CAUDILLOS, IDENTIDAD Y CLIENTELISMO POLÍTICO EN LA REGIÓN DE PUNO

CAUDILLOS, IDENTIDAD Y CLIENTELISMO POLÍTICO EN LA REGIÓN DE PUNO

Julio Fitzgerald Zevallos Yana
Universidad Nacional del Altiplano

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CAPÍTULO II

MARCO TEÓRICO, MARCO CONCEPTUAL E HIPÓTESIS DE LA INVESTIGACIÓN

MARCO TEÓRICO

En la actualidad encontramos diferentes posturas que explican el incremento de las agrupaciones políticas en las regiones del país; sin embargo, es fundamental analizar el tema del surgimiento de las agrupaciones políticas desde un punto de vista cultural y social.

Caudillismo:

Caudillo (del latín: capitelliumcabeza) es un término empleado para referirse a un cabecilla o líder ya sea político, militar o ideológico. El caudillismo es un fenómeno político que se basa en seguir a una persona y no a ideales. Básicamente se fundamenta en mantener la idea de que una persona determinada, y no las instituciones, es quien puede resolver los problemas de una sociedad, por lo que se le sigue a él, sin tener muy en cuenta los ideales sociales, económicos o políticos que éste pueda concebir. Es decir, nuestra tendencia es a seguir a una persona, a un nombre, y no a un modelo político ideal. A esta tendencia, comúnmente se le ha denominado como caudillismo.
Pero el impulso del caudillismo no va sólo, está dirigido por el caudillo que es una persona que desarrolla un liderazgo especial en la que por sus condiciones personales aparece cuando el sistema, la forma de gobierno y aspectos negativos que se puedan generar de los diversos momentos políticos “supuestamente” fallan y aparece un cabecilla o líder, criticando, opinando que debería ser de tal o cual manera y por último que él podría tener la solución a los problemas que se presentan.
En ese sentido, el caudillo va a generar masas populares basadas en el descontento del gobierno transitorio y éste será el principal apoyo, es decir, las fracciones importantes que hayan generado un descontento y el caudillismo, se basa principalmente en el culto a la personalidad, en el seguimiento casi ciego a una persona.
Pedro Castro explica que “en la teoría política contemporánea denomina caudillismo o caudillaje a una forma de poder político en la cual toda la capacidad de decisión está concentrada en una sola persona que obtiene una posición de preeminencia social, y que se ve ensalzada a una posición carismática como poseedora de cualidades excepcionales que, "por naturaleza", la hacen aparecer como el jefe ideal del grupo” (N° 27, 2007, 15).
En el caso de Latinoamérica el caudillaje era un título excepcional de autoridad individualizado, y en este sentido irrepetible que descansaba en un derecho de fundación consagrado por una proclamación y una adhesión también excepcionales. De este modo, al reconocer como no cabe sucesión normal, deben buscarse nuevas formas institucionalizadas, y no restauradas ni reinstauradas de designación o sucesión. Por ello, “la mejor forma de evitar la posibilidad de colocar a personas con una mentalidad burocrática en posiciones de caudillaje político es mediante una democratización que impida a la burocracia dominar los puestos de liderazgo para los que no está preparada” (Beetham, 1987: 68).
Finalmente, el caudillo puede llegar mediante mecanismos legales al poder, o puede hacerlo por la fuerza. Pero no necesariamente es así. Una persona puede llegar al poder mediante el ejercicio democrático del voto (elecciones populares), pero contando con las características propias del caudillo. Es decir, el caudillismo siempre termina degenerando en el uso inadecuado del poder público para un beneficio personal por encima del interés colectivo o social; por ello lo característico del caudillo es el liderazgo que ejerce una persona sobre un sector del conjunto social, con el fin de modificar una situación política, económica o social que afecta perjudicialmente. A parte del conjunto y las características personales de un caudillo, entre otras, podemos mencionar que son las siguientes: fuerte personalidad, ambición de poder, atractivo o carisma, dotes oratorias y literarias, crueldad, valor, capacidad de mando.
Caudillismo y no renovación de cuadros dirigenciales, oposición sistemática y no propositiva, así como transfuguismo y carencia de programas de corto, mediano y largo plazo, son parte del diagnóstico que académicos y analistas hacen del funcionamiento actual de las organizaciones nacionales (tanto públicas, como privadas).

