REMOLINOS Y CIRCUNVALACIONES. ELEMENTOS DE MATERIALISMO CRÍTICO

REMOLINOS Y CIRCUNVALACIONES. ELEMENTOS DE MATERIALISMO CRÍTICO

Edgardo Adrián López

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Capítulo III. Conceptos de “trabajo”, “economía”, “modo de producción” y “extrañamiento”

I

En 2008, el estudioso alumno Cristian Pinto, nos sugirió que diésemos más espacio a los otros dos clásicos (Durkheim y Weber). El equipo de Sociología tiene la política de escuchar con suma atención a los aprendientes, en especial, porque es algo que no suele hacerse en el resto de las carreras de la Facultad y en el resto de las materias de la Carrera de Ciencias de la Educación: los alumnos son minusvalorados, utilizados políticamente, empleados en calidad de mano de obra barata en Proyectos de investigación o “pirateados” en las ideas originales que confiadamente, hayan ventilado frente a profesores inescrupulosos que se apropian de tales concepciones.

Sin embargo, ante una mirada que habría que atender, lo que cabe resaltar es que le dedicamos “mucho” tiempo a Marx en virtud de que la perspectiva tradicional sobre él, es demasiado conocida y es la que Uds. observarán repetirse hasta el cansancio a lo largo de la carrera que eligieron. Se volvía pues, imprescindible explicar una visión que no fuera tan de manual para dar cuenta de un pensador que sigue siendo relativamente “desconocido” (Diego Guerrero, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, lo afirma en p. 78 de su libro Historia del pensamiento económico heterodoxo). Esto es tan así, que ni siquiera la mayoría de los militantes de izquierda, conocen el nombre completo del compañero de Engels... (se llamaba Karl Heinrich Mordejái Marx Levy).

Pero cómo será que es diverso el campo de las opiniones, que otros coetáneos del aprendiente Cristian Pinto, sostuvieron el parecer que no habíamos profundizado lo suficiente en Marx. Es probable que así sea, pero creemos que para una aproximación a la sociología, es más que suficiente lo que se intenta enseñar alrededor de aquella firma.

