REMOLINOS Y CIRCUNVALACIONES. ELEMENTOS DE MATERIALISMO CRÍTICO

REMOLINOS Y CIRCUNVALACIONES. ELEMENTOS DE MATERIALISMO CRÍTICO

Edgardo Adrián López

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Capítulo V. La hipótesis ortodoxa de las clases, y la teoría de los grupos y de las élites

I

Para la visión simplificada de Marx, la hipótesis de las clases es suficiente para explicar la estratificación social de las comunas clasistas. Apoyándose en esto, otros intelectuales cuestionan al amigo de Engels, porque su teoría de las clases no puede describir la situación en sociedades etnográficas. Y es cierto, pero Marx no contaba sólo con las clases para explicar la estratificación; lo podremos comprobar.

Con lo que llevamos comentado, es dable definir a la clase dominante como la que acapara plusproducto, además de ser la propietaria de o la que controla los medios fundamentales de producción. El matiz entre “propietaria” y “la que controla”, se debe a que no todas las clases dominantes que existieron, fueron propietarias de tales medios. En el feudalismo, el único propietario destacado era en realidad, el Rey o Príncipe; el resto de los nobles, eran vasallos que poseían en control, extensiones de tierra. Y enunciamos “destacado” porque los otros propietarios eran innumerables campesinos, que no eran siervos de la gleba pero que tampoco eran clase dominante rural.

La clase oprimida será la que hace el papel de fuerza de trabajo que suscita excedente, y que puede o no carecer de medios de producción. Esta aclaración es nuclear, puesto que no todas las clases dominadas carecieron de medios de producción. Los siervos de la gleba del feudalismo, eran propietarios de elementos de labranza y hasta de algunos animales de tiro. También es importante por otro motivo: ser clase dominada no implica necesariamente, no contar con propiedad alguna. Muchos obreros actuales, a pesar de estar sometidos al capital, son propietarios de su casa, de autos y hasta de lugares de campo en los que vacacionar. Tales puntualizaciones son pertinentes, dado que los reacios a Marx esgrimen que ya no hay clases dominantes en el capitalismo, a causa de que se constata que los supuestos trabajadores explotados por el capital, son propietarios. ¡Pero es que Marx no dijo que no pudieran ser propietarios!; lo que especificó es que no son poseedores de los medios esenciales de producción, dado que esos medios están en manos de las clases dominantes, sea por propiedad efectiva o por control.

El asunto es que en la perspectiva lineal, se postula que sobra con las nociones referidas a las “clases” para dar cuenta de toda la estratificación social, con lo que afloran objetores que encuentran ejemplos que no pueden ser encasillados en el concepto “clase”, a no ser que se lo desfigure. Los que protestan, apuntan con razón que los intelectuales, médicos, abogados, determinados campesinos, los artesanos, los comerciantes de barrio, etc., no son clase dominada, pero tampoco, y con evidencia mayor, clase acaparadora de plusproducto. ¿Qué son? Habrá que responder poco a poco...

Lo primero que se tiene que efectuar, es despejar en qué sentido delinea el compañero del General, que en una comuna dividida en clases, existen dos clases fundamentales.

Para ello, lo que hay que sentar es que esta proposición no significa imperiosamente, tal cual la redujo el marxismo escolástico, que únicamente existen dos clases: la teoría de los precios, en tanto que hipótesis sociológica de la interferencia de los “grupos formadores de precios”, en su constitución, es una muestra de que en las clases dominantes hay segmentos múltiples. La situación concreta en las sociedades clasistas es que respiran numerosos sectores que integran las clases dominadas y dominantes, y no sólo dos: existen “capas” y fracciones casi innumerables... Hasta aquí, estamos de acuerdo con un estudioso como Gramsci.

Entonces, ¿por qué Marx sostiene lo que discutimos? En virtud de que en cada modo de producción específico, comprobamos que insisten dos clases que lo caracterizan: en la esclavitud latina, terratenientes romanos esclavistas y esclavos; en el feudalismo, los señores feudales y los siervos de la gleba; en la colectividad burguesa, capitalistas y obreros. Pero reiteramos, a riesgo de ser cansadores, que lo anterior no significa que en los hechos, haya nada más que dos clases.