Reivindicación social:

La reivindicación social y demás que puedan surgir con el discurso puede tener muchos contenidos. El más legítimo es el que reclama el reconocimiento de su particularidad e igualdad de derechos, en una sociedad donde los grupos constituyen una minoría pobre y marginada, sin voz que pueda ser escuchada ni tomada en cuenta. Es por demás evidente que en el Perú existe una inaceptable segregación social. Baste mencionar que millones de peruanos y peruanas que no tienen como lengua materna el castellano, se encuentran en una situación de inferioridad con relación al resto de la población. En el Perú, ser quechua o aimara es, cargar con un estigma de cierta marginación social. La dinámica invasiva y abarcadora de totalidades de la globalización ha generado de modo reactivo una explosión o estallido de las reivindicaciones propias de las diversas identidades culturales. Puesto que la amenaza globalizadora se presenta ante ellas con una fuerza centrífuga que difícilmente pueden contrarrestar.
Desde el punto de vista de análisis de la teoría social de la modernidad:
indica que el lenguaje de la reivindicación tiene una doble impronta, por una lado, sirve de estrategia de revancha contra viejas exclusiones, por otro, desde este leguaje se proyectan alternativas comunitarias y libertarias, capaces incluso de revertir el sentido mayoritariamente excluyente de la actual globalización sistémica de la sociedad mundial (Barbero, 2005: 35).

El nuevo espacio público para las reivindicaciones de las identidades culturales es la sociedad-red, según la teoría social de la modernidad, la cual abre la posibilidad de subvertir las lógicas globalizadoras a partir de las dinámicas y los usos sociales que del arte y de la técnica llevan a cabo las redes culturales” (Barbero, 2005: 40).

Por ello, no es de extrañar, que aimaras, quechuas y amazónicos busquen fortalecer una identidad que pueda ser tomada en cuenta, una identidad que se tome como punto para el desarrollo de las mismas, con el fin de articular a quienes se sienten parte de una colectividad determinada y aumentar así su capacidad de presión para acceder a derechos y recursos que les son negados, incluyendo el reconocimiento de su propia dignidad.
Desde esta lógica los comportamientos meramente reactivos de los marginados que tratan de buscar una reivindicación, aunque estén provocados por otros, no son propiamente sociales, pues no incluyen un sentido que sea compartido por todos.
La idea principal de la teoría del comportamiento multitudinario, tomada de Sigmund Freud es que la gente que está reunida en una muchedumbre, actúa de forma diferente hacia la gente, que los que están actuando de forma individual.
Sigmund Freud criticaría el concepto de Le Bon1 de un alma colectiva, comparándolo al inconsciente colectivo, afirmando que las muchedumbres no tienen sus propias almas, al igual que las etnias específicas no tienen un Volkgeist. En vez de eso, los individuos se identifican a sí mismos con sus líderes, yendo tras su propio yo ideal (es decir, su representación subjetiva de su líder).
Desde un punto de vista marxista, la reivindicación social no se pensó en las situaciones de grupo y los intereses de grupo que se relacionaban con ciertas reivindicaciones y aspiraciones en términos morales, sino como una consecuencia de los sistemas sociales que imponían a determinados grupos la lógica de su conducta.

MARCO CONCEPTUAL
Organizaciones políticas:

La ley de partidos políticos en el Perú, realiza una distinción especial a la denominación “partidos políticos” y “organizaciones políticas”. Según dicha ley la denominación de partido se reserva a los reconocidos como tales por el Registro de Organizaciones Políticas. Salvo disposición legal distinta, sólo éstos gozan de las prerrogativas y derechos establecidos en la presente ley. Mientras no ocurra aquello, no son consideradas como tal. Sin embargo, aquella ley, muy pedagógicamente nos da una definición a lo que se denomina Partido Político, definiéndola como “asociaciones de ciudadanos que constituyen personas jurídicas de derecho privado cuyo objeto es participar por medios lícitos, democráticamente, en los asuntos públicos del país dentro del marco de la Constitución Política del Estado y de la presente ley”2 . Además agrega que son instituciones fundamentales para la participación política de la ciudadanía y base del sistema democrático.

