PROGRESO Y BIENESTAR

PROGRESO Y BIENESTAR

Hugo Salinas

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CAPITULO IV. LA SOLUCIÓN AL ESTADO PURO

Ustedes quieren que los pobres sean asistidos, yo quiero que la miseria sea suprimida.

Victor HUGO

Quatre-vingt-treize (1873)

Basta con lanzar una mirada rápida a la historia del ser humano, para darse cuenta que desde sus orígenes no ha cesado de aumentar ni en número de personas ni en cantidad y variedad de riquezas. Los seres humanos han sido capaces de generar una dinámica de evolución y de desarrollo de la economía que ha permitido resolver, paso a paso, sus necesidades de supervivencia primero, de confort material luego, y ahora está ingresando en una nueva manera de trabajar que tiene por objetivo esencial conservar y desarrollar el estado físico, mental y espiritual del propio ser humano. Nunca antes se había preocupado tanto en su constitución misma y en su relación con los otros.

La naturaleza y estructura de los elementos del proceso de trabajo de concepción hacen posible pensar que otros grandes sueños del ser humano serán por fin posibles de realización. Con esta nueva manera de trabajar, se esta ingresando en una nueva dimensión en la evolución de la actividad económica y en la del propio ser humano y el de su sociedad.

Sin embargo, la pobreza y la desocupación se presentan como dos grandes barreras al cumplimiento de estos objetivos. Ellos se han enraizado en nuestra vida cotidiana. Son lastres que hacen mal, y vienen acompañados del vicio y la corrupción en todos los niveles y en todos los rincones de la sociedad. Nadie escapa a sus efectos perversos y, por su duración, crea un sentimiento de fatalidad. Pareciera que no hubiera escapatoria.

Del análisis se deduce que ellos son los efectos negativos de la repartición individualista, a través del cual el resultado neto de cada ejercicio económico es transferido, en su totalidad, hacia un reducido número de personas. De tal manera que, aún cuando ya vivimos sobre una estructura de economía de abundancia, más de tres cuartas partes de los seres humanos viven en situaciones de miseria, de desempleo y de abandono.

La repartición individualista, con el correr de los miles de años se ha convertido en una decisión de sociedad que, con su aval, destruye cada vez más el tejido social y económico. “No nos engañemos: la solución de las desigualdades se hará no a partir de la redistribución sino de la repartición inicial,” adelanta el profesor Denis Clerc.

Comenzamos resumiendo los argumentos más importantes que indican la necesidad de reconstruir el puente entre la economía y la sociedad; para luego, precisar las vigas maestras del modelo al estado puro.

A. ¿POR QUÉ ES NECESARIO RECONSTRUIR EL PUENTE ENTRE LA ECONOMÍA Y LA SOCIEDAD?

La Revolución Francesa es el más bello ejemplo del sueño de los pueblos del mundo. Miles y muy probablemente miles de millones de personas, en todas partes del planeta, han ofrendado sus vidas en aras de la “Liberté, Egalité, Fraternité”. Como para mantener viva la esperanza, todos los frontispicios de las escuelas laicas llevan gravados esas tres nociones que resumen el sentir de los pueblos.

Desgraciadamente, una igualdad ante la ley no tiene ningún valor cuando no existe una igualdad en la vida diaria. ¿Cómo podríamos hablar de igualdad ante la ley si la mayoría de la población trabaja solamente para supervivir, mientras que unos cuantos manejan la totalidad de la economía a su libre albedrío? Es así cómo la repartición individualista genera un comportamiento individualista creando ilusiones en la mente y en el corazón de cada una de las personas. Pero la realidad es dura, creando grandes decepciones en la mayoría de la población.

a. Ilusiones generadas por la repartición individualista

La repartición individualista facilita la concentración de las utilidades de las empresas en muy pocas manos a nivel local, regional, nacional, mundial, generando en todos los individuos un apetito inmenso, irrefrenable, de encontrarse dentro de los favorecidos.