Lo otro que se debe llevar a cabo, es recordar el nivel temporal que está invaginado en la categoría “modo para suscitar tesoro”: desde 100 años a milenios, esto es, el tiempo histórico de larga y hasta de larguísima duración. Por ende, Marx se ubica en un plano de abstracción muy elevado, poco concreto, lo que implica que tendrá que haber un registro no tan abstracto.

En efecto, ese nivel existe y es el enlazado con la idea “formas de economía y sociedad”, frecuentemente traducido como “formación económico-social”, traducción que tiene la desventaja de acentuar el aspecto económico en desmedro de lo societario. Por una cuestión de lógica, si la noción “clases” se conecta con el plano elevado de “modo de producción”, no puede también vincularse con otro hojaldre más concreto. Esto significa que la categoría “clases” no servirá del todo, para dar cuenta de los matices delicados de la estratificación social concreta de una etapa específica. ¿Qué hacer? Recuperar determinados planteos sugestivos del admirador de Engels, para dar origen a una teoría de la estratificación más sutil y acorde al materialismo crítico de Marx.

Al igual que en ocasiones previas, el Prof. Adjunto se halla casi solo en esta toma de posición, tanto que los artículos que redactó sobre el tema, fueron poco aceptados y se tropezaron con enormes dificultades para ser admitidos. Pero no porque carecieran de fundamentación y de referencias más que explícitas a los textos de Marx, sino a causa de que generaban la sensación de que se estaba desvirtuando su teoría “original” a tal extremo, que estábamos incurriendo en una visión demasiado “libre” y hasta poco rigurosa, en redor del intelectual germano. Pero lo que el docente no es, es leninista; sí es marxista, a pesar de los abucheos y silbidos...

Previo a continuar, es adecuado hacer un alto y advertir que así como es ineludible efectuar una diferencia entre los dichos de Marx y de Engels, y de ambos con respecto a Lenin, también es oportuno hacer las salvedades necesarias entre las afirmaciones de Lenin, alrededor de ciertos asuntos, y entre los dichos de los leninistas. El caso de la estratificación social en las comunas concretas, da el ejemplo: en rigor, Lenin oscila entre defender una teoría de las clases como la única apta para analizar toda estratificación posible, y entre detallar componentes que no integran las clases. Unas veces, denomina a esos sectores, “segmentos intermedios” entre el proletariado y el capital, y en otras ocasiones, los bautiza como “clases dominadas”. Si bien Lenin vacila en determinados escritos, en cómo habrá de clasificar a los artesanos, a los campesinos, a los funcionarios, a los integrantes del ejército, etc., los leninistas directamente sostienen que corresponden a una u otra clase, lo que es discutible, como veremos.

Habíamos definido a la clase dominada como aquella que estaba compuesta por trabajadores productivos, es decir, por quienes, haciendo el papel de fuerza de trabajo, se encargan de gestar excedente. De nuevo, antes de seguir es impostergable puntuar que no muchos marxistas están dispuestos a adoptar las deducciones que efectuaremos, pero nos surge que es una de las pocas maneras de ofrecer una solución más o menos satisfactoria, frente a la existencia de segmentos que no son clases, sin incurrir en una deformación del concepto “clase”, que sea peor que el problema a diluir.

Si existen trabajadores productivos, hay obreros improductivos. Si los primeros son creadores de excedente, los segundos no lo serán. El compañero de Engels, los define como consumidores de riqueza o “presupuestívoros”. Incluso, advierte que dan la sensación de ser una “falsa clase”; en particular, suscitan ese efecto los que detentan elevados niveles de consumo.

Otra vez, debemos interrumpir la argumentación para una aclaración: no siempre los obreros productivos son sí o sí, clase oprimida. Los trabajadores productivos son clase dominada en las sociedades clasistas, no en cualquier colectividad factible. Un ejemplo de una comunidad integrada por obreros productivos sin clases, lo representan las sociedades etnográficas. De emerger en alguna ocasión, el socialismo también sería una comuna de trabajadores productivos sin clases.