Pero, no existe duda que tanto, organizaciones políticas y partidos políticos desempeñan funciones sociales y políticos imprescindibles en una democracia, al grado de que no hay en este momento entidades capaces de sustituirlas, dando con ello un enfoque de derecho, en el cual en un Estado democrático, todos tienen derecho de participar en los comicios electorales formando diversos grupos de interés que luego de pasar los requisitos de la institución que lo legitima, estará presto para poder participar en las elecciones.

De la misma forma, dicha ley en su artículo 17º, hace una clara distinción de lo que es movimiento político y organización política. Se entienden como movimientos las organizaciones políticas de alcance regional o departamental y como organizaciones políticas locales las de alcance provincial o distrital. Prescribe además, en las elecciones regionales o municipales pueden participar los movimientos. En las elecciones municipales pueden participar las organizaciones políticas de alcance local.

Entonces para no llegar a confusiones conceptuales, diremos que movimiento político es aquella persona jurídica debidamente inscrita ante la entidad competente y de esa manera participar en los comicios electorales a nivel nacional; en caso de que no convalide su inscripción ante dicha entidad, simplemente no es considerado como tal ni tiene mayor participación en los comicios electorales. Así mismo, del análisis de la ley, encontramos que brinda mayor jurisdicción a los movimientos, pues éstos pueden tener participación regional, provincial y distrital, no ocurriendo ello con las agrupaciones políticas que tiene una jurisdicción limitada. Creemos que ello ocurre justamente por la cantidad de población que posee cada jurisdicción. No olvidemos que para la inscripción de un Movimiento Político se requiere el 1% de firmas de la población electoral, ello contará con el aporte que se vaya hacer de sus diferentes distritos, pues pedir a una organización política que recaude el 1% de firmas para participar en los comicios electorales sabiendo que éste no tendrá mayor injerencia en el ámbito provincial, resulta absurdo.

En cuanto a la definición de partido, en su concepción restringida, se define como “una agrupación con ánimo de permanencia temporal, que media entre los grupos de la sociedad y del Estado, y participa en la lucha por el poder político del pueblo principalmente a través de los procesos electorales (Cárdenas, 200: 11).

Caudillo:

Los caudillos eran líderes carismáticos que solían acceder al poder por procedimientos informales, gracias a la ascendencia que tenían sobre las grandes masas populares, este apoyo popular se tornaba en su contra cuando las esperanzas puestas en el poder entregado al caudillo se veían frustradas, y se decidía seguir a otro caudillo que lograra convencer de su capacidad de mejorar el país o la provincia. La gente veía al caudillo como un hombre fuera de lo común, capaz de representar y defender los intereses del conjunto de la comunidad.

El caudillo, que buscaba gloria y poder, intentaba con sus obras y actuaciones ganarse la simpatía de la población y desprestigiar al máximo al anterior gobernante o algún dirigente que pueda contar con un fuerte respaldo social; así, reorganizaba su entorno a su antojo y consideraba como malo todo lo que el gobernante anterior hubiese hecho. Hoy en día, muchos gobernantes desprestigian aquello gestado por sus antecesores y lo abandonan, buscando el propio beneficio, o tal vez como una estrategia para su obligada participación en las siguientes elecciones.

Por otro lado, es importante resaltar que al hablar de caudillismos se habla también de consolidación de fuertes regionalismos (como el caso de Puno). Así, hoy en día aún existen esos fuertes regionalismos marcados por un sentido de pertenencia ya sea local, regional, étnica, cultural, etc, especialmente en el sur andino, que, a pesar de no ser una consecuencia directa del caudillismo, ayudó a que se solidificaran algunos de ellos y aprovechando su popularidad empezaron a realizar campañas a fin de poder participar en las elecciones regionales.

Los caudillos surgieron junto con una compleja red de relaciones de clientelaje, que agrupaba a terratenientes locales. Ante la crisis y la inoperancia del Estado, la presencia de los terratenientes en las filas de los caudillos se convirtió en elemento indispensable. Los terratenientes aportaban el dinero necesario para armar grupos de adherentes que hacían posible a los caudillos la disputa del poder.