Por otro lado, lamentablemente en una universidad que es una Alta Casa de Estudios, determinados miembros de ella no aceptan de buena gana que se den perspectivas “inusuales” acerca de ciertos temas y este el caso con el escritor de El capital. Y la visión del responsable de la asignatura sobre él y en torno a otras cuestiones, como por ejemplo, acerca de Durkheim y Weber, por más que sea “insólita”, puede ser enseñada, en la medida en que existe o tendría que haber lo que se conoce con el nombre de “libertad de cátedra”, la cual está protegida en los estatutos vigentes. En consecuencia, los temas que se difunden en los teóricos no únicamente se ajustan a esa sacrosanta libertad, sino que se corresponden con los contenidos del Programa, que es aprobado a regañadientes y en su momento, por la Escuela de Ciencias de la Educación y por el Consejo Directivo de la Facultad. II En la perspectiva que bautizamos “ortodoxa” y que aflora incluso, en aquellos que criticarán a Lenin, se entiende que el refugiado en Inglaterra inauguró un presunto “Socialismo o Comunismo científico”. Como será fácil ya de adivinar, acorde a lo que hemos practicado hasta ahora, cuestionaremos tal mirada dogmática. Una vez más, es en parte Engels, el responsable de haber ofrecido los “elementos” que Lenin utilizará para decir que él es seguidor de un supuesto “Socialismo científico”. Según lo confiesa el General en uno de sus “Prólogos” al Anti-Dühring, su buen amigo Lafargue, el yerno inquieto de Marx, lo visitó en su casa. Habiéndose editado ese libro, Lafargue le sugirió a Engels que acaso podría separar algunos fragmentos de lo publicado, con el objetivo de ofrecer una introducción de lo que sería la concepción materialista de la Historia y de algunos de sus antecedentes (p. 13). El General se dio a la tarea y le entregó al yerno de Marx, un artículo que en sí constituía una unidad aparte y desprendido de El Anti-Dühring. Parece que lo dio sin titularlo y fueron Lafargue o los editores de Vorwärts (¡Adelante!) y de otros periódicos, los que lo nombraron como “Del Socialismo utópico al Socialismo científico”. En consecuencia, fueron el yerno de Marx y/o los distintos directorios, los responsables de “sintetizar” inadecuadamente, el pensamiento del amigo de Engels, con las palabras “Socialismo científico”. Por supuesto, el empresario de Manchester podría haber protestado pero no lo hizo; por ello, él también es responsable del tema. La cuestión es que ese desgraciado título de una publicación de circunstancias, redactada con el horizonte de glosar el contraste entre el “Socialismo ‘utópico’”, de los socialistas franceses, y el socialismo sugerido por Marx y el General, “inmortalizó” las palabras “Socialismo científico”. A tal extremo fue de esa suerte, que éstas figuran en las ediciones de las obras que son escritos anteriores y posteriores a la edición del corpus “Del Socialismo utópico...”. De acá, surge la sensación de que ambos políticos propusieron la noción de que su apuesta teórica fue pensada au fond, como “Socialismo científico”, lo que es “apto” para deslegitimar la interpretación que tallamos. Se esgrime que desde los escritos tempranos, ya Marx y Engels habrían procurado fundamentar, sistematizar y originar un alucinado “Socialismo científico”, con lo cual lo que nosotros creemos aflora como caprichoso, para enunciar lo menos. Pero imaginando que lo descrito fuese por un instante, factible ¿por qué no dijo nada el expulsado de las universidades? Probablemente, a raíz de que era un palimpsesto de su amigo y no es un asunto delicado, salir a refutar en público la interpretación de quien fuera co-fundador del Partido Comunista. Pero el silencio de Marx también habla y no será la primera vez que optará por callar ante un escrito que no comparte del todo, de la autoría del General. Por ejemplo, Attali es de la opinión que tampoco dijo nada acerca del Anti-Dühring, a pesar de haber redactado un capítulo por solicitud de Engels y aun cuando éste se lo leyó. Sea lo que fuere, queda el problema de cómo se tradujeron las palabras alemanas “Sozialismus Wissenschaft”. El prefijo “wissen” no significa sí o sí, “ciencia” sino por igual, “saber” y por derivación, “racional” o “conforme a argumentos”. “Wissenschaft” podría traducirse por “saber racional” o “saber crítico”. Y para simplificar, la expresión “Sozialismus Wissenschaft” podría traducirse como “Socialismo convenientemente argumentado”, “Socialismo racional” o “Socialismo crítico”. Se aprecia claramente que “Socialismo científico” no es idéntico que “Socialismo argumentado”, en particular, luego que conocemos el espacio que ocupa la crítica en el padre de la enamorada Eleanor o “Tussy”. El empresario de Barmen mismo, que en cierta medida y a través de sus primeros escritos, hizo marxista a su amigo entrañable, emplea en el Anti-Dühring la expresión “Socialismo racional” (p. 30). Si por lo tanto, no habría “Socialismo científico”, al menos, en cierto Marx o en determinado marxismo, ¿habría un “Socialismo ‘utópico’”? Sí, pero en un sentido distinto al que estaría dispuesta a aceptar la visión ortodoxa, defendida incluso por los que consideran superado el marxismo y que homologan los asertos de Lenin, con los dichos del nacido en Tréveris. En el amigo del General, la “utopía” tiene una función libertaria: la lucha por revolucionar el mundo, pasa también por imaginar, por “utopizar” una sociedad diferente a la que existe. En consecuencia y a pesar que los ortodoxos se comiencen a incomodar en sus asientos, el socialismo de Marx sería también utópico. Pero no en el sentido de ser un delirio sin fundamento, sino en tanto las utopías guardan una función emancipatoria (El Anti-Dühring, pp. 210, 216). Entonces, si no hay socialismo científico y el socialismo del compañero de Engels es utópico, ¿en qué se opondría al socialismo de un Fourier? Para esquivar la ambigüedad de las palabras “socialismo utópico”, diremos que el socialismo de pensadores como Owen, era más bien “arcaico” o “primerizo”. Si se deseara conservar algo de los términos anteriores, podríamos hablar de un “‘utopismo’ socialista”, en lugar de un “socialismo utópico”. La diferencia está en que el “utopismo” (no la “utopía”...) sí es un imaginar colectividades futuras, simplemente exteriorizando deseos. Por el contrario, Marx analiza y estudia muchísimo, al extremo que tarda casi 15 largos años en publicar El capital y alrededor de 40, desde que se le ocurrió el proyecto, dado que no se sentía lo suficientemente seguro de divulgar sus resultados, sin estar lo mejor documentado posible. En suma, la distancia entre el “‘utopismo’ socialista” y el socialismo “utópico” del amigo del General, se halla en que Marx, previo a dar a conocer sus opiniones, intenta tener a mano todas las variables y no ofrecer sencillas recetas proféticas de un mundo por venir. Por esta prudencia, es que el expulsado de Francia no puede ser legítimamente tratado como mesías, profeta, etc., a menos que se lo critique de mala fe y por criticarlo. Pero la idea misma de ser “profético” no es negativa de por sí, ya que Engels, en su multifacético libro El Anti-Dühring, sostiene que cuando las ciencias no disponen de las condiciones técnicas y tecnológicas para los experimentos necesarios, los científicos no tienen más recurso que enarbolar hipótesis que se adelantan a su época, en un tono casi profético (p. 64).

