POBLACIÓN, DESARROLLO Y GÉNERO

POBLACIÓN, DESARROLLO Y GÉNERO

Gloria Valle Rodríguez (CV)
Universidad Autónoma de Zacatecas

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I.2 EL CONCEPTO DE POBLACIÓN.

Uno de los elementos centrales del concepto de población, en particular cuando éste se asocia a la problemática del desarrollo social y económico, es  el hecho de que la misma es el objeto y sujeto del desarrollo. El desarrollo debe contri­buir a satisfacer las necesidades tanto  materiales como es­pirituales de la población, que conforman sus condiciones de vida. A su vez, la población es el sujeto del desarrollo en tanto factor principal de la producción de bienes y servicios y consu­midora de los mismos. i. e. es la base fundamental de la actividad económica. Es un hecho que al identificarse como sujeto y objeto del desarrollo, la población refleja a través de sus múltiples y variadas características, tanto cuantitativas como cualitativas,  el grado, nivel o estadio de desarrollo de la sociedad. 1

Por otra parte, siendo un hecho indiscutible el que la población femenina conforma casi la mitad del potencial humano existente a nivel mundial, que para el 2015 habría alcanzado el 49.6% de la población mundial, el atender la cuestión de la mujer como sujeto y objeto del desarrollo, particularmente en el contexto de la inequidad existente, parece un propósito de primer orden.

I.3 LA MUJER, SUJETO Y OBJETO DEL DESARROLLO.

El objetivo de promover una mayor igualdad entre hombres y mujeres desterrando la marginación y opresión de la mayoría femenina fue planteado en la Primera Conferencia Internacional de la Mujer celebrada en México en 1975.  A partir de entonces han sido diversos los intentos en aras de que las políticas de desarrollo incorporen a las mujeres como sujetos activos y sean partícipes de los beneficios del desarrollo.
De alguna manera el vínculo entre mujer y desarrollo surgió al relacionarse el control del crecimiento de la población con el desarrollo, en las Conferencias de Población del Fondo de Naciones Unidas para la Población (FNUP). De ahí surgieron políticas gubernamentales que en cada país se aplicaron con escasas diferencias pero con resultados desiguales. En este primer momento, se identificó a las mujeres como objeto del desarrollo y sus políticas, pero sin considerarla como sujetos de desarrollo con autonomía y derechos.  

El énfasis estaba puesto en el rol materno, que asume la tradición cultural y política del así denominado instinto maternal o maternalismo que finca sus raíces en la historia de la construcción del género y ha representado un sesgo en la identidad de la mujer cuyo rol en la sociedad quiere reducirse a la maternidad como destino natural, pero ahora modernizándolo. 

Las referidas políticas de un perfil antinatalista se asimilaron a políticas de corte populista que instrumentalizaban el rol reproductivista de las mujeres populares tanto urbanas como rurales, en una época en que aún no se habían desplegado organizaciones cuestionadoras de la subordinación de las mujeres. Junto con estas que fueron calificadas como políticas de población se comenzaron a aplicar proyectos y programas de desarrollo con diferentes orientaciones. Casi paralelamente (desde 1970) se va gestando el enfoque denominado “Mujer en el desarrollo” (MED) en el contexto de la Comisión Femenina de la Sociedad para el Desarrollo Internacional,2 que valoraba la participación de las mujeres del Tercer Mundo en la subsistencia familiar y consideraba que éstas no podían quedar al margen de los beneficios del desarrollo. La primera diferencia del MED con otros enfoques era considerar a las mujeres como sujetos de derechos y su posición subordinada como un obstáculo para el desarrollo.
Como se sabe, a partir de los años noventa se produce un viraje significativo tanto desde el punto de vista teórico como metodológico que desplazó la concepción de políticas orientadas a la inclusión de la mujer en el desarrollo (MD) a la concepción de Género en el Desarrollo (GD): “El foco se deslizó de la inclusión de las mujeres al desarrollo, a la institucionalización o el “mainstreaming”. Este último va más allá de la promoción de proyectos y programas para la mujer: apunta a la consideración de cuestiones de género a través de todos los sectores, Ministerios y Departamentos. Implica, por lo tanto, la transformación de las estructuras institucionales del gobierno y Estado; y requiere una atención mucho mayor a los vínculos entre las Oficinas de la Mujer o el Género, y otras áreas de gobierno”. 3

Este nuevo enfoque es coincidente con el momento en que el PNUD lanza urbi et orbi su concepción del desarrollo humano e inicia la publicación anual de sus informes sobre dicho desarrollo que a la vez que relacionarlo con importantes temas de la agenda social, somete al escrutinio de académicos y políticos el concepto mismo de desarrollo humano.

