perspective anti-hegemonica and consistent with our reality, is essential as a challenge of the investigative work in the midst of neo-colonial thinking imposed and played for and with the people of the South, not only from the geographical dimension, but also economic and political. The need for an intercultural dialogue on the basis of a Decolonial option, is absolute necessity in the circumstances, provided that is known to squint in the hegemonic Dynamics to the Americas for centuries of colonization in the search of identity processes of genesis and the historical memory of America first, and Latin America later as construction of that colonial power array according to Walter Mignolo. The study of historical time, this epistemological dimension that respond to the imposed indentity, and not reality, is an invitation to continue talking and ever deepening in the rich cultural and historical evil work called, more than five centuries ago, new world
KEYS WORDS
  Time, world-system,  duration, capitalism, decolonial option, Latin America.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato: 
Roide Orlando Alfaro Velázquez (2016): “El tiempo histórico: necesidad de su redimensionamiento en el acontecer historiográfico en América Latina”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (agosto 2016). En línea: https://www.eumed.net/rev/caribe/2016/08/tiempo.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/CARIBE-2016-08-tiempo
El  término historia encierra en sí una dicotomía: es a su vez, los “hechos destacables  del  pasado” y la ciencia en particular que estudia estos hechos,  o sea, es conocimiento de una materia y materia de un conocimiento. Como saber científico, la historia  ha transitado por un largo  proceso de identificación de su campo  de estudio y por un desprendimiento  de la  filosofía: primero  como un fin u objetivo  teleológico y místico, de ahí que en sus comienzos  se manifestara a través de crónicas o mera reproducción cronológica de hechos, después, con la ruptura de esta visión y la introducción del término Filosofía de la Historia de Voltaire, como rama de la filosofía que estudia el desarrollo y las formas  en las cuales los seres humanos hacen la historia.
   Precisamente los historiadores del  siglo XVIII (entre ellos Voltaire, Montesquieu y Condorcet) revolucionaron la  forma de concebir la historia, más allá de las constantes elaboraciones divinas  del momento y extirpando la conexión historia-teología. Ocupaban espacios  relevantes en las narraciones y elaboraciones de estos pensadores, el concepto  de progreso como tema histórico, a partir del triunfo de la razón como meta del  propio progreso, devenido de la Ilustración y de la Revolución Francesa.
   Fue Voltaire, el primero en  destacar la necesidad de replantear desde un sentido crítico, el análisis de la  costumbre de los pueblos y no ajustarse a pensarlo como una mera cronología,  aunque sesgado por el empirismo reinante como forma de pensamiento. Este  ilustrado francés, cuando atacó el concepto milagroso de historia a partir del  término que introduce (filosofía de la historia), estaba rompiendo con las  doctrinas místicas de estudiar el mundo, realizando dos tareas esenciales:  exigir datos dignos de confianza y pedir una relación de hechos más amplia de  la vida social que la estrictamente relevante para una especial teología.
   Sobre esta línea, el italiano  Giambattista Vico, a partir de su obra Scienza Nuova (1744), introduce la idea  del valor fundamental de la evolución histórica y su relevancia en el análisis  de los procesos sociales, una vez que fundamentara su doctrina del valor  imprescindible de cada época en la preparación de la siguiente y destaca el  desarrollo de la sucesión histórica como un todo, lo que modifica de este modo  el interés predominante simplemente de la meta de la historia para dar lugar a  la utilidad de la sucesión histórica, y la conversión de una historia teológica  a una historia construida por el propio hombre. De esta manera, se sientan las  bases para el apoyo que la historia, conjuntamente con la filosofía, va a  brindar una vez que, con el nacimiento de la sociología, por ejemplo, ésta  enfrente sus primeros problemas teóricos y metodológicos por lo convulso y  contradictorio de su objeto de estudio, el cual, curiosamente, provoca su  nacimiento como ciencia.
   Pero fue Hegel con sus “Lecciones  sobre la Filosofía de la Historia Universal” la cima de los modelos de  filosofía de la Historia que siempre construido como una construcción a priori,  devenido de la genialidad del pensador, van a utilizar los hechos históricos  como base factual de legitimación de su validez, “como simple ilustración de la  vigencia de los principios generales que organizan a dichas filosofías,  principios siempre supuestamente universales, eternos y atemporales sobre los  que se organiza el correspondiente sistema de explicación universal”. (Aguirre Rojas, 2011: 17).