III

Ahora bien. A lo largo de lo que hemos discutido, pareciera que encontramos el modo de hablar como si fuésemos el mismo Marx y que por tal privilegio, todas las otras interpretaciones estuvieron equivocadas. Esto es, los demás no tuvieron la “suerte” de ser profesores de Sociología... Nada de esto nos inspira; hemos aseverado ya, que nuestra interpretación es eso, una interpretación posible y lo que tal vez se podría pensar, no lo que obligadamente habría que pensar. Sin embargo, hubo una serie de condicionamientos históricos a causa de los que Lenin y sus seguidores tempranos, no pudieron articular una interpretación menos apresurada. En primer término, como revolucionarios, no tenían tiempo de ser “profesores” y por eso, no podían dedicarse a estudiar en la paz de las bibliotecas, a Marx. Les iba la vida en la revolución contra el Zar déspota. En segunda instancia, Lenin muere en 1924 y existe un “arco” de obras que no llegó a conocer, tales como los esenciales Manuscritos de París y La ideología alemana. Recién en fecha cercana a la muerte de Stalin (1953), se editan en alemán y en ruso, los tres volúmenes de los Grundrisse, que se difunden en castellano a partir de 1970. Por su lado, la versión que había de textos como los tres tomos de Teorías sobre la plusvalía eran de la edición mutilada a cargo de Karl Kautsky; Lenin no lee la edición cuidada por Riazanov, fundador del IMEL de Moscú. Resulta que los Manuscritos de 1844, La ideología alemana, los Grundrisse y Teorías sobre la plusvalía son obras no menores sino sustanciales; al no haberlas consultado, se tenían los elementos como para efectuar una interpretación algo escolástica. A esto se suma el propio recorrido que hace Lenin de los escritos de Engels y Marx. Se acerca a la concepción materialista de la Historia, estudiando primero el tantas veces citado Anti-Dühring y luego La situación de la clase obrera en Inglaterra, id est, ingresa a Marx por mediación de Engels. Después lee el Manifiesto y sin transición alguna, el vol. I de El capital. Este recorrido muy sesgado es el que terminó canonizado en la iniciación en la militancia de izquierda: lo primero que lee un aspirante a militante es el Manifiesto, si es que no comienza con “Del socialismo utópico...”. Por supuesto, no puede “soslayar” las “Tres fuentes...” de Lenin. Por último, lo que remató la simplificación de Marx fue el marco de la Guerra Fría, puesto que de un lado y del otro, se hizo lo imposible para no discutir paso a paso, el pensamiento de quien se seguía o a quien se denostaba. Hoy estamos en condiciones de leer a Marx de otra forma y contamos con los errores que cometieron los demás, a los fines no de parecer más “astutos” sino para no repetirlos. Cierto que esta manera de interpelar al co fundador de la Internacional, ocasiona resistencias hasta el extremo de que se acusa al Prof. Adjunto de no ser en realidad, marxista o de ser un fantoche postmoderno. Algunos otros, pincelan que a lo sumo, soy un “marxista” intelectual, que tiene una militancia “caprichosa”, “cíclica” y que en contadas ocasiones, es realmente comprometida, puesto que lo que me impulsa es un “proyecto” individualista y egoísta, que busca el reconocimiento de ese Amo salvaje que es la universidad o la academia y que usa el “santo” nombre de Marx para mercadear con él. También se enuncia que puedo ser capaz de determinados “gestos” coherentes, pero que no llego a ser comunista revolucionario. Lo que no soy es leninista; tampoco anti leninista. No milito en aparatospartidos, a causa de que la experiencia me demostró que la mayoría de sus integrantes, se comportan con los demás como si fueran verdaderos orcos o jedis oscuros, para usar metáforas fílmicas hollywoodenses (tristemente, esos militantes sí buscan “protagonismo”, en virtud de que actúan movilizados por el resentimiento, la ira, el odio y por un temible deseo de poder, incluidas muchas feministas de izquierda).

Por lo demás, establezco que si Lenin se “atrevió” a entender a su modo a quien supuestamente seguía, ¿por qué no habremos de hacer igual nosotros? Rechazarlo es casi enredarse en una especie de colonialismo teórico y cultural, que nos impide crear y pensar, sumisión de la que reniego... IV

Una de las consecuencias de ese dogmatismo de la izquierda leninista, es que no permite que se enarbolen miradas inusuales acerca del enemistado con los hermanos Bauer.

En numerosos artículos, hemos planteado que en Marx habría una “semiótica”, lo que fue objeto de “críticas” malintencionadas (innumerables de esos objetores, no conocen a fondo ni al amigo de Engels ni tienen formación en Semiótica...). Esta disciplina es la que se ocupa de los signos, de los diferentes tipos de lenguajes, de las estrategias que se emplean para hablar de determinados temas, etc. Bien; ocurre que acorde a nuestra perspectiva, Marx sería un semiólogo y uno de los fundadores de la Semiótica. ¿Por qué? En virtud de que trata a la mercancía y al dinero en cuanto signos.

Al mismo tiempo, en una obra de juventud desmadeja la ideología; tal enfoque podría asimilarse a un protoanálisis semiológico de la ideología alemana.

Por lo demás, al efectuar en Teorías sobre la plusvalía una deconstrucción de los economistas que se ocupan en negar las contradicciones que atraviesan al capitalismo, realiza una crítica de las estrategias de enunciación empleadas para disimular que la comuna burguesa, se halla desgarrada por múltiples tensiones. Y eso es de parte a parte, una operatoria semiológica...

Existe un motivo adicional para asumir que en el nacido en Tréveris, hay una semiótica. En obras como El Anticristo, Nietzsche, un pensador que fascina a los posestructuralistas y a los postmodernos, sostiene que los filósofos construyen un lenguaje propio o semiótica (digamos de paso, que Nietzsche también es un fundador de la Semiótica, tal cual lo sostuvimos en nuestra maltratada Tesis Doctoral). Así, se podría abocetar que en el desmantelado por un posestructuralista como Derrida, anida un lenguaje o una semiótica a la que habría que reconstruir y estudiar (en realidad, en todos los intelectuales habita una semiótica...). Lo que hacemos es precisamente, esto: elaborar con amor, los lenguajes de Marx, su semiótica, con ayuda de la Semiótica, entre otros saberes. Aflora entonces, un marxismo “extraño”, como si fuera “caprichoso”, pero es a causa de que pocos se tomaron la inmensa tarea de comprender esa semiología “íntima” del compañero de Engels.

