Rubén Víctor Blanco Rodríguez
rvrodriguez@ucp.ho.rimed.cu
La educación cubana inmersa en un continuo  perfeccionamiento, exige de los docentes respuestas concretas a partir de su  práctica profesional,  en los diferentes  niveles de educación con el objetivo de lograr el mejoramiento del proceso  de  formación integral de las nuevas  generaciones. En este empeño en la educación preuniversitaria se ha realizado  investigaciones que han perfeccionado los objetivos, el contenido y los métodos  de enseñanza aprendizaje a partir del modelo de preuniversitario,  fundamentalmente por Jardinot (2005) y equipo de investigadores cubanos, sin  embargo persisten criterios en los docentes sobre las limitaciones en el  sistema de evaluación actual por carencia   de una estrategia que potencie la función desarrolladora de la  evaluación.
  El concepto de evaluación y la práctica evaluativa está  presente en diferentes facetas de la vida del hombre, y este es un aspecto tan  antiguo como la propia existencia del mismo. La evaluación, presupone la  constatación de las características de un fenómeno o proceso, que puede ser en  el caso del presente estudio el de enseñanza – aprendizaje, que permite emitir  juicios o criterios expresados en el orden cuantitativo o cualitativo. Esto  admite que todo proceso o fenómeno, puede estar sujeto a criterios evaluativos  o valorativos y por tanto en los sistemas de evaluación es necesario aceptar  dicho proceso en toda su dimensión. La misma, es una forma de conocer y emitir  un criterio individual y colectivo del lógico y gradual desempeño de los  estudiantes en referencia a habilidades, capacidades y conocimientos adquiridos  durante el desarrollo del proceso docente educativo en todos los subsistemas de  educación. 
  El  éxito o fracaso en el desempeño pueden ser efectos de la evaluación. En  ocasiones  el docente a causa del  carácter subjetivo  que la  evaluación  puede adquirir, la convierte  en un acto puntual y destierra su carácter de proceso, por lo que la misma deja  de ser un instrumento capaz de ofrecer al profesor una información certera del  estado en que se encuentran los estudiantes. Entonces el acto evaluativo pierde  una de sus cualidades relacionadas con las partes implicadas dejando de tener  significación para el maestro o para el alumno. 
  La  evaluación tiene un carácter estatal y sus   regulaciones están rigurosamente establecidos en las diferentes  educaciones y en cada subsistema de educación, pero el sello personal que le  imprime cada docente al acto evaluativo puede convertir la misma en algo  cargado de subjetividad, por la que pueden existir fallas y tendencias  negativas que entre otros aspectos pueden tener como causa las condiciones  psicológicas y sociológicas  que marchan  paralelamente al proceso de enseñanza y aprendizaje que está inmerso en  profundas transformaciones y que exige la entrada al sector de docentes en  formación con características y actitudes diversas las cuales pueden en un  momento determinado provocar  efectos no  deseados  en el proceso docente educativo  con énfasis en el comportamiento de la evaluación.
  Estos  elementos descritos anteriormente y que obedecen a las características  subjetivas, se agudizan cuando factores objetivos como la existencia de modelos  evaluativos diferentes, son enfrentados por el estudiante al transitar desde la  enseñanza secundaria hasta el preuniversitario donde entre la evaluación  sistemática hasta la cuantitativa solo median dos meses de período vacacional.
  Es  evidente la necesidad de mantener como línea estratégica que la evaluación,  control, medición y comparación   constituyan una vía y no un fin que tributen  satisfacción a la escuela.
  G. I  Shukina (1988, pag  57) plantea que “el  control dentro de la enseñanza radica en la necesidad de ofrecer nivel de ayuda  a los estudiantes y de esta forma se produce una constante comprobación entre  lo planificado y lo que se logra”. El control no siempre está en función de una  valoración cuantitativa por tanto es razonable pensar que después de un control  puede ser suficiente un consejo pedagógico y de esta forma amortizar las  contradicciones que se establecen entre docentes y estudiantes  dentro del proceso evaluativo. El autor de  esta tesis coincide con Silvestre Oramas (2004, pag 23),en  que “Medir, no es evaluar. La medición nos  ofrece datos y la evaluación nos permite cuantificar  a los mismos”   .