   Este convulso contexto, producido  por los sucesos franceses de finales del siglo XVIII, va a delimitar una  transformación de la agenda temática y del objeto de estudio de la historia,  así como el surgimiento de otras ciencias. La Revolución Francesa de 1789, tras  romper el poder monárquico, ha deparado una revolución en cuanto a la  información por parte de los historiadores eruditos, al convertir los tesoros  documentales de la realeza europea en archivos públicos y no privados,  democratizando, además, el acceso a los documentos y brindando a los  historiadores objetivistas  y  empiristas   de  la  época   una  masa  realmente   monumental  de  nuevas   fuentes primarias disponibles para su consulta y utilización. Por otra  parte, variables como progreso, nodales para el positivismo, marcarían la  búsqueda de la legitimación de la naciente época moderna a partir de una idea  limitada y lineal, cuyos rasgos epistemológicos se consolidarían con la  construcción histórica de las barreras que separan las más disímiles ciencias  en campus independientes.
   No   resulta  entonces  casual   que  esta  historia   no  logre  desprenderse   del  documento histórico a la hora  de hacer cualquier análisis, teniendo en cuenta esta forma empirista de lo  histórico” que pone en el centro el culto a “los hechos” y que privilegia los  documentos escritos como el vehículo fundamental para el acceso a estos hechos.  Estos postulados constituye la plena maduración de los cimientos de la historiografía  europea entre 1789 y 1870, que se caracteriza por el culto al texto histórico,  tal y como rezaba el manual francés de Langlois y Seignobos publicado en 1898:  “La historia se hace con textos y un historiador serio jamás se atrevería a  afirmar aquello que no pueda respaldar de un documento escrito.” (Aguirre Rojas, C.A., 1999: 36)
   Precisamente, con el advenimiento de la  modernidad, uno de los temas de mayor polémica en esta agenda temática, lo  constituye el problema del tiempo histórico, sobre la base del entendimiento de  las diferencias entre el tiempo físico proveniente de las Ciencias Naturales y en la cual Isacc Newton pudiera  considerarse como uno de sus máximos exponentes, de ahí el término ampliamente  difundido de tiempo físico newtoniano, y  el tiempo social o histórico, que tiene en el marxismo clásico del siglo XIX,  la Escuela de los Annales en la obra de sus padres fundadores (Marc Bloch y  Lucien Febvre) y su continuador por excelencia Fernand Braudel, algunas de sus  voces más autorizadas. 
   La aprehensión de la homogeneidad y  linealidad del tiempo físico desde edades tempranas del individuo, que  posibilita su periodización exacta en segundos, minutos, horas, días, semanas,  meses, años, siglos, se pasa por alto la construcción social de la variable  tiempo en su dimensionamiento social e histórico, visto en sus múltiples  duraciones y complejidades, como un tiempo diverso y variable. Es entonces  cuando todo siglo histórico adquiere libertad para romper las barreras  cronológicas de sus 100 años constitutivos y se asemeja a los procesos y  fenómenos históricos que lo componen y en él se despliegan, y que a su vez  delimita sus límites temporales de inicio y cierre. 1
   El tiempo es una construcción social que  responde a momentos históricos a razón de los procesos sociales definidos. La  concepción actual del tiempo tiene su base en una delimitación establecida por  la Iglesia que se patentiza en el almanaque gregoriano, que hegemoniza el  tiempo y lo separa de las mediciones basadas en la naturaleza. Esta transformación  del almanaque juliano tiene como objetivo establecer un paralelo entre el año  civil y el año solar, y si bien fue aceptado por la mayoría de las naciones,  también fue combatido, lo que provocó la aprobación algo tardía en Alemania  (1669), Inglaterra (1752) y en gran parte de Rusia en 1878, y más tardíamente  incluso en los países colonizados.
   Las iglesias y los gobiernos  reconfiguraron el día en horas a partir de la construcción de un sistema de  símbolos, que pasaban desde las campanadas de los monasterios, por ejemplo, al  propio tamaño de las velas o el ritmo de la oraciones como forma de medir el  tiempo dentro de estos templos. Fuera de él, también estaría regulado por las  reglas de la vida a partir de los sustentos de las diversas religiones, las  visiones del presente, pasado y futuro a partir de la figura de Dios y el  propio hombre atendiendo a la eternidad como finalidad de su ser. 