Lo que cabe subrayar una vez más, es que no proponemos la interpretación “correcta”, “verdadera”, “exacta”, etc., de Marx, comprensión que se opondría a otra que sería “errónea”, “inexacta”, “falsa”, etc. La aclaración viene oportuna porque en 2008, muchos ingresantes y recursantes se quedaron con la sensación de que lo que denominamos “marxismo de sentido común”, es una interpretación errónea o hasta deformada del amigo de Engels. Frente a ello, decimos que no, que no se trata de construir la única interpretación “correcta” de Marx, sino de abrirlo a otras lecturas, acaso menos autoritarias, menos dogmáticas, menos rígidas, más sutiles.

V

Según la visión lineal, “trabajo”, “economía”, “modo de producción”, son categorías nodales en el pensamiento del “clásico” que explanamos.

“Trabajo” es definido en el vol. I de El capital, a manera de una “acción” y de un proceso que consiste en transformar una materia bruta (que puede ser natural o no), en materia prima o material convertido en útil. En síntesis y sin ingresar en más detalles, la tarea produce determinados valores de uso, a partir de la materia tosca que proviene de la naturaleza o de otro trabajo. Por ello, es una acción que supone el empleo de ciertos medios, la elección de fines, el trazado de objetivos, propósitos y metas, entre otros aspectos.

De la “tarea”, los ortodoxos sostienen que, cuando ésta deje de ser penosa en el socialismo, será la primera actividad vital de los hombres y un espacio en que desplegarán sus potencialidades. Algunas de las obras que sirven para apoyar esta concepción es un comentario que se llama “Crítica al Programa de Gotha”, que es uno de los escritos “maduros” del compañero de Engels. Posteriormente a la muerte de Lenin, los simplificadores de la apuesta del amigo del General, se basaron en los Manuscritos: economía y filosofía, a los cuales aludimos en otras ocasiones.

Pero existen pasajes de La ideología alemana que afirman que de uno de los poderes de los que se debieran emancipar los individuos, es del trabajo. Por esto, enunciamos que el socialismo tendría que ser una comunidad que fuese el fin de las tareas.

El historiador argentino Alberto J. Pla, establece en una nota a pie de página de La historia y su método, que mujeres y varones en el comunismo deben estar libres del trabajo en cuanto poder. Aunque esto no lo dice, se supone que el avance tecnológico será de tal magnitud, que los que laboren en cuenta de los individuos y a pesar de que pueda ser “fantasioso”, serán máquinas. Los hombres entonces, se dedicarán a desarrollarse de manera polimorfa.

La otra vía para argumentar que la tarea no es central en Marx, es apelar a sus apreciaciones sobre el arte. Lo tiene en alta estima a causa de que en él, los agentes revelan que son casi como dioses, en la escala en que pueden gestar mundos. Por ende, si hay algún tipo de acción social que sería la que muestra aquello de lo que son capaces los hombres, esa actividad es la artística.

El otro camino para demostrar lo que sostenemos, es impugnar lo que existe de implícito en la hipótesis de que el trabajo sea una idea central en la pareja de Jenny. Lo que está supuesto pero no argumentado en esa idea, es que la tarea es nuclear casi en sí misma, sin interrogar porqué el trabajo se volvió esencial en la vida de mujeres y varones.

Lo primero que sostendremos, es que las labores son una clase de praxis y nada más (basta que observemos que está también el arte...).

Aunque no es rigurosa la traducción del término latino “praxis” por “práctica” o “acción”, adoptaremos su equivalencia para adelantar la explicación que nos embarca.

El tema es que si existen muchas prácticas sociales y el trabajo es sólo una de ellas, nos debemos preguntar a raíz de qué la tarea se convirtió en algo de peso en la vida humana.

La respuesta o parte de ella, es que la tarea adquirió ese estatuto en virtud de que los agentes no fueron hábiles hasta el presente, para impedir que el trabajo, de ser una de las tantas clases de acción que ejecutan los individuos, se convirtiera en un tipo de praxis que absorbe un segmento importante en sus vidas. Relegando entonces, a planos sin trascendencia, las otras actividades que también podrían ser capaces de realizar (arte, etc.), con lo que la tarea devino trabajo-poder. En otras palabras, los hombres no fueron aptos para impedir que la tarea se haga trabajo/poder y no fueron capaces de esquivar que sus vidas, que podrían haber sido muchísimo más que afanarse hasta agotar fuerzas, se vieran reducidas a tener que trabajar. Con mayor claridad aún: la tarea es trabajo-poder porque los individuos no fueron hábiles para evitar que sean en esta tierra, casi nada más que ocupados en atarearse.

