LA ECONOMÍA DEL FIN DEL MUNDO
CONFIGURACIÓN, EVOLUCIÓN Y PERSPECTIVAS ECONÓMICAS DE TIERRA DEL FUEGO


Miguel A. Mastroscello

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6.2. UNA GESTIÓN TRANSFORMADORA

Desde 1949 el petróleo se había incorporado al listado de los todavía muy escasos rubros de actividad de la economía fueguina, con la perforación del TF 1, el primer pozo de YPF en la isla. Sin embargo, pasarían casi diez años hasta que, con el impulso de la política frondizista, la explotación comenzó a tener un desenvolvimiento significativo.

Un poco antes, en 1957, el gobierno nacional ya había tomado dos decisiones que generarían unas condiciones favorables para remover las casi cuatro décadas de estancamiento ininterrumpido que venía padeciendo la región fueguina. Mediante el decreto-ley 2191, se separó a Tierra del Fuego de la ex Provincia Patagónica (por entonces, ya denominada Santa Cruz) y se la integró con la Antártida y las Islas del Atlántico Sur, dándole al conjunto el status de “Territorio Nacional”. Ello significaba que el gobierno nacional continuaría designando a las autoridades ejecutivas de la administración local; la norma, además, establecía una organización político institucional para la jurisdicción, dentro de la cual estaba prevista una Legislatura que de todos modos sólo comenzaría a funcionar varias décadas más adelante.

Por otro lado, reemplazó el sistema promocional vigente hasta entonces para la Patagonia, que brindaba exenciones impositivas a todas las actividades asentadas al sur del paralelo 42 sin distinción y que por ello mismo resultaba de efecto nulo para Tierra del Fuego, ya que no había estímulos especiales para que las empresas se desplazaran hasta allí. Este mecanismo fue sustituido por un sistema de Zona Franca especial para la isla, declarada exenta de derechos aduaneros y de toda obligación en materia de cambios para la importación de mercaderías, lo que rápidamente logró generar la radicación en Ushuaia de comerciantes como Bernardo Sajnovick, Carlos Bigio, S. y E. Boubouth, Fermín Amsell y otros, que hasta entonces operaban en las cercanías del paralelo 42, a los que unos años más tarde seguirían Adolfo Sciurano, Edgardo Iribarne y varios más. Al amparo del sistema de zona franca, esos empresarios empezaron a comerciar con artículos cuya importación al resto del país estaba prohibida, por lo que la actividad se constituyó pronto en un atractivo para los tripulantes de los barcos que anclaban en el puerto ushuaiense y para el incipiente flujo turístico de aquellos años.

En 1958, Frondizi designa gobernador de Tierra del Fuego a Ernesto Campos, un marino que conocía bien la región, ya que durante su carrera en la fuerza había estado destinado allí en un buque de estación y luego fue secretario de la Gobernación Marítima, siendo también miembro de la Comisión de Fomento de Ushuaia. Asumió el 7 de junio de aquel año, dando comienzo a una gestión que quedaría impresa en la memoria de la población por su dinamismo, en notorio contraste con la inmovilidad que lo había precedido.

Ese mismo año el gobierno nacional adjudicó la explotación de los yacimientos petrolíferos de la cuenca austral a la compañía estadounidense “Tennessee”, en acuerdo con YPF, lo cual tendría un doble efecto beneficioso para la isla. Por un lado, impulsó una actividad que permitiría el eslabonamiento de diversos servicios conexos en la zona de influencia de Río Grande. La Tennessee, como la llamaron los fueguinos de entonces, instaló su campamento pocos kilómetros al norte de la ciudad, y construyó una pista de aterrizaje desde la cual comenzaron a operar los aviones que llevaban provisiones y carga general a la isla. Además, la empresa construyó la primera pileta cubierta de natación y llegó a analizar la posibilidad de pavimentar la huella (todavía no era más que eso) que unía a la zona norte con Ushuaia, lo cual no se concretó, aparentemente por la oposición de Vialidad Nacional.

Por otra parte, la explotación petrolera allegaría un nuevo recurso, las regalías, al escuálido tesoro del Territorio Nacional, lo cual iba a constituir un cambio de índole sustancial. En efecto, hasta entonces la capacidad contributiva de la economía regional era bajísima, y por ende las posibilidades que la administración pública local tenía para actuar conforme al paradigma keynesiano de la época, estaban restringidas a las exiguas partidas que le asignaba de manera discrecional la autoridad central, por lo que en los hechos su accionar era muy restringido y hasta nulo por momentos. Con las regalías, el presupuesto local tuvo por primera vez un caudal de ingresos de cierta significación, que permitió encarar algunas iniciativas estatales largamente postergadas. Asimismo, Campos hizo gestiones para que Tierra del Fuego fuera incluida en el sistema de coparticipación de impuestos nacionales, con lo cual la jurisdicción disminuiría aún más su hasta entonces casi absoluta dependencia financiera de la discrecionalidad del gobierno central.