   En el plano urbano, la relación resulta  menos directa, el comerciante deberá regirse por las jornadas laborales o las  leyes del mercado a partir de una división social del trabajo y sus medios de  legitimación y fragmentación social, en donde el tiempo es dinero y adquiere  una necesidad práctica para la propia dinámica de funcionamiento social y las  necesidades de la propia clase. Es aquí donde el binomio tiempo-dinero va a  constituirse como sustento de la base ideológica y económica de la burguesía  como una nueva forma de medir el tiempo, manifestado en su Time is money. 
   El tiempo histórico ha de entenderse  como múltiple, variable y heterogéneo y cada historiador posee una temporalidad  distinta dada por los condicionamientos y procesos históricos que estudia.  Transformar modos de actuación y explicación que reubique el objeto de estudio  del historiador superando los límites pasado/presente heredado hasta nuestros  días, se erige como un verdadero reto, que además posibilita la visión estrecha  de entender el progreso a partir de  la linealidad del tiempo físico, mediante lo cual todo hoy es mejor que ayer y  todo mañana será mejor que hoy. 
   Es indiscutible la importancia en la  temática del tiempo de la obra braudeliana, y dentro de ella su escrito La Larga duración, que revolucionó el  acontecer histórico hasta el momento y para las generaciones venideras. Es  presentada aquí la historia claramente como una síntesis compleja no solo de  diversas realidades y fenómenos, sino en medio también de múltiples  temporalidades, tiempos y ritmos. 
   Braudel distingue, y refiere la atención  de la historia tradicional, a un tiempo breve, defendida por la historia de los  acontecimientos o episódica, que  encierra en la corta duración, pues “el acontecimiento es explosivo, tonante.  Echa tanto humo que llena la conciencia de los contemporáneos; pero apenas  dura, apenas se advierte su llama.”Este  es el tiempo del cronista, del periodista, un tiempo corto de todas las esferas  de la vida. “El tiempo corto es la más caprichosa, las más engañosa de las  duraciones.” (Braudel, 1970: 65-66)
   Por sobre este tiempo corto, y posando  por lo que los economistas presentan como tendencias seculares o interciclos o  ciclos históricos, adquiere relevancia el término estructura (Braudel, 1970:70) 2,  palabra que el propio Braudel sostiene como la que domina los problemas de la larga duración. Esta reconversión analítica  conecta los hechos fundamentales del ámbito natural, de tiempo largo, casi  inmóvil, imperceptible con sus múltiples condicionamientos y modos de actuación  en el acontecer social e histórico, sin perder de vista la existencia también  de hechos naturales y geográficos de corta duración , así como ciertos  fenómenos políticos entendidos en estas variadas delimitaciones temporales.  Estas múltiples delimitaciones permiten comprender el entrecruzamiento del  tiempo y el espacio histórico, que se complementan entre sí en medio de las  afectaciones y vinculaciones con ciertos niveles y realidades específicas de la  totalidad social.