De esta forma, el objetivo de la actividad económica ya no es la satisfacción de las necesidades del ser humano, sino la búsqueda incesante y enfermiza del poderoso señor don dinero. Grandes ilusiones, sin saber que las decisiones del individuo y las decisiones de la sociedad se mueven en dos esferas diferentes.

i. Los sueños de grandeza, el señuelo egoísta del comportamiento individualista

Son las características del proceso artificial de producción que han facilitado la continuidad de la pobreza y el nacimiento del desempleo. Este mismo proceso de trabajo, en su fase de economía financiera, facilita el desarrollo de la especulación como uno de los excesos de la repartición individualista, el cual ya no se interesa en la producción de bienes y servicios sino en la producción de dinero a través del dinero.

Es el espíritu de la repartición individualista que indudablemente hace nacer y expandir los excesos de una economía que ha perdido su verdadero objetivo. Cada uno de los millones de empresarios existentes en el planeta, siente fuertemente la necesidad, y cree ciegamente en la posibilidad, de convertirse en el más grande y el más poderoso, a nivel país, región y, porqué no, a nivel mundial.

El proceso artificial de producción lo permite y el principio de la repartición individualista crea esta ambición ilusoria en la mente de casi todas las personas. Comportamiento alimentado por el nacimiento y desarrollo fulgurante de empresas, nacionales, transnacionales y multinacionales de gran envergadura. Algunos ejemplos, como el de Bill Gates recientemente, confirmarían la esperanza.

Lo que olvidan tanto los empresarios, como las personas, es que todos ellos tienen la misma ambición y esperanza, lo cual genera otra de las características del proceso artificial de producción: la competencia permanente e infernal entre todas sus unidades celulares. De este modo, ninguna de las empresas ni de las personas será el único y el más poderoso. Los cinco siglos de existencia de este proceso de trabajo, en repartición individualista, lo confirma. Lo que sí permite es la concentración de riquezas y de poder en pocas manos mientras que la mayoría de la población sufre miseria, hambre y desocupación.

Esta es la constante del modelo de desarrollo que se practica desde hace diez mil años y que se encuentra bien representada en la curva de Lorenz. Y, sin embargo, la mayoría de la población, precisamente aquella que sufre de pobreza y de desocupación, como reales testarudos, siguen creyendo ciegamente en ese modelo de desarrollo guiado por la repartición individualista.

El egoísmo individualista que genera en cada uno de nosotros es más poderoso y enceguecedor que el análisis racional de los hechos cotidianos. Las crisis económicas y las guerras permanentes juegan el rol de “válvulas de escape”, sin las cuales hace un buen momento que el género humano ya hubiera desaparecido como consecuencia de ese instinto de depredación sin límite que genera la repartición individualista. De todas formas, esas válvulas de escape son muy costosas en vidas humanas y en recursos materiales.

ii. Una ilusión bien entretenida: resolver los problemas de sociedad a partir de decisiones individuales

Hay temas que son recurrentes. Son temas que el pensamiento oficial los difunde copiosamente y los enarbola como las mejores respuestas a los dos grandes males de nuestro tiempo. Se trata principalmente de la formación profesional, de la creación de la empresa individualista, y de la emigración.

1. La formación profesional

Es muy corriente actualmente escuchar que para salir de la pobreza y del desempleo es mejor hacer una carrera profesional brillante. Es cierto que la formación profesional puede sacar del desempleo y de la pobreza al individuo que ha tomado esta decisión pero, es muy poco lo que puede hacer con respecto al desempleo y la pobreza de un país; menos aún, de todos los países del planeta. Siendo tremendamente positivos podríamos suponer que todas las personas, sin excepción, devienen profesionales altamente calificados, cada uno en su rama. Los primeros graduados muy probablemente encontrarán un trabajo bien remunerado. Ellos no conocerán la desocupación y saldrán de la pobreza, si por desgracia ese fue su origen. Pero, ¿todos encontrarán trabajo? Si para los pocos profesionales que actualmente existen no hay trabajo, menos aún será para todos.

Ya en 1548, Etienne de la Boétie se preguntaba: “¿existe una síntesis más fuerte y concisa de relaciones humanas en el cuadro de un centro de trabajo endemoniado, en donde cada uno es empujado a aplastar al otro para conseguir su propia supervivencia; en donde, el egoísmo es sentido como una protección inmensamente más eficaz que cualquier acto de solidaridad; pero también, en donde aquel comportamiento de cada uno para sí mismo, hace de todo individuo su propio tirano al mismo tiempo que el de todos los otros?”