No siempre el dinero fue un mecanismo para saldar las “deudas” contraídas con los empleados en calidad de obreros improductivos. En las comunas en las que no existió moneda pero con suficiente complejidad como para que hubiera ese tipo de trabajadores, como en las colectividades de trueque simple, se les retribuía sus ocupaciones con productos, ofrendas, distinciones simbólicas, mujeres vírgenes, la “autorización” de una noche con la “esposa” de quien solicitaba la actividad del agente improductivo, etc.

Sea que se use dinero o no, el obrero no productivo recibe por sus tareas, determinada “renta”. Ahora bien, los trabajadores improductivos son au fond, “pseudo obreros”, id est, no realmente trabajadores, a pesar que deban realizar alguna labor concreta. Es importante que retengamos lo enunciado, para cuando observemos cómo pincelar a los que componen las llamadas “fuerzas armadas” (policías, ejército, custodios de frontera, controladores de aduana, carceleros, etc.).

Ejemplos actuales de obreros no productivos son los maestros, profesores de Enseñanza Media, docentes de terciarios y profesores universitarios dependientes del Estado; también lo son jueces, ministros, diputados, senadores, etc.

Aquí cabe efectuar tres aclaraciones, allende las Metafísicas o filosofía de la claridad y de lo claro. La primera es que no todos los actuales trabajadores improductivos reciben un salario, por más que cobren una paga en dinero. La “dieta” de diputados, senadores, concejales, etc., no es un salario en sentido estricto, sino un “estipendio” en moneda. La categoría “estipendio” es utilizada por el enamorado de las hermanas Burns, en El Anti-Dühring (p. 263), cuando habla de los mantenidos por mujeres. El asunto es que la clase de obreros no productivos son trabajadores cuyos ingresos son una “renta”, mas no son asalariados.

El segundo “desembrague” es que los maestros y los docentes en general que no sean empleados del Estado y que laboren para institutos privados, donde la educación funciona como negocio, dejan de ser obreros no productivos para convertirse en trabajadores que valorizan capital. Por ende, su salario es salario en sentido capitalista.

Lo precedente sirve para sostener que no todo salario implica sometimiento al capital. En ciertas comunas precapitalistas, hubo tarea asalariada pero no en sentido burgués. Por ejemplo, el sueldo que cobraban determinados funcionarios del Estado moderno era salario pero no salario capitalista. Por lo demás, la existencia de obreros improductivos en la colectividad burguesa, ocasiona que no todo salario sea salario en sentido de expoliación capitalista.

Por último, la tercera aclaración es que lo productivo o improductivo no depende de lo que se hace ni del resultado de lo que se hace. Un maestro, cuyo producto es el aprendizaje de sus alumnos, por lo tanto, algo abstracto e intangible, es productivo o improductivo, según sea o no un atareado del Estado; en ello, no interviene la “esencia” de su actividad. La mayoría de los ya citados empleados de comercio son por igual, no productivos. Y es que lo sustancial es si el improductivo, consume tesoro sin reproducirlo y si su desempeño empobrece a quien lo contrata o si gesta riqueza en un proceso de producción R, pudiendo o no suscitar excedente (que en la sociedad de hoy es plusvalía).

Definido así lo que habrá de entenderse por “trabajador no productivo”, resulta que hubo esta especie de atareados, desde antes del capitalismo e incluso, previo al nacimiento de las clases. Of course, un porcentaje considerable de los estudiosos repele tal generalización, a pesar que el mismo Marx la emplea. Implícitamente, uno de esos analistas es Guerrero.

No obstante lo desplegado, alguien podrá afirmar que, aun cuando aceptemos que haya obreros improductivos desde el trueque simple (o antes) a la fecha, los artesanos, los campesinos, las fuerzas armadas, los mendigos, los locos, los jubilados, los pagados en calidad de amantes, los estudiantes, etc., no son ni clase dominante ni clase oprimida, pero tampoco trabajadores no productivos.

En verdad, los campesinos “medios” son aquellos que son propietarios de su parcela, pueden contratar de cuando en cuando, mano de obra y poseen ciertas máquinas, si éstas existen.

