LA IDENTIDAD: CAMINO HACIA LA INDIVIDUALIDAD CULTURAL

Alejandro Escalona Velázquez

Universidad Vladimir Ilich Lenin. Las Tunas. Cuba.

RESUMEN

La identidad comprende el conjunto de representaciones humanistas de la objetividad y la subjetividad humana al constituirse como producto diferenciado y diferenciador en los procesos sociales. Las dimensiones de su estructura permiten contrastar un grupo de aprehensiones individuales y colectivas que hacen posible analizar las manifestaciones humanas desde la verticalidad de sus funciones socioculturales y los caracteres multidisciplinares que la componen. La operacionalización y teorización de sus particularidades generales viabiliza el análisis de representación cotidiana como asimilación individualizada de la cultura. Sistematizar los comportamientos humanos patentiza el conocimiento de inducción del fenómeno cultural en el que se generan nuevas visiones que muestran el dinamismo y la relatividad de los procesos de la sociedad, a ello la ciencia debe recontextualizarse y proyectar alternativas de solución.

Palabras claves: Identidad, cultura, sociedad, enfoques, intersubjetividades, mismidad, otredad, tradiciones, idiosincrasias.

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Cualquier cultura se define a sí misma en relación a las especificidades de sus expresiones artísticas, pero es la confrontación, con culturas foráneas, el mejor modo de apreciar tales códigos, que enriquecen y preservan su verdadera identidad.

Alexis Castañeda Borys. 2006


Las perspectivas de la identidad frente a los retos de la cultura contemporánea han asediado el debate desde las más diversas latitudes. Al examinar con profundidad estas perspectivas, demuestran que los instrumentos de la teoría con los cuales se ha pertrechado su cognición, hoy se tornan insuficientes frente al impacto de las conexiones transnacionales, la dispersión de las migraciones, la aceleración y alcance de las comunicaciones, las  saturaciones de la multiculturalidad y las formas de control de la cultura y la ideología como asuntos derivados de los procesos de globalización.

A través de este artículo se pretende ofrecer una visión renovadora de los procesos de la cultura a partir de los presupuestos en que discurren diversos autores, en el afán de teorizar los comportamientos de las colectividades como substratos de las culturas. Las consideraciones a pie de análisis viabilizarán el avance de construir un conocimiento al respecto más allá de las visiones historicistas y dimensionando ópticas desde diversidades objetivadas en vivificar una visión alrededor de esta problemática cuya importancia resultaría difícil exagerar.

A la categoría identidad cultural se han aproximado un sin número de autores en la contemporaneidad. Se ha hablado de sentido de interpretación grupal,  procesos de construcción de sentido, integración, arraigo y autorrealización.

De igual manera se ha discursado sobre la   necesidad de reconocerse a sí mismo y ser reconocidos, sentido de pertenencia, necesidades básicas de autodeterminación y continuidad entre el pasado y el futuro. De una u otra manera, la identidad se ha convertido en una necesidad que cohesiona a los humanos en sentimientos y conciencia de pertenencia  a determinados grupos y culturas.

Desde los anteriores presupuestos y de acuerdo con los coeficientes que a nivel cultural convergen con la asimilación de valores sociales, se hace previsible un abordaje de este asunto desde las perspectivas del presente.

Analizar los patrones que tipifican las culturas como expresión dinamizadora de las variables objetivas y subjetivas que intervienen en los marcadores de pertenencia permite viabilizar la teorización de un nuevo conocimiento de los agentes transformadores que conforman las colectividades desde sus coeficientes de asimilación cultural. Autores como Enrique Ubieta Gómez, Rolando Zamora, Maritza Batista Batista,  Rigoberto Pupo, Claudia Maritza Guzmán Ariza, Isabel Monal, Fernando Ortiz, Alisa Delgado Tornés, entre otros, viabilizar el análisis de la identidad cultural para la fundamentación de un criterio, que apoyado en el análisis, se corresponda con los objetivos de la investigación.