La pobreza y el desempleo no ataca solamente a los analfabetos o a los sin iniciativa. Muchos, miles, millones de profesionales altamente calificados se encuentran sin empleo tanto en los países del Tercer Mundo como en los altamente desarrollados. Y esto no es desde ahora. ¿Cuál es la explicación?

La decisión de seguir una formación profesional es personal, individual, y las decisiones del individuo no le incumben más que a él y a lo sumo, a sus familiares y amigos. La pobreza y el desempleo, en cambio, son fenómenos que conciernen al conjunto de miembros de una sociedad; es decir, son males de sociedad. Ellos son la consecuencia directa de la repartición individualista del resultado neto de la actividad económica.

Las decisiones del individuo y las decisiones de la sociedad juegan en dos espacios diferentes. Mientras que las decisiones del individuo no afectan en gran medida a las decisiones de la sociedad; éstas, en cambio, sí afectan directamente a las decisiones del individuo. Que una persona, después de una formación profesional, consiga trabajo no modifica en gran medida el clima de desempleo de los países del Norte como del Sur; en cambio, ese clima de desempleo sí inquieta al joven en formación profesional. Lo mismo sucede con el fenómeno de la pobreza.

2. La creación de la pequeña empresa

Es el mismo caso de aquellos que se lanzaron a su formación profesional. La decisión de convertirse en su propio empresario es brillante. Varios de ellos resultarán florecientes empresarios pero, ¿habrán modificado en algo la pobreza y el desempleo en el planeta o, aunque fuere, en el país? En un acto de optimismo desmesurado supongamos que todos los que quisieron crear su propia empresa lo han logrado y, además, todos se han convertido en brillantes y prósperos empresarios. ¿Es posible? En el mundo de la repartición individualista no hay lugar para todos. No hay 7 mil millones de Bill Gates. Hay solamente uno. Y no es porque al resto le falte iniciativa, carisma, inteligencia, conocimientos y competencias.

El empresario actualmente nace con la repartición individualista. Su desarrollo no pone en tela de juicio al tipo de repartición, aquella que crea pobreza y desempleo. Al contrario, su esperanza es apoyarse en ese tipo de repartición para llegar a devenir el gran empresario. En esas condiciones, el desarrollo industrial no modificará en nada la causa del desempleo y de la pobreza. En cambio, una economía atacada por la pobreza y el desempleo hará difícil el florecimiento de su empresa y de las habilidades de los empresarios.

3. La emigración

La emigración hacia los países del Norte es otra de las alternativas para resolver la pobreza y el desempleo. Mejor ejemplo que los inmigrantes de los Estados Unidos no puede existir. Aquellos que se atrevieron a atravesar el Atlántico fueron recompensados por la fortuna y la gloria. ¿Pero lograron igualmente eliminar la pobreza y el desempleo de sus países de origen? Ciertamente, no.

De igual manera, es incuestionable la gran contribución de los emigrantes latinos que pisan suelo americano. Más de cien mil millones de dólares por año envían a sus familiares . Un monto que supera largamente el producto bruto interno anual de varios países de América Latina. Bien por ellos que han logrado liberarse de la atmósfera malsana de pobreza y de desempleo de sus países de origen. Pero, ¿han logrado con ello eliminar la pobreza y el desempleo de, por lo menos, los países latinoamericanos? Indudablemente que no.

La emigración, como la formación profesional y la creación de su propia empresa, es un buen escape individual a la zozobra, la angustia y la depresión que causan la pobreza y la desocupación, pero en ningún momento puede ser enarbolada como una alternativa a la eliminación de problemas que tienen por origen a una decisión de sociedad.

b. Decepciones

La repartición individualista crea grandes ilusiones pero, al mismo tiempo, grandes decepciones. Luego de la euforia, la realidad se impone: el hijo del rico sigue siendo rico y el hijo del pobre sigue siendo pobre. La mayoría de los profesionales deben resignarse a sus miserables remuneraciones, en el caso de que encuentren un trabajo. De igual modo, el cementerio se encuentra lleno de microempresarios.