Los campesinos “pobres” pueden o no ser propietarios de su tierra (casi siempre, no lo son), no son aptos para contratar mano de obra extra a su unidad doméstica, que es la que se aguijonea con las tareas rudas, y no cuentan con máquinas (apenas si poseen algunas herramientas elementales). Eventualmente, pueden ser ellos mismos, mano de obra estacional, por lo que entonces funcionan o como “jornaleros” empleados por campesinos medios (por ende, no son clase dominada...), u operan en calidad de clase dominada rural.

Los campesinos “ricos” integran las clases dominantes “camperas”.

Los campesinos medios y pobres son “propietarios que laboran”, puesto que el ser propietarios no les alcanza para no atarearse.

Es necesario enunciar que esta clasificación fue desmantelada con “malos modales” por un historiador leninista, aduciendo que eran arbitrariedades mías. En todo caso, es un “capricho” en el que se enreda también Lenin puesto que él, en más de uno de sus artículos, defiende esa caracterización de los campesinos. En síntesis, el desconocimiento de la tradición marxista es de tal calibre que ni siquiera los leninistas dogmáticos saben al dedillo lo que Lenin mismo afirmó acerca de algunos asuntos...

Retomando el tema, es dable abocetar a los hombres de oficio (albañiles, gasistas, electricistas, etc.) y a los artesanos (carpinteros, herreros, etc., especializados) en cuanto “trabajadores propietarios”, dado que laboran para subsistir pero contando con sus herramientas.

Todas las fuerzas armadas se incluyen también en esta categoría que todavía no hemos bautizado: no son obreros improductivos puesto que en realidad, no concretan un trabajo que alcance a figurar como tarea; sus labores no son tarea en el fondo. Los policías que se encargan de atormentar a manifestantes ciudadanos, no hacen un trabajo, a menos que se entienda que “abollar” ideologías con gases, palos, balas de goma, lo sea.

Los que perciben un “patrimonio dinero”, al estilo de los tenderos, kiosqueros, etc., son otro sector.

Campesinos medios y pobres, artesanos y hombre de oficio, fuerzas armadas, etc., componen un mismo grupo que denominaremos “sector independiente”. Por prolijidad exegética, es inevitable recordar que el escritor de los Grundrisse, califica a las fuerzas armadas en tanto atareados improductivos y no en cuanto “sector independiente”.

¿Y los jubilados, pensionados, alumnos? Son lo que Marx nombra como “población ‘superflua’ o inactiva”. En este punto, es ineludible traer a la memoria un aserto sorprendente de El Anti-Dühring:

“[...] El capitalista no tiene otra actividad [...] que jugar en la Bolsa [...] Y si [... en sus primeros siglos] el régimen [contemporáneo] de producción desplazaba obreros, ahora desplaza a [burgueses], arrinconándolos [...] entre la población superflua” (p. 226). Por ende, determinados capitalistas, como algunos preceptores de rentas, especuladores, usureros, son clases opresora pero en simultáneo, población inactiva.

Debo confesar que por sentencias estimulantes como la transcripta, es que estuve considerando la alternativa de efectuar con el genial admirador de Marx, una reconstrucción de sus hipótesis más ricas en consecuencias, cosa de separar lo que hicieron de él, Lenin, los leninistas, el leninismo y quienes lo defenestran. Una de las principales cuestiones que habría que establecer es que este políglota brillante (manejaba 24 idiomas...), fue quien volvió marxista a Marx, por lo que tal cual lo adelanté, aquel fue engelsiano toda su vida.

Recuperando el hilo, ¿qué decir de los mendigos, locos, presos, etc.? Son lo que Engels llamó “parias” y que en términos similares, podríamos bautizar como “excluidos”. El caso particular de los mantenidos por ser amantes, se clasifica en los improductivos que son “parias”.

Resulta que no es igual un artesano que pueda ganar lo suficiente como para estar por encima de cierto nivel de consumo, que otro que sobrevive o mal vive. No es idéntico el ingreso de un ministro que el de un profesor; no es igual un cabo que un Almirante. Por lo que entre los segmentos aludidos, cabe diferenciar entre los “privilegiados” y consecuentemente, los “no privilegiados”.

