PROGRESO Y BIENESTAR

PROGRESO Y BIENESTAR

Hugo Salinas

Volver al índice

 

 

CONCLUSIÓN DE LA PARTE I

La producción capitalista es sobre todo una producción en vista de la producción. Mientras que en todos los modos de producción anteriores, el acto social del trabajo no tenía otra finalidad que el consumo, es decir la satisfacción de las necesidades sociales, el capitalismo pervierte esencialmente el sentido de este acto haciendo de la producción su propio objetivo.

Alain BIHR

Como le expresara claramente Keynes: “los dos problemas fundamentales del mundo en el que vivimos son, primero, que el pleno empleo no se encuentra asegurado y, segundo, que la repartición de las riquezas y de las remuneraciones es arbitraria y sin equidad.” No es ni la educación ni la ecología ni el nivel de producción. Pongamos a un niño desnutrido a estudiar y los resultados son y seguirán siendo decepcionantes. La mayor parte de la población, ¿cómo puede tener un cuadro de vida agradable e incluso respetar a sus congéneres y a la naturaleza, si sus salarios no van mas allá de un dólar por día? A duras penas sobreviven. En estas condiciones, ¿cómo se puede eliminar la violencia, la prostitución y la corrupción en los países “emergentes” y en los altamente industrializados?

Una cosa es crear riquezas y otra, muy diferente, cómo se reparten esas riquezas creadas. Esto traduce un hecho evidente que ha sido desestimado por los especialistas de la economía. Todo acto económico tiene dos elementos: el proceso de trabajo, con el cual se producen bienes y servicios; y, la decisión económica, que se concretiza en el tipo de repartición de las riquezas creadas. Las escuelas tanto marxista, clásica y neoclásica no hacen diferencia entre estos dos elementos.

Se puede producir ingentes cantidades de bienes económicos pero, en ningún instante se tiene la seguridad de que conducirá a un incremento del bienestar del conjunto de la población. El origen de este comportamiento económico se encuentra en que se impuso, y con el tiempo la sociedad consintió, la decisión económica privada, a interés individualista, como el segundo elemento de la actividad económica. En tiempos modernos, este fenómeno se lee como la repartición individualista de la totalidad de los beneficios (utilidades) de las empresas, las mismas que van a parar, en 100%, en las manos de sus propietarios o de sus accionistas.

Aun cuando las riquezas se han incrementado enormemente, la repartición individualista genera siempre pobreza, desde hace diez mil años aproximadamente y, desempleo desde hace cinco siglos aproximadamente. Si el objetivo es entonces eliminar la pobreza y el desempleo, no es una cuestión ni de aumento de la producción o de los salarios; ni de mayores índices de educación, sino de introducir el tipo de repartición que genere bienestar general, como segundo elemento de todo acto económico.

Y es aquí en donde se plantean nuevas interrogantes. ¿Cuál debería ser la alternativa para tender el puente entre la empresa y la sociedad? ¿Es una cuestión de eliminar la repartición individualista pura y simplemente, de substituirla por la repartición igualitaria, o es que los dos tipos de repartición deben coexistir? En este caso, ¿cómo podríamos justificar la subsistencia de la repartición individualista, origen de la pobreza y el desempleo? Estos son los temas que se abordarán en la Parte II de esta obra.