Campos comprendió la coyuntura favorable —tanto en términos políticos como económicos— en la que le tocaba actuar, y se dispuso a aprovecharla. Diseñó un plan de obras públicas, y rápidamente licitó e inició los trabajos para la edificación de los hospitales de Ushuaia y Río Grande, así como la pavimentación de calles en ambas localidades. Además, se puso como meta impulsar el desarrollo del turismo y, dado que no existían perspectivas de inversiones privadas, no dudó en encarar la construcción del hotel Albatros en la capital, así como de tres hosterías en zonas rurales donde existían atractivos naturales: el paraje denominado Lapataia, al oeste de Ushuaia; la costa de la Laguna Escondida y la cabecera del Lago Fagnano. A ello deben agregarse otras iniciativas importantes, como la construcción de la red de gas natural en Río Grande y la provisión de gas envasado en Ushuaia, localidades en las que por entonces todavía se usaba predominantemente la leña para calefaccionar las viviendas y cocinar.

Una síntesis del Presupuesto de la gobernación para el ejercicio 1961, da una idea de la significación que la explotación petrolera tuvo para el fisco local a través de las regalías, que representaban el 97% de los ingresos totales. Al mismo tiempo, muestra la escasísima capacidad de financiamiento propio de la jurisdicción, ya que sus recursos tributarios apenas cubrían el 7% del gasto corriente. Además, y como dato que resulta más que curioso para los tiempos que corren, se advierte que el presupuesto jurisdiccional mantenía un equilibrio entre las erogaciones y los recursos.

El crecimiento de la construcción benefició a la actividad maderera, que hasta entonces se había mantenido en un estado incipiente. A fines de la década de los cincuenta y comienzos de la siguiente, se desarrollaron varios establecimientos instalados por empresarios locales, entre ellos los de Camilo Pastoriza y de Nicolás Pavlov; el aserradero “Ruby” del grupo Menéndez Behety; el situado en la estancia “Carmen” perteneciente a Salomón Bunader; el de Vicente Padín Moreira; y los dos que con el tiempo terminarían siendo los más importantes: el de los cinco hermanos Bronzovich (Andrés, Juan, Wladimir, Jorge y Budimir, descendientes de inmigrantes dálmatas llegados a Ushuaia a principios de siglo), y el de uno de los italianos arribados en 1948, Luciano Preto (a quien nombramos en el capítulo precedente), cuya explotación comenzó asociándose con su compatriota Martino Brandani. En 1963 había también una fábrica de madera terciada y otra de parquet, completando el exiguo sector fabril dos envasadoras de mariscos y el frigorífico de Río Grande. La industria fueguina en conjunto ocupaba a 484 personas, mientras que los 256 establecimientos comerciales tenían 775 empleados.

El testimonio

“Con increíble magnetismo, el bosque ganó sus voluntades y lo que había comenzado como una necesidad para satisfacer la obligada tarea de dotar de leña al hogar paterno, atento a que por entonces era el único combustible que alimentaba las cocinas económicas y las estufas (…), pasó a ser, sin planificarlo, un medio de vida”.

“Así nació, para encarar un trabajo duro y difícil pero rentable, la sociedad de aquellos dos jóvenes italianos, que cuando tuvieron que formalizarse por lo menos en apariencia, encabezaban su papelería con el nombre de ″Preto y Brandani. Sociedad de Hecho″. Una forma jurídica (…) que entre ellos duró cerca de dieciocho años, hasta 1968”.

De esta época también datan las primeras manifestaciones de vida política partidaria, encontrándose organizados el justicialismo (aunque sometido a la proscripción vigente por entonces a nivel nacional), las dos vertientes de la Unión Cívica Radical (la “intransigente” de Frondizi y la “del pueblo” orientada por Balbín), el conservadorismo popular, la democracia cristiana y la Unión Vecinal que no adhería a ningún partido nacional.

En cinco años de gestión —renunció en 1962 cuando fue depuesto Frondizi, y volvió a ser designado por el Presidente interino Guido, permaneciendo un año más en el cargo— Tito Campos cambió el curso de los acontecimientos económicos en la isla, quebrando lo que parecía ser una inmodificable condena al atraso y dando un claro ejemplo de cómo llevar adelante desde el gobierno una acción eficaz y, al mismo tiempo, transparente.


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