PROGRESO Y BIENESTAR

PROGRESO Y BIENESTAR

Hugo Salinas

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C. UNA COSA ES PRODUCIR Y OTRA, MUY DIFERENTE, REPARTIR

Antes de continuar presentando las características de la repartición individualista del resultado neto de la actividad económica, precisaremos, primero, que los salarios no son parte de un proceso de repartición y que, segundo, existe una sustancial diferencia entre repartición y redistribución con relación a la eliminación de la pobreza y el desempleo.

a. Los salarios no son parte de la repartición

Nuestros profesores de economía se divierten a sembrarnos la confusión entre dos conceptos: los ingresos por el concepto de repartición y las remuneraciones por el uso de los factores de producción. Quizás porque ellos mismos no están claros al respecto. Es una tradición que se cultiva desde los tiempos de Adam Smith (1776).

Admitamos que hace tres siglos, Smith comete el error de mezclar esas dos nociones bastante diferentes. Pero que nuestros profesores sigan alimentando dicha confusión es más que un simple error. En la raíz de la “confusión” se encuentra una forma encubierta de hacer aceptar la fatalidad de la pobreza de la mayoría de la población mundial y la perennidad de la riqueza de unas cuantas familias, quienes se apropian el 100% del resultado neto de la actividad económica.

En términos modernos, el costo de la mano de obra se llama salario, gasto que se efectúa bastante antes de lanzar el producto sobre el mercado. Un gasto ex–ante, realizado mucho antes de saber si habrá pérdidas o ganancias. El empresario gasta en materias primas y salarios teniendo la convicción de que habrá beneficios, salvo que busque tener pérdidas. En cambio, la pérdida o las ganancias son montos que se obtienen ex–post, después de haber efectuado la venta de los productos que fueron lanzados al mercado. En ese momento, los salarios ya fueron gastados e incluso si hay pérdidas, no se les podrá recuperar.

Esos dos tipos de ingresos (salarios y beneficios) se efectúan en estadios diferentes del acto económico. Mientras que el primero es parte del costo de producción, el segundo es el resultado (positivo o negativo) del acto económico. Lo que nos conduce a inferir que los salarios no son parte de la repartición del resultado neto de la actividad económica. “El salario es una fuente durable de remuneraciones, las ganancias no constituyen una fuente de remuneraciones” explicita Joseph Schumpeter. Anne Robert Jacques Turgot sentencia de esta forma: “el obrero […] gana justo para supervivir.” “Constatemos finalmente que las ganancias no son en nada parecidos al salario,” vuelve a remarcar Schumpeter.

Alfred Marshall define a las ganancias (utilidad de las empresas), de la manera siguiente: “el empresario no estaría muy interesado en continuar con el acto económico a menos que él esperara un resultado neto, el cual exceda los intereses por el capital comprometido a la tasa de interés corriente. Este resultado neto se llama ganancia.” Milton Friedman agrega lo siguiente: “Existen pocos términos económicos a los cuales se les ha dado tantas significaciones diferentes como a la palabra ganancia (utilidad). Todas esas significaciones diferentes tienen un elemento en común: una relación bastante vaga con la indeterminación.”

Por más que nuestro salario aumente en mil veces, es el amo, el señor feudal, el empresario o los accionistas que dispondrán del 100% del resultado neto de la actividad económica. Ante un aumento salarial, por más grande que fuera, el principio de la repartición individualista no habrá cambiado en un ápice.

“Por consiguiente, es inútil querer justificar las desigualdades en las remuneraciones por las diferencias de eficiencia productiva,” sentencia el profesor Yoland Bresson. “Los obreros se cuentan actualmente como una carga en la contabilidad de las empresas. Esta práctica es la consecuencia de la organización salarial. Los empleados son un stock a disposición de la producción – como el stock de materias primas. Los científicos de la empresa de neumáticos Michelin, numerosos y brillantes, son contabilizados en costos como el caucho que utiliza la empresa.”