En 2008, algunos aprendientes objetaron el planteo sosteniendo que por más que las labores hayan sido hasta ahora, tediosas y que trabajar haya sido un castigo, la tarea en sí y por sí, “dignifica”. Lo que se debiera alterar entonces, es que el trabajo deje de ser penoso, pero no llegar al “extremo” de eliminar la tarea porque el trabajo “realiza” al hombre. Esta observación se parece mucho a lo que se conoce con el epíteto de “Doctrina social de la Iglesia”, o al menos, viene de ella. En este tramo, no es nuestra intención atacar a nadie en su fe, puesto que es un asunto privado, tal cual lo sostiene el cansado Engels, en un texto como el Anti-Dühring. Lo que gubiamos es que en una sociedad libertaria, atarearse no debiera ser la primera actividad de los agentes y no tendría que ser nodal. Un ingeniero, un médico, un albañil, no debieran ser sólo ingeniero, médico, albañil toda su delgada vida, sino que tendrían que poder desarrollarse en múltiples direcciones (p. 164). En una colectividad emancipada, en cualquier caso, sería el ocio creativo lo “central”…

Una idea planteada por el economista Diego Guerrero, es adecuada para visualizar lo que tallamos desde otro ángulo. Delinea que en un socialismo libertario tendría que desaparecer el mercado de trabajo, con el propósito de que el acceso al consumo no se haga a través del mezquino parámetro de una renta que se obtiene por una tarea. Correlativamente, supone que desaparece el salario o la paga en general. El consumo que satisfaga lo imprescindible, que estimule el goce y que desarrolle polifacéticamente a los individuos, debe ser un consumo que se garantice a todos no por ser trabajadores (aunque ya no existan quienes vivan de lo que producen terceros), sino por ser miembros de una idéntica especie (p. 78).

Empero y siempre con el ánimo de ser honestos, es insoslayable confesar que en el Anti-Dühring se enuncia que la tarea en el socialismo debe ser un gozo (p. 238); por ende y acorde a cierto Engels, el socialismo no sería el fin del trabajo, tal cual opinamos.

VI

En cuanto a “economía”, podemos acotar que es el universo de lo económico, en cuanto primera aproximación y aun cuando suene tautológico. Es también el reino del dinero.

En el sentido común, economía es símbolo de “ahorro”. Es factible emplear esta intuición para definir mejor “economía” como la “administración” o ahorro de determinados componentes sociales que son valiosos, escasos y que son muy costosos. Con este concepto, evitamos la tautología de la primera definición y eludimos restringir la economía a cuando haya o se emplee dinero.

Uno de los elementos sociales que reúne al menos una de las tres características mencionadas, son los hombres mismos: varones y mujeres insumen mucho tiempo desde que nacen, hasta que se hallan en condiciones de laborar, puesto que deben crecer. Pero acá asoma otro componente valioso: el tiempo, dado que crecer implica el paso del tiempo.

Sin entrar en mayores disquisiciones y para evitar definir “tiempo” de una manera que no sea válida para una buena cantidad de culturas diferentes a la Occidental, abocetaremos que es rudimentariamente, el contraste entre luz diurna y noche (por supuesto, este punto de partida también es pasible de críticas, pero por algún costado hay que principiar...). El tiempo estaría marcado por el sol; sería lo que se denomina tiempo “natural”. El asunto es que “economía” puede acotarse como la “administración” o “racionamiento” de la luz diurna disponible, mientras amanece y asoma la oscuridad de la noche.

Definida con este grado de amplitud, economía hubo desde que los primeros australopithecines fabricaron las proto “herramientas” de piedra más “primitivas”, tan rudimentarias, que apenas se diferenciaban de guijarros provistos por la biosfera. Así, economía hubo antes que se usara dinero, por ejemplo. Por ende, hubo economía en los grupos de Australopithecus avanzados y en las sociedades tribales sin clases; no únicamente cuando surgieron el dinero o el comercio. ¿Qué nos autoriza a ampliar las categorías de determinado marxismo, a esa escala? Indicios, como siempre: Engels menciona al pasar el “Paleolítico”, por lo que de esta pequeñísima alusión cabría deducir que hasta esa etapa es factible extender las nociones de la concepción materialista de la Historia (El Anti-Dühring, pp. 75, 147, 159). En otro locus, sostendrá que casi desde la época de los hombres sin habla existen distintas modalidades de desigualdad (p. 115). Por añadidura, da a comprender que en esta fase, en la época de las tribus había propiedad comunitaria (pp. 115, 122 –en el fondo y acorde a nuestra Tesis Doctoral, habría que situar el “comunalismo” primigenio en los inicios del Paleolítico, en consecuencia, antes de la organización tribal y no como calcula Weber, en etapas cercanas y recientes).

Volviendo a lo que enunciábamos, cabe advertir que esta opinión del responsable de la asignatura, no es aceptada y de hecho, es criticada por muchos antropólogos que se resisten a entender de esta guisa, el concepto “economía”. Lo curioso es que ofrecen otras definiciones que implican como posibilidad, que “economía” haya habido desde hace al menos, dos o más millones de años (sin embargo, no explicaremos esas categorizaciones de “economía” en este curso).

Tal cual con “trabajo”, propagaremos que “economía” no es un concepto central en Marx y a pesar de todas las apariencias en contra. En efecto, si “economía” no es una noción sustancial en él, ¿por qué se dedicó a escribir 6 (seis) tomos sobre El capital?

