POBLACIÓN, DESARROLLO Y GÉNERO

POBLACIÓN, DESARROLLO Y GÉNERO

Gloria Valle Rodríguez (CV)
Universidad Autónoma de Zacatecas

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CAPÍTULO II: PARTICIPACIÓN DE LA POBLACIÓN EN LA ACTIVIDAD ECONÓMICA Y LOS PROCESOS DE FEMINIZACIÓN.

         
II.1 PARTICIPACIÓN DE LA POBLACIÓN EN LA ACTIVIDAD ECONÓMICA.

En cualquier examen de las relaciones entre población y desarrollo, la participación de la población en la actividad económica se presenta como un aspecto central que involucra múltiples aristas. De hecho se trata de uno de los ejes articuladores fundamentales de las relaciones entre población y desarrollo, en tanto su vínculo estrecho con las cuestiones relativas, por ejemplo, al bienestar social de la población, la pobreza y la vulnerabilidad social.

Entre tanto, el debate en torno a la incorporación del enfoque de género al análisis de la participación de la población en la actividad económica ha devenido en aporte significativo tanto a la dimensión sociopolítica como a la académica de la problemática de género, teniendo fuertes implicaciones para las políticas públicas, justamente, en la medida que la equidad de género es componente principal de la equidad social. Vale destacar que el enfoque de género contribuye a la comprensión del funcionamiento de los mercados laborales, resaltando la importancia de las diferencias entre hombres y mujeres en las oportunidades y resultados.

Ya se advierte que el entramado de las relaciones entre género y economía es complejo e incluye elementos muy diversos; uno de ellos es justamente el trabajo doméstico. En ese tenor, será necesario incursionar sobre el trabajo doméstico como uno de los aspectos económicos involucrados en la vulnerabilidad de género, considerada a su vez una importante faceta de las desventajas sociales.

Debe insistirse que dentro de los aspectos que marcan el debate actual sobre la problemática de la participación de la población en la actividad económica desde una perspectiva de género, se destaca la así denominada feminización de dicha participación. Se trata de un concepto en construcción que ha atraído la atención de diversos investigadores e instituciones como la OIT,  que han hecho diversas aportaciones sin que se haya conformado todavía un cuerpo teórico preciso. En función de los rasgos y alcance atribuibles a la intensión y extensión del concepto, se han estado utilizando términos como “feminización del trabajo”, “feminización del empleo”, “feminización de la fuerza laboral”. Precisamente, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha venido utilizando desde la década de los ochentas, el concepto de feminización del trabajo para referirse al proceso observado a nivel mundial, de una creciente participación femenina en la actividad económica.
Tomando a los años 2013-2014 como referentes, de acuerdo a un análisis conjunto de la CEPAL y la OIT, el dinamismo en la generación de empleo y en las mejoras salariales que resultaron factores clave para el descenso de la pobreza en América Latina durante el último decenio, se ha debilitado en los últimos años. “A nivel regional –reconoce el Informe- la tasa de ocupación continúa el descenso iniciado en 2013, con una caída interanual desde el 56,0% en el primer semestre de 2013 hasta un 55,7% en el mismo período de 2014, fenómeno que responde principalmente al bajo ritmo de generación de empleo asalariado”.1 Sin embargo, se destaca un hecho interesante, y es que  la menor creación de empleo no se expresó en una tasa de desempleo regional más elevada, cuestión que se atribuye al hecho de que la caída de la participación compensó con creces la reducción de la tasa de ocupación.
En cuanto al género se refiere, otro Informe reconoce que “los indicadores laborales de América Latina y el Caribe indican que en 2014 la economía no genera empleos suficientes, lo cual se expresa en una baja en la tasa de ocupación.  Al mismo tiempo, hay una tendencia a la disminución en la tasa de participación en la fuerza laboral, en especial por parte de las mujeres y los jóvenes que se han retirado del mercado de trabajo”2
“En 2014 se observó la siguiente paradoja: pese al bajo crecimiento económico regional y su incidencia en la caída de la tasa de ocupación, la tasa de desempleo siguió en descenso debido a que la tasa de participación bajó aún más que la de la ocupación (es decir, muchas personas no buscaron trabajo, ya sea para seguir estudiando o por otros motivos). Durante el segundo trimestre de 2015, esta tendencia se revirtió y la desaceleración del crecimiento económico regional empezó a hacerse sentir en la tasa de desempleo. Después de un muy leve incremento interanual de menos de 0,1 puntos porcentuales en el primer trimestre, la tasa de desempleo se expandió en más de 0,5 puntos porcentuales durante el segundo trimestre respecto del mismo período del año anterior”3
Por otra parte, reconocen la CEPAL y la OIT, “El menor dinamismo en la creación de puestos de trabajo frenó, además, otra tendencia positiva: la (moderada) reducción de las brechas entre hombres y mujeres respecto a varios indicadores laborales”.4
Con relación a la dinámica del empleo por sexo en el promedio de la región, la tasa de ocupación cayó ligeramente más en el caso de las mujeres, en comparación con el de los hombres, al tiempo que las tasas de participación cayeron más para las mujeres, grupo para el que la caída en la participación fue mayor que la de la ocupación, lo que se tradujo en una caída de la desocupación mayor que la observada en el caso de los hombres.5 Ver: Gráfico 1)
Diferentes estimaciones indican además que no obstante el incremento de la tasa de empleo de las mujeres latinoamericanas de un 15% entre los años 2000 y 2010, por ejemplo, ese colectivo sufre aún de una gran desigualdad salarial respecto a los hombres. Al mismo tiempo, hay que advertir inmediatamente que la aludida feminización se produce simultáneamente con una marcada informalización del empleo y precarización laboral, prevalecientes en América Latina. Como lo reporta la OIT, entre 1990 y 2003, la participación de los sectores de baja productividad en el empleo urbano aumentó de un 42,8% a un 46,7% y la proporción de asalariados que cotizan en el sistema de seguridad social bajó del 66,6% al 63,6%.

