LA ECONOMÍA DEL FIN DEL MUNDO
CONFIGURACIÓN, EVOLUCIÓN Y PERSPECTIVAS ECONÓMICAS DE TIERRA DEL FUEGO


Miguel A. Mastroscello

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CAPÍTULO 4 – EL PERÍODO FUNDACIONAL (1880-1920)

4.1. CONTEXTO NACIONAL: EL MODELO AGROEXPORTADOR

La República Argentina experimentó un notable proceso de expansión económica durante el período comprendido entre fines del siglo XIX y la gran crisis mundial de 1930. Ello fue posible una vez que, dejando atrás largos años de luchas civiles y estancamiento, entre 1862 y 1880 (durante las llamadas “presidencias fundacionales” de Mitre, Sarmiento y Avellaneda) se completó la organización nacional, que dotó al país de una Constitución de principios amplios y respetuosa de las libertades individuales, así como de un sistema monetario y financiero, un régimen de presupuesto público y un andamiaje legal moderno que contemplaba las cuestiones de la inmigración y la colonización.

Sólo una vez alcanzados tales prerrequisitos institucionales, la Argentina pudo integrarse a la economía mundial, mediante el vertiginoso desplazamiento de la frontera de posibilidades de producción (según se la ha explicado en la Primera Parte). Esto se llevó a cabo gracias a una extraordinariamente rápida incorporación de recursos productivos y sobre la base de un esquema de economía abierta y especialización en productos primarios. El límite de las tierras en producción de la región pampeana se amplió de manera rauda, al tiempo que ingresaban ingentes flujos de capital extranjero y se registraban fuertes corrientes inmigratorias . El principal sector de actividad y verdadero motor de la expansión fue el agropecuario, impulsado por un vigoroso crecimiento de la demanda internacional de alimentos y por la citada estrategia de total apertura al comercio exterior. Además este esquema, conocido como Modelo Agro Exportador (MAE), articulaba al sector productivo nacional con las necesidades de Gran Bretaña, a la sazón la principal potencia económica mundial de la época .

Pero la preexistencia y la singular feracidad de la Pampa Húmeda (como se denomina al conjunto de las tierras más fértiles de la región pampeana, ubicadas en el Centro y Sur de la provincia de Entre Ríos, Centro y Sur de Santa Fé, Sur de Córdoba, Norte de La Pampa y la mayor parte de la provincia de Buenos Aires), claves del proceso citado, no hubieran sido suficientes de no haberse llevado a cabo las acciones tendientes a acortar la distancia que separaba a esas tierras de la ciudad de Buenos Aires y por ende, de los mercados internacionales. De allí la necesidad de desarrollar los ferrocarriles, como primer paso; de incorporar tecnología, a través de la generalización del uso del alambrado, el molino de viento, el tanque australiano, el tractor, etc.; y de ampliar y modernizar la infraestructura portuaria. Todo esto se hizo mediante el aporte de capitales externos, en su mayor parte de origen inglés, debido tanto al esquema de articulación antes apuntado como al escaso volumen del ahorro local. En cuanto al factor trabajo, la baja densidad de la población y su lento crecimiento vegetativo —que está determinado por la diferencia entre nacimientos y defunciones— exigió la incorporación de numerosos brazos para preparar los campos, cuidar la hacienda y levantar las cosechas, los cuales vinieron desde Europa (principalmente de Italia y España).

Pese a que los gobernantes de la época —la llamada “Generación del 80” o “del Progreso”, dos de cuyos exponentes más destacados fueron sin dudas Julio A. Roca y Carlos Pellegrini— suelen ser identificados con las ideas de los economistas clásicos, como parece confirmarlo la adopción de la estrategia librecambista, debe señalarse que nada de lo descripto ocurrió sólo por la acción de las fuerzas del mercado; es más, muchas medidas de política económica parecen indicar que aquellos dirigentes no estaban demasiado preocupados por honrar la memoria de Adam Smith, el escocés que está considerado tanto “el padre de la economía” como el mentor del pensamiento liberal en esta materia. Antes bien, el programa que Roca, en particular, ejecutó desde la presidencia (y que sintetizó en la consigna “paz y administración”) reconoce como génesis a la corriente de pensamiento predominante en la Europa de esa época, conocida como “nacionalismo unificador”, cuyas expresiones concretas más significativas fueron los procesos unificadores de Alemania e Italia.

Fue así que el gobierno argentino otorgó grandes ventajas a las inversiones ferroviarias iniciales, tales como la entrega de una legua (equivalente a poco más de 5,5 km.) de tierra a cada lado de las vías, la exención de varios impuestos (incluso de los aranceles de importación que debían gravar a los materiales necesarios para el tendido de rieles) y nada menos que una garantía de ganancias del 7 por ciento anual sobre la inversión original. En cuanto a la inmigración, cuyo estímulo ya estaba contemplado en la Constitución Nacional, basta con citar algunos ejemplos. Por una parte, desde 1876 se garantizaba a todo extranjero apto para trabajar, el derecho a ser alojado y mantenido a expensas de la Nación durante cinco días después del desembarco. Además, las colonias agrícolas de la zona sur de Santa Fe (más tarde conocida como Pampa Gringa por la mayoritaria presencia de colonizadores italianos), gozaron de distintos grados de fomento gubernamental, mientras que en las provincias de Córdoba y Buenos Aires, los dueños de grandes extensiones de tierras que las cedían en arrendamiento a inmigrantes, disfrutaban de importantes exenciones impositivas. El gasto estatal también sostuvo en forma indirecta empleos para los recién llegados a través de planes de obras públicas, en especial durante el gobierno de Sarmiento .

Esta decidida participación del gobierno en la economía, tanto mediante regulaciones como con asignaciones de recursos presupuestarios, se verificó varios años antes de que el inglés John M. Keynes conmoviera los cimientos del pensamiento económico clásico con su obra “Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero” publicada en 1936, en la que entre otros postulados defendía la intervención estatal, bajo ciertas condiciones. En todo caso, la disposición de aquellos dirigentes para participar del comercio internacional y, al mismo tiempo, llevar adelante una vigorosa política estatal, puede considerarse una prueba tanto de su acertado pragmatismo como de la dudosa validez de ciertos etiquetamientos. No habrá de ser este el único ejemplo de ello en nuestra historia, como veremos más adelante.

Unos pocos indicadores muestran con elocuencia los resultados de este accionar: entre 1865 y 1929, el país pasó de tener 1.700.000 habitantes a 11.000.000; de 503 kilómetros de vías férreas a 38.400; y de 580.000 hectáreas sembradas a 25.000.000. Pero, asimismo, al compás del crecimiento agropecuario también se fue expandiendo una incipiente industria basada en la tecnificación financiada con los saldos positivos de la Balanza Comercial (que contabiliza las exportaciones y las importaciones de cada año) y en la mayor demanda doméstica para sus artículos (por el aumento de la población) . En 1914, el 70% de los empresarios del comercio y de la industria había nacido en el extranjero .


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