La cuestión radica en que una cosa es que lo económico haya sido importante en la vida de los agentes, y otra que “economía” en tanto categoría sea central en la teoría. Son dos asuntos distintos.

La economía sí fue algo esencial en la existencia de los individuos y por idénticos motivos que el trabajo: a causa de que no pudieron evitar que lo económico se convirtiera en economía-poder. Pero esto implica que en una comunidad futura, mujeres y varones deberán ser capaces de emanciparse del dominio de la economía/poder. En consecuencia, el concepto “economía” en la teoría de Marx no es algo sustancial; lo que él desea es que nos fuguemos del dominio de lo económico, y la noción “economía” le sirve para plantear esto y cómo los hombres no fueron hábiles para esquivar que lo económico se hiciera poder.

De igual suerte que el socialismo debiera comenzar por ser el principio del fin del trabajo, así también tendría que ser el comienzo del fin de la economía. Y si lo económico aplastó y dominó la pobre existencia de los individuos, en una colectividad liberada al estilo de la socialista, no habría ya “economía socialista”. Al menos, ésta debiera principiar por anularse, disolverse, etc.

Una comunidad sin economía, significaría no sólo que no habría necesidad de dinero y por consiguiente, de comprar y vender, de establecer lo que hay que entregar por algo en dinero, por medio de los precios, etc., sino que no habría que administrar el empleo del tiempo. No estaríamos pendientes del paso del tiempo y de si la luz diurna, progresivamente va dejando lugar a la oscuridad de la noche.

Sorprendidos, podrían interrogarse cómo se conseguirá lo necesario para vivir: ropa, comida, techo, atención médica, etc. Marx imagina que en el socialismo, superada una etapa muy dura luego del derrocamiento del capitalismo, la igualdad en el consumo y el desarrollo de las potencias que intervienen en la creación de bienes para satisfacer nuestras necesidades, se logrará con la formación de depósitos de distribución, depósitos que tendrán capacidad para el consumo de una cantidad X de habitantes por km2. De esos depósitos comunitarios, las personas extraerán lo que les haga falta. Esto es lo que plantea en un breve fragmento del vol. II de El capital.

Por supuesto, Uds. podrán creer que habrá gente que tomará más de lo que le corresponde, siendo egoístas. Por eso es que el socialismo implica por igual, no únicamente un cambio radical en el mundo, sino en nuestro propio “interior”, tal como lo subrayó el Che. Supone que nos libremos de esas miserias humanas, tales como la envidia, el egoísmo, etc. ¿Será posible? Ojalá que sí... No obstante, esta clase de cambios profundos depende de que, como expresó en una entrevista la gran escritora francesa Yourcenar (autora de las famosas Memorias de Adriano), los muchos no dejen que los atroces, los “villanos”, hagan que las potencias negativas de la maldad, de la destrucción, se conviertan en una fatalidad.

La cuestión es que a los depósitos se irá provisto de una especie de “bonos” que certificarán lo que nos corresponde en cosas útiles, acorde a lo que contribuimos con nuestro esfuerzo al bien común. Y lo que le corresponda a cada cual, lo determinaremos entre todos; no lo hará un poder superior por encima de los individuos autoorganizados. Vg., no lo hará un Estado, “proletario” o no. Por eso, el socialismo de este Marx que presentamos, no es un socialismo de Estado, al contrario de lo que ocurrió en la ex URSS... Lo que acabamos de reseñar, lo enuncia el amigo del empresario de Wuppertal en la citada “Crítica al Programa de Gotha”.

Si a Uds. lo que desplegamos les resultara inverosímil, recuerden que no siempre hubo inversiones “virtuales” en Internet, por la obviedad de que en el siglo II no había siquiera corriente eléctrica. Tampoco existieron siempre la moneda acuñada ni el dinero. La moneda metálica, el dinero, el Estado, etc., nacieron en algún momento de la Historia y por ello, es factible que pueda haber una época en que ya no existan. Bueno; así es igual de probable que no haya ni trabajo ni economía..., y que entonces seamos libres hasta del tiempo, a pesar de lo casi imposible que pueda asomar.

Previo a terminar con este apartado, debemos retornar por un instante a la cuestión de los mecanismos causales en la Historia. Frecuentemente, a Marx se lo acusa de ser causalista, id est, creyente o fanático de las causas en la Historia, en particular, de la economía en tanto que presunta causa “última”.

Sabemos ya que existen dialécticas sociales y mecanismos de causa-efecto actuando contra los hombres, a raíz de que éstos no fueron capaces de evitar que sus propias vidas discurran casi sin su control. Lo que acontece con el trabajo y la economía es similar: esos dos aspectos de la existencia de mujeres y varones, sí juegan el triste rol de causas poderosas en la tenue vida de los hombres, pero no porque el cofundador de la Internacional sea causalista o mecanicista (y entonces no sea apto para “valorar” en la Historia, nada más que causas económicas), sino en virtud de que los agentes no pudieron eludir que las labores y lo económico, maltraten sus horas. Por ello, si el socialismo habrá de ser el principio del fin del trabajo, de la economía, de las dialécticas sociales torpes, de los mecanismos causales inmanejables, habrá de ser por igual, la disolución del trabajo y de lo económico en tanto que causas que traumatizan o amargan a los individuos.