De esto se desprenden dos consecuencias que hacen vulnerables a las mujeres: una, por el debilitamiento de  los sistemas de seguridad social, y otra porque la incorporación femenina al trabajo marcha por la vía del empleo informal y precario, una de cuyas características es precisamente, su no vinculación a los sistemas de seguridad social.

Estos procesos de feminización han de tomar en consideración aspectos cualitativos de la naturaleza que indica el sociólogo francés Mauricio Lazzarato 6.

Según él: “se puede hablar de feminización del trabajo en tanto que la flexibilidad, la vulnerabilidad, la disponibilidad total, el alto grado de adaptabilidad, el talento para la improvisación y la capacidad para afrontar diferentes tareas que caracterizaban el trabajo y la vida de las mujeres (como amas de casa, esposas, madres, abuelas, hijas, enfermeras, maestras, parteras, pero sobre todo como varias de estas cosas al mismo tiempo) se extienden hoy a un abanico cada vez más amplio de empleos, desempeñados tanto por hombres como por mujeres”.

En otro orden de cosas, la existencia de un proceso de feminización del trabajo no debe ser interpretado como desaparición de la división sexual del trabajo. Siguen al haber de las mujeres aquellos trabajos de cuidado y servicios a las personas que se sitúan –insiste Lazzarato- en“los escalafones más bajos de la pirámide laboral, tanto en lo que se refiere a salario como en lo que se refiere a prestigio social, y siguen estando ocupados fundamentalmente por mujeres” 7. Dentro de los trabajos que implican tareas analíticas y simbólicas, las mujeres ocupan sobre todo los más rutinarios (de puro procesamiento de datos), mientras que en los que se exige una manipulación creativa e inteligente de símbolos la presencia masculina es mayor.

Vale decir que las investigaciones y evidencias al respecto, permiten afirmar que una alta proporción de mujeres se insertan en ocupaciones de baja productividad y perciben ingresos muy inferiores con relación a los hombres.  En países mayoritariamente pobres, esta situación significa que alrededor de las tres cuartas partes de los hogares con jefatura femenina no alcance a cubrir sus necesidades elementales. El problema se agudiza debido a que la mayor proporción de mujeres se ubica entre las categorías ocupacionales de trabajadoras por cuenta propia, en particular, las ocupaciones de las mujeres de bajos ingresos han sido comúnmente las de servicio doméstico, instrucción educativa, producción agropecuaria, fabricación de ropa y textiles, comercio y servicios en general, obreras y peonas, en general en ocupaciones mal pagadas y expuestas al desempleo o subempleo, mientras que muchas son trabajadoras familiares sin retribución.