El caudillo pasó a reemplazar la participación activa de una ciudadanía inexistente. La población participaba como clientela del caudillo. El caudillo era el único que permitía la participación popular en la vida política del país. Este sistema era estructuralmente inestable, por ello no garantizó la paz social ni en orden en el país. Entre los factores que influyeron en ellos están la desintegración económica y social de la región que hizo imposible construir redes clientelistas de dimensiones nacionales. Al respecto Radiguet (1971: 130-131) menciona:

En el embrollo que se llama la Historia del Perú, se ven suceder se de una manera tan rápida los gobiernos y los partidos, los hombres y las ideas, que toda idea sistemática parece borrarse de la conciencia nacional. La permanencia de la anarquía, el triunfo de los vencidos de ayer, la derrota de los vencedores de hoy, han terminado por destruir el fundamento moral de todo orden y por alejar de la autoridad establecida el apoyo de la opinión pública. La fuerza se ha vuelto verdad; aquél que puede disponer de ella llega al poder; siendo el ejército su instrumento, sus grados son perseguidos con una ambición encarnizada. Los grandes partidos se han subdividido en una serie de sectas políticas, que a su turno, desgarrándose entre sí, no dejan subsistir sino hombres, representaciones, mientras que la idea, el partido, la secta, se personifican en el jefe. Cuando se llega a ese triste extremo, en el cual el individuo lo es todo y el pueblo no es tomado en cuenta para nada, la marcha de la sociedad, en lugar de ser la ley del pensamiento común, no es sino el capricho del hombre fuerte o afortunado

Cotler (1978: 73) ha destacado las relaciones de clientelaje que permitieron el ascenso de los caudillos militares en el Perú:

Estas condiciones permitieron el ascenso social de las capas medias, proporcionando a los caudillos soldados, oficiales, funcionarios e ideólogos —los célebres plumíferos — posiciones a partir de las que se podían obtener las prebendas necesarias para escalar en la jerarquía social. Esto significó el reacondicionamiento de la relación patrón-cliente como fundamento político de la organización social de la naciente República.

El clientelismo se desarrolló favorecido por la ausencia de instituciones que canalizaran la participación popular. Ante esta situación la participación popular fue canalizada por medio de la subordinación a un caudillo. La relaciones entre los jefes y sus bases de apoyo giraron sobre la base de complejas redes de intercambio en las cuales a cambio del apoyo al caudillo los seguidores obtenían diversas prebendas.

Con respecto a las razones que permitieron la continua recomposición de la redes clientelistas, Basadre menciona:

“...este continuo desplazamiento no era casual: la relación de clientela entre caudillo y allegados reposaba en el respaldo de sus seguidores en la medida que éste fuera capaz de otorgarles favores personales. Así se explica la contradanza de la vida política peruana durante el siglo XIX, "en donde en poco tiempo se está al lado de quien se tuvo al frente y viceversa...”. (1931: 39).

Sobre el clientelismo imperante en las redes de los caudillos “es claro que el poder de los caudillos se encontraba articulado en torno a una muy compleja red de vínculos sociales y económicos, básicamente de carácter regional, que le garantizaban los recursos humanos y materiales para acceder al poder político” (Klaren, 2005: 178).

Estas redes eran los medios a través de los cuales se podía hacer efectiva la participación en la política, ante la inexistencia de partidos políticos y agrupaciones formalmente constituidas. Por ello no se equivoca Klaren al manifestar que:

Manipulando hábilmente el personalismo y el clientelaje, estos caudillos andinos movilizaron seguidores y extendieron la generosidad del tesoro, nombramientos estatales de cargos como recompensa a la lealtad. Igualmente establecieron alianzas con diversas élites terratenientes y comunidades indígenas usando la fuerza o amenazado con hacerlo para derrotar a sus rivales, y negocia el respaldo de la sociedad civil para obtener el poder a nivel local, regional y nacional. El resultado de esta situación fue que la temprana sociedad republica andina constantemente fue quebrada y desestabilizada, en un contexto de descontrolados conflictos regionales, y la inexorable rivalidad entre los oficiales y la élite. (2005: 173).

Pese al papel que cumplió el caudillismo en la política peruana y que, en términos reales fue la única fuente de poder fáctico en el Perú, dicha fuente de poder fue incapaz de crear un país fuerte y unido.

Identidades de pertenencia:

En sentido estricto de la palabra, las identidades de pertenencia han ido tomando mayor realce en la “arena3 política, a ello se suma que muchas de las organizaciones vienen aunando en su discurso un sentido de pertenencia “quechua” o “aymara” lo cual hace la población se sienta identificada con ese de político.