El  moderno sistema mundo nació desde finales del siglo XVI, pero para eso hubo de  vincularse al sistema las Américas, que también en el siglo XVI era atada con  férreas cadenas por las potencias colonialistas (fundamentalmente España,  Portugal e Inglaterra). No podía concebirse una economía mundo capitalista, sin  la incorporación de las Américas, tras la necesidad de desigualdad y terna  polarización del sistema en áreas centrales, periféricas y semiperiféricas. “El  capitalismo ha sido capaz de florecer precisamente porque la economía mundo  contenía dentro de sus límites no uno, sino múltiples sistemas políticos.”(Wallerstein,  2010: 491)
   A su vez,  esta incorporación de las Américas a la economía mundo capitalista, permitirá  la construcción gradual de asimetrías históricas que se hacen imprescindible  para el funcionamiento del mismo sistema. La controversia sostenida en  Valladolid en 1550, en las cortes del emperador Carlos V, entre Juan Ginés de  Sepúlveda y el obispo Don Luis de las Casas, marcaría el destino de la  construcción de factorías americanas para el saqueo y el genocidio de la población  aborigen.  Se convertía el “Nuevo Mundo”  en el proveedor del desarrollo capitalista europeo y consolidaba la  configuración histórica del sistema, siguiendo a Wallertsein en su dinámica  centro, periferia y semiperiferia. Términos como “América Latina”, desde su visión geopolítica para delimitar las  fronteras de los imperios americanos en el siglo XIX, son un claro ejemplo de  la impronta hegemónica de la cultura europea para los territorios colonizados  al otro lado del Atlántico, como una construcción histórica de la matriz colonial de poder.3
   Se  sostendría entonces entre 1500 y 1800 con mayor impacto, flujos migratorios  cuyo mestizaje darían como resultado el cuadro cultural americano, con la  síntesis de los europeos, los migrantes forzados africanos y los primeros  pobladores del continente.  El desfasaje  temporal en los procesos históricos europeos y latinoamericanos es atravesado  diagonalmente por todo estos elementos, que incluso marcaría la no exitosa  conquista definitiva y posterior cristalización de la Repúblicas americanas  dentro del proceso independentista del siglo XX.
   La  regionalización cada vez más marcada de la hegemonía de las potencias  imperialistas, marcó el mapa universal desde su génesis con Revolución Francesa  y con mayor impacto como parte de las contiendas bélicas una vez arribado a la  era imperialista, donde, para América Latina, Estados Unidos hacia cada vez más  patente su centenaria idea de América  para los americanos, experimentando la reproducción de múltiples periferias  para un mismo centro hegemónico. La Revolución francesa, además, traía consigo  una visión de progreso, propio de la  ilustración y que enmascararía la maquinaria estructural del sistema  capitalista en sus múltiples asimetrías estructurales, sobre una base lineal de  que todo hoy es mejor que ayer y a la vez algo superable para el mañana.  Esta idea marcaría mucho de los paradigmas  desarrollistas para la región en el siglo XX como un desarrollo alcanzable e  igualitario para todos los componentes del sistema, en medio de nuevas  circunstancias, en la cuales, si entre el siglo XVI la economía constituiría  una esfera más de la sociedad, con la llegada de fines del siglo XX y las  transformaciones experimentadas, se percibe la clara inversión de la proporción  con la absorción de la esfera económica al resto de la sociedad.
   La Revolución Cultural que experimenta el mundo capitalista en 19684  produjo grandes transformaciones en la geocultura del sistema mundo y en el  plano de los saberes construidos hasta el momento, si bien provocó la búsqueda  de alternativas estructurales del propio sistema. Y es que 1968 produjo un  enfrentamiento directo con las formas dominantes de la cultura entonces  vigente, enajenante, consumista, superficial y rígida del mundo capitalista.  Revolución en el sistema cultural heredado comparable con la Reforma o el  Renacimiento 5 que tendría importantes secuelas en los estudios historiográficos post 1968.  Las nuevas formas de organización de la familia, matizado por la aparición de  la píldora anticonceptiva, el movimiento feminista con los experimentos de la  maternidad sin padres varones, las célebres comunas de los movimientos hippies,  o la reconfiguración de los roles de la mujer dentro del ámbito familiar,  revolucionaron la célula social a partir de la década del 70. El aparato  escolar no estuvo ajeno a estos cambios y también transformó su herencia  histórica. Los estudiantes de ser entes receptores-pasivos que solo escuchan,  reciben, aprenden, obtendrán un papel protagónico tras el choque del 68 que  proporcionará grandes debates pedagógicos para crear nuevos modelos de  transmisión del saber, que garantice una relación más horizontal  alumno-profesor y más creativa, participativa, crítica. Los medios de  comunicación, como otro agente socializador, se convertirán en entes de amplio  consumo popular en el amplio proceso de formación de conciencias y de  reproducción cultural de modelos de reciente creación y elaboración, y que en  su masiva función de formadores de opinión pública, decidirán hasta los  destinos de uno u otro candidato presidencial. 6
   Con estas  trasformaciones, la escena e importancia geopolítica de América adquirirá otra  dimensión, marcada por el declive de la hegemonía norteamericana en el sistema  capitalista y el gradual tránsito al multilateralismo en la política norteña ya  para finales del siglo XX. La centralidad del continente puede percibirse por  la efervescencia de movimientos sociales en la región hijos del 68  y que sacudirán las bases de los gobiernos  latinoamericanos, percibiéndose la vanguardia de la lucha anti sistémica a  nivel mundial; proliferan los departamentos de estudios latinoamericanos en las  más disímiles universidades y regiones del mundo ante los nuevos escenarios  teóricos e históricos que se abren; la cada vez más marcada relevancia de  intelectuales de renombre en el continente americano o la impronta del idioma  español como uno de los tres idiomas más hablados en el mundo; además de la  región uno de los pocos espacios subpoblados dentro de la territorializacion y  urbanización que marca la génesis capitalista y su actual crisis, además de la  abundancia de recursos naturales por el que en muchos rincones del mundo  generan hostilidades en el presente y en el no muy lejano futuro (por el  control del agua).