II

A causa de ser obvio, las clases dominadas están dentro de los últimos, de manera que tenemos:

I. Grupos privilegiados, hegemónicos o dirigentes = {[clases dominantes (rurales y urbanas -cuando las hubiera) + obreros improductivos destacados + sector independiente privilegiado + población no activa acomodada]}

II. Conjuntos no privilegiados, subalternos o dirigidos = {[clases sometidas (rurales y urbanas –cuando existieran) + trabajadores improductivos no destacados + sector independiente no privilegiado + población inactiva no acomodada + excluidos]}

Discutiendo con un historiador weberiano culturalista llamado Thompson, que fue confundido con marxista nomás que por usar determinada terminología con ese “aire”, el responsable de cátedra arribó a la conclusión de que en los conglomerados hegemónicos, también puede ubicarse cierto tipo de “parias” o destacados “lumpen”. Sin embargo, para remarcar el contraste entre ambos conjuntos, preferimos dejar la taxonomía como se halla gubiada.

Tal cual lo habíamos adelantado, esta teoría de los grupos completa la de las clases porque se ubica en otro nivel de abstracción conceptual que el de “modo para la génesis de riqueza”. Sin la ayuda de esta hipótesis auxiliar, es casi imposible contestar las observaciones de los críticos del marxismo ortodoxo, que muestran un sinnúmero de sectores que no son ni clase dominante ni clase dominada. Empero, en 2008 un conjunto de alumnos adujo que ni siquiera esta presunta hipótesis de los grupos podría solucionar los problemas que suscita la estratificación, puesto que en el fondo, los individuos, en la escala en que son singulares y únicos, no pueden incluirse en categorías que los “despersonalizan”. No es nuestra intención “despersonalizar” a nadie, pero la cuestión de cómo caracterizar a un empleado público, a un estudiante, a un jubilado, a un senador, a un gendarme, a un campesino pobre, etc., es un asunto que es real y concreto y que demanda una respuesta. Lo que intentamos es ofrecerla, desde la teoría de los conglomerados sociales, hipótesis que se halla acodada en el exiliado en Inglaterra y que si hemos conseguido algún mérito, es el de haberla explicitado.

Yendo a otro eje, establecimos que el plus producto es lo que acapara de manera directa la clase opresora, por lo que su existencia se explica a partir de los insumos valor. Una fracción de esa plus riqueza, es aspirada por el resto de los integrantes de los conjuntos destacados y por los miembros de los grupos no acomodados, descontando a la fuerza productiva de tarea. Empero, en el vol. I de Teorías sobre la plusvalía, se advierte que los ingresos de los improductivos se determinan por lo invertido en valor y por otros factores. La sentencia puede ampliarse y argüirse que todos los integrantes de los aglomerados sociales que no sean las dos clases nucleares, derivan su sustento de los insumos valor y de otros elementos.

III

Desde un enfoque peculiar, la idea de los aglomerados sociales es compatible con el categorema de “élite”, acorde a lo que tempranamente hilvanamos en nuestra Tesis Doctoral (lo que ahora afinaremos mejor).

La Esp. Marta Pérez (Carrera de Filosofía, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta) y el Lic. Rubén Correa (Carrera de Historia), pincelaron en intelectuales, política y conflictividad social en Salta durante la década del veinte, que la visión marxista de las clases y la mirada propia de los estudios sobre las élites son incongruentes (p. 123). Indican que en las disímiles perspectivas en torno a las élites, algunos las caracterizan en tanto una parte selecta de las clases dominantes (p. 122). Otros, conciben que las élites pueden convertirse en clases a través de fenómenos como la modernización productiva. La mayoría asimila a las élites como un conjunto de escogidos que ejerce de un modo singular, el poder político. Apuntan además, que el enfoque de las élites se puede deslizar potencialmente, hacia el elitismo, incluso, a pesar de las posiciones contestatarias de los estudiosos (ídem).

La mayoría de los que apelan a los conceptos de “élite” y de “clase”, afirman que puede darse la alternativa de que una clase integre distintas minorías “calificadas” o élites, compitiendo por el poder o que es lo mismo, por la dominaciónconsenso (p. 123). Pero aquí es oportuno interrogar si el poder de que se trata, ¿es un poder de clase?, ¿de una alianza de clases?, ¿de sectores, etc.?