VII

En la perspectiva ortodoxa, “modo de producción” no únicamente es una categoría central sino que ésta permite establecer una secuencia de 5 (cinco) modos fundamentales de producción. Esta visión se halla tan enraizada, que la reitera un erudito como Habermas en La reconstrucción del Materialismo Histórico y en Nietzsche y otros ensayos.

Lo precedente, dio lugar para que lo mal conocido con el nombre de “Materialismo Histórico” se entendiera a manera de una especie de Sociología de la historia de los modos de producción que se siguieron unos a otros.

En la versión sencilla de Marx, “modo de producción” se entiende como el tipo de economía que hay en una determinada “fase”. Por lo tanto, se está homologando “modo de producción” con “economía”, “ecuación” que más adelante criticaremos.

Nosotros ofreceremos otra definición. Un modo de producción es:

1. la forma de usar el trabajo,

2. de hacer que ciertos segmentos de población hagan el papel de fuerza de labor o de agentes que suscitan riqueza,

3. y de distribuir lo que se denomina “plus producto” o “excedente”. El plusproducto, es lo que resta después que se destinó algo al consumo de quienes hacen el rol de fuerza de trabajo, y luego que se repuso lo empleado en el proceso de producción de tesoro. Por ejemplo, en una sociedad dividida en clases, su modo particular de producción ocasiona que se emplee el trabajo de cierta manera, que las clases dominadas sean las encargadas de generar tesoro, y que el excedente sea acaparado por las clases dominantes.

Por el tiempo que llevamos en la charla de hoy, para demostrar por qué la idea en juego no es nodal en el atacado por Bakunin, tomaremos un “atajo”. Ese “camino” más breve, consiste en negar que el expulsado de Europa haya establecido que únicamente “palpitan” cinco modos fundamentales de producción.

Sin que expliquemos en qué consisten, los ortodoxos sostienen que son el comunismo “primitivo”, la esclavitud “clásica”, el feudalismo, el capitalismo y el comunismo desarrollado (en su primera “fase”, se despliega como socialismo). Pero antes de la esclavitud greco-latina, Marx habla del despotismo oriental o asiático y de un modo de producción “antiguo”. También considera que hubo uno perteneciente al germanismo “primitivo”, a los celtas, a los rumanos, etc. En total y de acuerdo a nuestros estudios, hay alrededor de 20 (veinte) modos de producción, y no existe una “secuencia” perfectamente ordenada que vaya del comunismo “inferior” al comunismo “superior”.

Lo que se desprende de lo dicho, es que la categoría en disputa era nada más que una “brújula” para orientar a Marx en el análisis de la Historia y que no le interesaba en absoluto, establecer una sucesión mecánica de modos de producción que se reemplazan “inexorablemente”, unos a otros hasta dar con el socialismo, el comunismo y el Paraíso redentor en el planeta. Efectuada la aclaración, podemos aceptar hasta cierto punto, que la historia de los modos de producción puede ser conceptuada como una especie de “sociología” histórica de esas maneras de suscitar riqueza.

Empero, lo que acaso le importaría al padre de Laura cuando tematiza las formas de gestar tesoro, sea que en cada una de las transiciones de un modo de producción a otro, extraviamos como seres humanos, la posibilidad de no repetir la Historia en tanto una “sucesión” de formas de dominación y poder. Esto es, le interesa mostrar que en los “puntos de bifurcación” que se abren cuando se suscitan las transiciones complejas entre diferentes “etapas”, se perdieron las alternativas para vivir de una manera bellamente libertaria... y en paz.

VIII

Para terminar, nos queda dar cuenta de la noción de “extrañamiento”.

En otros años, decidí no explicar el concepto “enajenación” porque no nos permite efectuar un contraste agudo entre la perspectiva leninista y la no ortodoxa. Pero en virtud de que sé que en otras asignaturas les exigen su conocimiento, en este ciclo lectivo la incluí en lo a tratar. Cabe aclarar que aunque no se detalla en filigrana la mirada tradicional, por una cuestión de tiempo, se insertaron lecturas complementarias que despliegan esa perspectiva que Uds. tendrán ocasión de recorrer a lo largo de sus estudios...

Haciendo un poco de historia de la Filosofía, “extrañamiento” aparece en un apartado de la macrodialéctica de la Autoconciencia de la Fenomenología del Espíritu de Hegel. Ese apartado se conoce con el título “Dialéctica entre señorío y servidumbre” o también, “Dialéctica entre Amo y Esclavo”. Si bien la primera traducción puede resultar más fiel al estilo de Hegel, la segunda guarda la ventaja de ser más directa, clara y contundente.

Sin entrar en detalles puntillosos, tal interacción emerge cuando la Autoconciencia se percata que para ser una autoconciencia plena, debe entablar contacto con otra conciencia que sea a su vez, autoconciencia. Es decir, la Autoconciencia se da cuenta de que no le basta con que ella misma se percate de ser consciente de que es Conciencia, sino que necesita que otra Conciencia, también consciente de sí, la perciba en calidad de Autoconciencia. En otras palabras: la Autoconciencia “A” necesita de una Autoconciencia “B”, que reconozca que “A” es autoconciencia. Por supuesto, “B” por igual requiere de “A”.