En el caso de México, según datos del INEGI, las tasas de participación de la población femenina experimentan un incremento de 8 puntos porcentuales entre 1995 y el segundo trimestre del 2015, mientras que las masculinas se mantienen prácticamente sin cambios en el período indicado. (Ver Grafico 2)    
Lo anterior confirma para México lo que se ha señalado en cuanto a las características de la feminización de la participación de la población en la actividad económica. Según INMUJERES para 2015, 78 de cada 100 hombres y 43 de cada 100 mujeres participan en actividades económicas. “A pesar del incremento durante las últimas décadas de la participación femenina en el trabajo remunerado, sigue siendo muy por debajo de la participación masculina debido a muchos factores como la discriminación en las prácticas de contratación, remuneración, movilidad y ascenso; las condiciones de trabajo inflexibles; la insuficiencia de servicios tales como los de guardería así como la distribución inadecuada de las tareas familiares en el hogar, entre otros”. 8
Abundando en los rasgos que caracterizan el proceso de feminización de la participación de la población en los mercado laborales en México, el mismo INMUJERES destaca que “El ingreso promedio por hora trabajada fue de 32.6 pesos para los hombres y 32.2 para las mujeres; mientras que el promedio de horas trabajadas a la semana por parte de los hombres fue de 45.4 y por parte de las mujeres 37.6 horas. La PEA no ocupada o desempleada correspondió a 4.2 por ciento de la población masculina y la femenina, 4.6. Como resultado de la diferencia en la participación económica de hombres y mujeres, en la población adulta mayor (60 años y más) de igual manera se ven reflejadas pues en el año 2015 la tasa de jubilación de la población de 60 años y más edad fue de 25.9 para los hombres y 9.1 por ciento para las mujeres”. 9
Según la OIT, en su Panorama Laboral 2014, México reportó una tasa de participación laboral femenina de 42.2 por ciento, que es la más baja de América Latina y la segunda más baja sólo después de República Dominicana (Ver Cuadro 6 de dicho Informe). Asimismo, la tasa de participación femenina registrada para las mujeres es inferior por más de 30 puntos porcentuales respecto de la tasa de participación masculina que fue de 76.6 por ciento para ese mismo año.10
Por otra parte también en México mantiene su vigencia la tendencia al incremento del trabajo informal con altos niveles de precarización asociados que impactan sobre la vulnerabilidad femenina en los términos, por ejemplo, del debilitamiento de su participación en de  los sistemas de seguridad social.
Pero cualquier análisis de la feminización de la participación de la población en la actividad económica quedaría incompleto, como se desprende de lo que se ha planteado más arriba, sin un examen del trabajo doméstico o de reproducción invisible.

1 CEPAL/OIT: Coyuntura Laboral en América Latina y el Caribe. Formalización del empleo y distribución de los ingresos laborales. Publicación de las Naciones Unidas. OIT, octubre de 2014, No. 11. Santiago de Chile. Pág. 5

2 OIT: Panorama Laboral 2014. Lima, OIT. Oficina Regional para América Latina y el Caribe, 2014. Pág. 13

3 CEPAL/OIT: Coyuntura laboral en América Latina y el Caribe. La evolución del empleo  en las empresas de menor tamaño  entre 2003 y 2013: mejoras y desafíos. Publicación de las Naciones Unidas. OIT, octubre de 2015, No. 13. Santiago de Chile. Pág. 7

4 CEPAL/OIT: Coyuntura Laboral en América Latina y el Caribe. Formalización del empleo y distribución de los ingresos laborales. Publicación de las Naciones Unidas. OIT, octubre de 2014, No. 11. Santiago de Chile. Pág. 5

5 OIT: Panorama Laboral 2014. Lima, OIT. Oficina Regional para América Latina y el Caribe, 2014. Pág. 32-33

6 Maurizio Lazzarato: Sobre la feminización del trabajo. En: Trabajo-no trabajo, perspectivas, conflictos, posibilidades. Special Issue. ContraPoder 4-5 (2001).

7 Mauricio Lazzarato, Ob. Cit.

8 INMUJERES: Indicadores básicos. Recuperado de INTERNET el 4 de noviembre del 2015. http://estadistica.inmujeres.gob.mx/formas/panorama_general.php?menu1=6&IDTema=6&pag=1

9 INMUJERES, Ob. Cit.

10 OIT: Panorama Laboral 2014. Lima, OIT. Oficina Regional para América Latina y el Caribe, 2014. Pág. 34