Lo gracioso del asunto es que la repartición individualista subsiste gracias a la aceptación general de la población, de aquella que lo ha creado y que no obtiene ni un céntimo del resultado realizado.

b. Repartición y redistribución

Finalizado el ejercicio económico, las empresas cierran sus cuentas para determinar su resultado neto, el que puede ser negativo o positivo (pérdidas o ganancias). En repartición individualista, ese resultado neto pertenece integralmente al propietario de la empresa o a sus accionistas. En el caso de la repartición igualitaria, ese resultado neto se distribuye, en partes iguales, entre todos los habitantes del país. Este es una operación de repartición o, si usted prefiere, de distribución.

En cambio, la redistribución es una segunda operación consistente en tomar ciertas porciones de lo ya repartido y pagado en costos de producción, para destinarlo a ciertas personas, instituciones o empresas, según ciertos criterios. Tomar un porcentaje de las ganancias de las empresas, de los sueldos y salarios e incluso, de las transacciones monetarias para entregar, por ejemplo, cien soles a los más pobres, es un acto de redistribución y no de distribución o repartición del resultado neto.

La operación de repartición es diferente a la operación de redistribución. Mientras que con la primera se crea pobreza y desempleo (repartición individualista) o bienestar general (repartición igualitaria), con una operación de redistribución se tiende a paliar las grandes diferencias económicas, pero en ningún caso eliminarlos. La redistribución acepta, y no pone en cuestión, la existencia de la dicotomía pobreza / riqueza.

c. El tipo de repartición es una decisión de sociedad

Lo asombroso es que, en tiempos modernos, los mismos ‘capitalistas’ no pueden dormirse en sus laureles. El riesgo es que sean otros ‘capitalistas’ que se encarguen de ellos. Escuchemos al Premio Nobel en economía, Paul A. Samuelson: “La peor cosa en el mundo sería que los capitalistas paren actuando como capitalistas, paren de maximizar las utilidades y comiencen a no hacer lo que sus negocios le indican hacer. No les crean cuando dicen que ellos lo están haciendo: en primer lugar, están mintiendo; en segundo lugar, no saben lo que están diciendo; y en tercer lugar, si realmente están actuando de esta forma, ellos no estarán mañana porque la competencia se encargará de ellos.” La repartición no es un asunto de personas, es un mecanismo instaurado en el corazón de la economía, como consecuencia de una decisión de sociedad. Una vez instalado dura tanto como 190 mil años (lapso de la repartición igualitaria) o, como diez mil años (lapso de la repartición individualista).

Ellos se convierten en un modus vivendi perfectamente integrado en nuestros hábitos, en nuestra manera de pensar, en nuestros juicios de valor, en nuestra historia. A tal punto que, a quienes se les impuso la repartición individualista, por ejemplo, los olvidados de la sociedad, aquellos que no tienen ni con qué vivir, son ellos precisamente los que defienden a capa y espada ese mecanismo de repartición individualista. ¡Qué ironía!

Jean-Jacques Rousseau, en 1754, en un intento de desesperación y de fatalidad se expresa así: “Si hubiera tenido la posibilidad de elegir el lugar de mi nacimiento […], hubiera deseado nacer en un país en donde el gobernante y el pueblo tuvieran un solo y mismo interés, a fin de que todos los movimientos de la economía tendieran solamente al bienestar común; lo que no sucede, a menos que el pueblo y el gobernante sean la misma persona.”

d. La repartición individualista concentra en pocas manos la totalidad del resultado neto de la actividad económica

Adam Smith comienza por explicitar lo que sucede en su época: “la repartición de la riqueza no está de acuerdo con el trabajo […]. Así, aquellos que realizan el máximo de esfuerzo en la sociedad obtienen el mínimo de ventajas.” Thomas Malthus lo pone en estos términos: “Luego de un examen detenido, se encontrará que la masa de salarios no necesariamente se incrementa con el crecimiento de la riqueza, y muy raramente en proporción con él.”