Siguiendo a  Mignolo, es imposible encausar o edificar un proyecto descolonizador, sin  pensar antes como se ha construido primero América y América Latina después,  dentro de la matriz colonial de poder como fundamento de la civilización  occidental. No puede presentarse dicho dialogo más que en un futuro donde todos  seamos partícipes del proyecto pero desde nuestras vivencias, desde nuestras  memorias, desde la realidad que se ha construido en el continente por sus  propias peculiaridades y no por lo que en él se ha impuesto. Esta idea parte de  la consideración que el propio término decolonial, es dado a luz por el tercer  mundo, pues solo la colonialidad la ve quien la siente, como parte de la  génesis histórica del sistema mundo capitalista. 
    La  aprehensión de los principios filosóficos, históricos, culturales de las  grandes civilizaciones mesoamericanas, para citar un ejemplo,  en detrimento de la imposición cultural  griega como cuna de la civilización, percibe un rescate al equilibrio, la  armonía y la plenitud de esas sociedades atemperadas a su tiempo, en la  búsqueda del bien para la sociedad y la humanidad, en contraposición a la  búsqueda insaciable de desarrollo y progreso sin importar las consecuencias. 
    Y es  precisamente en estas circunstancias donde el componente regional se erige como  catalizador de este proceso, en la lucha sin cuartel con dinámicas  globalizantes que no aprecien la realidad regional de los pueblos y sus raíces  históricas y culturales. En un mundo dominado por una cultura consumista y de  imposiciones culturales de los grandes círculos de poder, la región histórica  lejos de estar en crisis y desaparecer, ha de resurgir como el ave fénix en el  mantenimiento y conservación de variables identitarias que no permitan la  absorción de su memoria histórica, falseada por la propia historia como ciencia  que pueda legitimar la dominación colonial no solo económica, sino cultural con  su respectivo mecanismo de reproducción permanente. 
    Esta perspectiva  de análisis, sin embargo, no puede desconectarse de la visión totalizadora, en  una clara interconexión dialéctica, visto desde la unidad planetaria y sus  múltiples interconexiones con esta unidad de referencia, lo que permite la  trasformación de nuestros modos habituales de explicación y de construcción de  hipótesis, teniendo en cuenta que no se trata de sumar, o agregar  arbitrariamente los factores externos o extra nacionales de una sociedad  determinada como secundarios, complementarios o marginales. Esta reubicación  aconseja a mirar si el problema investigado se ha desplegado en una zona  central o periférica de esa unidad de análisis, si ha acontecido en una fase  ascendente o descendente de los ciclos Kondratieff y de los ciclos hegemónicos  de las potencias del sistema-mundo, y en tercer lugar, dentro de qué fase,  etapa o momento temporal dentro de la curva integral del sistema en su  conjunto. Estos faros metodológicos brindan según esta perspectiva de análisis,  los primeros indicios esenciales para la explicación concreta del problema  histórico analizado. (Aguirre Rojas,  2004: 101)  
    El despertar  de todo un continente, en las actuales circunstancias, se percibe, y América se  levanta cada vez más orgullosa de su historia y de sus raíces regionales, incorporando  mecanismos integradores sobre la base de su génesis cultural, y de  circunstancias adversas por la necesidad de absorción del mundo capitalista de  las patologías sistémicas que vive la región. El tiempo, aun con las  diferencias estructurales provocadas por la construcción de asimetrías y de  reproducciones de diferencia, también impulsa a la región en la lucha anti  sistémica y en la búsqueda de alternativas a la sociedad actual. Los ritmos y  procesos históricos construidos por el sistema, imponen la necesidad de  diálogos de Sur a Sur en esta exploración de alternancias, no desde una visión  geográfica solamente, sino también geopolítica y económica, y convierten hoy,  de la misma manera, a regiones del nuevo y el viejo mundo de ayer, en víctimas  de un centro hegemónico cada vez más multilateral y regional.