La identidad cultural implica la existencia de un conjunto articulado de valores, tradiciones, símbolos, creencias y modos de comportamiento. Ellos funcionan como elementos cohesionadores que actúan como sustrato en los cuales los individuos fundamentan su sentimiento de pertenencia. Esta cuestión permite a las sociedades existir como un todo orgánico y preservar su legitimidad en la asimilación de una realidad cultural compartida. Desde esta óptica de la cultura y mediante la subjetivación del carácter histórico Enrique Ubieta Gómez expone:

La identidad cultural interviene en la viabilidad individual de una cultura, su énfasis y autoconciencia de esa individualidad, pero también como camino a la integración en una colectividad, es decir como autoconciencia de una determinada pertenencia a la totalidad. La identidad depende de una autoasimilación del mismo proceso que integran las partes que la componen. (1993:14)

Esta autoconciencia individual y a la vez colectiva, se declara a través de la representatividad y la pertenencia asimilada por los agentes transformadores de la sociedad. Se trata de un grabado intersubjetivo concebido a partir de sus manifestaciones en la cotidianidad poblacional, que puede interpretarse como variables de las expresiones concretas de: lenguaje, instituciones sociales, idiosincrasia, cultura popular, relaciones familiares, arte y literatura, entre otras. Ellas están en función de un conjunto de indicadores, entre los cuales estriban: el tiempo o momento histórico, espacio geográfico, estructura socioclasista, etnicidad, migraciones, género y generaciones humanas, los cuales intervienen en las dimensiones de pertenencia.

De igual modo los criterios conceptuales de la identidad cultural enuncian la continuidad de la historia como reflejo de su devenir al instaurar distinciones entre dos procesos: identificación y diferenciación, cuyos arbitrajes inciden en la formación y consolidación de las identidades a través de los tiempos. Así lo valida Claudia Maritza Guzmán Ariza: “La identidad incluye coordenadas de espacio y tiempo, de individualidad y colectividad de particularización y pluralidad, de transformación y desarrollo constante, es la construcción de un estilo de vida igual y diferente”. (Conferecia Magistral, FIDOE. 2010).

La identidad cultural presupone un conjunto de coordinaciones estructurales de las dimensiones de la cultura, en las que intervienen procesos, comportamientos, asimilaciones, historias y estilos. O sea, opera como la abstracción de un tipo de proceso que tiene lugar en una diversidad de fenómenos de la realidad empírica.

La connotación cultural de la identidad como un proceso comunicacional entre culturas, figuradas por sus respectivos sujetos, advierte el carácter sociopsicológico, dende se tiene en cuenta la mismidad, la otredad y la relación entre ambas, en la conformación y expresión de la identidad cultural. A tales consideraciones se adjudican los criterios de Rolando Zamora, especialista del Centro de Investigaciones de la Cultura Cubana al plantear que:

 

La identidad implica, entre otras cuestiones la noción del ser, de la unidad y la existencia, y de su relación con el cambio; de esa forma, idéntico es aquello que persiste en un objeto de estudio dado(…) Ella es dialéctica en el sentido de que cambia con el tiempo, está en constante devenir a través de modalidades contradictorias.(2006:176)

De esta manera la identidad cultural aparece como una necesidad para desbloquear el enfoque acerca de la homogeneidad de las culturas concebidas como unitarias, y darles el estatus de existencia legítima a formas de culturas diversas en el interior de una cultura mayor. Asimismo permite comprenderla como la reserva extrapolada de generaciones anteriores que marcan la cultura y la hacen afín con otra pero diferente en su totalidad por las ideas y modos de actuación de cada grupo social. A su consideración Rigoberto Pupo corrobora: “La identidad cultural constituye una totalidad que compendia tanto el momento de “mismidad”, como el de “otredad”. La identidad en sí misma presupone la diferencia, la igualdad y la unidad”. (2003:58)

Al hablar de identidad cultural, se está haciendo referencia directamente a la cultura. Se debe partir de la génesis de la misma para cualquier modelo. La idea de ella es compendiadora, es encarnación de la propia actividad humana. Independientemente de la arista de que se parta, hay que tener en cuenta que la identidad cultural en tanto se refiere a la cultura expresa el ser esencial, cuyo reflejo se puede dar desde distintos ángulos, o sea, existen diversas formas de aprehender ese ser esencial: la aprehensión gnoseológica, la axiológica, la práctica, la comunicativa, entre otras.