El ex director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Rodrigo Rato, cree que los ciudadanos de América Latina "están perdiendo la paciencia", porque las tasas de crecimiento de las economías de esos países no se traducen en un mayor bienestar". Es evidente porque, como lo expresa Coluche, un célebre cómico francés: “Dios ha dicho, ‘es necesario repartir’. Los ricos tendrán los alimentos, los pobres el apetito.” “Se revela que, a partir de las leyes inevitables de la naturaleza humana, algunos seres humanos se encuentran expuestos a la miseria. Estas son las infelices personas que en la gran lotería de la vida han sacado un ticket en blanco,” agrega Malthus.

No obstante, por otro lado, la utilidad neta de McDonald's Corp. trepó a 843,3 millones de dólares, o 68 centavos de dólar por acción, desde los 735,4 millones de dólares, o 58 centavos de dólar por acción. Esto, en solo el tercer trimestre del 2005, informa la agencia de noticias Reuters. Basta que los precios del petróleo suban, en el mercado internacional, para que la compañía Exxon Mobil, obtenga ganancias de 8.4 mil millones de dólares americanos solamente en el primer trimestre del 2006, o la multinacional petrolera Conoco Phillips, por el mismo trimestre, de 3.3 mil millones de dólares americanos.

Por primera vez en la historia, los 400 personajes más ricos de Estados Unidos tienen una riqueza personal que sobrepasa ampliamente los mil millones de dólares americanos, según la lista que publica cada año la revista Forbes. Encabezando la lista está el jefe de Microsoft, Bill Gates, seguido del gurú de los inversionistas y ahora convertido en filántropo, Warren Buffet. Bill Gates (53 mil millones de dólares), Warren Buffett (46 mil millones de dólares), Sheldon Adelson (20.5 mil millones), Larry Ellison (19.6 mil millones).

“Mil trescientos cuarenta y seis euros por hora (1,346€/h). Ese es el salario del director de Porsche. Todo indica que el patrón habría negociado cobrar el 0.9 % de las utilidades del constructor. Estas fueron de 8,6 mil millones de euros durante el 2007, por lo que M. Wiedeking ha cobrado en remuneraciones más de 77 millones de euros” por un año de “duro trabajo.”

La minera peruana Volcan, una de las mayores productoras de zinc del país, reportó la noche del jueves que sus ganancias subieron en más de un 5 mil por ciento en el tercer trimestre, frente al mismo período del año previo, impulsadas por el alto precio internacional de los metales.

“Lo que nuestro análisis muestra, en realidad, es que la determinación del porcentaje de utilidades no es solamente una cuestión de economía, sino más bien de cuestiones político-sociales […]. Así, un escepticismo inicial acerca del análisis de equilibrio clásico es justificado […]. La determinación walrasiana de este porcentaje es cuestionable,” agrega el profesor de la universidad de Yale en Estados Unidos, Jacob Schwartz.

e. Los “anti-sistema” y los errores de interpretación

Los diez mil años de entronización de la repartición individualista ha sido suficiente para tejer un manto de fatalidad con relación a la pobreza y el desempleo, así como alimentar comportamientos que solamente buscan “reformar” o “potenciar” el sistema.

En este párrafo nos referiremos a dos casos de figura: la petición de aumentos salariales y la exigencia de realizar inversiones.

i. Jamás la eliminación de la pobreza se logrará pidiendo aumento de salarios solamente

Leamos el testimonio de hace tres siglos que nos ha legado Adam Smith (1776). Al parecer, las cosas no han cambiado gran cosa, a pesar que desde mucho antes la exigencia de aumentos salariales era, y es aún para muchos, el camino de la liberación económica.

“Los trabajadores desean obtener lo máximo, los patrones otorgar lo mínimo. Los primeros están dispuestos a agruparse a fin de obtener aumentos; los últimos, dispuestos a agruparse para disminuir los salarios. No es difícil, sin embargo, pronosticar cual de las dos partes debe, tomando en consideración las circunstancias normales, tener la ventaja en la discusión y forzar los otros a un acuerdo en base a sus términos. Los patrones, siendo pocos en número, pueden ponerse de acuerdo mucho más fácilmente; y la ley, además, autoriza o, por lo menos, no prohíbe sus acuerdos, pero sí los de los obreros. No tenemos dispositivos legales contra los acuerdos a disminuir el precio del trabajo; en cambio muchos contra los acuerdos a elevarlo.