Avanzando en el enfoque de la mujer como sujeto y objeto del desarrollo vale la pena recuperar el planteamiento de Moser 4 relativo a que el enfoque de MED, a pesar de haber pasado de concentrarse en la equidad a hacerlo en la eficiencia, se basa en la lógica subyacente de que el proceso de desarrollo avanzaría mucho mejor si las mujeres estuvieran plenamente incorporadas a él (en lugar de dejar que pierdan su tiempo improductivamente). Se centra sobre todo en la mujer aislada, promoviendo medidas como el acceso al crédito y al empleo, como medios que permitirán a esa mujer integrarse mejor al proceso de desarrollo. En cambio el enfoque de GED sostiene que centrarse en la mujer aislada equivale a ignorar el verdadero problema, que sigue siendo el de su posición subordinada frente al hombre. Al insistir que la mujer no puede ser vista aisladamente, hace hincapié en las relaciones de género al momento de diseñar medidas para ayudar a la mujer en el proceso de desarrollo. 

Al enfocar a la mujer como objeto y sujeto del desarrollo, salta inmediatamente a un primer plano la cuestión de la igualdad de oportunidades, referida por Judith Astelarra.5   Importa la conclusión de la especialista en el sentido de que es la igualdad de oportunidades lo que más se ha generalizado a nivel internacional en los últimos quince años, la cual implica que todos los individuos han de tener la misma oportunidad y que las desigualdades se deben a los distintos méritos que tienen las personas. Tales desigualdades pueden ser injustas cuando no se ha tenido en el punto de partida las mismas oportunidades, contra otras desigualdades que expresan las diferencias meritocráticas y que son legítimas.

La autora revisa el planteamiento relativo a que la igualdad de oportunidades no produce igualdad de resultados, que para el caso de las mujeres significa que las reformas legales y las actuaciones políticas no producen los cambios necesarios en la realidad de las mujeres de modo que se pueda afirmar que la discriminación ha desaparecido; se trata, como concluye la autora, de que el punto de partida entre hombres y mujeres para la participación en el mundo público no es igual y, por consiguiente, si las mujeres no son iguales en el punto de partida hay que corregir el punto de partida. En ese tenor, el primer tipo de modificación de la estrategia de igualdad de oportunidades es la acción práctica que se enfoca como un mecanismo para corregir la desventaja inicial de las mujeres y que se sintetiza como: en igualdad de condiciones priorizar a una mujer sobre un hombre.

Actualmente la discriminación no desaparece porque la incorporación de las mujeres al mundo público no transforma su rol de ama de casa, esto es, se mantiene la doble jornada de las mujeres. En México, por ejemplo, tomando al 2009 como referencia, mientras que las mujeres dedicaban el 34.7% de su tiempo al trabajo doméstico y el 17.9% al trabajo para el mercado, los hombres ocupaban la mayor parte de su tiempo semanal en el trabajo para el mercado (41.8%) y sólo el 9.6% de su tiempo en el trabajo doméstico.6

1 Partimos de definir a la población como (1) la asociación de personas que desarrollan las actividades fundamentales de su vida en el marco de determinadas comunidades sociales, se trata de esa noción de sociedad civil que Cardarelli y Rosenfeld reportan como “que comparten una historia, conocimientos, tradiciones, costumbres y también problemas y necesidades. Mantienen relaciones entre sí, se reconocen  pertenecientes a una misma identidad y pueden realizar actividades conjuntas” (Cardarelli y Rosenfeld 1998:7). (2) la población es una categoría demográficamente identificable, (3) la población es la base fundamental de la actividad económica y la reproducción social y (4) la población es el objeto y sujeto del desarrollo.

2 Clara Fassler. Desarrollo y participación política de las mujeres. En publicacion: Repensar la teoría del desarrollo en un contexto de globalización. Homenaje a Celso Furtado. Vidal, Gregorio; Guillén R., Arturo. (comp). Enero 2007. Pág. 380

3 Gloria Bonder:El tiempo de la evaluación. Avances y asignaturas pendientes. Documento preparado para el Seminario “Movimiento de mujeres, ciudadanía y políticas en América Latina”, dictado en el marco del Departamento de Women Studies, Madison University, Wisconsin, USA. PRIGEPP-FLACSO, Buenos Aires, Argentina, 2001.

4 Caroline E. Moser: Planificación de género. Objetivos y obstáculos. En: Elena Largo (editora): Género en el Estado del Género. Isis Internacional, 1998. Ediciones de las Mujeres Nº 27. PRIGEPP- FLACSO, Buenos Aires, Argentina 1998.

5 Judith Astelarra: Veinte años de políticas de igualdad de oportunidades en España. PRIGEPP- FLACSO, 2002. Buenos Aires, Argentina.

6 INMUJERES: La encuesta del uso del tiempo y sus potencialidades para conocer las inequidades de género. Instituto Nacional de las Mujeres. México, 2009.