Por ello no le falta razón a Huber cuando manifiesta que:

El potencial acumulativo de la identidad clasista ha cedido a la proliferación – con consecuencias sumamente fragmentarias – de otras expresiones políticas identitarias que se sustenta, según el caso, en un origen mítico y una territorialidad ancestral, en el fenotipo, el sexo, la religión, la orientación sexual, o la pertenencia a un determinado territorio (2011, 8).

Se ha venido trabajando el tema de políticas de identidad4 , las cuales tratan de recuperar aquello por el cual las minorías han sido negadas a acceder, por ello, los miembros de los grupos consideran que tienen en común ciertas características importantes que los distinguen de la población en general.

Sin embargo, la elección de privilegiar una determinada identidad obedece, a razones tácticas de acuerdo con la coyuntura política; “los actores orientan sus discursos y sus acciones a través de una identidad de género, de etnicidad según la oportunidad que estas categorías ofrecen para regular la distribución de bienes materiales y simbólicos en un determinado contexto” (Huber, 2011: 9). Por ello, muchas organizaciones o grupos pueden cambiar fácilmente su identidad en el campo de la política, como se mencionó, tiene que ver mucho la coyuntura social y política, si antes había poblaciones identificadas como grupo de “campesinos” pueden tener una transformación e identificación actual como “pueblos indígenas” como consecuencia de muchas circunstancias, ya sean nacionales, internacionales e incluso locales.

Por otro lado, también aparecen identidades defensivas, tal como indica Lafuente:

“las identidades defensivas se manifiestan a través de dos formas: las territoriales y las de protección de un sector de la sociedad. Las primeras significan el repliegue de lo nacional a lo comunal, mientras que entre las segundas encontramos a las que se definen por el género, por la etnia, por los valores religiosos o por la opción sexual. También se incluye en la categoría de la identidad defensiva la protección de los recursos naturales (2006: 22).

Las identidades territoriales son las que van marcando en el campo político cierto tipo de fragmentación que no permite que se puedan crear alianzas con el fin de lograr un desarrollo regional. Finalmente, “el resultado de este proceso es una nueva manera de vincular la política con expresiones culturales, rompiendo las limitaciones que el concepto de “ideología” imponía al potencial de la cultura para lograr la transformación social (Huber, 2001: 10). Desde la izquierda, que, de alguna manera añora los tiempos de la lucha de clases, se critica las políticas de la identidad por tener sus bases en un esencialismo que impide la articulación de una visión compartida capaz de impulsar el cambio social. “Dado que los grupos identitarios tienden hacia la fragmentación en conjunto cada vez más reducidos” (Huber, 2001: 11), pues no sería posible promover una acción política contra un enemigo común, con el resultado de una recurrente incapacidad para formar coaliciones capaces de promover un cambio social progresivo.

Según anotaciones de Huber (2001: 11) desde su posición de izquierda, ha señalado con más agudeza los inconvenientes de la política de la identidad es Eric Hobsbawn, y su crítica se sustenta en tres puntos centrales: (i) las identidades colectivas se definen negativamente, es decir, contra otros. “Nosotros” nos reconocemos como “nosotros” porque somos diferentes a “ellos”. Sin identificación de quienes están afuera, no existe posibilidad de identificar quién está adentro. En otras palabras, las identidades colectivas no se basan en lo que sus miembros tienen en común, y es muy posible que no tengan gran cosa en común, excepto el hecho de no pertenecer a los otros. (ii) Todos tenemos una multiplicidad de identidades. Sin embargo, la política de la identidad asume que solo una, entre las diversas identidades que todos tenemos, es la que determina, o por lo menos domina, la acción política. Y asume, además, que hay que librarse de los otros, porque son incompatibles con la “verdadera” identidad. (iii) Los grupos de identidad “solo tratan de sí mismos y para sí mismos, y nadie más entra en el juego. Una coalición de tales grupos que no cimente su unidad en un único conjunto de objetivos o valores comunes solo posee una unidad ad hoc”.

Clientelismo:

El clientelismo, llevado al campo de la política, es un intercambio extraoficial de favores, lo que podríamos denominar cierta reciprocidad entre los actores, en el cual los titulares de cargos políticos regulan la concesión de prestaciones, obtenidas a través de su función pública o de contactos relacionados con ella, a cambio de apoyo electoral.