También habría que recurrir, incluso a otros elementos estructurales, constitutivos del modelo –lo cual conduciría a otra dimensión del problema-, como la tradición, la memoria colectiva, el sujeto histórico. Todos ellos son puntos de análisis para enfocar el concepto de identidad. En relación con estos puntos de análisis Carolina de la Torre en el Taller Psicosocial sobre la Identidad Cubana apunta oralmente en su ponencia Sobre los jóvenes cubano:

La identidad se crea. La identidad se recibe y se forma, se trasmiten nociones, valores, historia, memoria, representaciones, rasgos, costumbres, que tienden a perdurar y a mantener lo mejor de la identidad. Eso nunca ocurre de manera invariable. La identidad se recibe y cada generación la recrea, la labora, la enriquece. (2003:192)

La identidad es tanto lo que somos, como lo que creemos que somos. En estos aspectos se produce un entrecruzamiento, una inserción de la persona con la historia y para ello tiene que concurrir una participación, componente esencial para la identidad. El sentimiento de pertenencia se manifiesta, se acrecienta y la identidad incluso se desarrolla y se crea, en la medida en que el individuo se identifique, tome y tenga parte del proceso. Ella supone un sentir de protagonismo de los hechos, y cuando eso ocurre la identidad personal está atravesada por esa identidad o pertenencia colectiva.

En otras cuestiones es una categoría relativa, en tanto las identidades se crean, se recrean, se trasforman y se enriquecen; tiene un sentido en ciertos límites, y en otros pueden formar parte de identidades mayores, lo que no significa que una gran identidad no excluye las otras identidades. En la generalidad de su perspectiva Isabel Monal en su ponencia Algunas cuestiones gnoseológicas en torno a la identidad. La identidad sociocultural como totalidad compleja, manifiesta:

la identidad está permanentemente permeada por sus relaciones múltiples, tanto internas como externas, es decir que se nos presenta como una red de relaciones en su interior y también como una red de relaciones hacia el exterior, que es una de las características de algunos de los llamados sistemas complejos.(2003:12)

La eficacia de los procesos identitarios están dados en el sistema de conexión entre  las redes de influencia y afluencia, ello denota un carácter sistémico de intercambio en el cual se sintetiza y enriquece la dimensión cultural.

Es notorio precisar la identidad como proceso generado por las influencias y afluencias de las comunidades, grupos y agentes sociales a través de la historia, pero resultaría imposible el análisis sin hacer énfasis en las investigaciones culturales del  antropólogo cubano Fernando Ortiz quien validara las particularidades específicas de la cuestión analizada con el respaldo metafórico de ajiaco cultural.

El proceso de transculturación entre las culturas heterogéneas ha generado permanencias y rupturas de los modelos de la identidad, lo que determina una sistematicidad de los coeficientes culturales y una versatilidad en el protagonismo individual y colectivo de las sociedades en aras de dimensionar sus sentidos de igualdad y diferenciación. Los disímiles asuntos de la identidad coexisten con el hombre conforme a las estructuras, procesos y expresiones que en él mismo se ingenia ante las incompatibilidades.

Con las teorizaciones de Fernando Ortiz la identidad se establece en direcciones precisas para su análisis concreto, donde se percibe en su dinámica como proceso activo de creación y reconstrucción permanente, garante de la inclusión de las diferencias frente a la unidad. Este aspecto de análisis que se materializa en los rasgos y valores de identidad, cuya singularidad se expresa en las particularidades nacionales y locales converge con el devenir histórico nacional, regional y global. Esta cuestión apunta hacia la percepción de la identidad como un proceso de interacción entre lo macro y lo micro en el ámbito socio - histórico. Las anteriores premisas son sintetizadas y asentidas por Maritza Batista Batista al manifestar:

La identidad cultural es expresión de los individuos y la sociedad, de los valores éticos y estéticos donde unos y otros se conocen y reconocen tanto a sí mismos como a los que los rodean en una atmósfera sociohistórica y cultural sujeta a transformaciones del individuo y del grupo.(2005:38)

La identidad como fundamenta el análisis es dialéctica y en efecto, contradictoria; sentido mediante el cual puede apreciarse que las concepciones identitarias emergen de una comparación y comprobación siempre antagónica, referida a las diferencias y a las similitudes de grupos e individuos. De igual modo incluye un análisis desde la generalidad de grupos de elementos, grupos de interacciones, grupos de estructuras que prescinden  de una adopción  de manera paralela.

