LA ECONOMÍA DEL FIN DEL MUNDO
CONFIGURACIÓN, EVOLUCIÓN Y PERSPECTIVAS ECONÓMICAS DE TIERRA DEL FUEGO


Miguel A. Mastroscello

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4.2. TIERRA DEL FUEGO: EL ÚLTIMO CONFÍN

Tierra del Fuego era hacia 1880 un territorio casi desconocido para el resto del país, a tal punto que ni siquiera tenía una organización político-administrativa claramente definida; recién en 1881 y mediante un tratado, quedaron delimitados los sectores argentino y chileno de la Isla. Desde la expedición de Magallanes en 1520 hasta entonces, tanto los europeos como los argentinos apenas habían realizado algunas exploraciones de sus costas y canales, y la incipiente actividad productiva se había limitado casi en forma exclusiva a la desempeñada por loberos, pingüineros y balleneros. Luis Vernet fue uno de ellos, ya que se dedicó a la caza de lobos marinos desde Isla de los Estados, antes de ser designado en 1829 gobernador de Malvinas .

El testimonio

“Cuando la Tierra del Fuego comenzó a llamarse “Tierra del Fuego” o “de los Fuegos”, Buenos Aires no había sido fundada y las provincias interiores eran sólo un espacio vacío para que los cartógrafos dibujaran animales, gigantes y monstruos.” CANCLINI (1996) .

Puede decirse, entonces, que la prehistoria de la economía fueguina se desenvolvió en el mar. Los que se aventuraban en las aguas australes lo hacían atraídos por los lobos de dos pelos y las ballenas, a las cuales primero se las podía encontrar en cercanías de la desembocadura del río Negro, en el sector continental, pero que, por la presión de los cazadores, fueron desplazándose hacia el sur. Las pieles y el aceite obtenidos en matanzas que no tenían control alguno y de las que, como resulta obvio, no se registran estadísticas, eran vendidos en los mercados europeos, mientras que el resto volvía al mar. Aquellos rudos aventureros tripulaban embarcaciones por lo general pequeñas, con las que se atrevían a enfrentar las durísimas condiciones de navegación propias de la zona, llegando no sólo a las islas Orcadas, las Georgias y las Shetland del Sur, sino también hasta los hielos antárticos .

En ese contexto se destaca la actuación del ilustre navegante Luis Piedra Buena, quien ya en 1862 había levantado una pequeña construcción en Puerto Cook, en la Isla de los Estados, destinada a refugio de náufragos. Piedra Buena nació en Carmen de Patagones, en el extremo sur de lo que hoy es la provincia de Buenos Aires, en 1833, y navegó desde su temprana adolescencia, transportando mercaderías en los ríos de la Plata y Paraná, para luego llegar hasta el Caribe y los Estados Unidos, donde cursó estudios. Desde la juventud y por el resto de su vida, desarrolló una intensa actividad exploratoria y comercial en las costas patagónicas, las islas fueguinas y la Antártida; se destacó por los numerosos salvatajes de náufragos que protagonizó (lo que le valdría el reconocimiento de los gobiernos inglés y alemán) y llegó a establecerse por varios años con un boliche en Punta Arenas.

Las autoridades argentinas le adjudicaron doce leguas cuadradas en concesión en la isla Pavón, situada en el río Santa Cruz (actual provincia del mismo nombre), donde fundó un establecimiento rural. Fue luego designado oficial de la Marina de guerra, participando como tal de la expedición de Giácomo Bove que llegó al archipiélago fueguino en 1882. Falleció en Buenos Aires en 1883, poco antes de cumplir los 50 años de edad.

En 1867, “dos casas de piedra y una de madera” que había edificado en Isla de los Estados le servían de base para sus operaciones de caza y pesca, lo que justificó que a su pedido, el gobierno nacional le otorgara al año siguiente la propiedad de la ínsula. En 1869, mientras hacía el intento de fundar un establecimiento en ella para obtener pieles y aceite de pingüinos —lo que finalmente no prosperó— Piedra Buena concretó un acto histórico, al izar por primera vez la bandera argentina en suelo fueguino, el día 19 de febrero. Esta y otra tentativa similar por establecerse, en 1873, que fracasó también por las dificilísimas condiciones climáticas, quizá puedan ser catalogadas como antecedentes un tanto remotos de la industria de Tierra del Fuego, aunque su actividad naturalmente no resistiría una crítica basada en los criterios conservacionistas actuales.