En todas estas discusiones, los patrones pueden resistir mucho más tiempo. Un terrateniente, un agricultor, un industrial, un comerciante, aunque ellos no emplearan un solo obrero, podrían generalmente vivir un año o dos con el stock que ellos han adquirido. Muchos trabajadores no podrían subsistir una semana, menos podrían subsistir un mes, y mucho menos un año sin empleo […]. Los patrones están, siempre y en cualquier sitio, en una forma de tácito pero constante y uniforme acuerdo, para no aumentar los salarios por encima de su tasa vigente.”

Suponiendo, en el mejor de los casos, que se logre un aumento salarial significativo, ello no habrá modificado en un ápice la regla de la repartición individualista: el 100% del resultado neto de la actividad económica pertenece y continuará perteneciendo al propietario o a los accionistas de la empresa. Algo más, mientras subsista este tipo de repartición, el desempleo y la pobreza continuarán a pesar del aumento salarial logrado. Este tipo de repartición es viejo de diez mil años. Durante ese período muchas luchas sindicales se han desarrollado en todas partes del mundo pero, el principio de la repartición individualista no ha sido modificado ni en un milímetro.

ii. Jamás la eliminación de la pobreza y el desempleo se alcanzará realizando inversiones y más inversiones solamente

Comenzaremos diciendo que, en los países “emergentes” las inversiones son destinadas fundamentalmente a realizar obras; “obritas” en el lenguaje popular. Desgraciadamente esta palabra se ha convertido en sinónimo de robo. La corrupción política se encarga de “volatilizar” las inversiones.

Pero, supongamos por un momento que ello no sucede. Entonces, en condiciones de eficiencia económica, ¿las inversiones eliminarán la pobreza y el desempleo?. Tomemos un ejemplo, el del país más “desarrollado” del mundo: los Estados Unidos de Norteamérica. Después de una fulgurante tasa de crecimiento que motivó la imagen siempre creciente del “sueño americano”, ¿ha logrado eliminar la pobreza y el desempleo, aunque fuera por una década, por un año, o, en el mejor de los casos, por un mes? Y no olvidemos que con una tasa de crecimiento menor, con menor o casi inexistente acumulación de capital, durante por lo menos 190 mil años, nuestros ancestros (“los primitivos”) no sufrieron ni de pobreza ni de desempleo.

Sin hablar de los alrededores del centro de sus grandes ciudades como Nueva York, Chicago, Los Ángeles, sin hablar de la pobreza evidente en varias zonas geográficas de los Estados Unidos, en la cúspide de su crecimiento de las últimas décadas, su tasa de desempleo ha fluctuado entre el 6 y el 14 % de la población económicamente activa. Es decir, una población de más de 60 millones de habitantes, cuyas personas en edad de trabajar, no trabajaron ni trabajarán durante toda su vida. Y esto, en el país más rico y próspero del mundo. En el país que concentra casi todas las riquezas de más de la mitad del planeta.

“El IWPR, un Instituto de Investigaciones Políticas sobre la Mujer, de Washington, considera que sin las ayudas del Seguro Social, relata Higinio Polo, doctor en Historia contemporánea, casi la mitad de las mujeres que superan la edad de jubilación pasarían a ser indigentes. Hay que recordar que el propio ministerio de Agricultura de EEUU publicó un informe a finales de 2007 donde se informaba que 35 millones de ciudadanos (casi 13 millones de niños entre ellos), pasaron hambre en 2006. En todo el país hay unos 45 millones de personas que no tienen acceso a la sanidad.”

Según las proyecciones de la Oficina del Censo de los Estados Unidos, “sobre 40 países incluyendo varios del África, del Asia central y de Rusia, tendrán una esperanza de vida inferior en 2010 a la que tuvieron en 1990.”