Desde esta óptica, el fenómeno de la identidad, al establecerse socialmente, se manifiesta en una dinámica funcional cuya expresión implica la posibilidad de ser modificada, dirigida o reorientada. Complementando estas perspectivas Alisa Delgado Tornés señala que:

La identidad, cuya base es la cultura, la acompaña prácticamente, todos los actos de nuestro hacer cotidiano. Este hacer está en constante contradicción  y armonía, lucha y unidad, negación y asimilación, como un todo relativo y relacionante en cuya identidad cuentan con la misma fuerza de la cultura y la historia. (2002: 21)

Una de las vías más eficaces en este proceso, es la autovaloración, y la valoración de sí mismo y de los otros, de modo espontáneo  o inducido, que le permiten identificar al sujeto, de manera emocional o racional, los rasgos singulares que constituyen parte de su conciencia de identidad, de aquellos que también integran la conciencia social del grupo o la sociedad, o diferenciarlos entre sí.

Es importante considerar en este proceso el derecho a la existencia y desarrollo de diversas manifestaciones de la cultura, en las cuales los grupos humanos asumen sus proyectos de vida y actúan generando respuestas y valores retroalimentadores. La diferenciación y la igualdad en los procesos de conformación y transformación de las identidades precisan una reflexión desde la diversidad de los enfoques ideológicos clasistas y etnoculturales. El análisis de estos, deriva la particularización de perspectivas filosóficas, éticas, científicas, artísticas y literarias.

Cuando se habla de identidad cultural es notable considerar aquellos que producen cultura y que se identifican con su entorno a través de los códigos artísticos que son estetizados mediante la aprehensión social. Una de las vías más eficaces en este proceso, es la valoración y la autovaloración de sí mismo y de los otros, de modo espontáneo o inducido, que le permiten identificar al sujeto de manera emocional o racional, los rasgos constitutivos como parte de su conciencia de identidad, de aquellos quienes también integran la conciencia social de los grupos o la sociedad en general.

Este problema de la interrelación entre sujeto y sociedad en un período o contexto cultural determinado y el surgimiento, formación y desarrollo de la conciencia de identidad personal y su interconexión con las identidades culturales y nacionales de un pueblo, explican el proceso en virtud del cual las generaciones crean y se apropian los valores que permiten sedimentar las realizaciones histórico-concretas de su representatividad.

Ante los desafíos de esta temática, las sociedades se identifican con las artes aunque conozcan poco de su sentido conceptual y figurativo; esto denota que el ámbito natural de la identidad, de su conformación, es la vida cotidiana. A tal efecto los creadores son considerados como fuentes de motivaciones significativas en sus imágenes artísticas o literarias, el contenido de sus vivencias en el entorno cotidiano, cultural y social, y sus reflexiones, en este sentido, las obras de arte, constituyen piezas inéditas de un mundo interior y exterior, primadas de ideas originales y emociones cultivadas. Es decir que la identidad no se debe tratar sólo desde el punto de vista de su resultado, sino que también hay que abordarla, desde su propio proceso de formación.

Ante las crisis de estas identidades culturales, se avizora una preservación del asunto, que ha generado redes de acciones, estrategias y programas, proyectados a seguir incorporando al individuo en el desarrollo cultural de la sociedad donde cada estructura se convierte en protagonista. En correspondencia con los axiomas teóricos analizados en el epígrafe y teniendo en cuenta los desafíos de la identidad contemporánea se hace previsible epilogar la identidad cultural desde los marcadores científicos siguientes:

La identidad cultural es un sistema dinámico, transformador y de síntesis de culturas en las que el lenguaje, instituciones sociales, idiosincrasia, cultura popular, tradiciones, relaciones humanas y manifestaciones artísticas son agentes determinantes para los individuos como soporte de sus sentimiento de pertenencia. La identidad cultural es el producto de una sistematización de procesos de asimilación, diferenciación y creación de valores culturales a nivel individual, colectivo, organizacional y estructural del contexto histórico.

La identidad cultural también puede ser analizada a través de sus  productos culturales ya sea en su forma material enunciando obras de arte, edificaciones, objetos utilitarios, entre otros, o espiritual a través de tradiciones orales, idiosincrasia, comportamientos y demás que demuestran una singularidad pluralizada.

Una vez realizadas las dimensiones conceptuales que conforman el basamento de esta categoría se precisa que la identidad se ratifica como la particularidad de la cultura en la que el hombre  concurre y es capaz de crear, trasformar, colectivizar e instaurar nuevos modos de igualarse y distinguirse en aras de representar su entorno de acuerdo a sus valores culturales; constituye un sistema dinámico y de síntesis de culturas en que lenguaje, instituciones sociales, idiosincrasia, cultura popular, tradiciones, relaciones humanas y manifestaciones artísticas son agentes determinantes para los individuos como soporte de sus sentimiento de pertenencia a través de su historia.

Bibliografía


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