La noción de clientelismo designa una forma especial de intercambio dual que a) de da entre actores de poder y status desigual es b) eminentemente utilitario y basado en la reciprocidad; c) paternalista y privado. Constituye una forma autoregulada de intercambio interpersonal vertical entre “patrón” y “cliente” contingente en la retribución q ambas partes expresan obtener a través de la prestación de bienes y servicios a la otra, y que cesa en el incremento en que el beneficio esperado no se materializa (Menéndez, 1985: 4)

El análisis de las relaciones interpersonales en el sistema político ha incluido con frecuencia la noción de clientelismo. El clientelismo varía en la forma en que opera y el lugar que ocupa en distintos regímenes socio-culturales y políticos. En Europa del Sur, el Medio Oriente, América Latina y el Sudeste Asiático, las relaciones clientelistas son parte central del contexto institucional. En el Japón y la India tradicional, las relaciones clientelistas constituyen una dimensión identificable dentro de la matriz institucional, es decir, un aditivo legítimo en el contexto institucional. Y en países como Estados Unidos y otros con sistemas democráticos, las relaciones clientelistas son más bien un aditivo informal a la matriz institucional.

En cuanto a su origen, fue en las regiones del Mediterráneo que el clientelismo se identificó inicialmente como fenómeno social. En ese sentido, Kaufman indica que las “relaciones que en principio se identificaron con la sociedad campesina, se transformaron con el proceso de integración nacional para hacerse parte del marco institucional vinculado a los partidos políticos y las burocracias de la sociedad política moderna”.

El tema del clientelismo “emerge y persiste en contextos sociales en los que proporciona determinados sectores de la población una estrategia alternativa para la instrumentalización de funciones básicas a sus necesidades y demandas, que las estructuras e instituciones prevalecientes no cumplan, o no puedan cumplirla” (Menéndez, 1985: 5). No es novedad que en las elecciones políticas, el tema del clientelismo sale a la luz, muchas de las organizaciones aprovechan las necesidades de la población a fin de recoger votos y llegar al poder, es por eso que, diferentes estratos políticos tanto a nivel local, regional o nacional utilizan a grandes cantidades de personas para ganar elecciones, apoyarlos en actos partidarios, y otras acciones de interés para ellos (caudillos). A cambio, las personas reciben planes sociales, subsidios, bolsones de comida, elementos como colchones, frazadas, ropa, entre otras cosas que puedan satisfacer sus necesidades inmediatas.

Reivindicación social:

A pesar que las minorías étnicas en el Perú aún no logran tener la representatividad ni la fuerza que sí la tienen sus similares de Bolivia y Ecuador, los esfuerzos que realizan las instituciones que buscan sus reivindicaciones, ya sean ONGs, iglesias, asociaciones conformadas por ellos mismos, instituciones de enseñanza y hasta instituciones estatales como gobiernos regionales, municipios y otros, están permitiendo generar mayor autoestima a través del reconocimiento y/o fortalecimiento de sus identidades culturales; de otro lado, fenómenos como los medios de comunicación, las migraciones, el sistema educativo oficial, la tendencia globalizadora de la cultura occidental, además de los compromisos políticos e intereses particulares en los que se encuentran comprometidos algunos de sus dirigentes, se presentan como perturbadores para el logro de una mayor identificación étnica que les permita emprender proyectos reivindicativos comunes, o la conformación de movimientos étnicos sólidos.

Participación electoral:

La democracia se enfoca que la soberanía reside en el pueblo, en donde participan la mayoría de los ciudadanos y no de unos cuantos. La democracia considera dos formas de participar que es directa y la representativa. La directa es por medio de las votaciones y de asambleas; en cambio la democracia representativa consiste en tomar decisiones a través de las elecciones de los representantes de la ciudadanía. A ellos se debe sumar las diferentes formas de participación ciudadana, por mencionar algunas tenemos las siguientes: el ejercicio del voto, las actividades que realizan los ciudadanos en las campañas políticas emprendidas por los partidos o a favor de algún candidato en particular, la práctica de actividades comunitarias o de acciones colectivas dirigidas a alcanzar un fin específico y las que derivan de algún conflicto en particular.

Como bien sabemos que la participación de la ciudadanía es muy importante en la toma de decisiones, en intercambiar opiniones ya que esto sirve para llegar a un acuerdo que la mayoría tiende a participar, con el fin de dar solución a un problema que se presenta.