Sucede, continúa Hegel, que la Autoconciencia “A” sólo puede aceptar ser percibida como autoconciencia de una manera especial: por medio de los servicios o del trabajo de “B”. En simultáneo, “B” se “acostumbra” a que la situación sea así y acepta trabajar para “A”. Entonces, la Autoconciencia “A” asume el papel de Señor y la “B”, el rol de quien labora o el papel de Siervo. Por consiguiente, el Esclavo debe desrealizarse a sí mismo para que el Amo se “sienta bien” y sea reconocido en su lugar de Señor.

Althusser es de la opinión que la idea de “alienación” muestra al compañero del empresario de Manchester, emparentado todavía con Hegel. Considera en La revolución teórica de Marx, que el amigo de Engels no era en esa época, genuinamente “marxista” y que únicamente llegará a serlo, cuando comience a romper con ese pasado filosófico, cosa que hará desde La ideología alemana en adelante. La cátedra no acepta esta perspectiva, puesto que subestima el concepto de “extrañamiento”.

Hay otros marxistas o marxólogos, que dicen que la noción de “trabajo enajenado” sólo es válida para entender el capitalismo. Fernández Enguita, quien explica los cuatro sentidos básicos de “alienación”, es del parecer que acabamos de sintetizar.

No obstante, contra el planteo de Althusser y contra el de Enguita, podemos invocar que la noción “extrañamiento” es una categoría que se formula en el joven Marx pero que perdura hasta en Teorías sobre la plusvalía. Por ende, no es algo propio de una faceta juvenil y todavía “no marxista” o “pre marxista”.

En cuanto a que sea un concepto que sólo es aplicable al capitalismo, también es un aserto discutible puesto que el amigo del General, caracteriza la “tarea alienada” como una “labor forzada” o penosa. Si tenemos en cuenta que el trabajo fue una maldición en la vida de varones y mujeres desde hace al menos, unos dos millones de años, se comprenderá que la tarea siempre fue hasta ahora, enajenada. Por supuesto, según cada modo de producción, el trabajo extrañado tendrá sus rasgos específicos: en la esclavitud será de una forma, en el feudalismo de otra y así.

Pero ¿en qué consiste lo alienado y la labor enajenada? Cuando explicamos muy escuetamente, una fracción del apartado de la macrodialéctica de la Autoconciencia, denominada “Dialéctica entre Amo y Esclavo”, observamos que el Siervo debe desrealizarse para complacer a su Señor. Es como si también, tuviera que autodestruirse en tanto conciencia. Ocurre que uno de los rasgos del extrañamiento es esa desrealización.

Lo alienado del trabajo consistirá en que, cuando los individuos laboran, no se sienten a gusto en sus tareas; se perciben desrealizados y hasta esclavizados en su trabajo.

Los otros conceptos que se vinculan con “labor enajenada” son “fetichismo” y “cosificación”.

Hay marxistas que sopesan que “fetichismo” es una noción pertinente para hablar únicamente del capitalismo; nosotros no creemos esto.

Marx asocia “fetichismo” con la mercancía y en parte, con el dinero. Por ende, es plausible que respire el “fetichismo” desde las primeras formas de dinero, aunque ese fetichismo no sea tan profundo como el que habrá en una colectividad como la burguesa o capitalista.

“Fetichismo” hace referencia a que la mercancía y el dinero se convierten en “fetiches” o en “ídolos” para los hombres.

Por su lado, “cosificación” alude a que las cosas tienen más importancia que los agentes mismos, a tal extremo que las cosas parecen guardar entre ellas, relaciones como si estuviesen animadas. Insiste una “vida social” de las cosas... Los objetos pasan a ser sujetos o seres activos; los hombres, que debieran ser los “protagonistas”, se vuelven seres más o menos pasivos. Por supuesto y tal cual lo anunciamos, en el capitalismo es donde mejor se puede apreciar de forma inmediata lo enajenado, el trabajo extrañado, la cosificación o reificación y el fetichismo.

Nos queda simplemente, afirmar que entre “cosificación” y “reificación” hemos encontrado una serie de “matices” que las vuelven nociones distintas para nosotros. Empero, no desplegaremos cuáles son esas diferencias sutiles que nos llevarían a emplear “cosificación” y “reificación”, en tanto categorías disímiles para aludir a procesos distintos. Con lo dicho hasta el momento, es suficiente en una introducción a la Sociología y sus debates.

Para terminar con este apartado, recordaré que lo que expusimos nos hace asomar no únicamente como anti leninista y funcional a la reacción, sino en calidad de anti marxista. Sobre el particular traeré a colación las palabras sentidas de la Prof. Pamela Moreno, Auxiliar en la Carrera de Ciencias de la Educación, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta, que me las transmitió en enero de 2009: la coherencia con lo que difundo en torno a ese duende con el que hablo y con respecto a otros ejes, que esa colega valora, es casi extrema, “descarnada”. Lo triste es que actualmente y por la furia que suscita en la institución, ocasiona mi pobreza material, que la sufren mis hijitos y que agrisa mis amaneceres, que tardan en llegar...