i. El hijo del rico sigue siendo rico y el hijo del pobre sigue siendo pobre

Este fenómeno socioeconómico es una constante en las sociedades en donde prima la repartición individualista. La distribución estadística de la pobreza en el seno de la población se confirma desde hace diez mil años. Adam Smith, en 1776, ya lo remarca con toda claridad:

“La diferencia entre los hombres ocupados en profesiones las más opuestas, entre un filosofo y un porta papeles, por ejemplo, parece provenir mucho menos de la naturaleza que de los hábitos y de la educación. Cuando estuvieron al comienzo de sus vidas, entre los seis u ocho primeros años, había quizás entre ellos un cierto parecido, a tal punto que sus padres o amigos no hubieran remarcado una sensible diferencia. En esta edad o un poco después, fueron ocupados en profesiones bastante diferentes. Desde ahí comenzó entre ellos una cierta diferencia que sensiblemente ha ido aumentando, al punto que ahora la vanidad del filosofo consentiría a las justas un punto de parecido” .

Esta desigualdad de oportunidades desde el inicio de sus vidas, como lo señala Gérard Thoris, debido a una desigual dotación de capital intelectual, es reforzado por “el capital cultural como el conjunto de competencias adquiridas en la familia, el capital social como la red de relaciones ligada a la categoría social de los padres, y el capital económico como patrimonio de las empresas familiares” .

La información estadística del Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos (INSEE), Francia, según el profesor Yoland Bresson confirma que “el 61,1% de los hijos de profesionales altamente calificados serán por lo menos técnicos altamente calificados, profesionales o profesionales altamente calificados, mientras que el 72,7% de los hijos de obreros seguirán siendo obreros calificados, obreros especializados o mano de obra; […] o todavía, el 78,9% de los hijos de obreros agrícolas terminarán siendo obreros calificados, obreros especializados, mano de obras o asalariados agrícolas.”

Si a esta información estadística le ligamos la dura realidad de la concentración de riquezas que facilita la repartición individualista, la misma que pasa de generación en generación, será fácilmente comprensible que los hijos de los ricos siguan siendo ricos mientras que los hijos de los pobres continúen siendo pobres, en la gran generalidad de casos.

En junio del 2006 aparece esta noticia: la segunda persona más rica del mundo, Warren Buffett, dona unos 37 mil millones de dólares, más del 80% de su fortuna, a las fundaciones que gestionan su propia familia y su amigo Bill Gates. Algo más, según la revista Forbes, en Estados Unidos, cuatro de las personas que se ubicaron entre las 10 más acaudaladas pertenecen a la familia Walton, dueña de la cadena de supermercados Wal-Mart. Pero a pesar de esta evidencia, continuamos soñando como si la realidad no existiese. Quizás porque, ante nuestros ojos y nuestra memoria, no existe otra alternativa.

Ello contribuye a que las personas, y los trabajadores en especial, tengan “el sentimiento de que todo se encuentra bloqueado y, más profundamente, todo esfuerzo es vano,” nos manifiesta el filósofo y psicoanalista Cornelius Castoriadis.

ii. Remuneraciones mínimas y desempleo para la mayoría de los profesionales

Dos datos para centrar la conversación. Por un lado, “Le Monde (1 de diciembre del 2008) informa que el patrón del constructor de automóviles Porsche gana más de mil trescientos euros por hora de trabajo” Su remuneración anual fue nada menos que 77 millones de euros. Por otro lado, el profesor Robert Boyer de la Universidad Paris X, Francia, se formula la pregunta siguiente: “¿Es tan habitual que ciertos egresados de los mejores centros de estudios superiores tengan dificultades para encontrar un empleo? Esas son las dos caras de la misma moneda que conviven diariamente.

Muchos piensan, honestamente, que una formación profesional de excelencia es el mejor camino para salir de este atolladero. En términos personales, sin ninguna duda. Sin embargo, se olvida que mientras la repartición individualista sea el segundo elemento de la actividad económica, la mayoría se quedará desempleada. Son pocos, y por poco tiempo, los profesionales que gozan del fruto de sus competencias.

La mayoría de estas personas se ven obligadas, para subsistir, de reorientar sus objetivos profesionales hacia otras actividades socio-profesionales mucho menos remuneradas. Es lamentable encontrar en puestos menos calificados a personas altamente diplomadas. Y, por supuesto, con remuneraciones que a las justas les alcanza para sobrevivir; y muy difícilmente, para recuperar los esfuerzos e inversiones realizadas en su formación profesional.