También indican que la noción “clase” oscila entre evaluarla una “sumatoria” de agentes con una posición económica, o entre ponderarla un modo históricamente concreto de relación social de producción y de reproducción de la vida.

Salvo en lo que se refiere a la mirada de las “élites” como un grupo selecto, que conlleva una perspectiva elitista, sopesamos que lo que los colegas señalan, son las dificultades empíricas para aislar en el análisis una élite, problemas que emergen con la idea de “clase”. En consecuencia, tales barreras no pueden adoptarse con el carácter de objeciones intrínsecas a la categoría “élite”, de forma parecida a que las dificultades en abocetar lo que es una clase, no nos impide su uso fructífero.

Por descontado, la noción de “élite” que proponemos no es elitista. Entendemos que:

a. una élite es un fragmento de la clase apropiadora de excedente, que puede enfrentarse a otros segmentos, los cuales pueden o no, haber arribado al grado de élite;

b. una élite es un fragmento del resto de los miembros de los acomodados, que puede luchar contra otros segmentos, los que pueden o no haber logrado “compactarse” en tanto élite;

c. sea que las élites resulten de clase o acaben asignables al resto de los elementos de los privilegiados, se orientan de una manera específica en el ejercicio de la dominaciónconsenso. No existen pues, únicamente élites de clase;

d. una élite es un “barniz” simbólico con el que un sector anhela auto interpretarse y con el cual las demás “secciones” sociales, lo asimilan.

Una élite anterior a un régimen de producción al que nace, puede convertirse en clase opresora: una élite feudal puede travestirse en clase burguesa. Por ende, la categoría se aplica a disímiles modos de producción.

Una élite que se halla compuesta por miembros de los destacados que no son clase, puede devenir una clase o integrarse a los nuevos acomodados que surjan.

Aunque todavía no estamos seguros de ello, es factible que se pueda hablar sin anacronismos, de élites en las sociedades complejas sin clases y con Estado, en las que haya poder político (pienso en las comunas pre colombinas).

Asimismo, fracciones distintas de una clase dominante ya cincelada, pueden adscribirse a múltiples élites en competencia. Tal como lo adelantamos, ello significa que no todos los segmentos de una clase apropiadora de plus tesoro, sean capaces de llegar a la “consistencia” de una élite. Más todavía: un porcentaje de la pelea en el seno de la clase dominante, puede afincarse en que la fracción de la clase que opera como élite, impida que las otras facciones alcancen a constituirse con el rasgo de élite. Lo que acabamos de enunciar, se “aplica” a las élites que no son de clase.

Por último, las refriegas por ese poder pueden ser por la hegemonía en el seno de la clase opresora. En la lucha por este predominio, las disímiles élites en competencia pueden articular alianzas intra clase y entre sectores productivos distintos de una misma fracción de clase. Algo similar, con los necesarios matices, es atribuible a las élites que no son de clase (una de las amortiguaciones ineludibles, es que los elementos de los acomodados que no son clase, no son segmentos productivos).

Si constatamos élites que son de clase y otras que pertenecen al resto de los miembros de los destacados, es que las élites no son homogéneas. Para comenzar, las élites de clase que sean hegemónicas, pueden estar integradas por un “cúmulo” de secciones de las clases dominantes. En paralelo, las élites que no son de clase, pueden componerse por múltiples elementos de los privilegiados.

Entre las élites de clase y las que no son de clase, pueden acontecer luchas. Entre las élites de clase y las que no lo son, puede nacer una élite que las englobe: las castas, la nobleza, la aristocracia y la oligarquía (segmentos que a su vez, deben definirse), son imaginables como élites que incluyen a élites de clase y a las que no son de clase. Por igual, las castas, la nobleza, la aristocracia y la oligarquía, pueden ser en exclusiva, élites de clase o élites que no son de clase (aquí habría que realizar otros desembragues, pero no son adecuados en este parergon). De lo que se infiere que toda vez que detectemos en los procesos históricos, que actúan castas, la nobleza, la aristocracia y/o la oligarquía, hay élites (la formación de élites, puede sugerir que los recursos que se desean acaparar no basten objetivamente o no sean percibidos suficientes).

