FINANZAS PÚBLICAS

FINANZAS P?BLICAS

Helio Fabio Ramírez

Volver al índice

 

 

CONCEPTO GENERAL DE DÉFICIT

El concepto usual de déficit fiscal es el de aquella situación en la cual los ingresos corrientes del fisco son inferiores a los gastos. Sin embargo, como lo veremos más adelante, existen varios conceptos de déficit, todos ellos con significados económicos diferentes. De manera que no estamos frente a un concepto unívoco, sino frente a un concepto de varias significaciones que es muy importante conocer en forma adecuada, a fin de establecer el real significado económico de una situación deficitaria.

Para la Hacienda Pública clásica una situación de déficit no era recomendable. Los ingresos ordinarios del Estado debían ser, en circunstancias normales, suficientes para atender el nivel del gasto público, y sólo en circunstancias excepcionales como la guerra era de recibo recurrir a la deuda pública para financiar el excedente de gastos frente a los ingresos corrientes. Este concepto de déficit coincidía, además, con la filosofía general imperante en aquella época según la cual la actividad del Estado debía reducirse a su mínima expresión. Los empréstitos públicos se consideraban como un mal necesario en circunstancias de urgencia, y no se había dado aún el fenómeno contemporáneo según el cual el Estado, a partir de la primera posguerra, debe asumir una serie de responsabilidades en el campo del bienestar social, de la educación y de las obras de infraestructuras que no se le exigían en el siglo XIX.

Con la gran depresión de los años treinta el concepto de déficit fiscal comenzó a modificarse. En este proceso tuvo la teoría keynesiana un papel de señalada importancia. Se abrió camino la idea de que el déficit fiscal podía servir para fines anticíclicos: en época de depresión debían canalizarse ahorros no invertidos del sector privado hacia el Estado, que a través del gasto público podía reanimar la demanda agregada, aumentar la renta nacional y así ayudar a salir de la época de crisis. Y en períodos de inflación debían succionarse ahorros excedentarios del sector privado y constituir un superávit fiscal amortiguando así las fuerzas inflacionarias.

El cambio importante que significó la teoría keynesiana consistió en que, a diferencia de lo que preconizaba la Hacienda Pública clásica, se constató que el déficit fiscal no sólo era adecuado en épocas de guerra o de gran emergencia nacional sino que también era un instrumento útil para amortiguar los ciclos de la economía y atenuar, junto con otros instrumentos de política económica, situaciones recesivas o inflacionarias.

De hecho el Estado contemporáneo recurre con mucha más frecuencia a la deuda pública para financiar un nivel de déficit fiscal que mantiene con carácter permanente. Podríamos decir que la regla general es la existencia de un déficit fiscal y la excepción es su inexistencia. Albin Hansen ha mostrado en un interesante estudio cómo el nivel de deuda pública como proporción del ingreso nacional en los Estados modernos es considerablemente más alto que los niveles que se registran en el siglo xix. Podríamos hablar, pues, de un déficit fiscal permanente en la economía moderna. Esta constatación nos lleva a afirmar que lo que resulta realmente crucial no es tanto establecer si existe o no déficit fiscal, sino cómo se financia ese déficit, pues el déficit puede financiarse de diversas maneras: unas inflacionarias; otras no.

Cuando el déficit se convierte en factor perturbador de la vida económica y social las fuentes no inflacionarias del financiamiento del déficit se convierten en fuentes insuficientes y se recurre a la emisión de los bancos centrales para financiarlo. A partir de ese momento el déficit se transforma en un factor de perturbación de la actividad económica peligroso, y es entonces cuando se requieren tratamientos de fondo para evitar un colapso económico y un desbordamiento de la inflación, como ha sucedido infortunadamente en muchos países del cono sur latinoamericano. En ese orden de ideas lo fundamental no es, pues, qué tan grande es el déficit como proporción del PIB, sino cómo se financia.

Sin embargo, es evidente que si el nivel del déficit fiscal alcanza un porcentaje exagerado como proporción del PIB, sobre todo en países en vía de desarrollo que no tienen un mercado de capitales amplio, en donde a diferencia de lo que sucede en Estados Unidos no puede encontrarse financiamiento sano en el Estado para su déficit, habrá más posibilidades de que el déficit termine financiándose a través de la emisión. Por tanto, si bien teóricamente el tamaño del déficit no es lo decisivo, sino cómo se le financia, en la práctica un déficit grande tiende a ser más propenso a financiarse con emisión que un déficit de tamaño reducido.

A. DÉFICIT PRESUPUESTAL

Es este un concepto de déficit asociado con la metodología llamada de causación que se utiliza en la contabilidad presupuestal colombiana. “La contabilidad presupuestal, en Colombia, generalmente registra los ingresos y los gastos por medio de un sistema similar al que emplean las grandes empresas privadas, medianas y grandes; es decir, registra un ingreso cuando el Gobierno adquiere y reconoce en forma clara y precisa el derecho a exigirlo, aun cuando no lo haya recibido todavía; y supone que se ha hecho un gasto cuando la obligación es clara y precisa de gastarlo, aunque no se haya hecho aún el desembolso correspondiente. Este sistema se llama, a menudo, de causación. De la comparación entre los reconocimientos del ingreso y los acuerdos de gastos surge el denominado ‘déficit presupuestal’. El sistema de causación se contrapone al de caja; en éste, similar al que emplean en su contabilidad las empresas más simples, sólo se registran ingresos cuando se recibe dinero, y sólo contabilizan gastos cuando se pagan efectivamente”.