En el mismo año en que Piedra Buena trataba sin éxito de instalarse, tuvo lugar la primera radicación de un europeo en la zona, con el solitario asentamiento del obispo anglicano Waite Stirling en la península que cierra la bahía de Ushuaia por el oeste. Las ventas de rollizos que Stirling extraía por entonces de allí, con las que ayudaba a sufragar sus gastos, quizá hayan sido las primeras “exportaciones” fueguinas .

Entre tanto, en Buenos Aires, la capital y el principal centro urbano de la Argentina, se carecía de información sobre las posibilidades para el poblamiento y el desarrollo productivo de la Patagonia en general, y del archipiélago fueguino en particular, donde sólo residían de manera permanente grupos aborígenes y algunos misioneros. Ello no debe sorprender, ya que hacia 1862 la jurisdicción de la región todavía estaba en discusión entre la Nación y las provincias de Buenos Aires y Mendoza.

Se comprende, entonces, que los inmigrantes europeos que arribaron al país veinte años después, no encontraran atractivos para trasladarse hacia esas regiones . Es más: hasta poco tiempo antes, en la práctica todavía estaban fuera del alcance del gobierno nacional buena parte de la provincia de Buenos Aires, algunas zonas de Santa Fe y Córdoba, toda la actual provincia de La Pampa y la Patagonia en su conjunto (con la sola excepción de Carmen de Patagones, a la vera del río Negro), situación que recién había comenzado a revertirse muy lentamente con la Campaña del Desierto encarada por Roca como ministro del presidente Avellaneda, en 1879 .

En esa época, además del desplazamiento y ulterior supresión de la frontera interior logrados mediante la guerra contra la presencia aborigen, se consolidó el frente externo con la firma del Tratado de Límites de 1881 antes mencionado, sin perjuicio del cual Argentina y Chile —al tiempo que consolidaban sus aspiraciones en la zona patagónica respecto de las pretensiones de terceros países— acentuaron la competencia entre ambos. El gobierno argentino comenzó entonces a desarrollar una política orientada a la afirmación de su soberanía en la región, organizando viajes exploratorios, estableciendo dependencias oficiales y avanzando en materia institucional; oficiales de la Marina, como Ramón Lista y Carlos M. Moyano, tuvieron una destacada actuación en este plano.

Por fin, la “División Expedicionaria al Atlántico Sud” al mando del coronel de marina Augusto Lasserre en 1884, fundó en el archipiélago fueguino dos subprefecturas marítimas, una en San Juan del Salvamento (Isla de los Estados) y otra en una bahía de la costa sur de la Isla Grande denominada por los aborígenes como Ushuaia, lugar donde desde bastante tiempo atrás se encontraba establecida una misión de pastores anglicanos británicos dirigidos por el Rvdo. Thomas Bridges. En efecto, Canclini apunta que Bridges se radicó en Ushuaia en 1870, y señala también que cuando en 1872 el gobierno argentino creó la Gobernación de la Patagonia con capital en Viedma, sobre el río Negro, las únicas poblaciones civilizadas en la parte argentina de la región eran los galeses en Chubut y los misioneros británicos en Tierra del Fuego.

La subprefectura fundada por Lasserre resultaría el núcleo de la actual capital provincial. Poco tiempo después, una ley creaba (entre otros) el Territorio Nacional de Tierra del Fuego, que comprendía el sector argentino de la Isla Grande y la Isla de los Estados. En noviembre del mismo año, el joven teniente de navío Félix M. Paz fue designado como primer gobernador de la jurisdicción, en cuyo carácter efectuó a partir de 1885 varios viajes de reconocimiento del interior y el litoral.

Corresponde subrayar que estos importantes acontecimientos se produjeron durante la primera presidencia de Roca, que transcurrió entre 1880 y 1886.


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