POBLACIÓN, DESARROLLO Y GÉNERO

POBLACIÓN, DESARROLLO Y GÉNERO

Gloria Valle Rodríguez (CV)
Universidad Autónoma de Zacatecas

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III.2 EL CASO DE MÉXICO.

Una revisión, tal vez muy superficial de lo que se ha investigado en México, desde una perspectiva de género permite afirmar que la pobreza femenina abarca todo un abanico de situaciones distintas. No hay un patrón homogéneo, más bien diferentes maneras de ser pobres y muchas otras de vivir la pobreza, lo cual conduce a plantear la hipótesis que no solamente tenemos líneas que separan a hombres y mujeres, sino también otros factores que actúan en el seno mismo de la población femenina en situaciones de privación.

En otro orden de cosas, se reporta una mayor participación femenina en el mercado de trabajo debido presumiblemente a que el ingreso del hombre no es suficiente para cubrir los gastos que se generan dentro del hogar. Así y todo, se reconoce que muchas mujeres enfrentan discriminación en el mercado laboral y una menor percepción de ingresos. En suma, que el hecho de que las mujeres se incorporen al trabajo extradoméstico conlleva grandes esfuerzos físicos y emocionales, la necesidad de conciliar este trabajo con el trabajo doméstico las obliga a escoger empleos más compatibles con sus responsabilidades domésticas, lo que conlleva a una menor remuneración además de enfrentar una mayor discriminación en el mercado laboral.
Todo lo anterior verifica para México, lo formulado por Irma Arriagada 1 relativo a que, las mujeres acceden al trabajo remunerado en condiciones de mucha desigualdad.

Para contribuir de alguna manera a verificar algunos de los aspectos señalados, ya hemos adelantado en el capítulo anterior la situación que se reporta en México con relación a la participación laboral. Si bien hombres y mujeres destinan tiempo para realizar actividades diarias, hay grandes diferencias entre el tiempo que dedican ellos para llevarlas a cabo. Esto juega obstinadamente con el papel que la sociedad ha conferido a cada sexo, donde a la mujer en su rol reproductivo dedica la mayoría de su tiempo a algunas tareas como son el trabajo doméstico, cuidados de niños y niñas y otros miembros del hogar, trabajo gratuito para la comunidad y otros hogares. En cambio, los hombres en su papel productivo, participan más en la actividad económica y en menor medida en las demás tareas cotidianas.

Inicialmente presentamos uno de los enfoques de la feminización de la pobreza en México que parte de una de las metodologías utilizadas por organismos gubernamentales para medir la pobreza en México y que identifica tres tipos de pobreza, de acuerdo con el nivel de ingresos, la educación, el acceso a servicios básicos y de salud, la alimentación y la vivienda de la población:

  • Pobreza alimentaria: es la población que cuenta con un ingreso per cápita insuficiente como para adquirir una alimentación mínimamente aceptable.
  • Pobreza de capacidades: es la población que si bien puede cubrir sus necesidades mínimas de alimentación, cuenta con un ingreso per cápita insuficiente como para realizar las inversiones mínimamente aceptables en la educación y la salud de cada uno de los miembros del hogar.
  • Pobreza patrimonial: es la población que si bien puede cubrir sus necesidades mínimas de alimentación, educación y salud, cuenta con un ingreso per cápita que no le es suficiente para adquirir mínimos indispensables de vivienda, vestido, calzado y transporte para cada uno de los miembros del hogar.

El OBSERVATORIO DE GÉNERO Y POBREZA (OGP) había calculado un índice de feminidad (definido como la relación entre el número de mujeres y el de hombres) para México en tres niveles, a saber urbano, rural y nacional. Dado que en términos absolutos la cantidad de mujeres es mayor a la de hombres, se calcula un índice de feminidad ajustado, que resulta de dividir el índice de feminidad en los hogares pobres por el respectivo índice de feminidad en el total de hogares.
 
De acuerdo a los datos disponibles en el OGP resultaba para México la situación que se visualiza en el Gráfico 6, donde se aprecia que a nivel nacional el Índice que es superior a 100 en todos los casos, y se incrementa entre los años 2002 y 2006, aunque con un leve descenso para el caso de la pobreza de patrimonio.

Por otra parte el Índice de feminidad ajustado para los dos años analizados por el OGP mostraba una tendencia a incrementarse, si bien en el caso de la pobreza de patrimonio se mantenía ligeramente por debajo de 100. (Ver Gráfico 7).