La participación es un concepto muy amplio y diverso ya que se enfoca en una nueva forma de incluir opiniones y perspectivas, esto va invocado a la participación de los ciudadanos, de las agrupaciones sociales, de la sociedad en su conjunto y de los grupos de interés, con el fin de solucionar problemas de la sociedad; pero es preciso distinguirla de otras formas de acción política colectiva: quienes se rebelan abiertamente en contra de una forma de poder gubernamental no están haciendo uso de sus derechos reconocidos, sino luchando por alguna causa específica, contraria al Estado de cosas en curso. Las revoluciones no son un ejemplo de participación ciudadana, sino de transformación de las leyes, de las instituciones y de las organizaciones que le dan forma a un Estado por métodos violentos. Pero tampoco lo son las movilizaciones ajenas a la voluntad de los individuos: las marchas que solían organizar los gobiernos dictatoriales. La participación ciudadana, en cambio, exige al mismo tiempo la aceptación de las reglas del juego democrático y la libre voluntad de los individuos que deciden participar: el Estado de derecho y la libertad de los individuos.

Por lo tanto la participación ciudadana es la forma de cómo los ciudadanos puedan participar ya sea por medio de asambleas, tequios o en tomar decisiones y en acudir en votar para elegir a su candidato. Así también hablar de participación ciudadana, como un factor fundamental para el logro del desarrollo humano sostenible y como elemento fundamental para fortalecer el sistema democrático representativo y participativo; asimismo, va encaminado para consolidar la reforma del Estado y los procesos de descentralización del mismo.

Merino (2001) menciona que:

una república democrática se distingue por ser un régimen cuya legitimidad no vota de la voluntad divina sino de la voluntad de los ciudadanos, en donde los cargos públicos son temporales y rotativos en el de su funcionamiento en donde los individuos tienden a participar ya sea en ocasiones directamente y en ocasiones representativamente.

Dicho autor analiza el tema desde un enfoque de los derechos que tiene cada ciudadano al momento de ejercer su libre derecho a elegir o derecho al sufragio, lo cual se expresa al momento de las elecciones, ya sean municipales, regionales o presidenciales.

Es por ello que la participación política es la disposición para involucrarse activamente en la vida política de la sociedad, en donde los ciudadanos se mantienen informados e integrándose en las acciones colectivas de los procesos políticos, por ende es importante que los ciudadanos participen en cualquier asunto público, esto porque si algún ciudadano no intervienen en un asunto público, las decisiones de dicha persona los toma otra persona; es decir, según Merino, la ausencia total de participación es también, inexorablemente, una forma de compartir las decisiones comunes; “quien cree que no participa en absoluto, en realidad está dando un voto de confianza a quienes toman las decisiones: un cheque en blanco para que otros actúen en su nombre” (Merino, 2001: 10).

HIPOTESIS.
Hipótesis general:

El incremento de movimientos políticos en la región de Puno se debe al surgimiento de caudillo interesados de llegar al poder regional por medio de redes de clientelaje y discursos reivindicativos.

Hipótesis específicas:
  1. El incremento de movimientos políticos se debe a que caudillos regionales han implementado una red de clientelismo con fines electorales.
  2. El discurso reivindicativo está siendo utilizado por los diversos caudillos interesados para ganar adeptos y participar en las elecciones regionales.

1 La idea de Le Bon, de que las muchedumbres fomentan el anonimato y a veces generan emoción, se ha convertido en un cliché. La muchedumbre: un estudio de la mente popular1985.

2 Ley de Partidos Políticos Nº 28094, modificada por la Ley Nº 29490. Art. 1º.

3 En el análisis político se usa la palabra “arena” para describir un escenario de poder en el cual se incrementan las disputas y conflictos entre los actores. Es símil entre la lucha por el poder y un ring de boxeo, resulta útil para mostrar los cambios y continuidades asociadas a las acciones de diversos actores que disputan el control político de una sociedad.

4 Las políticas de identidad, son las formas de movilización social basadas en identidades colectivas a las cuales antes, en el mejor de los casos, no se les daba significado político; o que, en el peor de los casos fueron escondidas, oprimidas o negadas tanto por parte de la cultura dominante como por la izquierda política clasista.