AGUAFUERTES II. RESUMEN Y CRÍTICA DE GENTES, CIUDADES Y RIQUEZA
 La transformación de la sociedad tradicional, del neomalthusiano Edward Arthur Wrigley

AGUAFUERTES II. RESUMEN Y CR?TICA DE GENTES, CIUDADES Y RIQUEZA LA TRANSFORMACI?N DE LA SOCIEDAD TRADICIONAL, DEL NEOMALTHUSIANO EDWARD ARTHUR WRIGLEY

Edgardo Adrián López

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Primera Parte: El trasfondo de la Revolución Industrial

2. Los economistas clásicos y la Revolución Industrial

Las opiniones de los economistas clásicos sobre la cuestión del crecimiento secular de los salarios, se condensa en el postulado de que el incremento de la población está determinado por el aumento en la demanda de trabajo. Si la demanda decae a causa de la saturación del mercado por una población abultada constantemente, la renta-salario se mantiene más o menos estática. Pero como una Revolución Industrial se caracteriza por la disparada de todas las formas de renta, incluso la del salario, es manifiesto que para los economistas citados actuaban barreras que impedían esa evolución. De ahí que para tales profesionales de la presunta “ciencia” económica haya sido impensable un crecimiento sostenido con el rasgo de Revolución Industrial (1992: 43, 64, 87, 89, 90, 122-124, 132, 327, nota 46 de p. 327, 328).

Por otro lado, las fronteras del crecimiento se vinculaban con la posición que la tierra conservaba en el esquema general de la producción: por un lado, la necesidad de producir alimentos conducía a que se trabajasen las tierras peor dotadas, disminuyendo así los beneficios; por el otro, el número de industrias dependía de la cantidad y diversidad de materias primas que era capaz de proveer la agricultura (1992: 47/49, 60, 111-112). No había esperanzas de progreso indefinido (1992: 48, 60, 68, 87, 89, 90, 122/124, 132, 255, nota 37 de p. 255, 328).

Además, su visión respecto a que la tasa de ganancia declina también era un obstáculo para una expansión sin horizontes (1992: 54, nota 37 de p. 255).

Ahora bien, los clásicos ignoraron un factor importante en el incremento de la productividad que podía desafiar su pesimismo (1992: 57, 69, 113, 124, 132).

2.1. Las nuevas fuentes de energía

La productividad de la agricultura puede mejorarse de acuerdo a la capacidad energética: un hombre es endeble frente a un caballo, que a su vez es débil comparado con un tractor (1992: 58, 63).

Si los clásicos no advirtieron el potencial de las nuevas fuentes de energía era porque acaso tenían en mente las clases de energía pre-industriales, es decir, las orgánicas y vivas (1992: 58, 63, 69, 90, 113, 124, 132/133).

2.2. El crecimiento de la población y la oferta de alimentos

En el siglo XIX, los avances técnicos hicieron que el aumento de la productividad en la agricultura se lograra con costos decrecientes (1992: 62). Por su lado, la fecundidad comenzó a ser controlada en lugar de dispararse con la elevación de la renta (1992: 66-67, 288, 291, 320).

En conclusión, el escepticismo de los clásicos se debe a que au fond, la Revolución Industrial genuina, entendida como un sistema capaz de superar los límites al crecimiento de las comunidades preindustriales, ocurrió luego de 1840 (1992: 68). Por consiguiente, los clásicos describieron las condiciones del crecimiento en sociedades que empleaban fuentes de energía vivas y renovables (1992: 69, 123, 132).