Una pregunta a la que esta situación de México presentada por el OGP invita a plantear es ¿enfrentan las mujeres mayores niveles de pobreza que los hombres? Hay que decir inmediatamente que las situaciones son muy heterogéneas y pueden cambiar de un país a otro y aun de una región a otra dentro de un mismo país. De todas formas este es un tema en discusión que sugiere traer a colación lo planteado en un estudio del Internacional Poverty Centre2 sobre la pobreza entre las mujeres en Latinoamérica que afirma que no hay diferencias relevantes entre la incidencia, intensidad y severidad de la pobreza entre hombres y mujeres si no se toman en cuenta las desigualdades al interior del hogar; sin embargo, cuando estas desigualdades se toman en cuenta las mujeres estarían sobrerrepresentadas entre las personas pobres y que sin tomarlas en cuenta estamos subestimando los verdaderos niveles de pobreza entre las mujeres.3

En un trabajo muy interesante, Rodríguez Gómez ha sometido a discusión la situación de las mujeres respecto a la pobreza, con la finalidad de dilucidar si en efecto puede hablarse de feminización de la pobreza en el caso de México. En su análisis aplica lo que denomina el modelo colectivo de hogar especificando que la evidencia convencional sobre pobreza, generalmente, se presenta usando el modelo unitario, en el cual se asume que la totalidad de los recursos de un hogar son compartidos por igual entre todos sus miembros. De esa manera, comenta la autora, si un hogar es pobre, todos sus miembros lo serán, mientras que en caso contrario también aplica, en aquellos hogares no pobres, ninguno de sus miembros será considerado pobre. La conclusión es que si bien la evidencia cuantitativa no parece mostrar que existan más mujeres pobres que hombres, una reinterpretación de esa evidencia aplicando un modelo que da cuenta de las diferencias en el acceso a los recursos al interior de los hogares demuestra que en el país sí es mayor la pobreza femenina que la masculina. 4
Otros análisis que incluyen a México, como el realizado por Sonia Montaño para América Latina, también ratifican la feminización de la pobreza y la indigencia. (Ver Gráfico 8).

Y a lo anterior sumaríamos el planteamiento de Sylvia Chant, quien ha realizado un análisis riguroso de la cuestión, y que nos apoya en el planteamiento de lo que hemos considerado el núcleo articulador de este trabajo. “Aun cuando disponemos de una cantidad razonable de información acerca de la pobreza de las mujeres en el mercado laboral, y en cierta medida también en el hogar, a los aspectos domésticos no se les ha dado tanta atención como merecen. Además de las desigualdades  de género en ingresos y consumo, las diferencias de género en aportes de trabajo y tiempo también son importantes, y un aspecto de particular importancia para la ‘feminización de la pobreza’, independientemente de la forma en la que se la defina, es que la carga que deben soportar las mujeres se está incrementando. Lo anterior se debe no sólo al hecho de que no necesariamente pueden contar con los hombres y/o no esperan contar con ellos, sino más bien al hecho de que un número cada vez mayor de mujeres está manteniendo a los hombres.

Algo también inquietante es el hecho de que a las mujeres se les obliga a aceptar, más que a desafiar, estas responsabilidades cada vez mayores, en un espíritu de acatamiento abnegado. Aunque el recurrir a las normas ‘tradicionales’ del altruismo femenino en una época de transición pudiera representar un gesto táctico para garantizar la supervivencia del hogar, el peligro está en que las mujeres tengan que continuar asumiendo más responsabilidades con costos muy altos para su salud personal, su bienestar y sus circunstancias materiales”. 5

1 Irma Arriagada: Dimensiones de la pobreza y políticas de género. DOCUMENTO DEL PRIGEPP-FLACSO, Buenos Aires, Argentina, 2003. Pág. 4

2 Poverty Centre: The flood of development rhetoric on poverty, the primacy accorded by lenders and donors. International Poverty Centre Poverty In Focus, 2006.

3 Marcelo Medeiros and Joana Costa: Poverty among women in Latin America: Feminization or over-representation?.  Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, 2006. Pág. 14

4 Katya Rodríguez-Gómez: ¿Existe feminización de la pobreza en México? La evidencia a partir de un cambio del modelo unitario al modelo colectivo de hogar. Papeles de Población, vol. 18, núm. 72, abril-junio, 2012, pp. 181-212 Universidad Autónoma del Estado de México Toluca, México. Pág. 205

5 Sylvia Chant: ¿Cómo podemos hacer que la “feminización de la pobreza” resulte más relevante en materia de políticas? ¿Hacia una ‘feminización de la responsabilidad y la obligación’? En: Cohesión social, políticas conciliatorias y presupuesto público. Una mirada desde el Género. UNFPA – GTZ, 2005. Pág. 217