LA ECONOMÍA DEL FIN DEL MUNDO
CONFIGURACIÓN, EVOLUCIÓN Y PERSPECTIVAS ECONÓMICAS DE TIERRA DEL FUEGO


Miguel A. Mastroscello

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6.3. CONTEXTO NACIONAL: CICLO ECONÓMICO Y CRISIS POLÍTICA

La experiencia desarrollista no logró consolidarse, en una medida importante por el muy complejo clima político en el que se llevó a cabo. Pero además, el desempeño económico no fue bueno, lo que se refleja en la baja tasa anual acumulativa de crecimiento del producto, 0.8%, registrada entre 1959 y 1963. Si bien la producción petrolera, como ya apuntamos, creció hasta lograr el autoabastecimiento, la industria manufacturera —en particular la automotriz, que se benefició con los estímulos de la política oficial y con un importante flujo de inversión extranjera— no alcanzó estándares de calidad y precios que posibilitaran la exportación de sus productos. De tal modo, al estar basada en el mercado interno, la expansión de la producción fabril incrementaba la demanda de importación, por su alta dependencia de insumos de ese origen, lo que ocasionaba recurrentes crisis de balanza de pagos. De nuevo la escasez de divisas era una restricción, pese a los esfuerzos del gobierno de Frondizi por evitarla. Cuando después del interinato de Guido, asumió la presidencia el Dr. Arturo Illia, de filiación radical, la economía ya llevaba un año y medio de recesión.

Para salir de esta situación, el nuevo gobierno apeló otra vez a las recetas keynesianas, combinando una política fiscal expansiva con cierta relajación en materia monetaria. Para evitar los problemas de sector externo, por un lado orientó el crédito a industrias que no usaban insumos importados, y además diseñó una política de suaves devaluaciones de la moneda, de manera de ir ajustando la tasa de cambio al ritmo de la inflación, lo que luego se conoció como crawling peg (literalmente, “tipo de cambio reptante”).

En materia petrolera reapareció el sello pendular en las decisiones políticas, ya que Illia anuló los contratos firmados por Frondizi. Ello tuvo un impacto negativo sobre la producción de hidrocarburos y, por lo tanto, fue necesario importar cantidades crecientes del fluido, con el correlato negativo para la balanza de pagos que pudo ser compensado por un fuerte crecimiento de las exportaciones agropecuarias, alentado por los buenos precios internacionales.

La economía nacional acumuló un significativo crecimiento de 6.6% entre 1964 y 1966. En particular, los dos primeros años de ese período fueron muy buenos, con aumento de las exportaciones tradicionales pero también en el consumo privado; la industria manufacturera creció de manera notable, 19% en 1964 y 14% al siguiente.

Tras la caída de Illia por un golpe militar, lo que reflejaba los graves problemas políticos e institucionales derivados de la profunda antinomia entre peronistas y antiperonistas que todavía sufría el país, la política económica adoptó un patrón ideológico más proclive a los postulados liberales; en términos de la ecuación macroeconómica, ello implicó un mayor énfasis en la inversión, en detrimento del consumo. Sin embargo, desde un punto de vista estratégico y a la luz de los indicadores, debe reconocerse la continuidad de la ISI, en la medida en que la participación de las importaciones y las exportaciones seguía siendo relativamente baja, como lo demuestran los exiguos guarismos de 5,4% registrados por el coeficiente de apertura al exterior tanto en 1965 como en 1970. Entre 1967 y 1972 el crecimiento del PBI llegó a registrar una tasa anual acumulativa de casi el 5%.

Posteriormente, con la restauración constitucional de 1973, volverían los postulados keynesianos, aunque con dificultades en el frente externo (otra vez, la escasez de divisas) que se combinaron con el aumento de la deuda pública, lo cual complicaría la consecución de los objetivos en materia de insumos y equipo de capital necesarios para la etapa “difícil” de la ISI en curso. En los siguientes tres años se verificó un aumento en el consumo interno y las importaciones, así como un pobre desempeño de la inversión y de las exportaciones, lo que derivó en inflación de demanda (por una insuficiente capacidad productiva) y una severa crisis de balanza de pagos. La tasa de crecimiento del producto fue menor que la de los dos períodos anteriores, alcanzando un 3,3% anual acumulativo hasta 1975. Pese a ello, la industria mantuvo su nivel de participación sectorial en el PBI.

A los fines de esta obra interesa destacar aquí, que entre 1963 y 1972 el sector manufacturero nacional creció, y que retuvo su peso específico pese a las dificultades verificadas a partir de 1976 . Ello, sin embargo, no tuvo un correlato en la región patagónica.


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