LA ECONOMÍA DEL FIN DEL MUNDO
CONFIGURACIÓN, EVOLUCIÓN Y PERSPECTIVAS ECONÓMICAS DE TIERRA DEL FUEGO


Miguel A. Mastroscello

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5.2. EL PAÍS NO INTEGRADO

Las citadas modificaciones en la estrategia de desarrollo determinadas por la coyuntura de 1930 posibilitaron el desenvolvimiento de algunas ramas industriales, en un proceso que si bien experimentó marchas y contramarchas, tuvo como consecuencia importantes cambios tanto en el plano económico como en el mapa social del país; en otros términos, la “ISI fácil” pudo llevarse adelante de una manera exitosa. Desde un punto de vista general, el sector fabril orientado al mercado interno se constituyó en el motor de una economía que ganó en diversificación, mientras que los trabajadores y el empresariado industrial alcanzaron un protagonismo que antes no habían tenido en el escenario político.

En cambio, no hubo transformaciones significativas en la distribución geográfica de las actividades productivas ni de la población, que continuaron concentradas en las mismas regiones; en otras palabras, el país no avanzó por un sendero de integración territorial, por lo que vastos sectores de su espacio geográfico permanecieron prácticamente despoblados.

La opinión

“La industria seguía concentrada en Buenos Aires; amplias zonas del país no tenían otra actividad que la panadera y similares”

Esta situación se evidencia si se observa la evolución de la población por regiones. Mientras que en 1947 casi el 72% de los habitantes del país estaba concentrado en la zona pampeana, trece años después esa proporción se mantenía, con el agravante que la participación del Gran Buenos Aires (que abarca a la Capital Federal y a los departamentos de la provincia homónima que la circundan, constituyendo lo que se conoce como el conurbano bonaerense) creció de 29.7% a 33.7%.

Analizando el sector manufacturero se obtiene una conclusión similar. En este caso, se verifica que su expansión se produjo esencialmente en torno a la ciudad de Buenos Aires, primero en la localidad de Avellaneda y posteriormente a la vera de la Avenida General Paz que marca el límite de la Capital Federal, hasta conformar el llamado cinturón industrial del conurbano bonaerense. El fenómeno se extendió luego hacia el norte por la franja costera del río Paraná, teniendo como eje la ciudad santafesina de Rosario (que pronto alcanzaría el rango de segundo centro fabril del país) y llegó hasta la mediterránea Córdoba.

Aunque con el cambio de estrategia el eje de los acontecimientos económicos iba desplazándose del campo y la estancia o la chacra hacia la ciudad y la fábrica, el asentamiento de las empresas se produjo prácticamente en una misma región: la pampa húmeda. Fuera de dicha área, y salvo algunos casos aislados, las localizaciones industriales eran escasas y tenían poco dinamismo, debiendo mencionarse a las que se dedicaban al aprovechamiento de algunos cultivos, como el azúcar en Tucumán, la vid y el olivo en Mendoza y la yerba mate en Misiones y Corrientes. Vastos sectores del país, y especialmente el sur, seguían semidesiertos.

En 1945, el 60% de los trabajadores industriales censados en todo el país residía en Buenos Aires. Aún nueve años más tarde, distritos como La Rioja, Catamarca, Chubut y Río Negro no registraban casi ningún establecimiento manufacturero importante, mientras que la metrópoli porteña aportaba el 64% de la producción fabril total, proporción notablemente mayor al 58% que se había registrado en 1935. La zona que comprende a la Capital Federal y las provincias de Buenos Aires, Santa Fé y Córdoba albergaba en ese año de 1954 al 84% del personal ocupado en la industria .

En 1947 la población de la Patagonia constituía apenas el 2,3% del total del país, mientras que los 2.504 habitantes de toda la Tierra del Fuego representaban una proporción ínfima: 0.03%. Con estos datos a la vista, nadie debería sorprenderse por que afirmemos que la isla soportó por esos años un período de “congelamiento” económico.


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