Por contraste con el nacimiento de élites, se deduce que no siempre una clase apropiadora o una sección de los acomodados, consiguen elevarse como élites. Por ende, puede que ese fracaso revele en el segmento de clase o de los privilegiados que no son clase, una debilidad. Puede también indicar que las condiciones de vida no requieren de élites, a causa de que lo que se disputa alcanza o es significado como suficiente, entre otros factores.

Regresando a la cuestión de las peleas entre élites, es dable sentenciar que las refriegas básicas en las colectividades desgarradas en clases, parecen ser:

a- las luchas de clases e intra clases;

b- las peleas de secciones intra grupos;

c- los enfrentamientos de los conjuntos sociales;

d- las luchas entre las enmarañadas élites de distinto origen.

Ninguna de las posibilidades que hemos sugerido alrededor de las élites, de su nacimiento, de las refriegas, etc., pueden decidirse a priori y sin el material que ofrezca la historia.

Para los “destacados” relativos que habiten en los grupos subalternos, es dable apelar de forma metafórica a la idea “élite”, tal cual lo hace Thompson, pero no es aconsejable.

A lo desplegado, añadimos que el atacado por los economistas contemporáneos, emplea el concepto “élite” en los capítulos terminales del tomo I de El capital, acorde a lo que hemos indicado en otros lugares. En consecuencia, su autor no pondera incompatibles el enfoque de élite y el de clases.

IV

La teoría de la estratificación social así completada, guarda cinco ventajas respecto a la anterior hipótesis canónica.

La primera es que la mirada en relación con las luchas sociales, es más intrincada que lo que delinearon los marxismos aceptados, incluido Gramsci.

La segunda, es que no hay necesidad de concebir a los estratos “intermedios” en calidad de presuntas “clases medias”. Tampoco existe una alucinada “clase política”, compuesta por los políticos “profesionales” que viven de la política, al decir de Weber.

En una perspectiva rigurosa afincada en el repudiado por las academias, las clases son dominantes u oprimidas; no hay clases “medias” ni “clases políticas”, que se ubicarían a “mitad” de los “extremos” que representan las clases “tradicionales”. Lo que se absorbió en esos lexemas imprecisos, puede remitirse a cada uno de los segmentos de los grupos que hemos desgranado: o son clases, o laborantes improductivos, o sectores independientes, población inactiva o excluidos.

La tercera ventaja es que explica la estratificación en comunas sin clases y etnográficas, compuestas en su mayoría por atareados productivos, sector independiente y obreros no productivos. Es factible imaginar la estratificación de las sociedades de banda de los Homo del largo y áspero Paleolítico Inferior: probablemente, allí había apenas trabajadores productivos y, en la medida en que hubiese algún tipo de plusproducto ocasional, algunos obreros pseudo trabajadores. Es posible que no alcanzara a haber integrantes de los sectores independientes, tales como artesanos. Luego, andando el tiempo, emergerían al lado de los obreros productivos, el resto de los segmentos sociales, pero sin la interferencia de clases. Es factible que previo al afloramiento de las clases, en las asociaciones enmadejadas con Estado y poder político, haya habido élites que no fueron de clase. Es plausible que uno de los caminos para el origen de las clases, haya sido la transustanciación de las élites o de sus secciones, en clases opresoras.

Por lo demás, esta hipótesis da cuenta del tipo de sociedad que representó la ex URRS: muchos piensan que se trató de un capitalismo de Estado; otros, de una colectividad de clases pero no prevista por Marx; etc. Nosotros arriesgamos que fue una sociedad burocratizada y plus ou moins, redistribucionista, pero bajo el control de obreros improductivos y de independientes privilegiados, algunos de cuyos segmentos se volvieron élites. No hubo clases.

Ubicados en otra terraza, podemos resaltar que el número de las fracciones “intermedias” se abulta porque son “necesarias” para consumir lo inducido; es lo que piensa Lafargue respecto de los destacados (aumentan acomodados y no privilegiados).