A pesar de su situación lamentable, no son todavía los menos miserables; porque junto a ellos se encuentran los profesionales altamente calificados que no encuentran simplemente ningún puesto de trabajo. Tanto esfuerzo y dedicación en su formación que se encuentran incluso inadaptados para la búsqueda de otros tipos de trabajo. Psicológicamente se encuentran enfermos. Muchos terminan con enfermedades mentales o simplemente suicidándose.

iii. El cementerio se encuentra lleno de microempresarios

Cuando decimos que en repartición individualista son los empresarios que se apropian de la totalidad de los beneficios de las empresas, es necesario hacer una precisión. En principio, el resultado neto de la actividad económica, basado sobre el proceso artificial de producción, esta compuesto de beneficios o de pérdidas. Son los propietarios y accionistas que se apropian de los beneficios o toman la responsabilidad de las pérdidas.

Pero, hay empresas y empresas. Algunas de ellas son multinacionales o transnacionales; otras simplemente nacionales. En algunos casos, su radio de acción no va más allá de la región, de la localidad o del grupo de amistades que animan esta actividad económica. Una vez más, la concentración de activos tiene la forma de la curva de Lorenz, la cual nos indica que más de las tres cuartas partes son microempresarios.

“De los casi 26 millones de firmas de Estados Unidos, la mayoría son muy pequeñas – 97,5 por ciento – pues tienen menos de 20 empleados”, declara la Administración Estadounidense de la Pequeña Empresa. Según la información INSEE, Francia, existe 5 mil microempresas [con menos de 9 trabajadores] por cada 100 mil habitantes. En la región Normandia – Alsacia existe 3 mil microempresas por cada 100 mil habitantes.

El microempresario tiene poco capital fijo, casi nada de capital de trabajo, poca o casi nula formación, y su familia y él trabajan noche y día durante toda la semana, el mes, el año. No cuentan con vacaciones ni seguridad social. Bajo estas condiciones, lo que el microempresario llama los beneficios de su empresa, en realidad, ese monto no alcanza ni a cubrir sus costos de producción y de comercialización.

La mayoría de microempresarios trabaja a pérdidas, las cuales no son muy visibles porque juegan a un ejercicio vicioso: los préstamos no son pagados o a lo sumo el último sirve para pagar una parte del anterior; sin licencia de funcionamiento ni pago de arbitrios municipales, peor aún de los tributos nacionales. Y el período de su vida la más lamentable es cuando llega la época de la jubilación. Sin seguridad social, sin energías para seguir trabajando, sin ahorros ni rentas, sin un perro que le ladre. Es sencillamente un final más triste que lo que tuvo que soportar el siervo o el esclavo.

Y son ellos precisamente los que creen firmemente en que el desarrollo de la empresa, en repartición individualista, les conducirá al éxito. Todos ellos se encuentran convencidos de que a la vuelta de la esquina se encuentra la oportunidad que transformará sus vidas. No son conscientes que son parte de una escalera a nivel mundial, cuyo último peldaño es ocupado precisamente por ellos.

Todo el esfuerzo cotidiano de esos millones de microempresarios es acumulado en la parte superior de la escalera.

Luis Miguel Busto Mauleon nos proporciona un ejemplo de la concentración y acumulación de riquezas y, por cierto, no la más importante a nivel mundial. “El grupo Telefónica Latinoamérica, controlado a 100% por Telefónica [España] se encuentra presente en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. Ella realiza lo más grande de sus utilidades en Argentina, por intermedio de Telefónica de Argentina, en la cual participa con el 98.3% del total de acciones; en Brasil, a través de Telesp con una participación del 87.5%; en Chile, con Telefónica CTC Chile con una participación del 44.9%; en el Perú, por intermedio de la empresa Telefónica del Perú con una participación del 98.2% del total de acciones.”

Visto muy resumidamente los efectos perversos de la repartición individualista, pasamos a presentar esquemáticamente un modelo, al estado puro, que tiene por objeto resolver el problema de la pobreza y el desempleo.