BIBLIOGRAFIA
* Profesor de Historia Moderna y Contemporánea e Historia de Cuba en la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, Cuba. Es Licenciado en Sociología (2009) y Master en Historia de la Formación Nacional y el Pensamiento Cubano (2010). Posee experiencia investigativa en temas de género, sociología histórica y filosofía de la historia. Ha realizado una estancia investigativa para estudios de doctorado en la Universidad de Granada, investigando sobre el tiempo histórico y su tratamiento historiográfico en América Latina y Cuba.
1 Sobre este particular véase las dimensiones temporales de la obra de Braudel en su trabajo de La Larga duración, y más concretamente en sus consideraciones sobre los “largos siglos históricos”, iniciando por ejemplo con el “largo siglo XVI (1450-1650)” que tendrá como su eslabón constitutivo la época del nacimiento de la primera economía mundo estable de la sociedad humana y con ella el moderno sistema mundo capitalista , o de Inmanuel Wallerstein su “largo siglo XX” (1870-2020/2025) a partir del proceso de nacimiento, auge, consolidación y crisis de la hegemonía norteamericana dentro del sistema capitalista, o en contraposición, Eric Hobsbawn y su “corto siglo XX (1914/1917-1989) delimitado por la vida histórica del primer estado socialista mundial.
2 Para el autor el término estructura para el hacer de los historiadores se refiere a una organización, una coherencia, unas relaciones suficientemente fijas entre realidades y masas sociales. Una estructura es indudablemente un ensamblaje, una arquitectura, pero más aún una realidad que el tiempo tarda enormemente en desgastar y en transportar. Braudel, F. (1970): “La Historia y las Ciencias Sociales”. Alianza Editorial S.A., Madrid.
3 Esta tesis defendida por Mignolo destaca el asumir el fenómeno colonial como inherente al capitalismo y a su construcción histórica, refiriendo en él la colonialidad de la economía como elemento indispensable de la matriz colonial de poder. Ver Mignolo, W. (2007): “La idea de América Latina: la herida colonial y la opción Decolonial”. Editorial GEDISA, Barcelona.
4 Este término si bien se ajusta como hecho aislado a la Revolución Cultural China, varios autores emplean el término para referirse a una concatenación de hechos producidos entre 1966-1969 que sacudieron los cimientos de la cultura capitalista. Nos referimos a los sucesos de la primavera de Praga en Checoslovaquia, del mayo francés, la trágica masacre de los estudiantes y de la población mexicana en octubre de 1968, la gran revolución cultural china desatada en 1966, el caliente otoño italiano, el breve ensayo de la insurrección del “Cordobazo” argentino, a los distintos movimientos de ocupación estudiantil a las instalaciones en Nueva york o Berkley, entre otros. Entre los autores que defienden este término para el ámbito de la globalidad capitalista, encontramos a Fernand Braudel, Inmanuel Wallerstein, Terence Hopkins, Giovanny Arrighi, Eric Hobsbawn o Carlos Antonio Aguirre Rojas.
5 Este tesis es defendida por Fernand Braudel en Braudel, F. (1993): “Renacimiento, Reforma, 1968: revoluciones culturales de larga duración”, En La Jornada Semanal, Octubre 1993.
6 Mayor profundidad en las repercusiones de 1968, en Aguirre Rojas, C.A (1999): “Itinerarios de la historiografía del siglo XX. De los diferentes marxismos a los varios Annnales”, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, pp. 43-59.
7 El término lo presenta y es ampliamente abordado por Walter Mignolo en Mignolo, W. (2007): “La idea de América Latina: la herida colonial y la opción Decolonial”. Editorial GEDISA, Barcelona
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