Según Wallerstein, cumplen la función de deprimir los salarios de los atareados productivos y por ende, de estabilizar la tasa de lucro.

Acorde a nosotros y en quinto instante, tales sectores que no son clases se abultan en mayor escala que los que se convierten en trabajadores valorizadores de capital. El supuesto de determinado Marx y de cierto marxismo, respecto a que la colectividad burguesa transforma a cada vez más elementos de la población en obreros explotados, no se confirma: el número de trabajadores puede conservarse constante o disminuir, en la proporción en que aumenta la productividad debido al desarrollo de las fuerzas creadoras. Lo que sí se transforma verdadero es que los sectores populares son los que se engrosan, a medida que el capitalismo se despliega. Ello ocasiona a su vez, que la cantidad de atareados merme en términos relativos.

V

En cuanto a que el compañero de Engels presuntamente no vaticinó una forma de organización entre el capitalismo y el socialismo, no es verdad: en el vol. I de los Grundrisse, dice que la revolución anti burguesa puede dar lugar a una guía autoritaria de la producción, que es lo sucedió en los ex “países del Este”. En La ideología alemana, opina que si la revolución no se vuelve planetaria o afecta a un buen porcentaje de naciones clave, la insurgencia puede detenerse en sus inicios y regresar a una restauración capitalista, que es por igual, lo que aconteció en la ex URSS. Penosamente, es lo que acaso pueda ocurrir con nuestra Cuba querida, con un sinnúmero de inconvenientes en su reproducción. El General sostiene repetidas veces en El Anti-Dühring que el socialismo no es inevitable, puesto que si la lucha contra el capitalismo no finaliza con éxito y no se logran superar divisiones como las de la ciudad y el campo, el planeta puede ser destruido por la contaminación (p. 240). Engels predijo el desbarajuste de los ecosistemas antes que apareciera Greenpeace... ¡Y luego asoman los que se burlan de ese genial amigo!

Por lo enunciado, pareciera que la visión que apoyamos es la de un materialismo crítico con capacidad absoluta de diagnóstico acerca del futuro. No, no es eso lo que “certificamos”, por cuanto una teoría que asumiera para lo humano, la alternativa de diagnóstico 100 % certero, abandonaría sus puntos de partida complejos y retornaría a un Positivismo en que la realidad social fuese determinable. El materialismo complejo del padre de “Tussy”, acepta que el futuro está abierto, aun cuando en brochazos muy amplios, sea factible anticipar probabilísticamente, cuáles son las opciones más posibles dado un conglomerado abigarrado, enredado e intrincado de elementos.

Ahora bien. No nos interesa ser los “defensores” oficiales y oficiosos de Marx; lo que nos importa es mostrar que aquello que se le critica, manifiesta un grado de incomprensión de su pensamiento. En cualquier caso, el compañero de Engels tiene puntos “débiles”, que son por ejemplo, su eurocentrismo, y su francofilia, germanofilia y anglofilia, pero esos costados “delgados” no son los que se esgrimen frecuentemente.

Donde él no pueda dejar de ser eurocentrista, francófilo, etc., habrá que construir un marxismo “sin” Marx, a pesar de lo escandaloso que resulte el aserto. Sin embargo, habrá que votar por un marxismo con Marx, al menos, con cierto Marx, a la hora de oponernos a las interpretaciones más lineales, que son contra las cuales hemos bregado...

Sea como fuere, el Prof. Aníbal Romano en noviembre de 2008, nos alentó al expresar que hemos re inserto a un teórico devaluado en la actualidad, en un espacio académico conservador y reaccionario. En ese sentido, la Esp. Marta Elizabeth Pérez (Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta) y el Lic. Rubén Emilio Correa (ídem), aportaron en enero de 2009, que la derechización, elitización y creciente verticalismo que se aprecia al interior de las Humanidades y Ciencias Sociales en la Argentina y en los claustros universitarios, ocasionan que la discusión en redor a ese fantasma que incomoda, sea para efectuar una lectura innovadora y no leninista, o sea para reafirmar los dogmas leninistas, no resulte bien acogida en la época. En consecuencia, Marx seguirá siendo un desconocido y se atacará con odio a los que procuren “rehabilitarlo”.